JESÚS HABLA DE SU REINO Y DE SU LEY

 


 

#Felipe recorriendo los profetas recuerda lo que sucederá a las naciones que no son Israel, sus castigos ...   

#Jesús los mira con una tristeza infinita... En respuesta dice: "No os acordáis de lo que David dice del Mesías, y lo que también dice Isaías ... pero no pensáis en que para que el Hijo del hombre sea Rey de reyes debe beber la hiel y el vinagre y vestirse con la púrpura de su Sangre... No es culpa vuestra sino comprendéis...   

#¿no podrías hacer que el tiempo pasase más lento?" "Podría, pero el Padre que está en los cielos, el Hijo en la tierra, el Amor en el cielo y tierra, arden en ansias de realizar el Perdón..."   

#Saludan y hablan con Jesús dos discípulos de rabinos, uno de ellos es un levita   

#Quieren Llevar a Jesús a Giscala para que falle sobre un hecho que allí sucedió y no les complace  

#Decid a quien os envió que observo la ley, siempre, cuando el observarla no va contra el mandamiento más grande que el sabático: el del amor."   

#Jesús acepta que se quede con él uno de los dos enviados. Este discípulo es Bernabé   

#"Te pregunté antes si sabías las condiciones por las que una acción se convierte en pecado."   

#Pero cuando el hombre sea salvado, cuando se devuelva la gracia, cuando exista el Reino de Dios, esto es, el Reino de amor, se dará a los hijos de Dios y súbditos del Rey un solo mandamiento y en él se contendrá todos: "Ama a tu Dios con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo"

 


 

Qué agradable es el reposo en la pequeña meseta, pero es prudente bajar al valle mientras hace de día porque la oscuridad podría echarse antes, en medio del bosque tupido de árboles.

Jesús es el primero en ponerse en pie y en refrescarse el rostro, las manos y pies en el riachuelo que sale del manantial. Llama a sus apóstoles que duermen sobre la hierba, y los invita a que se preparen a partir. Y mientras ellos, uno por uno, hacen lo que El hizo y llenan las cantimploras de agua que cae de las rocas, va a esperarlos al borde del prado, cerca de dos viejos árboles que lo limitan al este, y mira el horizonte lejano.

Felipe es el primero en juntársele, y mira allá donde su Maestro está mirando. Comenta: "¡Hermoso panorama! Lo admiras."

"Sí, pero no admiraba tan solo su belleza."

 

Felipe recorriendo los profetas recuerda lo que sucederá

 a las naciones que no son Israel, sus castigos ...

 

"¿Y entonces qué cosa? ¿Pensabas acaso en que Israel será grande, más allá del Líbano y del Oronte, de donde durante los siglos pasados salieron los que nos han atribulado y nos atribulan todavía, porque allá reside el cerebro de la potencia que nos oprime con el Legado? Tremendas son las profecías de más de un profeta sobre ellos: "Aplastaré al asirio en mi tierra, lo pisaré en mis montañas... Esta es la mano que se ha extendido sobre las naciones... ¿Y quién podrá detenerla?... Damasco dejará de existir y se convertirá en un montón de piedras en ruina... Esto es lo que sucederá a quienes nos saquearon". Isaías es el que lo dice. Y Jeremías añade: "Pondré fuego sobre los muros de Damasco y devorará los muros de Benadab. Esto sucederá cuando el Rey de Israel, el Prometido, tome su cetro y Dios haya perdonado a su pueblo dándole su Mesías-Rey... Lo dice Ezequiel: "Vosotros, montañas de Israel, echad vuestras ramas, traed vuestros frutos para mi pueblo de Israel porque está cercano su regreso... Os traeré nuevamente mi pueblo, y será tu dueño para siempre... Me permitiré que las naciones te ultrajen...". Y los salmos cantan con Etán el Esdrajita: "Encontré a mi siervo David, y lo ungí con mi santo óleo. Mi mano lo asistirá... El enemigo no podrá nada contra él... En mi nombre crecerá poderoso... Extenderá su mano sobre el mar, su derecha sobre los ríos... Será mi primogénito, el soberano entre los reyes de la tierra". Y Salomón canta: "Durará cuanto duren el sol y la luna... Dominará de un mar a otro mar, y desde el río hasta los confines de la tierra... Lo adorarán todos los reyes de la tierra, todos los pueblos serán sus súbditos...". Tú, Mesías porque en Ti están todos las señales del espíritu y de la carne, todas las señales que dieron los profetas. ¡Aleluya a Ti, Hijo de David, Mesías-Rey, Rey santo!"

"Aleluya" gritan en coro los demás que se habían acercado a Jesús y a Felipe y oyeron las palabras de este. El aleluya lo llevan los vientos, de colina en colina.

 

Jesús los mira con una tristeza infinita... En respuesta dice:

 "No os acordáis de lo que David dice del Mesías, y lo que

 también dice Isaías  ... pero no pensáis en que para que el Hijo

 del hombre sea Rey de reyes debe beber la hiel y el vinagre y

 vestirse con la púrpura de su Sangre... No es culpa vuestra

 sino comprendéis...

 

Jesús los mira con una tristeza infinita... En respuesta dice: "No os acordáis de lo que David dice del Mesías, y lo que también dice Isaías  ... Tomáis la miel dulce, el vino embriagador de los profetas... pero no pensáis en que para que el Hijo del hombre sea Rey de reyes debe beber la hiel y el vinagre y vestirse con la púrpura de su Sangre... No es culpa vuestra sino comprendéis... Vuestro error para no comprender está en el amor, pero yo quisiera un amor diverso. Por ahora no podéis... Siglos de pecado impiden al hombre que exista la Luz en él, pero la Luz destruirá las murallas y entrará en vosotros... Vámonos."

Toman otra vez el sendero ancho que habían dejado para subir a la meseta y bajan rápidos al valle. Los apóstoles hablan en voz baja entra sí...

Luego, Felipe corre adelante, alcanza al Maestro y le pregunta: "¿Te causé algún dolor, Señor? No fue mi intento... ¿Estás enojado conmigo?"

"No, Felipe. Pero quisiera que comprendieseis."

"Mirabas hacia allá con tantas ansias..."

"Porque pensaba en los muchos lugares que no me han visto, y no me verán... porque mi tiempo vuela... ¡Cuán breve es la vida del hombre! ¡Y cuán lento es el hombre en el obrar!... ¡Cómo experimenta el espíritu estas limitaciones terrenas!... Pero, Padre, ¡hágase tu voluntad!"

"Maestro, has recorrido todas las regiones de las antiguas tribus. Por lo menos una vez las has santificado, y así puede decirse que has recogido en tu puño las doce tribus..."

"Es verdad eso. Después vosotros haréis lo que el tiempo no me dejó hacer."

 

¿no podrías hacer que el tiempo pasase más lento?" 

"Podría, pero el Padre que está en los cielos, el Hijo en la

 tierra, el Amor en el cielo y tierra, arden en ansias de

 realizar el Perdón..."

 

"Tú que detienes ríos y calmas el mar, ¿no podrías hacer que el tiempo pasase más lento?"

"Podría, pero el Padre que está en los cielos, el Hijo en la tierra, el Amor en el cielo y tierra, arden en ansias de realizar el Perdón..." y Jesús se sumerge en una profunda meditación que Felipe respeta, dejándolo y reuniéndose con sus compañeros a los que refiere su diálogo.

... El valle está ya cerca y se ve un camino, un verdadero camino principal que viene del sur y sigue hacia el oeste, que forma una curva precisamente a las faldas del monte y continúa por su base, prosiguiendo derecho hacia un bello poblado que se alarga entre el verdor de un arroyo, en el que por ahora no se ven más que piedras, y en medio de ellas alguno que otro bejuco, sobre todo en el centro donde un hilo de agua persiste en correr hacia el mar.

 

Saludan y hablan con Jesús dos discípulos de rabinos, 

uno de ellos es un levita

 

Antes de tomar el camino principal todos se juntan y no han caminado más que unos cuantos metros cuando les salen al encuentro dos hombres que los saludan.

"Dos discípulos de rabinos, y uno es levita. ¿Qué querrán?" dicen entre sí los apóstoles que no están nada contentos del encuentro. Yo no sé de dónde deduce que sean discípulos y que uno sea levita. Todavía no comprendo bien el lenguaje de los flecos, de las franjas y otros secretos del vestuario israelita.

Jesús, cuando está a unos dos metros de ellos, y no es posible ningún equívoco porque en el camino no se interpone ninguno que vaya a pie o a caballo al poblado, responde al saludo y se detiene.

"La paz sea contigo, Rabí" dice el levita que antes se había limitado a hacer inclinaciones profundas.

"La paz sea contigo, y contigo" dice Jesús volviéndose al otro.

"¿Eres Tú el Rabí de nombre Jesús?"

"Sí."

"Antes de las doce entró una mujer a la ciudad y dijo que había hablado por el camino con un rabí más grande que Gamaliel porque además de sabio es bueno. Sus palabras llegaron hasta nosotros, y los maestros nos enviaron a todos los que allí estábamos a buscarte, suspendiendo la partida hacia Jerusalén. En nombre suyo y por nuestro medio te dicen: "Ven a la ciudad, que te queremos hacer algunas preguntas."."

"¿Por qué motivo?"

 

Quieren Llevar a Jesús a Giscala para que falle 

sobre un hecho que allí sucedió y no les complace

 

"Para que falles sobre un hecho que acaeció en Giscala, cuyas consecuencias duran."

"¿No tenéis a los grandes doctores de Israel para fallar? ¿Por qué volverse al Rabí desconocido?"

"¿Si eres el que dicen los rabinos, no eres un desconocido. ¿No eres acaso Jesús de Nazaret?"

"Lo soy."

"Los rabinos conocen tu sabiduría."

"Y Yo conozco el odio que me tienen."

"No todos, Maestro. El más grande y justo no te odia."

"Lo sé. Ni siquiera me ama. Me estudia. ¿Rabí Gamaliel está en Giscala?"

"No. Partió para llegar a Séforis antes del sábado. Partió inmediatamente después del juicio."

"Y entonces ¿por qué me buscáis? Yo también debo respetar el sábado y apenas puedo llegar a tiempo a aquel lugar. No me detengáis."

"¿Tienes miedo, Maestro?"

"No tengo miedo porque sé que por ahora a mis enemigos no se les ha concedido ningún poder. Dejo a los sabios la alegría de juzgar."

"¿Qué quieres decir?"

"Que no sentencio, perdono."

"Sabes juzgar mejor que cualquier otro. Gamaliel lo dijo con estas palabras: "Sólo Jesús de Nazaret juzgaría con justicia en este caso"."

"Está bien. Ya habéis dado el fallo, y no hay más remedio. Yo habría mandado primero que se calmasen las pasiones antes de dar la sentencia. Si había alguna culpa, el culpable podía arrepentirse y redimirse. Si no la había, no se hubiera realizado el suplicio, que ante los ojos de Dios, para alguno no es más que un homicidio premeditado.

"Maestro, ¿cómo lo sabes? La mujer juró que hablaste con ella sólo de sus cosas... y ... Tú sabes. ¿Eres en realidad un profeta?"

"Yo soy quien soy. Adiós. La paz sea contigo. El sol va acercándose al occidente" y les vuelve las espaldas, dirigiéndose hacia el poblado.

"¡Hiciste bien, Maestro! Sin duda que te quieren poner asechanzas." Los apóstoles se sienten solidarios con el Maestro. Pero sus alabanzas, sus razones desaparecen porque los dos de antes los alcanzan rogando a Jesús a que suba a Giscala.

 

Decid a quien os envió que observo la ley, siempre, 

cuando el observarla no va contra el mandamiento 

más grande que el sabático: el del amor."

 

"No. El crepúsculo me hallaría en camino. Decid a quien os envió que observo la ley, siempre, cuando el observarla no va contra el mandamiento más grande que el sabático: el del amor."

"Maestro, Maestro, te lo suplicamos. Este es exactamente un caso de amor y justicia. Ven con nosotros, Maestro."

"No puedo. Y ni siquiera podéis subir a tiempo."

"Tenemos licencia de hacerlo por esta ocasión."

"¿Cómo? Protestaron cuando curé en sábado a un enfermo y lo absolvía en sábado ¿y a vosotros se os permite violar el sábado por una disputa ociosa? ¿Acaso hay dos medidas en Israel? ¡Idos, idos! Dejadme ir."

"Maestro, tú eres profeta. Por eso lo sabes. Yo lo creo y también este. ¿Por qué nos rechazas?"

"¿Por qué?..." Jesús los mira fijamente, deteniéndose. Sus severos ojos que traspasan y penetran más allá de los velos de la carne, que leen los corazones, miran dominadores a los dos que tiene delante. Luego sus ojos, irresistibles cuando están enojados, tan dulces cuando aman, cambian de modo de mirar y toman una expresión tan cariñosa, tan misericordiosa, que si antes el corazón se estremecía de temor por la mirada potente, ahora tiembla de emoción ante el refulgir del amor. "¿Por qué?" repite... "No Yo, sino los hombres rechazan al Hijo del hombre, y El debe desconfiar de sus hermanos. Pero a quien no tiene malicia en su corazón le digo: "Ven", y también: "Amadme" a los que me odian."

"Entonces, Maestro..."

"Entonces iré al poblado para el sábado."

"Espéranos al menos."

"En el crepúsculo del sábado partiré. No puedo esperar."

Los dos se miran, se consultan quedándose un poco atrás; después uno, el que tiene el aspecto mas abierto y que casi siempre ha hablado, regresa corriendo.

"Maestro, me quedo contigo hasta después del sábado."

Pedro, que va al lado de Jesús, le jala el vestido haciendo que se vuelva a él y le dice en voz baja: "No. Un espía." Judas Tadeo a su espalda le dice: "Desconfía." Natanael, que va adelante con Simón y Felipe, se vuelve y hace señales con los ojos como diciendo: "No." Hasta los dos más confiados: Andrés y Juan, hacen señal con la cabeza de no, detrás de la espalda del importuno

 

Jesús acepta que se quede con él uno de los dos enviados 

Este discípulo es bernabé

 

Pero Jesús no hace caso de sus sospechas miedosas y responde:  "Quédate." Los demás deben resignarse.

El hombre, contento, se siente menos extraño, siente la necesidad de decir su nombre, quién es, porqué está en Palestina él que nació en la Diáspora, pero que fue consagrado a Dios desde su nacimiento porque fue "consuelo de sus padres", que agradecidos al Señor de que lo tuvieron, lo confiaron a familiares que viven en Jerusalén, para que fuese del Templo, y allí sirviendo en la casa de Dios, conoció al rabí Gamaliel y se hizo su discípulo asiduo y amado: "Me pusieron por nombre José, porque como el antiguo quité a mi madre la aflicción de ser estéril. Pero mi madre cuando me amamantaba, siempre me llamaba "mi consolación" y así me convertí en Bernabé para todos. También el gran rabí me llama así porque él se consuela con sus mejores discípulos."

"Procura que también Dios te lo diga, o mejor, que te llame así" dice Jesús.

Entran en el poblado.

"¿Lo conoces?" pregunta Jesús.

"No. Nunca he estado. Es la primera vez que vengo acá a Neftalí. Me trajo el rabí consigo y con los demás, porque me quedé solo..."

"¿Tienes a Dios por amigo?"

"Así lo espero. Trato de servirlo lo mejor que puedo."

"Entonces no estás solo. Solo está el pecador."

"También yo puedo pecar..."

"Tú, discípulo de un gran rabí, conoces las condiciones para que una acción sea pecado."

"Todos, Señor, es pecado. El hombre peca continuamente, porque hay  más preceptos que momentos tiene el día. Y no siempre el pensamiento y las circunstancias nos impiden pecar."

"En verdad son las circunstancias las que con frecuencia inducen a pecar. ¿Has comprendido bien el concepto del principal atributo de Dios.?"

"La justicia."

"No."

"La potencia."

"Tampoco."

"... El rigor."

"Mucho menos."

"Y con todo... esto sucedió en el Sinaí y después todavía..."

"Entonces el Altísimo se dejó ver entre rayos, que ceñían con aureola tremenda el rostro del Padre y Creador. En verdad, vosotros no conocéis el verdadero rostro de Dios. Si lo conocierais, si conocieseis su espíritu, comprenderíais que el principal atributo de Dios es el amor, un amor misericordioso."

"Sé que el Altísimo nos ama. Somos el pueblo elegido. Pero servirle es algo terrible."

"Si sabes que Dios es Amor, ¿cómo puedes llamarlo terrible?"

 

"Te pregunté antes si sabías las condiciones por las que una

 acción se convierte en pecado."

 

"Porque pecando, perdemos su amor."

"Te pregunté antes si sabías las condiciones por las que una acción se convierte en pecado."

"Cuando no es una acción motivada por los seiscientos trece preceptos, por las decisiones, costumbres, bendiciones y plegarias, además de los diez mandamientos de la ley, o bien no lo es, según los escribas enseñan estas cosas, entonces es pecado."

"¿Aun cuando el hombre no lo haga con plena advertencia y perfecto consentimiento de su voluntad?"

"Aun así. Por esto quién puede decir: "¿Yo no peco?" ¿Quién puede esperar tener paz en el seno de Abraham a la hora de su muerte?"

"¿Son los hombres perfectos en el espíritu?"

"No, porque Adán pecó y tenemos esa culpa en nosotros. Nos hace débiles. El hombre perdió la  gracia del Señor, única fuerza que podía sostenernos..."

"¿Y el Señor lo sabe?"

"El sabe todo."

 

Pero cuando el hombre sea salvado, cuando se devuelva 

la gracia, cuando exista el Reino de Dios, esto es, el Reino 

de amor, se dará a los hijos de Dios y súbditos del Rey un solo

 mandamiento y en él se contendrá todos: "Ama a tu Dios con

 todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo"

 

"¿Y crees entonces que El no tenga misericordia, teniendo en cuenta lo que hace débil al hombre? ¿Crees que El exija de los castigados, lo que podía exigir del primer Adán? En esto está la diferencia en que no reflexionáis. Dios es justicia, sí. Es potencia, sí. Puede también ser rigor para con el impenitente que continúa en su pecar. Cuando ve que un hijo suyo falta -el espíritu alcanza su madurez eterna en el juicio particular- porque un distraído, porque su cabeza no le ayuda a discernir, porque no ha sido bien instruido, porque es débil tanto en una como en otra cosa, ¿piensas que el Padre Santísimo lo puede condenar con inexorable rigor? Lo has dicho. El hombre perdió la gracia, fuerza necesaria para reaccionar contra la tentación y los apetitos. Dios lo sabe. No tiene el hombre necesidad de temblar ante Dios y huir de El como Adán después de la culpa. Más bien debe recordar que El es Amor. Su rostro brilla entre los hombres, pero no para convertirlos en ceniza, sino más bien para confortarlos como el sol conforta con sus rayos. No es el rigor, sino el amor el que resplandece en Dios. Son rayos de un sol, y no el asaetear de relámpagos y rayos. Además... ¿Qué cosa ha impuesto el Amor? ¿Una carga que no se puede llevar? ¿Un códice de innumerables artículos que pueden olvidarse? No. Sólo diez mandamientos, para contener al hombre, cual potro con frenos, porque de otra manera iría a la ruina. Pero cuando el hombre sea salvado, cuando se devuelva la gracia, cuando exista el Reino de Dios, esto es, el Reino de amor, se dará a los hijos de Dios y súbditos del Rey un solo mandamiento y en él se contendrá todos: "Ama a tu Dios con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". Porque créeme, que Dios-Amor no puede sino aligerar el yugo y hacerlo suave, y el amor hará cosa agradable el servir a Dios,  y no se le temerá más, sino que será objeto de amor. Amado sólo El, y por Sí, e igualmente amado en nuestros hermanos. ¡Cuán sencilla será la postrera Ley! Así como es Dios en su simplicidad. Óyeme: ama a Dios con todo tu ser, ama a tu prójimo como a ti mismo. Medítalo. Los seiscientos trece gravosos preceptos, todas las plegaria y bendiciones, ¿no se contienen acaso ya en estas dos frases, despojándose de las argucias inútiles que no son religión, sino esclavitud para con Dios? Si amas a Dios, sin duda alguna que a cada hora lo honrarás. Si amas al prójimo, no hay duda que no le causarás ningún mal. No mentirás, no robarás, no matarás o herirás, no cometerás adulterio. ¿No es así?"

"Así es... Maestro justo, quisiera estar contigo. Pero Gamaliel ha perdido por tu causa los mejores de sus discípulos... Yo..."

"Todavía no es la hora de que vengas a Mí. Cuando llegue, tu mismo maestro te la dirá porque es un hombre justo."

"¿De veras lo es? ¿Lo dices Tú?"

"Lo digo porque es verdad. No soy Yo el que humilla para subirse sobre el derrotado. A casa uno reconozco lo suyo... Nos están llamando... Sin duda han encontrado alojamiento para nosotros. Vamos..."

VIII. 266-273

A. M. D. G.