EN TARIQUEA
#La paternidad universal de Dios
#¿Quién es el Cristo? ¿Quién es el Salvador? ¿Quién el Mesías?
#La ley para conquistar el Reino
#Ahora os doy en realidad el modo de ser dioses.
#vivid como hombres que tienen alma, que tienen inteligencia, y no como animales.
#De Mí está dicho que soy el que llevará la justicia entre las naciones.
#He venido a sacar de las tinieblas de la cárcel subterránea de la ignorancia de Dios a todos los que el paganismo ahoga bajo su montón de idolatrías.
#El mundo dice: "Oprimamos al pobre, al débil, al que está solo.
#los espíritus que se acerquen a la gran Luz que es Dios, y griten a El: "Pequé, soy fango, pero te busco a Ti que eres Luz", llegarán a ser espíritus que subirán purificados ante su Creador.
#"¿Quién es el Mesías?" Ahora respondo: Yo soy.
#"¿Quién fue el que me pidió para su alma y para su cuerpo?"
#Cusa quiere que Jesús vaya a su casa
#Aparece la mujer que recibió el milagro de Jesús
#"El alma está curada con tu arrepentimiento. Vete y no peques más. Tus pecados te son perdonados."
#Jesús defiende a la mujer arrepentida y la lleva consigo para sacarla de las iras de la gente
#Zenón de Antioquia, que no se había separado del Maestro, exclama: "¡Ahora sé verdaderamente quién eres! ¡Un dios verdadero y no un falso orador!
#Jesús cede ante la insistencia de Cusa de ir a su casa
#Pedro se opone a que Jesús vaya a la casa de Cusa
#Jesús interviene finalmente: "No tengas miedo, Simón. Nada me va a pasar.
La pequeña península de Tariquea se entra en el lago formando una profunda ensenada hacia el suroeste, de modo que no está mal decir que más bien que una península es un istmo rodeado de aguas por todas partes, y unido a tierra sólo por una parte pequeña. por lo menos así era en tiempos de Jesús, los que yo veo. No sé si después, con el correr de los veinte siglos, la arena y guijarros arrastrados por el arroyo que desemboca exactamente en la ensenada del lago suroeste haya podido cambiar el aspecto del lugar, cubriendo de arena la pequeña bahía y alargando así la lengua de tierra del istmo.
La bahía está quieta, es de color azulado con rayas de jade donde se refleja el verdor de los árboles que extienden sus ramas desde la costa. Muchas barcas ligeramente se mueven sobre las aguas tranquilas.
Lo que me sorprende es un enorme muelle, que formado de arcos apoyados sobre la grava de la ribera, es como una avenida que va en dirección del oeste. No sé si fue construido como adorno o porque era necesario. Esta avenida, dique o muelle, está cubierta con una capa gruesa de tierra en la que se han plantado muchos árboles, uno tras del otro, pero no muy altos, y que forman una galería de verdor. Mucha gente sin quehacer, camina bajo este pasillo que susurra bajo la brisa, con las ondas del lago, con las ramas de los árboles y brinda una frescura que todos agradecen.
Claramente se ve el lugar donde desemboca el Jordán, cómo entran por su parte en su cauce las aguas del lago, formando una especie de remolino, sobre todo cerca de los pilotes de un puente, que parece ser romano por su arquitectura, de forma puntiaguda (no sé si digo bien) contra sus bordes en los que se rompe la corriente del agua en medio de un maravilloso resplandecer de madreperlas que el sol ilumina, y que desaparecen al entrarse en la boca del río, que se encauza libremente en el lago. En la otra punta del puente, casi en su extremidad, hay una ciudad blanca, derramada en el verdor de fértiles campos. Y más allá, hacia el norte, pero sobre la costa oriental del lago, el poblado que está antes de Ippo, sus bosques, sobre los acantilados, detrás de los que está Gamala que se distingue perfectamente por estar en la cima.
Jesús, a quien sigue numerosa gente desde Emmaús y que ha crecido con la que lo esperaba en Tariquea -y entre ella está Juana, que vino en su barca- se dirige al muelle cubierto de árboles. Se detiene en medio de ella. A su derecha el lago, a su izquierda la playa. Los que puedan se han entrado en la arboleda, los que no, buscan un lugar en la playa, todavía un poco húmeda por la marea nocturna o por otra razón, y en la que hay un poco de sombra que proyectan los árboles del muelle. Otros acercan sus barcas y bajo la sombra de sus velas se quedan.
Jesús hace señal de que va a hablar y todos guardan silencio.
"Está dicho: "Saliste a salvar a tu pueblo, a salvarlo con tu Ungido". Está escrito igualmente: "Me alegraré en el Señor y me llenaré de regocijo en Dios, que es mi Salvador."
El pueblo de Israel se ha apropiado estas palabras y les ha dado un significado nacional, personal, egoísta, que no corresponde a la verdad respecto del Mesías. Les ha dado un significado restringido que envilece la grandeza de la idea mesiánica y la pone al nivel de una manifestación cualquiera de poder humano, y de una victoria sobre sus dominadores, victoria que según ellos, debe acarrear el Mesías.
La paternidad universal de dios
Pero la verdad es diversa. Es grande el significado, ilimitado. Viene del Dios verdadero, del Creador y Señor de cielos y tierra, del que creó el linaje humano, del que así como puso astros en el cielo, cubrió la tierra con toda clase de plantas, la llenó de animales, lo mismo que de peces el mar, de pájaros el aire, así multiplicó los hijos del Hombre que creó El para que fuese rey de la creación y fuese su criatura predilecta. Ahora bien, ¿cómo iba a poder el Señor, Padre de todo el género humano, ser injusto con los hijos, de los hijos nacidos del primer Hombre y de la primera Mujer, que creó El con tierra en la que infundió el alma, su divino aliento? ¿Y cómo pueden tratarse estos de modo diverso, como si no procediesen de igual fuente, como si no fuesen criaturas suyas, sino de cualquier otro ser sobrenatural y contrario, y por lo tanto diversos, extraños, bastardos, dignos de desprecio?
El verdadero Dios no es un pobre dios de este o de aquel pueblo; un ídolo, una figura imaginaria. Es la Realidad sublime, la Realidad universal, el Ser único, Supremo, Creador de todas las cosas y de todos los hombres. Por lo tanto es el Dios de todos los hombres. El los conoce aunque ellos lo ignoren. El los ama, aunque ellos no conociéndolo, no lo amen; o si lo conocen mal, de igual modo lo amen; o bien conociéndolo no sepan amarlo.
La paternidad no termina cuando un hijo es ignorante, tonto o perverso. El padre busca el modo de enseñar a su hijo, porque enseñarlo es signo de amor. El Padre se cansa por hacer que sea menos tonto el hijo que está menos dotado de inteligencia. El padre con lágrimas, con suavidad, con castigos benignos, con perdones compasivos, trata de corregir al hijo malo y hacerlo bueno. Este es el padre-bueno. Y el Padre-Dios ¿será acaso menos que aquél? No. El Padre-Dios ama a todos los hombres y quiere su salvación. El, Rey de un reino infinito, Rey eterno, mira a su pueblo compuesto de todos los pueblos esparcidos sobre la tierra y dice: "He ahí el pueblo de mis criaturas, el pueblo que salva mi Mesías. He ahí el pueblo para el que fue formado el reino de los cielos. He ahí la hora de salvarlo con el Mesías".
¿Quién es el Salvador?
¿Quién el Mesías?
¿Quién es el Cristo? ¿Quién es el Salvador? ¿Quién el Mesías? Muchos de los aquí presente y muchos, aunque no sean griegos, saben lo que quiere decir la palabra Cristo. Cristo es el ungido, el consagrado con el aceite real para cumplir su misión. ¿Consagrado para qué? ¿Acaso para una diminuta gloria de un trono? ¿Acaso para una mayor, como lo es el sacerdocio? No. Fue consagrado para reunir bajo un solo cetro, en su solo pueblo, bajo una sola doctrina, a todos los hombres, para que sean hermanos entre sí, e hijos de un solo Padre, hijos que Le conocen y que obedecen su Ley para tener parte en su Reino.
Rey, en nombre del Padre que lo envió, el Cristo reina como conviene a su naturaleza, esto es, como Dios porque lo es. Dios ha puesto todo como peana de sus pies, pero no para que aplaste, sino para que salve. De hecho, su nombre es Jesús, que quiere decir en la lengua hebrea Salvador. Cuando esto se realice, un monte se elevará bajo sus pies, y una multitud de todas las razas cubrirá el monte, para simbolizar que El reina y se levanta sobre toda la Tierra y sobre todos los pueblos. Pero el Rey está desnudo de cualquier riqueza que no sea su Sacrificio, para simbolizar que El no busca sino las cosas del espíritu, la heroicidad del sacrificio, y no con la violencia y el oro. Será así para responder -a los que lo temen como a los que por un falso amor lo exalta, y lo envilecen al mismo tiempo al quererlo hacer rey según el mundo, también a los que lo odian sin ningún otro motivo que el angustiarse de que se les vaya a despojar de lo que más aman- sí para responder que El es Rey espiritual, que se le envió sólo para adoctrinar a los corazones a que conquisten el Reino, el único Reino que Yo he venido a fundar.
La ley para conquistar el Reino
No os doy leyes nuevas. A los israelitas les confirmo la Ley del Sinaí; a los gentiles les digo: la ley para conquistar el Reino no es sino la ley de Virtud que por sí misma se impone a todos los seres humanos, y que por la fe en el Dios verdadero, se convierte de ley moral y de virtud humana en una ley de moral sobrehumana.
¡Oh, gentiles! Estáis acostumbrados a llamar dioses a los grandes hombres que ha habido en vuestras naciones, y los colocáis entre los escuadrones de los numerosos e imaginarios dioses con que pobláis el Olimpo, que os creasteis para tener algo en que creer, porque la religión, una religión, es necesaria al hombre, así como lo es una fe, pues éste es el estado normal del hombre, y la incredulidad no más que una cosa anormal y por accidente. No siempre esos hombres que fueron elevados al estado de dioses valen siquiera para que se les de el nombre de humanos, porque si fueron grandes, unos lo fueron por la fuerza brutal, otros por astucia, otros por otros medios que pudieron conseguir. De este modo llevan consigo, como dotes de superhombres, las miserias que el hombre prudente y sabio las tiene por tales: asquerosidades de pasiones desenfrenadas. El hecho de que digo verdad es que en vuestro Olimpo imaginario no habéis logrado poner uno solo de esos grande espíritus que supieron intuir al Ente supremo y fueron intermediarios entre el hombre y la Divinidad, la que percibieron instintivamente con su espíritu de reflexión y con su corazón virtuoso. De la inteligencia del filósofo que razona, del verdadero filósofo, al corazón del verdadero creyente que adora al verdadero Dios, el paso es corto; entre tanto que del corazón del que se echa en brazos de la astucia, de la fuerza, o de la heroicidad humana hay un abismo. Vosotros no habéis colocado en vuestro Olimpo a los que por una vida virtuosa se levantaron sobre el común de los hombres hasta el punto de que se acercasen al reino del espíritu, sino a los que temisteis como dueños crueles, o a quienes halagasteis por servilismo de esclavos, o bien admirado como ejemplo viviente de no haber seguido los instintos animalescos que a vuestros apetitos desordenados parecen ser el objeto y fin de la vida.
Ahora os doy en realidad el modo de ser dioses.
Habéis envidiado a los que fueron colocados entre los dioses, descuidando a los que más se acercaron a la divinidad por medio de la práctica y doctrina de una vida virtuosa. Ahora os doy en realidad el modo de ser dioses. El que hace lo que Yo digo y cree en lo que enseño, ese tal subirá al Olimpo y será dios, dios hijo de Dios en un cielo donde no existe la muerte y donde la única ley es el Amor. En un cielo donde se ama espiritualmente, sin la pesantez y amargura de los sentidos que hacen que los hombres se vean como enemigos, como sucede en vuestras religiones.
vivid como hombres que tienen alma,
que tienen inteligencia, y no como animales.
Yo no os pido actos heroicos que todos aclamen. Os digo sólo: vivid como hombres que tienen alma, que tienen inteligencia, y no como animales. Vivid de modo que seáis dignos de vivir, de vivir realmente, con la parte inmortal que tenéis en el Reino del que os creó. Yo soy la vida. He venido a enseñaros el camino para llegar a la Vida. Vine a dar la vida por todos vosotros, y a darla para daros la resurrección, para que os levantéis de vuestro sepulcro de pecado y de idolatría. Yo soy la Misericordia. He venido a llamaros, a juntaros. Yo soy el Cristo Salvador. Mi reino no es de este mundo, y sin embargo en quien cree en Mí, en mi palabra, nace un reino en su corazón preparado desde el principio del mundo, que es el Reino de Dios, el Reino de Dios en vosotros.
el que llevará la justicia entre las naciones.
De Mí está dicho que soy el que llevará la justicia entre las naciones. Es verdad. Porque si los ciudadanos de todos los países hicieran lo que enseño, los odios, las guerras, los atropellos tendrían fin. Está escrito de Mí que no levantaría mi voz para maldecir a los pecadores, ni mi mano para acabar a aquellos que parecen cañas débiles y tizones que humean por la manera indecorosa en que viven. Es verdad. Soy el Salvador y he venido a dar fuerzas a los que están heridos, a dar vigor a los que no lo tienen. Está dicho de Mí que soy el que abre los ojos a los ciegos, saca de la cárcel a los prisioneros y lleva a la luz a los que estaban en las tinieblas de la cárcel. Es verdad. Los que son más ciegos que nada, son los que ni siquiera con los ojos del alma ven la Luz, esto es, al verdadero Dios. Yo he venido, Luz del mundo, para que vean. Los prisioneros peores son los que tienen por cadenas sus pasiones perversas. Cualquier otra cadena se rompe con la muerte del que la lleva; pero las cadenas del vicio duran y encadenan aun después de la muerte del cuerpo. Yo he venido a soltar estas cadenas.
He venido a sacar de las tinieblas de la cárcel
subterránea de la ignorancia de Dios a todos los
que el paganismo ahoga bajo su montón de
idolatrías.
He venido a sacar de las tinieblas de la cárcel subterránea de la ignorancia de Dios a todos los que el paganismo ahoga bajo su montón de idolatrías. Venid a la Luz. Venid a la Salvación. Venid a Mí porque mi Reino es el verdadero y mi Ley es buena. No se pide sino que améis al Único Dios y a vuestro prójimo, y por lo tanto a que volváis las espaldas a los ídolos y a las pasiones que os hacen que seáis duros de corazón, que os hacen insensibles, sensuales, ladrones, homicidas.
"Oprimamos al pobre, al débil, al que está solo.
El mundo dice: "Oprimamos al pobre, al débil, al que está solo. Que nuestra fuerza sea nuestro derecho, que la crueldad, nuestro modo de ser, que nuestras armas sean la intransigencia, el odio, la ferocidad. Como el justo no reacciona, que sea aplastado; y oprimidos sean la viuda y el huérfano cuyas voces apenas si se escuchan". Yo os digo: sed benignos, mansos; perdonad a vuestros enemigos, socorred a los débiles, sed justos tanto cuando vendéis como cuando compráis; sed magnánimos aunque se trate de un derecho vuestro; no os aprovechéis de vuestro poder para oprimir a los demás. No seáis vengativos. Dejad a Dios el cuidado de velar por vosotros. Sed morigerados en todos vuestros deseos, porque la temperancia es prueba de fuerza moral, entre tanto que la codicia es prueba de debilidad. Sed hombres y no os asemejéis a los animales. No tengáis miedo de haber caído muy abajo y de que no podáis levantaros.
los espíritus que se acerquen a la gran Luz que es
Dios, y griten a El: "Pequé, soy fango, pero te busco a
Ti que eres Luz", llegarán a ser espíritus que subirán
purificados ante su Creador.
En verdad os digo que así como el agua turbia de un charco puede convertirse en agua pura, evaporándose al sol, purificándose con los rayos del sol y elevándose así al firmamento para volver a caer en forma de lluvia o de rocío limpio y fértil, con tal de que el sol le dé, así también los espíritus que se acerquen a la gran Luz que es Dios, y griten a El: "Pequé, soy fango, pero te busco a Ti que eres Luz", llegarán a ser espíritus que subirán purificados ante su Creador. Quitad a la muerte su horror haciendo de vuestra vida una moneda para conquistar la Vida. Despojaos del pasado como de un vestido harapiento y revestios de la virtud.
Ahora respondo: Yo soy.
Yo soy la Palabra de Dios y en su Nombre os digo que quien tuviere fe en El y buena voluntad, quien se arrepintiere del pasado y tuviere buen propósito para el futuro, bien sea hebreo o gentil, será hijo de Dios y poseerá el reino de los cielos. Dije al principio: "¿Quién es el Mesías?" Ahora respondo: Yo soy. Yo el que os estoy hablando y mi Reino estará en vuestros corazones si lo acogéis, y luego en el cielo, que os abriré, si perseveráis en mi doctrina. Esto es el Mesías y no otra cosa. Rey de un reino espiritual cuyas puertas abrirá con su sacrificio, y las abrirá a todos los hombres de buena voluntad."
"¿Quién fue el que me pidió para su alma
y para su cuerpo?"
Jesús ha terminado de hablar, y se dirige hacia una escalerilla que va del muelle a la ribera. Tal vez quiere llegar a la barca de Pedro que se balancea junto a un atracadero rudimentario. Pero se vuelve de pronto y ve entre la multitud a alguien. Grita: "¿Quién fue el que me pidió para su alma y para su cuerpo?"
Nadie responde.
Repite la pregunta y pasea sus brillantes ojos por la multitud que se amontona a sus espaldas, no sólo por el camino, sino abajo, sobre la arena. Una vez más no responde sino el silencio.
Mateo hace notar: "Maestro, quién sabe cuántos en este momento han anhelado por Ti bajo la emoción de tus palabras..."
"No. Un alma me gritó: "Ten piedad" y la escuché. Y para deciros que es verdad, respondo: "Hágase como pides porque lo que quieres es cosa buena". " Y extiende, alto, lleno de majestad, su mano hacia la playa.
Cusa quiere que Jesús vaya a su casa
Trata de irse hacia la escalerilla, pero le sale al paso Cusa, que bajó, como es natural, de alguna barca, y lo saluda profundamente. "Desde hace días que ando en tu busca. He dado vueltas por el lago siempre tratando de encontrarte, Maestro. Tengo urgencia de hablarte. Ven a mi casa. Tengo muchos amigos conmigo."
"Ayer estuve en Tiberíades."
"Me lo dijeron. Pero no estoy solo. ¿Ves aquellas barcas que están al otro lado? Allá hay muchos que te quieren. Entre ellos algunos de tus discípulos. Ven, te ruego, al otro lado del Jordán, a mi casa."
"Es inútil, Cusa. Sé lo que quieres decirme."
"Ven, Señor."
"Me esperan enfermos y pecadores. Déjame..."
"También nosotros te esperamos, enfermos por el ansia de tu bien. También hay enfermos en el cuerpo, también..."
"¿Escuchaste mis palabras? ¿Para qué insistes, pues?"
"Señor, no me rechaces, nosotros..."
Aparece la mujer que recibió el milagro de Jesús
Una mujer se abre paso entre la multitud. Tengo ya bastante experiencia en reconocer las vestiduras de las israelitas, para no poder comprender que no lo es; y de las vestiduras honestas para comprender que esta no lo es. Pero para ocultar sus hechizos y gracias, demasiados provocativos, se ha echado encima un velo del mismo color azul de su amplio vestido, y sin embargo es provocativa en la forma con que deja descubiertos unos hermosísimos brazos. Se echa en tierra, se arrastra en el polvo hasta que llega a tocar la vestidura de Jesús que toma entre sus dedos y que besa en una punta. Llora. Sus gemidos la sacuden.
Jesús que iba a responder a Cusa con: "Vosotros estáis equivocados y..." baja su mirada y pregunta: "¿Eres tú la que me invocabas?"
"Sí... y no soy digna del favor que me has concedido. No debería de haberte llamado ni con mi corazón. Pero tus palabras... Señor... soy una pecadora... Si me quitase el velo, te dirían mi nombre... Soy... una cortesana... una infanticida... mi vicio me causó una enfermedad... Estuve en Emmaús y te di un joyel... me lo devolviste... y una mirada tuya me enviaste... que bajó a mi corazón... Te seguí... Hablaste. Repetí dentro de mí tus palabras: "Soy fango, pero te busco a Ti, que eres Luz". Dije: "Cúrame el alma, y luego, si quieres, mi cuerpo". Señor estoy curada también en él... y el alma.."
"El alma está curada con tu arrepentimiento.
Vete y no peques más. Tus pecados te son perdonados."
"El alma está curada con tu arrepentimiento. Vete y no peques más. Tus pecados te son perdonados."
La mujer besa nuevamente la punta del vestido y se levanta, y al hacerlo se le cae el velo.
"¡La Galazia! ¡La Galazia!" gritan varios y le dicen pestes; juntan piedras de la playa y se las arrojan. Ella se queda atemorizada.
Jesús levanta enérgico su mano. Impone silencio. "¿Porqué la insultáis? No lo hacíais cuando era pecadora. ¿Por qué lo hacéis ahora que se ha querido redimir?"
"Lo hace porque está vieja y enferma" gritan varios en son de burla.
Jesús defiende a la mujer arrepentida y la lleva
consigo para sacarla de las iras de la gente
Ciertamente la mujer, si no es del todo joven, tampoco es vieja, y mucho menos fea, como dicen. Pero la gente es así.
"Camina delante de Mí, y sube a la barca. Te llevaré a tu casa por otro camino" ordena Jesús y dice a los suyos: "Que se esté en medio de vosotros y acompañadla."
La ira de la multitud atizada por algún intransigente israelita, se vuelca contra Jesús, y se oyen los gritos de: "¡Anatema! ¡Falso Mesías! ¡Protector de prostitutas! ¡Quien las protege aprueba su conducta! ¡Más bien, las aprueba porque le gustan!" y frases semejantes que parecen aullidos y ladridos que parten de un grupo de israelitas energúmenos, que no sé de qué casta sean; y la arena húmeda que lanzan, llega a golpear el rostro de Jesús y se lo ensucian.
Levanta su brazo, se limpia la mejilla sin protestar. No sólo ello, sino con un gesto detiene a Cusa y a otros más que quieren salir a su defensa. Les dice: "Dejadlos. Por salvar a un alma, estoy dispuesto a sufrir mucho más. Los perdono."
que no se había separado del Maestro, exclama:
"¡Ahora sé verdaderamente quién eres!
¡Un dios verdadero y no un falso orador!
Zenón de Antioquia, que no se había separado del Maestro, exclama: "¡Ahora sé verdaderamente quién eres! ¡Un dios verdadero y no un falso orador! La griega me dijo la verdad. Tus palabras que dijiste en las termas me desilusionaron. Las que acabas de decir me conquistaron. El milagro me dejó sorprendido. Tu perdón a los ofensores me ganó. Adiós, Señor. Pensaré en Ti y en tus palabras."
"Adiós. Que la Luz te ilumine el corazón."
Cusa torna a insistir mientras se dirigen al atracadero, entre tanto que en el muelle se arma una gritería entre romanos y griegos de una parte y hebreos de la otra.
"Ven tan sólo por unas cuantas horas. Es necesario. Te acompañaré yo mismo al regreso. ¿Eres benigno con las meretrices y quieres mostrarte implacable con nosotros?"
Jesús cede ante la insistencia de Cusa
de ir a su casa
"Está bien. Iré. En realidad que es necesario..." Se vuelve a los apóstoles que están en las barcas: "Adelantaos. Os alcanzaré..."
"¿Vas solo?" pregunta Pedro no muy contento.
"Voy con Cusa..."
"¡Umh! ¿Y no podemos ir? ¿Para qué te quieren él y sus amigos? ¿Por qué no vino a Cafarnaum?"
"Fuimos, pero no estabais."
"Nos hubierais esperado. ¡Eso era todo!"
"Pero vinimos mejor tras vuestros pasos."
"Venid a Cafarnaum. ¿Acaso el Maestro está obligado a ir con vosotros?"
Pedro se opone a que Jesús vaya a la casa de Cusa
"Simón tiene razón" hacen coro los demás apóstoles.
"¿Por qué no queréis que venga conmigo? ¿Es acaso la primera vez que viene a mi casa? ¿No me conocéis por ventura?"
"Sí que te conocemos, pero no conocemos a los otros, eso es todo."
"¿Y de qué tenéis miedo? ¿Acaso de que yo sea amigo de los enemigos del Maestro?"
"¡Yo no sé nada! ¡Pero me acuerdo todavía de cómo terminó Juan el profeta!"
"¡Simón, me ofendes! Soy un hombre honrado. Te juro que antes de que al Maestro se le tocase un cabello, me dejaría atravesar con las lanzas. ¡Tienes que creerme! Mi espada está a tus órdenes..."
"¡Eh!... Que te atraviesen a ti... ¿para que serviría? Luego... Sí creo... te creo... Pero una vez muerto tú, le tocaría su turno a El. Prefiero mi remo a tu espada, mi pobre barca, y sobre todo nuestros corazones sencillos a que te pongas a nuestras órdenes."
"Pero conmigo está Mannaén. ¿Tienes confianza en él? También está Eleazar el fariseo, a quien conoces, Timoneo el sinagogo y Natanael ben Fada. A este no lo conoces, pero es un personaje importante y quiere hablar con el Maestro. Y está Juan, apodado el Antipas, hijo de Antípatro, favorito de Herodes el Grande, que es ya viejo, pero poderoso, dueño de todo el valle del Gahas, y..."
"¡Basta, basta! Me dices nombres muy grandes, que para mí no tienen importancia, fuera de dos... yo también voy..."
"No Quieren hablar con el Maestro..."
"¡Quieren! ¿Quienes son? ¿¡Quieren!? Y yo no quiero. Súbete aquí, Maestro, y vámonos. No quiero saber de nadie; no me fío de nadie más que de mí mismo. ¡Ea, Maestro, vente! Y tú vete en paz a decir a esos que no somos unos vagabundos. Saben dónde pueden encontrarnos" y empuja a Jesús sin muchos cumplimientos, mientras Cusa protesta a gritos.
"No tengas miedo, Simón. Nada me va a pasar.
Jesús interviene finalmente: "No tengas miedo, Simón. Nada me va a pasar. Lo sé. Es mejor que vaya. Mejor para Mí. Entiéndeme..." y lo mira con esos ojos tan bellos como para decirle: "No insistas. Compréndeme. Hay razones que me aconsejan ir."
Simón cede de mala gana. Pero cede, porque ha sido dominado... con todo no deja de barbotear entre dientes su descontento.
"Vete tranquilo, Simón. Yo mismo te traeré a tu Señor y mío" promete Cusa.
"¿Cuándo?"
"Mañana."
"¡Mañana! ¿Se necesita tanto tiempo para decir dos palabras? Estamos ya al mediodía... Si al atardecer no llega a donde estamos, iremos a tu casa, tenlo presente. Y no sólo nosotros..." y lo dice con un tono que no deja duda a sus intenciones.
Jesús pone la mano sobre la espalda de Pedro. "Te aseguro, Simón, que no me harán ningún mal. Muestra que crees en mi verdadera naturaleza. Te lo digo. Lo sé. No me harán nada. Quieren tan sólo explayarse conmigo... Vete... Lleva la mujer a Tiberíades. Hospédate en casa de Juana, y podrás ver que no me llevan entre barcas y gente armada..."
"Entendido, pero su casa (y señala a Cusa) la conozco. Sé que detrás hay tierra. No es una isla, que detrás está Gálgala y Gamala, Aera, Arbela, Gerasa, Bozra, Pela y Ramot y más ciudades..."
"Te repito que no tengas miedo. Obedece. Dame el beso de paz, Simón. Vete. También vosotros" los besa y los bendice. Cuando ve la barca que se va les grita: "No ha llegado mi hora. Y mientras no llegue, nadie podrá levantar su mano contra de Mí. Hasta pronto, amigos."
Se vuelve a Juana que a ojos vistas está intranquila y pensativa. Le dice: "No tengas miedo. Está bien que vaya. Vete en paz." Y a Cusa: "Vamos, para mostrarte que no tengo miedo, y para curarte..."
"No estoy enfermo, Señor..."
"Lo estás. Te lo aseguro. Y muchos otros. Vamos."
Sube a la ligera y bien enjaezada barca. Se sienta. Los remeros bogan por las tranquilas aguas haciendo un arco para evitar la corriente que se deja sentir en la punta extrema del algo, donde vuelve a salir el río.
VIII. 204-213
A. M. D. G.