EN CASA DE NIQUE

 


 

#El camino es un horno ardiente bajo los rayos del sol meridiano  

 #"Consolaos. Allí hay una casa entre los campos... " dice Jesús.  

#"¡La paz sea en esta casa! ¿Puedo como peregrino encontrar algún descanso?"   

#"¡Maestro y Señor! ¿Tú aquí? ¿En mi casa? ¡Qué grande honor!" interrumpe una mujer que es Nique.   

#¡No, Nique! No soy el huésped mundano. Soy tu Maestro perseguido. Te pido descanso y amor más que comida.   

#Quitaos los vestidos que arden. Dad todo a las criadas. Será un gran alivio tener vestidos limpios y sandalias frescas.  

 #"¡Pero tú extraes la miel de la mejor de las flores! ¡Del Maestro!""Es verdad. De El aprendo a ser hijo de Dios. De los hombres buenos aprenderé a ser hombre.""No, Nique. Soy un poco menos que un animal. No comprendo cómo me soporta el Maestro..."Te soporto porque sé que eres, y porque se te puede modelar.   

#¿Sabías que Nique estaba aquí?" pregunta Tomás. "No más que vosotros. Sabía que vive cerca de Jericó, que tiene tierras que hace poco compró. No más. El buen ángel de los peregrinos nos guió."  

 #Partiremos al amanecer para atravesar el río en las primeras horas, cuando todavía hace fresco.   

#Jesús conversa con Nique Dijiste que no puedes seguirme sino por breves espacios de tiempo, ...". Esto te dolía, porque si lo hubieras sabido antes no hubieras comprado algo a lo que te ves atada. Tú misma estás viendo que ha servido para dar hospedaje a los evangelizadores. Pero puedes ayudar en algo más...Te voy a pedir un servicio, por amor de esa alma que está renaciendo,   

#Irás cada luna al Carit y subiendo por el sendero gritarás. "¡Elías! ¡Elías!" "La paz sea contigo, hermano, en nombre de Jesús el Nazareno." Le llevarás tantos panes cocidos cuantos son los días del mes, en el verano. De los Tabernáculos en adelante, junto con los panes cuatro loges de aceite mensualmente. Cuando los Tabernáculos un vestido de cabra, pesada, que no deje pasar el agua, una cobija.   

#Mi marido y yo leímos siempre los profetas. Y temblábamos de horror al leer las palabras de David, de Isaías.... ¿Pero de veras esto te va a suceder?" "Esto y algo más..."  

 #Haz que pueda mirarte en esos momentos y que tu rostro se imprima en mi corazón que, ¡oh! que entonces el mío como el tuyo serán como blanda cera, por el dolor..."   

#"Todo esto lo conseguirás. Yo tendré tu compasión. Subirá conmigo a mi patíbulo y de allí conmigo al cielo. Tu corona para la eternidad. Ángeles y hombres pronunciarán sobre ti la mejor alabanza: "En la hora de la desventura, del pecado, de la duda, ella fue fiel. No pecó, sino que socorrió a su Señor".

 


 

El camino es un horno ardiente bajo 

los rayos del sol meridiano

 

El camino, aunque bordeado de árboles, es un horno ardiente bajo los rayos del sol meridiano. De los campos, donde los trigales crecen rápidamente, sale calor, sale un cierto olor a horno. La luz es avasalladora. Cada espiga parece una lamparita de oro entre las vainas doradas y las puntitas. Los rayos del sol sobre los tallos son deslumbradores como los del camino. En vano los ojos buscan donde posarse. Si los levantan se encuentran con ese brillar de un sol fortísimo y tienen que bajarlos, tienen que buscar si encuentran algún consuelo en la vereda polvorienta, rojiza, seca. El sudor pinta surcos en mejillas cubiertas de polvo. Los pies cansados se arrastran levantando más polvo que atormenta, que mata, que ahoga.

Jesús consuela a sus cansados apóstoles Aunque suda mucho, se ha puesto en la cabeza, para defenderse del sol, el manto y aconseja que lo imiten. Sin decir nada, obedecen. no tienen aliento para decir algún refunfuño, o lanzar alguna queja. Caminan como si estuvieran borrachos...

 

"Consolaos. Allí hay una casa entre los campos... " 

dice Jesús.

 

"Consolaos. Allí hay una casa entre los campos... " dice Jesús.

"Si es como las otras... no nos queda más consuelo que el de seguir caminando entre los campos sin meta alguna" refunfuña Pedro detrás su manto. Los otros confirman lo dicho con un  "¡Umh!" desolado.

"Yo voy. Vosotros quedaos bajo esta poca de sombra."

"No. No. También vamos nosotros. Al menos tendrán un pozo, aquí donde el agua no falta... y bebemos hasta apagar el fuego que nos consume..."

"Beber así acalorados, os puede hacer mal."

"Que muramos... será siempre más consolador que lo que ahora nos atormenta..."

Jesús no replica. Suspira y es el primero en caminar por una vereda que hay entre los campos.

Los campos llegan hasta un poco antes de la casa, pues terminan ante un huertecillo maravilloso, sombreado, que templa la luz y el calor creando un ambiente óptimo, acogedor alrededor de ella. Los apóstoles con un "ah! de alivio, se meten.

Jesús avanza, sin preocuparse de las súplicas de que espere un poco. Llegan a sus oídos el gemir de los palomos, el rechinar de la garrucha, voces tranquilas de alguna mujer.

Jesús desemboca en una especie de plazoleta que rodea la casa, como una banqueta ancha y limpia, donde un emparrado extiende su bello ramaje, que brinda sombra. Dos pozos, uno a la derecha, el otro a la izquierda de la casa, y sobre ellos la vid arroja también su sombra. Hay jardincillos contra las paredes de la casa. Cortinas ligeras con líneas oscuras ondean ante las puertas abiertas. Se oyen voces de mujeres, ruido a platos en una habitación. Jesús se dirige a ella, y al pasar cerca de una docena de palomos que estaban comiendo, vuelan. El rumor atrae la atención de quien está en la habitación. Al mismo tiempo que Jesús retira la cortina con su mano hacia la derecha, una criada lo hace a la izquierda y se queda sorprendida al verlo.

 

"¡La paz sea en esta casa! 

¿Puedo como peregrino encontrar 

algún descanso?"

 

"¡La paz sea en esta casa! ¿Puedo como peregrino encontrar algún descanso?" pregunta de pie en el umbral de la habitación que es una amplia cocina en que las criadas están poniendo en orden los utensilios usados en la comida del mediodía.

"La patrona no te lo negará. Voy a comunicárselo."

"Vienen conmigo otros doce. Si tan sólo yo pudiera tenerlo prefiero mejor que no."

"Lo diremos a la patrona y seguramente..."

 

"¡Maestro y Señor! 

¿Tú aquí? 

¿En mi casa?

 ¡Qué grande honor!" 

interrumpe una mujer que es Nique.

 

"¡Maestro y Señor! ¿Tú aquí? ¿En mi casa? ¡Qué grande honor!" interrumpe una mujer que es Nique. Se echa a los pies de Jesús para besárselos.

Las criadas se quedan como estatuas. La que lavaba los platos se ha quedado con el secador en la derecha y con un plato que gotea en la izquierda que se le ve colorada por el agua caliente. Otra que estaba limpiando los cuchillos, que estaba sentada sobre sus calcañales en un rincón, gira sobre sus rodillas para ver mejor, y los cuchillos caen al suelo. La que estaba sacando la ceniza de las hornillas, levanta su cara llena de ceniza y se queda así, con la boca abierta.

"Estoy aquí. Muchas casas no nos quisieron recibir. Estamos cansados y muertos de sed."

"¡Oh, ven, ven! No aquí. A las habitaciones que dan al norte, que son frescas y con sombra. Preparad, vosotras, agua para que se laven y bebidas aromáticas. Tú, muchacha, corre a despertar al administrador para que te dé algo de comer inmediatamente, mientras esperan el banquete..."

 

¡No, Nique! No soy el huésped mundano. 

Soy tu Maestro perseguido. 

Te pido descanso y amor más que comida.

 

"¡No, Nique! No soy el huésped mundano. Soy tu Maestro perseguido. Te pido descanso y amor más que comida. Te pido compasión más que para Mí, para mis amigos..."

"Está bien, Señor ¿pero cuándo hicisteis la última comida?" 

"De ellos no sé. Yo ayer al amanecer, y con ellos."

"Lo estás viendo... No haré ningún despilfarro. Pero como una hermana y una madre daré a todos lo necesario y a Ti como sierva y discípula, honor y ayuda. ¿Dónde están los hermanos?"

"En el huerto. Tal vez ya estén llegando. Oigo sus voces."

Nique corre afuera, los ve, los llama, los lleva con Jesús a un fresco vestíbulo donde hay palanganas, toallas, y donde pueden lavarse la cara, los brazos y los pies del polvo y del sudor.

 

Quitaos los vestidos que arden. 

Dad todo a las criadas. 

Será un gran alivio tener vestidos limpios 

y sandalias frescas. 

 

"Por favor. Quitaos los vestidos que arden. Dad todo a las criadas. Será un gran alivio tener vestidos limpios y sandalias frescas. Después id a aquella sala. Allí os espero."

Nique se va, cerrando la puerta...

..."¡Ah, qué bien se está aquí bajo la sombra y fresca!" suspira Pedro al entrar en la sala donde Nique los está esperando con todo respeto.

"Mi alegría de poderos dar alivio es mayor que el que sientes ahora, ¡oh apóstol de mi Señor!"

"¡Umh! Apóstol... Bueno... pero oye, Nique, seamos amigos. Tú no me haces sentir el peso de que eres rica y sabia, y yo el de que soy apóstol, Así... como buenos hermanos que tienen necesidad el uno del otro para el espíritu y para el cuerpo. Me da mucho... miedo pensar de que soy "apóstol". "

"¿Miedo de qué?", pregunta con una sonrisa de admiración.

"De ser... de ser demasiado grande respecto a mi estatura, y de que pueda verme aplastado bajo mi peso... Miedo de... la soberbia... Miedo de que... con la idea de ser apóstol, los demás, me refiero a mis compañeros y a las almas buenas que me soporten, y no digan nada aun cuando diga sandeces. Esto no lo quiero, porque entre los discípulos, también entre los que creen, hay mejores que yo, quién en esto, quién en aquello, y yo quiero hacer como... como aquella abeja que acaba de entrar y ha chupado de la fruta que trajiste para nosotros, un poco de esta, un poco de aquella, y para rematar se va a chupar en aquellas flores, y luego irá a hacer lo mismos en los tréboles, en las flores de lis, en las de canela, en las de los mantos. Toma de todas. También yo tengo que hacer como ella..."

 

"¡Pero tú extraes la miel 

de la mejor de las flores! 

¡Del Maestro!"

 

"Es verdad. 

De El aprendo a ser hijo de Dios. 

De los hombres buenos aprenderé a ser hombre."

 

"No, Nique. 

Soy un poco menos que un animal. 

No comprendo cómo me soporta el Maestro..."

 

Te soporto porque sé que eres, 

y porque se te puede modelar.

 

"¡Pero tú extraes la miel de la mejor de las flores! ¡Del Maestro!"

"Es verdad. De El aprendo a ser hijo de Dios. De los hombres buenos aprenderé a ser hombre."

"Lo eres."

"No, Nique. Soy un poco menos que un animal. No comprendo cómo me soporta el Maestro..."

"Te soporto porque sé que eres, y porque se te puede modelar. Pero si te resistieras, si fueras terco, sobre todo soberbio, te habría arrojado como a un demonio" dice Jesús.

Entran criadas con tazones de leche fresca, con jarras de bebidas aromáticas.

"¡Por favor!" dice Nique. "Después podréis descansar hasta la tarde. En casa hay habitaciones y camas. Y si no tuviera daría la mía para que descansarais. Maestro, voy allá para ver qué hay que hacer. Sabéis dónde estoy  dónde las criadas por si necesitáis algo."

"Ve, y no te afanes tanto por nosotros."

Nique sale. Los apóstoles comen lo que no es más que el aperitivo. Comen alegres, con buen apetito, salpicado con charla amena.

"¡Qué frutas tan bellas!"

"Es una buena discípula."

"La casa es hermosa. No tienes lujos, pero no es pobre."

"Su dueña es una persona buena y al mismo tiempo valerosa. Orden, limpieza, respeto, amabilidad."

"¡Qué hermosos campos tiene a su alrededor! ¡Una riqueza!"

"Sí. ¡Y un horno!..." dice Pedro que todavía no se ha olvidado de lo que sufrió. Los otros se ríen.

 

¿Sabías que Nique estaba aquí?" 

pregunta Tomás. 

 

"No más que vosotros. 

Sabía que vive cerca de Jericó, 

que tiene tierras que hace poco compró. 

No más. 

 

El buen ángel de los peregrinos nos guió."

 

"Aquí está uno bien. ¿Sabías que Nique estaba aquí?" pregunta Tomás.

"No más que vosotros. Sabía que vive cerca de Jericó, que tiene tierras que hace poco compró. No más. El buen ángel de los peregrinos nos guió."

"Verdaderamente te guió. Nosotros no queríamos venir."

"Yo casi estaba a punto de echarme por tierra, que me quemara el sol, antes que dar un paso más" dice Mateo.

"No se puede caminar más de día. Este año el sol ha comenzado a dar muy fuerte. Parece como si también él estuviere enloqueciendo."

"Sí. Caminaremos durante las primeras horas del día y las últimas de la tarde. Pronto iremos a los montes. Allá no hace tanto calor."

"¿A mi casa?" pregunta Iscariote.

"Sí, Judas. A Yutta, a Hebrón."

"Pero no a Ascalona ¿eh?"

"No, Pedro. Iremos a donde todavía no hemos ido. Claro que sufriremos el sol y el calor. Un poco de sacrificio por amor mí y por el de las almas. Ahora descansad. Voy a orar al huerto."

"¿No estás cansado? ¿No sería mejor que también descansases?" le pregunta Judas de Alfeo.

"Tal vez el Maestro quiere detenerse aquí..." observa Zelote.

 

Partiremos al amanecer para atravesar 

el río en las primeras horas, 

cuando todavía hace fresco.

 

"No. Partiremos al amanecer para atravesar el río en las primeras horas, cuando todavía hace fresco."

"¿A dónde vamos? ¿Al otro lado del Jordán?"

"Las multitudes regresan después de la pascua a su casa. En Jerusalén me buscaron muchos en vano. Predicaré y curaré en el vado. Luego iremos a poner en orden la casita de Salomón. Nos servirá mucho."

"¿No regresamos a Galilea?"

"Sí. Pero estaremos mucho tiempo por estas partes dl sur, lo que será un buen refugio. Dormid. Voy, voy allá."

 

La cena debió ya de haber terminado. Es de noche. Abundante rocío cae de las cornisas, tecleando sobre las hojas de la vid. Estrellas que son un ensueño en el cielo. Un número incalculable de estrellas entre las que la mirada se pierde. Canto de grillos, volidos de aves nocturnas, y luego el silencio del campo.

 

Jesús conversa con Nique 

Dijiste que no puedes seguirme sino por breves 

espacios de tiempo, ...". 

Esto te dolía, porque si lo hubieras sabido antes 

no hubieras comprado algo a lo que te ves atada. 

 

Tú misma estás viendo que ha servido para dar 

hospedaje a los evangelizadores. 

 

Pero puedes ayudar en algo más...

Te voy a pedir un servicio, 

por amor de esa alma que está renaciendo,

 

Los apóstoles de han ido a acostar ya. Nique no. Escucha al Maestro.

El está sentado, derecho, en una banca de piedra recargada contra la casa. Ella, de pie, ante El, en actitud de sumo respeto. Jesús da fin a un argumento que había ya empezado, pues añade: "La observación es correcta. Ciertamente al penitente, mejor: "al que renace" no le faltará la ayuda del Señor. Mientras cenábamos y tú servías a la mesa, pensé que la ayuda podrías ser tú. Dijiste que no puedes seguirme sino por breves espacios de tiempo, pues la casa y la servidumbre son nuevas y tienes que vigilar". Esto te dolía, porque si lo hubieras sabido antes no hubieras comprado algo a lo que te ves atada. Tú misma estás viendo que ha servido para dar hospedaje a los evangelizadores. Es algo bueno, pues. Pero puedes ayudar en algo más... en espera de que llegará el día en que servirás perfectamente a tu Señor. Te voy a pedir un servicio, por amor de esa alma que está renaciendo, que está llena de buena voluntad, pero que está muy débil. El exceso de penitencia podría angustiarla, y Satanás aprovecharse de ello.".

"¿Qué debo hacer, Señor mío?"

 

Irás cada luna al Carit 

y subiendo por el sendero gritarás. "¡Elías! ¡Elías!" 

"La paz sea contigo, hermano, 

en nombre de Jesús el Nazareno." 

 

Le llevarás tantos panes cocidos cuantos 

son los días del mes, en el verano. 

 

De los Tabernáculos en adelante,

 junto con los panes cuatro loges de aceite

 mensualmente. 

 

Cuando los Tabernáculos 

un vestido de cabra, pesada, 

que no deje pasar el agua, una cobija.

 

"Irás cada luna como si fuese un rito, y lo es, pues es un rito fraternal, al Carit y subiendo por el sendero que hay entre zarzales gritarás. "¡Elías! ¡Elías!" El, sorprendido se asomará y con estas palabras lo saludarás. "La paz sea contigo, hermano, en nombre de Jesús el Nazareno." Le llevarás tantos panes cocidos cuantos son los días del mes. Ninguna otra cosa en el verano. De los Tabernáculos en adelante, junto con los panes cuatro loges de aceite mensualmente. Cuando los Tabernáculos un vestido de cabra, pesada, que no deje pasar el agua, una cobija. No más."

"¿No puedo decirle algo más?"

"Lo estrictamente necesario. Te  preguntará por Mí. Le dirás lo que supieres. Te confiará sus dudas, esperanzas, abatimientos. Le responderás lo que tu fe y tu compasión te inspiraren. Por otra parte el sacrificio no se dejará esperar mucho... Ni siquiera doce lunas... ¿Quieres ser compasiva conmigo y con el penitente?"

"¡Sí, Señor mío!... ¿Pero por qué estás tan triste?"

"¿Y tú por qué estás llorando?"

"Porque en tus palabras presiento algo de muerte... ¿Te perderé tan pronto, Señor?" Nique llora tras el velo.

"¡No llores! Después vendrá para Mí la paz. Después... no más odio, no más sinsabores... No más... este horror al pecado... que me rodea... No más encuentros amargos... ¡Oh no llores, Nique! Tu Salvador habrá encontrado la paz. Será victorioso..."

 

Mi marido y yo leímos siempre los profetas.

 Y temblábamos de horror al leer 

las palabras de David, de Isaías.... 

 

¿Pero de veras esto te va a suceder?"

 

"Esto y algo más..."

 

"Pero antes... pero antes... Mi marido y yo leímos siempre los profetas. Y temblábamos de horror al leer las palabras de David, de Isaías.... ¿Pero de veras esto te va a suceder?"

"Esto y algo más..."

"¡Oh!... ¿quién te dará algún alivio? ¿Quién podrá hacer que mueras... con una esperanza todavía?"

"El amor de los discípulos y sobre todo el de las discípulas fieles."

 

Haz que pueda mirarte en esos momentos 

y que tu rostro se imprima en mi corazón que, 

¡oh! que entonces el mío como el tuyo 

serán como blanda cera, por el dolor..."

(Nique es la Verónica del Evangelio)

 

"Entonces, también el mío. Porque yo por ningún motivo me alejaré de mi Redentor. Solo... ¡Oh, Señor, pídeme cualquier sacrificio, pero dame un valor sin par para aquella hora! Cuando serás "como un tiesto, seco" "con la lengua pegada al paladar" por la sed, cuando parecerás "el leproso que se cubre el rostro", haz que te reconozca como al Rey de reyes, y que me acerque a Ti como una devota esclava, como ahora, permite que encuentre mi dicha en tu fulgor, ¡oh Estrella de la mañana! Haz que pueda mirarte en esos momentos y que tu rostro se imprima en mi corazón que, ¡oh! que entonces el mío como el tuyo serán como blanda cera, por el dolor..." Nique ha caído de rodillas, y casi se ha inclinado profundamente. De vez en vez levanta su cara bañada en lágrimas para ver a su Señor, que es todo blanco a los rayos de la luna que ilumina la oscura pared.

 

"Todo esto lo conseguirás. 

Yo tendré tu compasión. 

Subirá conmigo a mi patíbulo 

y de allí conmigo al cielo. 

 

Tu corona para la eternidad. 

Ángeles y hombres pronunciarán sobre 

ti la mejor alabanza: 

"En la hora de la desventura, del pecado, 

de la duda, 

ella fue fiel. 

 

No pecó, sino que socorrió a su Señor".

 

"Todo esto lo conseguirás. Yo tendré tu compasión. Subirá conmigo a mi patíbulo y de allí conmigo al cielo. Tu corona para la eternidad. Ángeles y hombres pronunciarán sobre ti la mejor alabanza: "En la hora de la desventura, del pecado, de la duda, ella fue fiel. No pecó, sino que socorrió a su Señor". Levántate, mujer. Que Dios te bendiga desde ahora y para siempre."

Le impone las manos, mientras va a ponerse de pie, luego entran en la casa silenciosa, para el reposo necesario.

VII. 476-482

A. M. D. G.