ANA Y MARÍA DE KERIOT.
ADIÓS A LA MADRE DE JUDAS
#María de Simón lleva a Jesús a la casa de Ana enojada con ella
#Jesús la convence para que ame a María de Simón
#¿Cómo puede tu Madre saber que debes de morir?
#"Quiero otra promesa más. Es grande. Es santa. Tú eres buena. Me amas ya..."
a la casa de Ana enojada con ella
"¿Señor, no querrías venir conmigo solo a la casa de una madre que es infeliz? Esto es lo que más deseo" dice María de Simón respetuosamente a Jesús, mientras después de la comida del mediodía, los apóstoles se han esparcido para descansar, antes de emprender nuevamente el camino cuando llegue la tarde. Jesús está bajo la sombra de manzanos cuyos frutos pronto madurarán, y parece como que si las palabras de María, sean continuación de algo anterior.
"Sí, mujer. Yo también tengo deseo de estar contigo, solos en estas últimas horas como las primeras cuando estuve aquí. Vamos." Entran en la casa. Jesús toma su manto, y María su velo y manto.
Van por veredas que hay entre los campos, entre los manzanares y otros árboles. Todavía hace calor. De los trigales se respira el bochorno. Pero el viento de la montaña suaviza el calor que de otro modo en la llanura sería insoportable.
"Me desagrada hacerte caminar con este calor. Pero después... ya no se podrá. Tanto que deseé esto, y no me atrevía a pedírtelo. Hace poco me dijiste: "María, para darte prueba de que te amo como si fueses mi madre, te digo: pídeme lo que quieras que te contentaré", y así me he atrevido. ¿Señor, sabes a dónde vamos?"
"No, mujer."
"Vamos a la casa de aquella que debía haber sido la suegra de Judas... (María lanza un suspiro doloroso). Debía... No lo fue ni lo será jamás porque Judas abandonó a su hija, la que murió de dolor. Y la madre me guarda rencor y también a mi hijo. Siempre nos maldice... Judas es muy... muy flaco... en el mal, no tiene necesidad más quede bendiciones. Yo quisiera que le hablases... Tú la puedes persuadir, decirle que fue un bien que no se hubieran celebrado las bodas... decirle que yo no tuve la culpa... decirle que muera sin odiarme; porque se va muriendo poco a poco y con este nudo en el alma. Quisiera que hubiera paz entre nosotras... porque he sufrido, y he sufrido vergüenzas por lo que pasó, y veo con dolor que se destruye la amistad de una que fue mi compañera desde que yo me casé. Tu sabes, en fin, Señor..."
"Sí. No te angusties. Tu petición es justa y cumplo los encargos buenos."
Suben a un lugar en que está situado el pequeño poblado, después de haber atravesado por un vallecillo.
"Ana vive aquí desde que murió su hija.
En sus posesiones.
Antes vivía en Keriot, y cuando nos encontraba,
sus reproches me destrozaban el corazón."
"Ana vive aquí desde que murió su hija. En sus posesiones. Antes vivía en Keriot, y cuando nos encontraba, sus reproches me destrozaban el corazón."
Dan vuelta por una vereda un poco antes de entrar al poblado, y llegan a una casa baja que hay en el campo.
Hemos llegado.
Voy Yo.
Jesús se acerca solo a la puerta
que está semiabierta,
y entra saludando con dulzura.
"Hemos llegado. Me da saltos el corazón desde que he venido. No me querrá ver... me despachará... se intranquilizará... y su pobre corazón sufrirá mucho más... Maestro..."
"Así es. Voy Yo. Tú quédate aquí hasta que te llame. Y ruega para ayudarme."
Jesús se acerca solo a la puerta que está semiabierta, y entra saludando con dulzura.
Le sale al encuentro una mujer: "¿Qué se te ofrece? ¿Quién eres?"
"Vengo a dar alivio a tu patrona. Condúceme a donde está."
"¿Eres médico? ¡De nada sirve! No hay ya esperanzas. Su corazón se le está marchitando."
"Todavía se le puede curar su alma. Soy el Rabí."
"No le harás ningún provecho. Está mohína con el Eterno y no quiere oír sermones. Déjala en paz."
"Precisamente porque está mohína, por eso he venido. Déjame pasar y sus últimos días no los pasará en la desventura."
La mujer se encoge de hombros, y dice: "¡Entra!"
"Señora, hay un rabbí que quiere hablarte."
"¿Para qué?...
¿Para decirme que estoy maldecida?
¿Que no tendré paz ni siquiera en la otra vida?"
"No.
Para decirte que tendrás paz completamente,
con tal de que quieras,
y serás dichosa para siempre con tu Juana"
dice Jesús
Un corredor semioscuro y fresco. Hay puertas. En el fondo, la última está semientreabierta, y de ella salen lamentos. La mujer entra diciendo: "Señora, hay un rabbí que quiere hablarte."
"¿Para qué?... ¿Para decirme que estoy maldecida? ¿Que no tendré paz ni siquiera en la otra vida?" responde jadeante, inquieta.
"No. Para decirte que tendrás paz completamente, con tal de que quieras, y serás dichosa para siempre con tu Juana" dice Jesús asomándose en el umbral.
La enferma, amarilla, hinchada, jadeante sobre su camastro, recostada sobre muchos almohadones, lo mira y dice: "¡Qué palabras! Es la primera vez que un rabbí no me reprende... ¡Qué esperanza!... Mi Juana... conmigo... en la bienaventuranza... no más dolor... el dolor que causó un maldito... a quien su madre no impidió el haber nacido... que me traicionó... después de haberme hecho cobrar esperanzas... ¡Infeliz hija mía"..." Su agitación es mayor.
para que ame a María de Simón
"¿Lo ves? Le causas mal. Lo sabía yo. Vámonos."
"No. Vete tú. Déjame solo..."
La mujer sale, moviendo la cabeza. Jesús se acerca al lecho poco a poco. Seca bondadosamente el sudor de la enferma que no puede hacerlo con sus manos enormemente hinchadas. Le da aire con un abanico de palma. Le da de beber, porque ella busca consuelo en la bebida que está sobre la mesita. Jesús parece un hijo al lado de su madre enferma. Luego se sienta, decidido a cumplir con toda suavidad su encargo.
La mujer, mientras toma respiro, lo observa. Y, con una sonrisa de enfermo, le dice: "Eres hermoso y bueno. ¿Quién eres, Rabbí? Tienes la delicadeza de mi amada hija en proporcionarme consuelo."
"¡Soy Jesús de Nazaret!"
"¿Tú?... ¿Tú en mi casa?... ¿Por qué?"
"Porque te amo. También tengo Yo una madre, y en cada madre veo a la mía, y en las lágrimas de las madres, veo las de la mía..."
"¿Por qué? ¿Llora acaso tu Madre? ¿Por qué? ¿Se le ha muerto algún hermano tuyo?"
"Todavía no. Soy el único suyo y todavía no me muero. Pero Ella llora porque sabe que debo morir."
que debes de morir?"
"¡Oh, infeliz! ¡Saber de antemano que un hijo va a morir! ¿Pero, cómo lo sabe? Estás sano. Estás fuerte. Eres bueno. Yo me hice ilusiones hasta que se murió mi hija que estuvo muy enferma... ¿Cómo puede tu Madre saber que debes de morir?"
"Porque soy el Hijo del hombre, del que hablaron los profetas. Soy el Hombre de los dolores que vio Isaías, el Mesías del que cantó David y describió sus torturas de Redentor. Soy el Salvador, el Redentor, mujer. Me espera una muerte horrible... y mi Madre asistirá a ella... y mi Madre sabe, desde que nací, que su corazón será traspasado de dolor como el mío... No llores... Con mi muerte abriré las puertas del Paraíso a tu querida Juana..."
"¡También a mí! ¡También a mí!"
"Sí, cuando llegue tu tiempo; pero antes debes de aprender a amar y a perdonar. A volver a amar. A ser justa. A perdonar... De otro modo no podrás entrar en el cielo con Juan, conmigo..."
cuando los hombres nos han atormentado,
las amigas herido,
Dios abandonado?..."
"No.
Jamás te ha abandonado.
Estoy Yo aquí, para hacerte promesas celestiales;
para asegurarte que tu dolor
terminará en gozo con sólo que lo quieras. ..."
La mujer llora angustiosamente. Entre gemidos dice. "Amar... amar cuando los hombres me enseñaron a odiar... cuando Dios no nos amó, ni tuvo piedad. Es difícil... ¿Cómo amar cuando los hombres nos han atormentado, las amigas herido, Dios abandonado?..."
"No. Jamás te ha abandonado. Estoy Yo aquí, para hacerte promesas celestiales; para asegurarte que tu dolor terminará en gozo con sólo que lo quieras. Ana, escúchame... Llora por unas bodas que no se celebraron, les echas la culpa de tu dolor; de ello acusas a un hombre y dices que es asesino, y de cómplice acusas a su pobre madre. Escucha, Ana. No pasarán muchos meses que no veas que fue un gran favor del Cielo que Juana no se hubiera casado con Judas..."
"No me lo nombres" grita la mujer.
"Lo he hecho para decirte que debes agradecer al Señor. Y, dentro de pocos meses, lo harás..."
"Ya estaré muerta..."
"No es verdad. Estarás viva y te acordarás de Mí, y comprenderás que hay dolores más grandes que el tuyo..."
"¿Mayores? ¡No es posible!"
¿Dónde pones el de mi Madre que me verá morir
en una cruz?"
Jesús se ha levantado. Es imponente.
"¿Y dónde el de la madre del que traicionará
a Jesucristo, el Hijo de Dios?
"¿Dónde pones el de mi Madre que me verá morir en una cruz?" Jesús se ha levantado. Es imponente. "¿Y dónde el de la madre del que traicionará a Jesucristo, el Hijo de Dios? Piensa, mujer, en esa madre... Tú... Toda Keriot, la campiña y otras más te han acompañado en tu dolor. De ello te has gloriado como si fuese una corona de mártir. ¡Pero esa madre! Como Caín, pero sin serlo, antes bien siendo cual Abel, porque será la víctima de su hijo traidor, del asesino de Dios, sacrílego, maldito, ella no podrá soportar la mirada de los otros porque en cada mirada verá como una piedra que se le arroja para lapidarla, y en cada palabra que pronuncien los hombres, le parecerá escuchar una maldición, un insulto; y jamás encontrará refugio sobre la tierra, sino hasta que muera, hasta que Dios, que es justo, venga a llevarse consigo a la mártir, borrándole de su memoria el haber sido la madre del asesino de Dios al darle su eterna posesión de Sí mismo... ¿El dolor de esta madre, no acaso mayor?"
"Un inmenso dolor..."
"Lo comprendes... Sé buena, Ana. Reconoce que Dios fue bueno en su modo de obrar..."
"Pero mi hija está muerta. Judas me la hizo morir por ambición de otra dote mayor... Su madre lo aprobó."
y con todo afirmo que hizo mal
y que recibirá su castigo.
Su madre es inocente. Te ama.
Quisiera que también tú la amases...
Ana, sois dos madres infelices.
"No. Esto no es cierto. Yo te lo aseguro, Yo que veo en los corazones. Judas es mi apóstol y con todo afirmo que hizo mal y que recibirá su castigo. Su madre es inocente. Te ama. Quisiera que también tú la amases... Ana, sois dos madres infelices. Tú te glorías de tu hija muerta, inocente, pura a quien el mundo respeta... María de Simón no puede gloriarse de su hijo. Los hombres reprueban sus acciones."
"Es verdad. Pero si se hubiese casado con Juana, nada le reprocharían."
"Pero poco después verías morir a Juana de dolor, porque Judas perecerá de muerte violenta."
"¿Qué dices? ¡Oh, infeliz María! ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?"
Ana, vuelve a ser amiga de María.
Que el dolor os junte,
como debía juntaros la alegría.
Déjame irme contento,
sabiendo que ella tendrá una amiga,
una sola, por lo menos..."
"Presto. Y de una manera horrenda... ¡Ana! ¡Ana! Tú eres buena, Tú eres madre. Conoces qué es el dolor de una madre. Ana, vuelve a ser amiga de María. Que el dolor os junte, como debía juntaros la alegría. Déjame irme contento, sabiendo que ella tendrá una amiga, una sola, por lo menos..."
"Señor... amarla... Quiere decir perdonarla... es muy duro... Me parece que nuevamente vuelvo a enterrar a mi hija... Que yo misma la mato..."
"Pensamientos que las Tinieblas te sugieren. No los escuches. Escúchame a Mí, Luz del mundo. La luz te dice que menos amarga ha sido la suerte de Juana muriendo virgen que si muriese siendo viuda de Judas. Créemelo, Ana. Y piensa que María de Simón es mucho más infeliz que tú..."
La mujer piensa, piensa, lucha, llora, y luego dice: "Pero yo la he maldecido. A ella y al fruto de sus entrañas. Pequé..."
"De ello te absuelvo. Y entre más la ames, más serás absuelta en el cielo."
"Pero si me hago su amiga... encontraré a Judas. No puedo, Señor, hacer esto..."
"Nunca lo volverás a ver. No regresaré más a Keriot, ni tampoco Judas. Nos hemos despedido ya de la gente..."
"¿Dijiste que...?"
Si los sufrimientos de mi Madre,
porque lo sabe,
van a aumentar los méritos de mi Sacrificio,
para María de Simón el silencio
es una cosa que debe de dársele por compasión.
No dirás ni una palabra de esto.
"No, Señor.
Te lo juro en nombre de mi Juana."
"Que no tornaré jamás. Judas dijo que no podrá venir más hasta que yo desaparezca. El piensa que voy a subir a algún trono, pero no es así, me espera la muerte. Tú no dirás esto. Jamás. Que María lo ignore hasta que todo se haya cumplido. Tú misma acabas de decir que es "infeliz de antemano la madre que sabe que su hijo debe morir". Si los sufrimientos de mi Madre, porque lo sabe, van a aumentar los méritos de mi Sacrificio, para María de Simón el silencio es una cosa que debe de dársele por compasión. No dirás ni una palabra de esto."
"No, Señor. Te lo juro en nombre de mi Juana."
Es grande. Es santa. Tú eres buena. Me amas ya..."
Cuando María de Simón no tenga más a su hijo,
y cuando el mundo la cubra de... desprecio,
tú, tú sola le abrirás la casa y el corazón.
¿Me lo prometes?
"¡Sí!"
y se escucha el llanto...
"Quiero otra promesa más. Es grande. Es santa. Tú eres buena. Me amas ya..."
"Sí. Mucho. Desde que estás aquí, siento tener paz."
"Cuando María de Simón no tenga más a su hijo, y cuando el mundo la cubra de... desprecio, tú, tú sola le abrirás la casa y el corazón. ¿Me lo prometes? En nombre de Dios y de Juana. Ella lo habría hecho porque María fue siempre para ella la madre del siempre amado" insiste Jesús.
"¡Sí!" y se escucha el llanto...
"Dios te bendiga, mujer, y te dé paz... y salud... Ven. Vamos a ver a María, a darle el beso de paz..."
"Pero... Señor... No puedo caminar. Tengo las piernas hinchadas y paralizadas. ¿Ves? Estoy aquí, vestida, pero no soy más que un leño.."
"Lo fuiste. ¡Ven! y le extiende la mano, invitándola a dejar su lecho.
La mujer, con sus ojos fijos en los de El, mueve las piernas, las saca del lecho, pisa la tierra descalza, se levanta, camina... Parece como hechizada. No cae ni siquiera en la cuenta de su curación... Sale, asida a la mano de Jesús, al corredor semi-oscuro... Se dirige a la salida. Casi está llegando cuando la sirvienta es la primera en verla, y da un grito que no es de espanto, sino de gozo... Acuden otros siervos, temiendo que esté por morir, pero ven que su patrona -que antes estaba como agonizante y que guardaba rencor a María de Simón- anda rápida, con los brazos extendido, desprendiéndose de Jesús, hacia la mortificada María, y la llama, y la estrecha contra su corazón. Ambas lloran.
... Al regresar a su casa, después de la despedida de paz, María de Simón da gracias al Señor y le pregunta: "¿Cuándo vendrás a hacer otro bien?"
Nunca llegue a tu mente el pensamiento
de que Dios te juzgue culpable.
Ante sus ojos tu alma está adornada
y lo estará siempre de joyas de virtudes
y de perlas de tus dolores.
te voy a bendecir;
quiero abrazarte y besarte
para que tu beso maternal, sincero, leal,
me consuele de otro...
para que mi beso te compense de tus dolores.
"Nunca más volveré, mujer. Lo dije ya a los del pueblo. Pero mi corazón estará siempre contigo. Acuérdate de que siempre te he amado y que te amo. Recuerda que sé que eres buena, y que Dios por esto te ama. Tenlo siempre presente, y también cuando lleguen días de horas amarguísimas. Nunca llegue a tu mente el pensamiento de que Dios te juzgue culpable. Ante sus ojos tu alma está adornada y lo estará siempre de joyas de virtudes y de perlas de tus dolores. María de Simón, madre de Judas, te voy a bendecir; quiero abrazarte y besarte para que tu beso maternal, sincero, leal, me consuele de otro... para que mi beso te compense de tus dolores. Ven, madre de Judas. Y gracias, por que me has amado y honrado" y la abraza y la besa en la frente, como hace con María de Alfeo.
¿Quieres hacerme feliz? No vayas.
A la próxima Pascua las mujeres, no.
" Porque ... en la próxima Pascua habrá
en Jerusalén un terrible espectáculo,
al que no está bien que asistan mujeres.... "
Iré a la Pascua... No. No vayas.
"Nos veremos otra vez. Iré a la Pascua..."
"¿Por qué...?"
"Porque ... en la próxima Pascua habrá en Jerusalén un terrible espectáculo, al que no está bien que asistan mujeres. Más bien... diré a tu pariente que venga a estar contigo. Que se quede para siempre. Tendrás necesidad... de hoy en adelante Judas no podrá ayudarte más, ni venir..."
"Haré como dices... ¿Luego no volveré, no volveré jamás a ver tu rostro en que se refleja la paz del Cielo? ¡Cuánta serenidad ha brotado de tus ojos y se ha derramado sobre mi corazón que sufre!..." María llora.
"No llores. La vida es breve. Después me verás para siempre en mi Reino."
"¿Crees entonces que tu humilde sierva vaya a entrar en él?..."
Veo ya tu lugar entre los ejércitos de mártires
y de corredentoras".
No tengas miedo, María.
El Señor será tu eterna recompensa.
"Veo ya tu lugar entre los ejércitos de mártires y de corredentoras". No tengas miedo, María. El Señor será tu eterna recompensa. Sigamos. La tarde ya baja, y es hora de ponernos en camino..."
Tornan por el camino entre los manzanos y campos. Llegan a la casa donde esperan los apóstoles. Jesús es breve en la despedida. Bendice a todos y se pone a la cabeza de los suyos... Se va... María, de rodillas, llora.
VII. 541-548
A. M. D. G.