EN CASA DE JOSÉ DE SÉFORIS
#Pues bien, Yo te aseguro que me servirás hasta mi nueva venida, la final
#Hemos llegado a la casa de José. Llama y entramos
#Jesús se interesa por un niño que viene a verles
La casa de José no es la de José de Arimatea, sino la de un viejo galileo de Séforis, amigo de los hijos de Alfeo y sobre todo de los más adultos porque fue amigo, y tal vez hasta pariente, del viejo y ya difunto Alfeo. Si no me equivoco, está en estrechas relaciones con los hijos del Zebedeo por negocios del pescado seco que se importa de Genesaret a la capital junto con otros productos de la Galilea que tanto aman los galileos que están radicados en Jerusalén. Esto lo deduzco de la conversación que tienen los dos hijos de Alfeo y Juan con Tomás.
Por su parte Jesús está un poco detrás con Mannaén, al que encarga que vaya a casa de José de Arimatea y de Nicodemo diciéndoles que vengan a Él. Cosa que Mannaén se dispone a cumplir al punto. Jesús se junta con los tres para recomendarles nuevamente que sean prudentes en sus palabras "por amor del levita que los puso en salvo", luego se separa y a pasos largos se dirige por un vericueto...
En breve lo alcanza Juan.
"¿Para qué viniste?"
"No podíamos dejarte así solo... y vine yo."
"¿Crees que podrías defenderme solo contra tantos?"
"No estoy cierto, pero por lo menos moriría antes de Ti. Y eso bastaría."
"Morirás, Juan, mucho tiempo después de Mí.
No te entristezcas. Si el Altísimo te deja en el mundo
la razón es que quiere que le sirvas y que sirvas a su Verbo."
"Morirás, Juan, mucho tiempo después de Mí. No te entristezcas. Si el Altísimo te deja en el mundo la razón es que quiere que le sirvas y que sirvas a su Verbo."
"Pero después..."
"Después servirás y todo el tiempo que quisieres hacerlo como nuestros corazones desean. Pero aun después de muerto me servirás."
"¿Cómo podré hacerlo, Maestro mío? Si estoy contigo en el cielo te adoraré. Pero no podré servirte en la tierra una vez que la haya dejado..."
Pues bien, Yo te aseguro que me servirás
hasta mi nueva venida, la final
te aseguro que lo que Yo seré todavía, que tu dejarás y será
luz para quien la busca, no será destruido pese a que el
Infierno, bajo todos modos, trate de aniquilarlo.
¡Aun más! Aquellos que crean en Mí imperfectamente,
porque aunque me acepten, no aceptarán a mi Pedro,
siempre correrán al faro tuyo como navecillas sin piloto
y sin brújula, que van derecho en medio de su tempestad
hacia una luz, porque luz quiere decir también salvación.
"¿De veras? Pues bien, Yo te aseguro que me servirás hasta mi nueva venida, la final. Muchas cosas se acabarán antes del último tiempo, así como los ríos que se secan y se convierten en polvo y piedras secas. Pero tú continuarás siendo un río que hará resonar mi palabra y que reflejará mi luz. Será la última luz que quede para recordar al Mesías. Pues tu luz será toda espiritual y los últimos tiempos serán tiempos de lucha de las tinieblas contra la luz, de la carne contra el espíritu. Los que sepan perseverar en la fe, hallarán fuerza, esperanza, consuelo en lo que dejarás después de ti y que será todavía algo que te pertenece... que será mío sobre todo porque Yo y tú nos amamos; donde estés estaré, y donde Yo, tú. He prometido a Pedro que la Iglesia, que tendrá como cabeza y como base mi Piedra, no será destruida por el infierno con sus siempre repetidos y feroces asaltos, mas ahora te aseguro que lo que Yo seré todavía, que tu dejarás y será luz para quien la busca, no será destruido pese a que el Infierno, bajo todos modos, trate de aniquilarlo. ¡Aun más! Aquellos que crean en Mí imperfectamente, porque aunque me acepten, no aceptarán a mi Pedro, siempre correrán al faro tuyo como navecillas sin piloto y sin brújula, que van derecho en medio de su tempestad hacia una luz, porque luz quiere decir también salvación."
"Pero, ¿qué podré dejar yo, Señor mío? Yo soy... un pobre... un ignorante... No tengo otra cosa que el amor..."
"Exacto: dejarás el amor. Y el amor por tu Jesús será palabra. Muchos, muchos, aun entre los que no pertenezcan a mi Iglesia, entre los que no pertenezcan a ninguna, pero que buscarán una luz y un consuelo para aguijón de su espíritu insatisfecho, por necesidad de compasión en las penas, vendrán a ti y me encontrarán a Mí."
"Yo quisiera que los primeros que te encontrasen, fuesen estos judíos malos, estos escribas y fariseos... Pero no sirvo para mucho..."
Hemos llegado a la casa de José. Llama y entramos
"No puede entrar cosa alguna donde todo está lleno. No te desanimes... Hemos llegado a la casa de José. Llama y entramos."
Es una casa estrecha y alta; al lado una bodega baja y apestosa de cosas amontonadas. Al lado de ésta un patio de paredes negruzcas, un patio de forma como de hospedería, como lo eran en tiempos antiguos, con pórticos para las mercancías, pesebres para los animales de carga y habitacioncillas o cuartuchos para los pasajeros. Se ve un patio empedrado sin ningún arte, un estanque, dos pesebres bajos y oscuros, un tinglado rústico que sirve de portal, apoyado a la casa, y con una portezuela que comunica con el almacén. La casa es vieja, oscura, con una puerta alta y estrecha ante la que hay tres escalones de piedra que los años han consumido.
Juan llama a la puerta y espera hasta que una celosía se abre y la cara arrugada de una anciana se ve en la penumbra: "¡Oh, Juan! voy a abrir. Dios sea contigo" dice. La puerta se abre con mucho ruido de cerrojos.
"No vengo solo, María. Está el Maestro."
"La paz sea contigo también honra de Galilea. Feliz es el día que guía los pies del Santo para que entren en la casa de un verdadero israelita. Entra, Señor. Voy a avisar al punto José. Está haciendo los últimos trabajos porque durante el mes triste de etamín las tardes siempre están ocupados."
"Déjalo que siga su trabajo. Nos quedaremos hasta mañana."
"Un gran placer para nosotros. Hace tiempo que te esperábamos. Hace algunos día tu hermano José nos pidió noticias tuyas. Mi esposo te lo contará mejor. Mira, aquí puedes quedarte... Te dejo, Señor, porque estoy cociendo el pan. Debe estar pronto antes de que se ponga el sol. Si quieres alguna cosa Juan sabe dónde estoy."
"Vete tranquila. No necesitamos de otra cosa más que de que nos hospedes."
Se quedan solos por un poco de tiempo. Luego una carita morena se asoma por detrás de la cortina que separa la habitación de un corredor y curiosea temerosa.
Jesús se interesa por un niño que viene a verles
"¿Quién es ese niño?" pregunta Jesús a Juan.
"No lo sé, Señor. Antes no estaba. Para decir verdad, desde que estoy contigo no he vuelto con mi padre a aquí. Ven aquí, niño."
"El niño se acerca con sus pasitos.
"¿Quién eres?"
"No te lo digo."
"¿Por qué?"
"No quiero oír que me digan palabras feas. Si las dices te respondo y a José no le gusta."
"Esto sí que es raro, Maestro, ¿qué piensas?" Juan se echa a reír con el razonamiento del pequeñuelo.
También Jesús se sonríe. Levanta su mano para atraer hacia Sí al niño y lo mira fijamente: "¿Sabes quién soy yo?"
"Sí que lo sé. Eres el Mesías. De quien será todo el mundo y entonces no se dirán más palabras feas a los niños, como a mí."
"¿No eres israelita, verdad?"
"Estoy circuncidado... y me dolió mucho. Pero... pero también el hambre era un tormento... y no tener mamá... y a nadie... Pero todavía es más doloroso sentir que se... que nos..." llora sin la valentía que poco hace tenía.
"Debe ser algún huérfano extranjero, Juan. Es probable que José lo haya recogido por piedad y hecho circuncidar..." explica Jesús a Juan extrañado de las razones y del llanto. Jesús toma al niño y lo pone sobre sus rodillas.
"Como te llamas. Te quiero mucho. Jesús quiere a todos los niños y sobre todo a los huérfanos. Tengo uno conmigo que se llama Marziam y que..."
"También yo soy así, porque también yo (la vocecita se convierte en un delicado murmullo) soy romano..."
"Te lo había dicho. Eres huérfano ¿verdad?"
"Sí... No recuerdo a mi papá, pero a mi mamá, sí. Se murió cuando ya era mayor... y me quedé solo. Nadie me quería. Desde Cesarea me vine a pie detrás de los viajeros, después de que el patrón regresó... Mucha hambre. Si decía mi nombre, golpes... Porque todos colegían quien era por mi nombre. Vine acá durante una fiesta. Tenía hambre. Entré en los establos con una caravana y me escondí en la paja para comer de la cebada y de las algarrobas de los asnos. Un borrico me mordió y grité. Corrieron y querían pegarme, pero José dijo: "No. Él lo hizo y dice que hará lo que Él hace. Tomo al niño y lo haré un israelita". Me tomó consigo y ha tenido cuidado de mí junto con María y me puso otro nombre diverso del mío... Mi mamá me llamaba Marcial..." las lágrimas corren por sus mejillas.
"También Yo te llamaré Marcial como la mamá. Es una cosa buena lo que ha hecho José. Debes quererlo mucho."
"Sí, pero menos que a Ti. Él dice siempre: "Si un día encontrare a Jesús de Nazaret, al Mesías, ámalo con todo tu ser, porque gracias a Él fuiste salvado del error". María dijo desde allá a la criada que en casa estaba el Mesías y vine a ver a quien me había salvado."
"No sabía que José hubiese hecho esto. Era así... avaro... Nunca hubiera pensado que hubiera podido... ¡Pobre José! Avaro e infeliz con sus hijos. No respetaron sus canas."
"Lo sé. ¿Pero ves? Probablemente gracias a este niño vuelve a ser otro... y olvida. Dios le recompensa de todo lo que ha hecho para con este niño. ¿Cómo te llamas ahora?"
"Tengo un nombre feo. No me gusta porque empieza como el mío. Me llamo Manasés... Pero María que comprende, me llama "Man"." Y el niño dice esto con una carita tan desconsolada que Jesús y Juan no pueden menos de sonreír.
Jesús para consolarlo le dice: Manasés es un nombre
que tiene un significado muy tierno para nosotros
Jesús para consolarlo le dice: "Manasés es un nombre que tiene un significado muy tierno para nosotros. Quiere decir: el Señor me ha hecho olvidar todos los dolores. José te lo puso pensando que tú le harías olvidar todos sus dolores. Y lo harás por gratitud. Tú mismo, con el nuevo nombre, anuncias que el Señor te ha querido tanto que te ha dado un padre, una madre y una casa. ¿No es verdad?"
"Sí. De esta manera explicado, está bien... Pero José dice que debo olvidar aun mi casa. ¡Yo no quiero olvidarme de mi mamá!"
Jesús mira a Juan, y éste al Maestro, y sobre la cabecita morena del pequeñuelo hay un diálogo de miradas...
"A la mamá no se le puede olvidar, pequeñín. José no se ha explicado bien, o mejor dicho, no lo entendiste correctamente. No hay duda que él quiso decir que debes olvidar todo el dolor pasado, el dolor que tuviste en tu casa, porque ahora tienes ésta y debes sentirte feliz."
"¡Bueno, si es así, está bien! María es buena y me contenta en todo. Ahorita me está haciendo mis tortas. Voy a ver si están cocidas y te traigo una" y se baja de entre las rodillas de Jesús corriendo fuera de la habitación. El rumor de los pasitos se pierde en el largo corredor.
Siempre esta inclinación dura aun entre los mejores
de los nuestros.
¡Pretender lo imposible!
¡Son más severos que Dios, los hijos de su pueblo!
"Siempre esta inclinación dura aun entre los mejores de los nuestros. ¡Pretender lo imposible! ¡Son más severos que Dios, los hijos de su pueblo! ¡Pobre niño! ¿Se puede pedir a un niño que olvide a su madre porque fue circuncidado? Se lo diré a José."
"No sabía en realidad que hubiese hecho esto. Mi padre, como muchos galileos, baja a Jerusalén, y no me contó ni una palabra de esto... Me parece oír la voz de José..."
Jesús se pone de pie, Juan lo imita, prontos a saludar con el debido respeto al dueño de casa que entra y que a su vez se inclina con profundos saludos, terminando por arrodillarse a los pies de Jesús.
"Levántate, José. Ya he venido. Lo ves."
"Perdóname que te haya hecho esperar. El viernes es siempre un gran día. ¿Cómo estás, Juan? ¿Tienes noticias de tu padre?"
"No. Desde los Tabernáculos no lo veo."
"Entonces sabe que está bien, lo mismo que Salomé. Noticias recientes. De esta mañana. Con la última carga de pescado. También puedo decirte, a Ti, Maestro que tus familiares están bien en Nazaret. Al día siguiente del sábado regresará el que vino. Si queréis mandar algún recado... ¿Estáis solos?"
"No. Dentro de poco vendrán los otros..."
"¡Bien! Hay lugar para todos. Es una casa fiel. Me desagrada que María esté ocupada con el pan y yo con las ventas. Y vosotros solos... Hemos faltado por no honrarte y hacerte compañía como se merece un huésped, y un ¡gran huésped!"
"Un hijo de Dios como tú, José. Los que siguen la ley de Dios todos son iguales."
"¡Eh, no! Tú eres Tú. No soy un necio como estos judíos. Tú eres el Mesías."
"Por voluntad de Dios. Pero por mi voluntad y obligación soy como tú, un hijo de la ley."
"¡Eh! Los que te calumnian no saben ni decir ni hacer lo que acabas de decir y lo que siempre haces."
"Pero tú haces mucho más de lo que enseño. Ya vi al niño, José..."
"¿Lo has visto? ¡Vino! Sabe que no me habría gustado. Por Ti... sí. Pero podía acaecer que no fueses Tú..."
"¿Y entonces? ¿Hubiera sucedido algo?"
"Es que no me gusta. No hay otra razón."
Pero el niño puede pensar que te avergüenzas
de presentarlo a los demás...
"¿Es verdad? ¿Por qué? Explícamelo."
"¿Cuál, José? ¿Para que no se te alabe? Tu pensar es digno de encomio. Pero el niño puede pensar que te avergüenzas de presentarlo a los demás..."
"¡Es verdad!"
"¿Es verdad? ¿Por qué? Explícamelo."
"Mira. El niño no es un hebreo nacido de padres hebreos, ni de prosélitos, ni de madre hebrea y padre gentil. Es hijo de dos romanos, libertos de un romano que vivía en Cesarea marítima. Tuvo consigo al niño mientras vivió en dicha ciudad. Pero al irse no pensó más en él y se quedó solo el niño. Los hebreos, claro está, no lo recogieron. Los romanos... Tú sabes lo que son ellos... ¡Y luego ésos de Cesarea! El niño, andaba pidiendo limosna..."
"Lo sé. Llegó aquí y tú lo acogiste. Dios ha escrito este acto tuyo en el cielo."
"¡Lo he hecho circuncidar! Y le cambié el nombre. ¡Un nombre pagano! ¡Idólatra! Pero no quiero que se muestre a los demás y que recuerde su pasado."
"¿Por qué, José?" pregunta dulcemente Jesús y prosigue: "El niño por esto sufre. Recuerda a su madre. ¡Se comprende!"
"Se comprende también mi deseo de no ser criticado por haber acogido a un..."
Un inocente. No más que eso, José.
¿Por qué temes el juicio de los hombres, cuando un juicio
más alto, el divino, sanciona tu acción como santa?
"Un inocente. No más que eso, José. ¿Por qué temes el juicio de los hombres, cuando un juicio más alto, el divino, sanciona tu acción como santa? ¿Te avergüenzas de una acción buena por respeto humano o por temor a represalias? ¿Por qué quieres dar al niño un ejemplo de doblez como es la que se ve al haberle cambiado nombre y querer que ahogue su pasado, por temor de que te venga algún daño? ¿Por qué quieres inculcar en el niño el desprecio a su padre y madre? Mira, José, hiciste una cosa digna de alabanza, pero la cubres de polvo con esas... ideas imperfectas. Has imitado una de mis acciones. Has acogido mis palabras. Eso está bien. ¿Por qué, ya que me imitaste, no haces que tu acción sea perfecta? ¿Por qué no dices: "Sí. El niño es romano, pero yo no siento repugnancia por él porque es hijo del Creador como vosotros lo sois. Sólo he querido que viva en nuestra ley, y lo hice circuncidar?" La verdadera circuncisión está por llegar y se verificará en el corazón de los hombres, del que se arrancará el triple anillo de la concupiscencia que ahoga, y por esto si aun cuando el niño hubiera permanecido inocente hasta ese tiempo... Pero no quiero reprocharte esto. Hiciste bien en hacerlo hebreo, pues lo eres. Pero déjale su nombre. En lo porvenir cuántos Marciales, Cayos, Felices, Cornelios, Claudios, etc., serán del Mesías y del cielo. Puede suceder también que el niño, que no sabe nada de los hebreos o gentiles, llegará a ser mayor de edad cuando venga la verdadera y nueva ley que se establecerá en el nuevo templo y con nuevos sacerdotes, y no como crees sino que Dios lo examinará y lo encontrará digno de su nuevo templo. Déjale el nombre que su madre le dio. Sigue siendo para él una caricia maternal. Comprendo lo que quisiste hacer con darle el nombre de Manasés. Pero déjale el suyo de Marcial. Y a quien te preguntare, respóndele: "Sí. Es Marcial. Como aquel discípulo del Mesías a quien le puso nombre su Madre María" Ten valor en hacer el bien, José. Serás grande, muy grande."
"Maestro, como Tú quieras. No quiero darte disgusto. ¿Crees que... he hecho bien aun como hombre?"
"Sí. Tu dolor te ha hecho bueno, por eso está bien lo que hiciste. Y esta acción tuya es buena."
Toquidos a la puerta que da a la calle interrumpen la conversación.
IX. 487-493
A. M. D. G.