JESÚS Y JUAN DE ZEBEDEO
#Pequé por desobediencia, presunción y... no sé si diga bien: de flaqueza humana.
#Jesús le da la lección a Juan de cómo no ha desobedecido y por lo tanto no hubo culpa
#¿Debo absolverte de la culpa de presunción? Dime sin pensar, que veo tu corazón.
#Otros no saben distinguir entre eventos naturales y culpas,
#Y hay una que es la perfectísima: dar la propia vida por amor de Dios y de los hermanos.
Es una mañana fría pero serena de invierno. La helada ha blanqueado con sus goticas el suelo y la hierba, y ha convertido las ramas secas tiradas por el suelo en preciosos joyeles de perlas.
Juan va a donde está Jesús, y llegado a la entrada,
se echa de rodillas diciendo:
"¡Jesús, Señor mío, ten piedad de mí!"
Juan sale de su cueva. Se ve muy pálido con su vestido de color nuez-oscuro. Debe tener mucho frío o algo le debe doler. No lo sé. Lo que veo es que está muy pálido y como que no camina bien. Se dirige al arroyuelo, se queda pensando si meter las manos en él o no. Se decide. Bebe agua con las manos que le sirven de taza. Se las sacude y se las seca en el vestido. Luego se queda sin saber qué hacer... Mira hacia la parte de la gruta donde está Jesús y mira hacia la suya. Vuelve lentamente a la suya. Al llegar a la abertura por donde se entra, se siente como mareado y vacilante. Hubiera caído por tierra si no se hubiese apoyado a la pared semidestruida. Apoya la cabeza contra el brazo doblado. Se sostiene a la pared por unos cuantos minutos. Levanta la cabeza, y mira a su alrededor... No entra en su cueva. Rozando el muro, sosteniéndose sobre los salientes de las piedras sin nada de cal, da los pocos pasos que lo separan de su lugar a donde está Jesús, y llegado a la entrada, se echa de rodillas diciendo: "¡Jesús, Señor mío, ten piedad de mí!"
Jesús sale pronto: "Juan, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Qué te pasa?"
"¡Oh, Señor mío, tengo hambre! Hace casi dos días que no como nada. Tengo hambre y frío..." y castañetea, palidísimo.
"¡Ven, ven adentro!" dice Jesús ayudándolo a levantarse.
Juan, apoyado sobre el brazo de Jesús, llora con la cabeza inclinada sobre su espalda y suplica: "¡No me castigues, Señor, si te desobedecí..."
Jesús sonríe y le responde: "Estás ya castigado. Estás como uno que estuviese muriendo... Siéntate aquí sobre esta piedra. Voy a hacer fuego y te daré de comer..." Enciende con la yesca unas ramas y hace un buen fuego en el rústico horno que está cerca de la puerta. Olor a ramas que arden y alegría de llamas se esparcen por la paupérrima cueva. Jesús pone sobre un palo dos pedazos de pan, y los coloca junto a la llama. Cuando ve que están calientes, les pone encima trozos de queso, que pronto se hinchan y toman la forma como de un plato que estuviera a las llamas.
"Come ahora y deja de llorar" dice siempre sonriente y pasando el pan a Juan, que llora sin hacer ruido, como un niño sin fuerzas; y pese a que come, no deja de gimotear.
Jesús vuelve al pesebre, regresa con manzanas, las pone entre las cenizas que se han calentado al calor de la leña que arde entre dos piedras que sirven de sostén.
"¿Te sientes mejor?" pregunta, sentándose junto a su apóstol que con la cabeza responde que sí.
Jesús le pone un brazo sobre su espalda y lo acerca a sí, cosa que aumenta el llanto de Juan, que se siente sin fuerzas y teme, tal vez, un regaño por verse así acogido.
Jesús lo tiene de este modo, sin decir nada, hasta que termina de comer. Luego: "Por ahora basta. Te daré las manzanas después. Quisiera darte un poco de vino, pero no tengo. Antier, al amanecer, encontré leña y alimentos fuera de la cueva. No había vino, Por eso no puedo dártelo. Tal vez más tarde podré buscar una poca de leche donde los pastores que he visto que apacientan sus ganados más allá del arroyo. Hasta que la helada no se derrite, no salen las ovejas.."
"Me siento mejor, Señor... No te aflijas por mí."
"¿Y ahora de qué te afliges, que pareces un árbol sobre el que se vaya derritiendo la escarcha?" pregunta Jesús sonriendo con más ánimo y dando un beso a Juan, arriba de la frente.
"Porque estoy lleno de remordimientos, Señor... y ... ¡Sí,
déjame! Debo hablarte de rodillas... pedirte perdón..."
"Porque estoy lleno de remordimientos, Señor... y ... ¡Sí, déjame! Debo hablarte de rodillas... pedirte perdón..."
"¡Pobre Juan! El esfuerzo superior que hiciste no sólo te ha debilitado el cuerpo, sino también la cabeza. ¿Crees que tengo Yo necesidad de tus palabras para juzgarte y absolverte?"
"Sí, sí. Sé que todo lo sabes. Pero no tendré paz sino hasta que no te haya dicho mi pecado, mejor dicho, mis pecados. ¡Déjame! Permíteme que acuse mis culpas."
"Si así lo quieres, habla."
Pequé por desobediencia, presunción y... no sé si diga bien:
de flaqueza humana.
Juan se echa de rodillas y levantando su cara mojada en lágrimas dice: "Pequé por desobediencia, presunción y... no sé si diga bien: de flaqueza humana. Pero cierto que esta es mi culpa más reciente, mayor; la que me hace sufrir más, que me grita diciéndome cuán inútil siervo sea yo, y algo más: lo egoísta, lo vil que soy."
Las lágrimas corren por su cara, mientras el rostro de Jesús se hace más luminoso. Él está un poco inclinado sobre su apóstol que llora. La sonrisa divina es una caricia sobre el dolor de Juan. Pero éste se siente tan afligido que ni siquiera se siente consolado con esa sonrisa. Continúa: "Te desobedecí. Nos había dicho que no nos dividiéramos, y yo me separé muy pronto de los compañeros y les di escándalo. Respondí de mala manera a Judas de Keriot que me advirtió que iba a cometer un pecado. Le contesté: "Ayer tú lo hiciste, y ahora yo. Lo hiciste por tener noticias de tu madre, yo lo hago por estar con el Maestro y velar por Él, defenderlo"... Presumí de mí porque quería hacer esto... ¡Yo, pobre tonto, defenderte! Y luego presumí de mí porque quise imitarte. Dije: "Sin duda que Él está en oración y ayuna. Haré lo que hace y por su misma intención". Y todo lo contrario..." El llanto se convierte en sollozos, mientras la confesión de la debilidad humana, de la materia que sofocó la voluntad del espíritu, sale de los labios de Juan: "Y todo lo contrario... estuve durmiendo. Cuando amaneció, y me desperté te vi lavarte en el río, volver aquí y comprendí que podían haberte capturado, ¡y yo no había estado pronto a defenderte! Luego, quería hacer penitencia y ayunar, pero no fui capaz de hacerlo. A bocadillo, como para no comer, terminé el primer día el poco pan que traje. Sabes que no tenía yo más. Y no me había llenado cuando no había ya nada. Ayer tuve mucha hambre, y esta noche... ¡Oh, antier dormí poco por el hambre y por el frío! Pero esta noche no dormí nada... no he podido resistir más esta mañana... vine porque tuve miedo de morir de hambre... y lo que más me duele es que fui incapaz de velar para orar, y de velar por Ti, pero sí fui capaz de hacerlo por el hambre que me mataba... Soy un siervo necio y vil. ¡Castígame, Jesús!"
¿Desobedeciste también a Simón de Jonás?
No, Maestro.
No lo habría hecho porque nos dijiste que estuviésemos
sujetos a él como a un hermano mayor.
"¡Pobre muchacho! ¡Quisiera que todo el mundo tuviese estas culpas! Levántate, escúchame y tu corazón volverá a la paz. ¿Desobedeciste también a Simón de Jonás?"
"No, Maestro. No lo habría hecho porque nos dijiste que estuviésemos sujetos a él como a un hermano mayor. Cuando le dije: "Mi corazón no está tranquilo al verlo ir solo", respondió: "Tienes razón. Pero yo no puedo porque me mandó que os guíe a todos vosotros. Vete, y que Dios sea contigo". Los otros protestaron y Judas más que los demás. Me recordaron la obediencia, y también reprochara a Simón Pedro."
"¿Reprocharon? Sé sincero, Juan."
"Es verdad, Maestro. Fue Judas quien se lo reprochó y quien me trató mal. Los otros sólo dijeron: "El Maestro ha ordenado que estemos juntos". Me lo decían a mí y no al jefe. Simón replicó: "Dios ve el fin de lo que quieres hacer y perdonará. El Maestro perdonará porque esto es amor", me bendijo, me dio el beso y me mandó detrás de Ti, como aquel día que fuiste a la casa de Cusa, al otro lado del lago."
"Entonces de esta culpa no tengo por qué absolverte..."
"¿Porque es demasiado grave?"
Jesús le da la lección a Juan de cómo no ha desobedecido
y por lo tanto no hubo culpa
"No. Porque no ha existido. Siéntate otra vez aquí al lado de tu Maestro y escucha la lección. Hay que saber aplicar las órdenes con rectitud y buen sentido, sabiendo comprender el espíritu de la orden, no sólo las palabras que la forman. Yo dije: "No os separéis". Te separaste y por eso pudiste haber pecado. Pero antes había dicho: "Estad unidos en cuerpo y en espíritu, sujetos a Pedro". Con tales palabras lo designé como a mi legítimo representante entre vosotros, con facultad completa de juzgar y de mandaros. Por esto, cuanto Pedro ha hecho o hará en mi ausencia, estará bien hecho. Porque al haberlo investido del poder de guiaros, el Espíritu del Señor, que está en Mí, estará también con él y lo guiará al dar aquellas disposiciones u órdenes que las circunstancias exijan y que la Sabiduría sugerirá al apóstol cabeza, para el bien de todos. Si Pedro te hubiese dicho: "No vayas" y tú de todas maneras hubieras venido, ni siquiera el motivo bueno de tu acto: haberme querido seguir por amor para defenderme y estar conmigo en los peligros, hubiera bastado para borrar tu culpa. Habría sido necesario mi perdón. Pero Pedro, tu Jefe, te dijo: "Vete". La obediencia que le prestaste, te justifica completamente. ¿Comprendido?"
"Sí, Maestro."
¿Debo absolverte de la culpa de presunción?
Dime sin pensar, que veo tu corazón.
"¿Debo absolverte de la culpa de presunción? Dime sin pensar, que veo tu corazón. ¿Quisiste por soberbia querer imitarme para poder decir: "Por mi voluntad he abolido la necesidad de la carne porque puedo hacer lo que hago?" Piensa bien..."
Juan reflexiona. Luego: "No, Señor. Examinándome bien, no lo hice por eso. Trataba de hacerlo porque he comprendido que la penitencia es sufrimiento para el cuerpo y luz para el espíritu. He comprendido que es un medio de fortificar nuestra debilidad y alcanzar muchas cosas de Dios. Tú lo has estado haciendo por ello. Y por esto quise hacerlo. Tal vez no me equivoque si afirmo que si lo haces Tú que eres fuerte, poderoso, santo, yo, nosotros, lo tendríamos que hacer siempre, si siempre fuese posible hacerlo, para ser menos débiles y materiales. Pero no pude hacerlo. Siempre he tenido hambre y me siento tan..." el llanto vuelve a bajar humilde como reconocimiento verdadero de la limitación de la capacidad humana.
Oh, que si te acordarás de ella en lo porvenir, cuando te
sentirás tentado de ser severo y exigente con tus discípulos
y fieles! Volverá a tu mente y te dirá: "Acuérdate que
también tú cediste al cansancio, al hambre.
Muchos no saben distinguir entre tentación y culpa
consumada. La primera es una prueba que alcanza méritos
y no quita la gracia; la segunda es una caída
que quita mérito y gracia.
Otros no saben distinguir entre eventos naturales
y culpas,
"Pues bien, ¿crees que esta pequeña miseria de la carne haya sido inútil? ¡Oh, que si te acordarás de ella en lo porvenir, cuando te sentirás tentado de ser severo y exigente con tus discípulos y fieles! Volverá a tu mente y te dirá: "Acuérdate que también tú cediste al cansancio, al hambre. No pretendas que los otros sean más fuertes que tú. Sé padre para tus fieles, como tu Maestro lo es esta mañana para contigo". Habrías podido muy bien velar y no sentir tanta hambre. Pero el Señor permitió que te sometieses a las necesidades de la carne para hacerte humilde, cada vez más humilde y siempre más compasivo con tus semejantes. Muchos no saben distinguir entre tentación y culpa consumada. La primera es una prueba que alcanza méritos y no quita la gracia; la segunda es una caída que quita mérito y gracia. Otros no saben distinguir entre eventos naturales y culpas, y tienen escrúpulo de haber pecado, cuando, y es tu caso, no han obedecido sino a buenas leyes naturales. Llamo claramente "buenas" a las leyes naturales, que son distintas de los instintos desenfrenados. Porque no todo lo que ahora se llama "ley natural" lo es, y es bueno. Buenas eran todas las leyes relacionadas con la naturaleza humana, que el Señor dio a los primeros padres: la necesidad de comer, de descansar, de beber. Luego, los instintos animales, el desorden, la sensualidad de toda clase se introdujeron con el pecado y se mezclaron con las leyes naturales, manchando con su inmoderación lo que era bueno. Y Satanás ha conservado vivo el fuego, el incentivo de los vicios con sus tentaciones. Ahora ves, que si no es pecado ceder a la necesidad del descanso y de la comida, sí lo son las francachelas, las borracheras, el mucho descansar. También la necesidad de casarse y de tener hijos no es pecado; antes bien Dios ha dado la orden de hacerlo para poblar la tierra de hombres. Pero no es buena la unión carnal sólo por satisfacción de los sentidos. ¿Has comprendido también esto?"
dime una cosa. Los que no quieren procrear
¿pecan contra una orden de Dios?
Dijiste una vez que el estado de vírgenes es bueno.
Tres son las cosas más perfectas: la pobreza voluntaria,
la castidad perpetua, la obediencia absoluta
en todo lo que no es pecado.
Y hay una que es la perfectísima: dar la propia vida
por amor de Dios y de los hermanos.
"Sí, Maestro. Pero dime una cosa. Los que no quieren procrear ¿pecan contra una orden de Dios? Dijiste una vez que el estado de vírgenes es bueno."
"Es el más perfecto, como lo es el de quien no satisfecho de emplear bien las riquezas, se despoja de todo. Hay perfecciones a las que el hombre puede llegar. Y tendrán un gran premio. Tres son las cosas más perfectas: la pobreza voluntaria, la castidad perpetua, la obediencia absoluta en todo lo que no es pecado. Estas tres cosas hacen al hombre semejante a los ángeles. Y hay una que es la perfectísima: dar la propia vida por amor de Dios y de los hermanos. Esta cosa hace a la criatura semejante a Mí, porque la lleva hasta el amor absoluto. Y quien ama perfectamente es semejante a Dios, se absorbe y se funde con Él. Tranquilízate, Juan mío. No cometiste ninguna culpa. ¿Por qué, pues, sigues llorando?"
"Porque una culpa siempre la hay. La de haber sabido venir a Ti por necesidad de comer y haber debido velar por el hambre que tenía, y no por amor. Nunca me la perdonaré. No me volverá a suceder. No dormiré más, mientras Tú sufras. No me entregaré al sueño mientras Tú lloras."
No te metas con lo porvenir, Juan. Tu voluntad está pronta,
pero una vez más puede vencerla la carne y te sentirías
abatido al acordarte de esta promesa hecha a ti mismo,
que no mantuviste por fragilidad
"No te metas con lo porvenir, Juan. Tu voluntad está pronta, pero una vez más puede vencerla la carne y te sentirías abatido al acordarte de esta promesa hecha a ti mismo, que no mantuviste por fragilidad. Mira. Te voy a aconsejar lo que tienes que decirte para estar en paz, sea cual fuere lo que te sucediere. Di conmigo: Yo, con la ayuda de Dios, propongo, en lo que me es posible, de no ceder más a la debilidad de la carne". Permanece en este propósito. Si algún día, aunque tú no lo quisieras, la carne se cansa y afligida supera tu voluntad, entonces dirás como ahora: "Reconozco ser un pobre hombre como todos mis hermanos, y esto me sirva para tener humillado mi orgullo". ¡Oh, Juan, Juan, no es tu inocente sueño lo que puede causarme dolor" Ten. Estas manzanas te darán fuerzas. Juntos las dividamos. Bendiciendo a quien me las dio" y toma las manzanas cocidas y casi reventando, da tres a Juan y tres toma Él.
"¿Quién te las dio, Señor? ¿Quién vino a verte? ¿Quién sabía que estabas aquí? Yo no sentí ni voces, ni pasos. Eso que después de la primera noche, siempre he estado despierto..."
"Salí cuando apenas se veían los primeros rayos de luz. Encontré leña en la entrada y sobre ella pan, queso y manzanas. No vi a nadie. Fueron unos que tuvieron deseos de hacer una nueva peregrinación y dar una muestra de amor..." dice lentamente Jesús.
"¡Es verdad! ¡Los pastores! Lo habían dicho: "Iremos a la tierra de David... Son días de recuerdos..." Pero, ¿por qué no se detuvieron?"
"¡Para que! Adoraron y..."
"Y se llenaron de compasión. Te adoraron y me compadecieron... Son mejores que nosotros."
"Sí. Han conservado siempre buena, siempre mejor su voluntad. El don que Dios les regaló no ha sido causa de mal..." Jesús no sonríe. Piensa, y se pone triste. Luego se sacude. Mira a Juan que a su vez lo está observando y dice: "¿Y bien? ¿Nos vamos? ¿Todavía te sientes desfallecido?"
"No, Maestro. No tendré muchas fuerzas, porque tengo mi cuerpo adolorido, pero creo que puedo caminar."
"Entonces vámonos. Ve a tomar tu alforja mientras meto lo que sobró en la mía y vámonos. Tomaremos el camino que lleva al Jordán para evitar entrar en Jerusalén."
Toman el mismo camino por donde habían venido, que el sol de un tibio día de diciembre va calentando.
IX. 725-731
A. M. D. G.