LA PARÁBOLA DEL JUEZ MALO

 


 

#Para estar cerca del Maestro Nique quiere comprar una casa en Jerusalén  

 #Jesús entra en el Templo   

#Los sencillos esposos cuentan a Jesús su aflicción   

#No, mujer. No os voy a maldecir y Dios no os va a castigar. Así como os digo que no es Dios quien os envía este dolor, sino que es el hombre quien os lo causa   

#Jamás es tarde para el Altísimo. En un instante y por la oración persistente, puede cambiar el curso de los sucesos  

 #"No quiero. Habrían orado con más serenidad pero con menos mérito. De este modo su fe es perfecta y será premiada."  

 #Parábola. Escuchad esta parábola que os mostrará el valor de la oración perseverante   

#Cómo deben ser los jueces y magistrados   

#Aplicación de la parábola   

#"Pero cuando el Hijo del hombre torne, ¿encontrará acaso todavía fe en la tierra?"

 


 

Jesús está de regreso en Jerusalén. Una Jerusalén invernal, gris, azotada por el viento. Marziam está todavía con Jesús y con Isaac. Hablando se dirigen al Templo.

José y Nicodemo están con los doce y hablan con todos mejor dicho con Zelote y Tomás. Luego se separan y pasan por delante, saludando a Jesús sin detenerse.

"No quieren hacer ver su amistad con el Maestro. ¡Es peligroso!" murmura Iscariote a Andrés.

"Creo que lo hacen por algún justo motivo, no por cobardía" los defiende Andrés.

"Por otra parte, no son discípulos. Y pueden hacerlo. Nunca lo han sido" dice Zelote.

"¿No?" Me parecía que..."

"Ni siquiera Lázaro es discípulo y con todo..."

"Si sigues excluyendo, ¿quién queda?"

"¿Quién? Los que tienen la misión de discípulos."

"Y los otros, ¿qué cosa son?"

"Amigos. No más que amigos. ¿Acaso dejan sus casas, sus intereses por seguir a Jesús?"

"No. Pero escuchan con gusto y le ayudan con..."

"¡Si es por eso! También los gentiles lo hacen. Viste que en la casa de Nique encontramos a quien se había preocupado por Él. Y esas mujeres no son del número de los discípulos".

"¡No te acalores! Lo dije por decir. ¿Te molesta mucho que tus amigos no sean discípulos? Creo que deberías de pensar al revés."

"No me acaloro y no quiero nada, como tampoco que les hagas mal llamándolos sus discípulos."

"¿Pero a quién quieres que lo diga? Siempre estoy con vosotros..."

Simón Zelote lo mira tan duramente que la risita que tenía Judas en los labios se le congela y piensa que es mejor cambiar de tema: "¿qué querían hablar con vosotros ésos dos?"

 

Para estar cerca del Maestro Nique quiere 

comprar una casa en Jerusalén

 

"Encontraron una casa para Nique, por los jardines, cerca de la Puerta. José conocía al propietario y sabía que con un poco más de dinero se la habría vendido. Se lo haremos saber a Nique."

"¡Qué ganas de tirar dinero!"

"Es suyo. Puede hacer lo que le venga en gana. Ella quiere estar cerca del Maestro. Con eso obedece a la voluntad de su marido y a su corazón."

"Sólo mi madre está lejos..." suspira Santiago de Alfeo.

"Y la mía" dice el otro Santiago.

"Pero por poco tiempo. ¿Oíste lo que dijo Jesús a Isaac, a Juan y a Matías?  'Cuando volváis para la luna nueva de Scebat venid con las discípulas además de mi Madre'. "

"No sé por qué no quiere que Marziam vuelva con ellas. Le ha dicho: "Te quedarás hasta que te llame"."

"Tal vez será que Porfiria no se quede sin ayuda... Si nadie pesca allá, no se come. Nosotros no vamos, debe ir, pues, Marziam. La higuera, la colmena, los pocos olivos y las dos ovejas no son suficientes para quitar el hambre a una mujer, para vestirla..." observa Andrés.

 

Jesús entra en el Templo

 

Jesús, apoyado contra el muro del recinto del Templo, los ve venir. Con Él están Pedro, Marziam y Judas de Alfeo. Los menesterosos se levantan de sus camastros de piedra en el camino que lleva al Templo -el que va de Sión al Moria, no el que va de Ofel al Templo- y levantan sus lamentos para que los oiga Jesús y les dé una limosna. Nadie pide ser curado. Jesús ordena a Judas que les socorra. Entra en el Templo.

No hay mucha gente. Después de la gran afluencia de las  fiestas los peregrinos disminuyen. Tan sólo los que por intereses de importancia se ven obligados a venir a Jerusalén, o quien habita en esta ciudad, sube al Templo. Por esto los patios y los portales, aunque no están desiertos, están menos ocupados y parecen más extensos, más sagrados, porque hay más silencio. También los cambistas, los vendedores de palomas y de otros animales son menos numerosos, pegados a los muros de la parte que da el sol, un sol pálido que se abre paso por entre las grises nubes.

Después de que Jesús oró en el patio de los israelitas, se vuelve y se apoya junto a una columna observando... y siendo observado.

Ve que vienen de detrás del patio de los hebreos, un hombre y una mujer que sin mostrar que lloran, su rostro está lleno de dolor. El hombre trata de consolar a la mujer, pero se ve que también él está afligidísimo.

Jesús deja la columna y va a su encuentro. ¿Qué os pasa?" les pregunta compasivamente.

El hombre lo mira, sorprendido de que se interese por ellos, tal vez le parezca que la pregunta no sea delicada; pero la mirada de Jesús es tan dulce que lo desarma. Antes de decir lo que sufre, pregunta: "¿Cómo es posible que un rabí se interese de las penas de un sencillo israelita?"

"Porque el rabí es tu hermano. Tu hermano en el Señor y te ama como está escrito en el mandamiento."

"¡Mi hermano! Soy un pobre campesino de la llanura de Sarón, hacia Dora. Tú eres un rabí."

"El dolor es tanto para los rabíes como para los demás. Sé lo que significa el dolor, y quisiera consolarte."

La mujer se levanta un momento el velo para mirar a Jesús y en voz baja dice a su marido: "Díselo. Tal vez nos pueda ayudar..."

 

Los sencillos esposos cuentan a Jesús su aflicción

 

"Rabí, tuvimos una hija. La tenemos. Por ahora todavía la tenemos... La casamos decorosamente con un joven que uno de nuestros amigos nos garantizó que sería un buen marido. Eso fue hace seis años. Les han nacido dos niños. Dos... porque después el amor se desvaneció... tanto que ahora... el esposo quiere el divorcio. Nuestra hija llora y se muere. Por esto dijimos que todavía la tenemos, porque dentro de poco morirá de dolor. Hemos hecho todo lo posible por persuadir a su marido. Hemos rogado mucho al Altísimo...Pero ninguno de los dos ha escuchado... Vinimos acá en peregrinación por este motivo y nos hemos quedado aquí por todo el tiempo de una luna. Todos los días en el Templo. Yo en mi lugar, mi mujer en el suyo... Esta mañana un criado de mi hija nos trajo la noticia que su esposo había ido a Cesarea para mandarle desde allá el libelo de divorcio. Esta es la respuesta que nuestras plegarias han obtenido..."

"No hables así, Santiago" suplica su mujer en voz baja. Y luego: "El Rabí nos puede maldecir como a blasfemos... Dios nos puede castigar. Es nuestro dolor. Viene de Dios... Y si nos ha castigado, señales de que lo merecíamos" termina con un sollozo.

 

No, mujer. No os voy a maldecir y Dios no os va a castigar. 

Así como os digo que no es Dios quien os envía este dolor, 

sino que es el hombre quien os lo causa

 

"No, mujer. No os voy a maldecir y Dios no os va a castigar. Así como os digo que no es Dios quien os envía este dolor, sino que es el hombre quien os lo causa. Dios lo permite para prueba vuestra y para probar al marido de vuestra hija. No perdáis la fe y el Señor os escuchará."

"Es tarde. Nuestra hija ya fue repudiada y ha perdido su fama..." dice el marido.

 

Jamás es tarde para el Altísimo. En un instante y por la

 oración persistente, puede cambiar el curso de los sucesos

 

"Jamás es tarde para el Altísimo. En un instante y por la oración persistente, puede cambiar el curso de los sucesos. De la copa a los labios hay tiempo para que la muerte pueda encajar su puñal e impedir que quien ya tenía la copa en sus labios, no la beba. Y esto porque Dios ha intervenido. Os lo aseguro. Volved a vuestros lugares de plegaria y continuad hoy, mañana y pasado mañana, y si conserváis vuestra fe, veréis el milagro.

"Rabí, tratas de consolarnos... pero en estos momentos... No se puede. Tú lo sabes, no se puede anular el libelo una vez que se entrega a la repudiada" insiste el marido.

"Te digo que tengas fe. Es verdad que no se le puede anular, pero ¿sabes que tu hija ya lo recibió?"

"De Dora a Cesarea el camino no es largo. Mientras vino hasta aquí el siervo, no hay duda de que Jacob haya regresado ya a casa y expulsado a María."

"El camino no es largo, pero ¿estás seguro que ya lo hizo? ¿No puede una voluntad superior a la humana haber detenido a un hombre, si Josué, con la ayuda de Dios, detuvo el sol? Vuestra plegaria persistente y llena de confianza que tiene un buen fin, ¿no es acaso una voluntad santa que se opone a una mala? ¿Y puesto que pedís una cosa buena a Dios, a vuestro Padre, ¿no os ayudará a detener los pasos de ese insensato? ¿No os habrá ya escuchado? Y si el hombre se obstinase aun en ir, ¿lo podrá hacer si vosotros continuáis pidiendo al Padre una cosa justa? Os digo: id a orar hoy, mañana y pasado mañana y veréis el milagro."

"¡Vamos, Santiago! El Rabí sabe lo que dice. Si nos manda ir a orar señal es que sabe que es justo. Ten fe, esposo mío. Siento una gran paz, siento que una esperanza me nace donde antes había sólo dolor. Dios te lo pague, Rabí bueno, y que te escuche. Ruega también por nosotros. Ven, Santiago, ven" y logra persuadir a su marido que la sigue después de haberse despedido de Jesús con el acostumbrado saludo judío: "La paz sea contigo", al que Jesús responde de igual modo.

"¿Por qué no les dijiste quién eras? Hubieran orado con más tranquilidad" dicen los apóstoles. Felipe añade: "Se lo voy a decir."

 

"No quiero. Habrían orado con más serenidad pero 

con menos mérito. De este modo su fe es perfecta 

y será premiada."

 

Jesús lo detiene diciéndole: "No quiero. Habrían orado con más serenidad pero con menos mérito. De este modo su fe es perfecta y será premiada."

"¿De veras?"

"¿Queréis que hubiera mentido a esos dos infelices?"

 

Parábola 

 

Escuchad esta parábola que os mostrará el valor de la

 oración perseverante

 

Cómo deben ser los jueces y magistrados

 

Mira a la gente que le rodea. Será alrededor de un centenar de persona. Dice: "Escuchad esta parábola que os mostrará el valor de la oración perseverante.

Sabéis lo que dice el Deuteronomio al hablar de los jueces y magistrados: que deben ser justos y misericordiosos escuchando con imparcialidad a quien recurre a ellos, pensando siempre que deben juzgar el caso que se les presenta, como si fuera un caso propio, personal, sin tener en cuenta regalos o amenazas, sin consideraciones por los amigos culpables y sin dureza para los que no están en buenas relaciones con ellos. Si las palabras de la Ley son justas, no lo son los hombres y no saben obedecer la Ley. De este modo se ve que con frecuencia la justicia humana es imperfecta, porque son raros los jueces que sepan conservarse puros de cohecho, que sean misericordiosos, pacientes para con ricos y pobres, para con las viudas y huérfanos, como lo son para los que no se encuentran en tales circunstancias.

En una ciudad había un juez muy indigno del oficio que había alcanzado a través de familiares de mucha influencia. Por su parte era parcial en juzgar y propenso a dar razón al rico y al poderoso, a quien recomendaban éstos, o bien a quien le hacían grandes regalos. No tenía temor de Dios y se burlaba de las quejas de los pobres y de los débiles porque estaban solos y sin quien los defendiese. Cuando no quería escuchar a quien claramente tenía razón contra un rico, y al que no quería condenar, lo mandaba arrojar de su presencia amenazándolo con echarlo en la cárcel. Los más soportaban su modo violento de ser, resignándose a la derrota aun antes de que su caso se discutiese.

En aquella ciudad vivía una viuda cargada de hijos, la cual debía recibir una fuerte suma de dinero por trabajos que su difunto esposo había hecho para un rico. Obligada por la necesidad y amor maternal, había tratado de hacerse pagar del rico, y con ese dinero dar de comer a sus hijos y vestirlos para el invierno que se acercaba. Pero como el rico no le hizo caso pese a todas sus súplicas e insistencia, se dirigió al juez.

Este era amigo del rico que le había dicho: "Si me das la razón un tercio de la suma es tuyo". Por esto se hizo sordo a las palabras de la viuda que le decía: "Hazme justicia de mi adversario. Ves que tengo necesidad. Todos pueden decir si no tengo derecho a la suma". Se hizo sordo e hizo que sus ayudantes la arrojasen. Pero la mujer volvió una, dos, diez veces; por la mañana, al mediodía, por la tarde, incansable. Lo seguía por las calles gritándole: "Hazme justicia. Mis hijos tiene hambre y frío. Y no tengo con qué comprar harina y ropa". Se presentaba en el umbral de la casa del juez cuando éste volvía a ir a sentarse a la mesa con sus hijos. Y el grito de la viuda: "Hazme justicia de mi adversario, pues mis hijos y yo tenemos hambre y frío" penetraba hasta el interior de la casa del comedor, de la alcoba durante la noche, persistente como el chillido de una lechuza: "Hazme justicia, si no quieres que Dios te castigue. Hazme justicia. recuerda que la viuda y los huérfanos valen mucho ante los ojos de Dios y ¡ay de quien los pisotea! Hazme justicia si no quieres sufrir un día lo que sufrimos nosotros. El hambre que tenemos, el frío que soportamos lo encontrarás en la otra vida, si no me haces justicia. ¡Pobre de ti!"

El juez no tenía temor de Dios, ni del prójimo. Pero al verse siempre perseguido, objeto de burla de parte de toda la ciudad, y hasta de escarnio, terminó por cansarse. Un día se dijo a sí mismo: "Aunque yo no tema a Dios ni las amenazas de la mujer, ni el que dirán mis conciudadanos, sin embargo, para quitarme de encima tanta molestia, haré caso a la viuda y le haré justicia, obligando al rico a que le pague. Basta con que no me siga por todas partes y se me quite de encima". Llamó a su amigo rico y le dijo: "Amigo mío, no es posible que pueda darte gusto. Cumple con tu deber y paga, porque no puedo soportar que se me moleste por tu causa. Lo he dicho". El rico tuvo que desembolsar la suma de dinero según justicia.

 

Aplicación de la parábola

 

Esta es la parábola. Ahora voy a aplicarla.

Oíste las palabras de un inicuo: "Para quitarme de encima tanta molestia, haré caso a la vida". Y era un inicuo. Pero Dios, el Padre óptimo, ¿será acaso inferior al juez malo? ¿No hará justicia a sus hijos que lo invocan de día y de noche? ¿Les hará esperar el favor pedido hasta que su alma está ya agotada de tanto rogar? Yo os digo que prontamente les hará justicia para que su alma no pierda la fe. Pero es necesario también saber orar, sin cansarse después de las primeras oraciones, y saber pedir cosas buenas. También hay que confiarse a Dios diciendo: "Que se haga lo que según tu sabiduría ves que nos es útil".

Tened fe. Sabed orar con fe en la plegaria y en Dios vuestro Padre. El os hará justicia contra los que os oprimen: bien sean hombres o demonios, enfermedades y otras desgracias. La oración perseverante abre el cielo, y la fe salva el alma por la plegaria. ¡Vámonos!"

 

"¿Pero cuando el Hijo del hombre torne, 

encontrará acaso todavía fe en la tierra?"

 

Se dirige a la salida. Está ya casi fuera del recinto cuando levantando su cabeza para mirar a los pocos que siguen y a los muchos indiferentes u hostiles que lo miran desde lejos, exclama: "¿Pero cuando el Hijo del hombre torne, encontrará acaso todavía fe en la tierra?" y suspirando se envuelve en su manto, caminando a pasos largos hacia el suburbio de Ofel.

IX. 464-470

A. M. D. G.