"CUANDO SE SUSPIRA POR EL CIELO 

ES UN MARTIRIO VIVIR 

PARA ENSEÑAR A LOS DEMÁS"

 


 

#Los apóstoles contemplan la ciudad bajo un plantío de plátanos sobre una colinilla.   

 #Mi Sacrificio no achatará sus flechas; pero llegará la hora final en que el Mal será vencido,... los elegido serán el único Pueblo, eterno, santo, el verdadero Pueblo del Dios verdadero.  

#pero el premio será tal que olvidaréis la tierra y sus dolores, así como olvidaréis el Purgatorio con sus nostalgias penitenciales de amor.  

#En realidad, por vuestra debilidad humana no seríais capaces de resignaros al martirio, pero a los grandes corazones que deben dar testimonio del Señor, El les dará e infundirá una ayuda sobrenatural...  

 #"A uno que muere así, se le perdonarán entonces muchos pecados" dice un viejo discípulo. No muchos pecados, sino todos, Papías. Porque el amor es absolución, y el sacrificio es absolución y la confesión heroica de la fe es absolución.   

#Te lo suplico, Señor. Haz que muera por Ti, por tu doctrina...

 


 

Desde la cima de los últimos, digamos, montículos de tierra (porque no pueden llamarse colinas, por ser tan bajos) se descubre la costa mediterránea, hasta un cierto punto limitada al norte por el promontorio del Carmel; pero, al sur, ilimitada, hasta donde la vista humana puede llegar. Una costa deliciosa, casi plana, detrás de la que se adivina una llanura fértil, apenas interrumpida por ligerísimas ondulaciones. Las ciudades marítimas aparecen envueltas en la blancura de sus casas, entre el verdor de la floresta y el azul del mar, tranquilo, sereno, maravilloso, que refleja el azul del cielo.

Cesarea está un poco al norte del lugar en donde están los apóstoles con Jesús, y con algunos discípulos que tal vez encontraron en los poblados que tuvieron que atravesar ya por la mañana, ya por la tarde. Es muy de mañana. En estas horas matinales de verano tan hermosas en que el cielo, después de haber peinado a la aurora de color rosado, la tiñe después de azul. El aire es fresco, claro. Frescos son los campos. Por el mar no riela vela alguna. Son las horas más encantadoras del día en que las nuevas flores sacuden el rocío, se secan a las primeras caricias del sol, y lanzan sus aromas, que refrescan, que perfuman la brisa matinal, que apenas si quiere mover las hojas de los tallos y encrespar la superficie plana del mar.

La ciudad se ve recostada sobre la orilla, hermosa como lo son todos aquellos lugares en que la exquisitez romana ha echado raíces. Termas y palacios de mármol blanquean como bloques de nieve aprisionada en los barrios más cercanos al mar. A estos palacios hace guardia una torre también blanca, alta, cuadrada, situada en dirección al puerto. Tal vez se trate de un campamento o de un lugar de vigías. Se ven casitas más modestas, que están alrededor, de estilo hebreo, se ven igualmente viñas, de jardines colgantes sobre las terrazas de las casas y árboles de follaje cortado.

 

Los apóstoles contemplan la ciudad 

bajo un plantío de plátanos sobre una colinilla. 

 

Los apóstoles contemplan la ciudad bajo un plantío de plátanos sobre una colinilla. 

"Parece que uno puede respirar mejor al contemplar esta inmensidad" exclama Felipe.

"Y parece como si ya se sintiese la frescura de esas aguas azules" dice Pedro.

"Tienes razón. Después de tanto polvo, piedras, espinas... ¡mira qué limpidez! ¡Qué frescura! ¡Qué paz! El mar siempre da paz..." comenta Santiago de Alfeo.

"¡Umh" Menos cuando... te coge a bofetones y te hace dar vueltas con todo y nave, como la chirinola en manos de niños..." le replica Mateo que probablemente se acuerda de los malos ratos que pasó en el mar.

"Maestro... pienso... pienso en todas las palabras de nuestros salmistas, en el libro de Job, en las frases de los libros sabios, allí donde se celebra la potencia de Dios. Y no sé porqué esta idea, este pensamiento me viene de lo que me hace pensar que seremos elevados a una belleza perfecta en medio de una limpidez azul y radiante, si somos justos hasta el fin, cuando celebres tu Triunfo eterno, del que nos hablas, que pondrá fin al mal... Y me parece ver poblada esta inmensidad celestial con cuerpos resucitados por Ti, brillante más que miles de soles, en el centro de los bienaventurados, donde no hay más dolor, ni lágrimas, ni insultos, ni calumnias como las de ayer tarde... sino paz, paz, paz... Pero ¿cuando dejará el Mal de hacernos daño? ¿Acaso se achatarán las flechas al chocar contra tu Sacrificio? ¿Se persuadirá de haber sido vencido?" pregunta Juan que si al principio sonreía, ahora aparece afligido.

 

Mi Sacrificio no achatará sus flechas; 

pero llegará la hora final en que el Mal será vencido,... 

los elegido serán el único Pueblo, eterno, santo, 

el verdadero Pueblo del Dios verdadero.

 

"Jamás. Siempre pensará ser vencedor, pese a los mentís que le darán los justos. Mi Sacrificio no achatará sus flechas; pero llegará la hora final en que el Mal será vencido, y en medio de una belleza mucho más infinita de lo que tu espíritu la prevé, los elegido serán el único Pueblo, eterno, santo, el verdadero Pueblo del Dios verdadero."

"¿Y estaremos todos?" preguntan los apóstoles.

"Todos."

"¿Y nosotros?" pregunta el grupo de los apóstoles que es numeroso.

"También vosotros estaréis."

"¿Todos los que estamos presentes o todos los que seamos discípulos? Somos muchos, no obstante los que se nos han separado."

 

 pero el premio será tal que olvidaréis la tierra 

y sus dolores, así como olvidaréis el Purgatorio 

con sus nostalgias penitenciales de amor.

 

 

"Y seréis siempre más. Pero no todos seréis fieles hasta el fin. Sin embargo, muchos estarán conmigo en el Paraíso. Algunos recibirán su premio después de una expiación, otros desde el instante de su muerte, pero el premio será tal que olvidaréis la tierra y sus dolores, así como olvidaréis el Purgatorio con sus nostalgias penitenciales de amor."

"Maestro, nos dijiste que padeceremos persecuciones y martirios. En este caso, si se nos aprisiona y se nos mata antes de arrepentirnos, o bien, si nuestra debilidad nos hace faltar a la resignación de una muerte cruenta... ¿entonces?" pregunta Nicolás de Antioquia que está entre los discípulos.

 

En realidad, por vuestra debilidad humana 

no seríais capaces de resignaros al martirio, 

pero a los grandes corazones 

que deben dar testimonio del Señor, 

El les dará e infundirá una ayuda sobrenatural...

 

"No pienses así. En realidad, por vuestra debilidad humana no seríais capaces de resignaros al martirio, pero a los grandes corazones que deben dar testimonio del Señor, El les dará e infundirá una ayuda sobrenatural..."

"¿Cuál? ¿Acaso la insensibilidad?"

"No, Nicolás. El amor perfecto. Llegarán a un amor tan completo que ni las torturas, ni las acusaciones, ni las separaciones de los propios familiares, ni la pérdida de la vida, ni nada, tendrán importancia alguna, sino al contrario, todo ello se cambiará en pedestal para levantarse al cielo, para aceptar todo, para extender los brazos y el corazón hacia las torturas, para poder ir allá donde está todo su amor: el cielo."

 

"A uno que muere así, 

se le perdonarán entonces muchos pecados" 

dice un viejo discípulo. 

 

No muchos pecados, sino todos, Papías. 

Porque el amor es absolución, 

y el sacrificio es absolución 

y la confesión heroica de la fe es absolución.

 

"A uno que muere así, se le perdonarán entonces muchos pecados" dice un viejo discípulo cuyo nombre ignoro.

"No muchos pecados, sino todos, Papías. Porque el amor es absolución, y el sacrificio es absolución y la confesión heroica de la fe es absolución. Ves, pues, que los mártires tendrán un triple modo de purificarse."

"Oh, entonces... Yo he pecado mucho, Maestro. Seguí a estos para obtener el perdón. Ayer me lo diste, y por esto te dejaste insultar de quien no perdona y es culpable. Yo creo que tu perdón es válido. Pero por mis largos años de culpa, dame el martirio que absuelve."

"¡Pides mucho!"

 

Te lo suplico, Señor. 

Haz que muera por Ti, por tu doctrina...

 

"Nunca será suficiente para obtener la felicidad que Juan de Zebedeo describió y Tú aprobaste. Te lo suplico, Señor. Haz que muera por Ti, por tu doctrina..."

"¡Pides mucho! La vida del hombre está en manos de mi Padre..."

"Pero todas tus oraciones son acogidas, como todo lo que dijeres. Pídelo al Eterno por mí..."

El hombre se ha arrodillado ante Jesús, que lo mira fijamente y le dice: "¿Y no te parece martirio vivir cuando el mundo ha perdido toda atracción y el corazón suspira por el cielo, y que vive para enseñar a los demás el amor y para conocer las desilusiones del Maestro y perseverar infatigable en dar al Maestro almas? Haz siempre la voluntad de Dios, aun cuanto te parezca que la tuya es más heroica, y serás santo... Ved que los compañeros llegan con los alimentos. Vámonos a la ciudad antes de que apriete el calor."

Es el primero en bajar por ese montoncillo de arena, y toma por la vereda blanquecina que lleva a Cesarea Marítima.

VII. 711-714

A. M. D. G.