JESÚS PRONUNCIA LA PARÁBOLA SOBRE 

LA DISTRIBUCIÓN DE LAS AGUAS

 


 

#Parábola sobre la distribución del agua   

#quien es rico, es depositario de estas riquezas que Dios le ha concedido con el fin de ser distribuidor de ellas para con quien sufre.   

#Pobre es a quien le falta lo necesario para vivir.   

#os pido ser la providencia de los pobres que se quedan sin su Amigo misericordioso. Dadles limosna y amadlos en mi nombre, en recuerdo mío... Sois mis continuadores.   

#Recordad. La caridad, la misericordia tienen premio en la eternidad, son absolución de las culpas   

#Jacob, el campesino a quien Jesús socorrió una vez, y castigó otra, por su dureza para con los dos huerfanitos, pide perdón   

#Jesús y los suyos caminan en dirección a Cafarnaum   

#mis enemigos han cambiado de modales para hacerme daño, pero no han cambiado su modo de pensar respecto de Mí.   

#Sabed conservaros libres como los pajarillos  

 #Veo que estáis turbados. La turbación quita la paz, que debe estar siempre en vosotros. La paz es Dios. Si sois fieles a El, estará en vosotros

 


 

La noticia de que el Maestro está y que hablará antes del atardecer se ha esparcido. Enjambres de gente hay alrededor de la casa, que hablan en voz baja para no despertar al Maestro que descansa. Pacientemente aguardan bajo los árboles, que los protegen del sol, pero no del calor, que todavía es fuerte. Me parece que no hay enfermos, pero sí hay, como siempre, niños y Ana, para tenerlos quietos, hace que les repartan frutas.

Pero Jesús no duerme mucho. Todavía el sol es alto y ya se deja ver, retirando la cortina y sonriendo a la multitud. Está solo. Probablemente los apóstoles continúan durmiendo. Jesús se dirige a la gente. Va al brocal de un pozo del que sacan agua tal vez para regar las plantas del huerto, pues se ven canales pequeños que parten de allí y van a perderse entre los troncos. Se sienta sobre el brocal y empieza a hablar.

 

Parábola sobre la distribución del agua

 

Oíd esta parábola.

Un hombre rico tenía muchos dependientes en diversos lugares de sus posesiones, que no todas eran abundantes en aguas, ni fértiles. Había también lugares que padecían por falta de agua, y en muchos de ellos padecía la gente, aun cuando el terreno era cultivado con plantas que resistían la sequía. El hombre rico tenía por el contrario, en el lugar donde vivía, un manantial rico en agua que brotaba de corrientes subterráneas.

Un día el dueño quiso hacer un recorrido por todas las posesiones y vio que algunos, los más cercanos al estanque, tenían abundancia de agua; otros, más retirados, no, sino solo aquella que mandaba Dios con sus lluvias. Y también se percató de que los que tenía abundancia de agua no eran buenos con los que carecían de ella y escatimaban hasta un cubo de la misma bajo pretexto de que pudieran quedarse sin ella. El dueño pensó, y decidió hacer del siguiente modo: "Haré desviar las aguas de mi estanque a los más cercanos, y les ordenaré que no la nieguen a mis siervos más lejanos cuyos terrenos sufren de la sequedad".

Puso manos a la obra. Mandó hacer canales que llevasen el agua del estanque a sus posesiones más cercanas, donde hizo cavar profundas cisternas, de modo que se reuniese agua más que suficiente, además de la que ya había en los lugares; y de las cisternas derivó otros canales menores para alimentar otras cisternas más lejanas. Llamó luego a los que vivían en estos lugares y les dijo: "Acordaos de que lo que he hecho, lo hice no para daros algo superfluo sino para ayudar a través de vosotros a los que no tienen lo necesario. Sed, pues, misericordiosos como lo soy yo" y se despidió de ellos.

Pasó el tiempo y el hombre rico hizo otro recorrido por sus posesiones. Vio que las más cercanas eran más bellas que antes, y que no sólo estaban plantadas con árboles útiles, sino con ornamentales, además de que tenían depósitos de agua, piscinas, fuentes por todas partes y cerca de las casas.

"Habéis hecho de estas casas, casas de ricos" dijo el dueño. "Ni siquiera yo tengo tantas cosas bellas superfluas". Continuó: "¿Vienen los otros? ¿Les habéis dado agua en abundancia? ¿Los canales pequeños tienen agua?"

"Sí. La pidieron y se les dio. Son hasta exigentes. Jamás están contentos. No son prudentes ni medidos. Vienen a todas horas a pedir como si fuésemos sus siervos, y hemos debido de proteger nuestras posesiones. No se contentan con los canales y pequeñas cisternas. Llegan hasta las grandes". 

"¿Esta es la razón por la que habéis levantado muros y puesto perros feroces?"

"Exacto, Señor. Entraban sin respeto y querían quitarnos todo y lo desperdiciaban..."

"¿Pero en realidad les disteis? Sabéis muy bien que por ellos hice esto y os puse de intermediarios entre el estanque y sus tierras secas. No comprendo... Quería que se tomase todo lo que fuese necesario de cauce, pero sin despilfarro".

"Y con todo créenos que jamás les negamos el agua".

El dueño se dirigió a sus posesiones más retiradas. Los árboles propios de tierra árida estaban verdes y frondosos. "Dijeron la verdad" dijo el dueño al ver desde lejos que se movían al viento. Pero cuando llegó y se metió entre ellos vio el suelo reseco, secas casi las hierbas que con trabajo comían las ovejas muertas de sed, llenas de arena las hortalizas que había cerca de las casas y luego vio a los primeros campesinos: sufrían, en sus ojos se veían el ansia, estaban desanimados... Lo miraron y bajaron su cabeza retirándose de miedo.

El, sorprendido de esta actitud, los llamó. Se acercaron temblorosos: "¿De qué tenéis miedo? ¿No soy acaso vuestro buen patrón que ha tenido cuidado de vosotros y con providentes trabajos os ha dado agua? ¿Por qué esas caras enfermizas? ¿Por qué estas tierras secas? ¿Por qué no hay ganados? ¿Y vosotros por qué os me teméis? Sed francos. Decid a vuestro patrón lo que os hace sufrir".

Uno de ellos habló por todos. "Señor, nos hemos visto desilusionados y muy afligidos. Nos prometiste socorro y perdimos aun lo que antes teníamos y también la confianza en ti".

"¿Cómo? ¿Por qué? ¿No hice que llegase agua abundante a los más cercanos, y les ordené que os la diesen?"

"¿Fue eso lo que dijiste? ¿De veras?"

"Eso fue lo que dije. No miento. No podía, por razón del terreno, hacer que llegase directamente hasta aquí el agua. Pero con buena voluntad podíais ir a los pequeños canales de las cisternas con odres y asnos a tomar el agua que quisierais. ¿No tenéis suficientes asnos y odres? ¿Y no estoy yo para dároslos?"

"¡Eso! Ya lo había dicho yo: El patrón no puede haber dado la orden de negarnos el agua. ¡Si hubiéramos ido!"

"Tuvimos miedo. Nos dijeron que el agua era un premio para ellos, y que estábamos castigados". Contaron al buen patrón que los que vivían en las buenas posesiones les habían dicho que él, para castigar  a los siervos de las tierras áridas que no sabían producir más, había dado la orden de medir no sólo el agua de las cisternas, sino también la de los antiguos pozos, de modo que si antes podían sacar doscientos batos (El bato era una de las medidas para líquidos, equivalente a unos 45 litros) al día para sí y para las tierras, que acarreaban fatigosamente por el camino y por el peso, ahora no podían tener ni siquiera cincuenta; y para tener agua suficiente para sí y para los animales debían  ir a los riachuelos de los confines de las buenas posesiones, donde se vertía el agua de los jardines y de los baños, pero el agua estaba sucia y morían. Morían por enfermedad y de sed. Morían las hortalizas, los ganados...

"¡Esto es demasiado! Debe terminarse. Traed vuestros enseres, vuestros animales y seguidme. Os cansaréis un poco, porque estáis agotados, pero después vendrá la paz. Caminaré despacio para que me podáis seguir. Soy un patrón bueno, un padre para vosotros, y cuido de mis hijos". Se puso en camino lentamente, seguido de la triste turba de sus siervos y de sus animales. En los siervos había ya renacido la alegría por las palabras amorosas del buen patrón.

Llegaron a las tierras abundantísimas de aguas. A sus confines. El dueño escogió a unos de los más fuertes y les dijo: "Id en nombre mío a pedir ayuda".

"¿Y si nos echan los perros encima?"

"Vengo detrás de vosotros. No temáis. Id y decid que os mando yo, y que no dejen de reconocer la justicia, porque el agua es de Dios y todos los hombres son hermanos. Que abran pronto los canales".

Se van. El dueño detrás. Se presentan ante un cancel. El dueño se esconde detrás del muro. Llaman. Acuden los de dentro.

"¿Qué queréis?"

"Compadeceos de nosotros. Nos estamos muriendo. Manda decir el patrón que tomemos el agua que quiso que llegase a nosotros. Dice que Dios le dio el agua a él y él a vosotros para bien nuestro, porque somos hermanos, y dice que abráis pronto los canales".

"¡Ja, ja!" se carcajearon sarcásticamente. "¿Esta turba de harapientos, hermanos? ¿Morios? Mucho mejor. Ocuparemos vuestras posesiones, llevaremos allá el agua. Entonces sí que la llevaremos, y convertiremos aquellos lugares en algo bueno. ¿Para vosotros el agua? ¡Estáis locos! El agua es nuestra".

"Tened piedad. Estamos muriendo. Lo manda el patrón".

Los perversos arrendatarios se consultaron entre sí, y luego dijeron: "Esperad un momento" y se fueron a la carrera. Regresaron y abrieron. Traían los perros y gruesos garrotes... Los pobres tuvieron miedo. "Entrad, entrad... ¿No queréis entrar ahora que os hemos abierto? Después vais a decir que no fuimos generosos..." Un incauto entró, sobre él llovió una granizada de garrotazos, entre tanto que los perros, libres de la cadena, se arrojaban sobre los demás. Salió el dueño de detrás del muro. "¿Qué cosa estáis haciendo, hombres crueles? Ahora sé quiénes sois. Ahora os conozco a vosotros y a vuestros animales, y os voy a castigar" y con sus flechas mató a los perros y entró, severo y enojado. "¿De este modo es como ejecutáis mis órdenes? ¿Para esto os di estas riquezas? Llamad a todos los demás. Os quiero hablar. Y vosotros", dijo volviéndose a los siervos sedientos, "entrad con vuestras mujeres y niños, ovejas y asnos, palomas y todos vuestros animales. Bebed, refrescaos, tomad de esas jugosas frutas. Y vosotros, pequeñuelos, corred entre las flores. Alegraos. En el corazón de vuestro patrón hay justicia, y la habrá para todos".

Mientras los sedientos corrían a las cisternas y se metían en las piscinas, y las bestias en los bebederos -era todo un paraíso para ellos- los demás acudían temblorosos de todas partes.

El patrón subió sobre el borde de una cisterna y dijo: "Yo hice estos trabajos. Os los confié y puse en vuestras manos este tesoro porque os había elegido como a mis servidores. Pero no habéis salido bien de la prueba. Parecíais ser buena gente. Debíais haberlo sido por el bienestar de que gozabais, agradecidos para con vuestro bienhechor, y yo os hubiera entregado para siempre el arrendamiento de estas fértiles tierras. La abundancia y el hecho de haberos elegido endurecieron vuestro corazón. Os hicisteis más áridos que las tierras que en secas convertisteis; y vuestro corazón se enfermó más que esos que morían de sed. Ellos con el agua pueden aliviarse, pero vosotros, con el egoísmo habéis hecho árido vuestro espíritu y difícilmente se curará, y con mucho trabajo volverá a vosotros el agua de la caridad. Ahora os voy a castigar. Id a las tierras de estos y sufrid lo que ellos sufrieron". 

"¡Piedad, señor, piedad de nosotros! ¿Nos quieres hacer morir? ¿Tienes menos piedad por nosotros humanos, que no por animales?"

"¿Y éstos qué son? ¿No acaso los hombres son vuestros hermanos? ¿Tuvisteis piedad de ellos? Os pedían agua, y les disteis de garrotazos y de ellos os burlasteis. Os pedían lo que es mío y que les había dado, y vosotros se lo negasteis, llamándolo 'vuestro'. ¿De quien son las aguas? Ni siquiera yo afirmo que el agua del estanque sea mía, aun cuando él lo sea. El agua es de Dios. ¿Quién de vosotros ha sido capaz de crear una sola gota de rocío? ¡Largaos!... Y a vosotros, sí, a vosotros que habéis sufrido os digo: sed buenos. Haced con ellos lo que quisisteis que os hubieran hecho. Abrid los canales que cerraron y dejad que corra el agua, tan pronto como podáis. Os constituyo distribuidores para con estos hermanos vuestros culpables a quienes doy la manera y tiempo de redimirse. Y el Señor Altísimo, mejor que yo, os confíe las riquezas de sus aguas para que seáis la providencia de quien no tiene. Si sabéis hacer esto con amor y justicia, contentándoos con lo necesario, dando lo superfluo a los miserables, siendo justos, no llamando 'vuestro' lo que es un don y más que don, un depósito, vuestra paz será grande, y el amor de Dios como el mío estará siempre con vosotros."

 

quien es rico, es depositario de estas riquezas que 

Dios le ha concedido con el fin de ser distribuidor 

de ellas para con quien sufre. 

 

La parábola ha terminado. Podéis entenderla. Añado tan solo que quien es rico, es depositario de estas riquezas que Dios le ha concedido con el fin de ser distribuidor de ellas para con quien sufre. Pensad en el honor que Dios os hace haciéndoos partícipes de su providencia en favor de los pobres, enfermos, viudas, huérfanos. Dios habría podido haber hecho llover dinero, vestidos, comida sobre el camino de los pobres, pero entonces quitaría al rico sus grandes méritos: los de la caridad para con sus hermanos. No todos los ricos pueden ser doctos, pero sí todos pueden ser buenos. No todos los ricos pueden curar enfermos, enterrar muertos, visitar enfermos y encarcelados. Pero todos los ricos, o simplemente el que no es pobre, puede dar un pedazo de pan, un sorbo de agua, un vestido usado, acoger al que tiene frío en la misma hoguera, al que no tiene techo, ni dónde defenderse del agua y del sol. Pobre es a quien le falta lo necesario para vivir. Los demás no son pobres. No tendrán muchos medios, pero siempre serán más ricos que el que muere de hambre, de cansancio, de frío.

 

os pido ser la providencia de los pobres que se 

quedan sin su Amigo misericordioso.

Dadles limosna y amadlos en mi nombre, 

en recuerdo mío... 

Sois mis continuadores.

 

Me voy. No puedo socorrer más a los pobres de estos lugares. Mi corazón sufre al pensar que pierden a un amigo... Pues bien, Yo que os hablo, y sabéis quién sea, os pido ser la providencia de los pobres que se quedan sin su Amigo misericordioso. Dadles limosna y amadlos en mi nombre, en recuerdo mío... Sois mis continuadores. Consolad mi corazón con la promesa de que en los pobres siempre me veréis y que los acogeréis como a los representantes más verdaderos del Mesías que es pobre, que quiso ser pobre por amor de los más infelices de la tierra y para expiar con su profunda tristeza, con su ardiente amor las prodigalidades injustas y los egoísmos de los hombres.

 

Recordad. La caridad, la misericordia 

tienen premio en la eternidad, 

son absolución de las culpas

 

Recordad. La caridad, la misericordia tienen premio en la eternidad. Recordad. La caridad, la misericordia son absolución de las culpas. Dios perdona mucho a quien ama. Y el amor por el indigente que no puede pagar más que con amor, es lo más meritorio a los ojos de Dios. Recordad estas palabras mías hasta el último momento de la vida y os salvaréis y seréis bienaventurados en el Reino de Dios.

Descienda mi bendición sobre quien acepta la palabra del Señor y la pone por obra."

Los apóstoles y Marziam con los discípulos han salido poco a poco de la casa mientras El estaba hablando, y se han juntado en grupo detrás de la gente, pero se adelantan cuando Jesús termina de hablar y recogen al pasar el óbolo que muchos ofrecen y lo llevan a Jesús.

 

Jacob, el campesino a quien Jesús socorrió una vez, 

y castigó otra, por su dureza para con los dos 

huerfanitos, pide perdón 

 

Detrás de ellos se introduce un hombre enteco y de muy pobre aspecto. Lleva la cabeza baja de modo que no se puede ver quién es. Llega a los pies de Jesús, y golpeándose el pecho entre gemidos dice: "He pecado, Señor, y Tú me has castigado. Lo tengo merecido, pero dame a lo menos tu perdón antes de partir. Ten piedad de Jacob el pecador." Levanta su mirada y lo reconozco, más bien porque dice su nombre, que por su acabado aspecto. Es el campesino a quien Jesús socorrió una vez, y castigó otra, por su dureza para con los dos huerfanitos.

"¡Mi perdón! Tú un tiempo quisiste restablecerte de esto. Te atormentabas porque tus cosechas estaban destruidas. Estos sembraron por ti. ¿Te falta acaso el pan?"

"Tengo el suficiente."

"¿Y no es acaso ya esto un perdón?" Jesús se muestra muy severo.

"No. Quisiera morir de hambre, pero sentir la paz en mi corazón. Con lo poco que he podido, he procurado reparar... He orado y he llorado... Pero Tú eres el único que puedes perdonarme y devolver la paz a mi espíritu. Señor, no te pido más que me perdones..."

Jesús lo mira fijamente... Le levanta la cara inclinada y lo fija con sus brillantes ojos. añade: "Vete. Tendrás o no tendrás perdón, según el modo con que vivas el tiempo que te queda."

"¡Señor mío! ¡No así! Has perdonado culpas mayores..."

"No eran personas a quienes hubiera hecho un beneficio, y no habían pecado contra los inocentes. El pobre es siempre algo sagrado, pero mucho más lo son el huérfano y la viuda. ¿No conoces la ley?..."

El hombre llora. Quería ser perdonado inmediatamente.

Jesús persiste: "Dos veces caíste y no tuviste prisa en levantarte de nuevo... Recuerda. Lo que te permitiste tú, hombre, puede Dios permitírselo. Y siempre es muy bueno Dios al decirte que no te niega su perdón absolutamente, sino lo condiciona a tu modo de vivir hasta la muerte. Vete."

"Por lo menos bendíceme... Para que tenga fuerzas en ser justo."

"Ya te bendije."

"No. Así no. A mí en particular. Ves mi corazón..."

Jesús le pone la mano sobre su cabeza y añade: "Ya te bendije. Pero esta caricia que te hago, te convenza de que, si soy severo, no te odio. Mi amor severo es para que te salves, porque quiero tratarte como a un amigo infeliz, no porque seas pobre, sino porque fuiste malo. Recuerda que te amé, que tuve compasión de tu espíritu, y este recuerdo te incite a no tenerme más por amigo severo."

"¿Cuándo será, Señor? ¿Dónde te encontraré si dices que te vas?"

"En mi Reino."

"¿Cuál? ¿Dónde lo estableces? Iré allá..."

"Mi Reino estará en tu corazón si eres bueno, y después lo tendrás en el cielo. Adiós. Debo irme porque ya baja la tarde y debo bendecir a quien dejo" y Jesús se despide volviéndose luego a sus discípulos y a los dueños de la casa a quienes bendice uno por uno. Luego emprende el camino, no sin antes haber entregado el dinero a Judas...

 

Jesús y los suyos caminan en dirección a Cafarnaum

 

El verdor de la campiña lo envuelve mientras camina hacia el suroeste, en dirección a Cafarnaum...

"¡Vas muy aprisa, Maestro!" exclama Pedro. "Nosotros estamos cansados. Hemos hecho ya muchos estadios..."

"Ten calma, Simón. Pronto llegaremos a la vista de Corozaín. Iréis a aquellas pocas casas amigas nuestras, y sobre todo a la de la viuda. Diréis al pequeño José que quiero saludarlo al amanecer. Me lo llevaréis al camino que sube hacia Giscala..."

"¿No vienes a Corozaín?"

"No. Voy a orar al monte."

"Estás agotado. Pálido. ¿Por qué te descuidas? ¿Por qué no vienes con nosotros? ¿Por qué no entras a la ciudad?" lo acosan a preguntas. Algunas veces su amor es fastidioso.

Pero Jesús es paciente... y pacientemente responde: "Lo sabéis. Para Mí la oración es descanso. Fatiga es estar entre la gente cuando no curo, o no evangelizo. Iré, pues, al monte. Allá donde otras veces he ido. Conocéis el lugar."

"¿En el camino que va a la casa de Joaquín?"

"Sí. Sabéis dónde encontrarme para ir a los confines siro-fenicios. En Afec dije que iría, e iré."

"Es porque... ¿No te acuerdas de la otra vez?"

"No tengas miedo, Simón. Han cambiado de maneras. Ahora me honrarán..."

"¿Entonces te aman?"

"No. Me odian más que antes. Pero como no pueden destruirme con sus fuerzas, tratan de hacerlo con sus engaños. Tratan de seducir al Hombre... y para seducirlo emplean los honores, aunque falsos. Más bien... Venid todos aquí" dice a los otros que caminaban delante en grupo, al ver que Jesús hablaba en privado con Pedro.

 

mis enemigos han cambiado de modales 

para hacerme daño, pero no han cambiado 

su modo de pensar respecto de Mí.

 

Se reúnen. Jesús dice: "Estaba diciendo a Simón -y lo digo a todos, porque no tengo secretos con mis amigos- que mis enemigos han cambiado de modales para hacerme daño, pero no han cambiado su modo de pensar respecto de Mí. Y por esto, como antes empleaban el insulto y la amenaza, ahora emplean los honores, con que honrarán a Mí y a vosotros. Sed fuertes y sabios. No os dejéis engañar con sus palabras mentirosas, ni con sus regalos, ni seducciones. Recordad lo que dice el Deuteronomio: "Los regalos ciegan los ojos de los sabios y alteran las palabras del hombre justo". Recordad a Sansón. Era nazareo de Dios desde su nacimiento, mejor dicho, desde el vientre de su madre que lo concibió y lo formó guardando la abstinencia que le había ordenado el ángel, para que fuese un buen juez en Israel. ¿Pero dónde terminó tanto bien? ¿Y en qué modo? ¿Y por quién? ¿Y no otras veces con honores y dinero, y mujeres vendidas, fue abatida la virtud para ser burla de los enemigos? Estad, pues, atentos, y vigilad para no ser presa del engaño y para no servir a los enemigos aun inconscientemente. Sabed conservaros libres como los pajarillos que prefieren el escaso alimento y la rama para descansar, que las doradas jaulas donde hay mucha comida y buen nido, pero donde son prisioneros del capricho de los hombres. Pensad que sois mis apóstoles, siervos, por lo tanto, de Dios, como Yo soy siervo solo de la voluntad del Padre. Tratarán de seduciros, tal vez ya lo han hecho, atacándoos por el punto más débil, porque los siervos del mal son astutos, pues que el maligno es su maestro. No creáis a sus palabras. No son ciertas. Si lo fuesen, sería el primero en deciros: "Saludemos a estos como a unos buenos hermanos nuestros".  Por el contrario hay que desconfiar de sus obras y orar por ellos para que se hagan buenos. Yo lo hago. Ruego por vosotros para que no seáis arrastrados al engaño en la nueva lucha y ruego por ellos, para que dejen de tramar engaños contra el Hijo del hombre y de ofender a Dios su Padre. Imitadme. Rogad mucho al Espíritu Santo, que os dé sus luces para ver. Sed puros si queréis tenerlo por amigo. Yo, antes de dejaros, os quiero fortificar. Os absuelvo si habéis pecado. De todo os absuelvo. Sed buenos en lo porvenir. Buenos, sabios, castos, humildes y leales. La gracia de mi absolución os fortifique... ¿Por qué lloras, Andrés? ¿Y tú, hermano mío, por qué te turbas?"

"Porque esto me sabe a un adiós..." dice Andrés.

 

Veo que estáis turbados. La turbación quita la paz, 

que debe estar siempre en vosotros. 

La paz es Dios. 

Si sois fieles a El, estará en vosotros

 

"¿Y piensas que con tan pocas palabras me despediría? No es sino un consejo para estos tiempos. Veo que estáis turbados. No está bien. La turbación quita la paz, que debe estar siempre en vosotros. Estáis al servicio de ella y ella os ama tanto que os eligió como a sus primeros servidores. Os ama. Debéis pues pensar que siempre os ayudará, aun cuando os quedaseis solos. La paz es Dios. Si sois fieles a El, estará en vosotros, y si es así ¿a quién podréis temer? ¿Y quién podrá separaros de El si no os ponéis en ocasión de perderlo? Sólo el pecado es el que separa de Dios. Pero lo demás: ni tentaciones, ni persecuciones, ni siquiera la muerte, separan de El. Antes bien unen más a El, porque cada tentación vencida es un escalón más hacia el cielo, porque las persecuciones os alcanzan un amor doble de protección de parte de Dios, y la muerte del santo o del mártir no es otra cosa sino la fusión con el Señor Dios. En verdad os digo que fuera de los hijos destinados a la perdición, ninguno de mis grandes discípulos morirá antes de que Yo haya abierto las puertas del cielo. Y así ninguno de mis fieles discípulos tendrá que esperar por algún tiempo el abrazo de Dios, después de que haya pasado de este destierro de tinieblas a la luz de la otra vida. No os diría esto, sino fuese verdadero. Hoy mismo habéis visto cómo un hombre, después de su extravío, ha regresado al camino de la justicia. No está bien pecar. Pero Dios es misericordioso y perdona a quien se arrepiente. Y quien se arrepiente puede superar al que no ha pecado, si su arrepentimiento es absoluto y es heroica la virtud que le sigue. ¡Qué cosa tan dulce será encontrarnos allá arriba! Veros subir a donde estoy, correr Yo a vuestro encuentro, abrazaros, llevaros ante mi Padre y decir: "He aquí a un amado mío. Siempre me amó y te amó a Ti desde que le hable de Ti. Ahora acaba de llegar. Bendícelo, Padre mío, y tu bendición sea su corona resplandeciente". Amigos míos... Amigos aquí y en el cielo, ¿no os parece que cualquier sacrificio es ligero para conseguir esta eterna alegría? Tranquilizaos, pues. Separémonos aquí. Voy allá arriba y vosotros sed buenos... Démonos el beso..."

Los besa a uno por uno. Judas llora al besarlo. Ha esperado ser el último, él que siempre trata de ser el primero, y se pega a Jesús y lo besa muchas veces, y entre sus cabellos le dice, cerca del oído: "Ruega, ruega, ruega por mí..."

Se separan. Jesús va a la colina, y los demás continúan hasta Corozaín que blanquea entre el verdor de los árboles.

VIII. 243-252

A. M. D. G.