"ZAQUEO, ADUANERO Y PECADOR,
NO POR MALA VOLUNTAD"
#Hay fermento y fermento. Hay fermento del Bien y del Mal.
Dice Jesús:
Hay fermento del Bien y del Mal.
"Hay fermento y fermento. Hay fermento del Bien y del Mal. El de éste, veneno satánico, fermenta con mayor facilidad que el del Bien, porque encuentra materia más preparada para poder fermentar en el corazón del hombre, en el pensamiento del hombre, en el cuerpo del hombre, seducidos los tres por una voluntad egoísta, contraria por lo tanto a la voluntad universal que es la de Dios.
La voluntad de Dios es universal
porque no se limita jamás a un pensamiento personal,
sino tiene presente el bien de todo el universo
La voluntad de Dios es universal porque no se limita jamás a un pensamiento personal, sino tiene presente el bien de todo el universo. A Dios nada puede aumentar en modo alguno su perfección, pues siempre ha poseído la suma perfección. Por esto, en El no puede existir el pensamiento de buscar su propia utilidad. Cuando se dice: "Se hace esto para mayor gloria de Dios, por intereses de Dios" no es porque la gloria divina sea capaz en Sí de aumento, sino porque cualquier cosa que en lo Creado lleva una huella de bien y cualquier hombre que realiza el bien, y por lo tanto merece poseerlo, se adorna con la señal de la gloria divina, dando así gloria a la Gloria misma que gloriosamente creó todas las cosas. Es un testimonio, en una palabra, que los hombres y las cosas dan a Dios: el testificar con sus obras el Origen perfecto de donde proceden.
Por esto Dios, cuando algo os manda u os aconseja o bien os inspira una acción, no lo hace por intereses egoístas, sino por un pensamiento altruista, caritativo, por vuestro bien. Esta es la razón por qué la Voluntad divina jamás es egoísta, sino que es una Voluntad sumergida en el altruismo, en la universalidad. La única y verdadera Fuerza de todo el mundo que tenga pensamientos de un bien universal.
germen espiritual que viene de Dios,
crece por el contrario con mucha dificultad,
con mucho trabajo, con muchos esfuerzos,
porque tiene contra sí otras reacciones:
la carne, el corazón y el pensamiento humano,
nutridos con el egoísmo
El fermento del Bien, germen espiritual que viene de Dios, crece por el contrario con mucha dificultad, con mucho trabajo, con muchos esfuerzos, porque tiene contra sí otras reacciones: la carne, el corazón y el pensamiento humano, nutridos con el egoísmo que es la antitesis del Bien que, por su origen, no puede ser sino Amor. Falta en la mayoría de los hombres la voluntad del Bien; y, por ésto, el Bien se hace estéril muere, o vive tan flaco que no fermenta: Se queda allí. No hay culpa grave, pero tampoco hay esfuerzos para cumplir con lo mejor. Por esto el espíritu yace inerte. No está muerto, pero sí es infecundo.
Tened en cuenta que el no hacer el mal,
no es suficiente para escapar del Infierno.
Para gozar al punto del Paraíso hay que hacer el bien.
Tened en cuenta que el no hacer el mal, no es suficiente para escapar del Infierno. Para gozar al punto del Paraíso hay que hacer el bien. Completamente. Cómo pueda uno hacerlo: luchando contra sí mismo y contra los demás, porque Yo dije que había venido a poner guerra y no paz entre padre e hijos, entre hermanos y hermanas, cuando esta guerra se hiciese por defender la voluntad de Dios y su Ley contra las supercherías de la voluntad humana, que contrarían a lo que quiere Dios.
En Zaqueo el puñado de fermento del bien había fermentado dentro de una grande masa. En su corazón no había caído sino una migaja ordinaria: le había referido mi discurso del monte; no muy bien, como sucede con lo que se refiere.
Zaqueo, aduanero y pecador, no por mala voluntad. Era como uno de esos que tienen cataratas en sus ojos y que así tratan de ver las cosas; pero que sabe que cuando no haya más, podrán ver muy bien. Y ese enfermo desea que se le quiten. De igual modo Zaqueo. No estaba convencido, ni era feliz. No estaba convencido de las prácticas farisaicas, que habían ya sustituido la verdadera Ley, y no estaba feliz con su modo de vivir.
Buscaba instintivamente la Luz. La verdadera Luz. Vio un rayo de ella en el trozo del discurso, se lo introdujo en el corazón como un tesoro. Y lo quería mucho. Anótalo, María: porque lo amaba, ese poco se hizo cada vez más fuerte, se agrandó, se hizo impetuoso y lo llevó a ver claramente el Bien y el Mal y a escoger justamente, cortando con generosidad todos los tentáculos de antes: de las cosas al corazón, y del corazón a ellas que lo tenían envuelto en una red de maligna esclavitud.
He aquí el secreto del triunfo o de un mediocre triunfo.
Se triunfa cuando se ama.
"Porque lo amaba". He aquí el secreto del triunfo o de un mediocre triunfo. Se triunfa cuando se ama. No se triunfa sino poco cuando se ama apenas. No se triunfa del todo cuando no se ama. En cualquier cosa. Con más razón en las cosas de Dios donde, por estar Dios invisible a los sentidos corporales, es necesario tener un amor, que diría, perfecto, en lo que puede una creatura ser perfecta, para triunfar en una empresa. En la santidad, en este caso.
Zaqueo, hastiado del mundo y de la carne, como también de las mezquindades fariseas, tan sofisticadas. Intransigentes para los demás, muy condescendientes para consigo mismos, guardó con cariño el pequeño tesoro de una palabra mía, que casualmente llegó hasta él, hablando humanamente; la conservó como el más bello objeto que en su vida hubiese tenido. Y desde ese momento se apoderó de su corazón y de su pensamiento. No solo en el mal, donde está el tesoro está el corazón del hombre. También en el bien. ¿Los santos, no tuvieron acaso, durante su vida, su corazón donde estaba su tesoro: Dios? Así es, y por esto, al quedarse tan sólo con Dios supieron pasar por la tierra sin manchar en el fango de la tierra su alma.
Aquella mañana, si no hubiera ido, hubiera de todos modos logrado un seguidor más, porque las palabras del leproso habían dado el último retoque a la metamorfosis de Zaqueo. En el banco de la aduana no era ya más el aduanero engañador e injusto. Estaba arrepentido y decidido a cambiar de vida. Si no hubiera ido a Jericó, hubiera cerrado su tenducha, y hubiera ido a buscarme, porque no podía estar más sin el agua de la Verdad, sin el pan del Amor, sin el beso del Perdón.
Mis acostumbrados censores que me acecha para echarme siempre algo en cara, no lo veían, y mucho menos podían comprenderlo; y por esto se admiraban de que comiese con un pecador. ¡Oh, si jamás juzgaseis vosotros, pobres ciegos incapaces de ello, y me lo dejaseis a Mí, Dios.
Jamás estuve entre los pecadores para aprobar su pecado. Iba para arrancarlos de él, frecuentemente porque no tenían más que la apariencia de vivir en pecado: su alma contrita estaba ya cambiada en una nueva alma que quería expiar. ¿Estaba acaso con un pecador? No. Con un redimido que tenía necesidad sólo de guía para saber qué hacer en medio de su debilidad, de su resurrección de la muerte.
¡Cuánto os puede enseñar lo acaecido a Zaqueo!
El poder de la recta intención que hace germinar el deseo.
¡Cuánto os puede enseñar lo acaecido a Zaqueo! El poder de la recta intención que hace germinar el deseo. El deseo justo que empuja a buscar siempre un mayor conocimiento del Bien y a buscar a Dios continuamente hasta haberlo conseguido, un arrepentimiento justo que da el valor de la renuncia. Zaqueo tenía la recta intención de oír las palabras de verdadera doctrina. Apenas oyó algo de ella, su deseo honesto lo obligó a un deseo mayor y por lo tanto a la continua búsqueda de esta doctrina; la búsqueda de Dios, oculto en la verdadera doctrina, lo sacó de los mezquinos dioses del dinero y de los sentidos y lo hizo héroe en el renunciamiento.
"Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, ven en pos de Mí" dije al joven rico, pero no lo hizo. Zaqueo, aunque se había endurecido mucho en la avaricia y sensualidad, lo supo hacer, porque gracias a las pocas palabras que le habían contado, él, como el mendigo ciego y el leproso curado, había visto a Dios.
¿Puede alguna vez un corazón que ha visto a Dios, encontrar atracción alguna en las cosas pequeñas de la tierra? ¿Lo puede algunas veces, oh María, a quien tanto amo?"
VII. 669-671
A. M. D. G.