JESÚS EN LA SINAGOGA
DE LOS LIBERTOS ROMANOS
#Valeria dice a Jesús porqué quería que viniera
#El sinagogo pregunta: "¿Puedo hacerte una objeción, sin que por esto sea una ofensa?"
#Decir en vuestras ciudades que la Luz está en el mundo y que vengan a Ella.
#Ha llegado la hora en que seré Rey en la presencia de los pueblos
#Uno tuerto para entretenerlo un poco más le habla
La sinagoga de los romanos se encuentra en la parte opuesta del Templo, cerca del Hípico. Hay gente que está en espera de Jesús. Cuando, apenas se le ve por la calle y se le señala, las mujeres corren a su encuentro. Jesús viene con Pedro y Tadeo.
"Salve, Maestro. Te doy las gracias por haberme escuchado. ¿Entras ahora en la ciudad?"
"No. Desde hora temprana estoy en ella. Fui ya al templo."
Valeria dice a Jesús porqué quería que viniera
"¿Al Templo? ¿No te han ofendido?"
"No. Era de mañana y nadie me esperaba."
"Te mandé a llamar para esto... y también porque aquí hay algunos gentiles que quisieran oírte hablar. Hace días que van al Templo a esperarte, pero se burlan de ellos y hasta los amenazan. También ayer estuve allí y comprendí que te esperan para ofenderte. Despaché mensajeros a todas las puertas. Con el dinero todo se puede..."
"Te lo agradezco. Pero Yo, Rabí de Israel, no puedo subir al Templo. ¿Quiénes son estas mujeres?"
"Mi liberta Tusnilde. Dos veces bárbara. De las florestas de Teotuburgo. Una presa de esas avanzadas imprudentes que tanta sangre han costado. Mi padre la regaló a mi madre, y ella a mí, para que haga lo que yo hago. Es muy buena. Las otras que te esperan son mujeres de gentiles. De muchas partes. Tienen muchos problemas. Vinieron en las naves de sus maridos."
"Entremos en la sinagoga..."
El sinagogo, de pie en el umbral, se inclina y se presenta: "Matatías Sículo, Maestro. A Ti alabanzas y bendiciones."
"La paz sea contigo."
"Entra. Cierro la puerta para estar tranquilos. Tanto es el odio que los tabique son ojos y las piedras orejas para observarte y denunciarte. Tal vez son mejores que éstos que, con tal de que no toques sus intereses, te dejan obrar" dice el viejo sinagogo caminando al lado de Jesús para llevarlo más allá de un pequeño patio a una ancha sala que es la sinagoga.
"Matatías, curemos primero a los enfermos. Su fe es digna de su premio" aconseja Jesús, y pasa de mujer en mujer imponiendo sus manos.
Algunas están sanas, pero sufre el pequeñito que tienen en brazos y Jesús cura el niño. Una es una niña pequeñita totalmente paralítica y, curada, grita: "¡Sitaré te besa la mano, Señor!"
Jesús, que había adelantado ya algunos pasos, sonriente se vuelve y pregunta: "¿Eres Siria?"
La mujer responde: "Fenicia, Señor. Más allá de Sidón. Vivimos en las riberas del Tamiri. Tengo diez hijos y dos hijas. Una se llama Sira y la otra Tamira. Sira ha enviudado. Es muy joven. Tanto que, libre, se ha ido a vivir cerca de un hermano, que está en la ciudad y que es un seguidor tuyo. Ella nos dijo que Tú lo puedes todo."
"¿No vino contigo?"
"Sí, Señor. Está detrás de esas mujeres."
"Acércate" ordena Jesús.
La joven, temerosa, se acerca.
"Si me amas, no debes tener miedo de Mí" dice Jesús con voz suave.
"Te amo. Por esto dejé Alejandroscene. Pensé que podría oírte una vez más... y que habría aprendido a aceptar mi dolor..." Llora.
"¿Cuánto tiempo hace que te quedaste viuda?"
"A finales de vuestro Adar... Si hubieras estado, Zeno no hubiera muerto. El lo decía... porque te había oído y creía en Ti."
Entonces no ha muerto, mujer. Quien cree en Mí, vive.
La verdadera vida no es esta luz en que vive el cuerpo.
La vida es la que se alcanza creyendo
y siguiendo el Camino, la Verdad, la Vida,
aun cuando fuese por un solo día, una sola hora
Porque mi Padre, y Padre de todos los hombres, no tendrá
en cuenta el tiempo que pasó en mi ley y fe, sino su voluntad
de vivir hasta la muerte en ella y en la fe.
"Entonces no ha muerto, mujer. Quien cree en Mí, vive. La verdadera vida no es esta luz en que vive el cuerpo. La vida es la que se alcanza creyendo y siguiendo el Camino, la Verdad, la Vida, y obrando según lo que he enseñado. Aun cuando el creer en Él, es seguirlo a Él, el obrar según su enseñanza durara muy poco tiempo y que la muerte pronto troncara, aun cuando fuese por un solo día, una sola hora, en verdad te digo que quien así obrare, no saboreará jamás la muerte. Porque mi Padre, y Padre de todos los hombres, no tendrá en cuenta el tiempo que pasó en mi ley y fe, sino su voluntad de vivir hasta la muerte en ella y en la fe. Yo prometo la vida eterna a quien cree en Mí y obra según lo que enseño, amando a su Salvador, propagando este amor, practicando, mientras puede, mis enseñanzas. Los obreros de mi viña son todos los que vienen a decir: "Señor, acéptame entre tus trabajadores", y siguen con la misma voluntad hasta que mi Padre juzga que terminó su jornada. En verdad, en verdad os digo que habrá obreros que trabajarán una sola hora, su última hora, y que tendrán a la mano un premio más a la mano que los que trabajaron todo el día, pero siempre con tibieza, empujados al trabajo sólo por la idea de no merecer el infierno, esto es, por el miedo del castigo. Mi Padre no premia con la gloria inmediata este modo de obrar. A esta clase de tipos egoístas, que tienen prisa en hacer el bien, pero sólo aquel bien que baste a librarles del castigo eterno, el Juez divino les hará expiar ampliamente. Tendrán que aprender a sus propias expensas, después de una larga expiación, a estar prontos en el amor, en un verdadero amor, que no busca sino la gloria de Dios. Aún más, os diré que en lo futuro, muchos serán, sobre todo entre los gentiles, los obreros de una sola hora, y aún menos, que entrarán gloriosos en mi Reino porque en aquella única hora de correspondencia a la gracia que les invitaba a trabajar en la viña de Dios, habrán alcanzado la perfección heroica de la caridad. Tranquilízate, pues, mujer. Tu marido no ha muerto, sino que vive. No lo has perdido. Por un poco de tiempo está separado de ti. Ahora tú, como una novia que todavía no ha entrado en la casa de su futuro marido, debes prepararte a las verdaderas bodas inmortales con el que ahora lloras. ¡Oh, dichosas nupcias de dos corazones que se han santificado, que se juntan nuevamente para siempre donde no hay más separación, ni temor de no amarse, ni dolor, donde los corazones se regocijarán en el amor de Dios y en el amor mutuo! La muerte para los justos es una vida verdadera, porque nada puede amenazar la vitalidad de su espíritu, esto es, la de permanecer en la Justicia. No llores, ni lamentes, Sira, lo que es caduco. Levanta tu corazón, y mira con justicia y con verdad. Dios te ha amado, salvando a tu compañero del peligro de las cosas del mundo que hubieran destruido su fe en Mí.
"Me has consolado, Señor. Viviré como me has dicho. Sé bendito, y contigo tu Padre, para siempre."
"¿Puedo hacerte una objeción, sin que por esto sea
una ofensa?"
El sinagogo, mientras Jesús trata de avanzar, pregunta: "¿Puedo hacerte una objeción, sin que por esto sea una ofensa?"
"Habla. Estoy aquí cual Maestro para dar sabiduría a quien me preguntare."
"Dijiste que algunos pronto serán gloriosos en el cielo. ¿No acaso está cerrado? ¿No acaso están los justos en el limbo en espera de entrar en el cielo?"
"Así es. El cielo está cerrado y lo estará hasta que el Redentor lo abra. Pero su hora ha llegado. En verdad te digo que el día de la redención ya alborea en el oriente, y pronto estará en el zenit. En verdad te digo que no habrá otra fiesta después de ésta, antes de aquel día. En verdad te digo que estoy ya forzando las puertas, al estar ya casi sobre la cumbre del monte de mi sacrificio... Este ya me empuja sobre las puertas del cielo, porque está ya en movimiento. Cuando se cumpla, recuérdalo, se correrán las sagradas cortinas y se abrirán las celestiales puertas. Porque Yeové no estará más presente con su gloria en el debir (El Santo de los santos" que estaba en la parte más sagrada del Templo), e inútil será poner un velo entre el Inconocible y los mortales. Los hombres que nos precedieron y que fueron justos irán a su lugar destinado, con el Primogénito a la cabeza, que ha perfeccionado todo en su cuerpo y en el espíritu, y sus hermanos con el vestido de luz que tendrán hasta que sus cuerpos sean llamados al júbilo."
Jesús toma el tono del sinagogo o del rabí cuando repite las palabras bíblicas o recita un salmo. "Y Él me dijo: "Profetizar a estos huesos y diles: 'Huesos áridos, escuchad la palabra del Señor... Yo infundiré en vosotros el aliento y viviréis. Pondré los nervios, haré que vuestra piel aumente, la alargaré, os daré un aliento y viviréis y sabréis que soy el Señor... Ved que abriré vuestras tumbas... Os sacaré de los sepulcros... Cuando haya introducido en vosotros mi aliento, tendréis vida y os haré descansar en vuestra tierra'. "
La resurrección del que es árido, del que está muerto
a la vida es doble, y se desprende de las palabras del profeta.
Te amo, Israel; te amo, Jerusalén; te amo, ¡oh humanidad!
Y a causa de este amor os invito
a la vida y resurrección bienaventurada.
Torna a tomar el tono de su voz habitual, baja sus brazos que tenía extendidos y continúa:: "La resurrección del que es árido, del que está muerto a la vida es doble, y se desprende de las palabras del profeta. La primera es la resurrección a la vida y en la vida, esto es, a la gracia que es vida para cuantos acogen la palabra del Señor, el Espíritu engendrado por el Padre, que es Dios como el Padre de quien es Hijo, y que se llama Verbo, el Verbo que es Vida y da la vida, esa vida de la que todos tienen necesidad y de la que Israel está privado como los gentiles. Si Israel quiere obtenerla, debe esperar y acoger la Vida que viene del cielo de hoy en adelante. En verdad os digo que si los de mi pueblo no me acogen a Mí, que soy la Vida, no la tendrán, y mi venida será para ellos muerte, porque la han rechazado. Ha llegado la hora en que Israel se dividirá entre los vivos y los muertos. Es la hora de la elección, de la vida o de la muerte. La Palabra ha hablado, ha mostrado su origen, su poder, ha curado, enseñado, resucitado, y en breve habrá cumplido su misión. No ha más excusa para que no se acerquen a la Vida. El Señor pasa. Una vez pasado, no regresa. No regresó a Egipto a devolver la vida a los primogénitos de los que se habían burlado de Él y oprimido a los israelitas. No volverá ni siquiera esta vez, después que la inmolación del Cordero haya decidido las suertes. Los que no me acogieren antes de que pasare, los que me odian y odiaren, no tendrán mi sangre para que santifique sus corazones, y no vivirán y no tendrán a Dios con ellos por el resto de su peregrinación por la tierra. Sin el divino Maná, sin la nube protectora y luminosa, sin el agua que viene del cielo, sin Dios, andarán vagando por el extenso desierto de la tierra, por toda la tierra, para el que será un desierto porque le falta la unión con el cielo, la cercanía con el Padre y el Amigo, que es Dios. Hay otra resurrección, la universal, en la que los huesos calcinados y dispersos por tantos siglos, frescos volverán a cubrirse de nervios, de carne, de piel. Y se verificará el Juicio. El cuerpo y los corazones de los justos se alegrarán con el espíritu en el Reino eterno, y el cuerpo de los condenados sufrirán con el espíritu en un castigo eterno. Te amo, Israel; te amo, Jerusalén; te amo, ¡oh humanidad! Y a causa de este amor os invito a la vida y resurrección bienaventurada."
Los que se encuentran en la sala están como fascinados. No hay distinción entre los pasmados hebreos y los demás pertenecientes a diversos lugares y religiones. Más bien diría que los que no son israelitas se hallan presa de cierto estupor.
Un anciano de entre ellos murmura entre dientes algo.
"¿Qué has querido decir?" le pregunta Jesús volviéndose.
El hombre puede con la virtud subir a la perfección divina.
En la criatura está el resplandor del Creador,
que tanto más se revela cuanto más el hombre
se hace digno de ello por la virtud
El alma, lo que los verdaderos hombres admiten,
mi alma te acepta, ¡oh Perfección!, y te dice:
"Enséñame tu Camino, tu Vida y tu Verdad para que un día
yo, hombre solitario, pueda juntarme contigo,
Suprema Belleza".
"Dije que... Repetía las palabras que en mi juventud escuché del pedagogo: "El hombre puede con la virtud subir a la perfección divina. En la criatura está el resplandor del Creador, que tanto más se revela cuanto más el hombre se hace digno de ello por la virtud; algo así como si se consumase la materia en el fuego de la virtud. Se concedió al hombre conocer al Ente que, por lo menos en la vida de cada hombre, con cariño paternal o severo, se muestra a él para que pueda decir: 'Debo ser bueno ¡Desgraciado de mí si no lo consiguiere! Ya que un poder inmenso brilló ante mí para hacerme comprender que la virtud es deber y es señal de la nobleza del ser humano Encontraréis este resplandor de la Divinidad en la hermosura natural, en la última palabra del moribundo, en la mirada de un desgraciado que os mira, en el silencio de la persona que amáis, que callando, no admite una acción vuestra responsable; la encontraréis en los ojos espantados de un niño cuando mira la violencia; o en el silencio de las noches, cuando estáis solos; en la habitación cerrada y sola os encontraréis con un otro yo, muy diverso del vuestro, que habla con un sonido que no es humano. Es Dios, un Dios que debe ser el Creador, a quien todas las cosas, sin saberlo, adoran. Un Dios único que satisface todos los sentimientos del hombre virtuoso, que no se sacia ni se consuela con nuestras ceremonias, ni doctrinas, ni ante los altares vacíos, muy vacíos pese a que una estatua los eleve". Conozco muy bien estas palabras, porque hace muchos años que me las repito como si fueran mi libro, como si fueran mi esperanza. He vivido muchos años, he trabajado, sufrido y hasta llorado. Pero todo lo soporté, y espero, confiado en la virtud, que me encontraré con este Dios que Hermógenes me había prometido que conocería. Ahora a mí mismo me dije que lo he visto. Y no por un momento fugaz, no como un sonido, he oído sus palabras. He visto lo Divino dentro de una forma bellísima dentro de un cuerpo. Lo he visto y me he quedado lleno de sacra admiración. El alma, lo que los verdaderos hombres admiten, mi alma te acepta, ¡oh Perfección!, y te dice: "Enséñame tu Camino, tu Vida y tu Verdad para que un día yo, hombre solitario, pueda juntarme contigo, Suprema Belleza".
"Volveremos a unirnos. Y te digo también que más tarde se nos unirá Hermógenes."
"Murió sin conocerte."
El conocimiento material no es necesario para que
alguien me posea.
El hombre que por su virtud llega a subir al Dios
desconocido, y a vivir virtuosamente como homenaje
a este Dios, se puede decir que lo conoció
"El conocimiento material no es necesario para que alguien me posea. El hombre que por su virtud llega a subir al Dios desconocido, y a vivir virtuosamente como homenaje a este Dios, se puede decir que lo conoció, porque se reveló a él, como premio de su vida virtuosa. Sería una desgracia que se me tuviese que conocer personalmente. Difícilmente alguien podría reunirse conmigo. Porque, os lo digo, pronto el Viviente dejará el reino de los muertos para regresar al reino de la vida, y los hombres no tendrán otro medio de conocerme que por la fe o el espíritu. El conocimiento que tengan de Mí, no se detendrá, sino que se propagará y se perfeccionará, porque se verá privado de todo lo que es pesantez de los sentidos. Dios hablará. Dios obrará. Dios vivirá. Dios se descubrirá a los corazones de sus fieles con su Naturaleza inconocible y perfecta. Los hombres amarán al Dios-hombre. El los amará con medios nuevos, con medios inefables que su amor infinito habrá dejado en la tierra, antes de regresar a su Padre, después de haber realizado todo."
"¡Oh, Señor, Señor, dinos cómo podremos encontrarte y conocer que Tú eres el que nos hablas, y dónde estarás, después que te hayas ido!" gritan varios. Algunos añaden: "Somos gentiles y no conocemos tu ley. No tenemos tiempo para quedarnos aquí y seguirte. ¿Cómo haremos para alcanzar la virtud que nos haga merecedores de conocer a Dios?"
En la sonrisa de Jesús hay luz, hay felicidad al ver sus conquistas entre los paganos. Con toda dulzura responde: "No os preocupéis de saber muchas leyes. Estos os llevarán (y pone sus manos sobre los hombros de Pedro y Tadeo) mi ley. Pero mientras no lleguen, tened como norma las siguientes palabras en que se compendia mi ley de salvación.
Amad a Dios con todo vuestro corazón.
Amad las autoridades, a vuestros padres, amigos, criados,
aun a los enemigos, como os amáis a vosotros mismos.
Amad a Dios con todo vuestro corazón. Amad las autoridades, a vuestros padres, amigos, criados, aun a los enemigos, como os amáis a vosotros mismos. Y para estar seguros de no pecar, antes de hacer algo, bien sea mandado, bien porque lo queráis, preguntaos: "¿Me gustaría que esto que voy a hacer, otro me lo hiciera?" Si no os gustare, no lo hagáis.
Con estas sencillas líneas podéis trazaros el camino por el que llegaréis a Dios y Él a vosotros. Porque nadie se sentiría contento de que un hijo suyo le fuese ingrato, que alguien se lo matase, o bien que otro cualquiera os lo robase, os quitase la mujer, deshonrase su hermana o su hija, le arrebatase la casa, los campos, los siervos fieles. Con esta regla seréis buenos hijos y buenos padres, buenos maridos, buenos hermanos, honrados comerciantes y amigos. Por lo tanto seréis virtuosos, y Dios vendrá a vosotros.
Decir en vuestras ciudades que la Luz está en el mundo
y que vengan a Ella.
A mi alrededor tengo no sólo hebreos y prosélitos en quienes no hay malicia, esto es, me refiero a vosotros que habéis venido a recibirme no con una trampa, como hacen los que os arrojaron del Templo, para que no vengáis a la vida, sino también a vosotros gentiles que habéis venido de todas partes del mundo. Veo cretenses y fenicios mezclados con habitantes del Ponto y Frigia; hay también uno que es de las playas donde se abre el mar desconocido, donde algún día seré amado. Veo a griegos con sicilianos y a cirenaicos con asiáticos. Pues bien Yo os digo: ¡idos! Decir en vuestras ciudades que la Luz está en el mundo y que vengan a Ella. Decid que la Sabiduría ha dejado los Cielos para hacerse pan de los hombres, agua para los hombres que mueren de sed. Decid que la Vida ha venido a sanar, a resucitar lo que estaba enfermo o muerto. Decid... decid que el tiempo pasa rápido como relámpago de verano. Quien tiene deseo de Dios, que venga. Su corazón conocerá a Dios. Quien tenga deseo de ser curado, que venga. Mi mano, mientras está libre, curará a los que la invocaren con fe.
Id a decir, y no os tardéis, que el Salvador espera
a los que aguardan y desean una ayuda superior
para la Pascua en la Ciudad Santa
Id a decir, y no os tardéis, que el Salvador espera a los que aguardan y desean una ayuda superior para la Pascua en la Ciudad Santa. Decidlo a los que tienen necesidad, y aún a los que parecen escuchar por curiosidad. De este sencillo movimiento pueda nacerles la chispa de la fe en Mí, de la fe que salva. ¡Id" Jesús de Nazaret, El Rey de Israel, el Rey del mundo, convoca a sus representantes del mundo para darles sus tesoros de gracias y tenerlos por testigos de su elevación, que lo consagrará triunfante, por los siglos de los siglos, como Rey de reyes y Señor de los señores. ¡Id! ¡Id!
En el albor de mi vida terrena, llegaron
de diversos puntos, representantes de mi pueblo a adorar
al Infante en el que el Inmenso se ocultaba.
En el albor de mi vida terrena, llegaron de diversos puntos, representantes de mi pueblo a adorar al Infante en el que el Inmenso se ocultaba. El querer de un hombre, que se creía poderoso y no era más que un siervo de ese querer divino, había ordenado el censo en su Imperio. Obedeciendo a órdenes desconocidas e inmutables del Altísimo, ese hombre pagano se convirtió en el pregonero de Dios que quería que todos los hombres de Israel, esparcidos en todas las partes de la tierra, en la tierra de este pueblo, cerca de Belén de Efrata, se pasmasen con las señales venidas del cielo, cuando se escucharon los primeros vagidos del recién nacido. Y como si no fuera suficiente, otras señales hablaron a los gentiles, y una representación de ellos vino a adorar al Rey de reyes, pequeño, pobre, sin ambición de una corona terrena pero que ante los ángeles era el Rey.
Ha llegado la hora en que seré Rey en la presencia
de los pueblos
Ha llegado la hora en que seré Rey en la presencia de los pueblos. Rey, antes de regresar al lugar de donde vine.
En el crepúsculo de mis días terrenos, en el atardecer de mi vida humana, es justo que haya hombres de todos los pueblos que vean al que va a ser adorado y en el que se oculta toda la Misericordia. Gocen los buenos de las primicias de esta nueva mies, de esta misericordia que se abrirá como nubes de Nisán para henchir los ríos de aguas saludables, prontas a fertilizar los árboles plantados a sus riberas, como se lee en Ezequiel."
Jesús continúa a sanar a enfermos y enfermas. Le dicen sus nombres: "Yo soy Zabdí... Yo soy Gail... Yo Andrés... Yo Teófanes... Yo Selima... Yo Olinto... Yo Felipe... Yo Elisa... Yo Berenice... Mi hija se llama Gaya... Yo Argénides... Yo... Yo... Yo..."
Ha terminado. Quisiera irse, pero mucho le ruegan que les hable.
Uno tuerto para entretenerlo un poco más le habla
Y uno, tuerto tal vez, porque tiene un ojo cubierto con una venda, dice para entretenerlo algo más: "Señor, uno que me tenía envidia por mis negocios me pegó. A duras penas logré salvar la vida, pero perdí un ojo, que el golpe me reventó. Ahora mi rival es pobre y nadie lo quiere, y se ha ido a una población cercana a Corinto. Yo soy de allí. ¿Qué debería hacer a éste que casi me mató? No hacer a los otros lo que no me gustaría recibir, está bien. Pero de él recibí... y ¡qué mal!... mucho mal..." En su cara se ve el pensamiento que no dice: "y por esto quisiera vengarme..."
Jesús lo mira con una luminosa sonrisa de sus ojos de zafiro, y con la dignidad de Maestro le pregunta: "¿Tú que eres de Grecia me lo preguntas? ¿No acaso han enseñado vuestros grandes que los mortales se hacen semejantes a Dios cuando corresponden a los dones que El les concede para hacerlos semejantes a Sí, y que son: poder estar en la verdad y hacer bien al prójimo?"
"¡Ah, sí, Pitágoras!"
"¿Y no han dicho que el hombre se acerca a Dios no con la ciencia, el poder u otra cosa, sino con hacer el bien?"
"¡Ah, sí, Demóstenes! Maestro, perdona si te digo algo... Tú eres hebreo y los hebreos no leen a nuestros filósofos... ¿Cómo sabes estas cosas?"
Porque Yo, la Sabiduría, fui quien inspiró
en las inteligencias que pensaron esas palabras.
Estoy donde se realiza el bien
"Porque Yo, la Sabiduría, fui quien inspiró en las inteligencias que pensaron esas palabras. Estoy donde se realiza el bien. Tú, griego, escucha los consejos de los sabios en los que todavía sigo hablando. Haz el bien a quien te ha hecho mal y Dios te llamará santo. Ahora déjame ir. Otros me están esperando. Adiós, Valeria. No temas por Mí, todavía no ha llegado mi hora. Cuando llegare, ni siquiera todos los ejércitos de César podrían formar una valla contra mis adversarios."
"Salve, Maestro. Ruega por mí."
"Para que la paz se posesione de ti. Adiós. La paz sea contigo, sinagogo. La paz a todos los creyentes y a los que quieren serlo."
Y con un gesto que es saludo y bendición sale de la sala, atraviesa el patio y toma la calle...
IX. 679-688
A. M. D. G.