JESÚS EN IPPO
#La Buena Nueva En qué consiste
#A este reino se entra no porque se tengan rentas, sino por heroísmo de santidad.
#El Corazón de Jesús Venid a Mí los que tenéis recta voluntad. No os espante lo que sois o fuisteis.
#Salvad vuestra ciudad con vuestra justicia, con vuestra misericordia. ¿Lo haréis?"
#Estaré con vosotros hasta el atardecer. Os hablaré con mis obras.
#Jesús hace un milagro masivo donde cura a todos los que están enfermos
#Un romano pide la curación de un esclavo suyo y Jesús lo cura
#este Rabbí, te curó. Será necesario creer, El es el Dios verdadero
Jesús entra en Ippo en medio de un limpio amanecer. Seguro que se quedó en la casa de campo de algún habitante de la ciudad, que fue a escucharlo y así poder entrar en la ciudad en las primeras horas matinales de un día de mercado lleno de ruido. Muchos de los de Ippo están con El, y otros tantos le salen al encuentro porque supieron que había llegado. Pero no están sólo los habitantes de Ippo, también los de la barriada del lago. Fuera de alguna que otra mujer, que por causa de sus condiciones físicas, o porque sus hijos son muy pequeños no pudo asistir, todas las demás están.
La ciudad está situada en un lugar un poco superior al nivel del lago, y se ha alargado sobre las primeras ondulaciones que se ven más allá del lago, y que continúan hacia el oriente hasta llegar a juntarse al sureste con los montes de la Auranítide y al norte con la cadena montañosa donde sobresale el Gran Hermón. La ciudad parece ser rica de comercios y taxas, y parece un lugar importante como cruce donde se encuentran varias zonas del lago; lo que se ve por las señales de los caminos, en las que se leen los nombres de Gamala, Gadara, Pela, Arbela, Bozra, Guerguesa y otros más.
Muchos forasteros vienen acá, o para comprar o para vender. Igualmente veo a muchos romanos, civiles y militares que se mezclan entre la gente que no se muestra agresiva contra ellos; probablemente los negocios los unen, si no ya una verdadera amistad. Son los intereses que no hay al otro lado de la ribera.
La gente aumenta según Jesús avanza hacia el centro de la ciudad, hasta que se detiene en una plaza ancha y llena de árboles bajo cuya sombra está el mercado, esto es, donde se llevan a cabo los contratos de más importancia, porque los menores, como los de venta, digamos de alimentos, artículos del hogar, se realizan al otro lado de la plaza, en una explanada donde duramente bate el sol del que los compradores y vendedores se defienden con lienzos. El lugar, cubierto con telas de todos colores, no muy levantados de la tierra, y llenos de gente que llevan vestidos de diversos gustos, parece un prado de flores gigantescas, como si unas estuviesen enclavadas, otras se moviesen por las vereduchas. Todo esto proporciona al lugar un aspecto de belleza que no lo pierde cuando desaparecen... todos estos almacenes prehistóricos, y la explanada se deja ver en medio de su amarillenta desolación.
Ahora está lleno de voces. Cómo gritan y cuántas palabras dicen para responder tal vez, cuánto cuesta un tazón de madera, un cedazo, o un puñado de semillas. Y a todos estos gritos se junta la voz suplicante de mendigos que quieren dejarse oír.
"Aquí ciertamente no puedes hablar, Maestro" exclama Bartolomé. "Tienes una voz fuerte, pero no puedes nada contra todo este griterío."
"Esperemos. ¿Veis? El mercado pronto termina. Algunos están alzando sus mercancías. Entre tanto id a dar una limosna a los mendigos con las ofertas que nos dieron los ricos de acá. Esto formará el principio y fin de mis palabras, porque la limosna dada con amor pasa del nivel de ayuda material al de amor del prójimo y atrae gracias" responde Jesús.
Los apóstoles se van a cumplir lo que se les mandó.
Jesús continúa hablando entre la gente que lo escucha: "La ciudad es rica y floreciente, por lo menos en esta parte. Os veo que lleváis vestidos limpios y hermosos. Vuestras caras demuestran que coméis bien. Esto es, que no padecéis el hambre. Ahora os pregunto si aquellos que allá gritan con pasión son de Ippo o quienes por mera casualidad vinieron de otras partes para que se les socorra. Sed sinceros..."
"Bueno, te respondemos sinceramente aun cuando ya sentimos tu reproche. Algunos vinieron de otras partes, los más de ellos son de Ippo."
"¿Y no hay trabajo para ellos? He visto que estáis levantando construcciones. Debería haber trabajo para todos..."
"Casi siempre los romanos son los que contratan a uno..."
"Casi siempre. Dijiste bien, porque he visto a algunos, que son de esta ciudad, vigilar los trabajos, y entre ellos he visto que muchos no son de acá. ¿Por qué no ayudáis primero a los conciudadanos?"
"Porque... Es muy difícil trabajar acá porque, y eso ya desde hace años, antes de que viniesen los romanos y construyesen hermosos caminos, costaba mucho traer las piedras y abrir los caminos... Muchos se enfermaron y otros se desanimaron... y ahora son mendigos que no pueden trabajar más."
"Pero el trabajo de ellos os es útil ¿o no?"
"¡Claro, Maestro! Mira esa ciudad, tan acogedora, con agua necesaria, y con esos caminos que son orgullo de cualquier ciudad. Mira sus edificios tan fuertes. Mira cuántos trabajadores hay. Mira..."
¿Cómo podéis sentaros a la mesa
y comer alegres con vuestros hijos,
sabiendo que no muy lejos de vosotros,
hay quienes se están muriendo de hambre?
"Todo lo estoy viendo. ¿Y esto os lo construyeron los que ahora os están pidiendo entre lágrimas un pedazo de pan? ¿Qué respondéis? Entonces, ¿por qué, si gozáis de estas cosas que os ayudaron a tener, no les dais una migaja de alegría? ¿Un pan, sin necesidad de que os lo pidan? ¿Un lugar donde descansen, sin tener necesidad de compartir su reposo con animales salvajes? Si los socorrieseis para que se curasen, podría ser que pudiesen ser útiles en algo, y así no os darían ninguna molestia, y no se hundirían en un ocio que los avergüenza y que ellos no desean. ¿Cómo podéis sentaros a la mesa y comer alegres con vuestros hijos, sabiendo que no muy lejos de vosotros, hay quienes se están muriendo de hambre? ¿Cómo podéis ir a la cama acogedora, cuando sabéis que afuera, en la noche, hay quienes no tienen dónde dormir, dónde descansar? ¿No os quema la conciencia el dinero que ponéis en cajas fuertes, sabiendo que muchos no tienen ni un céntimo para comprar un pedazo de pan?
Los sacrificios y las oraciones son cosa vana
si no tienen por base el amor al prójimo,
sobre todo, al indigente
con quien es posible dar muestras de amor
con el pan, el descanso, el vestido, el consuelo,
con enseñarlo, con llevarlo a Dios.
Me dijisteis que creéis en el Altísimo Señor, y que observáis su Ley, que conocéis los profetas y los libros de la Sabiduría. Me habéis dicho que creéis en Mí y estáis ávidos de mi doctrina. Entonces debéis tener un corazón bueno, porque Dios es amor y manda amar, porque la Ley es amor, porque los profetas y los libros de la Sabiduría impelen a amar y mi doctrina es doctrina de amor. Los sacrificios y las oraciones son cosa vana si no tienen por base el amor al prójimo, sobre todo, al indigente con quien es posible dar muestras de amor con el pan, el descanso, el vestido, el consuelo, con enseñarlo, con llevarlo a Dios. La miseria, al mimo tiempo que envilece al hombre, lleva al hombre a que pierda la fe en la Providencia que es necesaria para resistir a las pruebas de la vida. ¿Cómo queréis que el miserable sea siempre bueno, paciente, piadoso, cuando ve que los que gozan de la vida, y por lo tanto, según una idea común: de la Providencia, son duros de corazón, sin una religión verdadera -porque a esta le falta la parte más esencial: el amor- y que son impacientes; y pese a que tiene de todo, ¿no son capaces de soportar la súplica de quien tiene hambre? ¿No entonces es cuando se vuelven contra Dios y contra vosotros? ¿Quién es el que los lleva a cometer tal pecado? ¿No os ponéis a reflexionar, vosotros ricos, que tenéis una gran obligación, la de enseñar la Sabiduría a los pobres con vuestra conducta?
En qué consiste
Algunos me han dicho: "Todos quisiéramos ser tus discípulos para anunciarte". A todos digo: lo podéis ser. Estos que se acercan temblorosos, llenos de vergüenza, con sus vestidos hechos trizas, con sus caras enflaquecidas, son los que esperan la Buena Nueva, la que está destinada sobre todo a los pobres para que tengan un consuelo sobrenatural en la esperanza de una vida gloriosa después de la vida humana tan triste que soportan. Vosotros podéis llevarla con menor fatiga material, pero con mayor fatiga espiritual, porque las riquezas son un peligro para la santidad y justicia. Ellos pueden hacerlo sólo con toda clase de molestias. El pan que les falta, el vestido que es pobre, la falta de vivienda los empujan a preguntarse: "¿Cómo puedo creer que Dios es mi Padre si ni siquiera tengo lo que el pájaro tiene?" La dureza para con el prójimo, ¿cómo puede hacer que estos crean que es menester amarse como hermanos? A vosotros os toca hacerlos ver que Dios es Padre, y con un amor real y verdadero que vosotros sois hermanos. La Providencia existe, y vosotros, los ricos del mundo, sois sus ministros, sois sus servidores. Pensad que esto es un gran honor que Dios os concede y como si fuera el único medio para hacer que las riquezas no sean peligro, sino santas.
Obrad como si en cada uno de estos
me vieseis a Mí mismo.
Yo estoy en ellos.
Obrad como si en cada uno de estos me vieseis a Mí mismo. Yo estoy en ellos. He querido ser pobre, que se me persiga para ser como ellos, y para que la memoria del Cristo pobre y perseguido perdure en el correr de los siglos, arrojando una luz sobrenatural sobre los pobres y perseguidos como lo fue el Cristo; una luz que les haga amar a ellos como otros tantos Yo. De hecho me encuentro en el mendigo muerto de hambre, en el que muere de sed, en el que vestís, como en el que dais alojo. Me encuentro en el huérfano a quien acogéis por amor, en el anciano a quien socorréis, en la viuda a quien ayudáis, en el peregrino a quien hospedáis, en el enfermo a quien curáis. Me encuentro en el afligido a quien consoláis, en el que duda y a quien vosotros lo hacéis firme, en el ignorante a quien enseñáis. Estoy donde se recibe amor. Y cualquier cosa que se hace a un hermano pobre, bien sea de medios materiales o de medios espirituales, me lo hacéis a Mí, porque Yo soy el Pobre, el Afligido, el Hombre de Dolores, y lo soy para dar riqueza, alegría,vida sobrenatural a todos los hombres, que muchas veces no lo saben, pero es así, que son sólo ricos en apariencia y en dichas, pero que carecen de las riquezas y alegrías verdaderas, porque están sin la gracia de la que los privó la Culpa de origen. Vosotros lo sabéis: sin la redención no hay gracia, sin gracia no hay alegría ni vida.
y para esto el Señor ungió a su Mesías,
a saber,
para que anunciase la Buena Nueva
a los que sufren el dolor,...
Para daros gracia y vida no quise nacer ni rey, ni poderoso, sino pobre, como un cualquiera; humilde, porque de nada vale la corona, ni el trono, ni el poder para el que vino del cielo para llevarlos a él, entre tanto que todo es ejemplo que un verdadero Maestro debe dar para confirmar con los hechos su doctrina, porque más numerosos son los pobres y los desafortunados que los poderosos y ricos. Porque la Bondad es Compasión. Para esto vine, y para esto el Señor ungió a su Mesías, a saber, para que anunciase la Buena Nueva a los que sufren el dolor, y curase a los que tienen su corazón desecho, para que predicase la libertad a los esclavos, la libertad a los prisioneros, para que consolase a los que lloran y para dar a los hijos de Dios, a los que saben serlo tanto en la alegría como en el dolor, su corona, su vestido de justicia, y transformarlos de árboles selváticos en árboles del Señor. Yo soy todo para todos y quiero que todos estén conmigo en el Reino de los cielos, que está abierto a todos con tal de que sepan vivir en la justicia. La justicia consiste en practicar la ley en la práctica del amor. A este reino se entra no porque se tengan rentas, sino por heroísmo de santidad. El que quiera entrar que me siga y haga lo que hago: que ame a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como Yo lo amo, que no blasfeme del Señor, que santifique sus fiestas, honre a sus padres, no levante mano violenta contra su semejante, no cometa adulterio, no robe a su prójimo en nada, no atestigüe cosas falsas, no desee lo que no tiene, si otros tienen, sino que se contente con su suerte pensando que todo pasa y que es un medio para conquistar una suerte mejor y eterna; que ame a los pobres, afligidos, los despreciados, huérfanos, viudas, que no cometa usura. Quien haga esto, cualquiera que sea su nacionalidad o lengua, condición social o riquezas, podrá entrar en el Reino de Dios, cuyas puertas Yo abro.
Venid a Mí los que tenéis recta voluntad.
No os espante lo que sois o fuisteis.
Venid a Mí los que tenéis recta voluntad. No os espante lo que sois o fuisteis. Soy Agua que lava el pasado y da fuerzas para el futuro. Venid a Mí los que sois pobres del saber humano. En mi palabra está la sabiduría. Venid a Mí, haceos una vida nueva según otros nuevos conceptos. No tengáis miedo de no saber, de no poder hacerlo. Mi doctrina es fácil, mi yugo es ligero. Soy el Rabbí queda sin pedir recompensa, sin pedir otra cosa que vuestro amor. Si me amareis, amaréis mi doctrina y por lo tanto también a vuestro prójimo y obtendréis la vida y el Reino.
"Vosotros los sedientos, venid a beber del agua;
y a quienes no tenéis dinero,
digo,
venid a comprar"
Vosotros, ricos, despojaos del afecto por las riquezas y comprad con ellas el reino por medio de obras de misericordia amorosa para con el prójimo. Vosotros, pobres, despojaos de vuestro abatimiento y venid al camino de vuestro Rey. Os digo con Isaías: "Vosotros los sedientos, venid a beber del agua; y a quienes no tenéis dinero, digo, venid a comprar". Con el amor compraréis lo que es amor, lo que es alimento que no perece, alimento que en realidad quita el hambre y da fuerzas.
Salvad vuestra ciudad con vuestra justicia,
con vuestra misericordia.
¿Lo haréis?"
Me despido de vosotros, habitantes de Ippo: ricos y pobres, hombres y mujeres. Me voy a cumplir la voluntad de Dios, pero quiero irme menos afligido de lo que vine. Vuestra promesa me quitará esta aflicción mía. Por vuestro bien, ¡oh ricos!, por el bien de vuestra ciudad, prometed ser misericordiosos en el futuro con los pequeñuelos y despreciados entre vosotros. Todo es bello aquí, pero como una nube negra en una tempestad convierte a la ciudad más bella, en algo horrible, así vuestra dureza de corazón puede hacer desaparecer su belleza. Quitáosla y seréis benditos. Acordaos de que Dios prometió no destruir Sodoma si en ella había diez justos. Vosotros no conocéis el porvenir, Yo sí. Y en verdad os digo que se arremolina con mayor fuerza que una nube de estío y cargada de granizo. Salvad vuestra ciudad con vuestra justicia, con vuestra misericordia. ¿Lo haréis?"
"Lo haremos, Señor, en nombre tuyo. Háblanos, háblanos un poco más. Hemos sido unos duros, unos pecadores. Pero sálvanos. Eres el Salvador. Háblanos..."
Estaré con vosotros hasta el atardecer.
Os hablaré con mis obras.
"Estaré con vosotros hasta el atardecer. Os hablaré con mis obras. Ahora id a vuestras casas, meditad en mis palabras, mientras no se puede estar afuera en el sol."
"¿Y a dónde vas, Señor? ¡Ven a mi casa, ven a mi casa!" todos los ricos de Ippo lo quieren, y como que disputan la razón que les ampara para que Jesús vaya a su hogar.
Levanta su mano para imponer silencio. A duras penas lo logra. Dice: "Me quedo con estos", y señala a los pobres, que están en grupo a la orilla de la gente, que lo miran con ojos de quien siempre es escarnecido, se siente amado. Repite: "Me quedo con ellos para consolarlos y repartir con ellos el pan. Para darles una prenda de la alegría del reino donde el Rey se sentará entre sus súbditos en el mismo banquete de amor. Entre tanto, ya que su fe se les ve escrita en sus caras, les digo: "Hágase lo que pedís en vuestro corazón, y vuestro corazón y vuestro cuerpo se alegren con lo que os da el Salvador"."
donde cura a todos los que están enfermos
Los pobres son alrededor de un centenar. De ellos unos dos tercios o están enflaquecidos por el hambre, o ciegos, o enfermos sin duda alguna; el otro tercio lo componen niños que mendigan para llevar a sus madres viudas o para sus abuelos... Pues bien: es prodigioso ver que los brazos paralizados, las caderas fuera de lugar, las espaldas encorvadas, los ojos apagados, los miembros que se arrastran, todo lo que hay de doloroso en enfermedades y desgracias, que salieron al paso por trabajo o por exceso de cansancio y fatiga, toman su antigua posición, desaparecen, y estos infelices tornan a una nueva vida, a sentirse capaces de bastarse a sí mismos. El griterío llena la ancha plaza y retumba en ella.
Un romano pide la curación de un esclavo suyo
y Jesús lo cura
Un romano fatigosamente logra atravesar entre la multitud que está fuera de sí. Se acerca a Jesús, que a su vez con trabajo quiere ir a los pobres que acaban de obtener su salud, y que lo bendicen desde su lugar impotentes de atravesar por entre la gente.
"Salve, Rabbí de Israel. ¿Lo que hiciste es tan sólo para los de tu pueblo?"
Mi doctrina es universal porque para ella
no existen castas, ni religiones,
ni naciones que la limiten.
"No. Ni lo que hice, ni lo que dije. Mi poder es universal, porque universal es mi amor. Mi doctrina es universal porque para ella no existen castas, ni religiones, ni naciones que la limiten. El reino de Dios es para el hombre que sabe creer en el Dios verdadero. Soy para los que saben creer en el poder del Dios verdadero."
"Yo soy pagano, pero creo que Tú eres un dios. Tengo un esclavo a quien amo mucho, un viejo esclavo que me sigue desde que yo era niño. Ahora la parálisis lo mata poco a poco y en medio de grandes dolores. Pero es un esclavo y tal vez Tú..."
"En verdad te digo que no conozco esclavitud verdadera, sino la que me repugna: la del pecado, y del pecado obstinado. Porque quien peca y se arrepiente, encuentra mi compasión. Tu esclavo se curará. Vete y si entras en la verdadera fe, te curarás de tu error."
"¿No vienes a mi casa?"
"No."
"De veras... pedí mucho. Un dios no va a la casa de los mortales. Esto tan sólo se lee en las fábulas... Jamás alguien ha hospedado a Júpiter o a Apolo."
"Ellos no existen. Pero el Dios verdadero entra en la casa del hombre que cree en El, llevando consigo la salud y la paz."
"¿Quién es el Dios verdadero?"
"El que es."
"¿No eres Tú? No mientas. Te siento como a un dios..."
"No miento. Tú lo has dicho. Lo soy. Soy el Hijo de Dios que vine a salvar también tu alma, como curé ya a tu esclavo amado. ¿No es ese que viene gritando?"
El romano se vuelve y ve venir corriendo a un viejo, envuelto en una manta y a quien siguen otros, y que viene gritando: "¡Mario, Mario, señor mío!"
"¡Por Júpiter, mi esclavo! ¡Cómo!... Yo... dije: Júpiter... No. Digo: por el Rabbí de Israel. Yo... yo..." el hombre no sabe qué decir...
La gente se abre paso para dejar pasar al viejo curado.
"Estoy curado, señor. Sentí un fuego en mis miembros y una orden que decía: "¡Levántate!" Me pareció que fuese tu voz. Me levanté... me puse de pie... traté de caminar... lo logré... me toqué donde tenía las llagas... no más. Grité. Nereo y Quinto vinieron. Me dijeron dónde estabas. No esperé vestirme. Ahora te puedo servir todavía..." el viejo de rodillas llora y besa la vestidura del romano.
este Rabbí, te curó. Será necesario creer,
El es el Dios verdadero
"No a mí. El, este Rabbí, te curó. Será necesario creer, Aguila. El es el Dios verdadero. Curó a aquellos con su palabra y a ti... no sé con qué... Hay que creer... Señor... yo soy pagano, pero... mira... No. Es muy poco. Dime donde vas a estar para honrarte." Y vuelve a tomar la bolsa de dinero que le había ofrecido antes.
"Bajo aquel pórtico, donde hay sombra, con ellos."
"Te mandaré para ellos. Salve, Rabbí. Lo contaré a quien no cree..."
"Adiós. Te espero por los caminos de Dios."
El romano se va con sus esclavos. Jesús se va con sus pobres, con los apóstoles y discípulas.
El pórtico que es más bien un camino al aire libre que lo que parece ser, está fresco, lleno de sombra, y la alegría es tan grande que hace bello un lugar tan común. Los habitantes de la ciudad vienen a dar su óbolo. Regresa el esclavo del romano con una pesada bolsa. Jesús consuela con sus palabras, y reparte dinero. Los apóstoles regresan con los alimentos que fueron a comprar. Jesús parte el pan, bendice la comida y la da a los pobres, a sus pobres...
VIII. 125-132
A. M. D. G.