ENSEÑANZAS A LOS APÓSTOLES 

Y DISCÍPULOS

 


 

#No llamo pecadores sólo a aquellos cuya culpa es clara. Son también pecadores los que empujan a otras a pecar. Y su pecado es más astuto. Hacen el papel de la Serpiente y del Pecador.  

 #¡Oh, si Dios tuviese que perdonar sólo a quien se lo pide! ¡Y castigar al punto a quien no se arrepiente de su culpa! 

  #Dos cosas son necesarias para ser verdaderos maestros y dignos de serlo  

#Si les infundís miedo de vosotros y de Dios, ¿cómo podrán levantar sus ojos a vosotros y a Dios?   

#Entonces, oíd. Voy ahora a bendeciros y a despedirme de vosotros. Os esparciréis por la Palestina, como siempre. Os reuniréis aquí para la Pascua.

 


 

Jesús ha reunido a los doce apóstoles y a los discípulos principales en la pendiente del Monte de los Olivos, cerca de la fuente de Siloán. Cuando ven que a paso largo, acompañado de Pedro y Juan, viene a ellos, le salen al encuentro, y precisamente cerca de la fuente se juntan.

"Subamos por el camino que va a Betania. Me voy de la ciudad por un poco de tiempo. En el camino os diré lo que debéis hacer" ordena Jesús.

Entre los discípulos están Mannaén y Timoneo que, tranquilizados, han vuelto a tomar su lugar. También están Esteban y Hermas, Nicolás, Juan de Efeso, Juan el sacerdote y en una palabra todos los más sobresalientes por su sabiduría, además de otros, que no lo son tanto, pero que son muy activos por la gracia de Dios y de su propio querer.

"¿Te vas de la ciudad? ¿ Te ha pasado algo?" preguntan muchos.

"No. Pero hay otros lugares que me aguardan..."

"¿Qué has hecho esta mañana?"

"He hablado... Los profetas... Una vez más. Pero no entienden..."

"¿Ningún milagro, Maestro?" pregunta Mateo.

"Ninguno. Un perdón. Y una defensa."

"¿Quién fue? ¿A quien ofendió?"

"Unos que se creían sin pecado acusaron a una pecadora. La salvé."

"Si era pecadora, tenían ellos razón."

 

No llamo pecadores sólo a aquellos cuya culpa es clara. 

Son también pecadores los que empujan a otras a pecar. 

Y su pecado es más astuto. Hacen el papel de la Serpiente 

y del Pecador.

 

"En su cuerpo era realmente pecadora, pero su alma... Muchas cosas podría deciros acerca de las almas. No llamo pecadores sólo a aquellos cuya culpa es clara. Son también pecadores los que empujan a otras a pecar. Y su pecado es más astuto. Hacen el papel de la Serpiente y del Pecador."

"¿Qué había hecho la mujer?"

"Había cometido adulterio."

"¿Adulterio? ¿Y la salvaste? ¡No debiste!" exclama Iscariote.

Jesús lo mira detenidamente, luego le pregunta: "¿Por qué no debí?"

"Porque... Te puede acarrear algún mal. Sabes bien cuánto te odian y que buscan acusaciones contra Ti. Ciertamente... Salvar a una adúltera es ir contra la Ley."

"Yo no dije que la salvé. Dije a ellos que el que estuviese sin pecado la lapidase. Ninguno la lapidó porque ninguna estaba libre de pecado. Así pues confirmé la Ley que ordena que los adúlteros sean lapidados, pero también salvé a la mujer porque no hubo nadie que la lapidase."

"Pero Tú..."

"¿Querías que la hubiera Yo lapidado? Habría podido, y hubiera sido un acto de justicia, pero no de misericordia."

"¡Ah, se arrepintió! Te suplicó y Tú..."

"No. Ni siquiera estaba arrepentida. Tan sólo estaba deshecha y llena de miedo."

"Pero entonces... ¿por qué? ¡Cada vez te comprendo menos! Antes lograba comprender lo que habías hecho con una María Mágdala, con un Juan de Endor, en una palabra... con muchos pec..."

"Dilo claro, también con Mateo... Pero ellos estaban arrepentidos de su pecado, de su vida licenciosa. ¡Pero esa!... ¡Te comprendo cada vez menos! Y no soy el único..."

"Lo sé. No me comprendes... Siempre me has comprendido poco. Y no has sido el único. Pero eso no cambia mi modo de obrar."

"Se perdona a quien lo pide."

 

¡Oh, si Dios tuviese que perdonar sólo a quien se lo pide!

 ¡Y castigar al punto a quien no se arrepiente de su culpa!

 

"¡Oh, si Dios tuviese que perdonar sólo a quien se lo pide! ¡Y castigar al punto a quien no se arrepiente de su culpa! ¿No te has sentido alguna vez perdonado antes de haberte arrepentido? ¿Puedes con toda verdad afirmar que te arrepentiste, y por esto se te perdonó?"

"Maestro, yo..."

"Escuchadme todos, porque muchos de vosotros pensáis que hice mal y que Judas tiene razón. Aquí están Pedro y Juan. Oyeron lo que dije a la mujer y lo pueden repetir. No fui un necio al perdonar. No dije lo que he dicho a otras almas a las que perdoné porque estaban del todo arrepentidas. Pero he dado manera y tiempo para que esa alma llegue a arrepentirse y sea santa, si quisiere. Recordadlo para cuando seáis maestros de las almas.

 

Dos cosas son necesarias para ser verdaderos maestros 

y dignos de serlo

 

Dos cosas son necesarias para ser verdaderos maestros y dignos de serlo. Primera. Llevar una vida austera de modo que se pueda juzgar y sin la hipocresía de condenar en los otros lo que se nos perdona. Segunda: una misericordia paciente para dar modo a las almas de que se curen y se fortifiquen. No todas las almas se curan instantáneamente de sus heridas. Algunas lo hacen por etapas sucesivas, lentamente y con recaídas. Arrojarlas, condenarlas, infundirles miedo, no es el arte de un médico del espíritu.

Si las arrojáis, volverán por rechazo a echarse entre los brazos de falsos amigos y maestros. Abrid siempre vuestros brazos y el corazón a las pobres almas. Que vean en vosotros a un verdadero y santo confidente en cuyas rodillas no se avergüenzan de llorar. Si las condenaréis privándolas de ayuda espiritual, haréis que se enfermen más y se debiliten.

 

Si les infundís miedo de vosotros y de Dios, 

¿cómo podrán levantar sus ojos a vosotros y a Dios? 

 

Si les infundís miedo de vosotros y de Dios, ¿cómo podrán levantar sus ojos a vosotros y a Dios? El primer juez que encuentra el hombre es el hombre. Sólo el que vive espiritualmente sabe encontrar primero a Dios, Pero la criatura que ya ha logrado vivir espiritualmente no cae en culpa grave. Humanamente puede tener debilidades, pero su espíritu robusto vigila y las debilidades no se convierten en culpas graves. Mientras que el hombre que todavía se deja llevar por lo que es, peca y encuentra al hombre. Ahora bien, si quien debe señalarle a Dios y formar su alma, le infunde miedo, ¿cómo puede el culpable confiar en él? ¿Y cómo puede decir: "Me humillo porque creo que Dios es bueno y que perdona" si ve que un semejante a sí, no lo es?

Vosotros debéis ser el término de la comparación, la medida de lo que es Dios. Así como un céntimo es parte de lo que hace un millón. Pero si sois crueles con las almas, vosotros que sois una pequeñez del Infinito, y lo representáis, ¿qué cosa pensarán que sea Dios? ¿No pensarán acaso que El es duro e intransigente?

Judas: tú que juzgas con severidad, si en este momento te dijese: "Te voy a denunciar al Sanedrín por prácticas de magia..."

"¡Señor, no lo harías! Sería... sería... Tú sabes que es..."

"Sé y no sé. Pero ves que inmediatamente invocas piedad sobre ti... y tú sabes que ellos no te condenarían porque..."

"¿Qué insinúas, Maestro? ¿ Por qué dices esto?" dice Judas muy agitado, interrumpiendo a Jesús.

Con tono muy tranquilo, pero con ojos que atraviesan el corazón de Judas, y al mismo tiempo para calmar a su apóstol agitado sobre quien convergen todas las miradas de los once apóstoles y de muchos discípulos, Jesús dice: "Porque ellos te aman. Tienes buenos amigos allá dentro. Lo has dicho muchas veces."

Judas da un suspiro de alivio, se enjuga un sudor, extraño porque el día está frío y sopla el viento. Dice: "Es verdad. Viejos amigos. Pero no creo que si pecase..."

"¿Y por esto invocas piedad?"

"Ciertamente. Soy todavía imperfecto y quiero ser perfecto."

"Lo has dicho. También aquella mujer es muy imperfecta. Le he dado tiempo para que sea buena, si quiere."

Judas no replica.

Van por el camino de Betania, lejos de Jerusalén. Jesús se detiene y dice: "¿Habéis dado a los pobres lo que os di? ¿Habéis hecho todo lo que os dije?"

"Todo, Maestro" dicen apóstoles y discípulos.

 

Entonces, oíd. Voy ahora a bendeciros y a despedirme de

 vosotros. Os esparciréis por la Palestina, como siempre. 

Os reuniréis aquí para la Pascua.

 

"Entonces, oíd. Voy ahora a bendeciros y a despedirme de vosotros. Os esparciréis por la Palestina, como siempre. Os reuniréis aquí para la Pascua. No vayáis a faltar... y en estos meses fortaleced vuestro corazón y el de los que creen en Mí. Sed siempre más justos, desinteresados, pacientes. Sed lo que os he enseñado a ser. Recorred ciudades, poblados, casas desparramadas. No evitéis a nadie. Soportad todo. No busquéis vuestro bien propio, como Yo, Jesús de Nazaret, no busco el mío, sino que sirvo y busco el de mi Padre. También vosotros servid y buscad el de vuestro Padre. Por esto os deben ser cosa sagrada sus intereses, no los vuestros, aun cuando pudieren padecer alguna merma o vosotros algún dolor. Tened espíritu de abnegación y obediencia. Podrá suceder que os llamare y ordenare que os quedéis donde estéis. No discutáis mis órdenes. Obedeced sea lo que fuere, creyendo firmemente que eso se hace para bien vuestro. No tengáis envidia si alguien fuere llamado y vosotros no. Lo estáis viendo... Algunos se han separado de Mí... y me causó aflicción. Eran de los que querían acomodar su conducta a su propia manera de pensar. La soberbia es la palanca que derriba los espíritus y el imán que me los arranca. No maldigáis a quien me ha abandonado. Rogad para que vuelvan... Mis pastores estarán de dos en dos en las cercanías de Jerusalén. Isaac por ahora viene conmigo junto con Marziam. Amaos mucho entre vosotros. Ayudaos mutuamente. Todo lo demás, amigos míos, os lo dicte vuestro corazón recordando lo que os he enseñado, y os lo inspiren vuestros ángeles. Os bendigo."

Todos se postran mientras Jesús pronuncia la bendición mosaica. Luego se apiñan a despedirse de Jesús, y se van, mientras con los doce, con Isaac y Marziam continúa por el camino que lleva a Betania.

"Ahora vamos a detenernos para despedirnos de Lázaro y luego continuaremos hacia el Jordán."

"¿Vamos al Jordán?" pregunta con interés Judas de Keriot.

"No. A Betabara."

"Pero... la noche..."

"No faltan casas y poblados de aquí al río..."

La menor palabra no sale de la boca de ninguno. Y fuera del movimiento de los olivos y del ruido de los pasos, no se oye otro rumor.

IX. 411-415

A. M. D. G.