EN EL CAMINO A TECUA. 

 

EL VIEJO ELIANA

 


 

#En tu corazón hay aflicción porque lo amas. Pero en el mío hay un remordimiento que me atormenta. Y es peor aún.   

#Mi remordimiento es haber insistido en que hubiese venido Judas.   

#Tomás refiere como él y Judas conocieron a Jesús en el Templo   

#Mas si una aclamación popular lo consagrase como rey y jefe nuestro, estoy seguro que Judas abandonaría a todos por Él.   

#Judas Tadeo y Tomás llegan a donde Jesús que les pregunta de qué venía hablando. Jesús les instruye   

#¿No sabéis que aprendéis más por medio de Judas que por medio de cualquier otra persona? Para ser maestros y aprender, debéis pasar por esta escuela..  

 #No, Mateo, no lo es. Das honor a dos verdades al decirlo. La primera es "La buena voluntad del hombre obra milagros" es real. La segunda es que Dios te ha amado infinitamente, aun antes de que tú lo hubieras imaginado   

#Dejaré en Tecua a Mateo y a Felipe para que esperen a Judas... El primero que se acuerde de que fue un pecador y el segundo de que es padre...  

 #Jesús habla con un viejecillo que encontró en el camino de Tecua   

#Ven conmigo. Conozco a un buen israelita. Te acogerá en el nombre de Jesús, el Maestro galileo  

 #que un hijo arroje a su padre de la casa para no perder la amistad de algún fariseo poderoso...  

 #Más grande será el pecado de un pueblo contra su Dios...  

 #¿Cómo te llamas? Eliana. ¡Jamás he sido un hombre feliz! Mi padre murió antes de que hubiera yo nacido y mi madre al parirme...   

#Entran en la casa de Simón   

#¡Oh, Dios Altísimo! ¡Entonces... Tú eres Tú!" exclama el viejecillo y se arroja a tierra respetuoso

 


 

De nuevo son los once los que vuelven a emprender el camino. Once caras pensativas, mohínas en torno al rostro triste de Jesús que se despide de las hermanas, y que en un momento de reflexión antes de que se cierre el cancel, dice a Simón Zelote y a Bartolomé: "Quedaos aquí. Me alcanzaréis en Tecua, en casa de Simón, o bien en la casa de Nique, cerca de Jericó o en Betabara. Si él viene. Y... sed caritativos. ¿Me habéis entendido?"

"Vete en paz, Maestro. De ningún modo ofenderemos el amor del prójimo" afirma Bartolomé.

"A cualquiera hora que llegue, partid inmediatamente."

"Así lo haremos, Maestro. Y...gracias por la confianza depositada en nosotros" dice Zelote.

Se despiden con el beso de costumbre. Un siervo cierra el cancel. Jesús se aleja. Los dos que se han quedado se dirigen a la casa junto con las dos hermanas.

Jesús va delante, solo. Después Pedro entre Mateo y Santiago de Alfeo; luego Felipe con Andrés, Juan y Santiago de Zebedeo. En último lugar vienen, silenciosos también, Tomás y Judas Tadeo. Pero he dicho mal. Pedro tampoco habla. Sus dos compañeros se intercambian alguna que otra palabra, pero él, que camina entre el uno y el otro, no habla. Viene taciturno, la cabeza inclinada, parece como si estuviese en conversación con las piedras y la hierba que pisa.

También los dos últimos traen igual actitud. Solo que mientras Tomás parece sumergido en la contemplación de una ramita de sauce cuyas hojas se van cayendo una después de la otra, y mira detenidamente la hoja, como si estudiase su color verde pálido de una parte y plateado de la otra, o las estrías, Judas Tadeo mira fijamente hacia adelante. No sé si mira el horizonte que, después de pasar una cima, desemboca en una claridad vaporosa matinal que envuelve la llanura, o únicamente la cabeza rubia de Jesús que se ha echado atrás la punta del manto como para que su cabeza goce mejor del sol de diciembre. Como si se hubiesen puesto de acuerdo ambos discípulos vuelven en sí. Judas baja sus ojos, se vuelve a mirar a su compañero, que, con la ramita en las manos reducida a un palito sin ada, levanta sus ojos para verlo. Es una mirada, incisiva, pero al mismo tiempo buena y triste, que encuentra otra igual. 

"¡Así es amigo! ¡Así es!" dice Tomás como si concluyese un razonamiento.

"Así es. Sufro mucho... También porque es mi pariente..."

 

En tu corazón hay aflicción porque lo amas. 

Pero en el mío hay un remordimiento que me atormenta. 

Y es peor aún.

 

Mi remordimiento es haber insistido 

en que hubiese venido Judas.

 

"Comprendo. Pero... En tu corazón hay aflicción porque lo amas. Pero en el mío hay un remordimiento que me atormenta. Y es peor aún."

"¿Un remordimiento tuyo? Jamás has tenido motivo de ello. Eres bueno y fiel. Jesús está contento contigo, y nosotros no hemos recibido de ti ningún escándalo. ¿Qué razón hay de que tengas remordimiento?"

 

Tomás refiere como él y Judas conocieron 

a Jesús en el Templo

 

"Un recuerdo. El recuerdo del día en que decidí seguir al nuevo Rabí que se había dejado ver en el Templo. .. Yo y Judas estábamos cerca. Admiramos el gesto y las palabras del Maestro. Se decidió que lo buscaríamos... Yo estaba más decidido que Judas, y como que lo arrastré. Él se oponía, pero... Mi remordimiento es haber insistido en que hubiese venido. Traje a Jesús un dolor continuo. Yo sabía que muchos querían a Judas y pensé que podía ser útil. Fui un necio como todos los demás que piensan en un rey superior a David y Salomón, pero siempre un rey... un rey, como Él dice, que jamás lo será, había luchado porque entre sus discípulos estuviese éste que podía serle de ayuda... Así lo esperé. Pero ahora comprendo, y cada vez mejor, el recto modo de obrar de Jesús que no quiso recibirlo inmediatamente, hasta más bien le prohibió que lo buscase... ¡Un remordimiento, te lo aseguro! ¡Un remordimiento! Judas no es bueno."

"No lo es. Pero no debes crearte remordimientos. No lo hiciste con malicia y por lo tanto no hay culpa. Te lo aseguro."

"¿De veras? ¿O lo dices por consolarme?"

"Lo digo porque es verdad. No pienses más en el pasado, Tomás. No puedes borrarlo..."

"¡Dices bien! ¡Pero mira! Si por causa mía, el Maestro sufriese algo... Tengo en el corazón ansias y sospechas. Hago mal porque juzgo al compañero, y no con caridad. Soy un pecador porque debería creer a las palabras del Maestro... El excusa a Judas... Tú... ¿crees a tu hermano?"

"En todo, menos en esto. Pero no te aflijas. Todos pensamos lo mismo. También Pedro, que se muere de dolor, se esfuerza en pensar siempre bien de él; lo mismo Andrés, que es más suave que un cordero; dígase de Mateo, el único de nosotros que no siente ninguna repugnancia por algún pecador o pecadora. Juan, el buen Juan, que no ha conocido el mal ni el vicio, que está lleno de caridad y de pureza, lo mismo piensa. También abriga igual pensamiento mi hermano. Digo, Jesús. No cabe duda que tiene otros pensamientos además de éste, porque se ve la necesidad de tener a Judas... hasta cuando todos sus intentos de que se haga bueno, se acaben."

"Está bien esto. Pero ¿cuándo terminarán? Él tiene muchas... No tiene... En una palabra, tú me comprendes lo que quiero decir. ¿A qué punto llegará?"

"No lo sé... puede ser que se separe de nosotros... Tal vez se quede para ver quién es más fuerte en esta lucha trabada entre Jesús y el mundo hebreo..."

"¿No pensará en otra cosa? ¿No crees que sirve ya desde ahora a dos patrones?"

"Esto es seguro."

"¿No crees que se incline por los más numerosos, de modo que pueda hacer un gran daño al Maestro?"

 

Mas si una aclamación popular lo consagrase 

como rey y jefe nuestro, estoy seguro que Judas

 abandonaría a todos por Él.

 

"No. No lo amo a él, pero no puedo pensar que... Por lo menos ahora, no. Lo temería si llegase el momento en que las multitudes abandonasen al Maestro. Mas si una aclamación popular lo consagrase como rey y jefe nuestro, estoy seguro que Judas abandonaría a todos por Él. Es un aprovechado... Dios lo detenga, y proteja a Jesús y a todos nosotros..."

Los dos caen en la cuenta de que han venido caminando muy despacio y que se han separado de sus compañeros y, sin hablar, más ligeros se dan a alcanzarlos.

"¿Qué veníais diciendo?" pregunta Mateo. "El Maestro os necesitaba..."

Tomás y Tadeo se apresuran a acercarse al Maestro.

 

Judas Tadeo y Tomás llegan a donde Jesús que les pregunta

 de qué venía hablando. Jesús les instruye

 

"¿De qué veníais hablando?" pregunta Jesús, mirándolos a la cara.

Los dos se miran. ¿Confesar? ¿No hacerlo? Gana la sinceridad. "De Judas" dicen juntamente.

"Lo sabía. Pero quise conocer vuestra sinceridad. Me hubierais causado un dolor si hubieseis mentido... No volváis a hacerlo, sobre todo así. Hay tantas cosas buenas de las que se puede hablar. ¿Por qué hay que descender siempre a considerar cosas muy materiales? Isaías dice: "Retiraos del hombre cuya vida es un soplo" (Cfr. Is. 2,22). Yo os digo que dejéis de pensar en él y que os preocupéis de su espíritu. Lo animal que hay en él, su monstruo, no debe llamar vuestra atención y vuestros juicios. Amadlo, amad con compasión y con fuerza su corazón. Libradlo del monstruo que lo oprime. No sabéis."... 

 

¿No sabéis que aprendéis más por medio de Judas 

que por medio de cualquier otra persona? 

Para ser maestros y aprender, debéis pasar por esta escuela...

 

Se vuelve a llamar a los otros siete:  "Venid aquí todos, que a todos servirá lo que voy a decir, pues todos pensáis lo mismo... ¿No sabéis que aprendéis más por medio de Judas que por medio de cualquier otra persona? Encontraréis muchos Judas, y poquísimos Jesús(es) en vuestro ministerio apostólico. Los Jesús(es) serán buenos, delicados, puros, fieles, obedientes, prudentes, no ambiciosos. Serán muy pocos. Pero ¡cuántos, cuántos Judas de Keriot encontraréis vosotros y los que os sigan por los caminos del mundo! Para ser maestros y aprender, debéis pasar por esta escuela... Con sus defectos os muestra lo que es el hombre; Yo os muestro lo que debería ser el hombre. Dos ejemplos igualmente necesarios. Vosotros, conociendo bien al uno y al otro, deberéis de tratar de que el primero se cambie en el segundo... Que mi paciencia sea vuestra norma."

"Señor, fui un gran pecador y no cabe duda que seré también un ejemplo. Pero yo quisiera que Judas, que no es un pecador como lo fui yo, fuese un convertido como lo soy. ¿Es soberbia decirlo?"

 

No, Mateo, no lo es. 

Das honor a dos verdades al decirlo. 

La primera es "La buena voluntad del hombre obra milagros"

 es real. 

 

La segunda es que Dios te ha amado infinitamente,

 aun antes de que tú lo hubieras imaginado

 

"No, Mateo, no lo es. Das honor a dos verdades al decirlo. La primera es que lo que suele decirse: "La buena voluntad del hombre obra milagros" es real. La segunda es que Dios te ha amado infinitamente, aun antes de que tú lo hubieras imaginado, y lo hizo porque no desconocía tu capacidad de heroísmo. Eres el fruto de dos fuerzas: tu voluntad y el amor de Dios. Pongo en primer lugar tu voluntad, porque sin ella, vano habría sido el amor de Dios. Vano, inerte..."

"¿No podría Dios convertir sin nuestra voluntad?" pregunta Santiago de Alfeo.

"Sí. Pero siempre sería necesaria la voluntad del hombre para persistir en la conversión que milagrosamente se obtuvo."

"Entonces en Judas nunca ha existido ni existe esta voluntad; ni siquiera antes de conocerte, ni ahora... " dice impetuosamente Felipe. Unos se ríen, otros se callan apesadumbrados.

Jesús es el único que defiende al apóstol ausente: "¡No digáis eso! La tuvo y la tiene. Pero la mala ley de la carne se sobrepone a ella en determinados momentos. Es un enfermo... Un pobre hermano enfermo. En cualquier familia existe el débil, el enfermo, el que causa pena, aflicción, que es carga para ella. ¿Y no es acaso al debilucho a quien más ama la madre? ¿No es el hermano infeliz al quien cuidan más sus hermanos? ¿No es aquel a quien el padre da un bocado, que antes tomó del plato y probó para alegrarlo, para hacerle entender que no es un peso, y para no hacerle pesada su enfermedad?"

"Es verdad. Así es. Mi hermana gemela era débil de pequeña. Yo le había robado toda la robustez. Pero el amor de todos la sostuvo, tanto es así que ahora es esposa fuerte y también madre" dice Tomás.

 

Dejaré en Tecua a Mateo y a Felipe para que esperen a Judas... 

El primero que se acuerde de que fue un pecador 

y el segundo de que es padre...

 

"Pues bien, haced con vuestro hermano espiritualmente débil lo que haríais con un hermano carnal enfermo. No diré ni una sola palabra de reproche: no sois más que Yo. Vuestro amor perseverante será el reproche más fuerte que podáis hacerle y contra el que no podrá reaccionar. Dejaré en Tecua a Mateo y a Felipe para que esperen a Judas... El primero que se acuerde de que fue un pecador y el segundo de que es padre..."

"Sí, Maestro. Lo recordaremos."

"Si todavía no nos hubiera alcanzado, dejaré en Jericó a Andrés y a Juan, que se acuerden ellos que no todos han recibido de Dios en igual medida los mismo dones... Pero id a ver a ese pobre mendigo que no sabe por dónde va el camino. La ciudad está a la vista. Con el óbolo podrá procurarse pan."

"Señor, no podemos hacerlo porque Judas se fue con la bolsa..." dice Pedro. "Y las hermanas no nos dieron nada."

"Tienes razón, Simón. Están aturdidas del dolor y también nosotros. No importa. Tenemos un poco de pan. Somos fuertes y jóvenes. Démoslo al viejo para que no se caiga por el camino."

 

Jesús habla con un viejecillo que encontró 

en el camino de Tecua

 

Buscan en las bolsas. Sacan unos pedazos de pan, se los dan al viejecillo que los mira sorprendido.

"¡Come, come!" le dice Jesús para darle valor. Le dice que beba de su cantimplora, entre tanto que le pregunta que a dónde va.

"A Tecua. Mañana hay gran mercado. Pero desde ayer hace que no comía."

"¿Estás solo?"

"Peor que si lo fuera... Mi hijo me arrojó..." El corazón se desgarra de dolor al oír la voz del viejo.

"Dios te abrirá las puertas de su Reino si sabes creer en su misericordia."

"Y en la del Mesías. Pero mi hijo no tendrá al Mesías. No puede tenerlo. Lo odia. Y odia a su padre porque ama al Mesías."

"¿Por eso te echó afuera?"

"Por eso, y para no perder las amistades de algunos que persiguen al Mesías. Quiso demostrar que su odio supera el de aquellos de modo que ahoga aun la voz de la sangre."

"¡Horror!" dicen todos.

"Mayor sería si yo tuviese los mismos sentimiento que mi hijo" dice con fuerza el viejo.

"¿Quién es? Por lo que puedo comprender se trata de uno que tiene autoridad y voz..." dice Tomás.

"Óyeme. Un padre no diría el nombre de su hijo culpable para que se le desprecie. Puedo decir que tengo hambre y frío, yo que con mucho trabajo aumenté el patrimonio familiar para que mi hijo fuese feliz. Pero no puedo decir más. Ten en cuenta que soy de Judea, y él también, y que somos iguales por raza, pero diversos en el pensamiento. Lo demás no sirve para nada."

"¿No pide a Dios algo, tú que eres un justo?" le pregunta dulcemente Jesús.

"Que toque el corazón de mi hijo para que pueda creer en lo que yo creo."

"¿Pero para ti en especial nada pides?"

"Sólo encontrar al que para mí es el Hijo de Dios. Venerarlo y luego morir."

"Pero si te mueres no lo podrás ver. Estarás en el Limbo..."

"Por poco tiempo. Tú eres un rabí, ¿no es verdad? Veo muy poco... La edad... las lágrimas... el hambre... Pero distingo los flecos de tu cintura... si eres un buen rabino, lo que me parece, debes comprender que el tiempo ha llegado, el tiempo, quiero decir, del que habló Isaías. Está por llegar la hora en que el Cordero tomará sobre Sí todos los pecados del mundo, cargará con todos nuestros males y dolores, y por esto será muerto e inmolado para que seamos sanados y en paz con el Eterno. Entonces habrá también paz para los espíritus... Lo espero confiando en la misericordia de Dios."

"¿Has visto alguna vez al Maestro?"

"No. Lo oí hablar en el Templo, durante las fiestas. Soy pequeño de estatura y más me hace la edad. Veo poco, como ya dije. Por esto si voy entre la gente no veo nada, porque los de adelante me estorban, y si me quedo lejos, igualmente. ¡Oh, pero quisiera verlo! ¡Por lo menos una vez!"

"Lo verás, padre. Dios te dará gusto. ¿Tienes a donde ir en Tecua?"

"No. Me quedaré bajo un pórtico o en un portón. Ya me acostumbré."

 

Ven conmigo. 

Conozco a un buen israelita. Te acogerá en el nombre de Jesús,

 el Maestro galileo

 

"Ven conmigo. Conozco a un buen israelita. Te acogerá en el nombre de Jesús, el Maestro galileo."

"Tú también eres galileo. Se conoce por tu modo de hablar."

"Sí... ¿Estás cansado? Ya casi llegamos a las primeras casas. Pronto descansarás."

Jesús se inclina a decir alguna cosa a Pedro que se separa y transmite a los demás lo que Jesús le dijo, pero que no oí. Luego con los hijos de Alfeo y Juan apresura el paso para entrar a la ciudad. Jesús lo sigue con los demás, llevando el mismo paso que el pobre viejo que no habla más, y por lo agotado que está termina con quedarse detrás de Andrés y Mateo.

La ciudad parece vacía. Es el mediodía y casi todos están encasa almorzando. Después de unos cuantos metros aparece Pedro: "Arreglado, Señor. Simón lo hospeda porque Tú lo traes, y te da las gracias de que te hubieras acordado de él."

"¡Bendigamos al Señor! Todavía hay justos en Israel. Este anciano es uno de ellos, y Simón el otro. Sí. Todavía hay buenos, misericordiosos, fieles al Señor. Esto nos paga las muchas amarguras. Y nos hace confiar que la justicia divina se ablandará por estos justos."(Cfr. Gén. 18, 16-33; Jer. 5, 1; Ez. 22, 30)

 

que un hijo arroje a su padre de la casa para no perder 

la amistad de algún fariseo poderoso...

 

Más grande será el pecado de un pueblo contra su Dios...

 

"¡Pero... que un hijo arroje a su padre de la casa para no perder la amistad de algún fariseo poderoso..."

"¡A tanto llega el odio que te tienen! ¡Me siento irritado!" dice Felipe.

"¡Veréis cosas mucho peores" responde Jesús.

"¿Más? ¿Y qué cosa peor que un padre que es arrojado porque no te odia? El pecado de ese hombre es grande..."

"Más grande será el pecado de un pueblo contra su Dios... Pero esperemos al viejo..."

"¿Quién será su hijo?"

"¡Un fariseo!"

"¡Un sanedrista!"

"¡Un rabino!" Los pareceres son diversos.

"Un desgraciado. No investiguéis. Hoy le pegó a su padre. Mañana me pegará a Mí. Veis, pues, que el pecado de Judas, al separarse así como un hijo díscolo, no es nada en su comparación. Sin embargo Yo rogaré por este hijo ingrato, por este hebreo que ofende a Dios, para que se arrepienta. Haced lo mismo vosotros... Ven padre. ¿Cómo te llamas?"

 

¿Cómo te llamas? 

Eliana. ¡Jamás he sido un hombre feliz! 

Mi padre murió antes de que hubiera yo nacido 

y mi madre al parirme... 

 

"Eliana. ¡Jamás he sido un hombre feliz! Mi padre murió antes de que hubiera yo nacido y mi madre al parirme... Mi abuela, que me crió, me puso el nombre de mi padre y de mi madre juntos."

"En realidad que eres un Elí. Y tu hijo es semejante a Finnes (Cfr. 1 Rey. 2, 11-36) dice Felipe que no puede comprender un pecado semejante.

"No lo quiera Dios. Finnes murió pecador, y murió cuando el arca fue hecha prisionera. Sería una desgracia para su alma y para todo Israel eso" responde el anciano.

"Óyeme, en esta casa tengo amigos y hacen lo que yo quiera. Es de un hombre llamado Simón, hombre justo ante la presencia de Dios y de los hombres. El te hospedará por amor a Mí, si es que quieres" dice Jesús antes de llamar a la puerta.

"¿Podré tener libertad en todo? Invocaré sobre quien me dará pan y refugio por caridad las bendiciones del cielo, pero yo quiero trabajar. No es vergüenza ser un criado. Vergüenza es cometer pecado..."

"Lo diremos a Simón" dice Jesús con una sonrisa de compasión, mirando al anciano reducido a nada por los esfuerzos y por el dolor moral.

 

Entran en la casa de Simón

 

Se abre la puerta. "Entra, Maestro. La paz sea contigo y con quien viene contigo. ¿Dónde está el hermano que me traes? Que pueda darle el beso de paz y de bienvenida" dice un hombre como de cincuenta años.

"Es éste. El Señor te lo pague."

"Sí que me recompensa al tenerte por mi huésped. Quien te recibe, recibe a Dios. No te esperaba y no puedo honrarte como quisiera, pero sé que piensas estarte unos cuantos días. Siempre estaré pronto a hospedarte como conviene."

Entran en una sala donde están prontas las aljofainas de agua caliente para las abluciones. El viejecillo está junto a la puerta cohibido, pero el dueño de la casa lo toma de la mano, lo lleva a que se siente, quiere quitarle las sandalias por sí mismo, servirle como si fuese un rey, y luego ponerle sandalias por sí mismo, servirle como si fuese un rey, y luego ponerle sandalias nuevas, pero él objeta: "¿Por qué? ¿Pero por qué? Vine a servir, ¿y tú me sirves? No es justo."

"Lo es. No puedo seguir al Rabí porque debo estar aquí, pero como el último discípulo del Maestro santo me industrio en poner en práctica sus palabras."

"Tú lo conoces bien. Verdaderamente lo conoces, porque eres bueno. Muchos lo conocen en Israel, pero ¿con qué? Con los ojos y con el odio, Por esto no lo conocen. Se conoce solo a una mujer cuando sobre ella se sabe todo y se la posee totalmente (Cfr. Gén. 4, 1 y 17 y 25; 19, 5 y 8; 38, 26; Núm. 31, 35;Jue. 21, 11; 1 Rey. 1, 19; 3Rey.1,4;...) Lo mismo es con Jesús de Nazaret. No lo conozco con los ojos, pero lo conozco mejor que otros, porque creo que en Él está la Sabiduría. Tú si lo conoces de vista y por su doctrina."

El hombre mira a Jesús, pero no dice nada.

El viejecillo continúa: "A este rabí le dije que quiero trabajar..."

"Así se hará. Te buscaremos trabajo. Por ahora ven a la mesa. Maestro, dentro de poco vendrán tus discípulos. ¿Podemos sentarnos a la mesa o quieres esperarlos?"

"Quisiera esperarlos. Pero si tienes algún trabajo..."

"¡Oh, Maestro, bien sabes que obedecer al menor de tus deseos me causa alegría!"

El viejecillo al oír esto tiene la primer sospecha de quién sea el Hombre que lo socorrió por el camino. Lo mira, lo mira y luego mira a sus compañeros... atentamente... mira a su alrededor... Entran los hijos de Alfeo con Juan. Jesús los llama por su nombre.

 

¡Oh, Dios Altísimo! 

¡Entonces... Tú eres Tú!" exclama el viejecillo 

y se arroja a tierra respetuoso

 

"¡Oh, Dios Altísimo! ¡Entonces... Tú eres Tú!" exclama el viejecillo y se arroja a tierra respetuoso.

Su admiración no es inferior a las de los otros. ¡Es muy extraño el modo de reconocer al Maestro! Tanto que Pedro le pregunta: "¿Qué cosa hay de especial en estos nombres tan comunes en Israel, para hacerte comprender que estás enfrente al Mesías?"

"Porque conozco a Judas. Siempre va a la casa de mi hijo y..." el viejecillo se detiene embarazado por haber nombrado a su hijo.

"Pero yo nunca te había visto" dice Tadeo, poniéndosele por delante, inclinándose para que le mire a la cara.

"Tampoco yo te conozco, pero un tal Judas, discípulo del Mesías, frecuentemente va a la casa de mi hijo y he oído hablar de un tal Juan, de un tal Santiago, de un Simón, amigo de Lázaro de Betania y de otras muchas cosas... ¡Oír tres nombres que son los de los discípulos más íntimos del Maestro! ¡Él, tan bueno!... ¡He comprendido! ¿Dónde está el otro Judas?"

"No está. Es verdad. Has comprendido. Soy Yo. Padre, el Señor es bueno. Deseabas verme y me has visto. Bendigamos las misericordias de Dios... No te retires, Eliana. Estabas cerca de Mí, cuando era para ti un Viajero y no más. ¿Por qué quieres separarte de Mí ahora que sabeas soy la Meta? ¡No sabes cuánto consuelo me ha dado tu corazón! No puedes imaginarlo. Soy Yo, no tú, el que más ha recibido... Cuando tres cuartas partes de Israel y más me odian hasta el crimen, cuando los débiles se alejan de mi camino, cuando los cardos de la ingratitud, del rencor, de la calumnia me hieren por todas partes, cuando no puedo encontrar alivio en el pensamiento de que mi Sacrificio será salvación para Israel, encontrar a uno como tú, ¡oh padre!, es alcanzar una recompensa en el dolor... No sabes... Ninguno de vosotros sabe las tristezas cada vez más profundas del Hijo del hombre. Tengo sed de amor... y muchos corazones son manantiales secos a los que inútilmente me acerco... pero esperemos..."

Y llevando junto a Sí al anciano, entra en la sala donde las mesas están ya preparadas...

IX. 568-577

A. M. D. G.