JESÚS CONVERSA CON JOSÉ DE ALFEO

 


 

#Jesús y José de Alfeo se ven para hablar   

#Le recuerda a Jesús lo de María y José en sus primeros tiempos  

 #Le explica los contactos que tuvo con gente que era falsos amigos   

#¿Que me adorarán los judíos, los principales, los jefes de familias y las tribus de Israel? Ciertamente no todos, pero alguno que otro me adorará en espíritu y verdad.   

#Ahora le habla su primo Simón de Alfeo   

#Quieres decir, Simón, sin la voluntad de Dios. ¿Qué cosa es el querer del pueblo? ¿Qué cosa es el pueblo? ¿Para quién es pueblo? ¿Quién lo gobierna? Dios. No lo olvides, Simón. Y Yo seré lo que Dios quiera.  

 #Ya os lo dije. No ha llegado mi hora. No ha llegado mi tiempo. A vosotros os parece que sea la hora justa, pero no.   

#Yo soy la Luz y la luz ilumina. El mundo no ama la luz porque descubre sus acciones. El mundo no me ama. No puede amarme porque sabe que vine a vencerlo en el corazón de los hombres   

#En verdad, en verdad os digo que los que me acojan serán hijos de la Luz, esto es, de Dios; que nacerán para Dios por haberlo acogido   

#¿No comprendéis todo esto? ¿No comprendéis la trampa que los hombres os ponen para haceros caer? ¿La artimaña de Satanás para dar un golpe al Eterno en su Amado y en sus criaturas, los hombres?   

#Quisiera irme con la alegría de que eres mi amigo. El amigo comprende y defiende los intereses de su amigo..."   

#"¿José de Alfeo está o no está todavía convencido?"

 


 

Apenas se está levantando el sol sobre los campos que una llovizna ha bañado hace poco, porque todavía está mojado el camino, pero sin que haya lodazales. Por esto digo que hace poco lloviznó y por poco tiempo. Son las primeras lluvias otoñales. Son los primero síntomas de las lluvias de noviembre que transformarán los caminos de Palestina en lodo y barro. Esta breve llovizna ayuda a los viajeros porque impide que se levante el polvo del camino -uno de los azotes que les aflige en los meses de estío, así como el fango en los de invierno- lava la cara del cielo, las hojas y las hierbas, que ahora limpias brillan a los primeros rayos del sol. Una suave brisa corre por entre los olivares que cubren las colinas nazaretanas, y parece ser el aleteo de ángeles que sacuda las tranquilas plantas, pues sus ramas chocan con un sonido como de plumas que se mueven, y brillan con su color plateado, doblándose a un lado, como si detrás del aleteo angélico quedase una sombra de luz paradisíaca.

Hace ya un trecho que Jesús pasó Nazaret, y camina por las veredas de las colinas. Llega ahora al camino principal que une Nazaret con la llanura de Esdrelón, el de las caravanas que cada vez se ven más animadas. Jesús continúa un poco más. Llega a un cruce donde el camino se bifurca cerca de una piedra miliar en que está escrito a ambos lados: "Jafa Simonia -Belén Camelo" al occidente, y "Jalot - Naím Scitópolis - Engannim" al oriente, y ve que en el borde del camino están sus primos José y Simón con Juan de Zebedeo que lo saludan al punto.

 

Jesús y José de Alfeo se ven para hablar

 

"La paz sea con vosotros. ¿Habéis llegado ya? Yo que pensaba que os esperaría aquí siendo el primero en llegar..." y contento los besa.

"No podías haber llegado el primero. Porque teníamos miedo de que pasases antes que hubiésemos llegado, salimos cuando todavía brillaban las estrellas que las nubes pronto nos ocultaron."

"Os había dicho que me veríais. Entonces tú, Juan, no has dormido."

"Poco, Maestro, pero siempre más que Tú, sin duda alguna. Pero no importa." Juan sonríe con esa cara tranquila, espejo de su agradable carácter que siempre está contento de todo.

"Bueno, hermano. ¿Querías hablar conmigo?" pregunta Jesús a José.

"Sí... Ven un poco adentro del viñedo. Ahí estaremos sin que nos molesten." José de Alfeo es el primero en entrar en el viñedo, que no tiene ya uvas, fuera de alguno que otro racimo entre las ramas, entre las hojas que están amarillas antes de caer, racimo dejado para calmar el hambre del pobre, del peregrino, según las prescripciones mosaicas.

Jesús lo sigue con Simón. Juan se queda en el camino, pero Jesús lo llama diciendo: "Puedes venir, Juan. Eres mi testigo."

"Pero..." dice el apóstol mirando cohibido a los dos hijos de Alfeo.

"No, no. Ven también tú. Queremos que oigas lo que vamos a decir" dice José, y de este modo Juan baja al viñedo por donde todos entran, siguiendo la curva de las hileras, para que nadie los vea desde el camino.

"Jesús, he tenido gran placer al saber que me amas" dice José.

"¿Y podías dudarlo? ¿No te he amado siempre?"

"También yo siempre te he amado. Pero... pese a nuestro amor, tiempo hace que no nos comprendemos. Por mi parte no podía aprobar lo que hacías. Me parecía tu ruina, como la de tu Madre y nuestra. Bien sabes... todos los viejos galileos todavía nos acordamos de cómo fue derrotado Judas el galileo y cómo fueron dispersos sus familiares y seguidores, y cómo fueron confiscados sus bienes. Esto no lo quería para nosotros. Porque... me parecía que no era posible que de nosotros, de la estirpe de David, no miento, pero así es... No nos falta el pan, es verdad, y sea el Altísimo alabado. ¿Pero dónde está la grandeza real que todas las profecías atribuyen al que será el Mesías? ¿Eres tú la vara que hiere para dominar? No fuiste luz al levantarte, ni siquiera naciste en tu casa... ¡Oh, que si conozco bien las profecías" Nosotros, somos ya un tronco seco. Ninguna cosa nos indicaba que el Señor lo hubiese hecho reverdecer. ¿Y Tú quién eres, sino un justo?

Estos son los pensamientos por los que era contrario a Ti, mientras lloraba por nuestra ruina. Y en medio de esta angustia llegan los que tratan de hacer que mis ideas de grandeza, de realeza se enciendan más... Jesús, tu hermano fue un necio. Les creí y te causé desagrado. Es duro confesarlo, pero debo decirlo. Pensaba yo como todo Israel y yo neciamente estaba seguro de que la figura del Mesías no era la que Tú representabas... Es duro decir: "Me equivoqué. Nos equivocamos. ¡Y hace siglos!" Pero tu Madre me ha explicado las palabras de los profetas.

 

Le recuerda a Jesús lo de María y José 

en sus primeros tiempos

 

Santiago tiene razón. Lo mismo que Judas. Al oírlas de Ella, como ellos la escucharon de pequeños, se comprende que seas el Mesías. Mira, mis cabellos se van blanqueando. Ya no soy un jovenzuelo, como tampoco lo era cuando María regresó del templo, prometida de José. Recuerdo aquellos días, y la reprensión que mi padre le dio a mi tío al ver que no se casaba con ella lo más pronto posible. Era su admiración, como también la de Nazaret. Y también había hasta murmuraciones, porque no se acostumbra dejar pasar tantos meses antes de las nupcias, poniéndose en peligro de pecar y de ... Jesús, yo aprecio a María y honro la memoria de mi pariente, pero el mundo... Para este no se trató de algo bien hecho... Tú... Ahora lo sé. Tu Madre me explicó las profecías. Entonces se comprende por qué Dios quiso que se retardasen las nupcias. Para que tu nacimiento coincidiese con el gran Edicto y nacieses en Belén de Judá. Y... María me ha explicado todo. Ha sido como una luz para poder comprender lo que por humildad calló. Afirmo que eres el Mesías. Así lo he dicho, y lo sostendré. Pero afirmarlo, no era cambiar de mente... porque ella cree que el Mesías debe ser Rey. Las profecías lo dicen... es difícil poder comprender que el Mesías tenga otro carácter que no sea el de rey... ¿Me comprendes? ¿Estás cansado?"

"No lo estoy. Te escucho."

 

Le explica los contactos que tuvo con gente que eran 

falsos amigos

 

"Pues bien... Los que engañaban mi corazón volvieron y quisieron que te forzase... y como no quise, se les cayó el velo con que cubrían sus caras y aparecieron lo que son: falsos amigos. Los verdaderos enemigos... Vinieron otros con lágrimas como pecadores y los escuché. Repitieron las palabras que dijiste en casa de Cusa... Ahora sé que reinarás sobre los espíritus, esto es, que serás aquel en quien se encierra toda la sabiduría de Israel para que des nuevas y universales leyes. En Ti está la sabiduría de los patriarcas, la de los jueces, la de los profetas, la de nuestros abuelos, David y Salomón; en Ti la sabiduría que guió a los reyes, a Nehemías y Esdras; en Ti la que sostuvo a los Macabeos. Toda la sabiduría de un pueblo, de nuestro pueblo, del pueblo de Dios. Comprendo que darás al mundo, sujeto completamente a ti, leyes sapientísimas. Y en realidad que será un pueblo de santos el pueblo tuyo. Pero, hermano mío, esto no puedes hacerlo por Ti solo. Moisés, en cosas de menor importancia, buscó quien le ayudase. Y no era más que un pueblo. Tú... ¡todo el mundo! ¡Todo a tus pies!... ¡Ah, pero para hacer esto, debes hacerte conocer!... ¿Por qué tus labios bosquejan esa sonrisa con los ojos cerrados?"

"Porque estoy escuchando y porque me pregunto: "Mi hermano se ha olvidado de que me echó en cara que me diese a conocer, diciendo que habría causado males a toda la familia". Por esto me sonrío. Pienso que hace dos años y medio no hago otra cosa sino que me conozcan."

"Es verdad. Pero, ¿quién te conoce? Los pobres. Los campesinos. Los pescadores. Los pecadores... ¡Las mujeres! Bastan los dedos de la mano para contar los que te conocen y para saber que son poca cosa. Digo que debes hacer que te conozcan los grandes de Israel: los sacerdotes, los príncipes de los sacerdotes, los ancianos, los escribas, los grandes Rabinos de Israel. Todos ellos que aunque pocos, valen por una multitud. Estos deben conocerte. Esos. Los que no te aman. Los que entre sus excusas, y comprendo que son falsas, tienen una por lo menos que es verdadera y justa: la de que haces poco caso de ellos. ¿Por qué no vas a donde están, y los conquistas con tu sabiduría? Sube al Templo, apodérate del pórtico de Salomón -eres de la estirpe de David y profeta; ese lugar te pertenece por derecho y no a otros- y habla."

"Ya lo hice, y por eso me odiaron."

"Insiste. Habla como rey. ¿No recuerdas el poder, la majestad de las acciones de Salomón? Si (¡maravilloso este sí!) Tú eres el verdaderamente profetizado, como lo dicen los profecías vistas con los ojos del espíritu, Tú eres más que un Hombre. El, Salomón, no era más que hombre. Muéstrate por lo que eres, y ellos te adorarán."

 

¿Que me adorarán los judíos, los principales, los jefes de

 familias y las tribus de Israel? 

Ciertamente no todos, pero alguno que otro me adorará 

en espíritu y verdad.

 

"¿Que me adorarán los judíos, los principales, los jefes de familias y las tribus de Israel? Ciertamente no todos, pero alguno que otro me adorará en espíritu y verdad. Pero no por ahora. Primero debo ceñir mi corona y tomar el cetro y vestirme de púrpura."

"¡Ah, entonces eres rey, y pronto lo serás! Lo has dicho. ¡Es como yo pensaba, y como otros muchos!"

"En verdad que no sabes  cómo reinaré. Sólo Yo y el Altísimo, y pocas almas a las que el Espíritu del Señor ha querido revelarlo, ahora y en tiempos pasados, sabemos cómo reinará el Rey de Israel, el Ungido de Dios."

 

Ahora le habla su primo Simón de Alfeo

 

"Escúchame a mí también, hermano. José tiene razón. ¿Cómo quieres que te amen o que te teman si evitas siempre mostrarles tu poder? ¿No quieres convocar a Israel a las armas? ¿No quieres lanzar el antiguo grito de guerra y de victoria? Por lo menos -no es la primera vez que así alguien haya subido al trono de Israel- por lo menos por las aclamaciones del pueblo, por haber sabido arrebatar estas exclamaciones con tu potencia de Rabí y Maestro, conviértete en rey" dice Simón de Alfeo.

"Lo soy y siempre lo he sido."

"Es verdad. Nos lo dijo un jefe del Templo. Eres el nacido rey de los judíos. Pero Tú no amas a Judea. Eres un rey desertor porque no vas a ella. No eres un rey santo si no amas el Templo, donde la voluntad de un pueblo te ungirá como rey. Sin la voluntad del pueblo, a no ser que te quieras imponer por la fuerza, no puedes reinar" replica Simón.

 

Quieres decir, Simón, sin la voluntad de Dios. 

¿Qué cosa es el querer del pueblo? 

¿Qué cosa es el pueblo? 

¿Para quién es pueblo? 

¿Quién lo gobierna? Dios. 

No lo olvides, Simón. Y Yo seré lo que Dios quiera.

 

"Quieres decir, Simón, sin la voluntad de Dios. ¿Qué cosa es el querer del pueblo? ¿Qué cosa es el pueblo? ¿Para quién es pueblo? ¿Quién lo gobierna? Dios. No lo olvides, Simón. Y Yo seré lo que Dios quiera. Por su querer seré lo que debo ser. Y nadie impedirá que Yo lo sea. No tendré necesidad de lanzar el grito para reunir la gente. Todo Israel estará presente a mi proclamación. No tendré necesidad de subir al Templo para ser aclamado. Me llevarán. Todo un pueblo me llevará para que suba a un trono. Me acusáis de que no ame la Judea... En su corazón, en Jerusalén, me convertiré en el "Rey de los Judíos". Saúl no fue proclamado rey en Jerusalén, ni David, ni tampoco Salomón. Pero Yo seré ungido Rey en Jerusalén. Por ahora no iré públicamente al Templo, y no me apoderaré de él porque no ha llegado mi hora."

José vuelve a tomar la palabra: "Tú dejas pasar tu hora. Te lo aseguro. El pueblo está cansado de sus opresores extranjeros y de nuestros jefes. Esta es la hora. Te lo aseguro. Toda Palestina, fuera de la Judea y en parte, te sigue como al Rabí y mucho más. Eres cual bandera izada sobre una cima. Todos te miran. Eres como un águila y todos siguen tu vuelo. Eres como un vengador y todos esperan que arrojes la flecha. Ve. Deja la Galilea, la Decápolis, la Perea, las otras regiones, y ve al corazón de Israel, a la ciudadela donde está encerrado todo el mal, y de donde debe salir todo el bien, y conquístala. También allí tienes discípulos. Tibios porque te conocen poco. Pocos porque no te detienes allí. Dudosos porque no has hecho las obras que en otras partes has hecho. Vete a la Judea para que también esos vean lo que eres a través de tus obras. Echas en cara a los judíos de que no te aman. ¿Pero cómo quieres que lo hagan, si te escondes de ellos? Nadie, que trata y quiere ser aclamado en público, hace a escondidas sus obras, sino que las hace en público para ser visto. Si quieres obrar prodigios en los corazones, en los cuerpos, en los elementos, ve allá y haz que te conozca el mundo."

 

Ya os lo dije. No ha llegado mi hora. 

No ha llegado mi tiempo.

 A vosotros os parece que sea la hora justa, pero no.

 

"Ya os lo dije. No ha llegado mi hora. No ha llegado mi tiempo. A vosotros os parece que sea la hora justa, pero no. Debo tomar mi tiempo. No antes. No después. Antes, sería inútil. Me cerraría al mundo y a los corazones antes de haber cumplido con mi obra. El trabajo que se ha hecho no  daría su fruto. Quedaría incompleto y Dios no lo ayudaría, porque El quiere que Yo lo cumpla sin omitir palabra o acción alguna. Debo obedecer a mi Padre. Jamás haré lo que esperáis, porque sería ir en contra los designios de mi Padre.

Os comprendo y os compadezco. No os guardo rencor. Ni siquiera estoy cansado, ni molesto de vuestra ceguedad... No sabéis, pero Yo si sé. No sabéis. Veis lo exterior de la cara del mundo. Yo veo su profundidad. El mundo os muestra una cara todavía buena. No os odia, no porque os ame, sino porque no merecéis su odio. No sois dignos de ello. A Mí me odia porque soy un peligro para él. Un peligro para su falsedad, su avaricia, para la violencia que en él existen.

 

Yo soy la Luz y la luz ilumina. El mundo no ama la luz porque

 descubre sus acciones. El mundo no me ama. No puede amarme

 porque sabe que vine a vencerlo 

en el corazón de los hombres

 

Yo soy la Luz y la luz ilumina. El mundo no ama la luz porque descubre sus acciones. El mundo no me ama. No puede amarme porque sabe que vine a vencerlo en el corazón de los hombres, en el rey de las tinieblas que lo domina y lo hace errar. El mundo no se quiere convencer de que sea Yo el Médico y la Medicina. Como un necio quisiera aplastarme para curarse. El mundo todavía no quiere persuadirse de que sea Yo el Maestro, porque lo que digo es contrario a lo que él enseña. Y por esto busca apagar la Voz que le habla para enseñarle a Dios, para mostrarle la verdadera naturaleza de sus acciones que son malas.

Entre el mundo y yo hay un abismo. Y esto no por mi culpa. Vine a traer la Luz, el Camino, la Verdad, la Vida al mundo. Pero este no quiere acogerme y por esto mi luz se convierte en tinieblas, porque será la causa de la condenación de los que no me quisieron. En el Mesías está toda la Luz para los hombres que quieran acogerla, pero también hay en El todas las tinieblas para los que me odian y me rechazan. Por esto, al principio de mis días mortales fui señalado a modo de profecía como "señal de contradicción". Porque según sea Yo acogido, habrá salvación o condenación, muerte o vida, luz o tinieblas.

 

En verdad, en verdad os digo que los que me acojan serán

 hijos de la Luz, esto es, de Dios; 

que nacerán para Dios por haberlo acogido

 

En verdad, en verdad os digo que los que me acojan serán hijos de la Luz, esto es, de Dios; que nacerán para Dios por haberlo acogido. Por esto, si he venido a hacer de los hombres hijos de Dios, ¿cómo puedo hacer de Mí un rey, como por amor u odio, sencillez o malicia, lo quieren muchos en Israel? ¿No comprendéis que me destruiría a Mí mismo, lo que soy, esto es, al Mesías, no al Jesús hijo de María y José de Nazaret? ¿Destruiría al Rey de reyes, al Redentor, al Nacido de una Virgen y llamado Emmanuel, Admirable, Consejero, el Fuerte, Padre de siglo futuro, Príncipe de la Paz, Dios, cuyo dominio y cuya paz no tendrán límites; que se sentará en el trono de David por su descendencia humana, pero que tiene al mundo por escabel de sus pies, por escabel a todos sus enemigos, que tiene al Padre a su lado, como está dicho en el libro de los Salmos, por derecho sobrehumano de origen divino? ¿No comprendéis que Dios no puede ser Hombre sino por la perfección de bondad, para salvar al hombre, pero que no puede, no debe envilecerse a Sí mismo con pobres cosas humanas? ¿No comprendéis que si aceptase la corona o el reino como lo imagináis, demostraría que soy un Mesías falso, diría que Dios es mentiroso, renegaría de Mí mismo y del Padre; y sería peor que Lucifer, porque privaría a Dios de la alegría de poseeros; sería peor que Caín para vosotros porque os condenaría a un destierro perpetuo de Dios en un limbo sin esperanza de paraíso"?

 

¿No comprendéis todo esto? 

¿No comprendéis la trampa que los hombres os ponen para

 haceros caer? 

¿La artimaña de Satanás para dar un golpe al Eterno en su

 Amado y en sus criaturas, los hombres?

 

¿No comprendéis todo esto? ¿No comprendéis la trampa que los hombres os ponen para haceros caer? ¿La artimaña de Satanás para dar un golpe al Eterno en su Amado y en sus criaturas, los hombres? ¿No comprendéis que esta es la señal de que Yo soy más que hombre, que soy el Hombre-Dios? ¿Y que también lo es el hecho de que no ambiciono sino cosas espirituales para daros el Reino espiritual de Dios? ¿No comprendéis que la señal de que ..."

"¡Las palabras de Gamaliel!" exclama Simón.

"... de que no sea un rey, sino el Rey, es el odio de todo el infierno y de todo el mundo contra Mí? Debo enseñar, sufrir, salvaros. Esto es lo que tengo que hacer. Y esto no lo quiere Satanás, ni sus secuaces. Uno de vosotros acaba de citar: "Las palabras de Gamaliel". Exacto. No es mi discípulo, y no lo será mientras esté Yo en este mundo. Pero es un hombre recto. Pues bien: entre los que me tientan y los que os tientan por un reino humano, ¿se encuentra acaso Gamaliel?"

"No. Esteban contó que tan pronto como el rabí supo lo sucedido en casa de Cusa, exclamó: "Mi corazón da un vuelco al preguntarse si pueda suceder en realidad lo que dice. Cualquier duda para reconocerlo hubiera muerto en la inteligencia, y para siempre, si hubiera consentido en ello. El Niño que escuché, dijo que la esclavitud como la realeza no serán lo que pensamos, interpretando mal a los profetas, esto es, una realeza material, sino espiritual, por obra del Mesías, Redentor de la culpa y fundador del Reino de Dios en los espíritus. Recuerdo estas palabras. Y mido al Rabí según ellas. Si al medirlo fuese inferior a esta alteza, yo lo tacharía de pecador y embustero. Temblé de miedo al ver que podría disolverse en la nada la esperanza que ese Niño puso en mí" dice Simón.

"Es verdad. Pero entre tanto no lo reconoce como al Mesías" replica José.

"Espera una señal, dice" contesta Simón.

"Entonces, dásela. Y que sea una gran señal."

"Le daré la que le prometí. Pero no ahora. Id vosotros entre tanto a la fiesta. No iré públicamente, como rabí, como profeta, para imponerme, porque todavía no ha llegado mi tiempo."

"¡Pero irás a lo menos a Judea! ¡Darás a los judíos pruebas que los convenzan! Para que no puedan alegar..."

"Así será. ¿Crees que me proporcionará esto alguna paz? Hermano, cuanto más haga, más odiado seré. Pero voy a darte gusto. Les daré las pruebas mayores que haya... y les diré palabras capaces de poder cambiar los lobos en corderos, las piedras duras en cera blanda. De nada va a servir..." Jesús está triste.

"¿Te causé dolor alguno? Lo dije por tu bien."

 

Quisiera irme con la alegría de que eres mi amigo. 

El amigo comprende y defiende los intereses de su amigo..."

 

"No me causas ningún dolor... Pero quisiera que me comprendieses, que, tú, hermano mío, me tomases por lo que soy. Quisiera irme con la alegría de que eres mi amigo. El amigo comprende y defiende los intereses de su amigo..."

"Te aseguro que lo haré. Sé que te odian. Lo sé ya. Por esto vine. Tú lo sabes. Vigilaré por Ti. Soy el mayor. Aplastaré las calumnias. Tendré cuidado de tu Madre" promete José.

"Gracias, José. Es el peso mayor que tengo y me libras de él. El dolor, cual un mar, avanza con sus ondas para sumergirme y también el odio... Pero si tengo vuestro amor, nada podrá. El Hijo del Hombre tiene corazón... y este corazón tiene necesidad de amor..."

"Y yo te lo doy. Sí. Por Dios que me está viendo, te aseguro que te lo doy. Ve en paz, Jesús, a tu trabajo. Te ayudaré. Nos queríamos mucho. Luego... Pero ahora tornamos a ser los de hace tiempo. Uno por el otro. Tú, el Santo; yo, el hombre; pero unidos para la gloria de Dios. Hasta la vista, hermano."

"Hasta la vista, José."

Se besan. Ahora es Simón el que dice. "Bendícenos para que se abran nuestros corazones a la Luz completa."

Jesús os bendice y antes de dejarlos añade. "Os confío a mi Madre..."

"Vete en paz. Tendrá dos hijos en nosotros."

Se separan.

Jesús vuelve al camino y con Juan al lado emprende rápido la marcha.

 

"¿José de Alfeo está o no está todavía convencido?"

 

Después de algún tiempo Juan interrumpe el silencio para preguntar: "¿José de Alfeo está o no está todavía convencido?"

"Todavía no."

"Entonces, ¿qué eres para él? ¿El Mesías? ¿El Hombre? ¿El Rey? ¿Dios? No comprendí bien. Me parece que él..."

"José es como cuando uno tiene uno de esos sueños matutinos en que la mente ya está cerca de la realidad, sacudiéndose del pesado sueño, que incubaba irrealidad y hasta pesadillas. Los fantasmas de la noche se van, pero la mente todavía fluctúa en el sueño que no quisiera terminase porque es hermoso... Así es él. Se está acercando al momento en que despierte. Por ahora acaricia este sueño. Se divierte con él. Porque le es hermoso... Hay que saber tomar lo que el hombre puede dar. Alabar al Altísimo por la transformación que ha acaecido hasta ahora. ¿Bienaventurados los niños a quienes es tan fácil creer?" y Jesús pone su mano sobre Juan, que sabe ser niño y sabe creer, para hacerle sentir su amor.

VIII. 311-319

A. M. D. G.