EN NOBE EN LOS DÍAS SIGUIENTES

 


 

#Insinúo que hay veces que la mucha tranquilidad, donde suele haber borrascas, es señal de una peor.   

#Mateo pregunta a Jesús si el milagro es prueba siempre de santidad.  

 #¿No es cuento de paganos eso de que el hombre pueda hacer contrato con el demonio o con espíritus infernales?" pregunta Juan sorprendido.   

#Se puede En verdad os digo que los que se venden al maldito con tal de lograr su fin, son muchos más de los que se pueda imaginar.  

 #Estas posesiones ocultas escapan, pues, a nuestro poder de exorcismo. Son las más dañosas porque trabajan en la parte más selecta y delicada respecto a las mejores: de razón a razón, de espíritu a espíritu.   

#Satanás ayuda con tal de hacerse servir. Dios lo deja hacer porque de la lucha entre lo Alto y lo Bajo, el Bien y el Mal, brota el valor de la criatura.   

#Entonces para los de nuestros tiempos, sin gracia, será más fácil que sean reducidos al estado de esclavitud, y será menor su culpa si caen" "No, Judas. El juicio será siempre igual."  

 #Te recordaría de todos modos porque has estado aquí con el Maestro. Todo me hablará de estos días. Y al mirar las cosas diré: "¡Cuál un hijo quiso ver arreglada mi casa!"   

#Muchas cosas supiste hacer en tu larga vida. Una todavía te falta: la de aceptar de Dios la hora de la muerte sin pedir que se anticipe o se posponga un minuto.

 


 

Son unos días fríos y limpios de invierno. En la cima de la colina donde Nobe está edificada siempre sopla el viento, que el sol calienta juntamente con las casas, las pequeñas hortalizas que hay detrás de las casas; los pequeños arriates de verduras donde la tierra es fértil; arriates sin nada, que esperan la semilla. Los ojos, al mirar a su alrededor, donde no ven el verde gris de los olivos, o la caprichosa forma serpentina de las vides sin hojas, descubren campos arados, sembrados ya, prontos a germinar con las primeras y tibias caricias de la primavera palestinense, envuelta en el tibio sol. Me atrevería a decir que en los días claros, como el que estoy viendo, la tibieza de la primavera se hace sentir, tanto es así que los almendros que hay cerca de las casas han empezado a echar sus yemas que se hinchan en las ramas, cuando no hace muchos días estaban secos. Son yemas de color negruzco, pero que hablan de la savia que sube por ellas, que pronto se despertarán en el robusto tronco.

En el pequeño huerto de Juan, detrás de la casa, hay una tirilla de terreno cultivado, a su lado otra donde hay nogales. En la tirilla hay un almendro, tal vez más viejo que el dueño y que ha tenido tiempo de echar su ramaje por todas partes, menos por donde estaban las paredes de la casa. Más arriba el árbol se extiende y cuando esté en flor, sus ramas formarán una nubecilla sutil sobre la pobre terraza, un toldo más hermoso que un baldaquín real.

Para no estar ociosos, Jesús y los apóstoles trabajan bajo el sol que da alegría y calienta. Los que entienden de carpintería y cerraduras, con vestidos estrechos, ajustan o hacen nuevos instrumentos. Otros escarban el terreno, atierran las verduras trasplantadas, refuerzan alguna valla de cañas secas y majoletos verdes que encierran en dos partes el huertecillo, o bien podan el almendro y el nogal, amarran las ramas de vides que el viento separó. He notado que donde está Jesús, jamás se se está ocioso. Es el primero en enseñar lo bello de la obra manual, cuando no tiene que predicar. También hoy Jesús con sus primos está ajustando una puerta que en la parte inferior se había apolillado y cuyo candado se había desclavado. Felipe y Bartolomé están ocupados con las tijeras y la hoz, podando y cortando ramas. Los pescadores está ocupados con lazos y viejas cubiertas que tratan de ajustar... en las que meten argollas, tal vez con la intención de poner una larga manta sobre la terraza para cuando llegue el verano.

"Aquí estarás bien, Elisa" le dice Pedro asomándose por la pared de la terraza. Elisa está recargada contra la solada pared y teje.

"Tienes razón. Cuando la vid se haya alargado y el almendro arreglado, se convertirá en un lugar bueno para el verano" dice Felipe entre dientes, pues tiene en su boca juncos con que amarra los ramojos a las estacas.

Jesús levanta su cabeza para mirar. Elisa lo ve y le dice. "Quién sabe si estemos aquí para el verano..."

"¿Y por qué no? " le pregunta Andrés.

´"No... No se... No me formo esperanzas desde que... Desde que vi que cada pronóstico mío iba a acabar en la muerte."

"¡Ey! El Maestro no va a morir porque no estemos más aquí. El Maestro ha elegido este lugar por causa suya. ¿No es verdad, Señor?" pregunta Tomás.

"Es cierto. Pero también es lo que dice Elisa..." responde Jesús trabajando con la repasadera al lado de la puerta que ha ajustado.

"Tú eres joven y ¡sano sobre todo!"

"No sólo se muere de enfermedad" replica Jesús.

"¿Quién está hablando de muerte? ¿Tú, Maestro? ¿Lo dices por Ti?... En verdad parece que hace tiempo se ha calmado el rencor. Mira, nadie nos perturba. Saben que estamos aquí. Ayer cuando regresábamos de compras nos encontraron y no nos molestaron" refiere Bartolomé.

"Cierto. No nos han molestado ni a nosotros que fuimos a los poblados vecinos a decir que estás aquí. Y eso que se ha topado con Elquías y Simón, con Sadoc y Samuel y hasta Nahum con el mismo Doras. Nos han saludado. ¿Verdad, Santiago?" dice Juan dirigiéndose a su hermano.

"Cierto. Debemos aceptar que Judas de Keriot ha trabajado muy bien, mientras en nuestros corazones lo criticábamos. Regresados a aquí, ¡ninguna molestia! Los hechos confirman sus palabras. Parece que hayamos vuelto a los bellos días de "Aguas Hermosas". ¡Aquellos primeros tiempos!... ¡Oh, si fuese verdad!" dice Santiago de Zebedeo.

"¡Ojalá lo fuera!" suspira Pedro.

"¡Cuando no retumba el rayo, no quiere decir que haya sereno!" intercala Elisa con tono de proverbio, haciendo al mismo tiempo que gira el huso.

"¿Qué insinúas?" pregunta Pedro.

 

Insinúo que hay veces que la mucha tranquilidad, 

donde suele haber borrascas, es señal de una peor.

 

"Insinúo que hay veces que la mucha tranquilidad, donde suele haber borrascas, es señal de una peor. Deberías saberlo, tú que eres pescador."

"¡Qué si lo sé, mujer! El lago es algunas veces una enorme tinaja llena de aceite azul. Generalmente cuando la vela está pendiente y el agua quieta, la borrasca está que se echa encima, y ¡qué borrasca! Viento de chicha, viento que sepulta a los navegantes."

"¡Umh! Si yo estuviese en vuestro lugar, desconfiaría de tanta paz. ¡Demasiada!"

"Entonces cuando hay guerra padece uno porque la hay, y cuando hay paz porque puede venir una guerra más cruel que antes. ¿Cuando habrá alegría?" interroga Tomás.

"En la otra vida. Acá el dolor siempre está a la mano."

"¡Uff, qué lúgubre eres, mujer! ¡Entonces mis días están muy lejos de la alegría! Soy uno de los más jóvenes. Alégrate tú, Bartolomé. Eres el más cercano para gozar de ese día. Tú y Zelote" bromea Santiago de Zebedeo.

"¡Lúgubre y astuta, mujer! ¡Oh, las mujeres viejas! Pero, algunas veces nos adivinan. También mi madre cuando nos dice a uno de nosotros: "¡Ten cuidado! Estás a punto de cometer una necedad en esto y aquello", siempre adivina" dice Tomás que inclinado escarba la tierra.

"La mujeres son perversas o más astutas que las zorras. No podemos nada contra ellas, para entender ciertas cosas que quieren que no entendamos" dice Pedro con experiencia.

"Cállate tú. Te cupo en suerte una mujer que te creería aun si le dijeses que el Líbano está hecho de mantequilla. Lo que le dices es ley para ella. Escucha, cree y calla" dice Andrés a su hermano.

"Es verdad... pero su madre vale por ella y por cien mujeres más. ¡Qué víbora!"

Todos se ríen, incluso Elisa y el anciano que ayuda a los jóvenes a entrecavar la tierra.

Entran Zelote, Mateo y Judas de Keriot.

"Terminado, Maestro. Estamos cansados. ¡Qué caminata! Pero mañana es descanso. Os toca a vosotros, mañana" dice Iscariote hablando a los que entrecavan la tierra. Y va a donde están tomando una azada para trabajar.

"Si estás cansado, ¿por que trabajas?" le pregunta Tomás.

"Porque quiero poner a salvo unas plantitas. Este lugar está más pelón que el cráneo de un viejo, y ¡sería un pecado!" dice haciendo un hoyo más profundo con fuertes azadonadas.

"¡No era así en los hermosos tiempos! Pero luego... Muchas cosas han desaparecido y no me pareció razonable que trabajase para rehacerlas. Estoy viejo, pero más que viejo, afligido" protesta el anciano.

"¡Qué hoyos estás haciendo! Esos son para árboles, no para plantitas, como decías" advierte Felipe que ha bajado después de haber amarrado las vides.

"Cuando un árbol es pequeño, siempre es una plantita. Las mías lo son en verdad. El tiempo es propicio. Me lo aseguró quien me lo dijo. ¿Sabes quién fue, Maestro? El pariente de Elquías que es arbolista. ¡Y que si lo sabe hacer bien! ¡Conoce a maravilla árboles frutales, olivos! Estaba cortando un trozo de olivo. Le dije: "Dame de estas plantas". "¿Para quién?" preguntó. "Para un viejecillo de Nobe que nos da hospedaje. Esto servirá para que me perdone todos los escándalos que le he dado."

"No, hijo. Eso se hace no con plantas, sino con la conducta. Y con Dios. Yo... yo miro, ruego y perdono. Pero mi perdón... Te agradezco las plantas...Aunque... ¿Crees que vaya a comer sus frutos?"

"¿Por qué no? Hay que esperar siempre. ¡Querer triunfar!... Y se logra."

"¡Sobre la vejez no hay triunfo! Ni lo deseo."

"También sobre otras muchas cosas no lo hay. ¡Si bastase querer para alcanzarlo, hubiera tenido mis hijos"" suspira Elisa.

 

Mateo pregunta a Jesús si el milagro es prueba siempre 

de santidad.

 

"Maestro, lo que acaba decir Elisa me trajo a la memoria la pregunta que algunos nos hicieron en el camino. Preguntaron, pues el caso sucedió en una población, que si el milagro es prueba siempre de santidad. Yo respondí que sí, pero ellos dijeron que no porque en ese poblado, en los confines de Samaría, quien había obrado cosas extraordinarias ciertamente no era un justo. Los hice callar diciendo que el hombre siempre juzga mal y que aquel a quien tenían por no justo, tal vez lo era más que ellos. ¿Tú que piensas?" pregunta Mateo.

"Digo que teníais razón. Cada uno por vuestra parte. Tú, porque dijiste que el milagro es siempre prueba de santidad. Y así suele acaecer. Tuviste también razón al haber afirmado que no se debe juzgar para no errar. Pero también tenían razón ellos en sospechar que hubiese otras fuentes en las cosas extraordinarias que realizaba aquel hombre."

"¿Qué fuentes?" pregunta Iscariote.

"Las de las tinieblas. Existen hombres, que son adoradores de Satanás porque fomentan el culto de la soberbia, y que para imponerse a otros se venden a sí mismos al demonio para tenerlo por amigo" responde Jesús.

 

¿No es cuento de paganos eso de que el hombre pueda 

hacer contrato con el demonio o con espíritus infernales?"

 pregunta Juan sorprendido.

 

Se puede 

En verdad os digo que los que se venden al maldito 

con tal de lograr su fin, son muchos más 

de los que se pueda imaginar.

 

"¿Pero se puede? ¿No es cuento de paganos eso de que el hombre pueda hacer contrato con el demonio o con espíritus infernales?" pregunta Juan sorprendido.

"Se puede. No como se lee en las fábulas paganas. Ni con dinero, ni por medio de contratos materiales, sino con adherirse al Malo con elegirlo, con entregarse a Él con tal de tener una hora de triunfo sobre cualquier cosa. En verdad os digo que los que se venden al maldito con tal de lograr su fin, son muchos más de los que se pueda imaginar."

"¿Y lo logran? ¿Consiguen lo que piden?" pregunta Andrés.

"No siempre y no todo. Pero algo, sí."

"¿Cómo es posible? ¿Es tan poderoso el demonio que pueda simular ser Dios?"

 

Estas posesiones ocultas escapan, pues, 

a nuestro poder de exorcismo. 

 

Son las más dañosas porque trabajan en la parte más selecta

 y delicada respecto a las mejores: 

de razón a razón, de espíritu a espíritu. 

 

"Muchos... y nada, si el hombre fuese santo. Pero sucede que muchas veces el hombre es de por sí un demonio. Nosotros combatimos las posesiones claras, estrepitosas, que están a la vista de todos, de las que cualquiera cae en la cuenta... Son, insoportables a los familiares y conciudadanos, y sobre todo saltan a los ojos. Al hombre siempre llaman la atención las grandes cosas, que atraen sus sentidos. Pero no para mientes en lo que es inmortal y que se percibe solo con lo inmaterial, como son la razón y el espíritu; y si se para en ello, no se preocupa, sobre todo si no le causa daño alguno. Estas posesiones ocultas escapan, pues, a nuestro poder de exorcismo. Son las más dañosas porque trabajan en la parte más selecta y delicada respecto a las mejores: de razón a razón, de espíritu a espíritu. Son como miasmas corruptores, impalpables, invisibles, hasta que la fiebre no advierte al individuo que está contaminado de ellos."

"¿Y ayuda Satanás?" ¿De veras? ¿Por qué? ¿Por qué Dios se lo permite? ¿Le permitirá hacerlo siempre? ¿Aun después de que empieces a reinar?"

 

Satanás ayuda con tal de hacerse servir. 

Dios lo deja hacer porque de la lucha entre lo Alto y lo Bajo,

 el Bien y el Mal, brota el valor de la criatura.

 

"Satanás ayuda con tal de hacerse servir. Dios lo deja hacer porque de la lucha entre lo Alto y lo Bajo, el Bien y el Mal, brota el valor de la criatura. El valor y el querer. Siempre dejará hacer. Aun después de que haya subido Yo. Pero entonces Satanás tendrá en su contra a un enemigo poderoso y él tendrá un aliado muy fuerte."

"¿Quién? ¿Quién?"

"La gracia."

 

Entonces para los de nuestros tiempos, sin gracia, 

será más fácil que sean reducidos al estado de esclavitud, 

y será menor su culpa si caen" 

 

"No, Judas. El juicio será siempre igual."

 

"¡Oh, bien! Entonces para los de nuestros tiempos, sin gracia, será más fácil que sean reducidos al estado de esclavitud, y será menor su culpa si caen" objeta Iscariote que continúa zapando.

"No, Judas. El juicio será siempre igual."

"Entonces es injusto; porque si se nos ayuda menos, por consiguiente se nos debe de condenar menos."

"No estás del todo equivocado" dice Tomás.

"Sí que lo está, Tomás.  Porque nosotros los de Israel tenemos mucho en qué creer, esperar, amar, muchas luces de sabiduría, y no podemos excusarnos con la ignorancia. Además, vosotros que tenéis la Gracia como Maestra vuestra desde hace ya casi tres año, seréis juzgados como los de los tiempos nuevo" dice Jesús marcando sus palabras y mirando a Judas que ha levantado su cabeza y se queda pensativo mientras mira al vacío.

Después sacude la cabeza, como si terminase una conclusión, y dando más duro con la zapa, pregunta: "Y quien se entrega así al demonio, ¿en qué se convierte?"

"En un demonio."

"¡En un demonio! Si por ejemplo yo, pese a que afirmo que tu contacto da un poder sobrenatural, hiciese ciertas cosas... que censuras, ¿sería un demonio?"

"Tú lo has dicho."

"Pero espero que no las vayas a hacer..." aconseja Andrés como espantado.

"¿Yo? ¡Ja, ja! Yo planto árboles para nuestro viejecillo" y corre a la otra parte del huerto; vuelve con cinco plantitas, envueltas en tierra.

"¿Viniste desde Beterón con esa carga sobre las espaldas?" pregunta Pedro.

"De más allá de Gabaón, deberías decir. Allá donde hay parte de los árboles frutales de Daniel. ¡Que tierra tan magnífica! ¡Mirad!..." y desmorona entre sus dedos los terrones que cubren las raíces. Luego suelta los hilos que están amarrados alrededor de las plantitas, altas como unos cuarenta centímetros. Dos tienen unas cuantas ramitas, y son de olivo. "Ved. Esta para Jesús y ésta para María, que son la paz del mundo. Las siembro las primeras porque yo soy un hombre de paz. Aquí y... aquí" y las siembra en las extremidades. "Y aquí un manzano, pequeño y bueno como el del Edén, en recuerdo tuyo, Juan, que también vienes de Adán y no debes de admirarte si... pueda ser yo un pecador. Ten cuidado tú de la Serpiente... Y aquí... No, aquí no está bien. Allí, adelante, junto a la pared, esta pequeña higuera. ¿Como puede dejar de tenerse una igual cuando acá nacen por todas partes como la hierba? En el agujero del centro plantaremos este hermoso almendro. Aprenderá de ese viejo a dar buenos frutos. ¡Bueno, terminado está! Tu huertecillo será hermoso con los años... y cuando lo mires, te acordarás de mí."

 

Te recordaría de todos modos porque has estado aquí 

con el Maestro. 

Todo me hablará de estos días. 

Y al mirar las cosas diré: 

"¡Cuál un hijo quiso ver arreglada mi casa!" 

 

"Te recordaría de todos modos porque has estado aquí con el Maestro. Todo me hablará de estos días. Y al mirar las cosas diré: "¡Cuál un hijo quiso ver arreglada mi casa!" Pero... si pudiese desear algo contrario de lo que está escrito ya en el cielo, quisiera no tener que recordar estos días tan hermosos para mí, más hermosos que cuando estos árboles, ahora viejos, fueron jóvenes; y joven era yo, y joven mi esposa, y mi hija jugaba aquí... Gustábamos de cuidar el manzano y el granado, la higuera y la vid, porque mi hijita era muy traviesa; y era muy hermoso ver a mi mujer, sentada a la sombra verde de las plantas, tejer o hilar... Después... partido que hubo mi hija... ¡tan olvidadiza... Luego enferma y después muerta mi mujer... ¿Por qué y para quién cuidar lo que un tiempo fue bello? Todo ha muerto, menos los dos árboles viejos que se acuerdan de mi infancia. Quisiera morirme antes que volver a recordar, y lo quisiera ahora que hay una mujer buena como lo fue Lía. Te doy las gracias por las plantas, por el trabajo, por todo. Pero ruego al Señor mío que arranque mi vieja planta de este suelo antes que llegue la hora del crepúsculo para el viejo Juan..."

 

Muchas cosas supiste hacer en tu larga vida. 

Una todavía te falta: 

 

la de aceptar de Dios la hora de la muerte sin pedir 

que se anticipe o se posponga un minuto.

 

Jesús se le acerca. Le pone la mano sobre la espalda, dulce y enérgico al mismo tiempo, dice: "Muchas cosas supiste hacer en tu larga vida. Una todavía te falta: la de aceptar de Dios la hora de la muerte sin pedir que se anticipe o se posponga un minuto. Te has resignado a muchas cosas. Por eso Dios te ama. Aprende resignarte a la más difícil: a vivir cuando se desearía sólo morir. Entremos. El sol se esconde detrás de los montes y hace ya frío. El sábado ha empezado. Después terminaremos los trabajos..." Y recogiendo la sierra, el cepillo y el martillo entra en casa. Los demás terminan de amontar las ramas cortadas, de regar las plantas sembradas y a poner en sus goznes la puerta.

IX. 634-641

A. M. D. G.