JESÚS HABLA CON TADEO Y SANTIAGO 

DE ZEBEDEO

 


 

#Judas Iscariote aconseja a Jesús que camino seguir y los Apóstoles discuten con Judas   

#Estas disputas vuestras me son más dolorosas que los insultos de los enemigos dice Jesús   

#Judas Tadeo tiene repulsión a Judas Iscariote  

 #Santiago, Yo quisiera de ti, como de todos una sola cosa Yo quisiera que esa comprensión, esa adhesión que los otros no me brindan, me la dierais al menos vosotros.   

#¿Creéis, podéis creer todos vosotros, que no vea los errores de Judas, que ignore algo de él? ¡Oh! persuadios que no es así   

#El hombre puede creer al hombre, al hombre que ve. Es difícil para él, que se encuentra tan caído, creer en Dios a quien no ve  

 #Y vosotros no veis sino la superficie de Simón. Yo veo lo profundo de su corazón

 


 

Judas Iscariote aconseja a Jesús que camino seguir

y los Apóstoles  discuten con Judas

 

"¿De veras quieres tomar este camino? No me parece prudente por varias razones" objeta Iscariote.

"¿Cuáles? ¿No fueron a verme de estos contornos hasta Cafarnaum varias personas, en busca de salvación y sabiduría? ¿No son también criaturas de Dios?"

"Sí... pero. No es muy prudente ir cerca de Maqueronte... Es un lugar de mal presagio para los enemigos de Herodes."

"Maqueronte está lejos. No tengo tiempo de ir hasta allá. Quisiera ir hasta Pera y más allá... pero no llegaré sino hasta la mitad del camino, y tal vez menos. De todos modos, vámonos..."

"José te aconsejó..."

"Que anduviese por caminos que están vigilados. Esta es exactamente la vía de Ultrajordania que frecuentemente vigilan los romanos. No soy un cobarde, Judas, pero tampoco un imprudente."

"Yo no me fiaría. No me alejaría yo de Jerusalén. Yo..."

"Deja que el Maestro decida. El es el Maestro y nosotros sus discípulos. ¿Cuándo se ha visto que sea el discípulo quien aconseje al Maestro?" pregunta Santiago de Zebedeo.

"¿Cuándo? No han pasado muchos años desde que tu hermano aconsejó al Maestro no ir a Acor, y Él le hizo caso. Ahora que me lo haga a mí."

"Tienes celos y quieres imponerte. Si mi hermano lo propuso y se aceptó su proposición, señal fue que era justo lo que decía, y por eso se le escuchó. Bastaba con haber mirado a Juan aquel día, para comprender que había razón para escucharlo."

"¡Oh, con toda su sabiduría no ha sabido jamás defenderlo, y nunca logrará hacerlo! Por el contrario todavía está fresco lo que hice yo al venir a Jerusalén."

"Cumpliste con tu deber. También mi hermano lo hubiera hecho con otros modos, porque no sabe mentir ni siquiera en cosas buenas, y de ello me alegro..."

"Me ofendes. Me tomas por mentiroso..."

"Eh, ¿quieres que diga que fuiste sincero, cuando mentiste tan hábilmente, sin cambiar de color?"

"Lo hice..."

"Sí. Lo sé. Lo sé. Para salvar al Maestro. Pero eso no lo acepto, y ninguno de nosotros lo acepta. prefiramos la respuesta sencilla del viejo. Prefiramos callar y ser tenidos como necios, como bobos, antes que mentir. Se empieza por una cosa buena y se termina con otra que no lo es."

"¡Quién es el malo! Cierto que yo no. ¡Quién es el necio! Es claro que yo tampoco."

 

Estas disputas vuestras me son más dolorosas que los

 insultos de los enemigos dice Jesús

 

"Basta. Si tenéis al principio razón, termináis por equivocaros y ofenderos porque es algo contra la caridad. Vosotros todos sabéis lo que pienso sobre la sinceridad; lo mismo que sobre la caridad. Vámonos. Estas disputas vuestras me son más dolorosas que los insultos de los enemigos."

Y Jesús dando muestras de enfado echa a andar a paso veloz, solo, por un camino que sin necesidad de ser arqueólogo, se comprende que lo hicieron los romanos. Se dirige al sur, derecho entre dos cadenas de montañas desiguales. Un camino monótono, grisáceo por los bosques que lo encierran, y que impiden que la mirada se extienda lejos. Con todo, el camino está bien cuidado. De cuando en cuando se ve un puente romano sobre arroyos y arroyuelos que con seguridad desembocan en el Jordán o en el Mar muerto. No comprendo por qué los montes me impidan ver hacia el occidente donde deben estar el río y el mar. Se ve de cuando en cuando alguna caravana por el camino, una caravana que sube tal vez del Mar Rojo y quién a dónde vaya con mucho camellos y camelleros y mercaderes de razas que claramente se ve que no son de la judía.

Jesús sigue adelante, solo. Detrás, divididos en dos grupos, los apóstoles que cuchichean entre sí.  Los galileos adelante. Detrás los judíos con Andrés y Juan y los dos discípulos que se les unieron. Los dos grupos tratan, uno de consolar a Santiago que está deprimido por la severa reprensión del Maestro, el otro que trata de persuadir a Judas que no sea tan obstinado y agresivo. Ambos grupos están de acuerdo en aconsejarles a que vayan al Maestro y le pidan excusa.

"¿Yo?" De mi parte al punto voy. Estoy seguro de tener razón. Conozco mis acciones. No fui quién insinúe algo malo. Voy" dice Iscariote, moviéndose de un lado a otro, diría yo, desfachadamente. Apresura el paso para alcanzar a Jesús. Una vez más me pregunto si por aquellos días no estaba ya decidido a traicionarlo y no conspiraba con sus enemigos...

Por el contrario Santiago, que en realidad es menos culpable, está casi abatido por haber causado un dolor al Maestro, y no tiene valor para acercársele. Mira a su Maestro que ahora va hablando con Judas... Lo mira, y el deseo de oír su palabra de perdón se dibuja vivamente en su cara. Pero en su mismo amor, sincero, constante, fuerte, le parece que su falta no tenga perdón.

Los dos grupos se han juntado y también Simón Zelote, Andrés, Tomás y Santiago dicen: "¡Ve! ¡Como si no lo conocieras! ¡Ya te perdonó Él!" y con una agudeza de ingenio, Bartolomé, el de mayor edad y más prudente, dice poniendo su mano sobre la espalda de Santiago: "Yo te lo digo: para no suscitar otras disputas, imparcialmente os reprendió a ambos, pero su corazón lo decía sólo por Judas."

"Es así, Tolmai. Mi hermano se consuma en soportar a ese hombre que se obstina en querer reconocer sus yerros, y se cansa en tratar de hacerle ver... como somos nosotros. El es el Maestro, y yo... soy yo... Pero si yo fuese Él, ¡oh, el hombre de Keriot no estaría con nosotros!" dice Tadeo, cuyos bellísimos y resplandecientes ojos recuerdan los de Jesús.

 

Judas Tadeo tiene repulsión a Judas Iscariote

 

"¿Lo crees? ¿Sospechas algo? ¿Qué cosa?" preguntan varios.

"Nada. Nada preciso. Pero ese hombre no me gusta."

"Jamás te ha gustado, hermano. Una repulsión que no tiene motivo, que te nació desde el momento en que lo viste. Tú mismo me los confesaste. Es algo contrario al amor. Tienes que vencerla, sino por otro motivo, por dar alegría a Jesús" dice con tono calmado y persuasivo Santiago de Alfeo.

"Tienes razón, pero... no lo logro. Ven, Santiago, vamos con mi hermano" y Judas de Alfeo toma resueltamente del brazo a Santiago de Zebedeo y se lo lleva.

Judas los oye venir, se da vuelta y dice algo a Jesús. Este se detiene y los espera. Judas con una mirada maliciosa mira al apóstol avergonzado.

"Perdón. Déjanos un momento. Quiero hablar con mi hermano" dice Tadeo. La frase es cortés, pero el tono muy seco.

Iscariote sonríe maliciosamente y alzando los hombros, regresa y se une con los otros.

"Jesús, somos pecadores..." dice Judas Tadeo.

"Yo lo soy, no tú" murmura Santiago con la cabeza inclinada.

"Somos pecadores, Santiago, porque lo que hiciste, yo lo pensé, lo aprobé, lo tengo en el corazón. Por esto también yo he pecado. Mi corazón juzga a Judas, lo que mancha la caridad... Jesús, ¿no dices nada a tus discípulos que reconocen su falta?"

"¿Qué debo decir que no sepáis? ¿Acaso os hacéis mejores con mis palabras?"

"No. No más de lo que él se cambia con lo que le dices" le responde sinceramente en nombre suyo y en el del otro primo suyo.

"No te preocupes de Judas. ¡Déjalo! Yo fui el que falté. Se trata de mí y de mí debo ocuparme, no de otros. Maestro, no estés enojado conmigo..."

 

Santiago, Yo quisiera de ti, como de todos una sola cosa  

Yo quisiera que esa comprensión, esa adhesión que los 

otros no me brindan, me la dierais al menos vosotros.

 

"Santiago, Yo quisiera de ti, como de todos una sola cosa. Muchas son las penas, muchas las incomprensiones con que tropiezo... debidas a una resistencia obstinada. Lo estáis viendo... De un poblado que me da alegría, tres no me la dan, y me arrojan cual malhechor. Yo quisiera que esa comprensión, esa adhesión que los otros no me brindan, me la dierais al menos vosotros. Que el mundo no me ame, que me sienta ahogarme en medio de este odio, de la antipatía, enemistad, sospechas, que me rodean, de inmundicias de toda clase, de egoísmos, de todo lo que sólo mi infinito amor por el hombre me hace soportar, es algo penoso. Sin embargo lo sufro con resignación. Para eso vine, para soportar a los que odian la salvación. ¡Pero vosotros! ¡No, esto no lo soporto! No soporto que no seáis capaces de amaros mutuamente y por lo tanto de comprenderme. No soporto que no os adhiráis a mi espíritu, esforzándoos por hacer lo que hago.

 

¿Creéis, podéis creer todos vosotros, que no vea 

los errores de Judas, que ignore algo de él? 

¡Oh! persuadios que no es así

 

¿Creéis, podéis creer todos vosotros, que no vea los errores de Judas, que ignore algo de él? ¡Oh! persuadios que no es así. Si hubiera querido seres perfectos de espíritu, habría hecho que se encarnasen los ángeles y me hubiera rodeado de ellos. Habría podido haberlo hecho. ¿Habría sido un bien verdadero? No. De mi parte hubiera sido egoísmo y desprecio. Habría evitado el dolor que recibo de vuestras imperfecciones y habría despreciado a los hombres que mi Padre creó y que tanto ama hasta el punto de que me envió a salvarlos. De parte del hombre hubiera sido para él un daño en lo futuro. Terminada mi misión, vuelto a subir al cielo con mis ángeles, ¿qué cosa hubiera quedado para continuar mi misión? ¿Y quién hubiera sido? ¿Qué hombre hubiera podido esforzarse en hacer lo que digo, si sólo un Dios y ángeles hubieran dado ejemplo de una vida nueva, controlada por el espíritu? Fue necesario que me revistiese de carne para persuadir al hombre que, si quiere, puede ser casto y santo en todos los modos. Fue necesario que tomase algunos hombres, así, que con su espíritu respondiesen al llamado del mío, sin pensar si eran ricos o pobres, doctos o ignorantes, nacidos en la ciudad o paisanos. Los tomé como los encontré, mi voluntad y la suya los transformó lentamente en maestros de otros hombres.

 

El hombre puede creer al hombre, al hombre que ve. 

Es difícil para él, que se encuentra tan caído, 

creer en Dios a quien no ve

 

El hombre puede creer al hombre, al hombre que ve. Es difícil para él, que se encuentra tan caído, creer en Dios a quien no ve. Todavía no dejaban de relampaguear los rayos en el Sinaí a las faldas del monte había brotado ya la idolatría... Aun no había muerto Moisés, cuyo rostro no podía mirarse, y se pecaba contra la ley. Pero cuando vosotros, transformados en maestros, sirváis de ejemplo, de testimonio, de levadura entre los hombres, éstos no podrán decir: "Son dioses bajados entre nosotros y no podemos imitarlos". Tendrán que decir: "Son hombres como nosotros. Ciertamente que en ellos existen los mismos instintos y estímulos que en nosotros, las mismas reacciones, pero saben resistir a los estímulos e instintos, y reaccionar de una manera diversa de la nuestra que es grosera". Y se persuadirán de que el hombre puede divinizarse, con tal de que quiera entrar en los caminos de Dios. Ved a los gentiles y a los idólatras. ¿Todo su Olimpo, todos sus ídolos los hacen acaso buenos? No. Porque, si son incrédulos, dicen que sus dioses son un cuento; si creen, piensan: "Son dioses y yo soy un mortal" y no se esfuerzan por imitarlos. Tratad, pues, de llegar a ser otros Yo. Y no tengáis prisas. El hombre se desenvuelve lentamente de animal racional en un ser espiritual. ¡Tened compasión de vosotros mismos! Fuera de Dios, nadie es perfecto.

Ahora todo ha pasado ¿no es verdad? Transformaos con firme voluntad imitando a Simón de Jonás, que en menos de un año ha dado pasos de gigante. Y con todo... ¿Quién más que Simón de entre vosotros era el hombre cargado de defectos demasiado humanos?"

"Es verdad, Jesús. Continuamente lo estudio y lo observo. Me llena de admiración" confiesa Tadeo.

"Sí. Lo conozco desde mi niñez. Como si fuese un hermano mío. Pero ahora tengo frente a mí a un Simón nuevo. Te confieso que cuando dijiste que sería nuestro jefe yo, y no sólo yo, nos quedamos perplejos. Me parecía el menos indicado de todos. ¡Simón respecto al otro Simón y a Natanael! ¡Simón respecto a mi hermano y a los tuyos! ¡Sobre todo a estos cinco! Me pareció un verdadero error... Ahora digo que tenías razón."

 

Y vosotros no veis sino la superficie de Simón. 

Yo veo lo profundo de su corazón

 

"Y vosotros no veis sino la superficie de Simón. Yo veo lo profundo de su corazón. Para ser prefecto tiene todavía mucho que trabajar y padecer. Yo quisiera que en todos hubiera su voluntad, su sencillez, su humildad y su amor..."

Jesús mira hacia delante, y quién sabe qué cosa mire. Se absorbe en su pensamiento y sonríe a lo que ve. Baja luego sus ojos sobre Santiago y le sonríe.

"¿Entonces... estoy perdonado?"

"Quisiera poder perdonar a todos como a ti... Ved, aquella ciudad debe ser Esebón. Así lo dijo aquél: después del puente de tres arcos está la ciudad. Esperemos a los otros para entrar juntos."

IX. 424-429

A. M. D. G.