JESÚS Y EL PASTOR SAMARITANO
#¿Pero este hombre no es acaso un rabí?" dice señalando a Jesús.
#Discuten sobre si lo que dijo Judas es mentira o no
#Yo que creo que si el Mesías conociese mi dolor, tendría piedad.
#"¡Rabí, Rabí, mi hijo! ¡Ciudadanos! ¡Venid! ¿Dónde está el Peregrino?"
No sé decir en qué lugar de la Samaría se encuentren. Ciertamente en medio de los montes samaritanos, que no son muy altos, porque los que lo son, están más al sur con sus crestas que se levantan al cielo ya sereno.
Los apóstoles caminan lo más que pueden entorno a Jesús. Pero con frecuencia las veredas estrechas no lo permiten, y el grupo se forma y se disuelve. Hay muchos pastores con sus ganados por los montes, y a ellos se dirigen los apóstoles para preguntarles si el camino es el que lleva al de las caravanas que partiendo del mar va a Pela. Aunque son samaritanos, responden siempre con cortesía. Y uno, cuando se encuentra en un laberinto de veredas que parten para acá y para allá, dice: "Dentro de poco bajo al valle. Descansad un poco y caminaremos juntos. Si os perdierais por estos montes... no sería muy agradable..." Baja la voz y añade: "Hay ladrones..." mira a su alrededor como si temiese tenerlos cerca y que lo amenazasen. Luego, no viendo nada, añade: "Bajan de las pendientes del Garizín y del Ebal. Se desparraman en estos tiempos de peregrinos. Siempre tienen que hacer, pese a que los romanos refuerzan las guardias en los caminos.... porque siempre hay gente que evita los caminos usuales para llegar más pronto o por otros motivos."
"¿Entonces tenéis muchos malhechores?" pregunta con una sonrisa significativa Felipe.
El pastor comprende y responde: "¿Crees tú, galileo, que son samaritanos?"
Interviene Iscariote, porque como fue él el de la idea de este camino, se siente obligado a evitar cualquier incidente desagradable. "¡No, no! Sino como se sabe que son hospitalarios, el malhechor viene a refugiarse acá. Es como si... si fuerais un lugar de asilo. Los malhechores saben bien que nadie, galileo o judío, los perseguirá aquí, y se aprovechan de ello. Estos montes..."
"Ah, creí que pensabas en... Los montes, es claro, ayudan mucho. Los dos más altos, sin duda... Sí... pero cuántos nos trae el Adomín y las barrancas de Efraín. De todas las razas ¡eh! y los soldados de Roma son listos... No vienen a sacarlos de sus cuevas. Solo las sierpes y las águilas pueden conocer sus madrigueras y penetrar en ellas. Y se cuentan cosas terribles. Pero sentaos. Os voy a dar leche... Soy samaritano, pero también conozco el Pentateuco. No ofendo a quien no me ofende. Vosotros... no lo hacéis, pese a que sois galileos y judíos. Se anda diciendo que ha surgido un profeta que enseña a amarnos. Si no pensara que según los escribas y fariseos de Israel nosotros somos unos malditos -así dicen- diría que los grandes profetas que nos han amado, aunque samaritanos, han revivido en El, como dicen algunos. Yo no lo creo... Aquí está la leche... A mí me gustaría encontrarme con este profeta. Dicen que el otro profeta, el que se había refugiado en nuestros confines y que nosotros no traicionamos -los que nos insultan deberían tenerlo presente- parece que dijo que este profeta que ha surgido en Israel sea mayor que Elías. Lo llamó el Cordero de Dios, el Mesías. Algunos samaritanos de Siquén han hablado con El y se deshacen en alabanzas. Muchos se han ido a los caminos principales porque esperan que por ahí pase. Aun más -y es la primera vez que sucede- también algunos judíos, fariseos y doctores nos han preguntado en cada ciudad, y nos han dicho que si lo vemos, se corra a decir que llega, porque quieren hacerle grandes fiestas."
Los apóstoles se miran de reojo prudentemente, pero sin hablarse. Judas, con sus brillantes ojos negros, llenos de luz de triunfo, parece decir: "¿Oísteis? ¿Os convencéis ahora de que tenía razón?"
El pastor continúa hablando: "Lo conocéis a no dudarlo. ¿De dónde venís?"
"Del norte de Galilea" responde pronto Judas.
"Ah, sois... No. Tú no eres galileo."
"Somos de todos los lugares. Fuimos en peregrinación a las tumbas de los doctores."
Pero ¿este hombre no es acaso un rabí?"
dice señalando a Jesús.
"Ah, sois tal vez discípulos... Pero ¿este hombre no es acaso un rabí?" dice señalando a Jesús.
"Somos discípulos. Bien has dicho. Sí. Este hombre es un rabí. Pero bien sabes que entre rabí y rabí hay diferencia..."
"Lo sé. Pero este es joven y todavía tendrá que aprender de los grandes doctores de vuestro Templo"; se advierte un claro desprecio en el adjetivo posesivo. Pero Judas, que no deja nada sin rebatir, se queda callado.
Los demás no hablan. Jesús está como absorto, y por esto la indirecta no provoca respuesta alguna. Más bien Judas sonriendo dice: "Es muy joven, es verdad; pero es el más sabio entre nosotros" y para poner fin a la conversación que podía hacerse peligrosa, dice: "¿Todavía tienes mucho que hacer aquí? Porque quisiéramos estar allá abajo, al anochecer."
"No. Me voy. Junto las ovejas y vengo."
"Está bien, Nosotros nos adelantamos un poco..." y se levanta con los demás tomando inmediatamente el camino.
Y cuando entre él y el pastor se interpone un montón de árboles, se ríe, se ríe, diciendo: "Pero, ¡qué fácil es burlarse de la gente! ¿Os habéis convencido de que no mentía yo, y de que no soy un tonto?"
Discuten sobre si lo que dijo Judas es mentira o no
"No dijiste ninguna mentira... pero ahora la has dicho."
"¿Mentira? No. ¿Cómo puedes afirmarlo, Felipe? He sido capaz de decir la verdad sin que se convierta en daño. ¿No venimos acaso de la Galilea del norte? ¿Acaso no estuvimos a punto de que nos hubiesen apedreado por ir a venerar la tumba de un doctor? ¿Y en el último viaje no pasamos cerca de Giscala? ¿Negué acaso que Jesús sea un rabí? ¿No dije que es el más sabio entre nosotros?... Al decir esto pensaba y me reía en mis interiores, que con decir "nosotros" ofendía a los rabinos, que nada valen en comparación con el Maestro, aunque no piensen serlo, y que me burlaba del pastor... ¡Ja, ja, ja! Hay que saber decir las cosas... se puede decir todo sin pecar, y sin causar daño alguna."
Judas de Alfeo hace un gesto de desagrado y dice: "Para mí siempre es mentira."
"Bueno y ¡qué! ya lo hice. ¿Oíste, o no? Se han querido aprovechar de los prejuicios, desacuerdos, orgullo para que los samaritanos señalen el viaje del maestro, para darle una fiesta en sus confines. ¡Ah, ah! ¡Qué fiesta!"
"¡La fiesta! También ellos fueron capaces de hablar y pensar en una verdad, valiéndose de la mentira... Judas de Keriot tiene la razón" dice Tomás.
La mentira... de ellos... Es cosa odiosa.
Mas el decir una cosa por otra aún con buen fin
es siempre reprobable
¿Crees que el Señor tenga necesidad de esto
para proteger a su Mesías?
Jesús se vuelve y dice: "Sí. La mentira... de ellos... Es cosa odiosa. Mas el decir una cosa por otra aún con buen fin es siempre reprobable ¿Crees que el Señor tenga necesidad de esto para proteger a su Mesías? No hay que mentir jamás, ni por buen bien. El corazón se acostumbra a anidar la mentira, y los labios a pronunciarla. No, Judas. Evita la insinceridad.
"Así lo haré. Ahora callémonos, que se acerca el pastor."
Y así es. En medio de las ovejas y abriéndose paso entre ellas que conociendo que está cercano el redil, se echan a correr balando, chocando unas contra otras, pasando a la fuerza entre los apóstoles y casi hasta derribarlos, llega el pastor seguido de un pastorcillo y del perro. No alcanza a detenerlas sino cuando con la ayuda del muchacho y del perro logra que se paren y las reúne para que no se dispersen o bajen solas al valle.
"Son los animales más obtusos que haya en la tierra; pero muy útiles." dice secándose el sudor y suspira: "¡Si todavía estuviese Rubén! ¡Con este muchacho solo!..." Sacude su cabeza bajando detrás de sus ovejas que el perro y el muchacho, a la cabeza del ganado, han logrado juntar. monologa: "Si pudiese encontrar a ese profeta, aunque sea yo samaritano, le hablaría..."
"¿Qué le dirías?" pregunta Jesús.
"Le diría: "Mi mujer era buena como el agua de los montes lo es para el sediento, y el Altísimo se la llevó. Tenía una hija buena como la madre, me la vio un romano, se enamoró de ella y se la llevó lejos. Tenía mi hijo el primogénito. Era todo para mí... se resbaló por el monte un día que llovía, se rompió la espina dorsal y está inmóvil. Últimamente ha empeorado y los médicos dicen que morirá. No te pregunto por qué el Eterno me haya castigado, pero te ruego que cures a mi hijo"."
"¿Y crees que podría curártelo?"
"¡Claro que lo creo! Pero nunca lo encontraré..."
"¿Por qué crees? El no es samaritano."
"Es un justo. Es el Hijo de Dios, según se dice."
"Vosotros, en vuestro padres, ofendisteis a Dios."
Yo que creo que si el Mesías conociese mi dolor,
tendría piedad.
"Tienes razón. Pero también está dicho que Dios perdonará la culpa del hombre mandando su Redentor. En el Pentateuco, poco después de que Adán y Eva fueron sentenciados, se lee esta promesa. Y el Libro vuelve a repetirla. Si perdona esa culpa, ¿no podrá acaso tener compasión de mí que no tengo ninguna culpa de haber nacido samaritano? Yo que creo que si el Mesías conociese mi dolor, tendría piedad."
Jesús sonríe, pero no dice nada. También en las caras de los apóstoles se dibuja una sonrisa, que el pastor no observa.
"¿Ese muchacho, pues, no es hijo tuyo?" pregunta Jesús.
"No. Es el hijo de una viuda que tiene ocho hijos varones y padece el hambre. Lo tomé para que me ayudase... y como a hijo... para no estar después solo... cuando Rubén esté en el sepulcro..." y suspira.
"Y si se curase tu hijo, ¿qué harías de este?"
"Lo tendría conmigo. Es bueno y siento compasión por él..." baja la voz para decir: "El no lo sabe... Pero su padre murió en las galeras."
"¿Qué hizo para merecerlo?"
"Nada a propósito. Pero su carro arrastró a un soldado ebrio y se le acusó de haberlo hecho de intento."
"¿Cómo sabéis que murió?"
"¡Nadie sobrevive en el remo! Un mercader de Samaría que lo vio cuando muerto lo sacaban del cepo y que lo echaban al mar más allá de las Columnas, nos lo dijo."
"¿De veras lo conservarías contigo?"
"Puedo jurarlo. El infeliz, yo infeliz. Y no soy solo. Otros han tomado los hijos de la viuda y ella se ha quedado con las tres mujercitas. Demasiadas. pero es mejor siempre ser cuatro que no doce... No hay necesidad de que jure... Rubén se va a morir..."
Ya se divisa el camino por el que transitan muchos peregrinos que se apresuran a llegar a los lugares de hospedaje. La noche se acerca.
"¿Tienes lugar donde dormir?" pregunta el pastor.
"No, a decir verdad."
"Te diría: ven, pero mi casa es muy pequeña para todos. Con todo el aprisco es amplio."
"Dios te pague como si me hubieses hospedado. Sigo mi camino y hasta que la luna se ponga."
"Como quieras. ¿No tienes miedo de perderte? ¿Y de pasar malos ratos?"
"De los ladrones me protege mi pobreza y la de mis compañeros. Por lo del camino me encomiendo al ángel de los peregrinos."
"Debo irme adelante con el ganado. El muchacho todavía no sabe... El camino está lleno de carros..." y corre adelante para guiar sin peligro a las ovejas.
"Maestro, ahora viene lo malo. Hay que andar un trozo de camino entre la gente..." susurran los apóstoles.
Helos por el camino, detrás de las ovejas que avanzan en fila, apretujadas entre el monte y el cayado del pastor y la vigilancia del perro. El muchacho está ahora cerca de jJ
Llegan a un cruce. El pastor ha detenido el ganado diciendo: "Mira, este es tu camino, y este el mío; pero si vienes hacia el poblado encontrarás un tercero que es más corto para llegar a la población cercana. Mira, ¿ves aquel sicómoro gigante? Ve hasta allí, luego das vuelta a la derecha. Verás una plaza pequeña con una fuente y después de ella una casa, negra por el humo. Es la casa del herrero. Más allá está el camino. No puedes equivocarte. Adiós."
"Adiós. Has sido bueno y Dios te consolará."
El pastor continúa su camino, Jesús sigue el suyo. Alrededor del primero van las ovejas, alrededor del segundo los apóstoles. Dos pastores en medio de su grey...
Ya están distantes, separados por un grupo de casas que hay entre el camino principal que sigue el pastor, y la vereda que se interna en un pobre suburbio del poblado, creo que sea el más pobre, silencioso y solitario... La pobre gente está ya en sus casas y las puertas semicerradas dejan ver el fuego en las cocinas... La noche cae envuelta en las tinieblas.
"Nos detendremos apenas estemos fuera del poblado" dice Judas. "Veo que allá hay casas en los campos."
"No. Es mejor continuar." Los pareceres se dividen.
Han llegado a la fuente. Corren a lavarse y a llenar sus cantimploras. Allí está la casa del herrero. Está cerrando su taller ahumado. Allí está el camino que va hacia el campo... Lo toman.
"¡Rabí, Rabí, mi hijo! ¡Ciudadanos! ¡Venid!
¿Dónde está el Peregrino?"
Un grito se oye de lejos, de la población: "¡Rabí, Rabí, mi hijo! ¡Ciudadanos! ¡Venid! ¿Dónde está el Peregrino?"
"¡Nos buscan, Señor! ¿Qué hiciste?"
"Corred. Si llegamos a aquel bosque, nadie nos verá."
Corren a través de un prado cubierto del heno que acaban de segar, llegan a un altozano, trepan por él, desaparecen, seguidos por los gritos que han aumentado ahora, y por gente que sale fuera del poblado, gritando más bien que mirando, porque la oscuridad impide distinguir los objetos. Se detienen a los pies del altozano.
"Os aseguro que fue el Rabí que estuvo en Siquén. Nadie más que El me ha curado a Rubén, y yo no lo reconocí. ¡Rabí, Rabí, Rabí, permíteme que te venere! ¡Dime dónde estas escondido!"
Solo el eco responde.
"No debe estar lejos" dice el herrero. "Pasó por delante de mi casa, un poco antes de que vinieses."
"Pero no está. Lo ves. En el camino no hay gente. Debía seguir este."
"¿No estará en el bosque?"
"No. Tenía prisa..." Después trata de que su perro le ayuda. Lo azuza: "¡Busca! ¡Busca!" y por un momento parece como que el perro descubriese el escondrijo, porque se dirige al bosque después de haber husmeado el prado. pero luego se detiene. Levanta el hocico... después, engañado por no sé qué cosa, se va ladrando en dirección contraria y la gente detrás, a la carrera...
"¡Sea alabado el Señor!" exclaman los apóstoles con un suspiro de alivio, y no pueden menos de preguntar al Maestro: "Pero, ¿qué hiciste, Señor?" y como que le gritan por haberlo hecho. "Sabes bien que no conviene que seas señalado, y Tú..."
¿Y no debía premiar una fe? ¿No está bien acaso
que crean en Mí en el camino que va de Dotaín a Pela?
"¿Y no debía premiar una fe? ¿No está bien acaso que crean en Mí en el camino que va de Dotaín a Pela? ¿Queréis acaso que no comprendan nada?"
"Es verdad. ¡Tienes razón! ¿Y si te descubría el animal?"
"Simón, ¿piensas que quien puede imponer su voluntad, aun a distancia, a enfermedades y elementos, y arroja demonios, no pueda imponerla a un animal? Vamos a tratar ahora de llegar al camino más allá de la curva. No nos verán. Vámonos."
Avanzan casi a tientas por el bosque, hasta que encuentran el camino, estrecho, blanquecino por la luna que ha salido, lejos del poblado ocultado completamente por la colina...
VIII. 330-336
A. M. D. G.