LA PARÁBOLA DE LA VIÑA 

Y DEL LIBRE ALBEDRÍO

 


 

#Se sientan para repartir la comida mutuamente  

 #Parábola. Empieza con un tema genérico: "¡Qué hermosos se ven los viñedos de la llanura!"   

#"A decir verdad, la dijiste ya. Bastaría con sacar las conclusiones y decir que las almas son las vides..."   

#Llegada al uso de razón, el hombre empezó a razonar y a distinguir entre el bien ye le mal; y cayó en la cuenta de que tenía una viña que debía cultivar según él quisiera, y también de que tenía un viñador: su libre albedrío.   

#Ya es mucho que Dios haya concedido a las criaturas caídas por herencia de la culpa, merecer el premio de ser santos, volviendo a nacer por propia voluntad, a la naturaleza original de criaturas perfectas que el Creador había concedido serlo a Adán y a Eva, y a sus descendientes   

#Ahora bien, ¿qué sucede con las almas?   

#Pero en verdad os digo que hay inteligencias precoces, por las que los niños pueden ser responsables aun ya antes de los seis años. Tenemos niños responsables de sus acciones aun a los tres años, a los cuatro, responsables porque saben que esto es bueno y aquello malo, y quieren libremente esto o aquello.   

#Este es el estado de un alma que tiene por custodio y cultivador a un libre albedrío desordenado y vuelto hacia el Mal.   

#Mientras que el alma que posee un libre albedrío que vive dentro del orden y, por lo tanto, en la obediencia a la Ley establecida es una viña bañada con aguas puras, abundantes, fértil por la fe, debidamente cubierta con plantas de la esperanza que le hace sombra, llena del sol de la caridad, ayudada de la voluntad, abonada con la mortificación, ligada con la obediencia, podada con la fortaleza, guiada por la justicia, vigilada por la prudencia y por la conciencia.   

#En el puente encuentran a Judas

 


 

"La paz sea con vosotros, amigos míos. El Señor es bueno. Nos concede que nos veamos reunidos en un convite fraternal. ¿A dónde vais?"

"Algunos al mar, otros a los montes. Hasta aquí hemos caminando juntos y nuestro número aumentó con otros grupos que encontramos por el camino" dice Daniel, pastor del Líbano.

"Sí. Nosotros dos queríamos llegar hasta el gran Hermón. Al mismo tiempo que vamos apacentando las ovejas, podemos dar alimento a los corazones" dice Benjamín, su compañero.

 

Se sientan para repartir la comida mutuamente

 

"Buena idea. Yo iré por algún tiempo a Nazaret, luego estaré entre Cafarnaum y Betsaida hasta la nueva luna de Elul (entre agosto y septiembre). Os lo digo para que podáis encontrarme en caso de necesidad. Sentaos y juntemos nuestra comida para que nos la repartamos mutuamente."

Lo hacen así. Extienden sobre un paño sus... riquezas: tortas, queso, pescado salado, aceitunas, alguno que otro nuevo cocido, las primerizas manzanas... y con la misma alegría con que pusieron lo que traían se lo reparten también entre sí, después de que Jesús hizo la oferta y bendijo.

¡Qué contentos están con este banquete de amor! El cansancio, el calor no existen para ellos. Están anegados en el gozo de oír a Jesús que les pregunta lo que hicieron, los aconseja, o bien, les refiere lo que El hizo. Y aunque la hora es bochornosa y provoca al sueño, tantas son las ganas de oír al Maestro que nadie tiene deseos de pegar ojo. Terminada la comida, guardado lo poco que quedó, después de habérselo dividido por partes, se van a donde los árboles están más tupidos, y al rumor suave de las hojas, sentados alrededor de Jesús, le ruegan que les diga alguna bella parábola que les sirva de instrucción y de norma para la vida.

 

Parábola.  

Empieza con un tema genérico: 

"¡Qué hermosos se ven los viñedos de la llanura!"

 

Jesús, sentado de modo que tiene ante su vista la llanura de Esdrelón, en que no hay trigo, pero sí viñedos y árboles frutales, extiende su mirada sobre el panorama, como buscando un tema que le sirva. Sonríe. Lo encontró. Empieza con un tema genérico: "¡Qué hermosos se ven los viñedos de la llanura!"

"Muy hermosos. Están increíblemente cargados de uvas que van madurando. Se les cultiva bien, y por eso rinden mucho."

"Se tratará de viñas de buena clase..." insinúa Jesús, y continúa: "La llanura está dividida en varios predios pertenecientes a diversos ricos fariseos que los cultivan sin importarles lo que les costaron las viñas."

"¡Oh, de nada les hubiera servido haber comprado las mejores viñas, si no hubiesen continuando cuidándolas! De esto entiendo bastante, porque casi todas mis posesiones consisten en viñas. Pero, si no sudo, esto es, si no hubiese sudado como lo hacen todavía mis hermanos, créeme, Maestro, que no habría podido ofrecerte racimos de uvas como los del año pasado" dice un hombre como de cuarenta años, robusto, al que me parece haber visto, pero cuyo nombre no recuerdo.

"Tienes razón, Cleofás. Todo el secreto para tener buenas cosechas consiste en el cuidado que demos a nuestros campos" dice otro.

"Buenos frutos y también buenas ganancias. Si la tierra devolviese sólo lo que se gastó en ella, siempre sería un derroche de dinero. La tierra debe dar el fruto del capital que nos costó, además de una ganancia que nos permita aumentar nuestras riquezas. Porque hay que pensar siempre que un padre tiene que dar algo a sus hijos. Y que, según el número de los hijos, debe hacer las partes bien se trate de tierra, bien de dinero, para que todos puedan vivir. No creo que aumentar los beneficios para hacer bien a los hijos sea reprochable" insiste Cleofás.

"No lo es si se adquirió con el trabajo honesto y de modo honesto. Tú afirmaste que pese a lo bueno de los retoños que tuvieron que esperar, es menester trabajarlos mucho para poder tener alguna utilidad."

"Claro que sí, y antes de que brote el primer racimo... Que si necesita del tiempo ¿eh? Por esto se debe tener paciencia y trabajar, hasta que la viña eche hojas. Y luego, después de que produzca sus frutos y estén macizas, hay que vigilar para que no haya ramas inútiles, insectos nocivos, que hierbas parásitas no acaben con el terreno y ahoguen los pimpollos como las espinas y los farolillos, hay que hacer depósitos pequeños cerca de las raíces para que la lluvia penetre y las aguas se estanquen, que alimenten la planta y hay que echarle abono... Trabajo duro pero necesario, para que la uva, tan dulce, tan bella, que parece una piedra preciosa en cada racimo, se forme chupando de ese abono negro y apestoso. Parece imposible, pero así es. Y luego quitar las hojas para que el sol dé sobre los racimos, y cuando se termine la vendimia, ligar las plantas, podarlas, cubrir sus raíces con paja y excremento para preservarlas del frío; y aun durante el invierno vigilar por si el viento o algún sinvergüenza quitaron las estacas; y si la humedad ha destruido los lazos que sostenían las ramas. ¡Oh, que siempre hay que trabajar, mientras la vid esté viva!... y luego, después de muerta, hay que sacarla de la tierra, arrancar todas las raíces para que se plante nueva. Y sabes que es necesario tener una mano liviana y paciente y un ojo sutil para separar los perchones de las plantas muertas mezcladas con las de las buenas. Si uno lo hace ligeramente, sin poner atención, se causaría daño. ¡Es necesario conocer el oficio!... ¿Las vides? ¡Parecen ser unos hijos! Y antes de que un hijo llegue a ser un hombre, ¡cuánto hay que sudar para que esté sano en el cuerpo, y en el espíritu!... Pero yo estoy hablando, y no te he dejado hablar. Nos prometiste decirnos una parábola..."

 

"A decir verdad, la dijiste ya. 

Bastaría con sacar las conclusiones y decir 

que las almas son las vides..."

 

"A decir verdad, la dijiste ya. Bastaría con sacar las conclusiones y decir que las almas son las vides..."

"¡No, Maestro! Habla Tú. Yo... dije tonterías y no podemos hacer las aplicaciones."

"Está bien. Oíd.

 

Llegada al uso de razón, el hombre empezó a razonar 

y a distinguir entre el bien ye le mal; 

 

y cayó en la cuenta de que tenía una viña 

que debía cultivar según él quisiera, 

 

y también de que tenía un viñador: 

su libre albedrío.

 

Cuando nuestro ser no era más que carne en el seno de nuestra madre, Dios creó en los cielos el alma, para que el futuro ser tuviese su semejanza, y la puso en la carne que se desarrollaba en el seno materno. Llegado el tiempo de que el nuevo ser naciese, nació con su alma, que hasta el uso de razón fue como una tierra abandonada e inculta. Llegada al uso de razón, el hombre empezó a razonar y a distinguir entre el bien ye le mal; y cayó en la cuenta de que tenía una viña que debía cultivar según él quisiera, y también de que tenía un viñador: su libre albedrío.

De hecho, la libertad en seguir el propio camino, que dejó Dios al hombre, su hijo, es como un siervo capaz que Dios haya dado al hombre, su hijo, para que lo ayude a hacer fértil la viña, esto es, su alma.

 

Ya es mucho que Dios haya concedido a las criaturas caídas

 por herencia de la culpa, 

merecer el premio de ser santos, 

volviendo a nacer por propia voluntad, 

a la naturaleza original de criaturas perfectas 

que el Creador había concedido serlo a Adán y a Eva,

 y a sus descendientes

 

Si el hombre no tuviese que sudar para hacerse rico, para prepararse un futuro eterno de felicidad sobrenatural, si todo lo tuviese que recibir de Dios, ¿qué gracia habría en volver a aparecer santo, después que Lucifer corrompió la santidad original gratuita que Dios concedió a los primeros hombres? Ya es mucho que Dios haya concedido a las criaturas caídas por herencia de la culpa, merecer el premio de ser santos, volviendo a nacer por propia voluntad, a la naturaleza original de criaturas perfectas que el Creador había concedido serlo a Adán y a Eva, y a sus descendientes, si ellos se hubieran conservado inmunes de la culpa inicial.

 

Ahora bien, 

¿qué sucede con las almas?

 

El hombre caído debe volver a ser el hombre elegido por su propia voluntad. Ahora bien, ¿qué sucede con las almas?

Lo siguiente: El hombre confía su alma a su voluntad, a su libre albedrío, que se pone a trabajar la viña mientras es un terreno sin plantas, bueno, pero sin plantas que sirvan para algo. Tan sólo hierbas delicadas, florecillas de un día, era lo que había en los primeros años de su existencia: la bondad instintiva del niño que es bueno porque todavía es un ángel ignorante del bien y del mal.

 

Pero en verdad os digo que hay inteligencias precoces, 

por las que los niños pueden ser responsables 

aun ya antes de los seis años. 

 

Tenemos niños responsables de sus acciones 

aun a los tres años, a los cuatro, 

 

responsables porque saben que esto es bueno 

y aquello malo, 

y quieren libremente esto o aquello.

 

Me preguntaréis: "¿Por cuánto tiempo lo es?" Generalmente se dice: durante los primeros seis años. Pero en verdad os digo que hay inteligencias precoces, por las que los niños pueden ser responsables aun ya antes de los seis años. Tenemos niños responsables de sus acciones aun a los tres años, a los cuatro, responsables porque saben que esto es bueno y aquello malo, y quieren libremente esto o aquello. Desde el momento en que una criatura sabe distinguir la mala acción de la buena, es responsable. No antes. Por esto un tonto, aunque llegue a los cien años, es un irresponsable, pero a su vez tienen responsabilidad sus tutores, que con amor deben vigilarlo, y procurar que no se infiera daño alguno al prójimo o a sí mismo. Pero Dios no imputa al demente o al loco culpa alguna, porque por desgracia suya está privado de inteligencia.

Pero nosotros nos referimos a seres inteligentes y sanos de mente y cuerpo.

 

Así pues, el hombre confía su viña inculta a su trabajador:

 el libre albedrío, y él empieza a trabajar

 

Así pues, el hombre confía su viña inculta a su trabajador: el libre albedrío, y él empieza a trabajar. El alma: la viña con todo tiene una voz y la hace oír al libre albedrío. Una voz sobrenatural que se alimenta de voces sobrenaturales que Dios no niega jamás a las almas: la del Custodio, la de espíritus que Dios mismo envía, la de la Sabiduría, la de recuerdos sobrenaturales que el alma recuerda sin que el hombre tenga de ellos una conciencia completa. Y habla al libre albedrío con voz suave, suplicante, le pide que la adorne de plantas buenas, de que sea activo y prudente para que no se convierta en un montón de espinos venenosos, donde aniden serpientes y escorpiones, y hagan sus cuevas las zorras, la garduña y otros animales dañinos.

El libre albedrío no siempre es un buen cultivador. No siempre guarda la viña y la defiende con vallas, esto es, con una voluntad firme y buena, dispuesta a defender el alma contra los ladrones, parásitos, contra todo lo pernicioso, contra los violentos vientos que podrían hacer caer las florecillas de las buenas resoluciones cuando apenas están brotando del capullo de los deseos. ¡Oh, qué valla alta y fuerte es menester levantar alrededor del corazón para preservarlo del mal! ¡Cuán necesario es vigilar porque no se la fuerce, porque no se hagan en ella ni pequeños, ni grandes boquetes por los que entren las disipaciones, ni engañosas resquebraduras, en los cimientos, por donde se metan las víboras: los siete vicios capitales! ¡Cómo es necesario escardar, quemar las hierbas malas, podar, construir depósitos pequeños, abonar con la mortificación, curar con el amor a Dios y al prójimo la propia alma! Y vigilar con ojos atentos y claros y mente despejada para que los sarmientos que podían parecer buenos, no se hagan dañosos, lo que suele suceder, si no se les arranca sin compasión. Es mejor que haya una sola planta, pero bella, que muchas inútiles y nocivas.

Tenemos corazones, por lo tanto tenemos viñas en las que un cultivador despreocupado trabajó, plantó plantas nuevas: este trabajo, aquella idea, aquel deseo, que, aunque no malos, se pueden convertir en algo malo si no se vigila... ¡Cuántas virtudes perecen, al verse mezcladas con la sensualidad, porque no se las cuidó, porque es una palabra, el libre albedrío no está sostenido por el amor! ¡Cuántos ladrones entran a robar, a causar daños, a arrancar, porque la conciencia duerme, en vez de velar, porque la voluntad se debilita, se va muriendo; porque el libre albedrío se deja seducir y se hace esclavo del Mal, él que es libre!

 

Este es el estado de un alma 

que tiene por custodio  y cultivador 

a un libre albedrío desordenado y vuelto hacia el Mal.

 

¡Pensad! Dios hace al albedrío libre, y este se hace esclavo de las pasiones, del pecado, de las concupiscencias, del Mal en una palabra. Soberbia, ira, avaricia, lujuria, al principio mezcladas, después triunfantes sobre las plantas buenas... ¡Una desgracia! La sequía que agosta las plantas porque no hay más oración de unión con Dios, y , por lo tanto, no permanece el rocío de jugos benéficos en el alma. ¡Qué frío intenso se apodera de las raíces por la falta de amor a Dios y al prójimo! ¡Cuánta pobreza de terreno, porque no se acepta el abono de la mortificación y humildad! ¡Qué entrelace de ramas buenas y malas, porque no se tiene el valor de sufrir que se ampute lo que es nocivo! Este es el estado de un alma que tiene por custodio y cultivador a un libre albedrío desordenado y vuelto hacia el Mal.

 

Mientras que el alma que posee un libre albedrío 

que vive dentro del orden y, por lo tanto, 

en la obediencia a la Ley establecida  

 

es una viña bañada con aguas puras, abundantes, 

fértil por la fe, 

debidamente cubierta con plantas de la esperanza 

que le hace sombra, 

llena del sol de la caridad, 

ayudada de la voluntad, 

abonada con la mortificación,

 ligada con la obediencia, 

podada con la fortaleza, 

guiada por la justicia, 

vigilada por la prudencia y por la conciencia.

 

Mientras que el alma que posee un libre albedrío que vive dentro del orden y, por lo tanto, en la obediencia a la Ley establecida (para que el hombre sepa qué cosa es, cómo es, y cómo se conserva el orden, y que es heroicamente fiel al Bien, porque este eleva al hombre y lo hace semejante a Dios mientras el Mal lo embrutece y lo hace semejante al demonio), es una viña bañada con aguas puras, abundantes, fértil por la fe, debidamente cubierta con plantas de la esperanza que le hace sombra, llena del sol de la caridad, ayudada de la voluntad, abonada con la mortificación, ligada con la obediencia, podada con la fortaleza, guiada por la justicia, vigilada por la prudencia y por la conciencia. Y la gracia crece con tantos auxilios, crece la santidad y la viña se convierte en un jardín maravilloso en el que desciende Dios a buscar sus delicias hasta cuando, llegada la hora de la muerte y habiéndose conservado siempre la viña como un perfecto jardín, ordena El que sus ángeles trasladen esta realización de un libre albedrío lleno de voluntad y bondad, al grande y eterno jardín celestial.

Vosotros deseáis esta suerte. Luego vigilad para que el demonio, el mundo, la carne no seduzcan vuestro libre albedrío y arrasen vuestra alma. Vigilad que en vosotros exista el amor, y no el amor propio que apaga el auténtico amor y echa al alma en brazos de la sensualidad y desorden. Vigilad hasta el fin. Las tempestades podrán empaparos pero no haceros daño. Cargados con frutos, iréis a vuestro Señor por el premio eterno.

He terminado. Meditad ahora y descansad hasta el crepúsculo mientras Yo me retiro a orar."

"No, Maestro. Debemos ponernos en camino lo más pronto posible para llegar al poblado" dice Pedro.

"¿Por qué? ¡Todavía falta tiempo para el crepúsculo!" dicen varios.

"No estoy pensando ni en el crepúsculo, ni en el sábado. Pienso que no habrá pasado una hora antes que azote una furiosa tempestad. ¿Veis aquellas como lengüetas negras que, poco a poco, se asoman por los montes de Samaría? ¿Y aquellas blancas, que galopan veloces hacia el occidente? Un viento alto empuja a éstas, uno inferior a aquellas. Pero cuando están por acá, el viento alto cederá al cierzo, y las nubecillas negras, preñadas de granizo, bajarán y chocarán contra las blancas cargadas de rayos, y sentiréis la música que tocarán. ¡Ea, pronto! Soy pescador y leo en los cielos."

Jesús es el primero en obedecer y listos todos se ponen en camino hacia las casas de la llanura...

 

En el puente encuentran a Judas

 

En el puente encuentran a Judas que grita: "¡Maestro mío, cuánto he sufrido sin Ti! ¡Sea Dios bendito que premió mi constancia en esperarte aquí! ¿Qué tal en Cesarea?"

"La paz sea contigo, Judas" responde lacónicamente Jesús y añade: "Hablaremos después. Vente, que la tempestad se nos echa encima."

De hecho las rachas de viento, que levantan nubes de polvo, han empezado. el cielo se cubre con nubes de todas formas y colores; y el aire se torna amarillento, lívido... Comienzan a caer las primeras gotas, calientes, una primero, luego otra; los primeros relámpagos surcan el cielo, que está ya oscuro...

Se echan a correr, y sólo sus buenas piernas, empujadas del deseo de no verse empapadas, los hacen llegar a la primera casa en medio del estruendo de relámpagos que resuena no muy lejos, mientras un diluvio de agua con granizo cae sobre la región. Se percibe el olor a tierra mojada y al ozono que los rayos despiden sin cesar...

Entran, y afortunadamente es una casa que tiene portal y cuyos habitantes creen en el Mesías. Con todo respeto invitan al Maestro a que se hospede con sus compañeros "como si fuese tu casa. Pero levanta tu mano para que el granizo no destruya nuestro trabajo" dicen, agrupándose alrededor de Jesús. El levanta su mano en dirección de los cuatro puntos cardinales. Y sólo cae agua del cielo para regar los plantíos, los prados, para purificar la atmósfera tan pesada.

"¡Seas bendito, Señor!" dice el cabeza de familia. "Entra, Señor mío!"

Y mientras dura el chaparrón, Jesús entra en una sala amplísima, que será un almacén. Se sienta cansado. Los suyos lo rodean.

VII.742-748

A. M. D. G.