HAY QUE SER AGRADECIDO

 


 

#Si no hubiera habido estos fuertes calores hubiera partido al punto para decirte que te han cedido a Áurea."   

#María cuenta a Jesús su viaje   

Pero en la nueva Religión la mujer no será sólo fuerte en su casa... Habrá muchas que superarán a Judit y a Yael, con su heroísmo, con un heroísmo como el de la madre de los Macabeos...   

#Regresan Simón y Tomás con Áurea que al punto corre con María.   

#"Dios quiere confiarte a dos buenas mujeres, que son madres, a Noemí y a Mirta..."   

#Entonces... bendíceme y que se haga la voluntad del Señor... como dice la oración de Jesús.

 


 

Está muy cansada la Virgen cuando de regreso vuelve a pisar el umbral de su hogar, pero se siente muy feliz. Busca al punto a Jesús que todavía está trabajando a la luz de los últimos rayos para poner la puerta del horno en su lugar. Le abrió Simón, quien después del saludo, se retira prudentemente al taller. No veo a Tomás. Tal vez esté fuera de casa.

Apenas ve a su Madre, Jesús deja sus instrumentos, y limpiándose las manos que tiene sucias con el aceite (pues estaba echándolo en el cerrojo y goznes) en su delantal de trabajo le va al encuentro. El verse otra vez parece como si iluminase el huerto en que la luz solar va apagándose.

"La paz sea contigo, Mamá."

"La paz sea contigo, Hijo."

"Qué cansada debes estar. No tomaste ni un minuto de descanso..."

 

Si no hubiera habido estos fuertes calores hubiera partido 

al punto para decirte que te han cedido a Áurea.

 

"Desde el amanecer hasta el crepúsculo descansé en casa de José... Si no hubiera habido estos fuertes calores hubiera partido al punto para decirte que te han cedido a Áurea."

"¿De veras?" El rostro de Jesús rejuvenece ante la alegre sorpresa. Parece como si tuviese unos veinte años, y llevado de su alegría, y dejando a un lado su majestad que generalmente se le ve en el rostro y en las acciones, se parece más a su Madre, que siempre parece ser una jovencita tan serena tanto en sus movimientos, como en su rostro.

"De veras, Jesús. No me costó ningún trabajo haberlo conseguido. La mujer dio al punto su parecer. Se sintió conmovida al reconocer que ella, y con ella sus amigas, se encuentran en tal estado de no poder educar una criatura para Dios. Un reconocimiento tan humilde, tan sincero, tan verdadero. No es muy fácil encontrar a alguien que sinceramente reconozca tener defectos."

"Así lo es. No es fácil. En Israel muchos no lo hacen. Son unas almas hermosas sepultadas bajo una costra de suciedad. Pero cuando esta caiga..."

"¿Sucederá, Hijo?"

"Estoy seguro de ello. Instintivamente se dirigen al Bien. Terminarán por acercarse a El. ¿Qué te dijo?"

"¡Oh, pocas palabras!... Nos entendimos al punto. ¿No sería mejor llamar al punto a Áurea? Quiero comunicárselo, si me lo permites, Hijo mío."

"Claro, Mamá. Mandaremos a Simón" y con voz fuerte llama a Zelote que viene al punto.

"Simón, ve a la casa de Simón de Alfeo y dile que mi Madre ha regresado. Ven con la niña y con Tomás, que debe estar allí para terminar ese favor que le pidió Salomé."

"Simón se inclina y se va al punto.

"Cuéntame, Mamá... tu viaje... lo que dijiste... ¡Pobrecita Mamá, qué cansada estás por mi causa!"

 

María cuenta a Jesús su viaje

 

"¡Oh, no, Jesús! No hay fatiga alguna, si estás feliz..." y María le cuenta el viaje, el miedo de María de Alfeo, su hospedaje en la casa del barquero, su encuentro con Valeria, y termina diciendo: Preferí verla a esa hora, pues que el Cielo lo permitía. Cuanto más pronto le hablaba, tanto más satisfecha me sentía, y mucho más consolada estaba María Cleofás, que tenía mucho miedo de que nosotras dos mujeres estuviésemos en Tiberíades, cosa que vencía al pensar que lo hacía por amor a Ti, por servirte..." y María sonríe al recordar las angustias de su cuñada.

 

Pero en la nueva Religión la mujer no será sólo fuerte 

en su casa... 

Habrá muchas que superarán a Judit y a Yael, 

con su heroísmo, con un heroísmo 

como el de la madre de los Macabeos... 

 

Jesús sonríe y dice: "¡Pobrecita! Es la verdadera mujer de Israel, la antigua mujer, reservada, encerrada, la mujer fuerte según los Proverbios. Pero en la nueva Religión la mujer no será sólo fuerte en su casa... Habrá muchas que superarán a Judit y a Yael, con su heroísmo, con un heroísmo como el de la madre de los Macabeos... Y así lo será nuestra María. Pero por ahora... es así... ¿viste a Juana?"

María no sonríe más; tal vez teme que le pregunte por Judas. Rápida responde: "No quise causar más angustias a María. Nos encerramos en casa hasta más de la mitad de nona, y descansamos; luego nos vinimos... Pensé que pronto la veremos, en el lago..."

"Hiciste bien. Me has traído la prueba de lo que las romanas siente por Mí. Si Juana hubiese intervenido, se hubiera podido pensar que la cedían a la amiga. Ahora vamos a esperar hasta el sábado y si Mirta no viene partiremos con Áurea."

"Hijo, quisiera quedarme..."

"Estás muy cansada. Lo veo."

"No, no por esto... Pienso que Judas podría venir aquí... Como no está mal que en Cafarnaum haya siempre un amigo que lo hospede, tampoco lo está que alguien lo acoja cariñosamente aquí."

"Gracias, Mamá. Tú sola comprendes lo que puede todavía salvarlo..."

Ambos suspiran por el discípulo que les causa dolor...

 

Regresan Simón y Tomás con Áurea que al punto corre 

con María.

 

Regresan Simón y Tomás con Áurea que al punto corre con María. Jesús la deja con su Madre, y va adentro con los apóstoles.

"Rezaste mucho, hija, y el buen Dios te escuchó..." empieza diciendo María.

Pero la niña la interrumpe con un grito de alegría: "¡Me quedo contigo!" y le echa los brazos al cuello, besándola.

María la besa también, y continuando teniéndola entre sus brazos, dice: "Cuando uno recibe un gran favor, hay que pagarlo ¿o no?

"Claro que sí. Yo te pagaré amándote mucho."

"Gracias, hija, pero Dios es más que yo. El es el que te concedió este gran favor, esta gracia inmensa de acogerte entre los hijos de su pueblo, de hacerte discípula del Maestro-Salvador. Yo no fui sino el instrumento de esta gracia, que El, el Altísimo, te concedió. ¿Qué darás, pues al Altísimo, para decirle que se la agradeces?"

"No sé... Dime cómo, Madre..."

"Con amor, y es así; pero el amor para que sea verdaderamente tal, tiene que ir unido con el sacrificio, porque cuando algo nos cuesta, es porque tiene valor ¿o no es verdad?"

"Cierto."

"Bueno, yo diría que tú, con la misma alegría con que gritaste: "¡Me quedo contigo!" tienes que gritar: "¡Sí, Señor!" cuando yo, su pobre sierva, te diga lo que El dispone de ti."

"Dímelo, Madre" dice Áurea, poniendo su carita seria.

 

"Dios quiere confiarte a dos buenas mujeres, 

que son madres, a Noemí y a Mirta..."

 

"Dios quiere confiarte a dos buenas mujeres, que son madres, a Noemí y a Mirta..."

Dos lágrimas se asoman a los ojos de la niña, y le ruedan por sus sonrosadas mejillas.

"Ellas son buenas. Mi Jesús y yo las queremos. Jesús a una de ellas le salvó su hijo, a la otra yo le amamanté el suyo. Tú viste que son buenas..."

"Es cierto, pero esperaba quedarme contigo..."

"Hija, no se puede tener todo. Tú misma ves que yo misma no estoy con mi Jesús. Os lo he entregado. Estoy separada, muy separada de El, mientras va caminando por la Palestina para predicar, curar y salvar a niñas..."

"Es verdad..."

 "Si lo quisiera para mí sola, tú no te hubieras visto a salvo... Si lo quisiese para mí sola, vuestras almas no se salvarían. Piensa cuán grande es mi sacrificio. Os doy un Hijo que será inmolado por vuestras almas. Por otra parte tú y yo estaremos siempre unidas, porque las discípulas están y estarán siempre unidas con el Mesías, formando una gran familia unidas por el amor que hacia El tienen."

"Es verdad. Y... podré venir aquí ¿no es verdad? ¿Nos volveremos a ver otra vez?"

"Sin duda alguna. Hasta que Dios lo quiera."

"¿Y rogarás siempre por mí?..."

"Lo haré siempre."

"Y cuando estemos juntas, ¿volverás a enseñarme muchas cosas?"

"Sí, hija..."

"¡Ah, yo quería ser como tú! ¿Lo lograré? Quiero saber, para ser buena..."

"Noemí es madre de un sinagogo que es discípulo del Señor. Mirta tiene a un hijo que mereció la gracia del milagro y es buen discípulo. Las dos mujeres son buenas e inteligentes, además que abrigan en su corazón un gran amor."

"¿Me lo aseguras?"

"Te lo aseguro, hija."

 

Entonces... bendíceme y que se haga 

la voluntad del Señor... como dice la oración de Jesús. 

 

"Entonces... bendíceme y que se haga la voluntad del Señor... como dice la oración de Jesús. Tantas veces que la he dicho... Es justo que ahora haga lo que dije para conseguir que no fuese con los romanos..."

"Eres una buena muchachita. Dios siempre te ayudará más. Ven, vamos a decirle a Jesús que la discípula más joven sabe hacer la voluntad de Dios..." y tomándola de la mano entra con ella dentro de casa.

VIII. 35-39

A. M. D. G.