"LA SABIDURÍA, 

PORQUE ES UNA FORMA DE SANTIDAD, 

DA LUZ EN EL JUZGAR"

 


 

#Una mujer pregunta por el Rey de Israel. El Maestro   

#"Simón, puedes estar tranquilo. Las mujeres no están enfermas, y quiero escucharlas en paz. ¿Puedo entrar con ellas dentro?"   

#Jesús, que tiene un aspecto serio y pálido, dice con una sonrisa leve: "No es un lugar apropiado a vuestros gustos... pero no dispongo de otra cosa..."   

#Plautina cae de rodillas con los brazos extendidos y dice: "Maestro, mayor que cualquier otro. ¡Qué fácil es tenerte por santo cuando se siente tu corazón en tus palabras!  

 #Por eso y porque fueron justos en sus acciones. Pues no todo Israel es y ha sido santo, pese a ser Israel. No es el pertenecer por casualidad a un pueblo o a una religión lo que puede hacer santos a los hombre  

 #Luego la confesión que será la que dará la clave a la crueldad romana y a su resistencia al cristianismo... "porque nos parece, que si al hacerlo, traicionaríamos a la Patria..."   

#Las romanas le hablan de Virgilio   

#Decidle que esté tranquila. Y escuchad. Virgilio no fue grande sólo como poeta ¿o no es así?"  

 #"Su inteligencia, prendida en la pureza y en el genio, logró ascender y conocer una página que se refiera a Mí, y puede llamársele el poeta pagano y justo, un hombre dotado de espíritu profético y anterior a Mí por premio de sus virtudes."   

#"No necesito de nada más que de fe y amor. Pero hay una creatura que se encuentra en gran peligro y que esta noche tendrá el alma muerta. Claudia podría salvarla."   

#Después Plautina sin responder directamente, dice: "¿Y qué podría hacer Claudia ?"Salvar a esa pobre creatura. Una niña que el romano compró para su placer. Una virgen que mañana no lo será más."   

#Un esclavo quiere ver a Jesús   

#Pedro habla con Jesús pidiéndole que cuente todo lo sucedido   

#Ha llegado a la dársena silenciosa. Se detiene. Tres bultos bajan. Un hombre robusto, una mujer y una delicada figura. Se dirigen hacia la casa del cordelero. Jesús se levanta y sale a su encuentro.   

#Claudia se aprovechó del momento. Ennio desea regresar a Italia, de la que salió por haber perdido el favor imperial... Claudia le prometió el regreso en cambio de la muchacha.  

 #"Sed austeras y pacientes. Con vuestro ejemplo haréis mejores a vuestros maridos."   

#¡Perdona, Maestro! Todavía tiene el terror que le inspiraron las caricias de Ennio que estaba ebrio... Dice Jesús: "¡No tengas miedo! Te llevaré a casa de mi Madre, por algún tiempo. A la casa de Mamá, ¿entiendes?   

#"Adiós, Lidia. Di a Claudia que estas son las conquistas que pretendo, y no otras. Ven, niña. Partiremos al punto..."

 


 

Jesús está hospedado con la familia del cordelero. La casa es baja y con sarro por estar cerca del mar. Detrás de ella están los depósitos, que no huelen bien, y donde se descargan las mercancías que compran los comerciantes. Delante de la casa hay una calle polvorienta, por donde pasan carretas pesadas y llena de ruido que producen los cargadores, los golfos, los carreteros, los marineros que van y vienen sin cesar. Más allá de la calle se ve una pequeña dársena de aguas aceitosas por los deshechos que se arrojan y por su inmovilidad. De la dársena emerge un canal que desemboca en el verdadero puerto que es amplio, capaz de dar acogida a grandes naves. Del lado oriental otra plazoleta, más pequeña, menos ruidosa y desordenada, donde hombres y mujeres reparan redes y velas. Se ven también casuchas bajas y llenas de sarro, repletas de muchachillos semidesnudos.

No se puede decir en justicia que Jesús haya escogido un alojo señorial. Moscas, polvo, ruido, hedor a aguas estancadas, olor al cáñamo metido en agua antes de que se le use, es lo que reina por aquí. Y el Rey de reyes, echado con sus discípulos sobre montes de cáñamo, duerme cansado en este pobre lugar, que sirve de escondrijo y también de almacén, y que está detrás de la casa. Se entra a ella por una puerta negra como el tizne de la cocina que también es negra, y por una puerta apolillada y vieja con el polvo y sarro, que le dan un color blanco-grisáceo de pómez, se va a la plaza donde se fabrican los lazos y de donde emanan olores de cáñamo.

El sol fustiga la plaza pese a cuatro gigantescos plátanos, dos en cada ángulo de la plaza rectangular, bajo los que están los malacates para torcer el cáñamo. No sé si me explico bien al tratar de describir los instrumentos. Los hombres, con una túnica, apenas lo suficientemente grande para cubrir lo que es la decencia, bañados en sudor como si estuviesen bajo una regadera, dan vueltas y vueltas a su malacate, sin cesar, como galeotes condenados al trabajo. No hablan más que las palabras indispensables a su trabajo. Así, pues, si quitamos el chirrido de las ruedas de los malacates y el del cáñamo estirado, no se oye otro rumor en la plaza; lo que es un contraste raro con el rumor de los otros lugares que rodean la casa del cordelero.

Por esto es sorprendente, como algo jamás imaginado, que uno de los trabajadores exclame: "¿Mujeres? ¿Y a estas horas? ¡Mirad! Vienen hacia aquí..."

"Andarán buscando cordeles para amarrar a sus maridos..." dice con mofa un joven.

"Puede ser que necesiten de cáñamo para sus trabajos."

"¿Del nuestro, tan burdo, cuando pueden conseguir uno muy fino?"

"El nuestro cuesta menos. ¿Ves? Son pobres..."

"Pero no son hebreas. Mira que el manto es diverso..."

"Así es. Acá en  Cesarea hay de todo un poco..."

"Tal vez busquen al Rabbí. Estarán enfermas... Mira cómo vienen cubiertas, y con este calor..."

"Con tal de que no sean leprosas... Miseria, sí; pero lepra, no. No la quiero ni siquiera resignándome a la voluntad de Dios" dice el cordelero a quien todos obedecen."¿No has oído al Maestro?: "Es menester aceptar todo lo que Dios nos manda". "

"Pero la lepra no la manda Dios. La proporcionan los pecados, los vicios y el contagio..."

Las mujeres están ya a sus espaldas, no de estos que hablan y que están en un ángulo de la plaza, sino de los que están junto a la casa; una de ellas se inclina para decir algo a uno de los cordeleros, que se voltea admirado y se queda como tonto.

"Vamos a oír un poco... Tan cubiertas... Buenas las tendría con la lepra y con tantos hijos..." dice el dueño del negocio, que deja de dar vueltas al malacate y va hacia las mujeres. Sus compañeros lo siguen...

 

Una mujer pregunta por el Rey de Israel. El Maestro

 

"Simón, esta mujer desea algo, pero habla una lengua extranjera. Háblale tú, que has navegado" dice aquel a quien la mujer había hablado al principio.

"¿Qué quieres?" pregunta con voz ronca el cordelero, tratando de ver su cara bajo el velo oscuro que lleva.

Y con un griego clásico responde la mujer: "Al Rey de Israel. Al Maestro."

"Ah, comprendí. ¿Sois leprosas?"

"No."

"¿Quién me lo asegura?"

"El te lo puede decir. Pregúntaselo."

 El hombre no sabe qué hacer... Luego: "Bien. Haré un acto de fe y Dios me protegerá... Lo voy a llamar. Quedaos aquí."

Las mujeres, que son cuatro, no se mueven. Forman un grupo extraño y mudo. Los cordeleros, que se han acercado, las miran con asombro y con un temor marcado.

El cordelero se va al almacén, toca a Jesús que duerme. "Maestro... Ven acá. Te buscan."

Jesús se despierta y se levanta al punto. Pregunta: "¿Quién?"

"Mujeres griegas... todas cubiertas. Dicen que no son leprosas y que Tú lo puedes asegurar."

"Voy al punto" dice Jesús amarrándose las correas de sus sandalias, y abrochándose el cuello. Se pone a la cintura la faja que se había quitado para poder dormir mejor. Sale con el cordelero. La mujeres le vienen al encuentro.

"Quedaos allí, os lo digo. No quiero que vengáis a donde están jugando los niños... Primero quiero que afirme que estáis sanas."

 

"Simón, puedes estar tranquilo. 

Las mujeres no están enfermas, y quiero escucharlas en paz.

 ¿Puedo entrar con ellas dentro?"

 

Las mujeres se detienen. Jesús llega a ellas. La más alta, no la que habló antes en griego, dice una palabra en voz baja. Jesús se vuelve al cordelero: "Simón, puedes estar tranquilo. Las mujeres no están enfermas, y quiero escucharlas en paz. ¿Puedo entrar con ellas dentro?"

 "No. Está la vieja que es una charlatana y una curiosa. Vete al fondo: bajo el techado de las tinas. Allí hay una pequeña habitación. Allí estarás solo y en paz."

 

Jesús, que tiene un aspecto serio y pálido, 

dice con una sonrisa leve: 

"No es un lugar apropiado a vuestros gustos... 

pero no dispongo de otra cosa..."

 

"Venid" dice Jesús a las mujeres. Va con ellas al fondo de la plaza, bajo los techos apestosos, entra a una habitacioncilla donde hay utensilios rotos, harapos, restos de cáñamo, gigantescas telarañas, y donde la peste de la maceración del cáñamo y del moho repugnan lo indecible. Jesús, que tiene un aspecto serio y pálido, dice con una sonrisa leve: "No es un lugar apropiado a vuestros gustos... pero no dispongo de otra cosa..."

"No vemos al lugar, sino al que en estos momentos está en él" responde Plautina, que se quita el velo y el manto. Lo mismo hacen Lidia, Valeria y la liberta Albula Domitila.

"De esto colijo que, pese a todo, todavía me consideráis como a un hombre justo."

"Y más que eso. Y Claudia nos manda precisamente porque cree que eres más que un justo y no tiene en cuenta lo que oyó. Pero quiere para venerarte con mayor razón que Tú mismo se lo digas."

"O para no hacerlo, si me muestro a ella como quisieron pintarme. Pero decidle que no hay nada de eso. No tengo miras humanas. Mi ministerio y mi deseo es tan sólo sobrenatural y nada más. Quiero, sí, reunir en su solo reino a todos los hombres. ¿A qué hombres? ¿A los que están hechos de carne y sangre? No. Eso lo dejo, cosa corruptible, a las monarquías que pasan, a los reinos que se tambalean. Quiero reunir bajo mi único cetro sólo los corazones de los hombres, espíritus inmortales en un reino inmortal. Cualquier otra versión la rechazo como contraria a mi voluntad, la haya dado o la de quien fuere. Y os ruego que creáis y que digáis a quien os envía, que la Verdad no tiene sino una sola palabra..."

"Tu apóstol habló con demasiada seguridad."

"Es un muchacho exaltado. Y como tal hay que escucharlo."

"Pero te hace daño. Regáñalo... Arrójalo de Ti..."

"Entonces ¿dónde estaría mi misericordia? El lo hace llevado de un amor equivocado. ¿No debo acaso compadecerlo? ¿Y qué cambiaría, si lo arrojase de Mí? Haría doble mal a sí y a Mí."

"Es para Ti como una zancadilla."

"Es para Mí un infeliz a quien tengo que redimir..."

 

Plautina cae de rodillas con los brazos extendidos y dice:

 "Maestro, mayor que cualquier otro. 

¡Qué fácil es tenerte por santo cuando se siente tu corazón 

en tus palabras! 

 

Plautina cae de rodillas con los brazos extendidos y dice: "Maestro, mayor que cualquier otro. ¡Qué fácil es tenerte por santo cuando se siente tu corazón en tus palabras! ¡Qué fácil es amarte y seguirte debido a esta caridad tuya que es todavía mayor que tu inteligencia!"

"No mayor, sino que es más asequible a vosotras... cuyo entendimiento está envuelto en muchos errores y no sois lo demasiado generosas para despojaros de ellos y aceptar la Verdad."

"Tienes razón. Eres tan adivino como sabio."

"La sabiduría, porque es una forma de santidad, da siempre luz en el juzgar, bien se trate de cosas pasadas o presentes, bien de advertencia previa a hechos futuros."

"Por esto vuestros profetas..."

"Eran unos santos. Dios se comunicaba a ellos con una gran plenitud."

"¿Eran santos, porque eran de Israel?"

 

Por eso y porque fueron justos en sus acciones. 

Pues no todo Israel es y ha sido santo, pese a ser Israel. 

 

No es el pertenecer por casualidad a un pueblo 

o a una religión 

lo que puede hacer santos a los hombre

 

"Por eso y porque fueron justos en sus acciones. Pues no todo Israel es y ha sido santo, pese a ser Israel. No es el pertenecer por casualidad a un pueblo o a una religión lo que puede hacer santos a los hombre. Pueden ayudar a serlo y en mucho, pero no son el factor absoluto de la santidad."

"¿Cuál es, entonces, ese factor?"

"La voluntad del hombre. La voluntad que hace que las acciones del hombre sean santas si es buena, perversas si es mala."

"Entonces... entre nosotros puede ser que haya justos."

"Así es, y no cabe duda que entre vuestros antepasados hubo justos, y los hay entre los que viven actualmente. Porque sería muy horrible que todo el mundo pagano perteneciese a los demonios. Quienes de entre vosotros se sienten atraídos hacia el Bien y la Verdad, y huyen del vicio y de las malas acciones que envilecen al hombre, creedme que están ya en el sendero de la justicia."

"Entonces Claudia..."

"Sí. Y vosotras. Perseverad."

"Pero ¿si muriéramos antes... de convertirnos a Ti? ¿Para que serviría el haber sido virtuosas?"

"Dios es justo en el juzgar. Pero ¿por qué debéis dar las espaldas al Dios verdadero?"

 

Luego la confesión que será la que dará la clave a la

 crueldad romana y a su resistencia al cristianismo... 

 

"porque nos parece, que si al hacerlo, 

traicionaríamos a la Patria..."

 

Las tres mujeres bajan la cabeza... Un silencio... Luego la confesión que será la que dará la clave a la crueldad romana y a su resistencia al cristianismo... "porque nos parece, que si al hacerlo, traicionaríamos a la Patria..."

"Al revés, la servirías, pues la haríais moral y espiritualmente más grande porque sería fuerte con la posesión y protección de Dios además de su ejército y riquezas. Roma, la Urbe del mundo, la Urbe de la religión universal... Pensadlo..." 

Un silencio...

Confrontamos los diversos profetas que en todos los tiempos, naciones y religiones hablaron de Ti. Pero nadie mejor que nuestro Virgilio te presagió...

 

Las romanas le hablan de Virgilio

 

Luego, Lidia encendida como una llama, dice: "Maestro, hace tiempo que buscábamos en las páginas de nuestro Virgilio algo referente a Ti. Porque para nosotros tienen más valor las... profecías de los que no han tenido relación con la fe de Israel que las de vuestros profetas, en los que podemos pensar que hubo sugestiones de creencias milenarias... Y lo discutimos... Confrontamos los diversos profetas que en todos los tiempos, naciones y religiones hablaron de Ti. Pero nadie mejor que nuestro Virgilio te presagió... ¡Cuánto hablamos aquel día también con Diómedes, el liberto griego, astrólogo a quien mucho quiere Claudia! El sostuvo que esto sucedió porque los tiempos eran más cercanos, y los astros lo decían con sus conjunciones... Para apoyo de su tesis, adujo el hecho de los tres Sabios de los tres países de Oriente, que vinieron a adorarte cuando eras un infante, y con ello provocaron la matanza de que la misma Roma se horrorizó... Pero no nos persuadimos porque... no obstante que tu manifestación ha sucedido en nuestros tiempos, por cincuenta años ninguno de los sabios del mundo ha hablado de Ti por voz de los astros. Claudia exclamó: "¡Hace falta el Maestro! Nos diría la verdad y conoceríamos el lugar y destino inmortal de nuestro más grande poeta". Querrías decirnos... por Claudia... Algo que nos muestre que no estás irritado contra ella."

 

Decidle que esté tranquila. Y escuchad. 

Virgilio no fue grande sólo como poeta 

¿o no es así?"

 

"He comprendido su reacción de romana, y no le guardo ningún rencor. Decidle que esté tranquila. Y escuchad. Virgilio no fue grande sólo como poeta ¿o no es así?"

"¡Oh, no! Lo fue también como hombre. En medio de una sociedad que estaba ya corrompida y viciada, fue un faro de pureza espiritual. Nadie puede decir haberlo visto lujurioso, amante de orgías y de costumbres licenciosas. Sus escritos son castos, y mucho más casto fue su corazón. Tanto es así que en los lugares en que por más tiempo vivió, se le llamó "la doncella" para vergüenza de los viciosos y veneración de los buenos."

"Ahora bien, ¿en el alma pura de un hombre casto no habrá podido reflejarse Dios, aun cuando ese hombre fuese pagano? La Virtud perfecta ¿no habrá amado al virtuoso? Y si se le concedió amar y ver la Verdad debido a la belleza pura de su corazón ¿no podrá haber tenido un fulgor de profecía? ¿De una profecía que no es más que la verdad que se descubre a quien merece conocer la Verdad como premio e incentivo para una virtud mayor?"

"Entonces... ¿profetizó de Ti?"

 

"Su inteligencia, prendida en la pureza y en el genio, 

logró ascender y conocer una página que se  refiera a Mí, 

y puede llamársele el poeta pagano y justo, 

un hombre dotado de espíritu profético 

y anterior a Mí por premio de sus virtudes."

 

"Su inteligencia, prendida en la pureza y en el genio, logró ascender y conocer una página que se  refiera a Mí, y puede llamársele el poeta pagano y justo, un hombre dotado de espíritu profético y anterior a Mí por premio de sus virtudes."

"¡Oh, nuestro Virgilio! ¿Y tendrá algún premio?"

"Ya lo dije: "Dios es justo". Pero vosotras no imitéis al poeta deteniéndoos hasta donde llegó. Avanzad, porque la Verdad no se os ha mostrado por intuición o en parte, sino completa, y os ha hablado."

"Gracias, Maestro... Nos retiramos. Claudia nos dijo que te preguntásemos si te puede ser útil en asuntos morales" dice Plautina sin continuar el tema anterior.

"Y os mandó que me dijeseis, si soy un usurpador.."

"¡Oh, Maestro! ¿Cómo lo sabes?"

"¡Soy más que Virgilio y que los profetas!..."

"¡Es verdad! ¡Todo es verdad! ¿Podemos servirte?"

 

"No necesito de nada más que de fe y amor. 

 

Pero hay una creatura que se encuentra en gran peligro

 y que esta noche tendrá el alma muerta. 

 

Claudia podría salvarla."

 

"No necesito de nada más que de fe y amor. Pero hay una creatura que se encuentra en gran peligro y que esta noche tendrá el alma muerta. Claudia podría salvarla."

"¡Quién! ¿El alma muerta?"

"Un patricio vuestro da una cena y ..."

"¡Ah, sí! Ennio Casio. También mi marido fue invitado..." dice Lidia.

"Y también el mío... También nosotras para decir verdad. Pero como Claudia se abstiene, también nosotras nos abstendremos. Habíamos decidido retirarnos inmediatamente después de la cena, si es que íbamos... Porque... nuestras cenas terminan en orgías... que no podemos soportar... Y con el enojo de que nuestros maridos no se preocupan de nosotras, nos salimos..." dice Valeria con energía.

"No por enojo... por piedad a su miseria moral..." corrige Jesús.

"Es difícil, Maestro... Sabemos lo que pasa allí dentro..."

"Yo también sé muchas cosas que suceden en los corazones... y sin embargo perdono..."

"Tú eres un santo..."

"Vosotras debéis serlo. Porque lo quiero y porque a ello os empuja vuestra voluntad..."

"Maestro..."

"Sí. ¿Podéis afirmar que sois felices como antes de conocerme? ¿Felices en la miserable y brutal felicidad, en la sensualidad de paganas que ignoran no ser más que un pedazo de carne, ahora que conocéis un poco a la Sabiduría?..."

"No, Maestro. Lo tenemos que decir claro. Estamos descontentas, inquietas como uno que busca un tesoro y no lo encuentra."

"Y está ante vosotras. Lo que os inquieta es el ansia de vuestros corazones por la Luz, el sentirse mal porque tardáis... en darles lo que os piden..."

 

Después Plautina sin responder directamente, dice: 

"¿Y qué podría hacer Claudia? "

 

Salvar a esa pobre creatura. 

Una niña que el romano compró para su placer. 

Una virgen que mañana no lo será más."

 

Un silencio. Después Plautina sin responder directamente, dice: "¿Y qué podría hacer Claudia?"

"Salvar a esa pobre creatura. Una niña que el romano compró para su placer. Una virgen que mañana no lo será más."

"Si la compró... le pertenece."

"No es un mueble. Dentro de su cuerpo hay un alma..."

"Maestro... nuestras leyes..."

"Mujeres: ¡la ley de Dios..."

Claudia no va a ir a la fiesta..."

"No le digo que vaya; os digo que le transmitáis lo siguiente: "El Maestro, para asegurarse que Claudia no tiene nada contra El, le pide que le ayude en favor de esta niña"..."

"Se lo diremos. Pero no podrá hacer nada... Esclava adquirida... objeto del que se puede disponer..."

"Mi religión enseñará que el esclavo tiene un alma semejante al César, mejor en muchos casos, y que esa alma pertenece a Dios y que quien la corrompe es maldito." Jesús lo dice con severidad y energía.

Las mujeres se sacuden a la voz severa de la orden. Se inclinan sin replicar. Se ponen otra vez los mantos y los velos. Dicen: "Lo transmitiremos. Salve, Maestro."

"Hasta pronto."

Las mujeres salen hacia la plaza que arde. Plautina se vuelve y dice: "Para todos éramos mujeres griegas. ¿Entendido?"

"Entendido. Id tranquilas."

Jesús se queda solo en el portal bajo. Las mujeres regresan por el camino por el que vinieron.

Los cordeleros regresan a su trabajo.

Jesús regresa despacio al almacén. Está pensativo. No se echa sobre el montón de cáñamo. Se sienta sobre un montón de cuerdas enrolladas. Ora intensamente. Los once continúan durmiendo profundamente...

 

Un esclavo quiere ver a Jesús

 

Y así pasa el tiempo... cerca de una hora. Después el cordelero asoma su cabeza y hace señal a Jesús de que vaya a la puerta. "Hay un esclavo. Te quiere ver."

El esclavo, un númida, está afuera, en la plaza, llena todavía de sol. Se inclina y, sin hablar, entrega una tableta encerada. Jesús lee y dice: "Dirás que esperaré hasta antes del alba. ¿Entendido?" El esclavo dice que sí con la cabeza, y para que vea Jesús por qué no habla, abre su boca, y le enseña la lengua tronchada. "¡Infeliz!" dice Jesús, acariciándolo.

Por las mejillas del esclavo caen dos lágrimas. Toma la mano blanca entre las suyas negras y se la pone en la cara, la besa, se la lleva al pecho y se echa en tierra. Toma el pie de Jesús y se lo pone sobre la cabeza... Un lenguaje de gestos para mostrar su agradecimiento por ese gesto de amor... Y Jesús repite: "¡Infeliz!", pero no hace ademán de curarlo.

El esclavo se levanta, pide la tableta encerada... Claudia no quiere dejar huellas de su contacto epistolar... Jesús sonríe y devuelve la tableta. El númida parte y Jesús va a donde está el cordelero.

"Debo quedarme hasta antes del alba... ¿Me lo permites?"

"Todo lo que quieras. Me desagrada ser pobre..."

"Me agrada que seas honrado."

"¿Quiénes eran esas mujeres?"

"Unas extranjeras que necesitaban de consejo."

"¿Están sanas?"

"Como Yo y tú."

"Entonces, está bien... He ahí a tus apóstoles..."

Los once salen del almacén, todavía restregándose los ojos, estirándose soñolientos.

"Maestro... hay que cenar antes de..." dice Pedro.

"No. No parto sino al amanecer."

 

Pedro habla con Jesús pidiéndole 

que cuente todo lo sucedido

 

"¿Por qué?"

"Porque me pidieron que así lo hiciera."

"¿Por qué? ¿Quién? Es mejor caminar de noche. La luna es nueva."

"Espero salvar a una creatura... Y esto es más luminoso que la luna y más refrescante que las frescuras de la noche."

Pedro lo lleva aparte: "¿Qué pasó? ¿Viste a las romanas? ¿Qué humor tienen? ¿Son ellas las que se van a convertir? Dímelo..."

Jesús sonríe: "Si me dejas responder, te lo diré, hombre curiosísimo. Vi a las romanas. Muy lentamente caminan hacia la Verdad, pero no retroceden. Lo que ya es mucho."

"Y... acerca de lo que dijo Judas... ¿hay algo?"

"Que continúan venerándome como a un sabio."

"¿Por causa de Judas? ¿Es él el que lo ha hecho?"

"Vinieron a buscarme a Mí, no a él..."

"Entonces ¿por qué tuvo miedo de encontrarse con ellas? ¿Por qué no quería que vinieses a Cesarea?"

"Simón, no es la primera vez que Judas tiene caprichos estrambóticos..."

"Es verdad. Y ... ¿van a venir esta noche las romanas?"

"Ya vinieron."

"Entonces ¿por qué esperamos hasta que amanezca?"

"¿Por qué eres tan curioso?"

"Maestro, sé bueno... Dime todo."

"Te lo diré para quitarte toda duda... También tu escuchaste la conversación de aquellos tres romanos..."

"Claro que la oí. Inmundos. Apestosos. Demonios. Pero a nosotros ¿qué nos importa?... ¡Ah, entiendo! Las romanas van a ir a la cena, y luego vendrán a pedirte perdón por haber estado en medio de la inmundicia. Me maravilla que asientas a ello."

"Yo me maravillo de que formes juicios temerarios."

"¡Perdóname, Maestro!"

"Sí, pero ten en cuenta que las romanas no van a ir a la cena y que Yo pedí a Claudia que interviniese en favor de esa muchachita..."

"¡Oh, pero Claudia no puede hacer nada! El romano compró la muchacha, y tiene todo el poder sobre ella."

"Pero Claudia tiene mucho poder sobre el romano. Y Claudia me mandó a decir que no parta hasta antes del alba. No hay otra cosa. ¿Estás contento ahora?"

"Sí, Maestro, pero no has descansado nada... Ven... ¡Estás cansado! Vigilaré para que te den paz... Ven, ven..." y amorosamente tiránico lo jala, lo empuja, lo obliga a tirarse sobre el montón de cáñamo.

Pasan las horas. El sol se oculta. Cesa el trabajo. Los niños gritan y hacen más ruido por calles y plazoletas, como las golondrinas en el firmamento. La noche ya entró. Las golondrinas se van a sus nidos y los niños a la cama. Uno tras uno van muriendo los ruidos, hasta que queda el del choque de las aguas en el canal y el estrépito de las ondas en la playa. Cierran las puertas de las casas los cansados trabajadores, se apagan las luces, y el dulce beleño se apodera de todos, y los hace ciegos, mudos... Sale la luna y con sus rayos de plata besa el sucio espejo de la pequeña dársena que parece ahora una losa de plata...

Los apóstoles nuevamente duermen sobre el cáñamo... Jesús está sentado sobre uno de esos malacates; las manos sobre las rodillas. Ora, piensa, aguarda... No quita los ojos del camino que viene de la ciudad.

La luna se levanta, sube más; casi está perpendicular a su cabeza. El mar retumba con mayor fuerza, el canal despide más fuertes hedores, la hoz de la luna que se baña con sus rayos en el mar, se hace más grande, más extensa, más lejana: cual un camino de luz que de los confines del mundo parezca acercarse a Jesús, que sube por el canal, y se sumerge en la dársena.

 

Ha llegado a la dársena silenciosa. Se detiene. 

Tres bultos bajan. 

Un hombre robusto, una mujer y una delicada figura. 

Se dirigen hacia la casa del cordelero. 

Jesús se levanta y sale a su encuentro.

 

Por este camino avanza una barca, pequeña, de color blanquecino. Avanza, boga sin dejar huellas duraderas de su paso... Sube por el canal... Ha llegado a la dársena silenciosa. Se detiene. Tres bultos bajan. Un hombre robusto, una mujer y una delicada figura. Se dirigen hacia la casa del cordelero. Jesús se levanta y sale a su encuentro.

"La paz sea con vosotros. ¿A quién buscáis?"

"A Ti, Maestro" dice Lidia descubriéndose y acercándose ella sola. Dice: "Claudia hizo lo que le pediste, porque era cosa justa y completamente moral. Aquella es la muchachita. Dentro de poco tiempo Valeria la tomará como doncella de su pequeña Fausta. Pero te ruega que entretanto la tengas. Que puedes confiarla a tu Madre o a la madre de tus parientes. Es pagana del todo. Mejor dicho, es peor que pagana. El dueño que la alimentó no le enseño nada en absoluto. Nunca ha oído hablar ni del Olimpo, ni de otra cosa. Tan sólo se siente aterrorizada ante los hombres porque hace unas cuantas horas la vida se le reveló como es, brutal, cruel..."

"¡Oh! ¿Demasiado tarde?"

 

Claudia se aprovechó del momento. 

 

Ennio desea regresar a Italia, 

de la que salió por haber perdido el favor imperial... 

Claudia le prometió el regreso 

en cambio de la muchacha. 

 

"No, materialmente... El la preparaba poco a poco... digamos... para su sacrilegio. Y la niña está espantadísima... Claudia tuvo que dejarla durante toda la cena cerca de ese sátiro, y sólo quiso intervenir cuando el vino lo había casi imposibilitado para pensar bien. No es necesario que te diga que si el hombre siempre es un lúbrico en sus amores sensuales, lo es mucho más cuando está ebrio... Pero sólo entonces es un juguete con el que se puede hacer lo que se quiera, y arrebatarle su tesoro. Claudia se aprovechó del momento. Ennio desea regresar a Italia, de la que salió por haber perdido el favor imperial... Claudia le prometió el regreso en cambio de la muchacha. Ennio mordió el anzuelo... Mañana, cuando no está ya borracho, protestará, la buscará, hará su comedia. Pero también mañana Claudia buscará el modo de hacerlo callar.."

"¿Con la violencia? ¡No!"

"¡Oh, violencia empleada a buen fin! Pero no será necesaria. Sólo Pilatos, que todavía no vuelve en sí del vino que digirió esta noche, firmará la orden de que Ennio vaya a presentarse a Roma... ¡Ah, ah!... Y partirá en el primer buque militar. Pero entretanto... es mejor que la niña esté en otra parte, por temor de que Pilatos se arrepienta y revoque la orden... ¡Es muy endeble! Y es mejor así para que la niña olvide las asquerosidades humanas. ¡Oh, Maestro!... Por este motivo fuimos a la cena... Pero ¿cómo pudimos ir allá hasta unos cuantos meses, sin haber sentido náuseas? Tan pronto obtuvimos lo que se deseaba, nos salimos... Todavía nuestros maridos están imitando a los brutos... ¡Qué nauseas, Maestro!... Y debemos recibirlos después... después que..."

 

"Sed austeras y pacientes. Con vuestro ejemplo 

haréis mejores a vuestros maridos."

 

"Sed austeras y pacientes. Con vuestro ejemplo haréis mejores a vuestros maridos."

"¡Oh, no es posible! Tú no sabes..." La mujer llora más de coraje que de dolor. Jesús suspira. Lidia continúa: "Claudia te manda a decir que lo hizo para mostrarte que te venera como el Único Hombre que merece veneración Y quiere que te diga que te agradece haberle enseñado lo que vale un alma y lo que vale la pureza. Lo recordará siempre. ¿Quieres ver a la niña?"

"Sí. ¿El hombre quién es?"

"El númida mudo que emplea Claudia para sus servicios secretos. No hay ningún peligro de delación... No tiene lengua..."

Jesús repite como al mediodía: "¡Infeliz!" Pero tampoco ahora hace el milagro.

 

¡Perdona, Maestro! 

Todavía tiene el terror que le inspiraron 

las caricias de Ennio que estaba ebrio... 

 

Dice Jesús: 

"¡No tengas miedo! Te llevaré a casa de mi Madre, 

por algún tiempo. 

A la casa de Mamá, ¿entiendes?

 

Lidia va a tomar la niña de la mano, y casi la arrastra hasta donde está Jesús. Dice a modo de explicación: "Sabe unas cuantas palabras latinas, judías casi ninguna... Es una salvajita... Que la buscaron únicamente como objeto de placer." Dirigiéndose a la niña: "No tengas miedo. Dile "gracias". El fue el que te salvó... Arrodíllate. Bésale los pies. ¡Ea, hazlo! ¡No tengas miedo!... ¡Perdona, Maestro! Todavía tiene el terror que le inspiraron las caricias de Ennio que estaba ebrio..."

"¡Pobre niña!" dice Jesús poniendo su mano en la cabeza de la niña. "¡No tengas miedo! Te llevaré a casa de mi Madre, por algún tiempo. A la casa de Mamá, ¿entiendes? Y tendrás a tu alrededor muchos hermanos buenos... ¡No tengas miedo, hijita mía!"

¿Qué hay en la voz de Jesús, en su mirada? Hay todo: paz, seguridad, pureza, amor santo. La niña lo siente, se echa atrás el manto con su capucho para mirarlo mejor, y aparece la figura delicada de una niña asomada a las puertas de la pubertad. Sus modales no son rebuscados. Su cara es inocente. El vestido que trae le queda muy largo...

"Estaba casi desnuda... Le puse los primeros vestidos que encontré... y otros en la alforja..." dice Lidia.

"¡Una niña!" dice con piedad Jesús. Y tomándole de la mano, le pregunta: "¿Quieres venir conmigo?"

"Sí, patrón."

"No. No soy patrón. Dime, Maestro."

"Sí, Maestro" dice con más confianza la niña. Y una tímida sonrisa brilla por esa carita en que antes estaba dibujada la palidez y el miedo.

"¿Eres capaz de caminar mucho?"

"Sí, Maestro."

"Después descansarás en la casa de mi Mamá, en mi casa, hasta que llegue Fausta... una niña que vas a querer mucho... ¿Quieres?"

"¡Oh, sí!..." y la niña confiada levanta sus ojos puros de un color verde-azul bellísimo entre cejas de oro y se atreve a preguntar: "¿Ya no más aquel patrón?" y un rayo de terror vuelve a turbar su mirada.

"No más" le vuelve a prometer Jesús, poniéndole nuevamente la mano sobre su abundante cabellera rubia.

"Adiós, Maestro. Dentro de pocos días estaremos también nosotras en el lago. Tal vez nos podremos ver una vez más. Ruega por las pobres romanas."

 

"Adiós, Lidia. Di a Claudia 

que estas son las conquistas que pretendo, y no otras. 

Ven, niña. Partiremos al punto..."

 

"Adiós, Lidia. Di a Claudia que estas son las conquistas que pretendo, y no otras. Ven, niña. Partiremos al punto..."

Y, tomándola de la mano, se dirige a la puerta del almacén y llama a los apóstoles.

Mientras la barca regresa sin dejar traza de haber venido y entra al   

VII.723-734

A. M. D. G.