CAMINANDO HACIA EMMAÚS 

DE LA LLANURA

 


 

#Jesús sale de la gruta y mira... Luego, se lava en el arroyo, se arregla, vuelve a ponerse sus vestidos, se asoma a la caverna... No llama a nadie... Sube por el monte, y se va a orar sobre un pico saliente

#"Y Tú, Padre, dame fuerzas..."

#Caminan hacia Emmaús

#"Y ahora todos somos de una sola estirpe: de la de Jesús."

#Bienaventurados los que saben ver los motivos de Dios en los sucesos aun más pequeño y las respuestas de dios a los sacrificios de los hombres   

#Bienaventurados los que por mi causa sufrieren persecuciones.

 


 

El alba pone una claridad tenuísima de verde en el firmamento que se eleva sobre el valle fresco y silencioso. Y luego su claridad, tan indefinible, que no se sabe si ya es luz o no, baña las crestas de las dos pendientes. Parece como si acariciara delicadamente las partes más altas de los montes judíos, como si dijese a los viejos árboles que las coronan: "Ved que ya bajé del cielo. Vengo del oriente. Precedo la aurora. Arrojo las sombras, traigo la luz, la actividad, la bendición de un nuevo día que Dios os concede." Y las cimas se despiertan con un suspiro de su follaje, con él los primeros trinos de los pajarillos también despertados al contacto suave del follaje, de la primera claridad. Y el alba desciende gradualmente sobre los matorrales, sobre la hierba, sobre las laderas. Cada vez más baja. La saludan numerosos trinos entre el follaje y el ruido que producen las lagartijas que se han despertado. Luego llega hasta el arroyo, transforma sus aguas de color oscuro en un opaco centelleo de plata que cada vez se hace más limpio, más brillante. Y allá arriba, en el cielo que apenas si se iba quitando el color violeta oscuro de la noche e iba poniéndose el color verdecillo de cielo, la aurora anuncia su llegada y pinta el cielo con un tinte rosado... Y luego allá una nubecilla, delgada, cual vellón, comienza a navegar, sumida en una espuma de rosa...

 

Jesús sale de la gruta y mira... Luego, se lava en el arroyo, 

se arregla, vuelve a ponerse sus vestidos, se asoma a la

 caverna... No llama a nadie... Sube por el monte, 

y se va a orar sobre un pico saliente

 

Jesús sale de la gruta y mira... Luego, se lava en el arroyo, se arregla, vuelve a ponerse sus vestidos, se asoma a la caverna... No llama a nadie... Sube por el monte, y se va a orar sobre un pico saliente, que es bastante elevado, de donde se puede ver un extenso panorama todo de color de rosa allá por el oriente, mientras que en el occidente todavía el color violeta sigue dominando. Ruega, ruega ardientemente. Se ha puesto de rodillas. Tiene los codos sobre la tierra, casi agachado... Y ruega así hasta que de allá abajo los gritos de los doce, que se despertaron, lo llaman.

Se levanta. Responde: "Ya voy." El eco de su voz resuena perfecto en el estrecho valle. Parece que el valle propague hacia la llanura, que se entreve allá en el occidente, la palabra del Señor: "Ya voy", porque la llanura se alegra de antemano.

 

"Y Tú, Padre, dame fuerzas..."

 

Jesús con un suspiro y una frase que compendia toda su oración y la explica dice: "Y Tú, Padre, dame fuerzas..."

Rápido baja, y al llegar a los suyos, los saluda con una dulcísima sonrisa y con sus habituales palabras: "La paz sea con vosotros en este nuevo día." "Y también contigo, Maestro" le responden ellos. Todos. Hasta Judas, que no sé si se haya tranquilizado por el silencio que ha observado Jesús, y que no lo ha regañado, antes bien lo trata como a todos los demás, o porque reflexionó en la noche sobre su conducta, está menos torvo, y menos separado; más bien él quien pregunta por todos: "¿Vamos a Jerusalén? Si es así, hay que regresar un poco atrás y pasar aquel puente. Más allá hay un sendero que va directo a Jerusalén."

"No. Vamos a Emmaús de la llanura."

"¿Por qué? ¿Y Pentecostés?"

"Hay tiempo. Quiero ir a la casa de Nicodemo y de José, a través de las llanuras, hacia el mar...."

"¿Por qué?"

"Porque no he estado todavía allí y esa gente me espera... Y porque los buenos discípulos lo desean. Tendremos tiempo para todo."

"¿Esto fue lo que te dijo Juana? ¿Para eso te mandó llamar?"

"No hubo necesidad. Ellos, en los días de Pascua, me lo dijeron a Mí directamente. Y mantengo mi palabra."

"Yo no iría... Tal vez se encuentren ya en Jerusalén... La fiesta se aproxima... Y luego... Podrías encontrarte con enemigos y ..."

"Enemigos siempre los encuentro por todas partes, y los tengo vecinos..." y Jesús lanza una mirada al apóstol que es su dolor... Judas no habla más. Es muy peligroso continuar.Lo comprende y calla.

Vuelven Juan y Andrés con unas pequeñas frutas, que parecen ser de la familia de las frambuesas, o de los fresones, pero más negras, como moras todavía no maduras, y las ofrecen al Maestro: "Te gustan. Ayer al atardecer las vimos, y fuimos a cortártelas. Cómetelas, Maestro. Están buenas."

Jesús acaricia a sus dos buenos y jóvenes apóstoles que le ofrecen las frutillas en una hoja lavada en el río, y más que las frutillas, le ofrecen su amor. Escoge las mejores y a cada uno da unas pocas que se comen con el pan.

"Buscamos leche para Ti, pero todavía no se ve ningún pastor..." se excusa Andrés.

"No importa. Vámonos pronto para llegar a Emmaús antes de que arrecie el calor."

 

Caminan hacia Emmaús

 

Se van. Los que tienen más apetito, siguen comiendo, al ir caminando por el valle fresco que cada vez se alarga más, y termina desembocando en una fértil llanura donde hierve la actividad de los segadores.

"No sabía que Nicodemo tuviese casas en Emmaús" advierte Bartolomé.

"No en Emmaús. Más allá. Campos que recibió en herencia" dice Jesús

"¡Qué hermosos campos!" exclama Tadeo.

Es un mar de espigas de oro separado por viñas que, orgullosas, presentan ya sus racimos. Tiene agua en abundancia, gracias a los montes cercanos de donde descienden cientos y cientos de arroyuelos en el período en que más se necesitan. Debe también haber aguas subterráneas. Es verdad un paraíso de mieses.

"¡Umh! Está más bella que la del año pasado" refunfuña Pedro. "Por lo menos hay agua y fruta..."

"La de Sarón también es bella" le responde Zelote.

"¿Pero no es esta?"

"No. Está más alta. Pero ya algo tiene de..." Los dos apóstoles se ponen a hablar entre sí, alejándose un poco.

"Cosa de fariseos, ¿eh?" pregunta Santiago de Zebedeo señalando la bella campiña.

"Sin duda de judíos. Se apoderaron de los mejores, usurpándolos, de mil modos, a sus legítimos dueños" responde Tadeo que tal vez vienen a su memoria los bienes paternos que tuvieron en Judea, de donde los arrojaron, y así perdieron mucha hacienda.

A Iscariote no le gusta: "Si se os quitaron fue porque vosotros, galileos, sois menos santos, sois inferiores..."

"Oye, acuérdate que Alfeo y José eran de la estirpe de David. Tanto que el Edicto los obligó a ir a empadronarse a Belén de Judá. Y El por eso nació allí" responde con calma Santiago de Alfeo, previendo la respuesta mordaz de su fogoso hermano, y señalando al Señor que en estos momentos habla con Mateo y Felipe.

"Bueno. Yo me digo para mí mismo que el bien y el mal están donde quiera. Con ocasión de nuestro comercio teníamos oportunidad de tratar a personas de diversas razas y os aseguro que encontré honrados y sinvergüenzas en ellas. Y luego... ¿Por qué gloriarse de ser judíos? ¿Acaso lo quisimos nosotros? ¡Umh! ¿Sabía yo acaso, cuando estaba en el vientre de mi madre que iba a ser judío o galileo? Estaba allí... y no más... Y cuando nací, me envolvieron en pañales, muy calientes, y no me preguntaron si el aire que respiraba era judío o galileo... No conocía más que la teta de mi mamá... Y así como yo, todos. ¿Ahora, por qué tomar tan en serio que yo nací allá, más arriba y tú, allá, más abajo? ¿No somos todos e Israel?" dice justamente el bonachón de Tomás.

 

"Y ahora todos somos de una sola estirpe: de la de Jesús."

 

"Tienes razón, Tomás" le dice Juan. Y termina: "Y ahora todos somos de una sola estirpe: de la de Jesús."

"Así es. El -y me imagino que el Altísimo de este modo lo haya determinado para enseñarnos que las divisiones son contra el amor del prójimo, y que El fue mandado a reunir a todos como amorosa gallina de la que hablan los libros santos- El es de estirpe judía, pero fue concebido y reside en Galilea, después de haber nacido en Belén, como para enseñarnos con la voz de los hechos, que El es el Redentor de todo Israel, desde el norte hasta el sur. Sólo porque a El se le llama: "Galileo", no debería haber desprecio hacia los galileos" dice cortés pero enérgico Santiago de Alfeo.

 

Bienaventurados los que saben ver los motivos de Dios 

en los sucesos aun más pequeño y las respuestas de dios 

a los sacrificios de los hombres

 

Jesús, que parecía estar distraído hablando con Mateo y Felipe, unos pocos metros delante, se voltea y dice: "Dijiste bien, Santiago de Alfeo. Tú comprendes la Verdad y los procedimientos y los designios de Dios. Porque El, recordadlo todos y siempre, no hace nada jamás sin motivo, así como no deja sin premio ninguna acción que hacen los rectos de corazón. Bienaventurados los que saben ver los motivos de Dios en los sucesos aun más pequeño y las respuestas de dios a los sacrificios de los hombres."

Pedro se vuelve y hace como si quisiera hablar. Luego cierra su boca y se limita a sonreír a su Maestro que se ha puesto en camino por un sendero ancho en medio de campos de oto.

Continúan hacia Emmaús que no está ya muy lejos: un monstruo de blancura entre campos de trigo maduro y de árboles verdes en fruto.

"¡Maestro, Maestro, espera! Tus discípulos" se oyen gritos lejanos. Un puñado de hombres, sin decir más, dejan a los campesinos que descansan bajo la sombra de un manzano, y corren hacia Jesús por un vericueto lleno de sol. Son Matías y Juan, y pastores, que fueron discípulos del Bautista, y con ellos están Nicolás, Abel, el que fue leproso, Samuel, Ermasteo y otros más.

"La paz sea con vosotros. ¿Estáis aquí?"

"Sí, Maestro. Caminamos por todas las orillas del mar. Ahora vamos de regreso a Jerusalén. Más allá están Esteban y los demás. Y todavía más allá hermas y los otros. Isaac, nuestro maestro en "pequeño", mucho más. O por lo menos estaba allí; como Timoneo que estaba en el Transjordán. Pero casi todos están por ir a la fiesta de Pentecostés, Nos dividimos así, en diversos grupos, pequeños pero activos. De modo que si nos persiguen, pueden capturar a algunos, pero no a todos" dice Matías.

"Hicisteis bien. Me causaba sorpresa el no haberos encontrado en la Judea meridional."

"Maestro... Tú fuiste allá... ¿Y quién mejor que tú? Además... ¡esa ha recibido más para que sea santa!... y al revés... Apedrea a quien le lleva las palabras del cielo. Elías y José, en las barrancas del Cedrón, fueron apedreados, y se fueron a la casa de Salomón, que está en el Transjordán. A José le dieron en la cabeza, que casi lo matan. Durante ocho días vivieron en una caverna profunda con uno que enviaste, y que conocía todos los secretos de los montes. Luego, por la noche, poco a poco se cambiaban de una parte a la otra..."

 

Bienaventurados los que por mi causa sufrieren

 persecuciones.

 

Los discípulos y los apóstoles se desasosiegan al recordar estas persecuciones y al conocerlas. Jesús los calma diciendo: "Los inocentes tiñeron con su sangre pura el sendero del Mesías. Y ese sendero tiene que volver a ser bañado en púrpura, para borrar las huellas del Mal que hay en él. Es el camino real. Los mártires por mi amor lo cubrirán de púrpura. Bienaventurados los que por mi causa sufrieren persecuciones."

"Maestro, hablamos a aquellos campesinos. ¿No les dirás alguna palabra?"

"Id a decirles que al atardecer hablaré cerca de la puerta de Emmaús. Ahora el sol nos lo impide. Íos, y que Dios esté con vosotros. Estaré en la punta de este sendero."

Los bendice y sigue caminando en busca de sombra, porque el sol quema por este sendero blanco, en el que se ven dos flacas líneas de sombra que arrojan los plátanos plantados a su vera, e indican los límites.

VII. 579-583

A. M. D. G.