LA MUJER DEL SADUCEO NIGROMANTE
#Se acerca una mujer envuelta en un manto oscuro. El velo grueso le llega hasta la mitad de la cara
Jesús va caminando sin cansarse por los caminos de Palestina. El río queda a su derecha. Prosigue al lado de la bella corriente azul, que centellea donde el sol la besa, teñida de su color verde-azul donde la sombra de los árboles de la ribera reflejan en ella sus verdes copas.
Jesús está en medio de sus discípulos. Oigo que Bartolomé le pregunta: "¿Entonces vamos en realidad a Jericó? ¿No tienes miedo de alguna asechanza?"
"No tengo miedo. Voy a Jerusalén para la Pascua por otros caminos y ellos se han llevado un chasco. No pueden aprehenderme sin toparse con el pueblo. Créeme, Bartolomé, que para Mí es menos peligroso estar en una ciudad que en caminos solitarios. El pueblo es bueno y sincero, aunque impetuoso. Se revolvería si me capturasen cuando estoy en medio de él evangelizándolo y curándolo. La sierpes trabajan en la soledad y en la sombra. Y luego... todavía me queda tiempo para trabajar... Después... vendrá la hora del demonio y vosotros me perderéis, para encontrarme después. Creed en esto. Y tratad de creer en ello, aun cuando los sucesos parezcan más que nunca darme un mentís."
Los apóstoles se entristecen, y lo miran con amor y con dolor. Juan lanza un gemido: "¡No!", Pedro lo rodea con sus cortos y robustos brazos como para defenderlo. Grita: "¡Oh, Señor y Maestro mío!" No añade más, pero qué no hay en esas pocas palabras.
Mi sacrificio será sol para el mundo. La luz de la gracia
bajará a los corazones, la paz con Dios los hará fecundos,
los méritos de mi martirio harán a los hombres capaces
de ganarse el cielo.
"Así es, amigos. Para esto vine. Sed valerosos. Veis que sin vacilar me dirijo hacia mi meta, como alguien que va hacia el sol, y sonríe al sol que le besa en la frente. Mi sacrificio será sol para el mundo. La luz de la gracia bajará a los corazones, la paz con Dios los hará fecundos, los méritos de mi martirio harán a los hombres capaces de ganarse el cielo. ¿Y qué otra cosa quiero sino ésta? Poner vuestras manos en las del Eterno, en las de mi Padre y vuestro y decirle: "Mira, Te vuelvo a traer a estos hijos. Mira, Padre, que están limpios. Pueden regresar a Ti". Veros juntos a su corazón y deciros: "Amados al fin, que el Uno y los otros tenéis ansias de ello, y porque no podíais amar, sufríais intensamente". Ved que ésta es mi alegría. Cada día que me acerca al cumplimiento de este regreso, de este perdón, de esta unión, aumenta mi ansia de consumar el holocausto para daros a Dios y su Reino."
Jesús está majestuoso, diría yo, como extasiado al decir estas palabras. Camina derecho con su vestido azul y su manto más oscuro, con la cabeza descubierta en esta hora fresca de la mañana, y parece como si sonriese a quién sabe qué visión que sus ojos ven allá en lo azul de un cielo sereno. El sol que le acaricia la mejilla izquierda hace mucho más brillante su mirada y le pone centelleos dorados en su cabellera que levemente mueven el aire y su paso, y acentúa lo rojo de sus labios abiertos prontos a sonreír y parece como si encendiese todo su rostro con una alegría que en realidad viene de lo interior de su adorable Corazón, encendido en caridad por nosotros.
"Maestro, ¿puedo decirte una palabra?" pregunta Tomás.
"¿Cuál?"
"El otro día dijiste que el Redentor, esto es, Tú,
tendrás un traidor. ¿Cómo puede un hombre traicionarte
a Ti, Hijo de Dios?"
"El otro día dijiste que el Redentor, esto es, Tú, tendrás un traidor. ¿Cómo puede un hombre traicionarte a Ti, Hijo de Dios?"
"De hecho un hombre no podría traicionar al Hijo de Dios, que es Dios como el Padre. Pero ese tal no será un hombre, será un demonio en cuerpo de hombre; el más poseído de los hombres. María Magdalena tuvo siete demonios, y el endemoniado de hace unos cuantos días era la presa de Belzebú, pero en ése estarán Belzebú y toda su corte de demonios... ¡Oh, en ese corazón estará el infierno para excitarle a vender a sus enemigos, cual cordero para ser degollado, al Hijo de Dios!"
"Maestro, ¿ha tomado Satanás ya posesión de ese hombre?"
"No, Judas, Pero se inclina a Satanás e inclinarse a él quiere decir ponerse en condiciones de echarse en sus brazos." (Jesús habla a Iscariote).
"¿Y por qué no viene a Ti para que se cure de su inclinación? ¿Sabe que lo está o lo ignora?"
El veneno penetra y el contacto conmigo no lo limpia
porque no lo desea, antes bien huye de él...
Es el error vuestro. Huís de Mí cuando más necesidad
tenéis de Mí.
"Si lo ignorase no sería culpable como lo es, porque sabe que se inclina hacia el mal y que no persiste en sus resoluciones de salir de él. Si persistiera, vendría a Mí... pero no viene... El veneno penetra y el contacto conmigo no lo limpia porque no lo desea, antes bien huye de él... Es el error vuestro. Huís de Mí cuando más necesidad tenéis de Mí." (Jesús ha respondido a Andrés).
"¿Ha venido algunas veces a Ti? ¿Lo conoces? ¿Lo conocemos nosotros?"
"Mateo, Yo conozco a los hombres antes de que me conozcan. Tú lo sabes y también éstos. Soy Yo quien os llamé porque os conocía."
"¿Pero lo conocemos nosotros?" insiste Mateo.
"¿Y acaso no sois capaces de conocer a quien viene a vuestro Maestro? Vosotros sois amigos y compartís conmigo la comida, el descanso y las fatigas. Hasta mi casa se os ha abierto, la casa de mi santa madre. Os he llevado a ella para que el aura que en ella se respira os haga capaces de comprender el cielo con sus voces y mandamientos. Os he llevado a ella como un médico lleva a sus enfermos, apenas salidos de sus enfermedades, a aguas medicinales que los fortifiquen acabando con el resto de sus males que pueden convertirse en más peligrosos. Por esta razón conocéis a todos los que vienen a Mí."
"¿En qué ciudad lo encontraste?"
"¡Pedro, Pedro!"
"Es verdad, Maestro, soy peor que una mujer chismosa. Perdóname. Pero es el amor, sabes..."
"Lo sé, y por esto te digo que no me desagrada tu defecto, pero deséchalo también."
"Sí, Señor mío."
El sendero se estrecha entre una hilera de árboles y una zanja no muy profunda, y el grupo se alarga. Jesús habla con Iscariote al que da órdenes de los gastos y limosnas. Detrás, de dos en dos, vienen los demás. En último lugar, sólo, viene Pedro. Viene pensando, la cabeza baja, absorto en tal forma en sus pensamientos que ni siquiera cae en la cuenta de venir un poco separado de sus otros compañeros.
"¡Oye, Tú!" le grita uno que pasa a caballo. "¿Vienes con el Nazareno?"
"Sí, ¿por qué?"
"¿Vais a Jericó?"
"¿Te interesa saberlo? Yo no sé nada. Vengo en pos del Maestro y no pregunto nada. Adonde quiera que va, está bien hecho. El camino lleva a Jericó, pero podemos torcer para la Decápolis. ¡Quién lo sabe! Si quieres informarte mejor, allá va el Maestro." El hombre espolea su caballo y Pedro le hace una mueca curiosa y entre sí refunfuña: "No me fío, querido señor. ¡Todos sois una jauría de perros! No quiero ser el traidor. Juro por mí mismo: "Esta boca estará cerrada". Eh" y hace una señal sobre sus labios como si los cerrase con candado
El jinete ha alcanzado ya a Jesús. Le habla, lo que hace que Pedro pueda reunirse con los demás. Cuando el jinete torna a partir, hace una señal de saludo a Iscariote. Nadie lo nota fuera de Pedro que camina el último, y que parece no le agrade el saludo. Toma a Judas por una manga y le pregunta: "¿Quién es? ¿Lo conoces? ¿Cómo es posible?"
"De vista. Es un rico de Jerusalén."
"Tienes amistades muy arriba. Bien... con tal de que sean para bien. Dime una cosa: ¿es esa cara de zorra que te dice tantas cosas?..."
"¿Qué?"
"Bueno. Las que dices que sabes acerca del Maestro."
"¿Yo?"
"Sí, Tú. ¿No recuerdas aquella tarde de agua y lodo? ¿Cuándo fue la avenida?"
"¡Ah! ¡No, no! ¿Pero te atienes todavía a las palabras dichas en un momento de mal genio?"
"Yo me acuerdo de todo lo que puede dañar a Jesús: cosas, personas, amigos, enemigos... Estoy siempre listo a mantener las promesas que hago a quienes quieren hacer mal a Jesús. Hasta pronto."
Judas con una rara actitud mira a Pedro irse. Hay admiración, pena, enfado y, diría yo, hasta rencor.
Pedro alcanza a Jesús y lo llama.
"¡Oh, Pedro, ven!" Jesús le pone el brazo en la espalda.
"¿Áspero, Pedro? ¡Si estaba todo liso y perfumado!"
"Pero tenía áspera la conciencia. Desconfía, Jesús."
cuando llegare, ninguna prevención me salvará...
si es que quisiera salvarme. Aun las piedras gritarían
y se pondrían en forma de valla si es que quisiera salvarme.
"Te he dicho que todavía no es mi tiempo. Y cuando llegare, ninguna prevención me salvará... si es que quisiera salvarme. Aun las piedras gritarían y se pondrían en forma de valla si es que quisiera salvarme."
"Será como dices... pero desconfía... Maestro."
"¿Qué te pasa, Pedro?"
"Quiero decirte una cosa que es un peso en el corazón."
"¿Una cosa? ¿Un peso?"
"Sí. El peso es un pecado. La cosa es un consejo."
"Comienza por el pecado."
"Maestro... yo... yo odio... siento repulsión, sí, repulsión si no odio -aun cuando no quieres que se odie, - por uno de los nuestros. Me parece estar cerca de una cueva de serpientes en celo de donde salga su hedor... y no quiero que salgan para que te hagan daño alguno. Ese hombre es un nido de serpientes y él mismo está en relación con el demonio."
"¿De dónde sacas esto?"
"¡Bueno!... No lo sé. Soy un rústico y un ignorante, pero tonto no lo soy. Estoy acostumbrado a leer en los vientos y en las nubes... y hasta creo que en los corazones. Jesús... tengo miedo."
"No juzgues, Pedro. No sospeches. La sospecha crea fantasmas. Se ve lo que no existe."
"El Dios eterno quiera que no sea nada de ello. Pero yo dudo."
"¿De quién Pedro?"
"De Judas de Keriot. Se gloría de tener muy grandes amistades y hace poco aquel sinvergüenza jinete lo saludó como se saluda a un buen conocido. Antes no las tenía."
"Judas es el que recibe y distribuye. Tiene ocasiones de acercarse a los ricos. Lo sabe hacer."
"¡Sí, eh! Lo sabe hacer... Maestro, dime la verdad. ¿No tienes sospechas?"
"Pedro, te quiero mucho, pero quiero que seas perfecto, y no es perfecto el que no obedece. Te he dicho: no juzgues, no sospeches."
"Pero entre tanto no me respondes..."
"Dentro de poco habremos llegado a Jericó y nos detendremos a esperar a una mujer que no puede recibirnos en su casa..."
"¿Por qué? ¿Es una pecadora?"
"No. Es una infeliz. Ese jinete que te ha dado tanta molestia vino a decirme que la esperara, y la esperaré aun cuando sepa que no pueda hacer nada por ella. ¿Y sabes quién puso a ella y al jinete sobre mi camino? Judas. Ves que no es cosa mala que conozca a ese judío."
Pedro baja la cabeza y se calla avergonzado, pero tal vez, no persuadido, y con la curiosidad todavía por dentro, pero no habla más.
Jesús se detiene fuera de los muros de la ciudad y cansado se sienta bajo la sombra de un grupo de árboles plantados cerca de una fuente, donde los animales están bebiendo agua. Los discípulos se sientan también. Es un lugar no muy frecuentado porque fuera de los caballos y asnos que serán de comerciantes o viajeros, no se ve gente.
Se acerca una mujer envuelta en un manto oscuro.
El velo grueso le llega hasta la mitad de la cara
Se acerca una mujer envuelta en un manto oscuro. El velo grueso le llega hasta la mitad de la cara. Viene con ella el jinete de antes, que está de pie, y otros tres hombres lujosamente vestidos.
"¿Cómo estás, Maestro?"
"La paz sea con vosotros."
"Esta es la mujer. Escúchala y hazle el favor que desea."
"Si puedo."
"Puedes todo."
"¿Lo crees tú, saduceo?" El saduceo es el jinete.
"Creo en lo que veo."
"¿Y has visto que puedo?"
"Sí."
"¿Y porqué puedo, lo sabes?" Silencio. "¿Puedo saber en qué te fundas para creer que pueda?" Silencio.
Jesús no le habla más al saduceo, ni tampoco se dirige a los otros. Habla ahora a la mujer: "¿Qué se te ofrece?"
"Maestro... Maestro..."
"Hablas sin temor."
La mujer echa una mirada de soslayo a sus acompañantes, que la interpretan a su modo.
"La mujer tiene su marido enfermo y te pide que lo cures. Es una persona de influencia, de la corte de Herodes. Te conviene escucharla."
"No porque sea influyente, sino porque es infeliz, la escucharé si puedo. Se lo he dicho. ¿Qué tiene tu marido? ¿Por qué no vino? ¿Por qué no quieres que vaya a donde está?"
Otro silencio y miradas de soslayo.
"¿Quieres hablarme sin testigos? Ven." Se separan unos cuantos pasos. "Habla."
"Maestro... yo creo en Ti. Tanto es así que estoy segura que sabes todo lo de él, de mí, de nuestra vida desgraciada... Pero él no cree... Te odia... pero él..."
"Pero él no puede curarse, porque no tiene fe. Y no sólo no tiene fe en Mí, pero ni siquiera en el Dios verdadero."
"¡Ah, lo sabes!" La mujer llora amargamente. "¡Mi casa es un infierno! ¡Un infierno! Tú curas a los obsesos. Sabes, pues, lo que es el demonio. Pero, ¿conoces esta clase de demonio sutil, inteligente, mentiroso, sabio? ¿Sabes a qué perversiones puede llevar? ¿Sabes a qué pecados? ¿Sabes qué desgracias arrastra consigo? ¡Mi casa! ¿Es un hogar? No. Es el umbral del infierno. ¡Mi marido! ¿Marido mío? Ahora está enfermo y no se preocupa de mí. Pero aun cuando fue robusto y buscaba el amor, ¿acaso era un hombre el que me abrazaba, que me tenía, que estaba conmigo? ¡No! Eran los tentáculos de un demonio, sentí su hedor, su viscosidad. Siempre he querido a mi marido y lo sigo queriendo. Soy su mujer. Era apenas una doncella cuando me conoció. Tenía entonces catorce años. Ahora cuando vuelven a mi memoria aquellas primeras horas, aquellas horas en que me convertí en mujer, yo siempre aborrecí con el alma y con todo mi ser lo que veía en él de nigromancia. Me parecía que no era mi marido, sino los muertos que él todavía evoca, los que querían saciarse conmigo... Y todavía hoy, sólo con mirarlo, agonizante y sumergido en esa magia, siento asco. No le veo a él... Veo a Satanás. ¡Oh desgracia mía! Ni siquiera en la muerte estaré con él porque la Ley lo prohíbe. Sálvalo, Maestro. Te ruego que lo cures para darle tiempo a que se reponga." La mujer llora angustiadametne.
"¡Pobre mujer! No puedo curarlo."
"¿Por qué, Señor?"
"Porque él no quiere."
"Sí. Tiene miedo de la muerte. Sí que quiere."
"No quiere. No es un loco, ni un poseso que no comprenda su estado. Su inteligencia es libre para poder pedir que se le liberte. Su voluntad no está maniatada. Es uno que quiere ser lo que es. Sabe que lo que hace está prohibido. Sabe que el Dios de Israel lo maldice. Pero persiste. Aun cuando lo curase, y primero en su alma, él volvería a su fruición satánica. Su voluntad está corrompida. Es uno rebelde. No puedo."
La mujer llora con mayor angustia. Se acercan los otros que la habían acompañado. "¿No le quieres hacer lo que pide, Maestro?"
"No puedo."
"Os lo había dicho. ¿Y las razones?"
¿Me las preguntas, tú, saduceo?
Te recuerdo el libro de los Reyes.
Lee lo que dijo Samuel a Saúl y Elías a Ocozías.
El espíritu del profeta echó en cara al rey que hubiera ido
a perturbarlo, evocándolo del reino de los muertos
"¿Me las preguntas, tú, saduceo? Te recuerdo el libro de los Reyes. Lee lo que dijo Samuel a Saúl y Elías a Ocozías. El espíritu del profeta echó en cara al rey que hubiera ido a perturbarlo, evocándolo del reino de los muertos. No es lícito hacerlo. Lee el Levítico, si es que recuerdas la palabra de Dios, Creador y Señor de todo cuanto existe. Cuidador de la vida y de los que están en la muerte. Difuntos o vivos están en las manos de Dios y no os es lícito arrancarlas de donde están, ni por vana curiosidad, ni con sacrílega violencia, ni por incredulidad reprobable. ¿Qué deseáis saber? ¿Si hay un futuro que sea eterno? Y decís que creéis en Dios. Que si Dios tiene también una corte. ¿Y qué corte no deberá ser sino eterna como El lo es y está compuesta de espíritus eternos? Si decís que creéis en Dios, ¿por qué no creéis en su palabra? ¿No dice acaso: "No practicaréis la adivinación, ni tendréis en cuenta los sueños?" ¿No dice también: "Si alguien va a los magos y a los adivinos, y con ellos comunica, apartaré mi rostro de él y lo exterminaré de en medio de mi pueblo?" ¿Además: "No os hagáis dioses de barro?" Y ¿qué sois vosotros? ¿Samaritanos y extraviados o hijos de Israel? ¿Sois unos necios o tenéis inteligencia? Si decís que el alma no es inmortal, ¿por qué evocáis los muertos? Si no son inmortales las partes incorpóreas que dan vida al hombre, ¿qué queda del hombre después de su muerte? Podredumbre y huesos, huesos blanqueados en medio de gusanos. Y si no creéis en Dios, de modo que recurrís a ídolos y señales para obtener curación, dinero, respuestas, como ha hecho ese por quien intercedéis, ¿por qué os hacéis dioses de barro y creéis que puedan deciros palabras más verdaderas, más santas, más divinas que las que Dios dice? Ahora os voy a dar la misma respuesta que Elías envió a Ocozías: "Porque enviaste mensajeros a consultar a Belzebú, dios de Acarón, como si no existiese un Dios en Israel para consultarlo, por esto no bajarás del lecho al que subiste, y morirás en tu pecado". "
"Tú eres siempre el que insultas y atacas. Te lo hago notar. Nosotros venimos a verte para..."
Para ponerme una trampa. Os leo el corazón.
¡Abajo la máscara, herodianos vendidos al enemigo de Israel!
¡Abajo la máscara, fariseos falsos y crueles!
"Para ponerme una trampa. Os leo el corazón. ¡Abajo la máscara, herodianos vendidos al enemigo de Israel! ¡Abajo la máscara, fariseos falsos y crueles! ¡Abajo la máscara, saduceos, verdaderos samaritanos! ¡Abajo la máscara, escribas de palabras que contradicen a los hechos! ¡Abajo la máscara, todos vosotros contraventores de la Ley de Dios, enemigos de la Verdad, patrocinadores del mal! ¡Abajo, profanadores de la casa de Dios! ¡Abajo, alborotadores de conciencias débiles! ¡Abajo, chacales que olfateáis la víctima por el viento que os llega y seguí las huellas y os quedáis en acecho, esperando la hora propicia de matar, y os relaméis los labios como gustando de antemano el sabor de la sangre y pensáis en aquella hora!... Barateros y perversos hombres que vendéis por menos de un puño de lentejas vuestra primogenitura entre los pueblos y no os alcanza ni una bendición, pues los otros pueblos se revestirán del vellón del Cordero de Dios, y aparecerán como verdaderos Mesías a los ojos del Altísimo, el cual, al percibir la fragancia de su Cristo que emana de ellos, dirá: "Este es el perfume de mi Hijo. Semejante al de un campo en flor que Dios ha bendecido. Sobre vosotros venga el rocío del cielo: la gracia. Sobre vosotros la riqueza de la tierra: los frutos de mi Sangre. Sobre vosotros la abundancia del trigo y vino: mi Cuerpo y mi Sangre que daré para vida de los hombres y en recuerdo mío. Os servirán los pueblos. Ante vosotros se inclinen los pueblos, porque donde esté la señal de mi Cordero, allí estará el cielo. La tierra está sometida al cielo. Sed señores de vuestros hermanos, porque los seguidores de mi Mesías serán los reyes del espíritu porque tienen la Luz y los otros volverán a esa luz su mirada, en espera de su ayuda. Maldito sea quien os maldiga y bendito quien os bendiga, porque quien os bendice o maldice a vosotros, a Mí, vuestro Padre y vuestro Dios, bendice y maldice". Tales palabras dirá. Esto, ¡vosotros perversos que pudiendo tener la fe cual esposa amada del alma, fornicáis con Satanás y con sus falsas doctrinas! Esto dirá, ¡oh, asesinos! Asesinos de conciencias, asesinos de cuerpos. ¡Aquí están vuestras víctimas. Pero si dos corazones son asesinados, no tendréis más que un Cuerpo por el espacio de tiempo igual al de Jonás. Y después unido Él con su esencia inmortal, os juzgará."
Jesús es sencillamente terrible con estas palabras. ¡Terrible! y mucho más el Último día, como me lo imagino.
"¿Y dónde están estos asesinados? Deliras. Eres un perverso como Satanás, y en su nombre obras milagros. No puedes hacerlo con nosotros porque somos herederos de la amistad de Dios."
"Satanás no se arroja a sí mismo. Yo arrojo los demonios. ¿En nombre de quién?" Silencio. "¡Responded!"
"No perdamos el tiempo con este poseso. Os lo había dicho. No nos hicisteis caso. Lo escucháis de sus labios. Responde, Nazareno loco, ¿conoces el sciemanflorasc (sic)?"
"No tengo necesidad."
"¿Oís? Otra pregunta. ¿No estuviste en Egipto?"
"Sí."
"Lo veis. ¿Quién es el nigromante, el satanás? ¡Horror! Ven, mujer. Tu marido es santo respecto a éste. ¡Ven!... Será necesario que te purifiques. ¡Has tocado a Satanás!..." Y se van arrastrando consigo a la mujer que llora con vivos gestos de repulsa.
Jesús con los brazos abiertos, los sigue con la luz de su mirada.
"Maestro... Maestro..." Los apóstoles están aterrorizados, por la violencia de las palabras de Jesús y por las palabras de los judíos.
"¿Qué quisieron decir con esa última palabra? ¿Qué es eso?"
Pedro pregunta, y al hacerlo se inclina profundamente:
"¿Qué quisieron decir con esa última palabra? ¿Qué es eso?"
Confunden la verdad con la mentira El Hijo habla con el
Padre el lenguaje verdadero y a través de éste y por el amor
recíproco que se tienen, se realizan los milagros
"¿Cuál? El sciemanflorasc?"
"Sí. ¿Qué es?"
"No te preocupes. Confunden la verdad con la mentira, a Dios con Satanás, y en su soberbia satánica piensan que Dios, por satisfacer el capricho de los hombres, tenga necesidad de ser conjurado con su tetragrama. El Hijo habla con el Padre el lenguaje verdadero y a través de éste y por el amor recíproco que se tienen, se realizan los milagros."
"¿Pero por qué te preguntó que habías estado en Egipto?"
"Porque el mal se sirve de las cosas más inofensivas para acusar a quien quiere hacer daño. El haber estado yo en tierras de Egipto se contará como una de las principales acusaciones cuando llegue la hora de su venganza. Vosotros y los que vengan, tened en cuenta que con Satanás astuto y con sus fieles servidores hay que tener doble astucia, Por esto he dicho: "Sed astutos como las serpientes, además de ser sencillos como las palomas". Lo cual sirve para proporcionar lo mínimo de armas a los endemoniados. Pero de nada sirve. Vámonos."
"¿A dónde, Maestro? ¿A Jericó?"
Jesús y los apóstoles se van en barca a la Decápolis
"No. Tomemos una barca y vayamos a la Decápolis nuevamente. Subiremos por el Jordán hasta la altura de Enón y allí desembarcaremos. Luego en las riberas de Genesaret tomaremos otra barca y pasaremos a Tiberíades, de allí a Caná y Nazaret. Tengo necesidad de mi Madre. También vosotros. Lo que el Mesías no hace con su palabra, lo hace María con su silencio. Lo que no mi poder, lo hace su pureza. ¡Oh, Madre mía!"
"¿Lloras, Maestro? ¿Lloras? ¡Oh, no! ¡Nosotros te defenderemos! ¡Te amamos!"
"No lloro y no tengo miedo de los que me desean mal. Lloro porque sus corazones son más duros que el jaspe y no puedo nada en muchos de ellos. Venid, amigos."
Bajan a la ribera, suben a una barca, y reman río arriba. Todo termina de este modo.
IX. 447-457
A. M. D. G.