EN BETERÓN
#Te voy a decir lo que te pasa: es una tentación del demonio para estorbarte a que vengas
#Avisan a Jesús que vaya a curar a la mujer de Elquías que está agonizando
#el jefe del manípulo romano pide a Jesús que cure de la rotura de una pierna a un soldado suyo
#Jesús cura de la pierna al soldado romano
#Jesús quiere que traigan a la mujer que estaba agonizando ante Él. De mala gana la van a buscar
#Se presenta ante Jesús la mujer agonizante ya curada y reprocha al hombre su mala intención
#cuando se acude a Dios por fines malos o no puros, es en vano invocar su ayuda
#Os vine a decir que seáis sinceros en vuestras acciones porque Dios ve todas las cosas
#Beterón, no permitas que tus habitantes hagan lo que Abdías dice de Edom
#triste es el futuro de este lugar donde anidan las sierpes para engañar y traicionar.
#"No trato de conquistar el amor con compromisos, con mentiras."
Jesús está todavía entre los montes. Además de los apóstoles y discípulos le siguen otras personas, entre ellas los discípulos ex-pastores, que probablemente encontró en algún poblado por donde pasó. Jesús sube de un valle hacia un monte, por un camino que sigue zigzagueando la pendiente y que debe ser un camino romano, por su pavimentación, por su buen estado, características propias de los caminos romanos. Se ve gente que camina y que se dirige al valle, o del valle al grupo de montes sobre los que se ven poblados y ciudades. Alguien al ver a Jesús y después de saber quién es, le sigue; otros sólo lo miran, otros mueven su cabeza y sonríen maliciosamente.
Un piquete de soldados romanos lo alcanza con su pesado caminar y su golpeteo de armas y corazas. se vuelven a mirar a Jesús, que dejando el camino romano, toma un camino... judío que lleva a la cima donde hay un poblado. Un camino lleno de piedras y lodo, donde o el pie tropieza, o se hunde en alguno que otro bache. Los soldados que se dirigen a la misma población, después de haber hecho un alto, vuelven a ponerse en camino y la gente se ve obligada a hacerse a un lado, pues el camino es estrecho. Se oye algún silbido, pero la disciplina de ir en formación impide a los soldados a responder en igual forma.
Han alcanzado nuevamente a Jesús, que se ha hecho a un lado para dejarlos pasar y que los mira con sus dulces ojos que parecen bendecirlos y acariciarlos con las luces de sus brillantes zafiros. Las rígidas caras de los soldados se esclarecen con una especie de sonrisa, que no es ironía, sino más bien señal de un saludo respetuoso.
Un joven se acerca a Jesús y dialoga con El.
Jesús le aclara sus dudas,
le descubre sus tentaciones
y le anima a seguir el camino de la perfección
Pasan. La gente se mete otra vez en el camino, detrás del Rabí que va delante de todos. Un joven se separa del grupo y alcanzando al Maestro lo saluda con respeto. Jesús le devuelve el saludo.
"Quiero hacerte una pregunta, Maestro."
"Hazla."
Pero antes de hacerlo quiero saber con mayor
precisión
lo que es necesario hacer y lo que no debe hacerse.
"Fue una mañana después de la pascua cuando te oí cerca de un monte cercano a los desfiladeros de Carit. Y desde entonces he estado pensando que... también podría ser de los que llamas. Pero antes de hacerlo quiero saber con mayor precisión lo que es necesario hacer y lo que no debe hacerse. He preguntado a tus discípulos cada vez que los he encontrado. Unos me han dicho esto, otros que aquello. No he sabido qué hacer. Me he quedado como espantado. Todos estuvieron de acuerdo en una cosa, unos con mayor, otros con menor intransigencia, y fue la obligación de ser perfectos. Yo... soy un pobre hombre, Señor, y la perfección sólo es de Dios... Volví a escucharte y en ese entonces dijiste: "Sed perfectos". Me he desilusionado. Por tercera vez te oí y esto fue hace unos cuantos días en el Templo. Y aunque fuiste severo sin embargo me parece que no es imposible llegarlo a ser porque... ni yo mismo lo comprendo, ni puedo explicármelo, ni explicártelo. Me pareció que si era algo imposible, o peligros desear llegar a ser como dices, Tú, que nos quieres salvar, no nos lo propondrías, pues la presunción es pecado. El querer ser dioses fue el pecado de Lucifer. Pero tal vez debe haber una manera para llegarlo a ser, para obtenerlo sin pecar, y es siguiendo tu doctrina salvadora. ¿Digo bien?
"Muy bien. ¿Y luego?"
"He seguido preguntando a éste y a aquél. Ayer supe que estabas en Rama y vine a verte. Con permiso de mi padre te he seguido. Y siempre quisiera venir..."
"¡Ven, pues! ¿De qué tienes miedo?"
"No lo sé... ni siquiera yo mismo... pregunto, pregunto... pero cuando te escucho me parece siempre fácil y me decido en venir, después volviéndolo a pensar, o peor, preguntando a éste o a aquél, me parece muy difícil."
Te voy a decir lo que te pasa:
es una tentación del demonio
para estorbarte a que vengas
"Te voy a decir lo que te pasa: es una tentación del demonio para estorbarte a que vengas. Te atemoriza con fantasmas, te perturba, te hace que preguntes a quien tiene como tú necesidad de luz... ¿Por qué no viniste a Mí directamente?"
"Porque tenía... miedo no, pero... Nuestros sacerdotes y rabinos ¡tan duros y soberbios! Y Tú... no me atrevía a acercárme. Pero ayer en Emmaús... ¡Oh, creo que comprendí que no había que tener uno miedo! Y ahora estoy aquí a preguntarte lo que quisiera saber. Hace poco un apóstol tuyo me dijo: "Ve y no tengas miedo. Es bueno para con los pecadores". Otro me dijo: "Lo harás feliz si le muestras confianza. Quien confía en El, encuentra que es más dulce que la madre propia". Y otro añadió: "No sé si me equivoco, pero te dirá que la perfección radica en el amor". Esto dijeron tus apóstoles, por lo menos algunos de los que parecen mejores. De entre los discípulos, algunos parecen ser eco de tu voz. De entre los apóstoles hay algunos que... atemorizan a un pobre como yo. Uno me dijo con una sonrisa maligna: "¿Quieres llegar a ser perfecto? No lo somos nosotros que somos sus apóstoles ¿y quieres serlo tú? Es imposible". Si no hubieran hablado los otros, hubiera huido desconsolado. Pero hago la última prueba... si también Tú me dijeses que es imposible..."
"Hijo mío, ¿quieres que haya venido a proponer
cosas imposibles a los hombres?..."
"Hijo mío, ¿quieres que haya venido a proponer cosas imposibles a los hombres? ¿Quién crees que fue el que te puso en el corazón este deseo de llegar a ser perfecto? ¿Tu mismo corazón?"
"No, Señor. Me imagino que Tú, con tus palabras."
"No estás lejos de la verdad. Respóndeme. ¿Ante tus ojos que son mis palabras?"
"Muy rectas."
"Está bien. Pero quiero decir: palabras de hombre o más que de hombre?"
"Tú hablas como la Sabiduría y más dulce y más claro. Por esto digo que tus palabras son más que de un hombre. No creo equivocarme, si es que comprendí bien lo que dijiste en el Templo. Pues me pareció que dijiste que eres la misma Palabra de Dios y que por esto hablas como de parte de Dios."
"Comprendiste bien y lo dijiste bien. ¿Entonces quién te puso en el corazón el deseo de perfección?"
"Dios, por medio de su Palabra."
si Dios, que conoce la capacidad de los hombres,
les dice:
"Venid a Mí. Sed perfectos",
señal es que sabe que el hombre, si quiere,
puede llegar a serlo.
Es una voz que habla desde hace mucho.
"Fue, pues, Dios. Ahora piensa: si Dios, que conoce la capacidad de los hombres, les dice: "Venid a Mí. Sed perfectos", señal es que sabe que el hombre, si quiere, puede llegar a serlo. Es una voz que habla desde hace mucho. La oyó por primera vez Abraham como una revelación, como una orden, una invitación: "Yo soy el Dios Omnipotente. Camina en mi presencia. Sé perfecto".(Cfr. Gén.17,1). Dios se manifestó para que el Patriarca no tuviese dudas de la santidad de la orden, y de la verdad de la invitación. Ordenó caminar en su presencia, porque quien camina en la vida, convencido de hacerlo bajo la mirada de Dios, no comete acciones malas. Por lo tanto se pone en condición de poder llegar a ser perfecto como Dios invita a serlo."
"¡Es verdad! ¡Es la misma verdad! Si Dios lo ha dicho es porque puede hacerse. ¡Oh, Maestro, qué bien se comprende todo cuando Tú hablas! Pero, ¿porqué tus discípulos, y también aquel apóstol, hacen que esta idea de la santidad... se revista de temor? ¿No creen acaso en las palabras que Dios dijo y en las tuyas? ¿O no saben caminar en la presencia de El?"
"No pienses en ellos. No juzgues. Mira hijo, puede ser que su mismo deseo de ser perfectos y su humildad les dice que nunca lo lograrán."
"¿Entonces el deseo de perfección y la humildad son obstáculo para ser perfectos?"
el deseo y la humildad no son obstáculos
para ser perfectos.
Antes bien es necesario tenerlos muy arraigados,
pero ordenados.
Cuando son ordenados
"No, hijo, el deseo y la humildad no son obstáculos. Antes bien es necesario tenerlos muy arraigados, pero ordenados. Lo son cuando no tienen prisas imprudentes, abatimientos sin razón, dudas y desconfianzas como son las de creer que, dada la imperfección del ser, el hombre no pueda llegar a ser perfecto. Todas las virtudes son necesarias, como también lo es un vivo deseo de llegar a la justicia"
¿cuál es la virtud indispensable?
"La caridad.
Si amas serás santo porque del amor al Altísimo
y al prójimo brotan todas las virtudes
y todas las buenas obras."
"Sí. Esto mismo me dijeron a quienes les pregunté. Me dijeron que es necesario poseer las virtudes. Unos me dijeron que ésta, otros que aquélla. Todos eran del parecer que era necesario poseer aquélla, como virtud indispensable para ser santos. Esto me llenaba de miedo porque, ¿cómo se pueden tener todas las virtudes en modo perfecto, hacer que nazcan justamente como un manojo de diversas flores? Se necesita tiempo... ¡y la vida es tan breve! Maestro, explícame, ¿cuál es la virtud indispensable?"
"La caridad. Si amas serás santo porque del amor al Altísimo y al prójimo brotan todas las virtudes y todas las buenas obras."
"¿Sí? De este modo es más fácil. Luego la santidad es amor. Si yo tengo la caridad, tengo todo... La santidad consta de ella."
la santidad no consiste en sólo ser humildes,
prudentes, castos y así sucesivamente,
sino en ser virtuosos.
la santidad no consiste en sólo ser humildes, prudentes, castos y así sucesivamente, sino en ser virtuosos.
"De ella y de las otras virtudes, porque la santidad no consiste en sólo ser humildes, prudentes, castos y así sucesivamente, sino en ser virtuosos. ¿Has visto, hijo mío, que cuando un rico piensa dar un banquete, mande acaso que se prepare un solo plato? O también, cuando alguien quiere ofrecer un manojo de flores, ¿acaso presenta una sola flor? ¿Verdad que no? Porque si a la mesa se pusiesen decenas de platos de la misma comida, los comensales criticarían a su anfitrión. Mostraría él, tal vez, sus riquezas con la abundancia, pero no mostraría su delicadeza en el gusto. Los comensales se saciarían con la variedad de platos, lo que haría un buen anfitrión. Lo mismo dígase del manojo de flores. Una sola flor, por más grande que sea, no hace un manojo. Pero muchas flores sí lo forman. Y la diversidad de colores y perfumes sacian la mirada y el olfato y hacen que se alabe al Señor. La santidad, que debemos considerar como un manojo de flores que se ofrece al Señor, debe formarse de todas las virtudes. En un espíritu predominará la humildad, en otro la fortaleza, en otro la continencia, en el de más allá la paciencia, en el de acá el espíritu de sacrificio o de penitencia, todas las virtudes nacidas bajo la sombra de la planta real y perfumadísima del amor, cuyas flores predominarán siempre en el manojo, pero todas las virtudes componen la santidad."
"¿Cuál debe cultivarse con mayor cuidado?"
"La caridad. Te lo dije."
"¿Y luego?"
"No existe un método, hijo mío.
Si tú amas al Señor, Él te dará sus dones..."
"¿Cuál debe cultivarse con mayor cuidado?"
"La caridad. Te lo dije."
"¿Y luego?"
"No existe un método, hijo mío. Si tú amas al Señor, Él te dará sus dones, esto es se comunicará a ti, y entonces las virtudes que tratas de hacer crecer robustas, crecerán bajo el sol de la gracia."
"En otras palabras, ¿en el alma que ama a Dios está Él, quien obra de una manera prodigiosa?"
"Sí, hijo. Es Dios quien obra prodigiosamente, dejando que el hombre ponga de suyo su libre voluntad de tender a la perfección, sus esfuerzos por rechazar las tentaciones para mantenerse fiel a su propósito, sus luchas contra la carne, el mundo, el demonio, cuando lo asaltan. Y esto para que su hijo tenga el mérito de su santidad."
"¡Ah, entendido! Entonces es muy puesto en razón decir que el hombre ha sido hecho para ser perfecto como Dios quiere. Gracias, Maestro. Ahora he comprendido. Voy a ponerlo en práctica. Ruega por mí."
"Te llevaré en mi corazón. Vete y no temas de que Dios te vaya a dejar sin ayuda."
El joven contento se separa de Jesús...
Avisan a Jesús que vaya a curar
a la mujer de Elquías que está agonizando
Están ya cerca del poblado. Bartolomé con Esteban alcanzan a Jesús para decirle que mientras hablaba con el joven, uno de Elquías el fariseo había venido a pedirle que lo llevase lo más pronto posible porque su mujer estaba agonizando.
"Vamos. Después hablaré. ¿Sabéis dónde está?"
"Dejó con nosotros un siervo suyo Viene detrás con los demás."
"Tráelo y apresuremos el paso."
El siervo acude. Un viejo robusto consternado. Saluda y mira a Jesús, que le sonríe y le pregunta: "¿De qué está muriendo tu patrona?"
"De... Tenía que dar a luz un niño. Pero se le murió en el vientre y su sangre se ha corrompido. Delira como una loca y está agonizando. Le han abierto las venas para que baje la calentura, pero toda la sangre está envenenada y debe morir. La han bajado a la cisterna para calmar el ardor. Este disminuye mientras está en el agua helada, luego y más que antes tose, y tose... ¡se morirá!"
"¡Y cómo no! ¡Con ciertos remedios!"
"¿Desde cuándo está enferma?"
el jefe del manípulo romano pide a Jesús
que cure de la rotura de una pierna
a un soldado suyo
El siervo va a responder cuando llega corriendo por la bajada el jefe del manípulo romano. Se detiene ante Jesús.
"¡Salve! ¿Eres Tú el Nazareno?"
"Lo soy. ¿Qué se te ofrece?"
Los seguidores de Jesús acuden, pensando en quien sabe qué cosa...
"Un día nuestro caballo mató a un niño hebreo y Tú lo curaste para impedir que los hebreos armasen alboroto contra nosotros. Ahora las piedras hebreas han hecho caer a un soldado y él está tendido con la pierna rota. No puedo detenerme. Estoy en servicio. Nadie lo quiere en el poblado. No puede caminar. No puedo llevarlo conmigo con la pierna rota. Sé que no nos desprecias como hacen todos los demás hebreos..."
"¿Quieres que te cure al soldado?"
"Sí. Curaste también al siervo del centurión y a la niña de Valeria. Salvaste a Alejandro de la ira de tus compatriotas. Estas cosas se saben entre los de arriba y entre los de abajo."
"Vayamos a donde está el soldado."
"¿Y mi patrona?" pregunta el siervo un poco descontento.
"Después." Jesús camina detrás del oficial que a paso largo sin estorbo de vestido alguno parece como si corriera. Pero aun así caminando, delante de todos, encuentra el modo de decir a Jesús que le precede: "Un tiempo estuve con Alejandro. El te... Hablaba de Ti. La causalidad me pone ahora cerca de Ti.."
"¿La casualidad? ¿Porqué no dices: Dios? ¿El verdadero Dios?"
El oficial por unos instantes guarda silencio, luego dice de modo que sólo sea Jesús quien lo oiga: "El verdadero Dios sería el de los hebreos... Pero no se hace amar, ¡si es como los hebreos! Ni siquiera tiene compasión de un herido..."
"El verdadero Dios es el Dios de los hebreos,
de los romanos, griegos, árabes, partos, escitas,
iberos, celtas, libios, hiperbóreos.
¡No hay más que un solo Dios!
Pero muchos no lo conocen...."
"El verdadero Dios es el Dios de los hebreos, de los romanos, griegos, árabes, partos, escitas, iberos, celtas, libios, hiperbóreos. ¡No hay más que un solo Dios! Pero muchos no lo conocen. Otros lo conocen mal. Si lo conociesen bien, todos se tratarían como hermanos, y no habría vejaciones, ni odios, ni calumnias, ni venganzas, ni lujurias, ni robos, homicidios, adulterios y mentiras. Yo conozco al Dios verdadero y vine para darlo a conocer."
Se dice que Tú eres Dios. ¿Es verdad?"
"Lo soy."
El soldado se siente anonadado
al ver que lleva delante a un dios...
"Se dice... Nosotros debemos siempre tener preparados a dar cuenta a los centuriones y éstos al Procónsul. Se dice que Tú eres Dios. ¿Es verdad?" El soldado... está preocupado... al decir estas palabras. Mira a Jesús de debajo de la sombra de su yelmo y parece que tuviese temor.
"Lo soy."
"¡Por Júpiter! ¿Es pues verdad que los dioses bajan a hablar con los hombres? ¡Después de haber recorrido el mundo tras de las insignias y venir aquí, ahora ya viejo, a encontrar a un dios!"
"A Dios. Al Único. No a un dios" le corrige Jesús.
El soldado se siente anonadado al ver que lleva delante a un dios... No habla más... Piensa. Piensa hasta la entrada del poblado donde encuentran el manípulo alrededor del herido que, tirado en tierra, se lamenta.
"¡Aquí lo tienes!" dice el oficial.
Jesús se abre paso. Se acerca. La pierna ha sufrido un duro golpe. El pie lo tiene al revés. Está hinchada y amarillenta. El soldado debe sufrir mucho. Al ver a Jesús que alarga su mano, suplica: "¡No me vayas a hacer mucho mal!"
Jesús cura de la pierna al soldado romano
Jesús sonríe. Apenas toca con la punta de sus dedos donde se ve el moretón de la fractura. Dice: "¡Levántate!"
"Tiene otra rotura más arriba, en la cadera" dice el oficial, como queriendo decir. "¿No tocas ésa?"
En ese momento uno de Beterón se acerca y dice. "Maestro, Maestro, pierdes el tiempo con los paganos y mi mujer se muere."
"Ve a traerla."
"No puedo. ¡Está loca!"
"Ve a traérmela si tienes fe en Mí."
"Maestro, no se puede. Está desnuda y no se puede vestir. Está loca y rasga los vestidos. Está agonizando. No puede más."
Jesús quiere que traigan a la mujer que estaba
agonizando ante Él.
De mala gana la van a buscar
"Ve a traérmela, si es que no eres inferior en la fe a estos gentiles."
El hombre se va de mala gana.
Jesús mira al romano extendido a sus pies: "¿Puedes tener fe?"
"Yo sí. ¿Qué quieres que haga?"
"Que te levantes."
"Ten cuidado, Camilo, que..." dice el oficial. Pero el soldado está ya de pie, ágil, curado del todo.
Los israelitas no lanzan sus hosannas. No es un hebreo el que ha sido curado. Parece como que estuviesen descontentos o por lo menos, en su mirada, se refleja una crítica contra Jesús. No así los soldados. Desenvainan sus cortas y anchas dagas, las levantan, después de golpearlas sobre los escudos, como si se tratase de una fiesta. Jesús está en medio del círculo de espadas.
El oficial no sabe como hacer para agradecer
la curación del soldado y lo saluda
como se saluda al emperador
El oficial lo mira. No sabe qué hacer, qué decir, él, un pagano que está cerca de Dios... Piensa y cree que debe tributar a Dios lo que tributaría al César. Da órdenes que se le dé el saludo militar dado al emperador (por lo menos así lo creo porque oigo que de los labios sale un "¡Ave!" fuerte mientras que las hojas de las espadas brillan al ponerse como horizontales sobre el brazo derecho) No contento con esto el oficial dice en voz baja: "No te preocupes si viajas de noche. Los caminos... están vigilados. Hay auxilio contra los ladrones. Puedes estar tranquilo. Yo..." Se calla. No sabe qué más decir.
Jesús le sonríe diciendo: "Gracias. Vete y sé bueno. Aun con los ladrones sé bueno. Sé fiel en tu servicio, pero sin crueldad. Son infelices. y deberán dar cuenta de sus acciones ante Dios."
"Haré como dices. ¡Salve! ¡Quisiera volverte a ver otra vez!..."
Jesús lo mira fijamente. Luego agrega: "Nos volveremos a ver, sobre otro monte." Y repite: "Sed buenos. Adiós."
Se presenta ante Jesús la mujer agonizante
ya curada
y reprocha al hombre su mala intención
Los soldados se ponen en marcha. Jesús entra en el poblado. Pocos metros adelante les salen al paso varias personas que se deshacen en comentarios. Del grupo salen un hombre y una mujer. El hombre es el que estuvo antes. Se inclinan ante Jesús. La mujer se pone de rodillas, el hombre no.
"Alzaos y alabad al Señor. Debo decirte a ti -el esposo- que tu conciencia no está limpia. Viniste a Mí por mero egoísmo, no porque me ames, ni porque creas en Mí. Dudaste de mi palabra. ¡Sabes quién soy! Después abrigaste un prejuicio, porque me detuve primero a curar a un gentil, así como todo el poblado que rehusó hospedar al herido. Por un exceso de misericordia y por tratar de que tu corazón sea bueno, curé a tu esposa sin haber ido a tu casa. No lo merecías. Lo hice para mostrarte que no era necesario presentarme allí. Basta que Yo lo quiera. Pero en verdad te digo, y digo a todos vosotros, que a quienes despreciáis son mejores de vosotros y saben creer mejor que vosotros en mi poder. Levántate, mujer. No eres culpable, porque no eras capas de pensar. Vete y procura creer de hoy en adelante en gratitud de lo recibido del Señor."
La expresión de los habitantes del poblado es fría. Reacciona solo cuando Jesús los reprende. Lo siguen con poco entusiasmo hasta la plaza donde se detiene a hablar, porque el sinagogo no lo invita a entrar en ella, ni tampoco alguna casa le abre sus puertas.
"Cuando Dios está con los hombres, éstos pueden todo
contra la desgracia,
cualquiera que sea su nombre.
Recordad a Josué, Macabeos.
la condición necesaria para tener a Dios
de nuestra parte es obrar por un motivo de justicia.
cuando se acude a Dios por fines malos o no puros,
es en vano invocar su ayuda
"Cuando Dios está con los hombres, éstos pueden todo contra la desgracia, cualquiera que sea su nombre. Cuando Dios, por el contrario, no está con ellos, no pueden nada contra desgracia alguna. En las crónicas de la ciudad se puede ver lo que ha sucedido en ella. Dios estuvo con Josué y éste derrotó a los reyes cananeos, y por este camino lo ayudó a destruir a los enemigos de Israel "mandando sobre ellos granizos como piedras, y murieron más los que mató el granizo que los que mató la espada", se lee en el libro de Josué.(Cfr. Jos.10). Dios estaba con Judas Macabeo, que se parapetó en estos montes con su pequeño ejército a esperar el poderoso de Cerón, jefe de los ejércitos sirios, y Dios premió las palabras del jefe de Israel con una gran victoria. Pero la condición necesaria para tener a Dios de nuestra parte es obrar por un motivo de justicia. "En las batallas la victoria no depende del número sino de la ayuda que viene del cielo" dijo Macabeo.(Cfr. 1Mac. 3, 13-24). En todas las cosas de la vida el bien no nace de la ascendencia del poder o de otra causa, sino de la ayuda que viene del cielo. Y llega porque se le pide para cosas buenas. Por nuestras vidas y por nuestras leyes, dijo el Macabeo (Cfr. Ib. 3,21). Pero cuando se acude a Dios por fines malos o no puros, es en vano invocar su ayuda. Dios no responderá o si responde lo hará con castigos en lugar de bendiciones.
Esta es una verdad que ha olvidado Israel. Se busca la ayuda de Dios y se le invoca por fines buenos. No se practican las virtudes y no se observan, como se debería, los mandamientos. Si se observa es para ser visto y los demás lo alaben. Pero muy distinto es lo que hay detrás de las apariencias.
Os vine a decir que seáis sinceros
en vuestras acciones
porque Dios ve todas las cosas
Beterón, no permitas que tus habitantes
hagan lo que Abdías dice de Edom
Os vine a decir que seáis sinceros en vuestras acciones porque Dios ve todas las cosas, y los sacrificios son inútiles, vanas las plegarias que se hacen por mera ostentación de culto, cuando el corazón está lleno de pecados, de odio, de perversos deseos.
Beterón, no permitas que tus habitantes hagan lo que Abdías dice de Edom (Ab. vv.10-15). Este pueblo, creyéndose seguro, creía que le era lícito oprimir a Jacob y regocijarse en sus derrotas. No te portes así, ciudad sacerdotal. Toma en tus manos y medita el rollo de Abdías. Medita. Cambia de derrotero. Sigue la justicia si no quieres conocer días horrorosos.. Entonces no te salvará el que estés sobre una cima, ni el que estés, aparentemente, lejos de los caminos donde se oye el estrépito militar. Veo que hay en ti muchos que no tienen a Dios consigo, que ni lo quieren. ¿Murmuráis? Os digo la verdad. Subí para decírosla, para salvaros porque todavía ha tiempo.
¿Por qué Israel, pues, se dividió y tomó dos nombres?
me trae a la mente el matrimonio de Oseas con la
prostituta y los hijos que nacieron de la fornicación
"¿No era acaso vuestro nombre uno sólo? ¿Y no era Israel un sólo pueblo? ¿Por qué, pues, se dividió y tomó dos nombres? ¡Oh, esto me trae a la mente el matrimonio de Oseas con la prostituta y los hijos que nacieron de la fornicación! Pero ¿qué dijo el profeta? "El número de los hijos de Israel será como la arena del mar... Y en vez de decirles: 'No sois mi pueblo', les será dicho: 'Sois hijos del Dios viviente'. Y los hijos de Judá e Israel se juntarán y elegirán un solo jefe y subirán de la tierra porque grande es el día de Yezrael" (Os. cap. 1) Oh, ¿por qué entonces criticáis al que debe reunir todo y hacer un solo pueblo, un solo gran pueblo, único, como único es Dios, amar a todos los hombres porque todos son hijos de Dios y hacer que todos sean hijos del Dios vivo aun cuando al presente parezcan muertos? ¿Podéis juzgar mis acciones, el corazón de ellos y el vuestro? ¿De dónde os viene la luz? La luz viene sólo de Dios. Si Dios me mandó con el encargo de reunir a todos bajo un solo cetro, ¿cómo podéis tener una luz, que sea verdaderamente divina, que os muestra las cosas contrariamente a como las ve Dios? Y con todo, vosotros veis al revés de Dios.
Pero mucho más lo están, los que os seducen
conduciéndoos a la injusticia.
No murmuréis. Es la verdad. Estáis fuera de la justicia. Pero mucho más lo están, los que os seducen conduciéndoos a la injusticia. Su castigo será doble. Me acusáis de que tengo amistades con el enemigo, con el dominador. Lo estoy leyendo en vuestros corazones. pero vosotros, ¿no os hacéis amigos de Satanás al haceros secuaces de los que atacan al Hijo del hombre, al Enviado de Dios? Vosotros me odiáis. Pero Yo conozco la cara de quien os inspira el odio. Como se lee en Oseas (Cfr. Os. por ej. 2 y 3 y 11). He venido con las manos llenas de dones y con el corazón lleno de amor. He tratado de atraeros con todos los modos más delicados para que me amaseis. He hablado a mi pueblo como el esposo a su esposa, ofreciéndole un amor eterno, paz, justicia, misericordia. Queda todavía una hora para evitar que mi pueblo me rechace, que los jefes que sublevan al pueblo -los conozco- queden sin rey ni príncipe, sin sacrificio, ni altar. Cerca de la madriguera, donde el odio es mayor y donde el castigo será más terrible, ved que se procura comprar las conciencias para encaminarlas al crimen. ¡Oh, los que descarrían y engañan las conciencias serán juzgados siete veces más severamente que los engañados!
triste es el futuro de este lugar donde anidan
las sierpes para engañar y traicionar.
"No trato de conquistar el amor
con compromisos, con mentiras."
Vámonos. He venido, hice un milagro y os he dicho la verdad para persuadiros de que Yo soy. Ahora me voy. Si hay alguno entre vosotros que sea justo, que me siga, porque triste es el futuro de este lugar donde anidan las sierpes para engañar y traicionar."
Jesús se vuelve para tomar el camino por donde vino.
"¿Por qué, Rabí, has hablado de este modo? Te odiarán" le dicen los apóstoles.
"No trato de conquistar el amor con compromisos, con mentiras."
"En ese caso hubiera sido mejor no haber venido."
"No. Era necesario no dejar duda alguna."
"¿Y a quién convenciste?"
"A nadie. Por ahora a nadie. Pero pronto alguien dirá: "No podemos maldecir a nadie porque se nos avisó y no lo hicimos". Y si echasen en cara a Dios que los castiga, su reproche sería como una blasfemia."
"¿A quién aludías al decir...?"
"Preguntádselo a Judas de Keriot. Conoce a muchos de este lugar y todos sus ardides."
Todos los apóstoles miran a Judas.
"Es así. El lugar es casi propiedad de Elquías. Pero... no creo que Elquías..." las palabras mueren en los labios de Judas que al levantar sus ojos de la cintura, que se estaba ajustando como para darse tono, encuentra la mirada de Jesús. Una mirada tan penetrante que parece como si fuera magnética. Baja la cabeza y concluye diciendo: "Ciertamente que es una población soberbia y odiosa, digna de quien se ha apoderado de ella. Cada quien tiene lo que se merece. Ellos tienen a Elquías, nosotros a Jesús. El Maestro ha hecho muy bien hacerles notar que sabe todo. Muy bien."
"Pero que si son malos. ¿Habéis visto? ¡Ni siquiera un saludo después del milagro! ¡Ni siquiera una limosna! ¡Nada!" observa Felipe.
"Me preocupo muchísimo cuando el Maestro los desenmascara así" suspira Andrés.
"Que lo haga o que no lo haga da lo mismo. De todos modos lo odian. Quisiera regresar a Galilea" dice Juan.
"¡A Galilea! ¡Qué bueno sería!" suspira Pedro y baja pensativo su cabeza.
Los que siguen a Jesús y que no lo dejan, hacen comentarios y más comentarios junto con los discípulos.
IX. 528-538
A. M. D. G.