JESÚS Y JUDAS DE KERIOT 

HACIA JERUSALÉN

 


 

#Judas llega jadeando, le dice: "Maestro... hice bien en haber venido a buscarte. ¿Te ibas sin mí? Ziforá me dijo que te esperara en la casa, que habrías ido, pero..."  

 #En Nobe diste claras señales de que no te habría gustado pasar la noche en oración con tu Maestro. Y no quise forzar tu voluntad. De nada hubiera servido   

#Pero ¡cómo, Maestro! ¿Que no te amo? ¿No trabajo por Ti? ¿Puedes dudarlo? Esto me aflige.   

#Soy joven, ¡Señor! Pero fuera de esos momentos en que confieso haber cometido un error, no cabe duda, siempre he estado junto a Ti. No me refiero a la proximidad corporal, sino a la espiritual, a la de pensamiento y corazón  

 #Oh, ¿qué puedo hacer, Padre mío, para limpiar el templo profanado de este hijo tuyo y hermano mío?   

#Valeria quiere que Jesús vaya a la sinagoga de los libertos romanos

 


 

El alba esclarece el horizonte. El bosque de olivos que cubre el monte se ilumina poco a poco al salir de la penumbra, y los troncos, todavía en ella sumergidos, parece como si no existieran, mientras sus copas plateadas pueden ya distinguirse. Parece como si la niebla cobijara el monte, pero no es otra cosa más que lo gris de la fronda a la luz equívoca matinal.

Jesús está sólo bajo los olivos. Pero no en Getsemaní, porque este monte es paralelo al Moria, por decir así, y es solo. Nos encontramos, pues, al norte de Jerusalén, al otro lado de las tumbas de los reyes. Jesús sigue orando y no cesa ni aún cuando los primeros trinos de los pajarillos le dicen que el día ha nacido ya. Sólo cuando los primeros rayos del sol prenden un punto de oro en el oro, hasta ahora sin brillo de las cúpulas del Templo, se pone de pie, se sacude el manto en que hay tierra y alguna que otra hoja seca, se alisa la barba y los cabellos con la mano, luego se ajusta el vestido y la faja, mira las sandalias, se vuelve a poner el manto y baja por un sendero que apenas se distingue entre los troncos. Tal vez se dirige a esa casucha de donde sale humo. Pero no. Da vuelta hacia un caminillo más ancho que lleva al camino principal, que a su vez lleva a la ciudad.

 

Judas llega jadeando, le dice: "Maestro... 

hice bien en haber venido a buscarte. 

 

¿Te ibas sin mí? 

Ziforá me dijo que te esperara en la casa, que habrías ido,

 pero..."

 

Detrás de Él sin saber cómo, baja Judas Iscariote. Digo sin saber cómo, porque corre como un loco para alcanzar al Maestro. A cierta distancia le grita. Jesús se detiene. Judas llega jadeando, le dice: "Maestro... hice bien en haber venido a buscarte. ¿Te ibas sin mí? Ziforá me dijo que te esperara en la casa, que habrías ido, pero..."

"¿No dije a todos que los esperaba en la puerta de Herodes al amanecer? El alba ha despuntado. Voy a la puerta de Herodes."

"Eso dijiste... pero fue a los demás. Nosotros estuvimos juntos."

"¿Juntos?" Jesús está muy serio.

"Es la verdad. Salimos juntos. Así lo quisiste. Luego preferiste ir solo a orar. Yo estaba dispuesto a ir contigo."

 

En Nobe diste claras señales de que no te habría gustado

 pasar la noche en oración con tu Maestro. 

Y no quise forzar tu voluntad. De nada hubiera servido

 

"En Nobe diste claras señales de que no te habría gustado pasar la noche en oración con tu Maestro. Y no quise forzar tu voluntad. De nada hubiera servido. El bien hay que hacerlo espontáneamente para que tenga perfume y sea fecundo. De otro modo no es sino una ... pantomima, y algunas veces, peor."

"Pero yo... ¿Por qué estás como enojado conmigo desde hace algunos días? ¿No me amas ya?"

"Con mayor razón te lo podría preguntar: ¿No me amas ya? Pero no te lo pregunto, porque también esta pregunta sería inútil, y Yo no hago cosas inútiles.

"Bueno, entiendo. ¡Porque sabes muy bien que yo te amo!"

"Quisiera saberlo, Judas de Keriot. Quisiera poder decirte: sé que me amas. Pero como nunca hago cosas inútiles, también no digo palabras falsas. Por esto no te digo que sé que me amas."

 

Pero ¡cómo, Maestro! 

¿Que no te amo? 

¿No trabajo por Ti? ¿Puedes dudarlo? Esto me aflige.

 

"Pero ¡cómo, Maestro! ¿Que no te amo? ¿No trabajo por Ti? ¿Puedes dudarlo? Esto me aflige. ¿Yo que apenas veo que una cosa te aflige, no la hago más, y estoy atento para no repetirla? Mira: comprendí que te desagradaba que yo... saliese de noche. No he salido más. Comprendí que te fastidiaban a más no poder las discusiones de tus enemigos. Fui -sin preocuparme de las injurias que me dijeron- a decirles que no se repitiesen, y Tú mismo ves que nadie te ha molestado. Y espero que ni siquiera en el Templo. No eres justo, Maestro, con el pobre Judas."

"Eres el primero que de entre los que me siguen, me reproche de injusto..."

"¡Oh, perdón! Tus palabras, tu seriedad me causan tanto dolor que no soy capaz de reflexionar. Me enloquece, creerlo. ¡Ea, paz mía!, hagamos las paces entre nosotros. Quiero estar contigo, como si estuviese unido a Ti. Juntos siempre..."

"Un tiempo lo estuvimos. Pero dime Judas: ¿ahora cuándo lo estamos?"

 

Soy joven, ¡Señor! Pero fuera de esos momentos en que

 confieso haber cometido un error, no cabe duda, 

siempre he estado junto a Ti. 

 

No me refiero a la proximidad corporal, sino a la espiritual, 

a la de pensamiento y corazón

 

"¿Te refieres a aquella noche? ¿O cuando no fui contigo a Betabara? Tú sabes por qué no fui a donde estabas. Por bien tuyo... Y aquella noche... Soy joven, ¡Señor! Pero fuera de esos momentos en que confieso haber cometido un error, no cabe duda, siempre he estado junto a Ti."

"No me refiero a la proximidad corporal, sino a la espiritual, a la de pensamiento y corazón. Judas, tú estás lejos de tu Salvador y cada vez te alejas más."

"¡Lo que me esperaba! ¡Para mí han de ser tus regaños! Y mira con qué humildad los recibo. Te dije: "Despáchame!". Me has tenido contigo... ¿y ahora que quieres de mí?"

 

Oh, ¿qué puedo hacer, Padre mío, para limpiar el templo

 profanado de este hijo tuyo y hermano mío?

 

"¡Que qué quiero! Quisiera no haberme hecho hombre inútilmente por ti. Es lo que quisiera. Pero tú por lo demás eres ya de otro amo, de otra nación, hablas una lengua diferente... Oh, ¿qué puedo hacer, Padre mío, para limpiar el templo profanado de este hijo tuyo y hermano mío?" Jesús llora, su rostro está sumamente pálido.

Judas también pierde color y se separa un poco. Jesús le aventaja un paso más, bajando con la cabeza inclinada, encerrado en su dolor. Entonces Judas hace un gesto de burla, de amenaza, diría yo, de un cruel juramente. Su cara, que venía enmascarada con el aire de una hipócrita dulzura y humildad, se hace angulosa, dura, brutal, cruel. Verdaderamente endemoniada. Es un odio, pero no humano, lo que se ve en sus negras pupilas, y ese fuego de odio converge sobre Jesús. Luego, con un alzarse de hombros y con dar una pisotada, termina su razonamiento que lleva en el interior. Continúa caminando como uno que está ya decidido a hacer lo que se había propuesto.

La ciudad con sus murallas está cerca. Gente que se amontona a sus puertas. Forasteros, campesinos, gente de poblaciones cercanas. Entre ella están los once que al ver al Maestro le vienen al encuentro.

 

Valeria quiere que Jesús vaya a la sinagoga 

de los libertos romanos

 

"Maestro, mientras te esperábamos, vino un hombre a buscarte. Dijo que te ruega Valeria que vayas a la sinagoga de los libertos romanos. Que no dejes de ir. Te espera."

"Está bien. Iremos. Pero antes iremos a la casa de José de Séforis, porque mis vestidos están sucios..."

"¿Dónde dormiste, Señor?" pregunta Pedro.

"En ningún lugar, Simón. Oré en el monte. La tierra estaba húmeda y lodosa. Míralo."

"¿Para qué oras al descubierto, Señor? Te podría hacer mal..."

"Los elementos no hacen mal al Hijo del Hombre. Las cosas de Dios son buenas... Son los hombres, los que odian al Hombre."

Pedro lanza un suspiro... Van a la casa del galileo. Los demás los siguen...

IX. 676-679

A. M. D. G.