JUDAS DE KERIOT 

EN CASA DE MARÍA DE NAZARET

 


 

#¡Déjalo! Es Judas de Keriot. ese tal, el año pasado causó mucho mal acá entre nosotros...  

#Judas piensa qué va a hacer. Habla consigo mismo   

#Alfeo de Sara llama a Judas   

#en el dintel aparece María con el rostro muy pálido y triste. "¡Judas!" "¡María!" dicen ambos al mismo tiempo   

#María habla con Judas para hacerle reflexionar sobre su conducta  

 #¿No encuentras alguna palabra, Judas? ¿No logras encontrar en ti la fuerza de un propósito bueno? ¡Oh, Judas! Dime: ¿estás contento de la vida que llevas?

 


 

Apenas si el bello sol va a despedir sus primeros rayos en el oriente, que Judas de Keriot llama a la puerta de la casita de Nazaret.

En el camino no hay más que campesinos, mejor dicho: pequeños propietarios de Nazaret que van a sus viñas u olivares, cargando sus instrumentos de trabajo y curiosos miran a Judas que llama tan de mañana a la casa de María. Entre sí hacen comentarios.

"Es un discípulo" dice uno respondiendo a la pregunta de otro. "Busca con seguridad a Jesús de José."

"Es inútil. Ayer por la tarde se fue. Yo mismo lo vi. Se lo voy a decir..." dice otro.

 

¡Déjalo! Es Judas de Keriot. ese tal, el año pasado causó 

mucho mal acá entre nosotros... 

 

"¡Déjalo! Es Judas de Keriot. No me trae simpatías. Puede ser que estemos muchos de nosotros equivocados respecto a Jesús y que hagamos hasta mal, pero ese, ese tal, el año pasado causó mucho mal acá entre nosotros... Tal vez nosotros lograremos convertirnos, pero él..."

"¡Qué! ¿Cómo lo sabes?"

"Fue una tarde en la casa del sinagogo, y yo estaba ahí. Necio que fui en haber creído todo al punto... Ahora... ¡no más! Creo que haber faltado."

"Tal vez él mismo cayó en la cuenta de haber cometido pecado y..."

Se alejan. No oigo más.

Judas torna a llamar a la puertecita contra la que ha recargado su cara, como para evitar el ser visto y reconocido, pero la puertecita sigue cerrada. Judas se siente incómodo y da la vuelta por detrás de la casa, por el huerto. Se asoma por encima de la valla del jardín tranquilo. Tan sólo los palomos están conversando entre sí.

 

Judas piensa qué va a hacer. Habla consigo mismo

 

Judas piensa qué va a hacer. Habla consigo mismo: "¿Que también se haya ido Ella? Pero... la hubiera visto... ¡Y luego! No. Ayer por la tarde oí su voz.... Tal vez se fue a dormir a la casa de su cuñada... ¡Uff! Y ella que es como una mosca pegada. Regresarán juntas; y yo quiero hablarle solo a Ella, sin que esté esa vieja. Es una lenguaraz y me haría reproches. Y no los quiero. Es astuta como todas las viejas de pueblo. No aceptaría fácilmente mis excusas, y se lo haría notar a esta tonta paloma de su cuñada... Estoy seguro que a Ella sí... puedo hacerle dar vueltas como quiera. Es lenta como una oveja... Y debo reparar lo que sucedió en Tiberíades. Porque si Ella habla... ¿Habrá dicho algo? ¿Se habrá callado? Si habló... es más difícil entonces de arreglar las cosas... Pero tal vez no ha hablado... Confunde la virtud con la estupidez. Cual el Hijo tal la Madre... Y los otros trabajan mientras ellos duermen. Y sí tiene razón. Porqué dejarlos a un lado si parece como si quisiesen... Pero ¿qué quieren en realidad?... Tengo la cabeza que me da vueltas. Debo dejar de beber y... ¡Bueno! Pero el dinero es una tentación, y yo soy un potranco encerrado durante mucho tiempo. Dos años, ¡qué digo!, mucho más. Dos años de abstenerme de todo... Pero entre tanto... ¿Qué me dijo el otro día Elquías? ¡Eh, no me enseña mal! ¡Claro! Todo es lícito con tal de lograr poner a Jesús en el trono. Pero ¿sí El no quiere? Mas debe pensar que, si no triunfa, todos tendremos igual fin que los seguidores de Teoda o de Judas el galileo... Tal vez haría bien en separarme porque... en realidad, no sé si lo que quieren sea cosa buena. Poco puedo fiarme de ellos... Desde hace tiempo que están cambiados... No quisiera... ¡horror! que fuera a ser yo el instrumento de dañar a Jesús. No. Me separo. Pero, es amargo haber soñado en un reino y tornar a ser ¿qué? Nada... pero es mejor ser nada que... El siempre anda diciendo: "El que cometerá el gran pecado" ¡Ay de mí! Cierto que no lo seré yo. ¡Yo! ¿Yo? Antes me echo al lago... Me largo. Es mejor que me vaya lejos. Iré a ver a mi madre, haré que me de plata, porque no puedo ir a pedir a los sinedristas dinero para irme lejos. Me ayudan... me ayudan porque esperan que les ayude a salir de la incertidumbre. Una vez que Jesús sea rey, estamos de fiesta. Las multitudes con nosotros... Herodes... ¿quién se va a preocupar de él? Ni los romanos, ni el pueblo. Todos lo odian. Y... y... Pero Jesús es capaz de renunciar apenas sea proclamado rey. ¡Oh, bien! Cuando Eleazar el hijo de Anás me asegura que su padre está pronto a coronarlo como a rey... Luego no va a poder quitarse el carácter sagrado. En el fondo... yo me estoy comportando como ese administrador infiel de su parábola... recurro a mis amigos por causa mía, y es verdad, pero también por El. No hago más que aprovechar los medios injustos para... Sin embargo no. Debo tratar todavía de persuadirlo. No estoy muy convencido de hacer bien aprovechando este subterfugio... y... ¡Oh, si lo pudiese persuadir! ¡Qué maravilloso sería! Sí... muy maravilloso. Esta idea es mejor. Decir todo francamente al Maestro. Suplicarle... con tal de que María no le haya hablado de lo de Tiberíades... ¿Qué le dije a María?... ¡Ah, ya recuerdo! La repulsa de las romanas. ¡Maldita esa mujer! Si no hubiera ido a ver a esa mujer, no me hubiera encontrado con María. Pero ¿qué fue a hacer María a Tiberíades? Y pensar que el día anterior al sábado, en el mismo sábado y después del sábado, no había salido de casa, para no encontrarme con ninguno de los apóstoles. ¡Necio que fui! ¡Necio! ¿No podía haberme ido a Ippo, a Gerguesa en busca de mujeres? ¡No! ¡Ahí tuve que estarme! En Tiberíades, a donde esos de Cafarnaum deben de pasar... Pero la culpa la tuvieron las romanas... Esperaba... No, esto es lo que debo decir como excusa. Pero no es verdad. Es inútil que quiera convencerme de ello, porque sé a lo que fui: para verme con los poderosos de Israel, para gozar de la vida, pues tengo dinero. Pero... qué pronto se termina la plata. Dentro de poco no tendré más. ¡Ja, ja! le contaré a Elías y a los compinches algún otro cuento y me volverán a dar..."

 

Alfeo de Sara llama a Judas

 

"¡Oh, Judas! ¿Estás loco? Hace tiempo que estoy observando desde el olivo. Gesticulas, y hablas contigo mismo... ¿Te hizo mal el sol de Tamuz ?" le grita Alfeo de Sara, sacando la cabeza de entre las ramas de un gigantesco olivo, unos treinta metros lejos del lugar de donde está Judas.

Este echa un salto, vuelve su cabeza para ver, lo descubre y gruñe: "¡Que te parta un rayo! ¡Maldito pueblo de espías!" Pero con una sonrisa dulce grita: "No. Estoy preocupado porque María no abre... ¿No estará enferma? Hace tiempo que estoy llamando..."

"¿María? ¿Quieres llamarla? Está en la casa de una viejecita que está muriéndose. A eso de la tercera vigilia vinieron a llamarla..."

"Tengo que hablar con ella."

"Espera. Bajo y se lo voy a decir. ¿De veras tienes necesidad?"

"Sí. Antes de que salga el sol, estoy aquí."

Alfeo baja aprisa del olivo y parte a la carrera.

"Y ahora ese me vio. No cabe duda que regresa con la otra. ¡No me sale nada bueno!" y echa una letanía de injurias contra Nazaret, contra los nazarenos, contra María de Alfeo, hasta contra la caridad que la Virgen tiene con la enferma, y hasta contra la moribunda...

 

en el dintel aparece María 

con el rostro muy pálido y triste.

 "¡Judas!" "¡María!" dicen ambos al mismo tiempo

 

Todavía o ha acabado cuando la puerta que comunica el comedor con el huerto se abre; en el dintel aparece María con el rostro muy pálido y triste. "¡Judas!" "¡María!" dicen ambos al mismo tiempo.

"Te voy a abrir la puerta. Alfeo no me dijo más que: "Ve a tu casa. Alguien te quiere ver" y vine corriendo, tanto más cuanto que la anciana no me necesita más. Ha terminado su sufrimiento por un hijo malo..."

Judas, mientras María está hablando, ha corrido por la vereda y regresado a la entrada de la casa... María abre.

"La paz sea contigo, Judas de Keriot. Entra."

"La paz sea contigo, María."

Judas titubea. María está bondadosa, pero seria.

"Ayer por la noche un hijo destruyó el corazón de su madre... Vinieron a buscar a Jesús, pero El ya no estaba. También a ti te lo digo: Jesús no está.  Llegaste tarde."

"Sé que no está."

"¿Cómo lo sabes, sí apenas acaba de llegar?"

"Madre, quiero ser franco contigo que eres buena: desde ayer estoy aquí..."

"¿Y por qué no viniste? Tus compañeros dejaron de venir tan solo un sábado..."

"Lo sé. Fui a Cafarnaum y no los encontré."

 

María habla con Judas para hacerle reflexionar 

sobre su conducta

 

"No mientas, Judas. Te aseguro que no estuviste en Cafarnaum. Bartolomé estuvo siempre allí y no te vio. Ayer vino él sólo. Y Tú desde ayer estabas aquí... y por este motivo... ¿Por qué mientes, Judas? ¿No sabes que la mentira es el primer paso hacia el robo y el homicidio?... La pobre Ester ha muerto del dolor que le infligió su hijo con su conducta. Samuel, su hijo, empezó por ser la vergüenza de Nazaret con pequeñas mentiras, que poco a poco fueron creciendo... De ellas pasó a lo demás. ¿Quieres imitarlo, tú que eres apóstol del Señor? ¿Quieres hacer morir a tu madre de dolor?"

El regaño ha sido envuelto en voz baja, lenta. Pero ¡cómo duele! Judas no sabe qué replicar. Se sienta de golpe con la cabeza entre las manos.

María lo mira. Dice: "¿Y bien? ¡Para qué quieres verme? Mientras cuidaba a la pobre Ester, rogaba por tu mamá... y por ti... porque me dais compasión ambos, y por diversos motivos."

"Si es así, perdóname."

"No te tengo coraje."

"¿Cómo... ni siquiera por... aquella mañana en Tiberíades?... ¿Sabes? Estaba yo así porque la noche anterior las romanas me habían tratado mal, como a un loco... como a un traidor para con el Maestro. Es la verdad, lo confieso. Hice mal en haber hablado a Claudia. Me confié en su palabra. Pero lo hago por una cosa buena. Entristecí al Maestro. El no me lo ha dicho, pero sé que sabe que hablé con Claudia. Seguro que fue Juana la que se lo dijo. Juana nunca me ha podido ver, y las romanas me dieron un gran pesar... Para olvidarlo me embriagué..."

María hace involuntariamente un gesto de ironía, dice. "Entonces Jesús, por todos los dolores que diariamente paladea, debería embriagarse cada noche..."

"¿Se lo dijiste?"

"Yo no aumento la amargura del cáliz de mi Hijo con noticias de nuevas defecciones, caídas, pecados, asechanzas... No dije nada y no diré."

Judas cae de rodillas tratando de besar la mano de María, pero ella se hace a un lado sin descortesía. Muestra a las claras que no quiere que le bese la mano, ni que la toque.

"¡Gracias, Madre! me has salvado. Por eso vine... y para que de algún modo me presentes ante el Maestro sin que me regañe, ni avergüence."

"Hubiera bastado con que hubieras ido a Cafarnaum, y luego que hubieras venido con los otros, y así nada hubiera pasado. Era lo más sencillo."

"Tienes razón... pero los otros no son buenos, y me espían para reprenderme y acusarme."

"No ofendas a tus hermanos, Judas. ¡Basta de pecar! Tú la has hecho de espía, acá en Nazaret, patria del Mesías, tú..."

Judas la interrumpe: "¿Cuándo? ¿El año pasado? Mira, cómo son. Tergiversaron mis palabras. Pero créeme que yo..."

"Yo no sé qué dijiste y qué hiciste el año pasado, me refiero a ayer. Tú estuviste desde ayer aquí. Sabes que Jesús ha partido. Así pues, indagaste, y no en casas amigas como las de Aser, Ismael, Alfeo, o en la del hermano de Judas y Santiago, ni en la de María de Alfeo, ni en las de unos cuantos que aman a Jesús, y que se esfuerzan en practicar su doctrina, no obstante que la llevan a mal sus maridos, padres e hijos. Tú indagaste, pues, en las casas de los enemigos de mi Jesús. ¿Qué nombre das a ésto? No lo diré yo. Debes decírtelo a ti mismo. ¿Por qué lo hiciste? No quiero saberlo. Tan sólo te digo esto: muchas espadas clavarán en mi corazón, una y otra vez más, sin compasión alguna quienes atormentan a mi Jesús y lo odian. Pero una será la tuya, y jamás se me arrancará. Porque el recuerdo que guardo de ti, Judas, que no quieres salvarte, que te arruinas a ti mismo, que me causas miedo, no por mí, sino por tu alma, jamás se arrancará de mi corazón. Una me la clavó el justo Simeón cuando llevaba sobre mi pecho a mi Niño, a mi santo Corderito... La otra... la otra eres tú... La punta de tu espada ya me tortura el corazón... y esperas clavar completamente tu espada de verdugo en el corazón de quien no ha hecho más que ofrecerte amor... Pero soy una necia en pretender que me compadezcas, tú, que no tienes compasión de tu misma madre... O dicho más claro: con un solo golpe atravesarás mi corazón y el suyo, hijo desventurado a quien las oraciones de dos madres no salvan..."

Las lágrimas corren por las mejillas de la Virgen, sin embargo no caen sobre la cabeza morena de Judas, porque no se ha movido del lugar donde se arrodilló, y está separado de María... Las bebe el suelo. El suelo bebe esas lágrimas santas. Esta escena me recuerda la de Aglae, sobre la que caían sus lágrimas porque se estrechaba a María con un sincero deseo de redención.

 

¿No encuentras alguna palabra, Judas? 

¿No logras encontrar en ti la fuerza de un propósito bueno?

 ¡Oh, Judas! Dime: ¿estás contento de la vida que llevas?

 

"¿No encuentras alguna palabra, Judas? ¿No logras encontrar en ti la fuerza de un propósito bueno? ¡Oh, Judas! Dime: ¿estás contento de la vida que llevas? Examínate, Judas. Sé humilde ante todo, sincero contigo mismo, y luego con Dios para que vayas a El con tu fardo de piedras que arrancaste de tu corazón y que le digas: "Mira: me he arrancado estas losas por amor tuyo"..."

"No tengo el valor... de descubrirme ante Jesús."

"No tienes humildad de hacerlo."

"Es verdad. Ayúdame..."

"Ve a esperarlo humildemente a Cafarnaum."

"Podrías..."

"No puedo hacer otra cosa diferente de la que hace mi Hijo: tener misericordia. No soy yo quien enseña a Jesús; es Jesús quien enseña a su discípula."

"Tú eres su Madre."

"Sí, en mi corazón. Pero por derecho suyo El es mi Maestro. No soy ni más ni menos que todas las otras discípulas."

"Eres perfecta."

"El es perfectísimo."

Judas guarda silencio. Piensa. Luego dice: "¿A dónde fue el Maestro?"

"A Belén de Galilea."

"¿Y luego?"

"No lo sé."

"Pero ¿regresa aquí?"

"Sí."

"¿Cuándo?"

"No lo sé."

"¡No me lo quieres decir!"

"No puedo decir lo que no sé. Hace dos años que lo sigues. ¿Puedes afirmar que haya seguido siempre un itinerario fijo? ¿Cuántas veces la voluntad de los hombres lo obligan a cambiar de rumbo?"

"Tienes razón. Me voy... a Cafarnaum."

"Hace mucho calor para que te puedas ir. Quédate. Eres un peregrino como todos los demás. El dijo que las discípulas deben tener cuidado de ellos."

"Mi vida te desagrada..."

"El no querer curarte es lo que causa dolor. Sólo eso... Quítate el manto... ¿Dónde dormiste?"

"No he dormido. Esperé el alba para verte sola."

"Entonces debes estar cansado. En el taller hay camas en que se acostaron Simón y Tomás. Es un lugar tranquilo y todavía hace fresco. Vete a dormir mientras te preparo de comer."

Judas se va sin replicar y María, sin descansar, después de haber pasado la noche en vela, va a la cocina a poner el fuego, y al huerto a arrancar las verduras. Lágrimas, lágrimas, lágrimas caen silenciosamente mientras se inclina sobre el hornillo para arreglar la leña, o en los surcos donde toma las verduras, y mientras las lava en el cubo y las limpia... Lágrimas que caen sobre el alimento que da a los palomos, o sobre la ropa que saca de la pileta y extiende al sol... Lágrimas de la Madre de Dios... de la que, Pura, no se vio libre del dolor y sufrió más que cualquier otra mujer, para ser la Corredentora...

VIII. 53-59

A. M. D. G.