SIMÓN DE JONÁS
EN LUCHA Y VICTORIA ESPIRITUALES
#Los apóstoles caminan detrás de Jesús. Judas se nota que viene enfadado.
#"Jamás dejan de tener su premio. Puedes estar seguro."
#Pedro se desahoga quebrando cuanto encuentra
#Pedro se ha quedado solo con su Maestro. Jesús se inclina, y lo besa diciéndole: "Gracias, Simón."
En nombre del Señor.
Simón de Jonás en una lucha y victoria espirituales.
...
...puedo verte, Señor mío, bajar por los senderos escabrosos que llevan a un fértil valle, dejando a las espaldas el castillo de Béter, que resplandece más en los últimos momentos del día, allá arriba sobre la cima de su colina en flor... Allá ha dejado el amor de las discípulas, de los pequeñuelos, de los humildes, y sigue las veredas que conducen a Jerusalén, al mundo, abajo... Estos vericuetos no son oscuros porque se encuentran en el valle, y porque la luz solar hace tiempo ya que no las alumbra, sino porque sobre todo allá abajo, en el mundo están la artimaña, el oído, el mal que te esperan, Señor mío... Jesús va a la cabeza de todos. Un bulto blanco, silenciosos que majestuosamente camina aun cuando baja por senderos difíciles y escabrosos para acortar el camino. En la bajada, su vestido largo, su ancho manto, va rozando la pendiente y Jesús parece como si viniese envuelto en un manto que detrás de sus pasos fuese desgarrándose.
Los apóstoles caminan detrás de Jesús.
Judas se nota que viene enfadado.
Detrás de El, menos majestuosos, pero sí silenciosos, los apóstoles... El último es Judas, que viene un poco separado, embutido en su rabia negra que lo hace freo. Los más sencillos, Andrés y Tomás, se voltean a mirarlo, y Andrés hasta le pregunta: "¿Por qué vienes tan atrás? ¿Te sientes mal?" La respuesta es un áspero: "¡Qué te importa!" que sorprende a Andrés y mucho más porque le acompaña un epíteto muy desagradable.
"¿Maestro, me aseguras que es exactamente
como me dijiste la otra noche?
¿Que los sacrificios y las oraciones
jamás dejan de tener su resultado,
aun cuando parece que no sirvan para nada?...
Pedro es el segundo de la fila de los apóstoles, detrás de Santiago de Alfeo que inmediatamente sigue al Maestro. Pedro ha oído, en el profundo silencio de la tarde que se siente en los montes. Se vuelve al punto, y ya va a irse contra Judas. Luego se detiene en seco. Piensa un momento, corre hacia Jesús, lo toma bruscamente de un brazo, y lo sacude con ansia diciendo: "¿Maestro, me aseguras que es exactamente como me dijiste la otra noche? ¿Que los sacrificios y las oraciones jamás dejan de tener su resultado, aun cuando parece que no sirvan para nada?..."
"Jamás dejan de tener su premio.
Puedes estar seguro."
Pedro se desahoga quebrando cuanto encuentra
Jesús, dulce, triste, pálido, mira a su Simón que está sudando con el esfuerzo de no reaccionar contra el insulto, que está morado, que hasta tiembla, que tal vez hasta lo aprieta demasiado, y responde con una sonrisa mezclada de paz: "Jamás dejan de tener su premio. Puedes estar seguro."
Pedro lo deja y se va, no a su lugar, sino a la pendiente del monte, entre los árboles, y se desahoga quebrando lo que encuentra a su paso, quebrando los arbolillos con una fuerza que quería haberla empleado contra otro, y que se descarga sobre los troncos.
"¿Qué estás haciendo? ¿Estás loco?" le preguntan varios.
Pedro no responde. Quiebra, rompe, despedaza. Deja que lo pasen todos... y despedaza y rompe y quiebra. Parece como si estuviera trabajando a destajo, tal es la velocidad que desarrolla. A sus pies hay ya una maraña de ramas que bastarían para asar un becerro. Se lo carga a duras penas, y corre a alcanzar a sus compañeros. No sé cómo lo hace con el manto, con el peso, con la alforja, con este sendero escarpado. Baja agachado, muy agachado, como si llevar el yugo...
Judas, viéndolo venir, se ríe y le dice: "¡Pareces un esclavo!"
Pedro voltea a duras penas su cabeza, y está por decir algo, pero se calla, rechina los dientes y sigue adelante.
"¿Te ayudo, hermano?" pregunta Andrés.
"No."
"Si es para un cordero, a leña es más que suficiente" advierte Santiago de Zebedeo.
Pedro no responde. Sigue adelante. Se ve que ya no puede, pero es terco. Sigue.
Finalmente, cerca de una caverna que está casi a los pies de la bajada, Jesús se detiene y con El todos: "Nos quedaremos aquí para partir a los primeros rayos de la aurora" dice. "Preparad la cena."
Pedro arroja por tierra su carga, se sienta sobre ella, sin dar a nadie explicación de lo que hizo, pues leña hay por todas partes.
Pedro se ha quedado solo con su Maestro.
Jesús se inclina, y lo besa diciéndole:
"Gracias, Simón."
Cuando todos se han ido, unos por acá, otros al arroyo para traer agua, o bien para limpiar el suelo de la caverna, para lavar el cordero que van a asar, Pedro se ha quedado solo con su Maestro. Jesús, de pie, pone su mano sobre la cabeza entrecana de Simón y se la acaricia... Entonces Pedro coge esa mano, la besa, se la pone en la mejilla, se la besa otra vez y la acaricia... Una gota desciende sobre la blanca mano, una gota que no es sudor del rústico y honrado apóstol, sino su llanto silencioso de amor y aflicción, de victoria por el esfuerzo hecho. Jesús se inclina, y lo besa diciéndole: "Gracias, Simón."
En realidad, Pedro no es un hombre hermoso, pero cuando vuelve hacia atrás su cabeza para mirar a su Jesús que lo ha besado, y le ha dado las gracias porque El sólo comprendió todo, la veneración, la alegría lo hacen bello...
Y con esta transformación termina lo que estoy viendo.
VII. 577-579
A. M. D. G.