JESÚS EN LA FIESTA DE LA DEDICACIÓN
DEL TEMPLO.
#Judas dice que los enemigos de Jesús no le molestarán
#Jesús y los discípulos entran en el recinto del Templo
#¿Quién es para vosotros el Mesías? Responded, para que sepa lo que valéis
#En verdad, en verdad, aquí en la casa de mi Padre proclamo que soy más que un profeta.
Judas dice que los enemigos de Jesús no le molestarán
Estar en pie en una mañana en que hace viento y frío no es posible. En la cima del Moria el viento que viene del noroeste, sopla haciendo volar los vestidos y poniendo coloradas las caras y los ojos. Y con todo hay quien ha subido al Templo para las oraciones. Los que pecan por su ausencia absoluta son los rabinos con sus respectivos grupos de alumnos. El portal parece más amplio y sobre todo más majestuoso, sin esas voces gritonas y sin esa pompa que hay en él, como de costumbre.
Y de ser cosa rara verlo tan vacío, que muchos se asombran. También Pedro se admira. Tomás, que parece hasta más robusto, envuelto en su largo y pesado manto, dice: "Se habrán encerrado en algunas habitaciones, por temor a perder su voz. ¿Los extrañas?" y se ríe.
"¡Oh, no! ¡Ojalá nunca los volviera a ver! Pero no quisiera que sucediese..." y mira a Iscariote que no habla, pero comprende la mirada de Pedro y dice: "De veras que han prometido no molestar más, a no ser que el Maestro los... escandalizare. No cabe duda que estarán espiando. Pero como aquí no se peca, ni se ofende, ellos no están."
"Mejor así. Dios te bendiga, muchacho, si has logrado que entren en razón."
Todavía es temprano. Hay poca gente en el Templo. Digo "poca" en comparación de la amplitud del lugar. Ni siquiera doscientas o trescientas personas se ven dentro: en los patios, pórticos y corredores...
Jesús y los discípulos entran en el recinto del Templo
Jesús, único Maestro en el amplio atrio de los gentiles va y viene, hablando con los suyos y con los discípulos que ha encontrado en el recinto del Templo. Responde a sus objeciones o preguntas, esclarece puntos que no han podido comprender y que no pudieron explicar a otros.
Se acercan dos gentiles, lo miran, se van sin pronunciar palabra alguna. Pasan personas que trabajan en el Templo, lo miran: tampoco dicen una palabra. Lo mismo sucede con algún fiel.
"¿Vamos a estar todavía aquí?" pregunta Bartolomé.
"Hace frío y no hay nadie. Estar aquí en paz, agrada. Maestro, hoy en realidad estás en la casa de tu Padre, y como dueño" dice sonriente Santiago de Alfeo. Añade: "Así habrá sido el Templo cuando vivían Nehemías y los reyes sabios y los hombres piadosos."
"De mi parte sería mejor que nos fuéramos. De allá os están espiando..." dice Pedro.
"¿Quiénes? ¿Los fariseos?"
"No. Los que pasaron antes, y otros más. Vámonos, Maestro..."
"Espero a los enfermos. Me vieron cuando entraba en la ciudad y la voz se esparció. Cuando haga más sol, vendrán. Quedémonos hasta un tercio antes de sexta" responde Jesús. Y continúa caminando para adelante y para atrás para no sentir el aire frío.
De hecho, después de poco tiempo, cuando el sol ha mitigado ya el frío, llega una mujer con una niña enferma y pide que se la cure. Jesús la contenta. La mujer pone su óbolo a sus pies diciendo: "Esto es para otros niños que sufren." Iscariote recoge la moneda.
Poco después, en una camilla traen a un hombre de edad, enfermo de las piernas. Jesús le da la salud.
Viene ahora un grupo, que pide a Jesús que vaya fuera de la muralla del Templo para que arroje el demonio de su niña, cuyos gritos desgarradores se oyen hasta allí dentro. Jesús va con ellos. Sale a la calle que lleva a la ciudad. Entre la gente que se ha apiñado a ver a la jovencilla que echa espuma y se retuerce, sacando tamaños ojos, hay gentiles. De los labios de la jovencilla se escuchan palabras de mal gusto y tanto más aumenta, cuanto más Jesús se acerca. Cuatro robustos jóvenes apenas si pueden sujetarla. Junto con las injurias salen gritos que reconocen a Jesús, súplicas que dicen que no se le arroje, y también prorrumpe en verdades que repite monótonamente: "¡Largo! ¡No me hagáis ver a este maldito! ¡Largo, largo! Causa de nuestra ruina. Sé quién eres. Eres... Eres el Mesías. Eres... Otro aceite fuera del de allá arriba no te ha ungido. La fuerza del cielo te protege y te defiende. ¡Te odio, maldito! No me arrojes. ¿Por qué nos arrojas y no nos quieres, mientras sí que todo el infierno está en uno? Sí, que lo sabes... Déjame aquí, por lo menos hasta la hora de..." Las palabras se cortan, como ahogadas, otras veces salen, otras terminan en aullidos: "¡Déjame entrar por lo menos en él! No me mandes al Abismo. ¿Porqué nos odias, Jesús, Hijo de Dios? ¿No te basta con lo que eres? ¿Por qué quieres imperar también sobre nosotros? No te queremos. ¡No! ¿Por qué has venido a perseguirnos, si hemos renegado de ti? ¡Largo, largo! ¡No, no arrojes sobre nosotros los fuegos del cielo! ¡Tus ojos! Cuando estén apagados, nos reiremos... ¡Ah, no! Ni siquiera entonces... ¡Tú nos vences! ¡Nos vences! ¡Sed malditos Tú y el Padre que te ha enviado, y el que viene de vosotros y es vosotros... ¡Aaaaah!"
El grito final es completamente espantoso, como el de una persona a quien degollaren, y se debe a que Jesús, después de que muchas veces interiormente, con su pensamiento había dado orden de que cesase, finalmente toca con un dedo la frente de la jovencilla. El grito termina con una convulsión horrenda, con un fragor en que hay una carcajada y un grito de pesadilla. Al dejarla aúlla: "No me voy lejos... ¡Ja, ja!" semejante al trueno de un relámpago que se escucha en el firmamento, aun cuando esté limpísimo.
Muchos corren atemorizados, otros se apiñan a ver a la jovencilla que de pronto se ha calmado; como refugiándose entre los brazos de quienes la sujetaban se queda así por pocos instantes, luego abre los ojos, sonríe, siente que no tiene el velo en la cara ni en la cabeza, trata de ocultarla con su brazo levantado. Quienes están con ella, quieren que dé gracias al Maestro. Pero Él dice: "Dejadla. Tiene vergüenza. Su alma me ha dado ya las gracias. Devolvedla a su madre. Allí es su lugar..." y vuelve las espaldas a la gente, volviendo a entrar en el Templo, al lugar de antes.
"¿Viste, Señor, que muchos judíos se llegaron por detrás? Reconocí a algunos. ¡Allí están! Son los que antes estaban espiando. Mira cómo discuten entre sí..." refiere Pedro.
"No discutáis entre vosotros. El fuego no señaló ni a éste,
ni a aquél. Fue sólo la señal de que el demonio
había huido" dice Jesús.
Estarán echándose la suerte para saber en quién de ellos entró el diablo. También está Nahaúm, el hombre de confianzas de Anás. Es un tipo que se lo merece..." propone Tomás
Tienes razón. No viste porque estabas mirando a otra parte, pero el fuego se dejó ver sobre su cabeza" dice Andrés cascando los dientes. "Estaba cerca de él y tuve miedo..."
"Todos estaban juntos. Yo vi que el fuego se cernía sobre nosotros y pensé que íbamos a morir... Temblé, más bien, por el Maestro. Parecía como si se suspendiera sobre su cabeza" explica Mateo.
"No. Yo lo vi salir de la jovencilla y estallar sobre los muros del Templo" objeta Leví, el discípulo pastor.
"No discutáis entre vosotros. El fuego no señaló ni a éste, ni a aquél. Fue sólo la señal de que el demonio había huido" dice Jesús.
"Pero dijo que no se iría lejos..." replica Andrés.
"Palabras de demonio... Quién les hace caso. Alabemos más bien al Altísimo por estos tres hijos de Abraham curados en su cuerpo y en su alma.
Estamos temblando de miedo por esas palabras.
Pero también tenemos miedo de engaño porque se sabe
que Belzebú es un espíritu mentiroso. Dinos, pues, quién eres.
Dínoslo con tu propia boca que respira verdad y rectitud.
Entre tanto muchos judíos que han venido llegando de esta y de aquella parte -pero no con ellos los fariseos, ni escribas, ni sacerdotes- se acercan y rodean a Jesús. Uno de ellos claramente confiesa: "Has obrado cosas grandes en esta mañana. Obras verdaderamente dignas de un profeta y de un gran profeta. Los espíritus de los abismos han dicho de Ti cosas grandes. Pero no pueden aceptarse sus palabras, si la tuya no las confirma. Estamos temblando de miedo por esas palabras. Pero también tenemos miedo de engaño porque se sabe que Belzebú es un espíritu mentiroso. Dinos, pues, quién eres. Dínoslo con tu propia boca que respira verdad y rectitud."
"¿No os lo he dicho tantas veces? Hace ya casi tres años que os lo vengo diciendo, y antes de Mí, os lo dijo Juan en el Jordán y la Voz de Dios que se oyó de los cielos."
"Tienes razón. Pero nosotros no estuvimos esas veces. Nosotros... Tú que eres un hombre recto, debes comprender nuestras ansias. Queremos creer en Ti como en el Mesías. Pero ha sucedido muchas veces que el pueblo de Dios ha sido engañado por Mesías falsos. Consuela nuestro corazón que espera oír una palabra de seguridad y te adoraremos."
Jesús los mira severamente. Sus ojos parecen perforar sus cuerpos y dejar al descubierto sus corazones. Luego dice: "Realmente, muchas veces los hombres saben decir mentiras mejor que Satanás. No. Vosotros no me adoraréis. Jamás. Sea lo que os dijere. Y si lo llegaseis a hacer, ¿a quién adoraríais?"
"¿A quién? ¡A nuestro Mesías!"
¿Quién es para vosotros el Mesías?
Responded, para que sepa lo que valéis
"¿Llegaríais a hacerlo? ¿Quién es para vosotros el Mesías? Responded, para que sepa lo que valéis."
"¿El Mesías? El Mesías es el que por órdenes de Dios juntará al Israel disperso y lo hará un pueblo victorioso, bajo cuyo cetro estará el mundo. ¿No sabes lo que es el Mesías?"
"Lo sé, como lo sabéis. Para vosotros, pues, es un hombre que superando a David y Salomón y a Judas Macabeo, hará de Israel la nación reina del mundo."
"Así es. Dios lo ha prometido. El Mesías nos vengará, nos hará gloriosos, nos devolverá nuestros derechos. El Mesías prometido."
"Escrito está: "No adorarás a otro que no sea el Señor Dios tuyo". ¿Cómo podréis adorarme, si en Mí solo veis al Hombre-Mesías?"
"¿Y qué otra cosa podemos ver en Ti?"
Sois hasta sacrílegos. Si en Mí no podéis ver otra cosa
que el Mesías humano y me adoráis, sois unos idólatras.
Sólo a Dios se debe la adoración
"¿Qué? ¿Y con estos sentimientos habéis venido a preguntarme? ¡Raza de víboras engañosas y venenosas! Sois hasta sacrílegos. Si en Mí no podéis ver otra cosa que el Mesías humano y me adoráis, sois unos idólatras. Sólo a Dios se debe la adoración. En verdad os digo que el que os está hablando es más que el Mesías que os figuráis con una misión, con palacios y poderes, que sólo vosotros, faltos de espíritu y sabiduría, os imagináis. El Mesías no ha venido a dar a su pueblo un reino, como creéis. No ha venido a ejercer venganzas sobre otros poderosos. Su Reino no es de este mundo. Su poder sobrepuja cualquier otro poder del mundo, que siempre es limitado."
"Nos mortificas, Maestro. Si eres Maestro y nosotros somos ignorantes, ¿por qué no quieres instruirnos?"
"Hace tres años que lo estoy haciendo, y siempre estáis en las tinieblas, rechazando la Luz."
"Es verdad. Tal vez lo sea. Pero lo que fue en el pasado, no quiere decir que suceda en lo porvenir. ¿Y qué? Tú que tienes piedad de los publicanos y de las prostitutas, que absuelves a los pecadores, ¿no vas a tener piedad de nosotros, sólo porque somos de dura cerviz y nos esforzamos en comprender lo que eres?"
"No es que os esforcéis. Es que no queréis comprender. No sería culpa alguna que fuerais unos idiotas. Dios tiene muchas luces que podrían alumbrar aun la inteligencia más cerrada, pero llena de buena voluntad. Esto es lo que os falta. Más bien, tenéis una, sí, que es opuesta. Por esto no comprendéis quién soy"
"Será como dices. Estás viendo cuan humildes somos. Te pedimos en el nombre de Dios. Responde a nuestras preguntas. No tengas otras sospechas de nosotros. ¿Hasta nuestro corazón va a quedar inseguro? Si eres el Mesías dínoslo claramente."
"Os lo he dicho. En las casas, plazas, caminos, poblaciones, montes, ríos, en las playas del mar, en las fronteras de los desiertos, en el Templo, en las sinagogas, en los mercados os lo he dicho, y vosotros no creéis. No hay lugar de Israel que no haya oído mi voz. Hasta los lugares que llevan por abuso el nombre de Israel desde hace siglos, pero separados del Templo; hasta los lugares que han dado nombre a esta tierra nuestra, que de dominadores se convirtieron en subyugados, que jamás se libraron de errores para venir a la Verdad, hasta la Siro-Fenicia, que los rabinos esquivan como tierra de pecado, han oído mi voz y conocido lo que soy.
Os lo he dicho, y no creéis en mis palabras. He realizado cosas a las que no habéis prestado un corazón generoso. Si lo hubierais hecho con espíritu sincero, habríais llegado a creer en Mí. Aquellos que tienen buena voluntad, que me siguen, porque me reconocen como a su Pastor, han creído a mis palabras y al testimonio que dan mis obras.
¿Creéis acaso que lo que hago, no tenga por objeto vuestra utilidad? ¿Y utilidad para todas las criaturas? Desengañaos. No penséis que la utilidad depende de la salvación de uno solo, que mi poder consiguió, o porque haya sido librado de la obsesión o del pecado. Esta es una utilidad circunscrita a un individuo. Poca cosa respecto al poder que viene dado por la fuente sobrenatural, más que sobrenatural: divina, que le da salida para que sea la única utilidad. Hay una utilidad en las cosas que hago. La utilidad de quitar toda duda a los que dudan, de convencer a los contrarios, además de robustecer cada vez más la fe de los que creen.
Por razón de esta utilidad colectiva, en favor de todos los hombres presentes y futuros, porque mis obras darán testimonio de Mí, mi Padre me dio poder de hacer lo que hago. En las obras de Dios nada se hace sin un buen fin. Recordadlo siempre. Meditad en esta verdad."
si Satanás tenga también un fin bueno
Te respondo que Satanás no es obra de Dios,
sino de la libre voluntad del ángel rebelde
Dios no es un necio, sino un ser perfecto en sus acciones y
pensamientos. Es el Perfectísimo.
Las criaturas son imperfectas, Pero Dios, que ama a las
criaturas, les ha concedido la libertad de arbitrio
para que por ella se perfeccionen en la virtud y se hagan
a sí más semejante a Él, su Padre.
Si el mal no pudiese crear una consecuencia buena para
aquellos que tienen buena voluntad,
Dios lo habría destruido.
Jesús deja de hablar por unos instantes. Clava su mirada en un judío que tiene la cabeza inclinada y luego añade: "Tú estás pensando así, tú, el del vestido de color de uva madura, te estás preguntando si Satanás tenga también un fin bueno. No quieras ser un necio enemigo mío y no busques error en mis palabras. Te respondo que Satanás no es obra de Dios, sino de la libre voluntad del ángel rebelde. Dios lo había hecho un ministro glorioso suyo, y por lo tanto lo había creado para un fin bueno. Ahora, hablando contigo mismo, dices: "Entonces Dios es un necio porque dotó de gloria a un futuro rebelde y confió su voluntad a un desobediente". Te respondo: Dios no es un necio, sino un ser perfecto en sus acciones y pensamientos. Es el Perfectísimo. Las criaturas son imperfectas, cuando sean las más perfectas. Siempre habrá un punto de inferioridad en ellas respecto a Dios. Pero Dios, que ama a las criaturas, les ha concedido la libertad de arbitrio para que por ella se perfeccionen en la virtud y se hagan a sí más semejante a Él, su Padre. Te digo además, tú que te burlas y astutamente buscas error en mis palabras, que del mal, aun voluntariamente cometido, Dios saca un fin bueno: el que sirva para dar posesión a los hombres de una gloria merecida. Las victorias sobre el mal son la corona de los elegidos. Si el mal no pudiese crear una consecuencia buena para aquellos que tienen buena voluntad, Dios lo habría destruido. Porque nada de cuanto hay en la creación debe estar privado de incentivo o de consecuencias buenas.
¿No respondes? ¿Te cuesta trabajo declarar que he leído tu corazón y que tus raciocinios injustos han sido destruidos? No te obligaré a hacerlo. En la presencia de todos, te dejaré a tu soberbia. No te exijo que me declares victorioso, pero cuando estés con éstos, semejantes a ti, y con quienes te enviaron, confiesa entonces que Jesús de Nazaret leyó tus pensamientos, que destrozó tus objeciones con las únicas armas de su palabra verídica.
Dejando este asunto personal volveré a vosotros que me estáis escuchando. Si uno solo de vosotros se convirtiese por mis palabras a la Luz, mis fatigas de hablar a piedras, mejor dicho, a sepulcros llenos de víboras, quedaría muy bien recompensadas. Dije que los que me aman, me han reconocido por su Pastor a través de mis palabras y obras. Pero vosotros no creéis, no podéis creer, porque no sois de mis ovejas.
¿Qué sois vosotros? Os lo pregunto Sois en parte lobos, en parte machos cabríos salvajes
"¿Qué sois vosotros? Os lo pregunto. Preguntadlo a lo íntimo de vuestro corazón. No sois unos tontos. Lo podéis saber por lo que sois. Basta con que escuchéis la voz de vuestra alma que está intranquila porque sigue ofendiendo al Hijo del que la creó. Pero vosotros, pese a que sepáis lo que sois, no lo confesaréis. No sois humildes, ni sinceros. Yo os diré lo que sois. Sois en parte lobos, en parte machos cabríos salvajes. Pero ninguno de vosotros, pese a la piel de ovejas con que se cobija, es cordero. Bajo la piel suave y blanca encubrís toda clase de colores feroces; tenéis los cuernos puntiagudos, los colmillos y las pezuñas de unos y otros. Y no queréis dejar de serlo, porque os gusta, y vuestros sueños alimentan ferocidad y rebelión. Por esto no podéis amarme, ni seguirme, ni comprenderme. Si entráis en la grey, será sólo para causar daño, dolor o desorden. Mis ovejas os temen. Si fuesen como vosotros, os odiarían. Pero no saben hacerlo. Son los corderos del Príncipe de la paz, del Maestro del amor, del Pastor misericordioso. No saben odiar. Jamás os odiarán como tampoco Yo os odiaré jamás. Os dejo el odio, que es el malvado fruto de la triple concupiscencia con el propio ser que irrumpe en el hombre animal, que vive olvidadizo de ser también espíritu, además de materia. Yo me quedo con lo que es mío: el amor. Lo comparto con mis corderos, lo ofrezco también a vosotros para haceros buenos.
Si llegaseis a ser buenos, me comprenderíais y perteneceríais a mi grey semejantes a los que están en ella. Nos amaríamos. Yo y mis ovejas nos amamos. Ellas me escuchan, reconocen mi voz. Vosotros no comprendéis lo que signifique conocer mi voz. Significa no tener dudas sobre su origen y distinguirla entre mil voces de falsos profetas, como la voz verdadera venida del cielo. Ahora y siempre, aun entre los que creen ser, y en cierto sentido siguen la Sabiduría, habrá muchos que no sabrán distinguir mi voz de otras que os hablarán de Dios, con mayor o menor rectitud, pero que serán voces inferiores a la mía..."
"Andas diciendo que te vas a ir, pero seguirás hablando. Si te vas, no hablarás más" objeta un judío con desprecio, como si hablase a un débil mental.
De esto tienen necesidad las almas:
de quienes las lleven a la Vida, a la Verdad, al recto camino
Así pues mis ovejas de hoy y de mañana tendrán la Vida
que les daré a través de mi palabra que es vida eterna
para quien la acoge, y no perecerán jamás,
y nadie las podrá arrancar de mis manos."
Sí la voz de Jesús ha sido un poco severa, fue sólo al principio cuando se dirigió a los judíos y luego cuando respondió a las objeciones internas del judío. Pero su voz continúa siendo dulce y llena de dolor: "Hablaré siempre, para que el mundo no se convierta en idólatra. Hablaré a los míos, a los que he elegido para que os repitan mis palabras. El Espíritu de Dios hablará y ellos comprenderán lo que aun los sabios no logran ni lograrán entender. Porque los estudiosos estudiarán la palabra, la frase, el modo, el lugar, el cómo, el instrumento, a través de los cuales la Palabra habla, mientras mis elegidos no se perderán en esos estudios inútiles, sino escucharán, perdidos en el amor, y comprenderán porque será el Amor el que hablará. Serán capaces de distinguir las páginas adornadas de los doctos, y las mentirosas de los falsos profetas, de los rabinos hipócritas, que enseñan doctrinas no correctas o enseñan lo que no practican, de las palabras sencillas, verdaderas, profundas que procederán de Mí. Pero el mundo los odiará por esto, porque el mundo me odia a Mí-Luz y odia a los hijos de ella; el mundo de tinieblas no ama sino las tinieblas que le favorecen para pecar. Mis ovejas me conocen y me conocerán y me seguirán aun en los senderos llenos de sangre y de dolor que seré el primero en recorrer y que detrás de Mí también recorrerán. Las animan los caminos que conducen a la Sabiduría. Los caminos que la sangre y el llanto de los perseguidos, porque enseñan la justicia, alumbran porque resplandecen en la oscuridad de humo del mundo y de Satanás y son como chispas de estrellas que conducen al Camino, a la Verdad, a la Vida a quienes buscan la Sabiduría. De esto tienen necesidad las almas: de quienes las lleven a la Vida, a la Verdad, al recto camino. Dios es misericordioso para con las almas que buscan y no encuentran, no por su culpa, sino por desidia de pastores ídolos. Dios es piadoso para con las almas que, abandonadas a sus propias fuerzas, se extravían y las acogen ministros de Lucifer, dispuestos a acogerla para hacerlas prosélitas de sus doctrinas. Dios es misericordioso para con los que están en el engaño sólo porque los rabinos de Dios, los llamados rabinos de Dios, se han desinteresado de ellos. Dios es piadoso para con los que salen al encuentro del desconsuelo, de la oscuridad, de la muerte por culpa de falsos maestros, que no tienen de maestro sino el vestido y la ambición de que se les dé tal nombre. Así como envió profetas a su pueblo, así como me envió a Mí para todo el mundo, así también enviará después para estas pobres almas los siervos de la palabra, de la verdad, del amor, que repetirán mis palabras, que dan la Vida. Así pues mis ovejas de hoy y de mañana tendrán la Vida que les daré a través de mi palabra que es vida eterna para quien la acoge, y no perecerán jamás, y nadie las podrá arrancar de mis manos."
"Nosotros nunca hemos rechazado las palabras de los verdaderos profetas. Siempre hemos respetado a Juan, que ha sido el último de ellos" replica airado un judío a quien sus compañeros hacen eco.
"Murió a tiempo para no hacerse odioso y para que no lo persiguierais. Si viviese todavía, el "no es lícito" que dijo por un incesto carnal lo diría también a vosotros que cometéis un adulterio espiritual fornicando con Satanás y ofendiendo a Dios. Lo mataríais como queréis matarme a Mí."
Furiosos los judíos se mueven como abejas, prontos a picar, fastidiados de fingirse buenos.
En verdad, en verdad, aquí en la casa de mi Padre proclamo
que soy más que un profeta.
Jesús no se preocupa de ello. Levanta su voz para dominar el avispero y grita: "Me preguntasteis que quién soy, ¡hipócritas! Dijisteis que era porque querías saberlo para estar seguros. Y ahora decís que Juan fue el último profeta. Dos veces os condenáis por mentira. La primera porque decía que no habéis jamás rechazado las palabras de los verdaderos profetas, la segunda porque al afirmar que Juan es el último de los profetas y que creéis en los verdaderos profetas, me excluís a Mí aun como profeta, y profeta verdadero. ¡Bocas mentirosas! ¡Corazones falaces! En verdad, en verdad, aquí en la casa de mi Padre proclamo que soy más que un profeta. Retengo lo que el Padre me ha dado. Lo que el Padre me ha dado es más precioso de todo y de todos, porque es una cosa sobre la que el querer y poder de los hombres no pueden poner sus manos rapaces. Retengo lo que Dios me ha dado y que aunque esté en Mí, siempre está en Dios, y nadie puede arrebatarlo de las manos de mi Padre, ni de las mías porque la naturaleza divina es igual. Yo y el Padre somos una sola cosa."
"¡Ah, horror! ¡Blasfemia! ¡Anatema!" El aullido de los judíos retumba por el Templo, y una vez más las piedras que usan los cambistas y vendedores de animales para tener en orden sus lugares, pueden servir de proyectiles, listos para lanzarse.
Pero Jesús se yergue con los brazos cruzados sobre el pecho.
Sube sobre un banco de piedra para ser más visible
y desde allí los domina con los rayos de sus ojos de zafiro
Pero Jesús se yergue con los brazos cruzados sobre el pecho. Sube sobre un banco de piedra para ser más visible y desde allí los domina con los rayos de sus ojos de zafiro. Domina y fulgura. Es tan majestuoso que los paraliza. En lugar de lanzarle las piedras, las echan a un lado o las conservan en las manos, pero sin atreverse a lanzárselas. Aún los aullidos se calman envueltos en un temor extraño. Es propiamente Dios quien mira en Jesús. Y cuando Dios mira así, el hombre, aún el más protervo, empequeñece , se espanta.
Me pongo a pensar en qué habrá consistido el misterio por el que los judíos pudieron ser tan crueles en el Viernes Santo. En qué habrá consistido no haberse manifestado un tal dominio en Jesús en ese día. Verdaderamente fue la hora de las tinieblas, la hora de Satanás, y sólo ellos reinaron... La Divinidad, la Paternidad de Dios abandonó a su Mesías, y Él no fue más que la Víctima...
¡Pues bien! ¿Qué queréis hacer?
Me preguntasteis que quién soy. Os lo he dicho.
¿Por cuál de estas obras me queréis apedrear?
¿Por haber enseñado la justicia?
¿Por haber traído a los hombres a la Buena Nueva? ...
Jesús sigue en esta posición por unos segundos. Luego continúa hablando a esta turba vendida y vil, que ha perdido toda su valentía ante una mirada divina: "¡Pues bien! ¿Qué queréis hacer? Me preguntasteis que quién soy. Os lo he dicho. Os habéis puesto furiosos. Os he recordado lo que he obrado, os he hecho ver y recordar muchas obras buenas que brotan de mi Padre y que he realizado con el poder que me viene de Él. ¿Por cuál de estas obras me queréis apedrear? ¿Por haber enseñado la justicia? ¿Por haber traído a los hombres a la Buena Nueva? ¿Por haber venido a invitaros al Reino de Dios? ¿Por haber curado a vuestros enfermos, dado vista a vuestros ciegos, movimiento a los paralíticos, palabra a los mudos, libertad a los poseídos, vida a muertos, bien a los pobres, perdonado a los pecadores, amado a todos, aún a los que me odian, a vosotros y a los que os enviaron? ¿Por cuál, pues, de estas obras me queréis apedrear?"
"No es por las buenas obras que has hecho, que te queremos lapidar, sino por tu blasfemia, porque siendo hombre, te haces Dios."
¿No está escrito en vuestra Ley: "Yo dije: vosotros
sois dioses e hijos del Altísimo?"
Ahora bien, si Dios llama "dioses" a quienes habló,...
si los hombres son llamados "dioses" en la Escritura
¿por qué me echáis en cara que blasfeme,
a Mí a quien el Padre ha consagrado y enviado al mundo,
tan sólo porque he dicho: "Soy Hijo de Dios"?
"¿No está escrito en vuestra Ley: "Yo dije: vosotros sois dioses e hijos del Altísimo?" Ahora bien, si Dios llama "dioses" a quienes habló, al haber dado una orden: la de vivir de modo que su semejanza e imagen que existen en el hombre, aparezcan claras y que el hombre no sea ni demonio ni animal; si los hombres son llamados "dioses" en la Escritura, palabra inspirada de Dios, y por lo tanto, no puede modificarse, ni anularse según los caprichos e intereses del hombre, ¿por qué me echáis en cara que blasfeme, a Mí a quien el Padre ha consagrado y enviado al mundo, tan sólo porque he dicho: "Soy Hijo de Dios"? Si no hiciera las obras de mi Padre, tendrías razón en no creer en Mí, Pero las hago. vosotros sois quienes no queréis creer en Mí. Creed por lo menos en estas obras, para que sepáis y reconozcáis que el Padre está en Mí y Yo en Él."
El huracán de gritos y de violencia ruge con mayor fuerza. De una de las terrazas del Templo, en que se habían escondido sacerdotes, escribas y fariseos, graznan muchas voces: "Apoderaos de ese blasfemo. Su culpa es ya pública. Todos hemos oído. ¡Muerte al blasfemo que se proclama Dios! Dadle el mismo castigo que al hijo de Salumit de Dabri. ¡Llévesele fuera de la ciudad y lapídesele! Tenemos todo el derecho. Escrito está: "El blasfemo es reo de muerte".
Tratan de apoderarse de Jesús pero los legionarios
acuden enseguida apresando a los judíos revoltosos
Los gritos de los jefes azuzan la ira de los judíos, que tratan de apoderarse de Jesús y de entregarlo maniatado a los magistrados del Templo, que acuden, seguidos por las guardias del Templo.
Pero más ligeros que ellos una vez más, los legionarios que vigilaban desde la torre Antonia y que han seguido atentos el tumulto, salen fuera de su caserna y vienen. No respetan a nadie. Las astas de sus lanzas rebotan sobre cabezas y espaldas. Su excitación aumenta con los chascarrillos e insultos: "¡A vuestras cuevas, perros! ¡Fuera de aquí! Licinio, dale duro a ese tiñoso. ¡Fuera! ¡El miedo os hace apestar más que nunca! ¿Pero qué coméis, cuervos, para apestar así? Bien dices, Basso. Se purifican, pero apestan. ¡Mira allá a aquel narigudo! ¡Al muro, al muro, que tomamos los nombres! ¡Y vosotros, búhos, bajad de allá! Os conocemos. El centurión dará una buena relación al Procónsul. ¡No, a ese déjalo! Es un apóstol del Rabí. ¿No ves que tiene cara de hombre y no de chacal? ¡Mira, mira, cómo escapan por esa parte! ¡Déjalos ir! ¡Para persuadirlos habría que ensartarlos con el hasta entera! ¡Sólo así los tendríamos domados! ¡Tal vez mañana! ¡Ah, tú estás preso y no te escapas! Te vi, ¿eh? Fuiste quien arrojó la primera piedra. Darás cuenta de ello, por haber herido a un soldado de Roma... También éste. Nos maldijo, imprecando las banderas. ¿Ah, sí? ¿De veras? Ven, que te las haremos amar en nuestras mazmorras..." Y de este modo, cargando e insultando, apresando a unos y poniendo en fuga a otros, los legionarios limpian el amplio patio.
Cuando los judíos ven que dos de los suyos han sido arrestados, muestran su vileza: o huyen cacareando como una parvada de gallinas al ver el gavilán, o se arrojan a los pies de los soldados para suplicar piedad con un servilismo y adulación repugnantes.
Un oficial, a cuyos pies se acerca un viejo arrugado, uno de los enemigos más encarnizados de Jesús, llamándolo "magnánimo y justo", le da un terrible empellón que lo echa a rodar tres pasos atrás y le grita: "Largo, de aquí, vieja zorra tiñosa." Volviéndose a un compañero, mostrándole la pantorrilla, dice: "Tiene uñas de zorra y baba de sierpe. Mira. ¡Por Júpiter Máximo! Me voy ahora a las Termas a restañar los rasguños de ese viejo lleno de baba" y se ve que su pantorrilla muestra terribles rasguños.
He perdido la vista a Jesús. No puedo decir a dónde se habrá ido, ni por qué puerta, salido. Durante la confusión vi tan sólo las caras de los hijos de Alfeo y de Tomás, que luchaban por abrirse paso, y las de algunos de los discípulos pastores. Después también las de ellos se me perdieron de vista y no ha quedado más que ese montón de pérfidos judíos que corren acá y allá para evitar que los capturen y que los legionarios los reconozcan, pues tengo la impresión que para ellos es un motivo de júbilo dar duro sobre ellos y pagarse de todo el odio con que los cubren.
IX. 706-717
A. M. D. G.