JESÚS Y EL HOMBRE DE PETRA 

(CERCA DE ESEBÓN)

 


 

#Este lugar es el mismo de los tiempos de Moisés, y Tu eres demasiado bueno para castigarlo como lo fue entonces 

  #Un rico mercader observa desde sobre su camello lo que sucede. Sorprendido detiene su camello   

#"¡Señor!... Escucha a un infeliz..." "¿Qué quieres?" Tengo dos hijos, Señor y están ciegos  

 #El mercader se va a Petra a buscar a sus hijos

 


 

No veo la ciudad de Esebón. Jesús y los suyos están saliendo de ella, y por lo que distingo en sus rostros comprendo que no los hospedaron. Los siguen, o mejor, los persiguen a unos metros de distancia dando gritos y profiriendo amenazas...

"Estos lugares vecinos al Mar Salado (El Mar Muerto tiene otros nombres como "Salado, Saladísimo, Mar del desierto, de la soledad, de los sodomitas, o el Mar del asfalto". Ocupa el lugar donde estuvieron la Pentápolis o cinco ciudades castigadas por Dios por su inmoralidad) están malditos como el mismo mar" dice Pedro.

 

Este lugar es el mismo de los tiempos de Moisés, y Tu eres

 demasiado bueno para castigarlo como lo fue entonces

 

"Este lugar es el mismo de los tiempos de Moisés, y Tu eres demasiado bueno para castigarlo como lo fue entonces. Sería justo. Aplastarlos con la potencia del cielo y con la de la tierra. A todos. Hasta el último ser viviente, y hasta en cualquier rincón" dice irritado Natanael, con un fulgor de ira en sus ojos. El rostro del flaco y viejo apóstol es un representante típico de la raza hebrea bajo el ímpetu de la ira, y se parece mucho al de muchos rabinos y fariseos enemigos de Jesús.

Este se vuelve. Levanta su mano y dice: "¡Paz, paz! También ellos serán arrastrados a la Verdad. Pero se necesita paz. Es necesaria la comprensión. Nunca habíamos venido acá. No nos conocen. Así nos pasó en otros lugares donde fuimos por vez primera, y luego cambiaron."

"Es que estos lugares son como Masada. ¡Son unos vendidos! Regresemos al Jordán" insiste Pedro.

Pero Jesús toma el camino consular, que habían dejado y que se dirige al sur. Los más encarnizados de la población lo persiguen, llamando la atención de los viajeros.

 

Un rico mercader observa desde sobre su camello  lo que

 sucede. Sorprendido detiene su camello

 

Un rico mercader, o que está al servicio de otro, observa desde sobre su camello en medio de su larga caravana de la que es jefe y que va hacia el norte, lo que sucede. Sorprendido detiene su camello. Lo mismo hacen los demás. Mira a Jesús, a los apóstoles, que no tienen con qué defenderse, que reflejan bondad en sus rostros; mira a los que amenazan con gritos y con curiosidad les llama. No oigo sus palabras, pero sí las que salen de las gargantas de los otros: "Es el maldito, el loco, el endemoniado Nazareno. ¡No lo queremos entre nuestras murallas!"

El hombre no pregunta más. Vuelve su camello. En voz alta dice algo a uno de los suyos que lo sigue. Grita a su animal que en unos cuantos pasos alcanza a los apóstoles. "En nombre de vuestro Dios, ¿quién de entre vosotros es Jesús el Nazareno?" pregunta a los apóstoles Mateo, Felipe, Simón Zelote y a Isaac, que van en el último grupo.

"¿Por qué lo quieres saber? ¿Para molestarnos? ¿No son suficientes ya sus compatriotas? ¿También tú quieres intervenir?" pregunta de muy mal humor Felipe.

"Soy mejor que ellos. Quiero pedir un favor. No me lo neguéis. Lo pido en nombre de vuestro Dios."

Hay algo en la voz del hombre que persuade a los cuatro, y Simón responde: "El que va adelante en medio de los dos más jóvenes."

El hombre grita nuevamente a su animal, porque Jesús que iba ya adelante, ha avanzado más mientras hablaban.

 

"¡Señor!... Escucha a un infeliz..." "¿Qué quieres?" 

Tengo dos hijos, Señor y están ciegos

 

"¡Señor!... Escucha a un infeliz..." dice tan pronto como lo ha alcanzado.

Jesús, Juan y Marziam se vuelven sorprendidos.

"¿Qué quieres?"

"Soy de Petra, Señor. Trabajo para otros llevando mercancías desde el Mar Rojo hasta Damasco. No soy pobre, pero es como si lo fuera. Tengo dos hijos, Señor. La desgracia ha venido sobre sus ojos, y están ciegos. Uno completamente. Fue el primero en haber enfermado; el otro casi ya lo está y pronto lo estará. Los médicos no hacen milagros, pero Tú sí."

¿Cómo lo sabes?"

"Conozco a un rico mercader que te conoce. Se hospeda donde yo me hospedo. Algunas veces también me pongo a sus órdenes. Me dijo al ver a mis hijos: "Sólo Jesús de Nazaret los podrá curar. Búscalo". Te habría buscado, pero tengo poco tiempo y debo seguir las rutas más indicadas."

"¿Cuándo viste a Alejandro?"

"En el espacio de vuestras dos fiestas de primavera. Desde entonces he hecho otros dos viajes, pero no te había podido encontrar. ¡Señor, ten piedad de mí!"

"No puedo bajar a Petra, ni tu puedes abandonar la caravana..."

"Sí que puedo. Arisa es hombre de confianza. Lo mando delante de mí y que vaya lentamente. Yo vuelo a Petra. Tengo un camello más veloz que el viento del desierto y más ágil que un venado. Tomo a mis dos hijos y a otro siervo fiel. Te alcanzo. Me los curas... ¡Qué venga la luz a sus ojos cual estrellas negras, y ahora cubiertos de una espesa nube! Yo continúo, mientras vuelven a donde está su madre. Veo que sigues adelante, Señor. ¿A dónde te diriges?"

"Iba ir a Debón..."

"No vayas. Está llena de... de esos de Maqueronte. Lugares malditos, Señor. No te separes de los infelices, Señor, para echarte en brazos de unos malditos.

"Lo que había dicho yo" refunfuña Bartolomé entre su barba, y muchos le dan la razón.

Están ya todos cerca de Jesús y del hombre de Petra. Por el contrario, los habitantes de Esebón, viendo que la caravana se pone a favor del Perseguido, vuelven atrás. La caravana se detiene esperando el resultado y la decisión.

"Hombre, si no voy por las ciudades del sur, vuelvo hacia el norte. No he dicho que no te quiera hacer caso."

"Sé que a vuestros ojos soy indigno. Soy incircunciso, no merezco que se me oiga. Pero Tú eres el Rey del mundo, y en él también estamos nosotros..."

"No se trata de esto... Es que... ¿cómo puedes creer que Yo pueda hacer lo que los médicos no pueden?"

"Porque Tú eres el Mesías de Dios y ellos son hombres. Tú eres el Hijo de Dios. Me lo dijo Misace, y lo creo. Puedes hacer todo, aun para un hombre como lo soy yo." La respuesta es segura y el hombre lo demuestra descendiendo a tierra sin hacer siquiera que se arrodille el camello, y se postra en medio del polvo.

"Tú fe es más grande que la de muchos. Ve. ¿Sabes dónde está el Nebo?"

"Sí, Señor. Aquel monte es el Nebo. También hemos oído algo de Moisés. ¡Un gran hombre! Demasiado grande para no haber oído nada de él. Pero Tú lo eres más. Entre Moisés y Tú, existe la comparación que hay entre una roca y un monte."

"Ve a Petra. Te esperaré en el Nebo..."

"Hay un poblado a las faldas del monte para los huéspedes que lo visitan. Hay albergues... Estaré ahí dentro de diez días a lo más. Hará que mi animal dé lo máximo, y si el que Te ha mandado, me protege, no encontraré tempestades."

"Vete. Regresa lo más presto que puedas. Porque tengo que ir a otras partes..."

 

El mercader se va a Petra a buscar a sus hijos

 

"¡Señor! Yo... no estoy circuncidado. Mi bendición sería una maldición para ti, pero la de un padre no lo es jamás. Te bendigo y parto."

Saca un silbato de plata y da tres silbidos. El que está a la cabeza de la caravana viene al galope. Hablan entre sí. Se despiden. Después regresa a la caravana que empieza a moverse. El otro sube nuevamente sobre su camello y toma el camino del sur a todo galope. Jesús y los suyos emprenden nuevamente la marcha.

"¿Vamos de veras al Nebo?"

"Sí. Dejaremos la ciudad al llegar a las pendientes de los montes Abarim. Habrá muchos pastores. Nos enseñarán el camino para ir al monte Nebo y tomaremos el que lleva al monte de Dios. Nos detendremos algunos días como hicimos en los montes de Arbela y cerca de Carit."

"¡Oh, qué bello! Y nos haremos mejores. Siempre hemos bajado de esos lugares más fuertes y más buenos" dice Juan.

"Nos hablarás de todo lo que el Nebo encierra en sí de recuerdos. Hermano, ¿te acuerdas de cuando éramos pequeños, y de que un día representaste a Moisés que bendecía a Israel antes de morir?" pregunta Judas de Alfeo.

"¿Y de que tu Madre gritó al verte como muerto? Ahora sí que vamos al Nebo" dice Santiago de Alfeo.

"Y bendecirás a Israel. Eres el verdadero Jefe del Pueblo de Dios" exclama Natanael.

"Pero no mueres. Tú nunca morirás ¿no es verdad, Maestro?" pregunta con una risita burlona Judas de Keriot

"Moriré y resucitaré como está dicho. Muchos morirán sin haber muerto en aquel día. Y mientras que los justos resucitarán, aun cuando ya haga muchos años que murieron, los que se ven vivir, pero que estarán muerto espiritualmente del todo en aquel día, no resucitarán. Procura que no te encuentres en el número de éstos."

"Y Tú procura no repetir que resucitarás. Dicen que es una blasfemia" replica Judas de Keriot.

"Es verdad. Y lo repito."

"¡Qué fe la de ese hombre! ¡Y ese Misace!" dice Zelote tratando de desviar la discusión.

"¿Pero quién es Misace?" preguntan los que el año pasado no estuvieron cuando fueron los otros al otro lado del Jordán. Y se alejan hablando de esto; mientras Jesús prosigue la conversación interrumpida con Marziam y Juan.

IX. 429-432

A. M. D. G.