JESÚS Y JUAN EN ENGANNÍM
#Por qué Judas dice tantas mentiras
#Juan encuentra a Jesús y le dice que le siga
El tiempo cumplió con lo que amenazaba y se convirtió en una llovizna persistente. Quien lleva su carruaje, se defiende de ella. Quien va a pie o sobre su borrico se moja y se siente mal, sobre todo porque al fastidio del agua que le moja cabeza y espaldas, se agrega el lodo que entra en las sandalias, se pega a los tobillos y ensucia los vestidos. Los peregrinos se han echado sobre la cabeza sus mantos que hasta han doblado, o bien mantas, y parecen todos frailes encapuchados.
Jesús y Juan, a pie, van muy mojados. Se preocupan más de proteger las alforjas donde vienen los vestidos para cambiarse, que de sí. De este modo llegan a Enganním y se ponen a buscar a los apóstoles separándose para encontrarlos cuanto antes. Juan es el que los encuentra, mejor dicho, encuentra a su hermano Santiago que ha andado a hacer las compras para el sábado.
"Estábamos preocupados. Si no los encontrábamos, queríamos regresar aunque fuese sábado... ¿Dónde está el Maestro?"
"Fue a buscaros. El primero que os encontrase iría a la casa del carpintero."
"Entonces... Mira. Estamos en aquella casa, de que es dueña una buena mujer con tres hijas. Ve pronto a buscar al Maestro y ven..." Santiago baja la voz y dice algunas palabras mirando a su alrededor: "Hay muchos fariseos... y ... con malas intenciones por lo visto. Nos preguntaron que por qué El no estaba con nosotros. Querían saber si ya se adelantó o si viene retrasado. Primero dijimos: "No sabemos". No nos creyeron. Y no decíamos mal, porque ¿cómo íbamos a poder decir algo nosotros que no sabíamos donde se encontraba? Entonces Iscariote, que no tiene tantos pelos en la lengua, dijo: "Ya se fue adelante" y como no se convencieron y preguntaban que con quién se había ido, con qué, cuándo, si se sabía que el viernes anterior había estado por Giscala, Judas dijo: "En Ptolemaide subió a una nave y por eso se nos adelantó. Bajará en Joppe y entrará en Jerusalén por la puerta de Damasco, para ir después a la casa de José de Arimatea que está en Bezeta".
Por qué Judas dice tantas mentiras
"Pero, ¿por qué tantas mentiras?" pregunta escandalizado Juan.
"¡Bah! También se lo dijimos, pero él se echó a reír diciendo: "Ojo por ojo, diente por diente, y mentira por mentira. Basta con que el Maestro esté a salvo. Lo buscan para hacerle daño. Lo sé". Pedro le hizo observar que haber mencionado el nombre de José podía causarle algún inconveniente. El replicó: "Irán allá corriendo, verán el estupor de José, y comprenderán que no fue verdad". "Te odiarán entonces por la burla que les jugaste..." replicamos. Pero él siguió riendo y dijo: "¡Me importa un bledo su odio! Sé cómo apaciguarlo..." Pero vete, Juan. Trata de encontrar al Maestro y vente con El. El agua nos ayuda. Los fariseos están en las casas para no mojarse sus amplias vestiduras..."
Juan da a su hermano la alforja y trata de salir corriendo, pero Santiago lo detiene para decirle: "No menciones al Maestro las mentiras de Judas. Aunque las haya dicho por buen fin, siempre son mentiras. Y al Maestro no le gustan en modo alguno."
"No le diré nada" y Juan se echa a correr.
Santiago estuvo en lo cierto. Los ricos están ya en sus casas. En las calles camina sólo la gente pobre en busca de albergue...
Juan encuentra a Jesús y le dice que le siga
Jesús está bajo un portal cerca de la herrería. Juan lo ve y le dice: "Vente pronto. Los encontré. Podemos ponernos vestidos secos." No dice más para da a entender el por qué de su prisa.
Llegan pronto a la casa. Entran por la puerta que dejaron entreabierta. Allí están los once apóstoles que se apiñan alrededor de Jesús, como si hiciera meses que no viesen. La dueña de la casa, una mujer marchita, flacucha, se asoma por una puerta semicerrada.
"La paz sea con vosotros" dice Jesús con una sonrisa, y los abraza a todos por igual.
Todos hablan simultáneamente queriendo decir muchas cosas. Pedro grita: "¡Callaos! Dejadlo ir. ¿No veis qué mojado y cansado está?", y volviéndose al Maestro: "Hice que te preparasen un baño caliente y... dame acá ese manto mojado... y los vestidos calientes. los tomé de tu alforja..." Luego se dirige hacia dentro de la casa y grita: "¡Oye, mujer, el Huésped llegó ya! Trae el agua, que de lo demás yo me ocupo."
La mujer, tímida como todos los que han sufrido -su cara lo manifiesta- atraviesa silenciosa el corredor. Le siguen tres jovenzuelas que se le parecen en la flacura y en el expresión. Van a la cocina a buscar el agua caliente.
"Ven, Maestro. También tú, Juan. Estáis helados, como si os hubieseis ahogado. Hice cocer ramas de junípero con vinagre para el agua. Hace bien." De hecho al pasar con los calderos se percibe olor a vinagre y otros aromas.
Jesús mira a la mujer que sale con sus hijas y las saluda:
"La paz sea contigo y con tus hijas. El Señor te lo pague."
Jesús al entrar en una habitacioncilla donde hay dos grandes tinajas (esto es dos grandes cubos de madera que se les emplea tal vez para lavar la ropa), mira a la mujer que sale con sus hijas y las saluda: "La paz sea contigo y con tus hijas. El Señor te lo pague."
"Gracias, Señor..." le contesta y se escabulle.
Pedro entra con Jesús y Juan. Cierra la puerta y susurra: "Procura que no sepa quién eres... Todos somos peregrinos y Tú eres un rabí, nosotros tus amigos. En realidad, es verdad... No es... ¡umh! ¡bueno! sino una verdad encubierta... Hay muchos fariseos... y mucho interés por Ti. Toma tus providencias... Luego hablaremos" y se va dejándolos solos y regresando a donde están sus compañeros sentados en la habitacioncilla.
"¿Y ahora, qué diremos al Maestro? Si decimos que dijimos mentira, lo sentirá. Pero... no podemos menos de decírselo" dice Pedro.
"¡No te preocupes! Yo mentí y se lo diré."
"Le causarás mayor tristeza. ¿No notaste que está muy triste?"
"Lo noté, pero es porque está cansado... por otra parte, también sé decir a los fariseos: "Os engañé". No son más que tonterías. Lo que importa es que El no tenga que padecer ningún daño."
"De mi parte no diría nada, ni a nadie. Si se lo dice a El no conseguirán tenerlo escondido; si a ellos, tampoco salvarlo de sus asechanzas..." observa Felipe.
"Lo veremos" responde Judas con aplomo.
Pasa poco tiempo y Jesús vuelve a entrar con sus vestidos secos, contento del baño. Juan viene detrás de El.
Hablan de todo lo que pasó al grupo apostólico, y lo que pasó al Maestro y a Juan. Pero nadie menciona a los fariseos hasta que Judas dice: "Maestro, estoy seguro que te buscan quienes te odian. Y para salvarte esparcí la voz de que no vas a Jerusalén por los caminos acostumbrados, sino por mar hasta Joppe... Se irán allá, ¡ja, ja, ja!"
"Pero, ¿para qué mentir?"
"¿Y ellos por qué mienten?"
"Ellos son ellos, y tú no eres, no deberías ser como ellos..."
"Maestro, yo soy alguien que los conoce y que te ama. ¿Quieres buscar tu ruina? Estoy pronto a impedirlo. Escúchame con calma y siente mi corazón en mis palabras. Tú mañana no sales de aquí..."
"Mañana es sábado..."
"Está bien. No sales de aquí. Descansas..."
"Todo, menos el pecado, Judas. Ninguna cosa me hará que falte a la santificación del sábado."
"Ellos..."
Que hagan lo que quieran. Yo no pecaré. Si lo hiciese,
además del pecado que pesaría sobre Mí,
pondría en sus manos un arma para destruirme.
"Que hagan lo que quieran. Yo no pecaré. Si lo hiciese, además del pecado que pesaría sobre Mí, pondría en sus manos un arma para destruirme. ¿No te acuerdas que andan por ahí llamándome profanador del sábado?"
"El Maestro tiene razón" dicen los demás.
"Está bien... Harás lo que quieras el sábado, pero no por la calle. No tomemos el camino de todos. Escúchame. Desoriéntalos..."
"Pero en una palabra ¿sabes ago preciso tú?" grita Simón, agitando sus cortos brazos. "Maestro, ordénale que hable."
"Calma, Simón. Si tu hermano ha llegado a enterarse de algún peligro, y tal vez con peligro suyo, y nos dice que estemos alerta, no debemos tratarlo como a enemigo, sino agradecérselo. Si él no puede decir todo, porque podría comprometer a terceras personas, que no tienen el valor suficiente para tomar la palabra, pero bastante recta para no permitir un crimen, ¿por qué queréis obligarlo a hablar? Dejadle, pues, que hable, Yo aceptaré lo que haya de bueno en su proyecto, y rechazaré lo que no sea. Habla, Judas."
"Gracias, Maestro. Tú eres el único que me conoce por lo que soy. Quería decir. Dentro de los límites de Samaría podemos ir seguros. Porque allí manda más Roma que en Galilea y Judea, y ellos, los que te odian, no quieren tener dificultades con Roma. pero, para desorientar siempre a los espías, digo que es mejor no seguir el camino derecho, sino que salgamos de acá a Dotaín, y luego, sin entrar en Samaría, atravesar el país y pasar por Siquén, de ahí a Efraín, por Adomín y Carit y así llegar hasta Betania."
"Camino largo y difícil, sobre todo si llueve."
"¡Peligroso! Adomín..."
"Parece como si fueses en busca del peligro..."
Tengo todavía otras cosas que hacer antes de que llegue
la hora y se cumpla. No debo, por necedad, ponerme en sus
manos hasta que todo se haya cumplido. Así pasaremos
por la casa de Lázaro. Está muy enfermo
Los apóstoles no están entusiasmados. Jesús habla: "Judas tiene razón. Tomaremos ese camino. Después tendremos tiempo de descansar. Tengo todavía otras cosas que hacer antes de que llegue la hora y se cumpla. No debo, por necedad, ponerme en sus manos hasta que todo se haya cumplido. Así pasaremos por la casa de Lázaro. Está muy enfermo y me ha de estar esperando... Comed. Me retiro a la habitación. Estoy cansando..."
"¿Ni siquiera un bocado vas a tomarte? ¿No será acaso que estás enfermo?"
"No, Simón. Hace siete días que no sé lo que es cama. Hasta pronto, amigo. La paz sea con vosotros..." Y se retira.
Judas no cabe de contento: "¿Visteis? Es humilde y justo y no rechaza lo que ve que es bueno..."
"Sí... bueno... ¿Crees que esté contento? ¿De veras contento?"
"No lo creo... Pero comprende que tengo razón..."
"Yo quisiera saber cómo te arreglaste para saber tantas cosas, ¡pese a que siempre has estado con nosotros!..."
"Así es. Vosotros me cuidabais como si fuese un animal peligroso. Lo sé. Pero no importa. Acordaos de esto: aun un mendigo, como un ladrón pueden ayudar a saber, lo mismo que una mujer. Hablé con un mendigo, y le di su recompensa. Con un ladrón y descubrí... Con una ... mujer y... ¡cuántas cosas no puede saber una mujer!"
Los apóstoles se miran entre sí con ojos de sorpresa. Se preguntan entre sí. ¿Cuándo? ¿Dónde Judas se enteró y cómo tuvo esas entrevistas?...
Sonriente dice: "¡Y con un soldado! Sí, porque la mujer me había dicho que me enviaría con un soldado. Y me confirmé de ello. Logré saber... Todo es lícito cuando es necesario. ¡Hasta las cortesanas y los soldados!"
"Eres... eres un..." interrumpe Bartolomé controlándose para no decir lo que tenía en su lengua.
"Sí. Lo soy. Soy el único. Un pecador por causa vuestra. Pero con todos mis pecados, sirvo mejor al Maestro que vosotros. Y por otra parte... Si una cortesana sabe lo que los enemigos de Jesús quieren hacer, señal es que ellos van a ellas, o se van con bailarinas para alegrarse... Y si se acercan a ellas... puedo también hacerlo yo. Me sirvió, lo estáis viendo. Pensad que en los confines de la Judea podían haberlo aprehendido. Llamadme prudente por haberlo evitado..."
Todos quedan pensativos y comen sin ganas. Luego Bartolomé se levanta.
"¿A dónde vas?"
"A donde está El. No creo que esté durmiendo. Le llevaré leche caliente... y veré."
Sale. Después de un poco de tiempo regresa.
"Estaba sentado sobre la cama... y lloraba... Tú fuiste la causa de su dolor, Judas. Ya me lo imaginaba."
"¿Lo dijo El? Voy a darle explicaciones."
"No. No dijo nada. Al contrario, dijo que también tienes tus méritos. Pero lo comprendí. No vayas. Déjalo tranquilo."
"Sois todos unos necios. Sufre porque está perseguido, obstaculizado en su misión. Eso es todo" replica Judas.
Y Juan asegura: "Es verdad. Lloró aun antes de que nos
reuniésemos con vosotros. Sufre mucho, también por su
Madre, por sus hermanos, por los campesinos infelices.
Y Juan asegura: "Es verdad. Lloró aun antes de que nos reuniésemos con vosotros. Sufre mucho, también por su Madre, por sus hermanos, por los campesinos infelices. ¡Cómo sufre!"
"¡Cuenta, cuenta!"
"Dejar a la Madre es dolor. Ver que no se le comprende, que nadie lo comprende, es dolor. Ver que los siervos de Yocana..."
"Sí. Verlos es ya dolor... Estoy contento de que Marziam no los haya visto..." dice Pedro
"¿Acaso mis hermanos nuevamente causaron algún dolor a Jesús?" pregunta enérgicamente Judas Tadeo.
"¡No, al contrario! Se vieron y se hablaron con cariño. Se separaron en paz y con buenas promesas. Pero El los quisiera... como a nosotros... y más que a todos nosotros... Quisiera que todos estuviésemos convencidos de su Reino y de la naturaleza del mismo. Y nosotros..." Juan no agrega más... El silencio cae sobre la habitacioncilla que alumbra una lámpara de dos mechas y que ilumina también a doce caras pensativas.
VIII. 325-330
A. M. D. G.