EN CASA DE JUANA DE CUSA. 

CARTAS DE ANTIOQUIA

 


 

#Jesús ordena que las barcas vayan al jardín de Juana   

#"¡María! ¡Matías!" grita fuerte Jesús.   

#Matías refiere a Jesús conversaciones que escuchó en casa   

#Matías no va a repetir ya estas cosas. Me lo promete y lo hará   

#Llega Jonatás y se postra a los pies de Jesús   

#Juana se postra a los pies de Jesús   

#Juana, tengo que recibir a un enviado de Antioquia que seguramente envió Síntica "Tú eres el dueño de todo cuanto posee Juana."   

#Ni con las cohortes romanas, ni con las lanzas israelitas, me haré rey, aun cuando Roma e Israel quisieran por mi medio pacificar esta nación.   

#Jesús saluda al forastero que viene de Antioquia   

#Dentro de tu templo tan feo hay un altar que espera, como el que está en el Areópago, y espera la misma cosa. Espera al Dios verdadero."   

#Jesús lee el pergamino que le entregó el griego y Pedro se le acerca para interesarse también   

#"Ha muerto Juan..."   

#Jesús quiere entregar un escrito para Síntica para cuando el griego regrese   

#Que tu familia ame a Síntica y en el destierro en que estáis tomad el camino de la Patria inmortal: el cielo. Quien cree en Mí y pone en practica mis palabras obtendrá esa Patria. Que la Luz te ilumine. Ve en paz.   

#Escuchad lo que escribe Síntica.   

#Jesús desenrolla el segundo pliego   

#Maestro: Juan murió el día sexto antes de las nonas de junio según cuentan los romanos, algo así como a los principios del mes de Tamuz, según calculan los hebreos.   

#Conozco los Libros como una verdadera israelita. Pero también sé lo que el Profeta no especifica, esto es, que tu Pasión no tarda ya en consumarse, porque Juan ya murió y Tú le prometiste que por poco tiempo estaría en el Limbo   

#Jesús desenrolla el tercer pliego   

#Y ahora que hablé de otros, voy a hablar de mí misma.   

#Jesús se retira para orar con su Madre   

#Te decía que no puedo siempre contentar a Pedro. Esta tarde no podía hacerlo Tú eres la única que puedes saber las líneas que no leí. Por esto te llamé y también por estar contigo, Mamá...   

#Juan ha muerto después de haber cumplido con todas las purificaciones, aun las extremas, de perdonar a quienes con su conducta lo mataron y te obligaron a que lo alejases de Ti.

 


 

Tiberíades tiene a todos sus habitantes sobre su playa o en el lago mismo que buscan consuelo en la brisa que pasa besando las olas o que mueve los árboles de los jardines que hay a lo largo de la ribera. Mientras que los ricos de esta ciudad, en que muchas razas por diversos motivos se han reunido allí, encuentran consuelo en sus buenas barcas de recreo, o desde la sombra de sus verdes jardines contemplan las maniobras de las barcas en aguas de turquesa, que no tienen ya ese color amarillento que el día anterior les había echado el aguacero; los pobres, sobre todo los niños juguetean por la playa, a donde vienen a morir las olas y sus gritos parecen chillidos de golondrinas, al sentir el frío del agua que se les cae encima más de los que quisieran.

Las barcas de Pedro y Santiago llegan y se dirigen al pequeño muelle.

 

Jesús ordena que las barcas vayan al jardín de Juana

 

"No. Al jardín de Juana" ordena Jesús.

Pedro obedece sin decir nada y su barca, a la que sigue la otra, con una virada perfecta que dibuja una especie de interrogación de espuma, se dirige hacia la entrada del jardín de Cusa y atraca allí. Jesús es el primero en bajar. Da la mano a las dos Marías para ayudarlas a bajar.

"Id ahora al muelle y poneos a anunciarme. Veréis a un hombre que se os acercará preguntando por Mí. Es el hombre que ha venido de Antioquia. Después de que hayáis despedido a la gente, traédmelo."

"Está bien, pero... ¿qué debemos decir a la gente? ¿Anunciar tu llegada o predicar tu doctrina?"

"Mi llegada. Diréis que al amanecer hablaré en Tariquea y curaré a los enfermos. Uno de vosotros vigilará las barcas, o podéis hacer que lo haga alguno de los discípulos, para que estén prontas para cuando tengamos que partir. Idos y la paz sea con vosotros." Se dirige al cancel que está en el puente pequeño y que está cerrado. Las dos Marías silenciosas lo siguen.

Fuera de algunas cuantas rosas que continúan floreciendo pese a todo, en el vasto jardín no se ve a nadie, pero se oyen las vocecillas alegres de los dos pequeñuelos que están jugando. Jesús mete su mano por entre los arabescos para buscar el pasador del cancel y recorrerlo. Pero no lo logra. Busca si hay algo con que pudiera llamar la atención. Pero tampoco lo hay.

Entonces, al oír que las voces de los niños están más cerca, grita: "¡María!" Las dos vocecillas se callan de pronto. Jesús repite: "¡María!"

La niña está en medio del jardín, que parece un tapete en el que tan sólo surgen los rosales bien cuidados. Se asoma con pasos cortos, cuidadosos, con un dedo en los labios; sus ojos escudriñan por todas partes. Un paso detrás de ella, viene cual blanco corderito, Matías.

 

"¡María! ¡Matías!" grita fuerte Jesús.

 

"¡María! ¡Matías!" grita fuerte Jesús.

La voz atrae los ojos de los niños, que miran al cancel. Ven a Jesús cuyo rostro está pegado a los barrotes y que les sonríe.

"¡El Señor! Corre, Matías, a decir a mamá... Llama a Elías o a Miqueas... Que vengan a abrir..."

"Ve tú. Yo voy con el Seor..." y ambos corren con los brazos extendidos, como dos mariposas, una blanca y otra rosada con la cabeza negruna. Afortunadamente cuando corren llaman a los siervos y estos, todavía con las regaderas y rastrillos en las manos, acuden, de modo que al fin el cancel se abre y los dos niños se echan en los brazos de Jesús que los besa y pasa el umbral llevándolos de la mano.

"Mamá está en casa con sus amigas. Nos mandan afuera porque no nos quieren" explica claramente Matías.

"No digas así. Nos manda afuera mamá porque esas damas son romanas y hablan todavía de sus dioses, y nosotros a quienes Jesús salvó, sólo a El debemos conocer. Esta es la razón, Señor. Matías es muy pequeño y no comprende" dice graciosamente la pequeña, con una sensatez de alguien que ha sufrido y que con el dolor se ha hecho grande, más de lo que la edad le permite.

"Nos manda también afuera papá, cuando vienen los de la corte. Me gustaría estar con ellos porque casi todos son soldados... guerreros... ¡La guerra! ¡Es hermosa la guerra! Da a uno el triunfo. Expulsa a los romanos. ¡Abajo Roma! ¡Viva el Reino de Israel!" grita valerosamente el pequeño.

 

Matías refiere a Jesús conversaciones que escuchó en casa

 

"No es hermosa la guerra, Matías. Muchas veces no se vence en la guerra y entonces de súbdito se convierte uno en esclavo."

"Pero tu Reino debe venir. Y para hacerlo, se hará la guerra. Y se expulsará a todos, y hasta a Herodes, y Tú serás rey."

"Cállate, tontuelo. Sabes que no debes repetir lo que oíste. Hacen bien en echarte afuera. ¿No sabes que puedes causar daño a papá, a mamá y también a Jesús si hablas así?" dice María. Y luego a modo de explicación: "Un día vino uno que es como príncipe y pariente de Herodes y que es tu discípulo, a hablar con nuestro padre. Y gritaron mucho. No estaban solos, sino había muchos con ellos..."

"Todos gallardos, con hermosas espadas y hablaban de guerra..." interrumpe Matías.

"Cállate, te lo digo. Y tan fuertes eran sus voces que se oyó todo, y este tontuelo desde aquel día no hace más que hablar de ello. Dile que no debe... Mamá ya se lo dijo y papá lo amenazó con llevarlo a la cima del gran Hermón, a una gruta, con un esclavo sordo mudo, hasta que aprenda a guardar silencio. Y allá tendrá que estarse callado porque si habla con el esclavo, este no lo oye, ni le responde; si grita vienen las águilas y los lobos y se lo comerán..."

"Un castigo verdaderamente terrible" dice Jesús sonriendo y acariciando al niño que ha perdido su arrojo y se estrecha a Jesús como si estuviese ya viendo venir las águilas y los lobos a devorárselo todo entero, hasta su imprudente lengua. "Un castigo verdaderamente terrible" repite.

"Así es, y yo tengo miedo de que lo castiguen y que tenga que quedarme sola y me pongo a llorar... Pero él no se compadece de mí, ni de mamá y nos matará de dolor..."

"No lo hago a propósito... Lo oí... y lo digo... Es muy bello... pensar que los romanos sean vencidos y que Herodes y Filipo sean expulsados, y que Jesús sea Rey de Israel" termina en medio de un murmullo escondiendo su carita entre el vestido de Jesús para apaciguar todavía más la fuerza de su voz.

 

Matías no va a repetir ya estas cosas. 

Me lo promete y lo hará

 

"Matías no va a repetir ya estas cosas. Me lo promete y lo hará. ¿No es verdad? Así no será devorado; Juana y María no morirán de dolor; Cusa no estará intranquilo, y Yo no seré odiado. Porque mira, Matías, al decir estas cosas, haces que me odien. ¿Quieres que Jesús sea perseguido? Piensa qué remordimiento tendrás algún día cuando te digas a ti mismo: "Yo fui causa de que se persiguiera a Jesús que me salvó, y todo por haber repetido lo que oí por casualidad". Esos son hombres, y los hombres frecuentemente pierden de vista a Dios porque son pecadores. Al no ver a Dios, no ven a la Sabiduría, y cometen errores aun con fin bueno, o que lo toman por tal. Pero los niños son buenos. Sus espíritus ven a Dios y Dios descansa en sus corazones. Por esto deben comprender las cosas con sabiduría y decir que mi Reino no se establecerá con la violencia en la tierra, sino con el amor, en los corazones. Y deben pedir a Dios para que los hombres comprendan este Reino mío como lo comprenden los niños. Los ángeles llevan al cielo las plegarias de los niños y el Altísimo las convierte en gracias. Jesús tiene necesidad de estas gracias para hacer que los hombres que piensan en guerra y en un reino temporal, se conviertan en apóstoles que comprenden que Jesús es paz y que su Reino es espiritual y celestial. ¿Ves ese corderito? ¿Podrá acaso despedazar algo?"

"¡Oh, no! Si pudiese despedazarnos, papá no nos lo hubiese regalado..."

"Respondiste bien. También el Padre que está en los cielos no me hubiera mandado si hubiera tenido Yo fuerza y voluntad de despedazar. Soy el Cordero y el Pastor. Soy bueno y sufrido, como lo es un cordero, y soy el que reúne con amor, con el cayado del Buen Pastor, y no con lanzas ni espadas de guerreros. ¿Entendiste? ¿Me prometes a Mí, nada más a Mí, que no vas a decir más estas cosas?"

"Sí, Jesús. Pero... ayúdame Tú... porque yo solo..."

"Te ayudaré. Mira, te acaricio los labios y así aprenderán a estar cerrados."

 

Llega Jonatás y se postra a los pies de Jesús

 

"Maestro mío. ¡Tarde santa es esta que me permite verte!" dice Jonatás que apenas llegado se ha postrado a los pies de Jesús.

"La paz sea contigo, Jonatás ¿Puedo ver a Juana?"

"Ya viene. Ha despedido a las romanas para venir a verte."

Jesús lo mira interrogativamente, pero no pregunta nada. Camina en dirección de la casa escuchando a Jonatás que habla de Cusa "que está muy disgustado con Herodes" y que luego añade: "Por amor a mi patrona te ruego que lo detengas, porque quiere haces cosas que... no traerían ningún bien ni a Ti, ni a él, pero sobre todo a Ti."

Juana con un blanco vestido sobre el que baja desde la cabeza un velo que parece una filigrana de planta -y no comprendo cómo el material tan delgado puede con un recamo de planta- ceñido con una diadema finísima que por delante termina en punta, cual una mitra adornada de perlas. Perlas en los zarcillos, perlas en el cuello, perlas en el pulso de las manos y en los dedos. Una aparición de belleza, de exquisitez, de buen gusto, viene ligera hacia el Señor, y sin preocuparse de su hermosa vestidura se postra en el polvo del sendero y besa los pies de Jesús.

"La paz sea contigo, Juana."

"Cuando estás conmigo, siempre hay paz en mí y en mi casa... ¡Madre!..." y trata de besar los pies de la Virgen, pero esta la toma entre sus brazos y la besa; cosa que también hace María de Alfeo.

Jesús después de los saludos, dice: "Tengo algo que decirte, Juana."

"A tus órdenes, Maestro. María, mi casa es tuya. Ordena lo que sea necesario. Voy con el Maestro..."

Jesús ha ido al jardín, a la vista de todos, pero separado de modo que nadie pueda escucharlo. Juana lo alcanza.

 

Juana, tengo que recibir a un enviado de Antioquia que

 seguramente envió Síntica "Tú eres el dueño de todo 

cuanto posee Juana."

 

"Juana, tengo que recibir a un enviado de Antioquia que seguramente envió Síntica. Pensé que podría hacerlo en tu casa. Aquí en tu jardín..."

"Tú eres el dueño de todo cuanto posee Juana."

"¿También de tu corazón?" Jesús la mira fijamente.

"Tú lo sabes ya, Maestro. Estaba yo cierta de ello. Ahora estoy completamente. Cusa... los hombres son muy incoherentes. Su espíritu de interés es muy fuerte. Su amor por sus mujeres muy poca cosa. Nosotras somos... ¿Qué cosa somos nosotras las mujeres, aun las mejores? Un joyel que se muestra o se  escondo según pueda ser útil o no... Una danzarina que debe reír o llorar, atraer o rechazar, hablar o guardar silencio, presentarse o quedarse escondida según el marido lo ordene... siempre por sus intereses... ¡Es triste nuestra suerte, Señor! ¡Es hasta degradante!"

"En cambio de ello se os ha dado cómo podáis subir hacia lo alto con vuestro corazón."

"Es verdad esto. ¿Lo sabes por Ti mismo o te han dicho algo? ¿Has visto a Mannaén? Te buscaba..."

"No. No he visto a nadie. ¿Está aquí?"

"Sí. Todos estamos aquí... Quiero decir: todos los cortesano de Herodes.. y muchos porque lo odian. Entre estos también Cusa, que lo odia desde que a instigación de Herodías, se complace en mortificarlo. Señor ¿te acuerdas que en Béter te dije que Cusa quería que me separase de Ti porque temía perder el favor de Herodes? No han pasado más que unos cuantos meses... Y ahora quiere que yo... Sí, Señor. El querría que te persuadiese a que aceptes su ayuda para llegar a ser rey en lugar de los Tetrarcas... Debo decirlo porque soy esposa, por lo tanto sujeta al marido, y mujer hebrea por añadidura, por esto más que nunca sujeta a la voluntad del esposo. Lo digo... y no te aconsejo... porque creo comprender que Tú... ¡oh! que Tú no te harás rey con la punta de lanzas mercenarias. ¡Oh, qué he dicho! No debería hablar así... es mejor que oigas primero a Cusa y a Mannaén y a otros más... Y si me hubiera quedado callada, ¿no habría hecho mal?... Señor, ayúdame a ver lo que debe hacerse."

 

Ni con las cohortes romanas, ni con las lanzas israelitas, 

me haré rey, aun cuando Roma e Israel quisieran 

por mi medio pacificar esta nación. 

 

"Lo que debe hacerse está en tu corazón, Juana. Ni con las cohortes romanas, ni con las lanzas israelitas, me haré rey, aun cuando Roma e Israel quisieran por mi medio pacificar esta nación. He comprendido ya bastante para reconstruir lo que pasa. Matías dijo palabras imprudentes. Jonatás habló de disgustos. Tú dijiste lo demás. Yo completo lo que sucede de este modo: una idea necia acerca de mi reino empuja a los buenos, que todavía no son justos, por ejemplo, Mannaén, a fomentar revueltas capaces de establecer el reino de Israel según una idea fija que tienen muchos. Un acicate, una necesidad ardiente de vengar una afrenta, empuja a otros, entre ellos a tu marido, a hacer lo mismo. Sobre estos dos motivos trabaja la palanca de los fariseos, de los saduceos, escribas y hasta herodianos, para poder deshacerse de Mí, haciéndome aparecer a los ojos de quien nos domina lo que no soy. Despediste a las romanas para decirme ésto, para no traicionar ni a Cusa, ni a Mannaén, ni a los demás. Pero en verdad te digo que quienes mejor me han comprendido son los gentiles. Me llaman "filósofo"; tal vez me tomarán por un soñador, un idealista, un infeliz, a su modo, para quienes todo reside en  la violencia. Pero han comprendido, al menos ellos, que no soy de esta tierra, que mi Reino no es de esta tierra. No tienen miedo de Mí, sino de mis seguidores. Tienen razón. Algunos de ellos por amor, otros por orgullo serían capaces de cualquier cosa con tal de conseguir su objetivo: hacer de Mí, en lugar de un reyezuelo de una pequeña nación, el Rey de reyes, el Rey universal. Y en verdad que debo más cuidarme de la asechanza que trabaja en la sombra, atizada por mis verdaderos enemigos, que no se encuentran en el palacio proconsular de Cesarea, ni en el del Legado en Antioquia, ni siquiera en la torre Antonia, sino bajo los tefilim, las fimbrias, y los zizit de los vestidos hebreos, y sobre todo bajo los anchos tefilim y bajo los largos zizit que llevan los fariseos y escribas para demostrar su completa adhesión a la Ley. Pero esta reside en el corazón, no en los vestidos... Si estuviese en sus corazones... Ellos se odian mutuamente, pero ahora se unen olvidando su odio para poder hacer el mal. El odio que abre profundas grietas entre una y otra casta de Israel no los ha desunido porque ahora están llenas del odio que abrigan en Mí. Si la Ley estuviese en sus corazones, y no suspendida ni pegada a los vestidos, a la frente, a la mano, como el salvaje que se pone amuletos, conchas; que se cuelga huesos, picos de buitres por superstición y adorno; si estuviese en sus corazones la Ley, si la Sabiduría no estuviese escrita dentro de los tefilim, sino en las fibras del alma, comprenderían quién soy Yo y que para destruirme como a Verbo, y como a Hombre, no pueden hacer nada. Debo, por lo tanto, precaverme de los amigos y de los enemigos, que no son justos ni en su odio, ni en su amor. Debo tratar de guiar el cariño que me tienen, y adormecer su odio que me guardan. Y lo hago para poder cumplir con mi deber. Y lo haré hasta que haya edificado el Reino, bañando las piedras con mi Sangre para que se consoliden. Cuando os habré bañado con mi Sangre, vuestros corazones no vacilarán más. Me refiero a los corazones que me son fieles. Al tuyo, Juana, que se encuentra entre dos fuerzas y dos amores que hay en ti: Yo y Cusa."

"Pero Tú vencerás, Señor."

"Sí. Venceré."

"Pero procura salvar también a Cusa... Ama a quien amo."

"Amo a quien te ama."

"Ama a Cusa que te ama..."

"La mentira no está bien en esa frente limpia como las perlas que la adornan y que ahora se pone colorada con el esfuerzo de querer persuadirse y de querer persuadirme de que Cusa me ama."

"Es verdad que él te ama."

"Sí. Por interés suyo. Como por interés suyo no me amaba en Zio y en Ziram... Pero ¡mira!, acaba de llegar Simón de Jonás con el forastero. Vamos a su encuentro..."

Van al espacioso vestíbulo que está detrás de la casa, con un pórtico semi-redondo que da el jardín. Este vestíbulo semicircular que llega hasta la casa está adornado de columnas con rosales, que ahora no tienen flores, y de jazmines, de flores con cálices en forma de estrella, y de otras flores trepadoras cuyos nombres ignoro.

 

Jesús saluda al forastero que viene de Antioquia

 

"La paz sea contigo, forastero. ¿Me buscabas?"

"Salud y gloria, Señor. Te buscaba. Traigo una carta para Ti. Me la dio una mujer griega en Antioquia. Soy... No, no soy ya griego, porque me hice ciudadano romano para poder continuar mi empresa. Soy proveedor de las tropas romanas. Los odio, pero el abastecerlos me da buenas ganancias. Por lo que nos han hecho, debería mezclar cicuta en la harina. Habría que envenenar a todos. A unos cuantos no serviría para nada. Sería peor... Creen que todo les es lícito porque son fuertes. Con respecto a los griegos no son más que unos bárbaros. Nos han robado todo para adornarse ellos y hacer ver que son gente civilizada. Pero rasca la costra, que está pintada con nuestra civilización, y descubrirás siempre un Amulio, un Rómulo, un Tarquinio... Siempre descubrirás un Bruto, asesino de quien lo favoreció. ¡Ahora tienen a un Tiberio! ¡Es poco lo que se merecen! Tienen a Seyano, a quien bien se merecen. El hierro, las cadenas, los crímenes que han cometido, que se vuelvan contra ellos y desgarren la carne de esos brutos romanos. Poco es. Poca cosa sería. Pero lo que está determinado, vendrá. Cuando el monstruo llegue a crecer más caerá bajo su propio peso y se pudrirá. Los vencidos se echarán a reír de ese monstruo que será cadáver, y serán nuevamente vencedores. ¡Qué dicha! Todos los pies de los conquistadores llegarán a pisotear a quien todo lo ha aplastado con su brutal expansión. Pero, perdóname, Señor. El dolor continuo algunas veces me saca de control... Decía yo que una griega me dio una carta para Ti y me dijo que Tú eres el Virtuoso perfecto. Virtuoso... Eres todavía joven para serlo... Los grandes espíritus de la Hélade consumieron su vida para llegar a serlo un poco... La mujer me habló de tu Idea. Si verdaderamente crees en lo que enseñas, eres grande... ¿Es verdad que vives para prepararte a la muerte y así dar al mundo la sabiduría de vivir como dioses y no como brutos, como ahora lo hacen todos? ¿Es verdad que afirmas que solo existe una sola riqueza digna de deberse alcanzar: la de la virtud? ¿Es verdad que has venido a redimir, pero que la redención comienza en nosotros mismos, siguiendo tus enseñanzas? ¿Es verdad que poseemos un alma y debemos tener cuidado de ella porque es cosa divina, que no perece incorruptible por su naturaleza, pero a la que nosotros, si vivimos cual brutos podemos quitarle ese carácter divino, sin destruirla con todo? ¡Respóndeme, oh Tú que eres grande!"

"Es verdad. Todo es verdad."

"¡Por Júpiter! Esto mismo decía nuestro Maestro. Pero parecía una melodía a la que faltase una nota; una lira a la que faltase una cuerda. De vez en vez se oía un silencio, que el filósofo no pudo suplir. Tú lo has llenado, si realmente viniste no sólo para enseñar sino también para morir, sin que nadie te obligue, sino por querer obedecer al Dios; lo cual cambia tu muerte de suicida en sacrificio... ¡Por la divina Minerva! Ninguno de nuestros dioses hizo jamás cosa semejante. Por lo que deduzco que eres más que  ellos. La griega afirma que no existen, y que el que existe eres Tú... ¿Estoy acaso hablando a un Dios? ¿Y puede acaso un Dios escuchar a un proveedor de alimentos, ladrón, que odia al enemigo, a un hombre miserable? ¿Por qué me prestas atención?"

"Porque estoy viendo tu alma."

"¿La estás viendo? ¿Cómo es?"

 

Dentro de tu templo tan feo hay un altar que espera, 

como el que está en el Areópago, y espera la misma cosa.

 Espera al Dios verdadero."

 

"Torcida, sucia, serpentigera, llena de amargura, ignorante, pese a que inteligencia sea diversa de la de un bárbaro. Dentro de tu templo tan feo hay un altar que espera, como el que está en el Areópago, y espera la misma cosa. Espera al Dios verdadero."

"Entonces a Ti, porque la griega dice que Tú eres el Dios verdadero. Pero, ¡por Júpiter!, es verdad lo que dices de mi alma. Eres más claro y más sencillo que un oráculo de Delfos. Tú predicas paz, amor y perdón. Virtudes difíciles. Predicas continencia, y honradez bajo todos sus aspectos... Ser tal cosa es ser más grande que los dioses, porque ellos... ¡oh! o son pacíficos, ni honrados, ni magnánimos... Son la perfección de las pasiones malas del  hombre, a excepción de Minerva que es por lo menos sabia. ¡La misma Diana!... Es pura, pero cruel... No cabe duda, ser lo que predicas es ser mejor que los dioses. Si lo fuese yo... ¡por el hermosísimo Ganímedes! El, que de jovencillo se convirtió en águila olímpica y en copero de los dioses. Y Zenón de proveedor de paja a sus patrones bárbaros llegó a ser dios... Permíteme que profundice en estos pensamientos, y entre tanto lee la carta que te envían..." y el forastero se pone a pasear como un peripatético.

 

Jesús lee el pergamino que le entregó el griego y Pedro

 se le acerca para interesarse también

 

Pedro, cansado, al ver que la conversación iba para larga, se ha sentado cómodamente en un asiento del vestíbulo y acariciado con la frescura del aire, con la suavidad de los cojines, se ha echado a dormir tranquilamente... Pero debe haber estado muy alerta, porque lo despierta el ruido del sello que se rompe y del pergamino que se desenvuelve. Se levanta, restregándose los ojos soñolientos. Se acerca al Maestro que de pie lee, bajo un candil como de mica color delicadamente morado. La luz es tenue, y sirve para alumbrar el lugar sin necesidad de quitar el encanto de la luna en las noches serenas. Jesús levanta la hoja para leer; Pedro, que es de estatura pequeña, y que se ha puesto al lado del Maestro, trata de estirar su cuello, de ponerse en puntillas para ver, pero no puede.

"Es Síntica ¿eh? ¿qué dice?" pregunta dos veces con voz suplicante. "¡Lee en voz alta, Maestro!"

Jesús le responde: "Sí. Es ella... Luego..." y lee, lee. Terminado el primer pergamino lo dobla, se lo pone entre los pliegues de la cintura y sigue con el segundo.

"Cuánto escribió ¿eh? ¿Cómo está Juan? ¿Quien es ese hombre?" Pedro es molesto como un niño. Jesús está tan sumido en lo que lee que ni le escucha. Acabó ya el segundo, y lo pone en su cintura como el primero.

"Ahí se doblan. Dámelos a mí..." y es claro que piense: "para echarles un vistazo". Al levantar sus ojos para seguir el movimiento de las manos del Maestro que desenvuelven el tercer y último pergamino, ve que brilla una lágrima suspendida en las pestañas rubias de Jesús.

"¡Maestro! ¿Lloras? ¿Por qué, Maestro mío?" pregunta y se le acerca más abrazándolo a la cintura con sus brazos musculosos y cortos.

 

"Ha muerto Juan..."

 

"Ha muerto Juan..."

"¡Oh, pobrecito! ¿Cuándo?"

"Cuando los primeros calores arreciaron... tanto que deseó que hubiésemos estado con él..."

"¡Oh, pobre Juan!... Bueno... todo ha acabado... El dolor de habernos separado... Todo por causa de esas serpientes. Supiese yo quiénes son... Lee en voz alta, Señor. ¡Yo quería mucho a Juan!"

"Después. Después leeré. Por ahora cállate."

Jesús lee atentamente... Pedro estira su cuello para ver... Jesús acabó ya de leer, envuelve el pergamino y dice: "Llama a mi Madre."

"¿No vas a leer?"

"Espero a los demás... Entre tanto voy a decir adiós al que trajo esto."

 

Jesús quiere entregar un escrito para Síntica 

para cuando el griego regrese

 

Y mientras Pedro entra en la casa donde están las discípulas con Juan, Jesús se dirige al griego. le pregunta: "¿Cuándo partes?"

"¡Oh! Debo ir a Cesarea, al Procónsul y luego a Joppe después que haya comprado las mercancías. Partiré dentro de un mes, a tiempo para escabullir las tormentas de noviembre. Iré por mar. ¿Se te ofrece algo?"

"Sí. Quiero responder a la carta. La griega dice que me puedo fiar de ti."

"Nos llaman falsos. Pero también tenemos la capacidad de no serlo. Fíate de mí. Puedes escribir de antemano y buscarme cuando llegue la fiesta de los Tabernáculos en la casa de Cleante, que es el que me provee de quesos de Judea para las comidas de los romanos. Es la casa tercera más allá de la fuente de la población de Betfagé. No puedes equivocarte."

"Ni tampoco tú puedes equivocarte si sigues el camino en el que pusiste ya el pie. Hasta pronto. La civilización griega te lleva a la mía."

"¿No me reprochas que odie?"

"¿Crees que debiera hacerlo?"

"Sí, porque repruebas el odio como una pasión indigna y aborreces la venganza."

"¿Y a ti que te parece?"

"Que el que no odia y perdona es más grande que Júpiter."

 

Que tu familia ame a Síntica y en el destierro en que estáis

 tomad el camino de la Patria inmortal: el cielo. 

 

Quien cree en Mí y pone en practica mis palabras obtendrá 

esa Patria. Que la Luz te ilumine. Ve en paz.

 

"Llega, pues, a esta grandeza... Hasta pronto. Que tu familia ame a Síntica y en el destierro en que estáis tomad el camino de la Patria inmortal: el cielo. Quien cree en Mí y pone en practica mis palabras obtendrá esa Patria. Que la Luz te ilumine. Ve en paz."

El forastero saluda y se va. Luego se detiene, vuelve atrás, pregunta: "¿No podré oírte cuando hables?"

"Hablaré en Tariquea al amanecer. Después voy en dirección de la Sirofenicia, y luego no sé por qué camino iré a Jerusalén."

"Te buscaré. Mañana estaré en Tariquea para juzgar por mí mismo si eres tan elocuente como sabio."

Se va.

Las mujeres están en el atrio y juntamente con Pedro comentan la muerte de Juan. Ya llegaron también los otros que se habían quedado en la ciudad para decir que mañana por la mañana el Maestro hablaría en Tariquea. Todos comentan lo de Juan de Endor, y se mueren en ansias por saber más.

"¡Murió ya, Hijo!"

"Sí. Está en la paz."

"Acabó ya de padecer."

"Salió definitivamente ya de la cárcel."

"Hubiera sido justo que no hubiese sufrido la última agonía del destierro."

"Le sirvió para haberse purificado más."

"¡Oh, a mí no me gustaría esta purificación! Cualquier otra, pero no morir lejos del Maestro."

"Y sin embargo... todos moriremos así... Maestro... llévanos contigo" dice Andrés repitiendo lo que los otros dijeron.

 

Escuchad lo que escribe Síntica.

 

"No sabes lo que pides, Andrés. Este es vuestro puesto hasta que os llame. Escuchad lo que escribe Síntica.

"Síntica del Mesías a Jesús el Mesías, salud.

La persona que te llevará estas hojas es un compatriota mío. Me prometió que te buscaría hasta encontrarte, reservando como último lugar Betania, donde dejaría la carta con Lázaro, si no te hubiera podido encontrar por ningún lugar. Es uno de los que se rehace de todos los males que ha recibido, como sus antepasados, de parte de Roma. Roma tres veces lo ha fustigado y de muchas maneras y con los mismos métodos. El, con astucia griega, dice que ahora ordeña las vacas del Tíber para hacerles escupir las cabras griegas. Es el que provee a la casa del Legado y a muchas casas romanas de esta pequeña Roma, y gran ciudad, reina del Oriente. Además, ha logrado acaparar, fuera de las delicadezas que anhelan los ricos, y de un modo astuto a base de alabanzas serviles que no descubren el odio insatisfecho, el derecho de proveer a las cohortes del Oriente. No apruebo su método, porque cada uno tiene su modo de trabajar. Yo habría escogido el pedazo de pan recibido como limosna antes que los joyeles de oro que me hubiera dado el opresor. Y así hubiera hecho siempre si otro motivo, que muy poco me sirve, no me hubiese empujado a imitar al griego para lo que yo quería.

Diciendo la verdad es un buen hombre, como lo es su mujer y sus tres hijas y su hijo. Los conocí en la escuelita de Antigonia. Su madre de ellos se enfermó cuando empezó la primavera, y la curé con el bálsamo y así pude entrar en su casa. Otras muchas me hubieran aceptado alegres como maestra y bordadora. Lo mismo que casas de nobles y casas de comerciantes, pero preferí esta porque no es casa de griegos. Te lo voy a explicar.

Te ruego que tengas compasión de Zenón aun cuando no puedas convenir en sus ideas. El es como ciertas tierras áridas, cubiertas de piedra por la superficie, pero buenas bajo su capa dura. Espero poder levantar esta costra que el mucho dolor formó y sacar afuera un terreno bueno. Sería una ayuda muy grande para tu iglesia, porque Zenón es conocido y está en comunicación con muchos del Asia Menor y de la Grecia, más allá de Chipre y Malta y hasta la Iberia donde por todas partes tiene familiares y amigos, que son griegos como él y a quienes se les persigue, o también hasta romanos de las cohortes o de entre los magistrados, que pueden en un día lejano ser utilísimos a tu causa.

Señor, mientras estoy escribiendo desde una de las terrazas de la casa veo a Antioquia con sus muelles sobre el río, el palacio del Legado que está en la isla, las espléndidas calles de la ciudad, sus muros con sus centenares de torres, y si volteo veo la cima del monte Sulpio que domina con sus cuarteles, y el otro palacio del Legado. Me encuentro, por decirlo así, entre las dos muestras del poder romano, yo que soy una pobre mujer que es súbdita, y que está sola, pero no me producen ningún miedo, antes bien pienso que lo que puede hacer la violencia de los elementos y la fuerza de todo un pueblo que trata de rebelarse, lo hará la debilidad que no da sombra, la aparente debilidad, que los poderosos desprecian, esa debilidad que es una fuerza porque posee a Dios, y esa eres Tú.

Pienso, y te lo aseguro, que esta fuerza romana será la fuerza tuya cuando te haya conocido, y que de las ciudadelas de la Roma pagana será necesario empezar el trabajo, porque serán siempre ellas las dueñas del mundo y una Roma tuya quiere decir una Roma universal que es tuya. ¿Cuándo sucederá? No lo sé, pero presiento que sucederá. Por esto miro con gusto estas muestras del poderío romano, pensando en el día en que levantarán sus banderas y pondrán su fuerza al servicio del Rey de reyes. Las miro como se mira a amigos que pueden ayudarnos, que ignoran que lo son, que hacen sufrir antes de que se les conquiste, pero una vez conquistados, te llevarán, te harán conocer hasta los confines del mundo.

Yo, pobre mujer, tengo el valor de decir a mis hermanos mayores en Ti que cuando llegue la hora de conquistar el mundo para tu Reino, no por parte de Israel, que está muy encerrado en su rigorismo que se siente irritado por el del farisaísmo y por el de las otras castas de modo que no se le puede conquistar, sino de acá, del mundo romano, de sus descendientes -los tentáculos con los que Roma estrangula cualquier fidelidad, cualquier amor, toda libertad que no sea la que ella quiere y que le es útil- por ellos deberá empezarse la conquista de los corazones para la Verdad.

Tú lo sabes, Señor. Pero hablo por mis hermanos que no pueden creer que también nosotros, los gentiles, tengamos el ansia por el Bien. A mis hermanos digo que bajo la coraza pagana se encuentran corazones desilusionados de ese vacío pagano, que están asqueados de la vida que llevan porque es la moda, y que están cansados del odio, de los vicios, de la crueldad. Existen corazones honrados, pero que no saben dónde apoyarse para encontrar un refrigerio a su anhelo por el Bien. Dar a ellos una Fe que los apacigüe. Morirán por ella, llevándola siempre adelante como una antorcha entre la oscuridad, como hacen los atletas en los juegos helénicos."."

 

Jesús desenrolla el segundo pliego

 

Jesús enrolla el primer pliego, mientras los presentes comentan el estilo, la fuerza, las ideas de Síntica y se preguntan por qué no está más en Antigonia. Jesús desenrolla el segundo pliego.

Pedro, que hasta ahora había estado sentado, se acerca como para oír mejor y vuelve a ponerse de puntillas para ver, pegándose a Jesús.

"Simón, hace mucho calor, y tú estás muy pegado a Mí" dice sonriendo Jesús. "Vuelve a tu lugar. ¿No me estuviste oyendo hasta este momento?"

"¿Oyendo? Sí, pero no vi nada. Ahora quiero ver, porque Tú cuando leíste ese pliego cambiaste y te salieron lágrimas... Y no sólo por Juan... Que se sabía que ha había muerto..."

Jesús sonríe, pero para impedir que Pedro fisgue por detrás se recarga en la columna más cercana sin importarle que le quede lejos la luz del candil, que si en verdad no arroja mucha luz sobre el pergamino, ilumina mejor el rostro de Jesús.

Pedro que está decidido a ver, a comprender lo que se diga, se trae un asiento, lo pone enfrente de Jesús, se sienta en él y con los ojos fijos sigue los gestos del rostro del Señor.

" 'Estoy convencida de ello que, habiéndome quedado sola, dejé a Antigonia por Antioquia, segura de poder trabajar mejor en este terreno, donde, como en Roma, se funden todas las razas, todas ellas se mezclan, que donde manda Israel... No puedo yo, mujer, ir a la conquista de Roma. Pero si no puedo llegar a la Urbe, puedo con todo arrojar la semilla desde la hija más hermosa de la Urbe, la que más se asemeja a su madre en todo el Orbe... ¿En cuántos corazones caerá? ¿En cuántos germinará? ¿Cuántos la transportarán a otras partes y esperará a los apóstoles para poder germinar? No lo sé. Ni quiero saberlo. Pongo manos a la obra. Ofrezco al Dios que he conocido, y que da tranquilidad a mi espíritu e inteligencia, este trabajo. Creo en este Dios como en el único Dios, como en el Dios omnipotente. Sé que no engaña a quien tiene buena voluntad. Esto me basta y me da fuerza para hacerlo.

 

Maestro: Juan murió el día sexto antes de las nonas de junio

 según cuentan los romanos, algo así como a los principios

 del mes de Tamuz, según calculan los hebreos.

 

Maestro: Juan murió el día sexto antes de las nonas de junio según cuentan los romanos, algo así como a los principios del mes de Tamuz, según calculan los hebreos.

Señor... ¿Qué necesidad hay de decirte lo que ya sabes? Pero voy a decirlo por los hermanos. Juan murió como un justo, y teniendo en cuenta sus sufrimientos, podría decir que murió como un mártir.

Lo asistí con la compasión que una mujer puede tener, con todo el respeto que se tiene por un héroe, con todo el amor que se tiene por un hermano. Pero no fue suficiente para impedir que yo, al ver tal sufrimiento, pidiese al Altísimo, no por asco o por fastidio, que se lo llevase a su paz. El repetía: ¡A la libertad!.

¡Qué palabras salían de su boca! ¿Puede algún hombre que ha descendido tan abajo, como él decía, subir hasta donde brilla tanta luz de la Sabiduría? ¡Oh! La muerte es ciertamente el misterio que revela nuestro origen, y la vida es el escenario que esconde este misterio. Un escenario que se nos presenta sin dibujos y en el que podemos trazar lo que queremos. El escribió muchas cosas, no todas dignas de leerse. Pero las últimas fueron sublimes. Desde el cielo sombrío en el que había bosquejos del dolor humano y de una violencia humana, cual un óptimo pintor, pasó a dar colores cada vez más luminosos, iluminando los últimos días de su vida dedicada a Ti, y terminó con una luz radiante de un alma que se pierde en la Divinidad.

Te lo aseguro: no recitó, sino que cantó su último poema. No murió, sino que resucitó. Ni yo misma pude distinguir exactamente cuándo él todavía como hombre hablaba y cuándo su alma como hijo de Dios lo hacía.

Señor, tú sabes que he leído todas las obras de los filósofos para encontrar un alimento de mi alma que está atada con la doble cadena de la esclavitud y el paganismo. Eso lo hicieron los hombres. Aquí no se oía más la voz de ellos: eran unas palabras de un superhombre, de un alma verdaderamente regia, mejor dicho: de un corazón como si fuese divino.

Estuve atenta a este misterio que se desenvolvía entre nosotros, y que los que nos hospedaban no podían haber comprendido. Eran israelitas buenos, pero siempre israelitas... Y cuando en los últimos momentos Juan no fue más que un amor que hablaba, yo hice que todos se fuesen y recogí lo que tú seguramente sabes...

Señor... el murió y salió finalmente de la cárcel. Llegó a la libertad como decía con ese hilo de voz que le quedaba en sus últimos días, y con esa mirada que estaba encendida en éxtasis, me apretaba la mano y me hacía ver el Paraíso al recorrer sus cortina con sus palabras. Ese hombre murió y con ello me enseñó a vivir, a perdonar, a creer, a amar. Murió y con ello me preparó para el último momento de mi vida.

Señor, todo lo comprendo. En las noches de invierno me habló de los profetas. Conozco estos Libros como si fuese una verdadera israelita. Pero también comprendo lo que los Libros no dicen claramente...

Maestro y Señor mío... quiero imitarlo. Quisiera obtener la misma gracia, pero me imagino que es una cosa heroica el pedírtela, y cumplir con tu voluntad"..."

Jesús dobla la hoja y trata de tomar la tercera.

"¡No, no, Maestro! No está bien... Todavía queda algo. No puede terminar de este modo el pliego" grita Pedro. "¡No has leído todo" ¿Qué razón hay, Señor? Vosotros, protestad. Síntica escribió muchas cosas para nosotros más que para él, y El no quiere leerlas."

"¡No insistas, Pedro!"

"Claro que tengo que insistir. Mira que si insisto. He visto que tu mirada, y lo sabes, bajó de golpe muy abajo, y pude ver, que no leíste las últimas líneas. No estaré tranquilo hasta que leas las últimas líneas de ese pergamino. ¡Antes lloraste!... ¿Y qué? ¿Acaso hay razón para llorar en lo que acabaste de leer? Es sinsabor haber oído que murió... pero una muerte así no provoca este llanto. Me imaginé que había muerto desafortunadamente al despedirse de este mundo... Al contrario... Lee, pronto. ¡Madre! ¡Juan! Vosotros que siempre obtenéis lo que queréis..."

"Escúchalo, Hijo mío, y si hay algo que duela, todos beberemos del mismo cáliz..."

"Se haga como queréis.

 

Conozco los Libros como una verdadera israelita. 

Pero también sé lo que el Profeta no especifica, 

esto es, que tu Pasión no tarda ya en consumarse, 

porque Juan ya murió y Tú le prometiste que por 

poco tiempo estaría en el Limbo

 

'Conozco los Libros como una verdadera israelita. Pero también sé lo que el Profeta no especifica, esto es, que tu Pasión no tarda ya en consumarse, porque Juan ya murió y Tú le prometiste que por poco tiempo estaría en el Limbo. El me lo dijo. Me dijo que le habías prometido llevártelo antes que supiese cómo y hasta qué punto puede llegar el odio de Israel contra Ti, y esto para que él por amor a Ti no llegase a odiar a los que te atormentasen. Ahora ya ha muerto... y Tú también te acercas a la muerte... ¡No, a la vida! A una vida que consiste en vivir tu doctrina, contigo en nosotros, con la Divinidad en nosotros, luego que tu Sacrificio nos haya devuelto la vida a nuestros corazones, la Gracia, la unión con el Padre, con el Hijo, con el Espíritu Santo.

Maestro, Salvador mío, Rey mío, Dios mío... La tentación que tuve de irme a donde estás fue muy fuerte desde que Juan está durmiendo en el sepulcro y descansa con la esperanza de verte. Quería estar contigo para estar con las otras cerca de tu ara. Éstas se adornan no sólo con la víctima, sino con guirnaldas en honor del Dios en cuyo honor se celebra el sacrificio. Yo deposito mi guirnalda de violetas de discípula lejana a los pies de tu ara. Depongo allí la obediencia, el sacrificio, la pena de no verte ni de escucharte... ¡Será algo duro! Y mucho más ahora que tus conversaciones sobrenaturales con Juan han terminado y yo no puedo disfrutar más de ellas... Señor, levanta tu mano en dirección de tu sierva para que sepa cumplir sólo con tu voluntad y sepa servirte". "

Jesús dobla el pergamino y mira las caras de los presentes. Todas están pálidas. Pedro en voz baja dice: "No comprendo por qué llorabas... Creí que se trataba de otra cosa..."

"Lloré porque comparaba el uxoricida, el galeoto que fue un tiempo y la esclava pagana con muchos que hay en Israel."

"¡Comprendido! Te llena de angustia que los hebreos sean inferiores a los gentiles; y los sacerdotes y príncipes a los galeotes. Tienes razón. ¡He sido un pedazo de alcornoque! ¡Qué mujer es Síntica! ¡Fue una desgracia que hubiera partido!..."

 

Jesús desenrolla el tercer pliego

 

Jesús desenrolla el tercer pliego

" 'Y que sepa imitar completamente al discípulo y al hermano que está ya en paz, que partió después de que cumplió con todas las purificaciones... en tu honor y para endulzar tus sufrimientos"."

"¡Ah no, eso no!" Pedro ha brincado velozmente antes de que Jesús pudiese separarse, y ve que los ojos de Jesús se han pasado muchas líneas. Conviene saber que el pergamino se enrolla por sí mismo tan pronto como se le suelta, y por lo tanto muchas líneas escritas arriba se pierden de vista.

Jesús levanta su cabeza y con un rostro más bien triste que alegre, con un rostro más bien dulce que enérgico, empuja a su discípulo diciéndole: "Pedro, tu Maestro sabe lo que te puede acarrear algún bien. Déjame que te diga lo que te conviene..."

Pedro siente algo a través de esas palabras, y más que con ellas, con la mirada de Jesús, como si le suplicase, y en cuyo rostro brilla una lágrima que está a punto de caer. Se baja del asiento diciendo: "Obedezco... Pero ¿qué habrá más de eso?"

 

Y ahora que hablé de otros, voy a hablar de mí misma.

 

Jesús torna a leer: " 'Y ahora que hablé de otros, voy a hablar de mí misma. Dejé Antigonia después de que Juan fue sepultado. No porque me trataban mal, sino porque pensé que no era mi lugar. ¿Por qué? No lo sé. Como te dije antes, había conocido muchas familias, porque muchos habían venido a donde estábamos. Preferí quedarme con al familia de Zenón, porque me parece que es el lugar donde puedo trabajar.

Una romana me dijo que me fuese a su espléndida mansión que está cerca de los pórticos de Herodes. Una mujer siria, muy rica, me invitó a que trabajase como maestra en el taller de telas que su marido, de Tiro, estableció en Seleucia. Una viuda, prosélita, que tiene siete hijas, y vive cerca de Seleucia, quería, por amor a Juan, que fuese maestra de sus hijos. Una familia greco-asiria con negocios cerca del Circo me pidió que fuese a vivir con ella porque durante los juegos podía ayudarle. En fin un romano, que es centurión, por lo que pienso, pero seguramente es militar, y que se ha quedado aquí por no sé qué motivos, y que se curó con el bálsamo, insistió en que me casase con él.

Pero no. No quería ni a ricos, ni a mercaderes. Anhelaba yo almas, y almas griegas y romanas, porque pienso que a partir de ellas debe empezar a extenderse tu doctrina en el mundo. Y por esto me tienes en casa de Simón cerca de las faldas del Sulpio, junto a los cuarteles. La ciudadela parece amenazar desde la cima. Y sin embargo por hosca que sea, es mejor que los ricos palacios del Onfolo y del Ninfeo donde tengo amigos. Un soldado que te conoce, de nombre Alejandro. Un corazón sencillo como de un niño, encerrado en un corpulento soldado. El mismo tribuno que hoy poco llegó de Cesarea, bajo su clámide tiene un gran corazón. Con su sencillez burda Alejandro se acerca mucho a la Verdad. También el tribuno, que te admira como a un orador perfecto, a un filósofo 'divino', como dice él, no es hostil a la Sabiduría, aun cuando por ahora no puede acoger la Verdad. Conquistar a estos y a sus familias con darte a conocer aunque sea un poco, significa echar la semilla al norte y al sur, al oriente y al occidente, porque los soldados son como las semillas que arroja el ventilador, mejor dicho: como pajillas que el molino de viento, en nuestro caso la voluntad de los Césares y la necesidad del dominio, esparce por todas partes.

Cuando llegue el día en que tus discípulos, como pájaros lanzados al viento, se esparzan sobre la Tierra, será una gran ayuda para ellos encontrar en los lugares de su apostolado a uno, a uno solo, siquiera a uno solo que no ignore que Tú exististe. Por este motivo curo también los cuerpos adoloridos de los viejos gladiadores como los de los jóvenes. Por esta razón no evito más a las mujeres romanas, por este motivo soporto a los que me causaban antes desagrado... Todo por Ti.

Si me equivoco, aconséjame con tu sabiduría. Ten en cuenta, aunque lo sabes muy bien, que mis errores provienen de mi incapacidad más bien que de mala voluntad.

Señor, tu sierva te ha hablado mucho... mucho que no es nada de lo que tiene en su corazón. Pero tú ves mi espíritu, Señor... ¿cuándo podré ver tu rostro? ¿Cuándo podré volver a tu Madre, a tus hermanos?... La vida es un sueño que pasa. Pasará la separación. Estaré en Ti, y con ellos, y entonces habrá alegría, libertad tanto para mí, como para Juan.

Me postro a tus pies, Salvador mío. Bendíceme con tu paz.

A María de Nazaret, a las discípulas, paz y bendición. A los apóstoles y a los discípulos paz y bendición. A Ti, Señor, gloria y amor". 

 

Jesús se retira para orar con su Madre

 

Es todo. Madre, ven conmigo. Vosotros esperad, o bien si queréis, podéis descansar. No torno otra vez. Voy a orar con mi Madre. Juana, si alguien me busca, estoy en el quiosco cerca del lago."

Pedro llamó a María aparte y le dijo aprisa algo en voz baja. María sonríe y le dice también algo. Alcanza a su Hijo que camina por la vereda que apenas puede verse en la oscuridad.

"¿Qué quería Simón de Jonás?"

"Saber, Hijo mío. Parece un muchacho... un muchachote... pero es tan bueno."

"Sí, es muy bueno. Te pidió a ti que eres muy buena para que pudiese saber... ha descubierto el punto débil que tenéis tú y Juana. Lo sé. Aparento no saberlo, pero claro que lo sé. No puedo siempre contentarlo... No era necesario, Jonatás. Estábamos también en la semioscuridad" dice al ver que Jonatás acude trayendo una lámpara de plata y cojines que pone sobre la mesa y sobre los asientos del quiosco.

"Me lo ordenó Juana. La paz sea contigo, Maestro."

"Y contigo."

Se quedan solos. 

 

Te decía que no puedo siempre contentar a Pedro. 

Esta tarde no podía hacerlo Tú eres la única 

que puedes saber las líneas que no leí. 

Por esto te llamé y también por estar contigo, Mamá...

 

"Te decía que no puedo siempre contentar a Pedro. Esta tarde no podía hacerlo Tú eres la única que puedes saber las líneas que no leí. Por esto te llamé y también por estar contigo, Mamá... Estar contigo en las últimas horas antes de que nos separemos es lo mismo que juntar muchas fuerzas tan queridas que me harán rico en las largas horas de soledad en medio del mundo que no me comprende o que me comprende mal. Estar contigo en las primeras horas en que debo regresar es lo mismo que tomar nuevo vigor de tu dulzura de todos los cálices que debo beber en el mundo... y que no me gusta, que son tan amargos."

María lo acaricia sin decir palabra alguna. De pie, cerca de El que está sentado, es la Madre que consuela a su Hijo. El la hace sentar y dice. "Escucha..." y entonces María, en su actitud de alguien que escucha, sentada enfrente de El, se convierte en la discípula pendiente de los labios de Jesús, su Maestro.

"Síntica escribe, refiriéndose a Antioquia: "Hasta aquí es lo que se ha querido -no sé distinguir dónde termina lo que los hombres quieren y dónde empieza lo que Dios desea, porque no soy una mujer preparada- aquí la voluntad, más fuerte que me deseo, me ha traído, y quién sabe que no haya sido voluntad de Dios. No hay duda de que, como si fuese una gracia del cielo, yo amo esta ciudad que con las cimas del Casio y del Amano que parecen sus centinelas a los lados y las verdes cimas de las Montañas negras que están más allá, me traen el recuerdo de mi Patria perdida. Y me parece que esto sea el primer paso de regreso a mi tierra, y no ya un paso de peregrina cansada que regresa a morir, sino de una mensajera de vida que llega a dar vida a quien fue para ella madre. Me parece que de aquí, cual golondrina que ha cobrado fuerzas para volar y que se ha alimentado de la Sabiduría, debo volar allá, a mi ciudad, donde vi la primera luz y de donde querría, querría subir a la Luz después de haber devuelto la Luz que me fue dada.

Mis hermanos que conmigo se encuentran en Ti -lo comprendo- no aprobarán este pensamiento mío. Ellos quieren para sí solos tu Sabiduría. Pero se equivocan. Llegará el día en que comprenderán que el mundo espera, y que el mundo tenido en menos será el mejor. Les preparo el camino. No tan sólo aquí, sino también con todos los que hacen cabeza y luego regresan a otras partes, y no hago distinción si se trata de gentiles o prosélitos, de griegos o romanos, de otras colonias del imperio y de la Diáspora. Hablo, provoco el deseo de que te conozcan... El mar no está hecho de una nube que se desvanece. Está hecho de nubes, nubes, nubes que descargan sus lluvias sobre la tierra y se arrojan sobre el mar. Yo seré una nubecilla. El mar será tu religión. Quiero multiplicar el conocimiento de Ti para contribuir a crear el mar de tu religión. Yo, griega, sé hablar a los griegos, no tanto con las palabras, cuanto porque los comprendo... Yo, en un tiempo esclava de romanos, aprovecharme de los romanos cuyo lado débil conozco. Y como viví entre los hebreos, sé también cómo tratarlos, sobre todo aquí donde hay muchos prosélitos. Juan ha muerto para gloria tuya. Yo viviré para la misma. Bendice nuestros corazones.

 

Juan ha muerto después de haber cumplido con todas las

 purificaciones, aun las extremas, de perdonar a quienes 

con su conducta lo mataron y te obligaron 

a que lo alejases de Ti.

 

Y más abajo, donde se habla de la muerte de Juan, donde no quiso que Simón leyese, está escrito: "Juan ha muerto después de haber cumplido con todas las purificaciones, aun las extremas, de perdonar a quienes con su conducta lo mataron y te obligaron a que lo alejases de Ti. Conozco su nombre, por lo menos el del principal. Juan me lo manifestó cuando me dijo: 'Desconfía siempre de él. Es un traidor. Me traicionó, traicionará a El y a sus compañeros. Pero perdono a Iscariote como El lo perdonará. Por lo demás se ha abierto ya un gran abismo en que yace y no quiero hacerlo más profundo con no perdonarle el que me haya matado al haberme separado de Jesús. Mi perdón no lo salvará. Ninguna cosa lo salvará, porque es un demonio. No debería decirlo, yo que fui un asesino, pero por lo menos hubo una ofensa que me enloqueció. El maldice al que no le ha hecho ningún mal y terminará con traicionar a su Salvador. Pero lo perdono porque la bondad de Dios convirtió su rabia contra mí, en bien mío. ¿Ves? He expiado todo completamente. El, el Maestro, me lo concedió ayer por la tarde. Todo lo he expiado. Ahora salgo de la cárcel. Ahora entro verdaderamente en la libertad, libre aun del peso del recuerdo del pecado de Judas de Keriot contra un infeliz que había encontrado la paz a la sombra de su Señor.

Igualmente yo, siguiendo su ejemplo, le perdono de haberme arrancado de tu lado, de tu Madre bendita, de las discípulas, de poder oírte, seguirte hasta la muerte, para poder estar presente a tu triunfo de Redentor. Lo hago por Ti, en tu honor y para aliviar tus sufrimientos. Está tranquilo, Señor mío. El nombre del oprobio que está en las filas de tus secuaces no saldrá jamás de mis labios, igualmente que no saldrá nunca de mis labios lo que oí de Juan, cuando él hablaba con tu Presencia invisible, con tu Presencia que le daba alegría. Dudé mucho si iría a donde estás, antes de instalarme completamente en mi nueva morada. Pero comprendí que me traicionaría al sentir un desprecio profundo por Iscariote, y que te habría causado daño con tus enemigos. Así pues sacrifiqué este consuelo que esperaba tener... segura que el sacrificio nunca dejará de tener su fruto, nunca su premio."

Es esto, Madre. ¿Podía leer esto a Simón?"

"No. Ni a él, ni a los otros. En medio de mi dolor siento ya la alegría de la muerte santa de Juan.... Hijo, oraremos porque él sienta nuestro amor y  ... porque Judas no sea el oprobio... ¡Oh, es horrible!... Y con todo... perdonaremos..."

"Oraremos..." Se ponen de pie y oran a la luz temblorosa de la lámpara, entre los ramajes que se mueven, mientras la resaca parece suspender su choque contra la playa...

VIII. 179-198

A. M. D. G.