JESÚS EN JOPPE HABLA A JUDAS
DE KERIOT Y A GENTILES
#"¿Lo ves? Los palomos son mejores que los hombres. Conocen quien los ama. Los hombres... no."
#¡Infeliz el apóstol que se aprovecha de su misión por fines humanos!"
#Poco después regresa la mujer diciendo: "Maestro, quieren verte."... "Unos extranjeros."
#Tres son los espíritus perfectos creados...
#"Aumentará infinitamente su poder por cada dolor, por cada herida, por cada gota de mi Sangre."
#"¡Oh, Señor! Tenemos el alma envuelta en fórmulas y errores. ¿Cómo haremos para abrirle la puerta?"
Veo a Jesús sentado en un patio de una casa de aspecto decente, aunque no lujoso. Parece muy cansado. Está sentado sobre un banco de piedra situado sobre el brocal de un pozo, que no es muy profundo, y sobre el que está en forma de arco un emparrado. los granitos de uva son muy pequeños. Jesús tiene apoyado sobre su rodilla derecha su brazo derecho y el mentón en el hueco de su mano. Algunas veces, como para encontrar mayor reposo, apoya el brazo sobre el brocal y sobre él su cabeza, como si quisiese dormir. Los cabellos, en forma de velo, le caen sobre el rostro cansado, que de otro modo parece pálido y tristón en medio de los mechones de su cabellera rubio-rosada.
Una mujer va y viene con las manos llenas de harina. Pasa de una habitación de la casa a un cuchitril que está en el lado opuesto del patio y que debe de ser el horno. Cada vez que pasa, mira a Jesús, pero no le dice nada. Pronto va a atardecer, según parece, porque el sol apenas si toca la cima de la terraza del techo, y cada vez menos, hasta que desaparece.
Una decena de palomos vuela hacia el patio para su última comida. Revolotean alrededor de Jesús como para percatarse de quién sea el desconocido, y, desconfiados, no se atreven a posarse en el suelo. Jesús abandona sus pensamientos y sonríe; extiende una mano con la palma volteada y dice: "¿Tenéis hambre? Venid" como si hablase a seres humanos. El más atrevido se posa sobre su mano, y luego otro y otro. Jesús sonríe. "No tengo nada" dice. Luego en voz alta llama a la mujer: "¡Oye! Tus palomos tienen hambre. ¿Tienes comida para ellos?"
"Sí, Maestro. Está en el costal, bajo el pórtico. Ahora voy."
"Déjalo. Yo lo haré. Me gusta."
"No se acercarán. No te conocen."
"¡Los tengo hasta en la espalda y hasta en la cabeza!..."
En realidad, Jesús lleva sobre su cabeza un palomo, cual morrión, cuyo buche es de color plomizo, que parece una coraza preciosa, por su color tornasolado.
La mujer, que no creyó lo que le había dicho Jesús, se asoma y lanza un "¡Oh!"
"¿Lo ves? Los palomos son mejores que los hombres.
Conocen quien los ama. Los hombres... no."
"¿Lo ves? Los palomos son mejores que los hombres. Conocen quien los ama. Los hombres... no."
"No pienses más en lo que pasó, Maestro. Son pocos los que te odian. Los demás, si no todos, te aman, o por lo menos te respetan."
"No me desanimo por esto. Lo digo para hacerte ver cómo frecuentemente los animales son mejores que los hombres."
Jesús abre el saco, mete su larga mano y saca semillas que deposita en el extremo de su mano. Lo cierra y regresa a la mitad del patio, apartando los palomos que por sí mismos quieren servirse y a sus anchas. Retira a punta del manto y tira al suelo las semillas, y ríe por las riñas con que se traban. Pronto terminan todo. Beben agua en un plato cóncavo que está cerca del pozo y miran nuevamente a Jesús.
"Íos. No hay más."
Los palomos aletean un poco más sobre las espaldas y las rodillas de Jesús. Y luego regresan a sus nidos. Jesús vuelve a su meditación.
Alguien llama a la puerta. La mujer va a ver. Son los discípulos.
"Entrad" dice Jesús. "¿Distribuisteis el dinero entre los pobres?"
"Sí, Maestro."
¡Infeliz el apóstol que se aprovecha de su misión
por fines humanos!"
"¿Hasta el último céntimo? Recordad que lo que se nos da, no es para nosotros, sino para la Caridad. Somos pobres y vivimos de la compasión de los demás, ¡Infeliz el apóstol que se aprovecha de su misión por fines humanos!"
"¿Y si un día se queda uno sin pan, y se le acusa a uno de violar la Ley, porque se imita a los pájaros arrancando las espigas?"
"¿Te ha faltado algo, Judas? ¿No has tenido todo lo necesario desde que estás conmigo? ¿Te has caído alguna vez de hambre por el camino?"
"No, Maestro."
"Cuando te dije: "Ven", ¿te prometí comodidades y riquezas? ¿He dicho alguna vez a quien me escucha, que daré a los "míos" bienes en la tierra?"
"No,. Maestro."
"¿Entonces, Judas? ¿Por qué has cambiado tanto? ¿No sabes, no comprendes que tu descontento, tu frialdad me causan dolor? ¿No es que tu descontento se esparce entre tus hermanos? ¿Por qué, Judas, amigo mío, tú que has sido llamado a una gran honra, que viniste a Mí, a Mí, Luz, con tanto entusiasmo, y ahora me abandonas?"
"Maestro, no te abandono. Soy el que más me preocupo de Ti, de tus intereses, de tu éxito. Quisiera verte triunfar por todas partes, créemelo."
"Lo sé. Tú lo quieres desde el punto de vista humano y ya es mucho. Pero no quiero esto, Judas, amigo mío. no vine por un triunfo humano, por un reino humano... No vine a dar a mis amigos migajas de un triunfo humano... sino a daros una recompensa inmensa, copiosa, una recompensa que lo es más porque es la coparticipación en mi reino eterno, es la posesión de los derechos de los hijos de Dios... ¡Oh, Judas! ¿Por qué no te llena de entusiasmo esta herencia, a la que se llega renunciando a todo, y que no conoce fin? Acércate más, Judas.
¿Lo ves? Estamos solos. Los otros han comprendido que quería hablarte, a ti que distribuyes mis... riquezas, que son las limosnas que el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios recibe para darlas en nombre de Dios y del Hombre al hombre. Se fueron adentro. Estamos solos, Judas, en esta hora tan suave de la tarde en la que nuestro corazón vuela a nuestros hogares lejanos, a nuestras mamás que al preparar su cena solitaria, ciertamente piensan en nosotros y acarician con la mano el lugar donde nos sentábamos a esta hora de Dios antes de que nos hubiese tomado su Santísima Voluntad para hacerlo amar en espíritu y en verdad.
Yo quisiera que en la vuestra vieseis a la mía con su
tremendo destino de Corredentora, y que no quisierais,
no quisierais matarla,
porque os parecería matar a la vuestra propia.
¡Nuestras mamás! La mía, tan santa y pura, que os quiere tanto y ruega por vosotros, amigos de su Jesús... La mía, que no tiene sino esta paz, en medio de sus preocupaciones de ser la Madre del Mesías, al saber que estoy rodeado de vuestro cariño... No quitéis las ilusiones, no engañéis este corazón de Madre, amigos míos. No lo destrocéis con vuestras malas acciones. Tu mamá, Judas. Tu mamá que la última vez en que pasamos por Keriot no acababa de bendecirme y que quería besarme los pies, porque se siente feliz de que su Judas esté en la Luz de Dios, y que me dijo: "¡Oh, Maestro! ¡Haz santo a mi Judas! ¿Qué otra cosa quiere el corazón de una Madre sino el bien de sus hijo? ¿Y qué bien es mayor del Bien eterno? ¿Qué mayor bien, Judas, que a donde te quiero llevar, y a donde se llega, siguiendo mi Camino? Judas, tu mamá es una santa mujer. Una verdadera hija de Israel, No permití que me besase los pies, porque sois mis amigos, y porque en cada madre vuestra, en cada madre buena, veo a la mía. Yo quisiera que en la vuestra vieseis a la mía con su tremendo destino de Corredentora, y que no quisierais, no quisierais matarla, porque os parecería matar a la vuestra propia.
Soy el Jesús que enseña a perdonar setenta veces siete.
Pero Yo, de mi parte, no setenta, sino setecientas,
siete mil veces os perdono... y no hay culpa, Judas,
que no perdone Yo, ...
No llores, Judas. ¿Por qué lloras? Si no tienes nada en el corazón que te remuerda contra tu mamá y contra la mía ¿por qué brota ese llanto? Ven aquí, pon tu cabeza sobre mi espalda, y di a tu Amigo tus ansias. ¿Has faltado en algo? ¿Te sientes cercano a hacerlo? ¡No estéis solo! Vence a Satanás con la ayuda de quien te ama. Soy Jesús. Soy el Jesús que cura las enfermedades, que arroja a los demonios. Soy el que salva... que te quiere mucho, que se aflige por verte así tan débil. Soy el Jesús que enseña a perdonar setenta veces siete. Pero Yo, de mi parte, no setenta, sino setecientas, siete mil veces os perdono... y no hay culpa, Judas, no hay culpa, no hay culpa, Judas, que no perdone Yo, que no perdone, que no perdone, si arrepentido el culpable me dice: "Jesús, he pecado", o por lo menos: "¡Jesús" o todavía menos, si suplicante sólo me mira. ¿Sabes, amigo mío, a quién perdono primero las culpas? ¿a quién se las perdono? A los más culpables, y a los más arrepentidos. Y las primerísimas que perdono sabes cuáles son: las que se me hacen a Mí.
¿Judas... no encuentras una respuesta que dar a tu Maestro? ¿Tanta es tu angustia que te impide la palabra? ¿Temes que te denuncie? ¡No tengas miedo! Hace tanto tiempo que te quería hablar así, apoyado sobre mi Corazón, como dos hermanos nacidos de una misma madre, como si fuésemos una sola cosa, como dos que se alternaron en mamar la dulce leche de igual seno. Ahora estás conmigo y no te dejo sino hasta que me digas que te he curado. No tengas miedo, Judas. Quiero tu confesión. Tus compañeros pensarán que es una conversación de íntima amistad, porque verán que en nuestros rostros se refleja el afecto, después de ella. Y haré que cada vez más lo crean, teniéndote cerquita de Mí en la cena de esta noche, mojándote Yo mismo el pan y dándotelo con predilección, y serás el primero a quien dé la copa, después de haber alabado a Dios. Serás el rey del convite, Judas. Lo serás en realidad. Te amo Judas, amo tu alma, si te limpias y te liberas, dejando tu polvo sobre mi corazón que todo purifica.
"¿Todavía no me dices la causa de tu llanto?"
"Me has hablado tan dulcemente... de mamá... de la casa... de tu amor... Un momento de debilidad... ¡Estoy muy cansado!... Me parecía desde hace tiempo que ya no me amabas..."
"No. No es esto. En tus palabras no hay más que una parte de la verdad. Estás cansado, pero no del camino, del polvo, del sol, del fango, de la gente. Estás cansado de ti mismo. Tu alma está cansada de tu carne y de tu mente. Tan cansada que terminará por apagarse de cansancio mortal. ¡Pobre alma a la que llamé Yo para los resplandores eternos! ¡Pobre alma que sabe que te amo y que te reprocha el que la arranques de mi amor! ¡Pobre alma que te reprocha inútilmente, como inútilmente te acaricio con mi amor, de que te comportas engañosamente con tu Maestro! Pero no eres tú quien lo haces. Es el que te odia y me odia. Por esto te decía hace un ratico: "No estéis solo". Oye esto: bien sabes que paso gran parte de mis noches en oración. Si alguna vez sientes en ti el valor de ser un ser humano, y la voluntad de ser mío, ven a Mí, mientras tus compañeros duermen. Las estrellas, las flores, los pajarillos serán testigos prudentes y buenos, compasivos. Se horrorizan por el crimen que se comete bajo sus rayos, pero no lanzan su voz para decir a los hombres: "Este es un Caín de su hermano". ¿Has entendido, Judas?"
"Sí, Maestro. Pero créeme: no tengo otra cosa que cansancio y emoción. Te amo con todo el corazón y..."
"Está bien. Es suficiente."
"¿Me das un beso, Maestro?"
"Sí, Judas. Este y más te daré..."
Jesús lanza un profundo suspiro, suspiro de tristeza. Pero da el beso a Judas en su mejilla. Luego le toma la cabeza entre sus manos, y se la acerca a Sí, de modo que no hay más que unos cuantos centímetros de separación entre ambos, y le mira a la cara fijamente, lo escudriña, lo traspasa con su mirada magnética. Judas, este condenado, no se conmueve. Se queda aparentemente imperturbable. Solo palidece por un momento y por un instante cierra sus ojos.
Le dice: "Esto es para arrojar las tinieblas, para que
comprendas la dulzura de Jesús,
por fortificar tu corazón."
Y Jesús lo besa en sus cerrados párpados, luego en la mejilla, y luego en el pecho. Le dice: "Esto es para arrojar las tinieblas, para que comprendas la dulzura de Jesús, por fortificar tu corazón." Luego lo suelta. Jesús penetra en la casa. Judas lo sigue.
"Muy bien, Maestro. Todo está listo. Te esperábamos tan sólo" dice Pedro.
"Estaba hablando con Judas sobre varias cosas... ¿Verdad, Judas? Habrá que pensar también en el pobre anciano a quien mataron su hijo."
"¡Ah!" Judas aprovecha la ocasión al vuelo para serenarse completamente y desviar las sospechas de los demás, si las hubiese. "Ah, ¿sabes, Maestro? Un grupo de gentiles nos detuvo hoy. Venían mezclados con judíos de las colonias romanas de Grecia. Querían saber muchas cosas. Respondimos como pudimos. Pero no creo que os hayamos persuadido. Fueron buenos y nos dieron mucha plata. Aquí la tienes, Maestro. Podremos hacer mucho bien." Y Judas pone una bolsa gruesa de piel suave, que al golpear la mesa, suena el retintín de plata. Es grande como la cabeza de un niño.
"Está bien, Judas. Distribuirás el dinero equitativamente. ¿Qué deseaban saber los gentiles?"
"Cosas sobre la vida futura... que si el hombre tiene alma, y que si esta es inmortal. Citaban nombres de sus maestros. Pero nosotros... nosotros ¿qué podíamos decir?"
"Debisteis haberles dicho que viniesen aquí."
"Se lo dijimos, y tal vez vendrán."
La cena continúa.
Poco después regresa la mujer diciendo:
"Maestro, quieren verte."... "Unos extranjeros."
Jesús tiene cerca de Sí a Judas, y le da el pan mojado en el caldo que hay en el plato de la carne asada. Están comiendo pequeñas uvas negras cuando se oye que alguien llama a la puerta. Poco después regresa la mujer diciendo: "Maestro, quieren verte."
"¿Quién?"
"Unos extranjeros."
"¡Pero es imposible!" "¡El Maestro está cansado!" "Todo el día camina y habla." "Y luego, ¡gentiles en casa! ¡Qué horror!" Los doce parecen un avispero.
"¡Psss! ¡Calma! No me produce fatiga escuchar a quien me busca. Es mi descanso."
"Podría ser una trampa. ¡A esta hora!..."
"No. No lo es. Estaos tranquilos y descansad. Descansé cuando os estuve esperando. Voy. No, no os pido que vengáis conmigo... aun cuando... aun cuando a los gentiles llevaréis algún día vuestro judaísmo que no lo será más sino cristianismo. Esperadme aquí."
"¿Vas solo? ¡Ah, eso nunca!" dice Pedro y se levanta.
"Quédate donde estás. Voy solo."
Sale. Se asoma a la puerta que da a la calle. A la luz crepuscular se ve que son varias las personas que le esperan.
"La paz sea con vosotros. ¿Me necesitabais?"
"Salve, Maestro." Habla un viejo imponente ..."
"Hablamos este día con tus discípulos.
Pero no supieron contestarnos gran cosa.
Querríamos hablar contigo."
"Salve, Maestro." Habla un viejo imponente vestido a la romana, y que sobre su cabeza trae un mantelete a la manera de capucha, en forma circular. "Hablamos este día con tus discípulos. Pero no supieron contestarnos gran cosa. Querríamos hablar contigo."
"¿Sois los que les disteis una cuantiosa limosna? Gracias. Será para los pobres de Dios." Jesús se vuelve a la dueña de la casa y le dice: "Mujer, voy a salir con estos. Di a los míos que vengan a reunirse conmigo cerca de la costa, porque si no me equivoco creo que estos son comerciantes..."
"Y navegantes. Bien lo has notado, Maestro."
Se van. La luna les alumbra el camino.
"¿Venís de lejos?" Jesús va en el centro del grupo. De un lado viene el hombre que le habló. Un buen tipo de perfil latino. Del otro, uno que sin duda alguna es de origen hebreo; luego otros dos o tres tipos delgados, de color oliva, de ojos agudos y un poco irónicos; y otros más, diversos por la complexión de su cuerpo, y por su edad. Son una decena.
"Somos de las colonias romanas de Grecia y Asia. Parte judíos y parte gentiles... Por esto no nos atrevíamos a venir... Pero nos aseguraron que no desprecias a los gentiles... como hacen los demás... los judíos observantes, quiero decir, los de Israel, porque en otras partes hay judíos... que no son tan austeros. Tanto que yo, que soy romano, me casé con una mujer judía de Licaonia; y este que es hebreo de Efeso está casado con una romana."
"No desprecio a nadie... Pero hay que compadecer a los que todavía no saben pensar que: si uno solo es el Creador, todos los hombres tienen una sola sangre."
"Sabemos que eres grande entre los filósofos. Y cuanto dices, lo confirmas. Grande y bueno."
"Bueno es quien posee el bien, no quien habla bien."
"Tú hablas bien y haces bien. Por esto eres bueno."
"¿Qué queríais preguntarme?"
Preguntamos a los tuyos sobre la verdad de una doctrina
de la que hablaron en cierta forma los filósofos antiguos
de Grecia y que Tú, se nos dijo, vuelves a predicar más
extensamente, más hermosamente.
"Perdona, Maestro, si te cansamos hoy con nuestras inoportunidades, pero son buenas porque buscan con amor la Verdad... Preguntamos a los tuyos sobre la verdad de una doctrina de la que hablaron en cierta forma los filósofos antiguos de Grecia y que Tú, se nos dijo, vuelves a predicar más extensamente, más hermosamente. Mi mujer Eunique conversó con varios judíos que te oyeron hablar, y me repitió sus palabras. ¿Sabes? Eunique es griega, y culta. Conoce los dichos de los sabios de su patria, y ha encontrado un cierto paralelo entre tus palabras y las de un famoso filósofo griego. A Efeso también han llegado esas palabras tuyas. Nos hemos vuelto a encontrar aquí en este puerto, a donde hemos venido por razones de comercio o de religión, y hablamos de ello. Los negocios no obligan a uno a no pensar en otras cosas más altas. Terminados los negocios y llenas las bodegas tenemos tiempo de dar una solución a nuestra duda. Tú dices que el alma es eterna. Sócrates dijo que es inmortal. ¿Conoces las palabras del maestro griego?"
"No. No he estudiado en las escuelas de Roma o de Atenas. Pero habla. Te escucho igualmente. No ignoro el pensamiento del filósofo griego."
Sócrates, contrariamente a lo que creemos los de Roma,
y a lo que creen vuestros saduceos, admite y sostiene
que el hombre tiene un alma y que esta es inmortal.
"Sócrates, contrariamente a lo que creemos los de Roma, y a lo que creen vuestros saduceos, admite y sostiene que el hombre tiene un alma y que esta es inmortal. Dice que, siendo así, la muerte no es más que liberación, es un paso de esta cárcel a la libertad en que se encuentra uno con aquellos a quienes amó, y conoce allí a los sabios de cuya cordura oyó hablar y a los hombres famosos, a los héroes, a los poetas, y no encuentra allí más ni injusticia ni dolor, sino una felicidad eterna en una morada de paz, abierta a las almas inmortales que vivieron justamente. ¿Qué dice de ello, Maestro?"
En verdad te digo que el maestro griego, aun cuando
permaneció en el error de una religión no verdadera,
estuvo en lo cierto al afirmar que el alma es inmortal.
Pionero de la Verdad y amante de la Virtud,
sentía en el fondo de su ser
hablar en voz baja la Voz del Dios Desconocido
"En verdad te digo que el maestro griego, aun cuando permaneció en el error de una religión no verdadera, estuvo en lo cierto al afirmar que el alma es inmortal. Pionero de la Verdad y amante de la Virtud, sentía en el fondo de su ser hablar en voz baja la Voz del Dios Desconocido, del Verdadero Dios, del Dios Único: el Padre Altísimo de quien vengo Yo para llevar a los hombres a la Verdad. El hombre tiene un alma. Una. Verdadera. Eterna. Libre y no esclava. Merecedora de premio o castigo. Dueña de sí misma. Creada por Dios, Destinada, en el Pensamiento Creador, a regresar a Dios. Vosotros gentiles, os entregáis mucho al cuidado del cuerpo, obra admirable, en realidad, en la que está el sello del Dedo eterno. Admiráis mucho la inteligencia, joya encerrada en el cofrecito de vuestra cabeza y de allí derrama sus sublimes rayos. Grande, excelentísimo don del Dios Creador que os ha hecho según su Pensamiento, obras perfectas de órganos y miembros, y os ha concedido que os asemejéis al Pensamiento y al Espíritu. Pero la perfección de la semejanza está en el espíritu, porque Dios no tiene miembros ni cuerpo, como no tiene sentidos, ni algo que le atraiga a la lujuria. Es Espíritu purísimo, eterno, perfecto, inmutable, incansable en el obrar, siempre renovando sus obras que paternalmente adapta al camino ascendente de su creatura. El espíritu, a quien una misma Fuente de poder y bondad creó para todos los hombres, no conoce cambios de perfecciones iniciales. Uno sólo es el Espíritu increado perfecto y tal ha quedado. Tres son los espíritus perfectos creados..."
"Tú eres uno de ellos, Maestro."
"Yo, no. Yo en mi cuerpo tengo el Espíritu que no fue creado, sino engendrado por el Padre por abundancia de Amor."
"¿Cuáles son, pues?"
Tres son los espíritus perfectos creados...
"Los dos primeros seres humanos de quienes proceden todos, seres perfectos que después cayeron voluntariamente en la imperfección. El tercero, creado para delicia de Dios y del Universo, es muy superior para que el pensamiento y fe humanos puedan comprenderlo. Decía Yo que los espíritu creados por una misma Fuente con igual medida de perfección, sufren después, por su mérito y voluntad, una doble metamorfosis."
"¿Entonces admites otras vidas?"
En esta el alma, que tuvo la semejanza inicial con Dios,
pasa, al practicar fielmente la justicia en todas las cosas,
a una semejanza más perfecta, diría,
a una segunda creación de sí misma,
por la que llega a una doble semejanza con su Creador,
haciéndose capaz de pasar a poseer la santidad,
la cual es perfección de justicia y semejanza de hijos
con el Padre.
"No hay más que una sola. En esta el alma, que tuvo la semejanza inicial con Dios, pasa, al practicar fielmente la justicia en todas las cosas, a una semejanza más perfecta, diría, a una segunda creación de sí misma, por la que llega a una doble semejanza con su Creador, haciéndose capaz de pasar a poseer la santidad, la cual es perfección de justicia y semejanza de hijos con el Padre. Esta existe en los bienaventurados, esto es, en los que vuestro Sócrates dice que viven en el Hades. Pero Yo digo que cuando la Sabiduría haya dicho sus palabras, y con su sangre las haya sellado, estos serán los bienaventurados del paraíso, del Reino, esto es, de Dios."
"¿Y qué hacen ahora?"
"Esperar."
"¿Qué?"
"El sacrificio, el perdón, la liberación"
"Se dice que el Mesías será el Redentor, y que Tú lo eres... ¿Es verdad?"
"Así es. Soy Yo quien os está hablando."
"¿Entonces, tienes que morir? ¿Por qué, Maestro? El mudo tiene mucha necesidad de Luz y ¿Quieres Tú dejarlo?"
"Tú, griego, me preguntas esto? ¿Tú, en quien las palabras de Sócrates encuentran su apoyo?"
"Maestro, Sócrates fue un hombre justo. Tú eres santo. Mira de cuánta santidad necesita la Tierra."
"Aumentará infinitamente su poder por cada dolor,
por cada herida, por cada gota de mi Sangre."
"Aumentará infinitamente su poder por cada dolor, por cada herida, por cada gota de mi Sangre."
"¡Por Júpiter! Ningún estoico ha sido más grande que Tú, que no te limitas a predicar que la vida no vale nada, sino que Tú mismo la desprecias."
"Yo no desprecio la vida. La amo como la cosa más útil para obtener la salvación del mundo."
"Todavía eres joven, Maestro, para morir."
Dice también Sócrates que quien es santo
desea hacer cosas que agraden a los dioses.
¿Qué cosa puede haber más agradable que devolver
al abrazo del Padre los hijos a los que la culpa
tiene alejados y hacer que el hombre tenga paz con Dios,
fuente de todo bien?
"Tu filósofo dijo que los dioses aman lo que es santo, y tú así me has llamado. Si soy santo, debo tener sed de tornar a la Santidad de donde vine. Por lo tanto no soy muy joven para no tener esta sed. Dice también Sócrates que quien es santo desea hacer cosas que agraden a los dioses. ¿Qué cosa puede haber más agradable que devolver al abrazo del Padre los hijos a los que la culpa tiene alejados y hacer que el hombre tenga paz con Dios, fuente de todo bien?"
"Dijiste que no conocías los dichos socráticos. ¿Cómo entonces sabes estas cosas que dijiste?"
"Yo sé todo. El pensamiento de los hombres, en cuanto es pensamiento bueno, no es más que reflejo de un mi pensamiento. En cuanto no lo es, no es mío, pero lo he leído en los siglos, y supe, sé y sabré, cuándo fue dicho, cuándo lo es, y cuándo lo será. Yo lo sé. "
"Ven a Roma, Señor, faro del mundo. Aquí el odio te rodea; allá la veneración te seguirá."
"Seguirá al hombre, no al Maestro de lo sobrenatural. Vine por lo sobrenatural. Debo conducir los hijos del Pueblo de Dios, por más crueles que sean con el Verbo."
"¿Entonces, Roma y Atenas no te conocerán?"
"Me conocerán. No tengáis miedo. Me conocerán. Los que me quieran, me conocerán y tendrán."
"Pero si te matan..."
El espíritu de cada hombre es inmortal y
¿no va a serlo el mío, Espíritu del Hijo de Dios?
Iré con mi Espíritu que obrará... Iré...
Veo ya las turbas infinitas
y las Casas levantadas a mi Nombre...
Estoy por doquier...
Hablaré en los templos y en los corazones...
El espíritu de cada hombre es inmortal y ¿no va a serlo el mío, Espíritu del Hijo de Dios? Iré con mi Espíritu que obrará... Iré... Veo ya las turbas infinitas y las Casas levantadas a mi Nombre... Estoy por doquier... Hablaré en los templos y en los corazones... Nunca terminaré de predicar... El Evangelio recorrerá la Tierra... todos los buenos vendrán a Mí... y he aquí... que me pongo a la cabeza de mi ejército de santos y lo llevo al Cielo. Venid a la Verdad..."
envuelta en fórmulas y errores.
¿Cómo haremos para abrirle la puerta?"
"¡Oh, Señor! Tenemos el alma envuelta en fórmulas y errores. ¿Cómo haremos para abrirle la puerta?"
"Yo descorreré las puertas del Infierno; abriré las puertas de vuestro Hades y de mi Limbo. ¿No podré abrir las vuestras? Decid: "Quiero" y como cerraduras hechas con alas de mariposa, caerán pulverizadas bajo el paso de mi Rayo."
"¿Quién vendrá en tu Nombre?"
"¿Veis ese hombre que viene dando la vuelta, junto con uno más joven? Ellos irán a Roma, a muchas partes. Y con ellos muchos más. Así como ahora, entonces también empujados por el Amor que me tienen y que no los deja descansar sino a mi lado irán por amor a los que fueron redimidos con mi Sacrificio, irán a buscaros, a juntaros, a llevaros a la Luz. ¡Pedro! ¡Juan! Venid. Ya terminé, por lo que veo, y regreso con vosotros. ¿Tenéis algo más que preguntarme?"
"No, Maestro. Nos vamos llevando con nosotros tus palabras."
"Que en vosotros echen raíces eternas. Íos. La paz sea con vosotros."
"Salve, Maestro."
Y la visión termina.
De parte mía agrego que la conversación entre Jesús y los gentiles acaeció cerca de la costa de una ciudad marítima. A la luz de la luna, bien que se distinguían las plácidas ondas que iban a morir con su ruido entre los escollos del antemuro de un amplio puerto. No pude decirlo antes porque el grupo habló siempre y si hubiera descrito lo que veía, hubiera perdido la ilación. Caminan a lo largo de la costa yendo y volviendo. El lugar está solitario, pues todos han regresado ya a sus naves, cuyos fanales rojos brillan como estrellas de rubí en la noche. Qué ciudad sea, lo ignoro, pero parece bella e importante. (Es la ciudad de Joppe)
VII. 595-604
A. M. D. G.