DE REGRESO A NOBE

 


 

#Los apóstoles comentan porqué el Señor no cura a Lázaro   

#Recordad que el amor tiene dos alas para ser perfecto, dos alas cada vez más ilimitadas, cuanto más perfecto es: la fe y la esperanza"  

 #Ahora hablan de Judas Iscariote   

#Se trata de saber si conoces todo lo futuro, o una parte se te oculta. Unos decían esto, otros aquello. No ignoro como Dios. No ignoro como hombre. Conozco lo futuro porque estoy con el Padre antes de que existiese el tiempo y veo más allá del tiempo.   

#tengo el don de leer en los corazones. Este don no sólo es el del Mesías, sino, en determinada forma, de todos los que habiendo llegado a la santidad, están unidos en tal modo con Dios que puede decirse que no obran por sí, sino con la Perfección que está en ellos.   

#De hecho la carnal es tan débil respecto a mi castidad, que mi "yo" ni siquiera la percibe. Pero, Juan, ¿no piensas en cuantas otras tentaciones hay a mi alrededor?

 


 

Están ya en las pendientes del monte de los Olivos y los tres grupos de los apóstoles que se quedaron en Jericó, Tecua y Betania nuevamente se han reunido con el Maestro.

No así Judas de Keriot y los apóstoles hablan de ello en voz baja...

Jesús es presa de una tristeza infinita...

 

Los apóstoles comentan porqué el Señor no cura a Lázaro

 

Los apóstoles que lo notan comentan: "Por lo que toca a Lázaro es cierto. Es realmente un hombre acabado... Tanto que sufren sus hermanas... El Maestro no se puede quedar ni siquiera en su casa, tanto es el rencor con que lo persiguen. Hubiera sido un consuelo para el enfermo y sus hermanas y también para el Maestro."

"No puedo comprender por qué no lo cure" exclama Tomás.

"Sería hasta justo. Un amigo... Tanto que sirve... Un justo..." murmura Bartolomé.

"¡Ah, como justo, justo lo es! En estos días creo que te has convencido..." dice Zelote a Bartolomé.

"Es verdad, y también es lo que quieres dar a entender. No estaba yo muy persuadido de su justicia... Su familiaridad con los gentiles, la educación que recibió de su padre que fue muy, muy... condescendiente con las nuevas formas de vida, diversas de las nuestras..."

"La madre era un ángel" interrumpe cortante Zelote.

"Tal vez por eso son justos... Pasemos por alto el pasado de María. Se ha redimido..." dice Felipe.

"Sí. Pero todo esto me hacia que tuviera yo sospechas. Ahora estoy persuadido y me admiro que el Maestro..."

"Mi hermano sabe estimar en su justo precio a los hombres. Por mucho tiempo nosotros también padecimos celos naturales al ver que deba más bien oídos a los extraños que a los de la familia. Ahora hemos comprendido que estábamos equivocados y que Él en lo justo. Interpretamos su modo de obrar como si fuera indiferencia, como si no valuase ni comprendiese lo que valemos. Ahora todo es claro. El prefiere atraerse a los defectuosos, a los que no están formados. Seduce... con medios infinitos. las almas más mezquinas, más alejadas, que se encuentran en mayor peligro. ¿Recordáis la parábola de la oveja perdida? En ella está la verdad, la clave de su modo de obrar. Cuando ve que sus ovejas fieles lo siguen o que están donde Él quiere, su corazón descansa. Pero se vale de este descanso para correr detrás de las perdidas. Sabe que lo amamos, que Lázaro y sus hermanas lo aman, que los discípulos y los pastores lo aman, y por esto no pierde su tiempo con nosotros, con especiales pruebas de amor. Siempre nos ama. Nos tiene siempre en su corazón. Nosotros mismos hemos entrado y no queremos salir. Pero los demás... ¡los pecadores, los extraviados!... Debe correr detrás de ellos, debe atraerlos con amor y con los milagros, con su potencia. Y lo hace. Lázaro, María y Marta seguirán amándolo, aún sin milagros..." dice Santiago de Alfeo.

 

Recordad que el amor tiene dos alas para ser perfecto, 

dos alas cada vez más ilimitadas, cuanto más perfecto es: 

la fe y la esperanza" 

 

"Es verdad. Pero... ¿qué cosa habrá querido decir con su último saludo? Dijo: "El amor del Señor se manifestará en vosotros en proporción del vuestro. Recordad que el amor tiene dos alas para ser perfecto, dos alas cada vez más ilimitadas, cuanto más perfecto es: la fe y la esperanza" " pregunta Andrés.

"De veras, ¿qué habrá querido dar a entender?" preguntan varios.

 

Ahora hablan de Judas Iscariote

 

Un silencio. Después Tomás con un gran suspiro termina lo que por dentro venía pensando: "... Pero no siempre su buena paciencia consigue redenciones. Hubo un tiempo que sufrí por la predilección que muestra a Judas de Keriot..."

"¿Predilección? No me parece. Lo reprende como a cualquiera de nosotros..." replica Andrés.

"Por justicia, sí, pero ponte a pensar cuán rigurosamente debería ser tratado..."

"Eso es verdad."

"Bueno, yo sufrí muchas veces. Ahora comprendo que lo hace ciertamente porque... es el menos formado de entre nosotros."

"¡El más desvergonzado dirás, Tomás! El más desvergonzado. ¿Creéis que esa tristeza (y señala a Jesús que va delante, absorto en su aflicción) se la causen la enfermedad de Lázaro y las lágrimas de sus hermanas? Os aseguro que se debe a que Judas no está con nosotros. Esperaba que lo alcanzara en Betabara.  Después que a lo menos en Jericó, Tecua o Betania al regreso. Ahora no espera más. Tiene la seguridad de la mala conducta de Judas. Siempre lo he observado... y noté que en su rostro se pintaron los rasgos del abandono completo, cuando tú, Bartolomé, le dijiste: "Judas no llegó" dice Tadeo.

"El sabe las cosas antes de que sucedan" exclama Juan.

"Muchas. No todas. Me imagino que su Padre le oculte alguna cosas por compasión" dice Zelote.

Los once se dividen en dos partidos. Quienes aceptan esta opinión, quienes la otra, y ambas partes acarrean argumentos para la suya.

Juan exclama: "¡Oh, yo no quiero escuchar, ni a unos, ni a otros, ni a mí mismo! Somos unos pobres hombres, y no vemos la justo. Voy a preguntárselo a Él."

"No. Podría pensar otra cosa, y con tu pregunta recordarle a Judas haciéndolo sufrir más" objeta Andrés.

"No lo voy a hablar así... No le diré que veníamos hablando de Judas. Diré algo así... sin referencia alguna."

"¡Ve, ve! Le ayudarás para que se distraiga. ¿No veis cuán afligido va?" dice Pedro empujando a Juan.

"¿Quién viene conmigo?"

"Ve tú solo. Contigo es franco. Y luego nos lo refieres..."

Juan se va.

"¡Maestro!"

"Juan, ¿qué quieres?" El rostro de Jesús se ilumina con una sonrisa al ver a su discípulo predilecto, sobre cuyos hombros pone su mano y caminan así juntos.

 

Se trata de saber si conoces todo lo futuro, 

o una parte se te oculta. Unos decían esto, otros aquello.

 

 No ignoro como Dios. 

No ignoro como hombre. 

Conozco lo futuro porque estoy con el Padre antes 

de que existiese el tiempo y veo más allá del tiempo.

 

"Hablábamos de algo y no supimos decidir. Se trata de saber si conoces todo lo futuro, o una parte se te oculta. Unos decían esto, otros aquello."

"¿Y tú que dijiste?"

"Dije que lo mejor era preguntártelo a Ti."

"Y por eso viniste. Hiciste bien. Esto a lo menos nos sirve a Mí y a ti que gocemos de estar juntos... Es tan difícil tener un poco de tranquilidad..."

"¡Es verdad! ¡Qué bellos eran los primeros días!..."

 

tengo el don de leer en los corazones. 

 

Este don no sólo es el del Mesías, sino, en determinada forma,

 de todos los que habiendo llegado a la santidad, 

están unidos en tal modo con Dios que puede decirse 

que no obran por sí, sino con la Perfección que está en ellos.

 

"Sí, como humanos que somos, eran muy bellos; pero por lo que toca al espíritu éstos son mejores. Porque ahora se conoce más la palabra de Dios, y porque sufrimos más. Cuanto más se sufre, tanto más se redime, Juan... Por esto, al recordar tiempos serenos, debemos amar con mayor intensidad a los que nos hacen sufrir y que con el sufrimiento nos dan almas. Pero voy a responder a tu pregunta. Escucha. No ignoro como Dios. No ignoro como hombre. Conozco lo futuro porque estoy con el Padre antes de que existiese el tiempo y veo más allá del tiempo. Como hombre exento de imperfecciones y limitaciones derivadas de la culpa y de los pecados, tengo el don de leer en los corazones. Este don no sólo es el del Mesías, sino, en determinada forma, de todos los que habiendo llegado a la santidad, están unidos en tal modo con Dios que puede decirse que no obran por sí, sino con la Perfección que está en ellos. Por esto puedo responderte que como Dios no ignoro lo futuro de los siglos, y no ignoro como un hombre justo el estado de los corazones.

Juan reflexiona. No dice nada.

También Jesús por unos momentos. Luego: "Por ejemplo, ahora en ti estoy viendo este pensamiento: "Entonces mi Maestro sabe, conoce exactamente el estado de Judas de Keriot."

"¡Oh, Maestro!"

"Lo sé. Lo conozco y continúo siendo su Maestro, y quisiera que vosotros continuaseis siendo sus hermanos."

"¡Maestro santo!... ¿Pero de veras conoces todo? Mira, algunas veces decimos que no, porque vas a ciertos lugares donde te topas con tus enemigos. ¿Sabes antes de ir, que te los vas a encontrar y vas para combatirlos con tu amor, para vencerlos al amor, o bien... no lo sabes y conoces a los enemigos sólo cuando los tienes frente a Ti y lees sus corazones? Una vez estabas muy triste y por el mismo motivo, y me dijiste que estabas como uno que no ve..."

"También he experimentado este martirio del hombre: el tener que avanzar sin ver, fiándome del todo a la Providencia. Debo conocer todo lo del hombre, menos el pecado. Y esto no porque el Padre haya puesto barrera alguna a mí ser humano, al mundo y al demonio, sino por mi voluntad humana. Soy como vosotros, pero sé querer más que vosotros. Por esto padezco las tentaciones, sin embargo no cedo a ellas. Y en esto reside, como en vosotros, mi mérito."

"¡Tentaciones, Tú!... Me parece casi imposible..."

 

De hecho la carnal es tan débil respecto a mi castidad, 

que mi "yo" ni siquiera la percibe. 

 

Pero, Juan, 

¿no piensas en cuantas otras tentaciones hay a mi alrededor?

 

"Porque tú tienes pocas. Eres puro y piensas que siendo yo más que tú, no deba conocer la tentación. De hecho la carnal es tan débil respecto a mi castidad, que mi "yo" ni siquiera la percibe. Es como si un pétalo de flor chocase contra el mármol. al que no le causaría rasguño alguno. Se resbala... Hasta el mismo demonio se cansó de arrojarme estos dardos. Pero, Juan, ¿no piensas en cuantas otras tentaciones hay a mi alrededor?"

"¿A tu alrededor? Tú no ambicionas riquezas, ni honores... ¿Cuáles pueden ser?"

"¿No reparas que tengo una vida, que tengo cariños y también obligaciones para con mi Madre, y que todas estas cosas me tientan a escapar del peligro? La Serpiente lo llama "peligro", pero su verdadero nombre es "Sacrificio". ¿No piensas que también tengo sentimientos? En Mí existe el "yo" moral, y sufre con las ofensas, con las befas, con la insinceridad. Oh, Juan mío, ¿no te preguntas cuánto asco me causan la mentira y el mentiroso? ¡No sabes cuántas veces el demonio me tienta para reaccionar contra esas cosas que me causan dolor, olvidando la mansedumbre, y haciéndome duro e intransigente! ¡No sabes cuántas veces me arroja su aliento encendido en soberbia y me dice: "Gloríate de esto o de aquello. Eres grande. El mundo te admira. Los elementos te sirven". ¡La complacencia de ser santo! ¡La más sutil! ¡Cuantos pierden la santidad adquirida por esta soberbia! ¿Con qué cosa Satanás corrompió a Adán? Con la tentación en sus sentidos, en el pensamiento, en su espíritu. ¿No soy el Hombre que debe volver a crear al hombre? De Mí saldrá la nueva raza. Mira que Satanás busca los mismos caminos para destruir, y para siempre, la raza de los hijos de Dios. Vete ahora con tus compañeros y refiéreles lo que te he dicho. Y dejaos de pensar que si sé o no sé lo que hace Judas. Piensa en que te amo. ¿No basta este pensamiento para llenar un corazón?" Le da el beso y lo manda atrás.

Solo nuevamente, levanta sus ojos al cielo que se ve entre las ramas de los olivos y gime: "¡Padre mío, concédeme que por lo menos hasta la última hora pueda ocultar el delito, para impedir que mis amados manchen sus manos de sangre! ¡Ten piedad de ellos, Padre mío! ¡Son muy débiles para no reaccionar contra la ofensa! ¡Que no guarden ningún rencor en sus corazones en la hora de la caridad perfecta!" y se seca las lágrimas que sólo ve Dios...

IX. 625-630

A. M. D. G.