JESÚS HABLA DEL PREDILECTO

 


 

#Juan, jamás se enorgulleció de esta predilección mía   

#Fue testigo de muchos acontecimientos, algunos que el sólo conocía, y él se oculta   

#Recordad con qué delicadeza hace alusión a lo que sucedió durante la última Cena   

#calla su nombre aun en el episodio inolvidable de la Crucifixión   

#Leed el último episodio sucedido en el lago de Tiberíades.  

#Las tentaciones de Jesús fueron numerosas y muy dolorosas   

#No busquéis en las palabras de Juan algo más de lo que no se dijo en ellas   

#En Tariquea, después de la primera multiplicación de los panes, surge en el pueblo la idea de hacer rey de Israel al Rabí nazareno.

 


 

Dice Jesús:

"Mira, esta página de sabor tan evangélico y desconocida, pero muy ilustrativa es para los rectos de corazón. Juan al escribir, después de varios lustros su Evangelio, hace una brevísima alusión al hecho. Obediente al deseo de su Maestro de cuya divinidad habla más que los otros, descubre a los hombres este pormenor ignorado, y lo descubre con esa discreción pura que envolvía todas sus acciones y palabra de un humilde pudor.

 

Juan jamás se enorgulleció 

de esta predilección mía

 

Juan, el confidente de los hechos más importantes de mi vida, jamás se enorgulleció de esta predilección mía. Leed bien y veréis que parece como que sufra al revelarlos y como que dijere: "Debo decirlo porque es verdad que ensalza a mi Señor, pero pido perdón porque debo aparecer como el único en saberlo" y con breves palabras describe el pormenor que sólo él conocía.

 

Fue testigo de muchos acontecimientos, 

algunos que el sólo conocía, y él se oculta

 

Leed el primer capitulo de su Evangelio, donde refiere su encuentro conmigo: "Juan el Bautista estaba de nuevo con dos de sus discípulos... Ellos, oídas estas palabras... Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron de Juan esas palabras, y que siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés...". El no se nombra, antes bien trata de desaparecer tras de Andrés a quien realza.

En Caná estuvo conmigo y escribe: "Jesús estaba con sus discípulos... y sus discípulos creyeron en El". Los otros eran los que tenían necesidad de creer. El ya creía, pero se unifica con los demás como alguien que tiene necesidad de ver milagros para creer.

Testigo cuando por vez primera arrojé a los mercaderes del Templo, en conversación con Nicodemo, en el episodio de la Samaritana, nunca dice: "Yo estuve", sino que observa la conducta que tomó en Caná. Dice: "Sus discípulos", aun cuando estuvo él solo o con otro. Y así continúa, sin nombrarse jamás, poniendo siempre a sus compañeros en luz, como si no hubiera sido el más fiel en todas las circunstancias.

 

Recordad con qué delicadeza hace alusión 

a lo que sucedió durante la última Cena

 

Recordad con qué delicadeza hace alusión a lo que sucedió durante la última Cena. De ella se ve que aun los otros reconocían que él era el predilecto y por eso recurrían a él cuando querían saber los secretos del Maestro: "Así pues los discípulos empezaron a mirarse el uno al otro, porque no sabían a quién se pudiese referir el Maestro. Uno de ellos, el predilecto de Jesús, recostaba su cabeza sobre su pecho. Simón Pedro le hizo señal y le dijo: '¿A quién se refiere?' Y el predilecto, reclinado como estaba sobre el pecho de Jesús, le preguntó: '¿Quién puede ser, Señor?' ".

 

calla su nombre aun en el episodio inolvidable 

de la Crucifixión

 

Ni siquiera dice su nombre en el Getsemaní lo llamé a él, a Pedro y a Santiago. No dice: "Yo seguí al Señor". Dice: "Lo siguió Simón Pedro y otro discípulo, a quien conocía el Pontífice. Ambos entraron en el atrio del Pontífice". Sin Juan, no hubiera tenido el consuelo de verlo a él y a Pedro en las primeras horas de mi aprehensión. Juan no se gloría de ello. Personaje entre los principales en las horas de la Pasión, el único apóstol que estuvo cerca de Mí, cerca de mi Madre, haciendo frente a Jerusalén que había perdido el control. Y sin embargo calla su nombre aun en el episodio inolvidable de la Crucifixión y cuando al morir dije: "Mujer, he ahí a tu hijo", "He ahí a tu madre", es el "discípulo" que no tiene nombre, sin otro modo de reconocerlo que el que constituye su gloria, después de su vocación: "el discípulo".

Nombrado "hijo" de la Madre de Dios, ni siquiera con esta honra se engrandece y en la Resurrección dice una vez más: "Pedro y el otro discípulo (a quienes María de Betania había comunicado el episodio del sepulcro vacío) salieron... corrieron... pero el otro discípulo corrió más rápido que Pedro, llegó primero y se asomó... pero no entró". ¡Un rasgo de gran humildad! Deja él, el predilecto, el fiel, que Pedro, la cabeza, aunque pecador por cobardía, sea el primero en entrar. No lo critica. Es su Pontífice. Más bien lo ayuda con su santidad porque también los "jefes" pueden y de hecho, tienen necesidad de que los súbditos los sostengan. ¡Cuántos súbditos hay mejor que los "jefes"! No neguéis jamás, oh buenos súbditos, a los "jefes" vuestra compasión, a ellos que se doblegan bajo el peso que no saben llevar, o a quienes el humo del honor ciega y embriaga. Sed, oh buenos súbditos, los cirineos de vuestros superiores. Selo, Juanito mío, porque por ti hablo a todos, los "Juanes" que corren delante y guían a los "Pedros" y luego se detienen para dejarlos entrar, por respeto a su cargo, y que -¡oh, humildad perfecta!- para no mortificar a los "Pedros" que no saben comprender y creer, llegan a mostrar, y a que se crea, que son unos tontos incrédulos como los "Pedros".

 

Leed el último episodio sucedido 

en el lago de Tiberíades.

 

Leed el último episodio sucedido en el lago de Tiberíades. Una vez más es Juan quien, repitiendo lo que ha hecho otras veces, reconoce al Señor en el Hombre que estaba parado en la ribera, y después de haber comido, es él "el discípulo" por quien Pedro pregunta. "¿Y a éste que pasará?".

En lo que se refiere a él, nunca dice nada. Pero cuando se trata de decir algo que haga resplandecer la luz divina del Verbo Encarnado, entonces sí que Juan recorre los velos y secretos.

Se dice en el capítulo sexto del Evangelio: "Sabiendo que querían raptarlo para hacerlo rey, nuevamente huyó al monte". Esta hora se da a conocer a los creyentes para que sepan que fueron múltiples y complejas las tentaciones y luchas que sostuvo el Mesías en sus diversas formas de Hombre, Maestro, Redentor, Rey, y que los hombres y Satanás, el eterno azuzador de los hombres, no desaprovecharon ninguna oportunidad para destruirlo, para abatirlo. La malicia satánica, la malicia humana no dejaron de mover nada contra el Hombre, contra el Eterno Sacerdote, contra el Maestro y Señor. Movieron sus astucias veladas con los mejores pretextos, y excitaron las pasiones del ciudadano, del patriota, del hijo, del hombre, y todo para ver si podían descubrir el menor resquicio de debilidad.

 

Las tentaciones de Jesús fueron numerosas 

y muy dolorosas

 

Oh, hijos míos que no pensáis sino en las primeras y últimas tentaciones, y os parecen que mis "fatigas" fueron las postreras, y que sólo las últimas horas fueron las dolorosas; amargas y desengañadoras las últimas experiencias. Poneos, por una hora, en mi lugar. Pensad que sois vosotros a quienes se propone que tendréis paz con vuestros compatriotas, que os ayudarán, que podréis realizar las purificaciones necesarias para hacer santo el País amado, que seréis capaces de restaurar, reunir los miembros esparcidos de Israel, de acabar con el dolor, la esclavitud, el sacrilegio. Y no digo que os pongáis en mi lugar, pensando en la corona que se os ofrece. Os digo que penséis que por una hora tenéis mi Corazón de Hombre y decidme.: ¿Cómo habríais quedado parados con la seductora proposición? ¿Habríais sido fieles vencedores de la divina Idea, o más bien unos vencidos? ¿Habríais salido de la prueba santos y espirituales, o más bien habríais cedido a la tentación, o a las amenazas? ¿Y con qué valor habríais salido, después de haber comprobado hasta qué punto Satanás arrojaba sus armas para herirme en mi misión y en los afectos, arrastrando por un camino equivocado a los discípulos buenos y poniéndome en lucha abierta con los enemigos, que habían arrojado de sí la máscara, y que se habían enfurecido mucho más al verse descubiertos en sus complots? 

 

No busquéis en las palabras de Juan 

algo más de lo que no se dijo en ellas

 

No toméis el compás y la regla, el microscopio y la ciencia humana. No os aferréis a argumentos ridículos de un escriba para medir, comparar, refutar, hasta qué punto Juan dijo bien, o hasta qué punto es verdadero esto o aquello. No busquéis en las palabras de Juan algo más de lo que no se dijo en ellas. Juan no se equivocó por debilidad de anciano, y no se equivocó Juanito por debilidad de enfermo. Lo que dijo, fue lo que vio. El gran Juan, después de varios lustros de lo sucedido, narró lo que sabía y con indicaciones de lugares y hechos reveló el secreto que sólo él conocía de la tentación, y del intento no ajeno de maldad, de querer coronar al Mesías.

 

En Tariquea, después de la primera multiplicación 

de los panes, surge en el pueblo la idea 

de hacer rey de Israel al Rabí nazareno.

 

En Tariquea, después de la primera multiplicación de los panes, surge en el pueblo la idea de hacer rey de Israel al Rabí nazareno. Están presentes Mannaén, el escriba y otros muchos que, imperfectos en su corazón, tenían con todo buena intención. Aceptan la idea, y por honrar al Maestro se hacen colaboradores para poder así terminar con la injusta lucha que se le hace, y esto, debido a su mala interpretación de las Escrituras, error extendido en todo Israel que estaba ciego con sueños de una realeza humana, y porque esperaban santificar la Patria profanada con tantas cosas.

Y muchos, como es natural, aceptaban la idea sin más ni más. Muchos fingían mentirosamente estar conmigo para poderme hacer daño. Olvidando el odio mutuo que se tenían lo lanzan contra de Mí. Dejan a un lado sus rencillas de castas que los había tenido siempre divididos y se alían para tentarme, para poder dar una apariencia legal al crimen que en sus corazones habían ya decidido. Ponen su esperanza en alguna debilidad mía, en algún acto de orgullo. Ellos, orgullo y debilidad por una parte y por otra mi aceptación de la corona que se me ofrecía, hubieran sido causa suficiente para justificar la acusación que habían pensado lanzar contra de Mí. Y luego... luego habrían tranquilizado su corazón mentiroso, lleno de remordimientos, y se dirían a sí mismos: "No hemos sido nosotros, sino Roma quien acabó con el agitador Nazareno". La eliminación legal de su Enemigo, pues tal era para ellos su Salvador...

Estas son las razones de su fingida proclamación. Esta es la razón de sus manifestaciones futuras de odio. Esta es en fin la lección profunda del Cristo. ¿La comprendéis? Es lección de humildad, justicia, obediencia, fortaleza, prudencia, fidelidad, perdón, paciencia, vigilancia, y todo esto para con Dios, para con la propia misión, para con los amigos, para con los desengañados, para con los enemigos, para con Satanás, para con los hombres, sus instrumentos de tentación, para con las cosas, para con las ideas. Todo debe de tenerse en cuenta, de aceptarse, rechazarse, amarse u odiarse, mirando el santo fin del hombre, que es el cielo, que es la voluntad de Dios.

VIII. 227-232

A. M. D. G.