EL FERMENTO DE LOS FARISEOS
#Los apóstoles con Jesús se bañan en el río
#Los del poblado vienen a hablar con Jesús
#"Dios os protegerá. Llevadme a donde está el curado."
#Los del poblado dicen lo que piensan de los fariseos
#Bienaventurados los que quieran creer en mis palabras.
... Estoy viendo a Jesús que camina por entre los bosquecillos que hay junto al río, y que manda que todos se paren por un tiempo, pues el calor es muy duro. Si es verdad que el follaje tupido de los árboles defiende del sol, sin embargo es una cierta clase de obstáculo que impide que sople la brisa apenas perceptible, y por ello el aire está caliente, como si no pasase, emana sudor de la tierra, un sudor que no sirve para descanso sino de tormento, y que se añade al que corre por el cuerpo.
"Vamos a estarnos aquí hasta que atardezca. Luego nos iremos por entre la arena que brilla aun a la luz de las estrellas y continuaremos por toda la noche. Vamos a comer y a descansar."
"¡Ah! Antes de comer, me echaré al agua. Debe de estar tibia. Me quitaré el sudor. ¿Quién viene conmigo?" pregunta Pedro.
Los apóstoles con Jesús se bañan en el río
Todos le siguen. Todos hasta Jesús que como todos los demás está sudado y sus vestidos llenos de polvo y sudor. Cada uno toma un vestido limpio que trae en la alforja y bajan al río. En la hierba, que es testigo de que allí se detuvieron, no queda otra cosa más que trece alforjas y las cantimploras de agua, cosas que los viejos árboles y los innumerables pajaritos contemplan curiosos con sus ojitos de color amarillo: alforjas de diversos colores tiradas por la hierba.
No se oyen bien las voces de los que se están bañando: se confunden con el estrépito del río. De cuando en cuando alguna carcajada de los más jóvenes resalta como un anota entre los altos y bajos acordes que canta el río.
Pero pronto el silencio se interrumpe con el golpeteo de pasos. Asoman cabezas por entre las marañas, dicen algo como si estuviesen contentas: "Están aquí. Vamos a decirlo a los demás" y se van por entre los árboles.
... Entra tanto, ya frescos, con los cabellos todavía mojados, descalzos y con las sandalias lavadas y que escurren, con sus vestidos frescos, los apóstoles y el Maestro después de haberse bañado en el Jordán, salen poco a poco. Se ve en sus rostros que el baño los ha satisfecho.
Jesús ofrece y distribuye la comida, y todos sin saber que fueron descubiertos, se sientan. Terminada la comida, todos con sueño de buena gana se echarían a dormir, pero hete que viene un hombre, y detrás de él otro, y otro más...
"¿Qué deseáis?" pregunta Santiago de Zebedeo que los ve llegar y pararse cerca de un montón de arbustos, inciertos de seguir adelante o no. Los demás discípulos, y también Jesús, se vuelven a ver a quién habló Santiago.
Los del poblado vienen a hablar con Jesús
"¡Ah, son los del poblado! Nos siguieron" dice sin entusiasmo Tomás que estaba a punto de echarse a dormir un poco.
Los que llegaron responden un poco avergonzados al ver que no se les recibe con gusto: "Queríamos hablar con el Maestro... decirle que... ¿Verdad, Samuel?..." y no dicen más.
Jesús, siempre condescendiente, les da valor para continuar: "Decid, decid. ¿Tenéis otros enfermos?..." y, poniéndose de pie, va a donde están.
"Maestro, estás cansado y mucho más que nosotros. Descansa un poco. Que te esperen..." dicen varios apóstoles..
"Aquí hay alguien que me necesita. Ellos no tienen tranquilidad en su corazón. Y el cansancio del corazón es mayor que el que se siente en el cuerpo. Dejadme que los escuche."
"Si es así, ¡adiós siesta!..." dicen refunfuñando los apóstoles, rendidos del cansancio y del calor y lo están hasta el punto de reprochar en presencia de extraños a su Maestro. Llegan a decir: "Y cuando imprudentemente hayas hecho que nos enfermásemos, muy tarde comprenderás que nos necesitabas."
Jesús los mira... compasivamente. No hay más que piedad en sus ojos cansados... Dice: "No, amigos. No quiero que me imitéis. Mirad, quedaos aquí descansando. Yo voy con ellos. Les escucharé y luego regresaré a descansar con vosotros."
Es una respuesta tan dulce que logra más que un reproche. El buen corazón, el cariño de los doce se despierta y toma fuerzas. "No, Señor. Quédate donde estás y háblales. Vamos a volver nuestros vestidos para que se sequen, y así no nos dormiremos. Luego después que termines, descansaremos juntos."
Los más soñolientos van al río... Se quedan Mateo, Juan y Bartolomé. Entre tanto hablaban, la gente ha aumentado de tres a diez y sigue aumentando...
¿Qué? Acercaos. Hablad sin temor alguno."
Maestro, apenas partiste, los fariseos se han mostrado
más agresivos...
Atacaron al hombre que libraste del demonio...
y si no enloquece será un nuevo milagro...
"Maestro, apenas partiste, los fariseos se han mostrado más agresivos... Atacaron al hombre que libraste del demonio... y si no enloquece será un nuevo milagro... porque le dijeron que... que Tú lo libraste de un demonio que no le quitaba sino el uso de razón, y en cambio le diste un demonio más poderoso, tan poderoso que le ganó al primero, tan fuerte que hace mal y se apodera de su espíritu, y por lo tanto si la primera posesión no tenía consecuencia alguna para la otra vida, porque sus acción no eran... ¿cómo dijeron, Abraham?"
"Dijeron... oh, una palabra extraña... En una palabra que de aquellas acciones Dios no le pediría cuenta alguna porque las hizo sin tener libertad de inteligencia, pero ahora al adorar por mandato del demonio que tiene en el corazón y que le metiste -¡Oh, perdónanos si te lo decimos!- Tú, que eres el más grande de los demonios, al adorarte a Ti sin ser ya un loco, es un sacrílego y un maldito y que se condenará. El pobre al oír esto llora y desea ser lo que antes era... y casi está a punto de maldecirte... trastornado de la cabeza más que antes... y su madre está enloquecida al ver que su hijo pierde las esperanzas de salvarse... Y lo que antes fue alegría y gozo, ahora se ha cambiado en tristeza. Nosotros te buscamos, y no cabe duda que el ángel nos guió. Señor, creemos que eres el Mesías, y creemos que el Mesías tiene consigo al Espíritu de Dios, esto es, la Verdad y la Sabiduría. Te rogamos que nos tranquilices y que nos des alguna explicación..."
"Vosotros sois justos y caritativos. Que Dios os bendiga. ¿Dónde está el pobrecito?"
"Viene detrás de nosotros con su madre que llora de desesperación. ¿Ves? Todos menos los duros fariseos está aquí, sin importarles sus amenazas. Nos amenazaron con castigarnos si creemos en Ti. Pero Dios nos ayudará."
"Dios os protegerá. Llevadme a donde está el curado."
"Dios os protegerá. Llevadme a donde está el curado."
"No. Te lo traemos. Espera un poco" y se dirigen a donde se ve venir el grupo del que se oyen dos gemidos. Los demás, que se quedaron son muchos, y al llegar los demás, la multitud aumenta, de modo que algunos se suben a los árboles para oír y ver.
Jesús se dirige al hombre que curó, y que jalándose los cabellos al arrodillarse dice: "¡Devuélveme el primer demonio! ¡Ten piedad de mí, y de mi madre! ¿Qué te hice para que me causases tanto mal?"
La mujer también de rodillas dice: "Delira por el miedo que tiene, Señor. No hagas caso a sus palabras blasfemas. Líbralo más bien del miedo que unos hombre duros le metieron, para que no pierda su alma, así como puede perder su vida. Una vez lo libraste. ¡Oh, por compasión de una madre vuélvelo a librar!"
Hay un medio seguro para saber si un prodigio
proviene de Dios o del demonio,
y consiste en lo que el alma experimenta.
"No tengas cuidado, mujer. Hijo de Dios, escucha." Jesús pone sus manos sobre la cabeza despeinada de este hombre que se muere de un miedo preternatural. "Escucha, y luego decidirás. Ahora puedes hacerlo bien porque estás libre. Hay un medio seguro para saber si un prodigio proviene de Dios o del demonio, y consiste en lo que el alma experimenta. Si el hecho extraordinario viene de Dios, el alma se llena de una paz inefable, de un gozo indecible. Si del demonio, de turbación y dolor. De la palabra de Dios también proceden paz y gozo mientras que de las del demonio -bien sea un espíritu, o un hombre influenciado por el demonio- turbación y dolor. La proximidad con Dios produce también paz y gozo, pero la proximidad con espíritus y hombres perversos turbación y dolor. Ahora piensa, hijo de Dios, ¿cuando empezaste a ceder al demonio de la lujuria y a dar cabida a tu opresor, tuviste gozo y paz?"
El reflexiona, se pone colorado y responde: "No, Señor."
"¿Y cuando el eterno Enemigo se apoderó de ti, tuviste paz y gozo?"
"No, Señor. Jamás. Mientras pude comprender algo, mientras que tuve un rayo de inteligencia libre, tuve turbación y dolor por la opresión del Enemigo. Luego... no supe más... no tuve más inteligencia capaz de entender lo que sufría... Era peor que una bestia... Y aun en ese estado en que parecía menos inteligente que un animal... ¡Oh, cuánto sufrí! No puedo decir que... el infierno es horrible. Es todo lo inimaginable de horrendo... y no se puede describir lo que es..."
El hombre tiembla ante estos fugaces recuerdos de lo que sufrió. Tiembla, se pone pálido, suda... Su madre lo abraza, lo besa en las mejillas para quitarle esa pesadilla. La gente en voz baja hace sus comentarios.
"¿Y qué experimentaste cuando volviste en ti y encontraste tu mano en la mía?"
"¡Oh! algo muy dulce... luego un gozo, una paz... parecía como si hubiese salido de una cárcel oscura donde hubiese habido montones de serpientes, donde el aire no era más que putridez, y que entrase en un jardín de flores, lleno de sol, de cantos... Conocí el Paraíso.. pero también este no puede describirse..." El hombre sonríe como arrebatado por el recuerdo de su breve gozo que hace poco experimentó. Luego con un suspiro concluye: "Pero pronto se acabó..."
"¿Estás seguro? dime: ahora que me estás cerca y lejos de los que te metieron miedo ¿qué sientes?"
"Nuevamente esa paz. Contigo no puedo ser un condenado y sus palabras me suenan a blasfemia... Yo creí que estaban en lo cierto. ¿Pequé contra Ti?"
"No cometiste ningún pecado, pero ellos sí. Levántate, hijo de Dios, y abrázate a la paz que tienes. La paz viene de Dios. Estás con Dios. No peques y no tengas miedo." Quita sus manos de la cabeza del hombre y hace que se levante.
"¿Es la verdad eso, Señor?" preguntan varios.
"Es verdad. La duda que trajeron esas palabras astutamente bien pensadas fueron la última venganza de Satanás que salió de este. Vencido, deseó volver otra vez a apoderarse de su presa."
Con un buen sentido de campesino, uno dice: "Entonces... los fariseos... se han puesto al servicio de Satanás." Muchos aplauden el sentido de estas palabras.
"No juzguéis. ¡Ay de quien juzga!"
Los del poblado dicen lo que piensan de los fariseos
"Pero al menos somos francos en juzgar... Dios ve que juzgamos faltas claras. Ellos fingen lo que no son. Obran mentirosamente y con miras no rectas, y con todo triunfan mejor que nosotros que somos honrados y sinceros. Nos infunden terror. Alargan su poder hasta la libertad de fe. Se debe creer y practicar como a ellos agrada. Y nos amenazan porque te amamos. Quieren hacer de tus milagros unas brujerías, para que tengamos miedo de Ti. Conspiran, nos oprimen, nos hacen mal..."
La gente habla atropelladamente.
Jesús, con un ademán, impone silencio. Dice:
"No aceptéis en vuestros corazones lo que son ellos.
Ni sus insinuaciones, ni sus modos de pensar y obrar.
Ni siquiera la idea.:
"Ellos son malos y con todo triunfan".
Jesús, con un ademán, impone silencio. Dice: "No aceptéis en vuestros corazones lo que son ellos. Ni sus insinuaciones, ni sus modos de pensar y obrar. Ni siquiera la idea.: "Ellos son malos y con todo triunfan". ¿No os acordáis de las palabras de la Sabiduría: "¿Breve es el triunfo del criminal"? ¿y de las de los Proverbios: "No sigas, hijo, los ejemplos de los pecadores y no des oído a las palabras de los impíos, porque ellos quedarán atados a las cadenas de sus culpas y engañados por su estupidez sin nombre"? No admitáis en vuestros corazones, aunque imperfectos, lo que pensáis que es una injusticia de parte de ellos. Introduciríais en vosotros el mismo fermento que los corrompe. El fermento de los fariseos es la hipocresía. Que jamás existe en vosotros, ni con respecto a las formas del culto para con Dios, ni con respecto al modo de tratar a vuestros hermanos. Precaveos del fermento de los fariseos. Pensad que no hay nada oculto que no pueda ser descubierto, ni nada de escondido que no termine por conocerse.
Me dejaron partir y luego se pusieron a sembrar cizaña
donde el Señor había sembrado buena semilla.
Lo estáis viendo. Me dejaron partir y luego se pusieron a sembrar cizaña donde el Señor había sembrado buena semilla. Creyeron haberlo hecho inteligentemente y haber triunfado. Hubiera bastado con que vosotros no me hubieseis encontrado, que Yo hubiese pasado el río sin dejar ningún rastro de Mí sobre el agua que se abre al paso de la quilla, para que el mal que habían empezado a hacer, bajo capa de bien, hubiese triunfado. Pero pronto fue descubierto su juego y su mala obra terminó en nada. Y así todas las acciones humanas. Uno solo las conoce y provee: Dios. Cuanto se dice en la oscuridad termina por descubrirlo la Luz, y lo que se trama en el secreto de una habitación, puede ser descubierto, como si lo hubiera sido en una plaza pública, porque cada hombre puede tener su delator, y porque Dios ve a cada hombre y puede intervenir para desenmascarar los culpables. Por esto conviene obrar siempre con honestidad para vivir en paz. Y quien así vive no debe tener miedo, ni en esta vida, ni por la otra. Os digo, amigos míos: quien obra justamente no debe tener miedo.
No debéis tener miedo de los que matan, sí, de los que matan
el cuerpo, pero después no pueden hacer otra cosa.
Os voy a decir a quién debéis temer.
No debéis tener miedo de los que matan, sí, de los que matan el cuerpo, pero después no pueden hacer otra cosa. Os voy a decir a quién debéis temer. Temed a aquellos que después de mataros os pueden entregar al infierno, esto es, a los vicios, a malas compañías, a falsos maestros, a todos los que introducen el pecado o la duda en el corazón, a aquellos que tratan de corromper el alma más que el cuerpo e intentan separaros de Dios, para que os entreguéis a pensamientos de desesperación de la divina Misericordia. A estos debéis temer, de otro modo moriréis para siempre.
Pero por vuestra existencia no tengáis miedo,
ni por otras cosas.
Vuestro padre no quita sus ojos ni siquiera de esos pajarillos
que hacen sus nidos entre las ramas de los árboles
Pero por vuestra existencia no tengáis miedo, ni por otras cosas. Vuestro padre no quita sus ojos ni siquiera de esos pajarillos que hacen sus nidos entre las ramas de los árboles. Ni uno de ellos cae en la red sin que su Creador lo sepa. Y lo que valen es muy poco: cinco pájaros por unos cuantos céntimos. Y su valor espiritual es nulo. No obstante ello, Dios los cuida. ¡Cómo no va a tener cuidado de vosotros, de vuestra vida, de vuestro bien! El Padre conoce hasta el número de cabellos de vuestra cabeza, y no deja de ver ninguna ofensa que se haga a sus hijos, porque vosotros sois sus hijos, esto es, de un valor mucho mayor que el de los pajaritos que hacen sus nidos en los tejados o entre los árboles. Y sois sus hijos hasta que no renunciáis a serlo libremente.
Se renuncia a ser hijo de Dios
cuando se reniega de El y del Verbo que Dios envió
entre los hombres para traerles Dios.
Se renuncia a ser hijo de Dios cuando se reniega de El y del Verbo que Dios envió entre los hombres para traerles Dios. Ahora bien, cuando alguien no me quiere reconocer ante los hombres, porque teme que le pueda venir algún daño, entonces tampoco él será reconocido por hijo, y el Hijo de Dios y del hombre no lo reconocerá ante los ángeles del cielo; y a quien me negase ante los hombres, no se le reconocerá como hijo de Dios ante los ángeles. Quien hubiese hablado mal contra el Hijo del Hombre será aun perdonado porque Yo impetraré ante el Padre el perdón, pero quien blasfemare contra el Espíritu Santo, no será perdonado.
Y el llamarme "satanás" no se les perdonará
porque el Espíritu a través de Mí realiza obras divinas
y no satánicas.
El empujar a otros a la desesperación cuando el Amor
los ha llevado a la paz,
eso no se les perdonará.
Porque todo esto es ofensa contra el Espíritu Santo.
¿Por qué ésto? Porque no todos pueden comprender la amplitud del Amor, su perfecta infinitud, y ver a Dios en carne como cualquier otro hombre. Los gentiles, los paganos no pueden creer esto con fe, porque su religión no es amor. También el temor reverencial que hay entre nosotros, que Israel tiene ante Yeové puede impedir que se crea que Dios se hizo hombre, y el más humilde de los hombres. Es culpa el que no se crea en Mí. Cuando se apoya sobre un temor excesivo hacia Dios, se perdona. Pero no puede ser perdonado quien no se rinde a la verdad que brilla a través de mis obras y niega al Espíritu de Amor que haya cumplido su palabra de haber enviado al Salvador cuando se había determinado, al Salvador a quien precedieron y acompañan las señales predichas. Esos que me persiguen conocen los profetas. Las profecías están llenas de Mí. Ellos conocen las profecías y conocen lo que hago. La verdad es patente. Pero la niegan porque quieren negarla. Sistemáticamente niegan no sólo que yo sea el Hijo del hombre, sino el Hijo de Dios que predijeron los profetas, que nació de una Virgen no por voluntad de algún hombre, sino por la del Amor Eterno, el Eterno Espíritu que me anunció para que los hombres pudiesen reconocerme. Ellos, para poder decir que todavía no llega el Mesías, se obstinan en tener los ojos cerrado para no ver la Luz que está en el mundo, y por esto reniegan del Espíritu Santo, de su Verdad, de su Luz. Estos serán juzgados más severamente que los que no saben. Y el llamarme "satanás" no se les perdonará porque el Espíritu a través de Mí realiza obras divinas y no satánicas. El empujar a otros a la desesperación cuando el Amor los ha llevado a la paz, eso no se les perdonará. Porque todo esto es ofensa contra el Espíritu Santo.
Contra el Espíritu Paráclito que es Amor y da amor y pide amor, y que espera mi holocausto de amor para derramarse con un amor de sabiduría, que ilumina los corazones de los que me siguen. Y cuando se hubiere realizado, y todavía os persiguiesen, acusándoos ante los magistrados y principales en las sinagogas y en los tribunales, no os preocupéis de cómo os justificaréis. El mismo Espíritu os dirá lo que tendréis que responder para servir a la verdad y conquistaros la Vida, así como el Verbo os da cuanto es necesario para que podáis entrar en el Reino de la Vida eterna.
Bienaventurados los que quieran creer en mis palabras.
Íos en paz. En mí paz. En esa Paz que es Dios y que Dios derrama para llenar de ella a sus hijos. Íos y no temáis. No ha venido para engañaros sino para instruiros, no para llevaros a la perdición, sino para redimiros. Bienaventurados los que quieran creer en mis palabras.
Y tú, a quien dos veces he salvado, ten fuerzas y acuérdate de mi paz para que puedas decir a los que te tienten: "No tratéis de seducirme. Mi fe es que El es el Mesías". Vete, mujer. Vete con tu hijo, y estad tranquilos.
Adiós. Volved a vuestras casas y dejad que el Hijo del hombre descanse sobre la humilde hierba para volver a emprender su camino en busca de otros a quienes salvar. Mi paz esté con vosotros."
Los bendice. Regresa a donde habían comido. Lo mismo hacen los apóstoles. Una vez ida la gente se echan sobre la hierba. Ponen de cabecera sus alforjas. Pronto el sueño los invade en medio del bochorno del mediodía y del silencio pesado de esas tierras calientes.
VII. 693-700
A. M. D. G.