EN LA CASA DE CAMPO DE NICODEMO

 


 

#Oh, dime, ¿eres Tú verdadero amigo de Nicodemo y de José, o eres uno del Sanedrín, uno de los falsos amigos que causarían mal a los buenos, si estuviesen seguros que son ellos amigos del Galileo?   

#Su Reino no es de este mundo. No tendrá ni palacios, ni ejércitos. No impondrá leyes humanas. No distribuirá plata, sino enseñará a los mejores que lo hagan. Porque de hoy en adelante no se llamará "prójimo" al que es semejante a uno mismo, sino "hermano" en nombre del Señor."   

#"Y más largo que el de la vida es el de la eternidad. Sería necesario preocuparse del alma, así como se preocupa uno del cuerpo, y correr a donde hay palabras de vida."   

#Nicodemo es sorprendido por Jesús que no esperaba   

#Levantaos. Hasta hace poco era el Viajero que inspira confianza... Tenedme por tal todavía. Y amadme sin miedo.

#Hermosa bendición de Jesús sobre las personas y campos    

#Parábola del hombre que tenía dos hijos  

 


 

Jesús llega allí en un fresco amanecer. Son bellos estos fértiles campos del buen Nicodemo a las primeras horas del sol. Bellos, no obstante que muchos de ellos estén ya segados y presenten el aspecto cansado de tierras en que ya no hay mieses, sino gavillas de oro, o que si las hay están tiradas por el suelo como despojos mortales, y que esperan que se les lleve a las eras. y con ellas han muerto la flor de lis, la llamada boca de león de color morado, las delicadas corolas de la escabiosa, el frágil cáliz de las campánulas, la alegre aureola de las camamilas y margaritones, la amapola morada, y cientos más de flores que como estrellas, en espigones, en racimos, no ha poco reían y ahora están muertas. los árboles frutales consuelan a los campos de su duelo, cargados como están de sus frutos que a esta hora brillan con un color diamantino que el rocío les ha regalado y que con el sol desaparecerá.

Los campesinos están ya trabajando. Alegres porque pronto terminará su faena. Cantan mientras siegan la mies, ríen alegres, se estimulan para ver quién es más rápido y más experto en manejar la hoz o en hacer gavillas. Grupos y más grupos de trabajadores bien alimentados, que alegres trabajan por su buen patrón. Y a las orillas de los campos, o detrás de los que hacen las gavillas, están los niños, las viudas, los ancianos, que esperan para poder espigar por su parte, o bien que esperan sin preocupación porque saben que habrá para todos, como siempre "por orden de Nicodemo", como dice una viuda a Jesús que le preguntó.

"El procura" -dice- "que se tiren a propósito espigas que recogeremos. Y, no contento con ello, después de haber nosotros cosechado, nos reparte lo demás. Oh, no espera hasta el año sabático, sino que siempre ayuda al pobre con sus mieses, y también con sus olivos y viñedos. Por esto Dios lo bendice con cosechas tan maravillosas. Las bendiciones de los pobres son como rocío en sus mieses y en sus campos, y hacen que sus mieses produzcan más trigo y cada campo rinda mayores frutos. Este año nos dijo que nos lo concede todo, porque es un año de gracia. De qué gracia hable no lo sé. Se dice entre nosotros los pobres, y entre sus siervos que lo quieren, que él es discípulo secreto del que llaman el Mesías, el cual predica el amor a los pobres para mostrar así el amor a Dios... Tal vez Tú lo conoces, si eres amigo de Nicodemo... Pues los amigos frecuentemente tienen los mismos afectos... José de Arimatea, por ejemplo, es gran amigo de Nicodemo, y también se dice que él es amigo del Rabbí... Oh, pero ¿qué he dicho? ¡Dios me perdone! He causado mal a los dos buenos de la llanura..." La mujer está consternada.

Jesús sonríe y pregunta: "¿Por qué, mujer?"

 

Oh, dime, ¿eres Tú verdadero amigo de Nicodemo y de José,

 o eres uno del Sanedrín, uno de los falsos amigos que

 causarían mal a los buenos, si estuviesen seguros 

que son ellos amigos del Galileo?

 

"Porque... Oh, dime, ¿eres Tú verdadero amigo de Nicodemo y de José, o eres uno del Sanedrín, uno de los falsos amigos que causarían mal a los buenos, si estuviesen seguros que son ellos amigos del Galileo?"

"Puedes estar segura. Soy un verdadero amigo de ambos dos. Pero tú sabes muchas cosas. ¿Cómo las sabes?"

"¡Todos las sabemos! Arriba, está el odio; abajo, está el amor. Aun cuando no conocemos al Mesías, pero lo amamos nosotros los abandonados por que El sí ama y enseña a amar... Tenemos miedo por El... ¡Son tan pérfidos los judíos, los fariseos, los escribas y los sacerdotes!... Te estoy escandalizando. .. Perdóname. Es lengua de mujer y no sabe estar callada. Pero es que todas nuestras desgracias nos vienen de ellos, de los poderosos que nos oprimen sin compasión alguna, y nos obligan a ayunos no prescritos por la Ley, sino que nos los imponen para tener que buscar plata con qué pagar todas las décimas que ellos, los ricos, han impuesto a los pobres Y es porque toda la esperanza se sitúa en el Reino de este Rabbí, que si ahora que es perseguido es tan bueno, ¡qué no será cuando llegue a ser rey!"

 

Su Reino no es de este mundo. No tendrá ni palacios, 

ni ejércitos. No impondrá leyes humanas. 

No distribuirá plata, sino enseñará a los mejores 

que lo hagan. 

 

Porque de hoy en adelante no se llamará "prójimo" 

al que es semejante a uno mismo, sino "hermano" 

en nombre del Señor."

 

"Su Reino no es de este mundo. No tendrá ni palacios, ni ejércitos. No impondrá leyes humanas. No distribuirá plata, sino enseñará a los mejores que lo hagan. Los pobres no encontrarán a dos, diez o cien amigos entre los ricos, sino que todos los que crean en el Maestro reunirán sus riquezas para ayudar a los hermanos que no las tienen. Porque de hoy en adelante no se llamará "prójimo" al que es semejante a uno mismo, sino "hermano" en nombre del Señor."

"¡Oh!..." La mujer está sorprendida; sueña con esos futuros días. Acaricia a sus niños, sonríe, levanta la cabeza y dice: "¿Me aseguras entonces que no he causado ningún daño a Nicodemo... al hablar contigo? Se me vino tan sin querer... ¡Tus ojos son tan dulces!... ¡Tan sereno tu rostro!... No sé... Me sentí segura como si estuviese cerca de un ángel de Dios... Por esto lo dije..."

"Ningún mal le causaste. Puedes estar cierta, antes bien has alabado a mi amigo, al que también yo alabaré, y querré mucho más... ¿Eres de estos lugares?"

"¡No, Señor! Soy de entre Lida y Bettegón. Pero cuando uno está necesitado, corre aunque el camino sea largo. Más largos son los meses de invierno y de hambre..."

 

"Y más largo que el de la vida es el de la eternidad. 

Sería necesario preocuparse del alma, así como se preocupa

 uno del cuerpo, y correr a donde hay palabras de vida."

 

"Y más largo que el de la vida es el de la eternidad. Sería necesario preocuparse del alma, así como se preocupa uno del cuerpo, y correr a donde hay palabras de vida."

"Voy a donde están los discípulos del Rabbí Jesús, ese hombre bueno. El único bueno entre los muchos rabbíes que tenemos."

"Haces bien, mujer" dice Jesús sonriente. Hace una señal a Andrés y Santiago de Zebedeo que están con El -pues los otros se han ido a la casa de Nicodemo- de no decir nada a la mujer acerca de su identidad.

"Seguro que hago bien. No quiero tener el pecado de no haber creído en El y de no haberlo amado... Dicen que es el Mesías... No lo conozco, pero quiero creer, porque pienso que vendrán infortunios sobre los que no lo quieran aceptar como tal."

"¿Y si sus discípulos estuviesen engañados?" pregunta Jesús.

"No puede, Señor. Son muy buenos, humildes y pobres para pensar que sean seguidores de uno que no sea santo. Y luego... He hablado con gente a quien El curó. No cometas, Señor, el pecado de no creer. Se condenaría tu alma... En fin... yo pienso que si aún todos estuviésemos engañados y que El no fuese el Rey prometido, con seguridad que es santo y amigo de Dios, si dice tales cosas y cura las almas y los cuerpos... Siempre es provechoso estimar a los buenos."

"Dijiste bien. Continúa firme en tu fe... He allí Nicodemo..."

"Sí. Con los discípulos del Rabbí. Andan por los campos evangelizando a los segadores. También ayer comimos de su pan."

 

Nicodemo es sorprendido por Jesús que no esperaba

 

Nicodemo, con el vestido arremangado, se acerca sin haber visto al Maestro y manda a los campesinos no levantar una espiga de las segadas. "Nosotros tenemos pan... Damos el regalo de Dios a quien no lo tiene. Y lo damos sin temor. Podían nuestras mieses haber sido destruidas con la helada tardía, y con todo no se perdió ni siquiera una semilla. Devolvamos a Dios su pan, dándolo a sus hijos que carecen de él. Os aseguro que mucho más abundante, al mil por ciento, será la cosecha del año próximo porque El ha dicho que "algo inimaginable será dado a quien dé".

Los campesinos, respetuosos y contentos, escuchan a su patrón asintiendo con la cabeza. Nicodemo repite sus órdenes en todos sus campos, en todos los grupos.

Jesús que está oculto ligeramente detrás de un cañaveral que hay cerca de un foso que hace de límite, aprueba y sonríe, y su sonrisa es mucho mayor cuando Nicodemo más se acerca y más inminente es el encuentro y la sorpresa.

Ahora salta el foso para ir a otros campos... y se queda como petrificado al encontrarse frente a Jesús que le extiende los brazos.

El aliento vuelve a su boca. Dice: "Maestro santo, y ¿cómo es posible que hayas venido a mí?"

"Para conocerte, aunque no era necesario, pues aquellos que reciben tus beneficios, lo habían dicho..."

Nicodemo está de rodillas, inclinado hasta el suelo, y de rodillas los discípulos a quienes hacen de cabeza Esteban y José, del Emmaús que está entre montes. Los campesinos comprenden. Comprenden los pobres y todos también están en tierra, en medio de un respeto sumo.

 

Levantaos. Hasta hace poco era el Viajero que inspira

 confianza... Tenedme por tal todavía. 

Y amadme sin miedo.

 

"Levantaos. Hasta hace poco era el Viajero que inspira confianza... Tenedme por tal todavía. Y amadme sin miedo. Nicodemo, mandé los otros diez, que no está aquí, a tu casa..."

"He dormido fuera para vigiar que no faltase nada..."

"Dios te bendice por esto. ¿Quien te dijo que esta año es de gracia, y no el venidero, por ejemplo?"

"No lo sé... No soy profeta, pero cierto que tonto no lo soy. A mi inteligencia ha venido en su ayuda una luz del cielo. Maestro mío... quería yo que todos los pobres gozasen de los bienes de Dios mientras Dios está todavía entre los pobres... esperaba que vinieras a mi casa, para impartir el suave olor y tu poder santificador a estas mieses, a mis olivares, viñedos, árboles, que daré a los pobres hijos de Dios, mis hermanos... Pero ahora que estás aquí, levanta tu mano bendita, y bendice para que junto con el alimento del cuerpo, baje sobre los que comerán la santidad que de Ti emana."

"Con gusto, Nicodemo. Es justo deseo que el cielo aprueba." Jesús abre sus brazos para bendecir.

"Oh, espera a que llame a los campesinos" y con un pito silba tres veces; silbido que se propaga por el aire tranquilo. Los segadores, los que espigaban, los curiosos corren de todas partes. Un buen grupo.

 

Hermosa bendición de Jesús 

sobre las personas y campos

 

Jesús abre los brazos y dice: "Por la virtud del Señor, por el deseo de su siervo, que la gracia para el espíritu y para el cuerpo descienda en cada grano, en cada racimo, aceituna o fruta, y haga prósperos y santos a los que de ellos comieren con espíritu recto, limpio de concupiscencias y odios, y deseosos de servir al Señor obedeciendo a su Voluntad divina y perfecta."

Así sea" dicen Nicodemo, Andrés, Santiago, Esteban y los demás discípulos... "Así sea" repite el grupo, que se pone de pie, pues se había arrodillado para recibir la bendición.

"Di que dejen por un momento sus labores. Quiero hablarles."

"Gracias, Maestro, muchas gracias por este favor más que haces."

Se van a la sombra de un bosquecillo y esperan para que se les junten los diez que habían ido a la casa, y que regresan jadeantes y desilusionados de no haber encontrado a Nicodemo.

Jesús empieza a hablar:

 "La paz sea con vosotros. Os quiero proponer una parábola. Cada uno saque la enseñanza que más le convenga.

 

Parábola del hombre que tenía dos hijos

 

Escuchad: Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo mí, ve a trabajar hoy a mi viña". Era una gran honra que le daba el padre. El creía que su hijo sería capaz de trabajar en la viña en que él había trabajado hasta el presente. Señal era que veía en su hijo buena voluntad, constancia, capacidad, experiencia y amor. pero el hijo, un poco disipado con las cosas del mundo, temerosos de que se el viese vestido como un siervo -Satanás se aprovecha de estos miramientos para alejar del Bien- de que se burlasen de él, o aun de que los enemigos de su padre tomasen la venganza en él, respondió: "No voy. No tengo ganas". El padre fue al otro hijo, y le repitió lo que había dicho al primero. El segundo respondió al punto: "Sí, padre. Inmediatamente voy".

¿Y qué sucedió? El primer hijo, que tenía buen corazón, después de un momento de debilidad en la tentación, de rebelión,se arrepintió de haber dado ese disgusto a su padre, y sin decir palabra alguna fue a la viña y trabajó todo el día hasta la noche; regresó satisfecho a su casa con la paz en el corazón por su labor cumplida. El otro, al revés, mentiroso y débil, salió de la casa, pero no fue a la viña, sino que se fue a vagabundear y a buscar amigos influyentes de los que esperaba recabar alguna utilidad. Decía en su corazón: "Mi padre está ya viejo y no sale de casa. Le diré que le obedecí y él se lo creerá..."

Al llegar la noche también él regresó a casa, con la cara cansada de la ociosidad, con los vestidos arrugados, y sin tener el valor seguro de saludar a su padre que lo veía fijamente y lo comparaba con el primero que había regresado cansado, sucio, despeinado, pero jovial y sincero en su mirada, humilde, que sin querer gloriarse de su deber realizado, quería decir a su padre: "Te amo. Y con el corazón. Tanto te amo que vencí la tentación". El padre comprendió bien las cosas. Al abrazar a su hijo cansado, le dijo: "¡Bendito eres, porque comprendiste mi amor!"

Qué os parece: ¿cuál de los dos amó? Ciertamente diréis: "El que cumplió la voluntad de su padre". ¿Y quién la hizo: el primero o el segundo?"

"El primero" respondieron todos.

"El primero. Así es. También en Israel y vosotros os lamentáis de ello, no son como el primero los que dicen: "¡Señor, Señor!" y se golpean el pecho, sin tener en el corazón verdadero arrepentimiento de sus pecados, tanto es verdad que cada vez lo endurecen más; no son los que hacen la ostentación de prácticas religiosas, para que se les tome por santos, y en privado no tienen caridad, no tienen justicia; no son los que se rebelan contra la Voluntad de Dios, y la atacan como si fuese voluntad de Satanás, lo que no les será perdonado; no son estos tales los que son santos a los ojos de Dios. Sino los que, reconociendo que  Dios hace bien todo lo que practica, acogen al Enviado de Dios y escuchan su palabra para saber portarse mejor, para hacer siempre bien lo que el Padre quiere. Estos tales son los santos y los amados del Altísimo.

En verdad os digo: los ignorantes, los pobres, los publicanos, las de vida ligera precederán a muchos de los que son llamados "maestros", "poderosos", "santos" y entrarán en el Reino de Dios. Y será lo justo. Porque Juan vino a Israel para conducirlo por los senderos de la Justicia, y gran parte de Israel no le creyó, esta gran parte que se llama a sí misma "docta y santa", pero los publicanos y las meretrices le creyeron. Yo he venido, y los doctos y santos no me creen; pero me creen los pobres, los ignorantes, los pecadores. He hecho milagros; y ni siquiera con esto me creen, ni sienten arrepentimiento de no creer en Mí; mas bien me odian y odian a quien me ama.

Pues bien. Yo os digo: "Benditos los que saben creer en Mí y hacen la voluntad del Señor en que está la salvación eterna". Aumentad vuestra fe y sed constantes. Poseeréis el cielo, porque habréis sabido amar la Verdad.

Íos. Dios sea con vosotros, y siempre."

Los bendice, luego se despide, y al lado de Nicodemo, se dirige a la casa de éste para descansar y esperar hasta que el sol baje...

VII. 604-610

A. M. D. G.