PREDICA EN AFEQ

 


 

#Un mercader discute con un judío que no cree que Jesús sea el Esperado de las gentes   

#Jesús empieza su discurso. Cuando el pueblo de Dios después de la muerte de María en Cades se sublevó en el desierto... Moisés entró con su hermano dentro del Tabernáculo y hablaron al Señor pidiéndole un milagro para terminar el descontento   

#También ahora el pueblo se levanta contra el Señor diciendo: "Nos ha conducido a morir, a todos y a cada uno, bajo el dominio de los opresores". Y me grita: "Hazte rey para que nos libertes"   

#El Sacerdote de Dios es el mismo Amor. Y el Amor tomó Carne, haciendo brotar su retoño fuera de la raíz de Jesé que no se alimentó de fango, y la Carne fue la del Verbo encarnado, del Mesías esperado a quien se le envió a hablar a la roca para que se abriese.   

#A los demás que no son de Israel, les digo: la casa de Dios, abandonada por los hijos de su pueblo, está abierta a los que buscan la Luz. Venid. Seguidme.  

#La Sangre la derramaréis con gusto sobre la piedra para que se quede. Os parecerá tener en las manos como un trofeo esa piedra sobre la que correrá la Sangre del verdadero Cordero.   

#Sara le confiesa su decisión: "He pensado dejar aquí a Samuel, que es mejor como siervo que como creyente, e ir contigo a Cafarnaum."

 


 

Jesús está hablando a la gente de Afeq desde el umbral de la  bodega de Sara, y se está dirigiendo a una multitud muy varia, que muestra más curiosidad que atención. Una parte la compone unos cuantos hebreos. El núcleo mayor está compuesto de personas de paso, mercaderes, peregrinos, que se dirigen al lago, o bien que van hacia el vado de Jericó, o que llegan de las ciudades orientales y se dirigen a las costeñas.

No se trata de un verdadero discurso. Jesús responde a este o a aquel. Es un diálogo que todos escuchan, aunque con diversos sentimientos, que se dejan ver en las expresiones de las caras y de las frases de los presentes, por las que colijo quiénes sean y a dónde vayan. El diálogo algunas veces cambia de tono y de personajes, porque, olvidándose de Jesús, se convierte en una disputa entre la gente por razones de raza, o por diversidad de ideas.

 

Un mercader discute con un judío que no cree que Jesús 

sea el Esperado de las gentes.

 

Sucede así que un viejo de Joppe se la prende contra un mercader de Sidón, el cual defiende al Maestro contra la incredulidad del judío, que no quiere admitir que Jesús sea el Esperado de las gentes. Y a una telaraña de citas escriturísticas, aplicadas bien o mal, el siro-fenicio responde con palabras muy sencillas: "Yo no sé esas cosas, pero sí te digo que El es, porque he visto sus milagros y oído sus palabras." La disputa se propaga, porque otros toman parte. Los enemigos de Jesús gritan: "Lo ayuda Beelzebú. No es así el Santo de Dios. Es rey. No es un falso rabbí y mendigo." Los que piensan como el sidonita: "Los sabios son pobres pero honrados. Los filósofos no van ataviados con oro y con poder, como vuestros falso rabinos y sacerdotes." Y se comprende que se expresen así porque no son hebreos, sino gentiles de diversas naciones, que radican en Palestina, o se han hecho ciudadanos, pero conservan su espíritu pagano.

"¡Sacrílegos!"

"Vosotros lo seréis, que ni siquiera percibís la divinidad de su pensamiento" replican otros.

"No merecéis tenerlo. Pero, ¡por Júpiter!, nosotros acabamos con Sócrates y no nos fue bien. Tened cuidado vosotros. Evitad que los dioses no os castiguen como nos han castigado muchas y muchas veces a nosotros" grita uno que debe ser griego.

"¡Uff, los defensores del rey de Israel! ¡Los gentiles!"

"¡Los samaritanos! y nos gloriamos de serlo porque sabríamos tratar mejor al Rabbí que vosotros, si El viniese a Samaría. Vosotros... vosotros tenéis el templo. Hermoso. Pero es un sepulcro lleno de podredumbre aunque lo cubráis con oro y mármoles preciosos" grita un hombre que está afuera de la multitud, y que está vestido de lino, con adornos recamados, cintas, brazaletes...

"¡Uff, un samaritano!" Parece como si dijeran: "¡El diablo!" y los hebreos se separan de él, como lo harían de un leproso. Se van gritando a Jesús: "¡Arrójalo! Es un inmundo..."

 

Jesús empieza su discurso. 

Cuando el pueblo de Dios después de la muerte de María en

 Cades se sublevó en el desierto... 

Moisés entró con su hermano dentro del Tabernáculo 

 hablaron al Señor 

pidiéndole un milagro para terminar el descontento

 

Pero Jesús no arroja a nadie. Trata de poner orden y silencio, lo mismo que los apóstoles que están con El, pero sin lograr gran cosa. Entonces para terminar con la disputa, empieza su discurso. "Cuando el pueblo de Dios después de la muerte de María en Cades se sublevó en el desierto por la falta de agua y gritó contra Moisés, su salvador y guía de la tierra del pecado a la tierra de las promesas, como si fuese su enemigo, y atacó a Aarón como un sacerdote inútil, Moisés entró con su hermano dentro del Tabernáculo y hablaron al Señor pidiéndole un milagro para terminar el descontento. El Señor, no obstante que no está obligado a satisfacer cualquier petición, sobre todo si es una petición con la que se le quiere forzar, o procede de corazones en los que se ha perdido la confianza en la Providencia divina, habló a Moisés y a Aarón. Hubiera podido haber hablado tan sólo a Moisés, porque Aarón, aunque Sumo Sacerdote, se había hecho indigno un día de la bondad de Dios con la adoración del ídolo. Pero Dios quiso probarlo una vez más y darle un modo de aumentar en gracia a sus ojos. Ordenó, pues, que tomase la vara de Aarón, que estaba en el tabernáculo que había florecido, que había retoñado, arrojado flores y fructificado almendras, y que con ella se dirigiese a la piedra, que daría agua para la gente y para los animales. Moisés con Aarón hizo lo que el Señor ordenó, pero ambos no pusieron su fe completa en el Señor. Quien creyó menos fue el Sacerdote Supremo de Israel: Aarón. La roca, al ser tocada por la vara, se abrió y echó tanta agua que el pueblo y los animales calmaron su sed. Aquella agua fue llamada Agua de la Sedición, porque allí los israelitas se opusieron al Señor y censuraron sus órdenes y acciones, y no todos fueron fieles. El mismo Sumo Sacerdote dudó de la veracidad de las palabras divinas. Después moría Aarón que no pudo entrar en la tierra prometida.

 

También ahora el pueblo 

se levanta contra el Señor diciendo: 

"Nos ha conducido a morir, a todos y a cada uno, bajo el

 dominio de los opresores". 

Y me grita: "Hazte rey para que nos libertes"

 

También ahora el pueblo se levanta contra el Señor diciendo: "Nos ha conducido a morir, a todos y a cada uno, bajo el dominio de los opresores". Y me grita: "Hazte rey para que nos libertes". Pero, ¿de qué liberación habláis? ¿De qué castigo? ¿De qué medios? ¡Oh, en las cosas materiales no hay ni salvación ni castigo! Está al alcance de vuestra libre voluntad un castigo mayor, o una liberación mayor. Podéis escoger. Dios os lo concede.

Esto lo digo por los israelitas presentes, por los que deberían saber leer las figuras de la Escritura y comprenderlas. Y como tengo compasión por mi pueblo del cual soy Rey en el espíritu, quiero ayudaros a que comprendáis por lo menos una figura que os ayuda a comprender Quién soy Yo.

El Altísimo dijo a Moisés y a Aarón: "Tomad la vara. Dirigios a la roca y saldrán ríos de agua para calmar la sed y así no haya más quejas". Al Eterno Sacerdote, el Altísimo dijo una vez más, para poner fin  a las quejas de su pueblo: "Toma la vara que ha germinado de la raíz de Jesé. Brotará una flor pura de fango humano. Se cambiará en un fruto de almendro, dulce, y lleno de suavidad. Y con esa almendra de la raíz de Jesé, con ese retoño admirable sobre el que posará el Espíritu del Señor con sus siete dones, golpea la piedra de Israel para que arroje abundante para su salvación".

 

El Sacerdote de Dios es el mismo Amor. 

Y el Amor tomó Carne, haciendo brotar su retoño fuera 

de la raíz de Jesé que no se alimentó de fango, y la Carne fue

 la del Verbo encarnado, del Mesías esperado a quien se le

 envió a hablar a la roca para que se abriese.

 

El Sacerdote de Dios es el mismo Amor. Y el Amor tomó Carne, haciendo brotar su retoño fuera de la raíz de Jesé que no se alimentó de fango, y la Carne fue la del Verbo encarnado, del Mesías esperado a quien se le envió a hablar a la roca para que se abriese. Para que abriese su dura costra de soberbia y avidez y acogiese el agua que Dios le ha enviado, agua que brota de su Mesías, aceite suave de su amor, para que sea maleable, buena, para que se santifique al aceptar en su corazón el don del Altísimo a su pueblo.

Pero Israel no quiere tener el Agua viva en su pecho. Se ha cerrado fuertemente, sobre todo los personajes de mayor autoridad en él, a los que la vara florecida y que ha fructificado por sólo poder divino, inútilmente golpea y habla. En verdad os digo que muchos de este pueblo no entrarán en el reino, mientras que muchos que no lo son, entrarán, porque supieron creer lo que los sacerdotes de Israel no quisieron creer. Por esto en medio de vosotros soy como una señal de contradicción, y vosotros seréis juzgados según el modo con que supisteis comprenderme.

 

A los demás que no son de Israel, les digo: la casa de Dios,

 abandonada por los hijos de su pueblo, está abierta 

a los que buscan la Luz. Venid. Seguidme. 

 

A los demás que no son de Israel, les digo: la casa de Dios, abandonada por los hijos de su pueblo, está abierta a los que buscan la Luz. Venid. Seguidme. Si Yo estoy puesto como señal de contradicción, también lo estoy como señal para todas las naciones, y quien me ame, se salvará."

"Tú amas a los extranjeros más que nosotros. Si nos evangelizases, terminaríamos por amarte. Estás por todas partes, menos en Judea" dice un judío tocado por las palabras de Jesús.

"Iré también a Judea y estaré por mucho tiempo. Pero la piedra que está en vuestros corazones no se cambiará. No se cambiará ni siquiera cuando la Sangre bajará sobre ella. Eres sinagogo ¿no es verdad?

"Sí, ¿cómo lo sabes?"

"Lo sé. Puedes comprender entonces lo que estoy diciendo."

"La sangre no debe caer sobre la piedra. Es un pecado."

 

La Sangre la derramaréis con gusto sobre la piedra 

para que se quede. Os parecerá tener en las manos como 

un trofeo esa piedra sobre la que correrá la Sangre 

del verdadero Cordero. 

 

"La Sangre la derramaréis con gusto sobre la piedra para que se quede. Os parecerá tener en las manos como un trofeo esa piedra sobre la que correrá la Sangre del verdadero Cordero. Pero llegará un día en que comprenderéis... Comprenderéis el verdadero castigo, y comprenderéis cuál era la salvación que se os presentaba. Vámonos..."

Un hombre se abre paso a codazos. "Soy siro-fenicio. Muchos de nosotros creemos en Ti sin tenerte... y tenemos enfermos. Muchos enfermos... ¿No querrás venir con nosotros?"

"Hasta vuestras casas, no. No tengo tiempo. Después del sábado, y de este lugar me dirigiré hacia vuestros confines. Quien tenga necesidad de obtener algún favor que me espere en los confines."

"Lo diré a mis compatriotas. Dios sea contigo, Maestro."

"La paz sea contigo también."

 

Sara le confiesa su decisión: 

"He pensado dejar aquí a Samuel, que es mejor como siervo 

que como creyente, e ir contigo a Cafarnaum."

 

Jesús se despide de la viuda, esto es, querría hacerlo, pero ella se arrodilla y le confiesa su decisión: "He pensado dejar aquí a Samuel, que es mejor como siervo que como creyente, e ir contigo a Cafarnaum."

"Presto saldré de Cafarnaum, y para siempre."

"Pero allí tienes buenos discípulos."

"Es verdad."

"He pensado así... de modo que pueda darte pruebas de que sé abandonar las riquezas y amar la justicia. Emplearé el dinero que se acumula para tus pobres, y el primer pobre será el niño, si la mamá quiere quedarse con él, aun cuando no lo ame. Entre tanto, tomas esto" y le da una bolsa pesada.

"Dios te bendiga con sus bendiciones y con las de los que ayudas. Has avanzado en pocas horas mucho."

La mujer se pone roja. Gira sus ojos. Luego dice: "Yo no soy capaz de haber llegado a tanto. Tu apóstol me lo enseñó. Ese, ese de allá, que está escondido detrás de aquel joven moreno."

"Simón Pedro. El jefe de los apóstoles. ¿Qué te dijo, pues?"

"¡Oh, me habló de una manera tan sencilla y tan bien! Se humilló tu apóstol hasta confesarme que también él era como yo, desordenado en sus deseos. ¡Oh, apenas se lo puedo creer! Me dijo que se esforzó en ser bueno para merecer lo que deseaba, y que se esfuerza siempre más para no hacer del bien conseguido un mal. Sabes, las cosas que nosotros, pobre gente, nos las decimos así y asá, las comprendemos mejor... ¿Te ofendo, Señor?"

"No. Das gloria a Dios con tu sinceridad y con alabar a mi apóstol. Haz como te aconsejó y Dios estará siempre contigo en tu camino hacia la justicia."

La bendice y es el primero en ponerse en marcha hacia el noroeste, bajo verdes árboles que sacude un fuerte viento.

VIII. 157-161

A. M. D. G.