HACIA EL MONTE ADUMÍN

 


 

#"Quedaos vosotros aquí, que voy a orar sobre aquellos montes..."   

#¿Qué quieres hacer en el Adumín?" "Orar y buscar un lugar para que todos, en días que están por venir, allí nos preparemos a las nuevas y siempre más encarnizadas luchas."   

#"¡No, no, Señor! Son lugares nefastos para los santos de Israel. No vayas allá. Te lo digo. Lo presiento. Algo me lo dice dentro de mí. ¡No vayas! ¡En nombre de Dios no vayas!" grita Juan   

#"A ti. Sí. El más pequeño es el mayor cuando humildemente habla con su Señor sobre el bien de sus hermanos. Habla pues... Sí, Señor. Vamos a Carit. Hay lugares escarpados donde podemos recogernos según el Señor, "

 


 

"¿A dónde vamos ahora que empieza a bajar el día?" se preguntan los apóstoles. Hablan de lo sucedido, pero no en voz alta para no abatir al Maestro que se le ve muy pensativo.

La tarde sigue bajando mientras caminan, siempre detrás del maestro. A los pies de una cadena de montes muy recortados se ve una pequeña población.

 

"Quedaos vosotros aquí, 

que voy a orar sobre aquellos montes..."

 

"Aquí nos quedaremos a pasar la noche" ordena Jesús. "Quedaos vosotros aquí, que voy a orar sobre aquellos montes..."

"¿Solo? ¡Ah, eso no! ¡Solo al Adumín, no! Con todos esos ladrones que te buscan. ¡No, eso no!..." protesta Pedro.

"¡Qué quieres que me hagan! ¡No tengo nada!"

"No me refiero a esos, sino a los que te odian. Se conformarían con tu vida. Así no deben matarte... como si fueras un cobarde. Para que tus enemigos inventen quién sabe qué cosa para alejar a las turbas de tus enseñanzas" torna a hablar Pedro.

"Maestro, Simón de Jonás tiene razón. Serían capaces de hacer desaparecer tu cuerpo y decir que has huido, al sentirte desenmascarado. O bien... hasta podrían llevarte a lugares malos, a casa de alguna prostituta, para decir: "¡Ved dónde y cómo ha muerto! ¡En un pleito por una meretriz!" Dijiste bien: "Perseguir una doctrina quiere decir hacer que crezca su fuerza", y lo he notado, porque no perdí de vista al hijo de Gamaliel que lo aprobó con la cabeza. Pero también se dice algo que ha de ser verdadero que "hacer aparecer ridículo a un santo y a su doctrina es el arma más segura para hacer que muera, y para que desaparezca la estima que la gente tuviera de él' " dice Judas Tadeo.

"Es cierto. Y esto no debe sucederse" concluye Bartolomé.

"No te prestes a las jugadas de tus enemigos. Piensa que no sólo Tú, sino la Voluntad que te envió, sería aniquilada por esta imprudencia, y se vería que los hijos de las tinieblas han vencido por lo menos durante unos momentos, a la Luz" añade Zelote

"¡Claro que sí! Siempre andas diciendo y nos hieres el corazón al decirlo que deben matarte. Recuerdo el regaño que diste a Simón Pedro y no te digo: "Que esto no suceda nunca". Pero creo, sin ser un satanás, poder decirte: "Por lo menos sea de tal modo que sea una glorificación para Ti, un sello inequívoco de tu santa Persona, y una condenación clara de tus enemigos. Que las multitudes sepan que pueden tener los elementos para distinguir y para creer". Por lo menos esto, Maestro. La misión santa de los Macabeos jamás parece tan grande como cuando Judas, hijo de Matatías, murió como héroe y salvador en el campo de batalla. ¿Quieres ir al Adumín? Iremos contigo. Somos tus apóstoles. ¡Donde está el jefe, ahí sus criados!" dice Tomás. Debo aclarar que pocas veces lo he oído hablar con tanta elocuencia.

"¡Es verdad! ¡Es verdad! Si te atacan, a nosotros deben atacar primero" dicen varios.

"¡Oh, no nos atacarán tan fácilmente! Han de estar curándose la quemada de las palabras de Claudia... ¡Son astutos, y demasiado! No pueden olvidar que Pilatos sabe a quién mandar a la muerte. Se han traicionado demasiado, y a los ojos de Claudia. Meditarán la manera de poner sus trampas que no sean tan vulgares. Tal vez nuestro miedo no tenga razón de ser. ¡No somos los pobres desconocidos de antes! ¡Ahora está Claudia!" habla Iscariote.

 

¿Qué quieres hacer en el Adumín?" 

"Orar y buscar un lugar para que todos, 

en días que están por venir, 

allí nos preparemos a las nuevas 

y siempre más encarnizadas luchas."

 

"¡Bien, bien!... No vamos a quedarnos encerrados. ¿Qué quieres hacer en el Adumín?" pregunta Santiago de Zebedeo.

"Orar y buscar un lugar para que todos, en días que están por venir, allí nos preparemos a las nuevas y siempre más encarnizadas luchas."

"¿De parte de los enemigos?"

"No. También de la parte nuestra. Tenemos mucha necesidad de vernos fortificados."

"Pero no acabaste de decir que quieres ir hasta los confines de la Judea y a la Transjordania?"

"Lo dije e iremos. Pero después de la oración. Iré a Acor, y luego por Doco, a Jericó."

 

"¡No, no, Señor! 

Son lugares nefastos para los santos de Israel. 

No vayas allá. 

Te lo digo. Lo presiento. 

Algo me lo dice dentro de mí. 

¡No vayas! 

¡En nombre de Dios no vayas!" 

grita Juan 

 

"¡No, no, Señor! Son lugares nefastos para los santos de Israel. No vayas allá. Te lo digo. Lo presiento. Algo me lo dice dentro de mí. ¡No vayas! ¡En nombre de Dios no vayas!" grita Juan que parece como si estuviera a punto de perder los sentidos, como si fuera presa de alguna visión pavorosa... Todos lo miran estupefactos porque nunca lo habían visto de igual modo. Nadie se burla de él. Todos comprenden que se encuentran ante algo sobrenatural, y respetuosos guardan silencio. También Jesús guarda silencio, hasta que no ve que la cara de Juan vuelve a ser la misma y que agrega: "¡Oh, Señor mío cuánto he sufrido!"

"Lo sé. Iremos a Carit. ¿Qué dice tu espíritu?" Me llama la atención con qué profundo respeto hable a Juan.

"¿Me lo preguntas? ¿A mí que soy un muchacho tonto? ¿Tú, que eres la Sabiduría Altísima?"

"A ti. Sí. El más pequeño es el mayor cuando humildemente habla con su Señor sobre el bien de sus hermanos. Habla pues... "

 

 

"A ti. Sí. El más pequeño es el mayor 

cuando humildemente habla con su Señor 

sobre el bien de sus hermanos. 

 

Habla pues... 

 

Sí, Señor. Vamos a Carit. 

Hay lugares escarpados donde podemos 

recogernos según el Señor, "

 

"Sí, Señor. Vamos a Carit. Hay lugares escarpados donde podemos recogernos según el Señor, y cerca están los caminos de Jericó y Samaría. Bajaremos para reunir a los que te aman y esperan en Ti. Te los llevaremos, o te llevaremos a Ti donde estén ellos, y luego nos alimentaremos con la oración... Descenderá el Señor a hablar a nuestros corazones... a abrir nuestro oídos para que oigan su Palabra que comprenden del todo... a invadir nuestros corazones con sus fuegos. Porque sólo si somos ascuas, podremos resistir los sufrimientos de la tierra. Porque solo si experimentamos antes el dulce martirio del amor completo podremos estar prontos para soportar el del odio humano... Señor... ¿Qué he dicho?"

"Mis palabras, Juan. No tengas miedo. Entonces quedémonos aquí, y mañana cuando amanezca iremos a los montes."

VII. 460-462

A. M. D. G.