UN FALLO DE JESÚS
#Quien no está contra Mí, está a mi favor, aunque no lo parezca
#el sinagogo con deferencia se vuelve a Jesús diciéndole: "Quieres explicar la ley, Rabí"
#Explican a Jesús un caso sucedido en Giscala
#Dios ha mandado a su Verbo para que hablase sin que su voz os matase.
"No me parece nada bien esta parada con ese hombre que se nos unió..." refunfuña Pedro que está con Jesús en un huerto poblado de árboles.
Debe ser después del mediodía del sábado porque el sol está todavía alto, y cuando llegaron al poblado estaba ya para oscurecer.
"Partiremos después de las plegarias. Es sábado. No se podía caminar. Nos ha hecho bien este descanso. No haremos más paradas sino hasta el próximo sábado."
"Tú has descansado poco. ¡Todos esos enfermos!..."
"Y que ahora alaban al Señor. Para evitaros tanta caminata me hubiera quedado aquí dos días más para dar tiempo a los curados de esparcir la noticia más allá. Pero no queréis."
"¡No! ¡No! Quisiera estar ya lejos. Y ... no te confíes demasiado, Maestro. ¡Hablas! ¡Hablas! ¿No sabes que cada palabra tuya se cambia en veneno contra Ti en ciertas bocas? ¿Por qué nos lo enviaron?"
"Tú lo sabes."
"Sí. Pero, ¿por qué se quedó?"
"No es el primero que se haya quedado, después de haberme tratado."
Pedro sacude su cabeza. No está convencido, y mastica la palabra: "¡Un espía!... ¡Un espía!..."
"No juzgues, Simón. Podrás arrepentirte algún día de tu actual juicio."
"No juzgo, tengo miedo por Ti. Y esto es amor. El Altísimo no me puede castigar por que te ame."
"No digo que te arrepentirás de esto, sino de haber pensado mal de un hermano tuyo."
"El es hermano de los que te odian. Por lo tanto no es mi hermano."
La lógica, humanamente hablando, es justa, pero Jesús hace observar: "Es discípulo de Gamaliel. Gamaliel no está contra Mí."
"Pero tampoco a tu favor."
Quien no está contra Mí, está a mi favor,
aunque no lo parezca
"Quien no está contra Mí, está a mi favor, aunque no lo parezca. No se puede pretender que Gamaliel, el más grande doctor que tenga hoy en día Israel, un pozo del saber rabínico, una verdadera mina en la que hay toda clase... de tesoros rabínicos, pueda con presteza abandonar todo para aceptar... me. Simón, es difícil aun para vosotros aceptarme, dejando todo lo pasado..."
"¡Nosotros te hemos aceptado!"
"No. ¿Sabes qué cosa es aceptarme? No es ni amarme, ni seguirme. Esto es ya un gran mérito del Hombre, que soy Yo, y que atrae vuestras simpatías. Aceptarme es aceptar mi doctrina, que es igual a la antigua de la ley divina, pero que es completamente diversa de la de ella, de ese cúmulo de leyes humanas que han venido amontonándose con los siglos, formando un códice y un formulario que no tiene nada de divino. Vosotros, todos los humildes de Israel, y uno que otro grande y justo, os lamentáis y criticáis las sutilezas formalísticas de los escribas y fariseos, sus intransigencias y dureza... pero tampoco estáis inmunes. No es culpa vuestra. Vosotros hebreos, con el correr de los siglos habéis asimilado lentamente las... exhalaciones humanas de los manipuladores de la ley de Dios, pura y sobrehumana. Tú sabes. Cuando uno continúa por años y años viviendo en un modo diverso del lugar en que nació, porque se encuentra en un país que no es suyo, y allí viven sus hijos y los hijos de estos, sucede que su descendencia termina por ser como la del lugar en que vive. Se aclimata tanto que pierde hasta la fisonomía física de su antigua patria, además de sus costumbres morales, y por desgracia, hasta pierde la religión de sus padres... Mira a los otros. Vamos a la sinagoga."
"¿Vas a hablar?"
"No. Soy un simple fiel. Hablé con los milagros esta mañana..."
"Con tal de que no haya sido contraproducente..." Pedro está muy intranquilo y pensativo, pero sigue al Maestro que se unió a los otros apóstoles, y se le unen el hombre de Giscala y otros, tal vez del poblado.
el sinagogo con deferencia se vuelve a Jesús diciéndole:
"¿Quieres explicar la ley, Rabí?"
En la sinagoga, el sinagogo con deferencia se vuelve a Jesús diciéndole: "¿Quieres explicar la ley, Rabí?"
Jesús rehúsa y como un simple fiel sigue todas las ceremonias, besando como los demás el rollo que le presenta el vice-sinagogo (digo así porque no sé como se llame este ayudante del sinagogo) y escucha las explicaciones. Es verdad que si no habla, toda su actitud es una predicación por el modo como ora... Muchos lo miran. El discípulo de Gamaliel no le quita de encima los ojos. Y los apóstoles que están suspicaces, no lo pierden de vista.
Jesús no se vuelve ni siquiera cuando en el umbral de la sinagoga se produce un ruido que distrae a muchos. La ceremonia termina y la gente sale a la plaza donde se encuentra la sinagoga. Jesús, que estaba más bien en el fondo de la sinagoga, es uno de los últimos en salir y se dirige a la casa para tomar su alforja y partir. Muchos del lugar lo siguen y entre ellos el discípulo de Gamaliel a quien llaman, en un cierto momento, tres hombres que estaban junto a una casa. Habla con ellos, y con ellos se acerca a Jesús.
"Maestro, estos quieren hablarte" dice llamando la atención de Jesús que está hablando con Pedro y su primo Judas.
"¡Escribas! ¡Lo había dicho ya!" exclama Pedro, intranquilo.
Jesús saluda reverente a los que también lo saludan y pregunta: "¿Qué queréis?"
Habla el de más edad: "No fuiste, pero nosotros vinimos. Y para que nadie piense que pecamos contra el sábado, a todos decimos que dividimos el camino en tres etapas. La primera hasta que hubo luz crepuscular. La segunda, de seis estadios, mientras la luna iluminó los senderos. La tercera terminó aquí y no pasó de la medida legal. Esto por el bien de nuestras almas y por el de las vuestras. pero pedimos tu sabiduría para nuestra inteligencia. ¿Estás enterado de lo que pasó en la ciudad de Giscala?"
Explican a Jesús un caso sucedido en Giscala
"Vengo de Cafarnaum y no sé nada."
"Escucha. Un hombre estuvo ausente de su casa por razón de negocios. Cuando regresó, se enteró de que durante su ausencia su mujer lo había engañado, hasta el punto de tener un hijo que no podía haber sido suyo porque había estado ausente por catorce meses. El hombre mató ocultamente a su mujer. Pero denunciado por uno, a quien se lo comunicó la sierva, según la ley de Israel, ha sido muerto. El amante que según la ley debería ser lapidado, se refugió en Cades, y ciertamente tratará de ir a otros lugares. El marido quería el hijo bastardo para matarlo también, pero la mujer que lo amamantaba no se lo entregó. Ella fue a Cades para persuadir al verdadero padre del recién nacido de que lo tomase bajo su cuidado, porque el marido de la nodriza se opone a tener al bastardo en su casa. El hombre la rechazó junto con el hijo, diciendo que le estorbaría cuando huyese. ¿Cómo juzgas Tú el hecho?"
"No encuentro qué cosa deba fallarse. El fallo justo o injusto ya se dio."
"Según Tú, ¿cuál fue el fallo justo, cuál el injusto? Entre nosotros surgió divergencia acerca del suplicio del homicida."
Jesús los mira fijamente. Luego: "Hablaré. Pero antes responded a mis preguntas, cualesquiera que sean ellas. Sed sinceros. ¿El uxoricida era nativo del lugar?"
"No. Se había establecido allí desde que se casó con su mujer que era nativa de ahí."
"¿Era el adúltero del lugar?"
"Sí."
"¿Cómo supo el marido que había sido traicionado? ¿Era pública la culpa?"
"No lo era. Y no se comprende cómo pudo haberlo sabido. Su mujer se había ausentado por varios meses diciendo que para no estar sola se iba a Ptolemaide, a casa de unos parientes y regresó diciendo que había tomado consigo el hijo de una parienta suya que había muerto."
"¿Era de una conducta desvergonzada cuando estuvo en Giscala?"
"No. Todos nos quedamos sorprendidos de que Marcos hubiese tenido relaciones con ella."
"Mi pariente no es culpable. Es inocente" protesta uno de los tres que no había hablado hasta ahora.
"¿Es tu pariente? ¿Quién eres?" pregunta Jesús.
"El primero de los Ancianos de Giscala. Por esto quise que fuese condenado a muerte el uxoricida, porque no sólo mató a alguien, sino que mató a una inocente" y mira torvamente al tercero que tendrá unos cuarenta año y que replica: "La ley dice que sea condenado a muerte el homicida."
"Tú querías que muriesen la mujer y el adúltero."
"Así dice la ley."
"Si no hubiera habido otro motivo, nadie hubiera hablado."
Se prende la disputa entre los dos de modo que casi se olvidan de Jesús. El primero que habló, el de mayor edad, impone silencio diciendo: "No se puede negar que se haya cometido el homicidio, como tampoco se puede negar que no haya existido la culpa. La mujer la confesó a su marido. Pero dejemos hablar al Maestro."
"Pregunto: ¿ Cómo lo supo el marido? No me lo habéis contestado todavía."
El que defiende a la mujer dice: "Porque hubo alguien que le sopló apenas regresó."
"Entonces Yo digo que este tal no había limpio el corazón" dice Jesús bajando sus párpados para evitar que su mirada acuse a alguien.
El de cuarenta años, el que quería la muerte de la mujer y del adúltero salta: "No tenía yo hambre de ella."
"¡Ah, ahora es claro! ¡Fuiste tú el soplón! Lo sospechaba. Tú mismo te has entregado. ¡Asesino!"
"Y tú, que proteges al adúltero. Si no se lo hubieras hecho saber, no se hubiera escapado. ¿Pero es tu pariente? ¡Así se hace justicia en Israel! Por esto defiendes la conducta de la mujer, para defender a tu pariente. Por ella sola no te hubieras preocupado."
"¿Y entonces tú? ¿Tú que empujaste al marido contra su mujer para vengarte de sus rechazos?"
"¿Y tú, que eres el único que testimoniaste contra el marido? ¿Tú que pagabas a una sierva de aquella casa para que te ayudase? No es válido el testimonio de uno solo. Lo dice la ley." ¡Un altercado de vendedoras!
Jesús y el de mayor edad tratan de calmar a los dos que representan dos intereses y dos opiniones opuestas y que dejan ver el odio insanable entre las dos familias. Lo logran con dificultad. Jesús habla ahora, con calma, con solemnidad, pero antes se defiende de la acusación que uno de los dos contendientes le echó: "Tú que proteges a las prostitutas..."
No sólo afirmo que el adulterio consumado es un delito
contra Dios y el prójimo, sino que digo que aun el que tiene
deseos impuros por la mujer de otro es adúltero en su
corazón y comete pecado.
"No sólo afirmo que el adulterio consumado es un delito contra Dios y el prójimo, sino que digo que aun el que tiene deseos impuros por la mujer de otro es adúltero en su corazón y comete pecado. ¡Qué pasaría si todo el que desease a una mujer casada, fuese condenado a muerte! Los lapidadores deberían tener siempre en las manos las piedras. Si muchas veces el hombre en la tierra no castigan el pecado, éste será tenido en cuenta en la otra vida, porque el Altísimo ha dicho: "No fornicarás y no desearás a la mujer de otro", y la palabra de Dios debe ser obedecida. Yo añado: "Ay de aquel por el que se comete un escándalo! y ¡ay del delator de su prójimo!". Aquí todos han faltado. El marido. ¿Tenía en realidad necesidad de abandonar a su mujer por tanto tiempo? ¿La había tratado siempre con el amor que conquista el corazón de la compañera? ¿Se examinó a sí mismo para ver si antes de que su mujer o engañase, no la había él engañado ya? La ley del talión dice: "Ojo por ojo, diente por diente". Si dice esto es para exigir la reparación, ¿pero debe darla uno solo? No defiendo a la adúltera, pero afirmo: "¿Cuántas veces hubiera podido acusar de adulterio a su marido?" "
Le gente en voz baja comenta: "¡Es verdad! ¡Es verdad!" También el Anciano de Giscala y el discípulo de Gamaliel aprueban.
¿por qué no temió a Dios el que por venganza fue causa
de una tragedia tan grande?
¿Le hubiera gustado que sucediese eso en su familia?
Jesús prosigue:"... Yo digo: ¿por qué no temió a Dios el que por venganza fue causa de una tragedia tan grande? ¿Le hubiera gustado que sucediese eso en su familia? Afirmo: el hombre escapó y que después de haber buscado el placer y causado esta ruina, rechaza ahora al inocente, ¿cree que escapará del Vengador eterno? Yo digo esto, y añado. La ley exige la lapidación de los adúlteros y la muerte del uxoricida, pero llegará un día en que la ley, necesaria para contener la violencia y la lujuria de los hombres que no están fortalecidos por la gracia del Señor, será modificada, y si permanecerán los mandamientos de: "No matarás y no cometerás adulterio", las sanciones contra estos pecados se pondrán en manos de una justicia más alta que la del odio y de la sangre. Una justicia respecto de la cual, la justicia de los humanos, y tal vez muchas veces adúlteros, si no ya homicidas, no será digna de este nombre. Hablo de la justicia de Dios que pedirá cuentas a los hombres aun de los deseos impuros de donde nacen las venganzas, las delaciones, los homicidios y sobre todo pedirá cuenta de porqué se negó a los culpables el tiempo de redimirse, y porqué a los inocentes se les impuso que llevasen el peso de las culpas ajenas. Todos son culpables en este caso. Todos. También los jueces que se dejaron llevar por motivos contrarios a la venganza personal. Uno sólo es el inocente, y de él me compadezco. No puedo volverme atrás. Pero, ¿quién de vosotros tendrá caridad del recién nacido y de Mí que sufro por él?" Jesús mira a la multitud con ojos suplicantes.
Muchos contestan: "¿Qué quieres? Recuerda que es un bastardo."
En Cafarnaum hay una mujer que se llama Sara. Es de Afeq.
Es mi discípula. Llevadle el niño y decidle: "Jesús de Nazaret
te lo encarga".
"En Cafarnaum hay una mujer que se llama Sara. Es de Afeq. Es mi discípula. Llevadle el niño y decidle: "Jesús de Nazaret te lo encarga". Cuando el Mesías a quien esperáis haya fundado su Reino y puesto sus leyes que no anulan la Palabra del Sinaí, sino que la perfeccionan con la caridad, los bastardos no dejarán de tener madre, porque Yo seré el Padre de los que no tienen padre y diré a mis fieles: "Amadlos por amor mío". Otras cosas serán cambiadas, porque a la violencia sustituirá el amor.
Decios a vosotros mismos y a quien os envió que vine a
perfeccionar la ley, pero de ningún modo a abolirla.
Creíais que al hacerme esta pregunta fuese a negar la ley. Por eso me habéis buscado. Decios a vosotros mismos y a quien os envió que vine a perfeccionar la ley, pero de ningún modo a abolirla. Decios a vosotros y a los demás que el que predica el Reino de Dios no puede ciertamente enseñar lo que en el Reino de Dios sería una cosa horrorosa, y por lo tanto no podría ser aceptada. Decios a vosotros y a los otros lo que dice el Deuteronomio: "El Señor Dios tuyo hará surgir de tu nación, de entre tus hermanos, un profeta. Escúchalo. Así lo pediste al Señor Dios tuyo, junto al Horeb, cuando dijiste: 'Que no oiga yo la voz del Señor mi Dios y que no vea más este grandísimo fuego, para que no muere'. Y el Señor me dijo: 'Han dicho bien. Yo les daré de entre sus hermanos a un profeta semejante a ti, y pondré mis palabras en su boca, y les comunicará todo lo que le ordenare. Si alguien no escuchare las palabras que dirá en mi nombre, tomaré la venganza' "
Dios ha mandado a su Verbo para que hablase
sin que su voz os matase.
Dios ha mandado a su Verbo para que hablase sin que su voz os matase. Tantas cosas había dicho ya Dios al hombre que este no merecía más oír a Dios. Tantas por la Ley del Sinaí y por los profetas. Pero muchas cosas aun había que decirse y Dios las reservó para su Profeta del tiempo de la gracia, para el Prometido de su pueblo, en el que está la Palabra de Dios, y en El que se cumplirá el perdón. El, fundador del Reino de Dios, organizará las leyes con nuevos preceptos de amor, porque el tiempo del amor ha llegado. No pedirá al Altísimo que tome venganza contra quien no lo escucha, sino sólo que el fuego de Dios derrita el granito de los corazones y que la Palabra de Dios pueda penetrar en ellos y fundar en ellos el Reino que es Reino del espíritu, como su Rey es Te espiritual. A quien ame al Hijo del hombre, El le enseñará el Camino, le dará la Verdad, la Vida para que vaya a Dios, para que lo conozca y para que tenga la Vida eterna. Quien acepte mi palabra, brotarán manantiales de luz, con los cuales conocerá el sentido oculto de las palabras de la Ley y verá que las prohibiciones no son amenazas sino invitaciones de Dios, que quiere que todos los hombres sean bienaventurados y no condenados, benditos y no malditos.
Una vez más, de una cosa por lo demás sentenciada,
cual la santidad no lo hubiera hecho, habéis hecho
instrumento inquisidor para sorprenderme en pecado.
Una vez más, de una cosa por lo demás sentenciada, cual la santidad no lo hubiera hecho, habéis hecho instrumento inquisidor para sorprenderme en pecado. Pero Yo sé que no peco, y no temo al declarar mi pensamiento que es el siguiente: el uxoricida pagó primero con la deshonra y luego con su muerte, el haber hecho del lucro el objeto de su vida. La mujer pagó con la suya su pecado -y os sorprenderá pero así es- y disminuyó el peso de él con su confesión porque con ella quiso que su marido tuviera compasión del inocente. Los otros: tú y tú, y el que se escapó sin tener compasión de la criatura, sois más culpables que los dos primeros. ¿Murmuráis? No habéis expiado con la muerte, y en vosotros no existen los atenuantes del marido engañado, ni los de la mujer que fue abandonada y de su confesión. Todos vosotros habéis cometido un pecado- menos la nodriza del inocente- el de desechar a este pequeñín como un mal vergonzoso. Fuisteis capaces de matar al uxoricida. Habríais sido capaces de matar también a los adúlteros. Lo que es una justicia severa. Pero ninguno ha sabido y sabe abrir sus brazos piadosos al inocente. Pero no sois culpables del todo. No comprendéis... No comprendéis con claridad lo que hacéis y lo que debería hacerse. Y sólo en esto tenéis excusa.
Cuando este discípulo de Gamaliel se me acercó,
me dijo: "Ven. Quieren preguntarte sobre un hecho cuyas
consecuencias duran". Las consecuencias, esto es, el niño.
Cuando este discípulo de Gamaliel se me acercó, me dijo: "Ven. Quieren preguntarte sobre un hecho cuyas consecuencias duran". Las consecuencias, esto es, el niño. ¿Y bien? Ahora que conocéis mi pensamiento, ¿queréis cambiar acaso vuestra sentencia, donde todavía puede cambiarse? Yo le respondí a éste: "No sentencio. Yo perdono". Gamaliel dijo: "Sólo Jesús de Nazaret juzgaría con justicia en este caso". Como dije a éste, habría aconsejado a todos, digo, a todos, que esperasen a castigar después de un examen atento y después de que las pasiones se hubiesen calmado. Podían haberse cambiado muchas cosas sin haber ofendido la ley. Pero ya pasó todo. Dios perdone a quien se arrepintió o se arrepentirá de ello. No tengo más que añadir. Más bien tan sólo una cosa: que Dios perdone una vez más haber tratado de sorprender al Hijo del hombre."
"¡Yo no, Maestro! ¡Yo no! Yo... amor al rabí Gamaliel como un discípulo debe amar a su maestro: más que a un padre. Más, porque un rabí forma la inteligencia que es cosa más grande que el cuerpo. Y... no puedo dejar a mi rabí por Ti. Pero mira, para darte mi saludo no encuentro otras palabras que las del cántico de Judit. Salgan del fondo de mi corazón porque he comprendido la justicia y la sabiduría en todas tus palabras. "Adonai, Señor, Tú eres grande y magnífico en tu poder. Nadie puede superarte. Nadie puede resistir a tu voz. Los que te temen estarán siempre delante de Ti." ... Señor, bajaré a Cafarnaum e iré a ver a la mujer de la que hablaste... Tú ruega por mí para que mi granito se derrita y penetre en él la Palabra que establece el Reino de Dios en nosotros... Ahora he comprendido. Nos engañamos. Y nosotros los discípulos somos los menos culpables..."
"¿Qué estás diciendo, estúpido?" interrumpe airado el Anciano de Giscala, volviéndose al discípulo de Gamaliel.
"¿Qué que digo? Digo que tiene razón mi maestro, y que quien tienta a este para un reino temporal es un satanás, porque este es un verdadero profeta del Altísimo y la Sabiduría está en sus labios. Dime, Maestro, ¿qué debo hacer?"
"Meditar."
"Pero..."
"Meditar. Eres un fruto agrio, y también será injertado. Rogaré por ti. Venid vosotros..." Y con los apóstoles cargando sus alforjas, empieza su camino dejando tras sí los comentarios.
VIII. 273-281
A. M. D. G.