JESÚS, TRABAJANDO, DICE
LA PARÁBOLA DE LA MADERA
BARNIZADA
#Jesús y los apóstoles trabajan en la casa de Nazaret
#Así es. El orfebre es un poeta que transmite al metal las bellezas de la naturaleza
#"¡Áurea! ¿Nos estabas escuchando?" pregunta Jesús."Te escuché. ¡Es muy bello! ¿Hice mal?"
#María le cuenta una parábola. Que soy como harina todavía con tamiz, pero tu bondad me limpia...
El sencillo brasero del taller está prendido. Tanto tiempo hacia que no se le empelaba. El olor a cola que hierve en un recipiente se mezcla con el característico del aserrín y de las virutas que han caído y siguen cayendo en el suelo.
Jesús y los apóstoles trabajan en la casa de Nazaret
Jesús trabaja con todo ahínco sirviéndose de la sierra y del cepillo para confeccionar patas de sillas, cajones, y otras cosas. En el taller hay varios muebles del pobre mobiliario de la casa de Nazaret: la artesa, uno de los telares de María, dos taburetes, la escalera del huerto, un pequeño baúl, y la puerta del horno, que parece que la royeron en su base los ratones.
Jesús trabaja en reparar lo que el uso y el tiempo han terminado.
Tomás por su parte, con un equipo de pequeños instrumentos de orfebre, que probablemente habrá sacado de su alforja que está sobre su cama, que igual que la de Zelote, está pegada contra la pared, trabaja hábilmente en unas láminas de plata. El golpe de su martillito sobre el punzón, que saca sonidos de plata, se une al fuerte ruido de los instrumentos con que Jesús trabaja.
De vez en vez se intercambian alguna palabra. Tomás se siente tan feliz de estar allí con el Maestro y en su trabajo de orfebre, y así lo dice. En los momentos en que no habla, se pone a chiflar quedito. Levanta sus ojos y piensa. Absorto, mira las paredes ahumadas del taller.
Jesús lo nota y le dice: "¿Sacas inspiración de esa pared negra, Tomás? La verdad es que el largo trabajo de un justo la hizo así, pero no me parece que pueda dar alguna inspiración a un orfebre..."
"No, Maestro, un orfebre no puede rehacer con el oro la poesía de la santa pobreza, pero puede con el metal imitar la belleza de la naturaleza, lograr que el oro y la plata representen flores, hojas que existen en la creación. Pienso en esas flores, en esas hojas, y para acordarme exactamente de la forma, pongo mis ojos en la pared, pero en realidad veo bosques y prados de nuestra Patria, hojas leves, flores que parecen cálices o estrellas, la figura de pistilos y la forma de las ramas..."
"Eres un poeta, un poeta que canta en el metal, lo que otros cantan en el papel."
Así es. El orfebre es un poeta que transmite al metal las
bellezas de la naturaleza
"Así es. El orfebre es un poeta que transmite al metal las bellezas de la naturaleza, pero nuestra obra, artística y bella, no se compara con la tuya humilde y santa, porque la nuestra sirve para la vanidad de los ricos, mientras la tuya sirve para la santidad del hogar y utilidad del pobre."
"Dice bien, Tomás" dice Zelote que se ha asomado al dintel que da al huerto, con la túnica un poco subida, las mangas arremangadas, con su delantal y un recipiente de pintura en la mano.
Jesús y Tomás se voltean a mirarlo sonrientes. Tomás le responde: "Claro que digo bien. Pero quiero que a lo menos una vez el trabajo de un orfebre sirva para adornar una... cosa buena, santa..."
"¿Cuál?"
"Es un secreto. Tanto he amado esta idea, que desde que estuvimos en Roma, siempre traigo conmigo un pequeño equipo de orfebre en espera del momento preciso... ¿Y tu trabajo, Simón?"
"¡Oh, yo no soy un buen artífice como tú! Es la primera vez que tomo la brocha en la mano y las brochadas son dispares, aunque pongo toda mi buena voluntad. Por esto empecé por las partes, digamos, más humildes... a dar la primera mano... y te aseguro que mi impericia hace reír de gusto a la niña. Pero ¡me siento feliz! Vuelve a nacer a una vida serena, y es lo que se necesita para borrar el pasado y que se convierta en nuevo ser para Ti, Maestro."
"Pero tal vez Valeria no la va a ceder..." dice Tomás.
"¡Qué le importa a ella tenerla o no tenerla! Si la tuviese, sería sólo para dejarla perdida en el mundo. Y no hay duda que lo mejor es que la niña se salve, y sobre todo su alma. ¿No es verdad, Maestro?"
"Así es, como dices. Hay que rogar mucho por lograrlo. La criatura es sencilla y buena en realidad. Si se le educa en la Verdad podría servir mucho, Instintivamente se dirige a la Luz."
"Apuesto a que no tiene consuelos en la tierra... y los busca en el cielo. ¡Pobrecita! Me imagino que cuando tu Buena Nueva se predique en el mundo, los primeros que la acogerán y los más numerosos serán los esclavos, los que no tienen ningún consuelo humano y se acogerán a ella por las promesas que haces... Y te aseguro que si fuese digno de predicarte alguna vez, tendré un amor especial para estos infelices..."
"Lo harás bien, Tomás" dice Jesús.
"Está bien. Pero ¿cómo te acercarás a ellos?"
"¡Oh! Seré orfebre para las damas y... maestro para sus esclavos. Un orfebre entra en las casas o a la suya llegan los ricos... Y trabajaré... Dos metales: el de la tierra para los ricos... el del espíritu para los esclavos."
"Dios te bendiga estas ideas. Persevera en ellas..."
"Sí, Maestro."
"Bueno, ahora que has hablado con Tomás, ven conmigo, Maestro... a ver mi trabajo y a decirme qué debo pintar ahora. Cosas sencillas porque soy todavía un principiante."
"Vamos, Simón..." y Jesús deja sus instrumentos, y sale con Zelote.
Poco después regresan. Jesús señala la escalera del huerto: "Dale su pintura. Defiende la madera, la conserva por más tiempo, además de que la hace más hermosa. Es a la manera de lo que las virtudes hacen en el corazón humano protegiéndolo y embelleciéndolo. Puede ser tosco, vulgar... Pero si las virtudes lo revisten, se hace hermoso, agradable, ¿Ves? para que la pintura nos sirva realmente, son necesarios muchos consejos. Primero: el buscar el material apropiado. Esto es un recipiente limpio en que no haya mantillo, ni desperdicios anteriores de pintura. Se necesitan buenos aceites y buena pintura, mezclarlos pacientemente, de manera que se obtenga un líquido ni muy espeso, ni muy delgado. No cansarse en lograr la mezcla hasta que se haya disuelto el último grumo. Terminado, hay que buscar una brocha que no pierda las cerdas; que no sean estas ni demasiado duras, ni demasiado delgadas. Que no tenga nada de anteriores colores, y antes de dar la primera mano, conviene limpiar la madera de las pequeñas astillas que tuviere, de anteriores barnizadas, del lodo, de todo; y luego dar el brochazo en una misma dirección, extendiendo pacientemente el barniz; porque la misma tabla a veces opone resistencia; por ejemplo, en los nudos, el barniz es más débil, no se detiene fácilmente, como si la madera lo rechazase. Y al revés en otras partes el barniz se detiene al punto; y suelen formarse especie de burbujas o estrías... Entonces es cuando se debe trabajar por extender el color. Hay también muebles viejos, parte nuevas, como esta escalera, por ejemplo. Y para no dar a entender que la pobre escalera está remendada, conviene que los travesaños nuevos se parezcan a los viejos... ¡Así, así!" Jesús, inclinado a los pies de la escalera, habla y trabaja al mismo tiempo...
Tomás, que ha dejado sus punzones y que se ha acercado para ver, pregunta: "¿Por qué empezaste de abajo, en vez de arriba? ¿No era mejor así?"
"Parece serlo, pero no, porque la parte baja es la más seca y la destinada a secarse al apoyarse sobre la tierra, por esto se le deben dar más manos. Una, dos, tres si es necesario... y para no perder tiempo esperando que la parte de abajo se seque para una nueva mano, sino que se puede dar el barniz al punto en la parte superior, y en el centro."
"Pero al hacerlo así, se puede ensuciar el vestido al quitar la pintura anteriormente dada."
"Si se pone cuidado, no pasa nada. ¿Ves? Así se hace. Se recoge bien el vestido y está uno retirado, no porque desagrade la pintura, sino para que no se roce la que se puso antes." Ahora Jesús sigue pintando las otras partes.
Dije al principio que la pintura es como la belleza que la
virtud da al corazón humano.
La pintura embellece y preserva la madera de la carcoma,
de la lluvia, de las asoleadas.
Dice: "Así se hace con las almas. Dije al principio que la pintura es como la belleza que la virtud da al corazón humano. La pintura embellece y preserva la madera de la carcoma, de la lluvia, de las asoleadas. ¡Ay del dueño! que no tiene cuidado de los objetos pintados y deja que se echen a perder. Cuando se ve que la madera ha perdido su pintura, no hay que perder tiempo; hay que volverla a pintar. También las virtudes puestas a prueba junto con la justicia pueden perecer o desaparecer del todo si el dueño de casa no vigila, y la carne y el espíritu, puestos a merced de la intemperie y de los parásitos, esto es, de las pasiones y disipaciones, pueden verse atacados, perder la veste que los hace bellos y terminar para ser buenos tan sólo... para el fuego.
Por esta razón, bien se trate de nosotros, bien de seres amados como los discípulos, cuando notemos que hay una rotura, un deslave de la virtud que se puso para defendernos, es necesario poner manos a la obra, con un trabajo paciente, hasta el final de la vida, para que se pueda uno entregar al beleño de la muerte con un cuerpo y un espíritu dignos de la resurrección gloriosa.
Y para que las virtudes sean verdaderas, buenas, hay que empezar por tener una intención pura, decidida, que arranca cualquier suciedad, cualquier mantillo, y trabajar para que no haya imperfecciones cuando se estén formando las virtudes. Y, luego, tomar una actitud, ni muy severa ni muy indulgente, porque tanto la intransigencia, como la excesiva indulgencia hacen daño. El pincel, la brocha, esto es, la voluntad, debe procurar verse libre de todo aquello que antes tenía y que pudiera estorbarla, tarea que será cansada, pero que es necesaria para limpiar a sí misma de toda mancha anterior, y así poder recibir la virtud, porque no se puede mezclar lo viejo con lo nuevo.
Luego empezar el trabajo: con orden, con reflexión. No andar brincando de acá para allá, sin una razón clara. No caminar ahora en un sentido, ahora en otro. Se cansaría uno, y es lo de menos, la pintura se haría irregular, lo cual sucede en las almas desordenadas. Presentan puntos perfectos, pero a su lado hay arrugas, diversos colores... Hay que insistir en los lugares donde la pintura no se queda tan fácilmente: en los nudos, esto es, en las pasiones no bien mortificadas, en nudos que parecen haberse dejado pintar, pero que no han destruido su resistencia, y algunas veces llevan al engaño, apareciendo bien revestidos de virtud, cundo no hay más que una capa que fácilmente se cae. hay que estar atentos a los nudos de la concupiscencia. procurad que la virtud se ejercite en esos nudos para que no florezcan y manchen al nuevo ser. Y en las partes fáciles de pintar, en las que fácilmente se levantan burbujas o aparecen estrías, lijar y lijar para dar una mano y otra más de pintura hasta que quede como el esmalte, liso. Y hay que estar atentos en no sobrecargar. El exceso en virtudes que no se tienen, hace que el hombre se rebele, se acalore, pierda el control si algo le pasa. Ni mucho, ni poco. Hay que observar el justo medio tanto cuando uno quiere pulirse, como cuando se pule a los demás, hechos de cuerpo y alma.
Si, como en la mayor parte de los casos -el de Áurea es una excepción- hay partes mezcladas, antiguas con nuevas, y las tienen los israelitas que de Moisés pasan al Mesías, y los paganos con su mosaico de creencias que no pueden borrarse de un soplo, y parecerán a flote con nostalgias y recuerdos, por lo menos en las cosas más puras, entonces es necesario estar más vigilantes, más cautelosos, e insistir hasta que lo antiguo sea homogéneo con lo nuevo, echando mano de lo que antes ya tenían para completar las nuevas virtudes. Por ejemplo, en los romanos el amor patrio y el valor varonil. Ambas realidades parecen ser unos mitos; sin embargo, no las vayáis a destruir, sino inculcad un nuevo espíritu en el espíritu patrio, esto es, el espíritu de hacer grande a roma también espiritualmente como centro de mi religión, y emplear el valor romano para hacer fuertes en la Fe, a quienes lo son en la batalla. Ahí tenéis a Áurea. El asco que experimentó cuando vio algo brutal la empujó a amar lo que es puro, a odiar lo impuro. Emplead, pues, ambas cosas y llevadlas a una perfecta pureza odiando la corrupción como si fuese el asqueroso romano.
Emplead las costumbres como medios para poder entrar.
No destruyáis brutalmente. No tendríais al punto
con qué edificar
"¿Me comprendéis? Emplead las costumbres como medios para poder entrar. No destruyáis brutalmente. No tendríais al punto con qué edificar. Id substituyendo, poco a poco, lo que no debe de existir en un convertido, con caridad, paciencia, tenacidad. Y puesto que el material, sobre todo en los paganos, tiene a su lado el viento, y aunque se conviertan, siempre se apoyarán en el mundo pagano, en el que vivieron, insistid mucho en que no se contaminen con lo carnal. Tras los sentidos entra lo demás. Vigilad los sentidos irritados de los paganos, digámoslo claro, que también entre nosotros se da lo mismo. Y cuando veáis que el contacto con el mundo resquebraja de la pintura protectora, no prosigáis dando brochazos en la parte superior, sino empezad por la inferior, manteniendo un equilibrio entre el espíritu y la carne; entre lo de arriba y lo de abajo. Pero empezad siempre por lo del cuerpo, por los vicios materiales, para que puedan recibir al Huésped que no puede vivir en cuerpo impuros y con corazones que hieden a corrupciones canales... ¿Me entendéis?
Y no temáis corromperos rozando con vuestro vestido las partes de menos importancia, los materiales de aquellos cuyas almas estáis atendiendo. Hacedlo prudentemente para no arruinar lo que estáis construyendo. Vivid recogidos en vuestro interior, que alimenta Dios; vuestro interior envuelto en virtudes. Sed delicados sobre todo cuando debáis de ocuparos de la sensibilidad espiritual de otros, y sí que lograreis hacer de los seres más despreciables, seres dignos del cielo."
"¡Qué parábola nos has dicho! Quiero escribírsela a Marziam" dice Zelote
"Y para mí también que quiero hacer algo por el Señor" dice Áurea lentamente, buscando las palabras. Hace unos minutos que está descalza, en el umbral de la puerta que da al huerto.
"¡Áurea! ¿Nos estabas escuchando?" pregunta Jesús.
"Te escuché. ¡Es muy bello! ¿Hice mal?"
"¡Áurea! ¿Nos estabas escuchando?" pregunta Jesús.
"Te escuché. ¡Es muy bello! ¿Hice mal?"
"No. ¿Hace tiempo que estabas aquí?"
"No. Me desagrada porque no sé de qué se había tratado antes. Tu Mamá me mandó a decirte que dentro de poco es la hora de la comida. Pronto van a sacar el pan del horno. Aprendí a hacerlo... ¡qué bello! He aprendido también a blanquear la tela. Y en ambos casos tu Mamá me ha recitado hermosas parábolas."
"¿Ah, sí? ¿Qué dijo?"
María le cuenta una parábola. Que soy como harina
todavía con tamiz, pero tu bondad me limpia...
"Que soy como harina todavía con tamiz, pero tu bondad me limpia, tu gracia trabaja en mí, y tu apostolado me forma, tu amor me cuece; y, así, de una harina sucia, mezclada con otros elementos terminaré, si te dejo que trabajes Tú mismo, por ser harina de ofrenda, harina y pan de sacrificio, buena para el altar. y que en la tela que antes era oscura, llena de aceite, tosca, y que después de que se el echó tanta hierba borit y se restregó, se ha limpiado y se vuelve suave, el sol enviará sus rayos, y quedará blanca... Y dijo que de igual efecto hará conmigo el Sol de Dios, si siempre estoy bajo sus rayos y acepto que se me limpie, que se me sujete a mortificaciones para llegar a ser digna del Rey de reyes, de Ti, mi Señor. ¡Qué cosas tan hermosas estoy aprendiendo!... Parece un sueño... ¡Hermoso! ¡Hermoso! Todo es hermoso aquí... ¡No me despaches, Señor!"
"¿No irías gustosa con Mirta y Noemí?"
"Preferiría estar aquí... pero... también con ellas; pero no con los romanos; no, Señor."
"Ruega, niña" dice Jesús poniéndole su mano sobre los cabellos rubios como la miel. ¿Has aprendido la oración?"
"¿Oh, si! Es tan hermoso decir: "¡Padre mío!" y pensar en el cielo... pero... la voluntad de Dios me causa un poco de miedo... porque no sé si Dios desea lo que yo quiero..."
"Dios quiere tu bien."
"¡Ah, sí! Tú lo dices. Entonces, no tengo más miedo... Presiento que me quedaré en Israel... para conocer siempre mejor a este Padre mío... Y a ser la primera discípula de Galilea, oh Señor mío."
"Tu fe, porque es buena, será escuchada. Vamos..."
Salen todos y se van a lavar a la pileta que está cerca de la fuente. Áurea corre ligera a donde está María. Se les oyen hablar. Expedita en hablar es María; incierta, como buscando las palabras, Áurea. Se oyen leves risas, cuando se comete algún error lingüístico, que María corrige con dulzura...
"La niña aprende pronto y bien" advierte Tomás.
"Es buena y tiene voluntad."
"Y luego, ¡tu Mamá es una maestra!... Ni siquiera Satanás se atrevería a resistir..." dice Zelote.
Jesús suspira, pero no dice nada.
"¿Por qué suspiras así, Maestro? ¿No estuve en lo cierto?"
"Sí. Pero hay ciertos hombres que son más resistentes que Satanás, el cual por lo menos huye de la presencia de María. Hay hombres que están cerca de ella, y aunque Ella les enseña, no cambian su ser en algo bueno..."
"Pero nosotros ¿acaso no?" pregunta Tomás.
"No hablé de vosotros... Vamos."
Entran en casa y todo termina.
VIII. 11-17
A. M. D. G.