JESÚS, JUAN Y MANNAÉN
#Mannaén viene a caballo y se encuentra con Jesús y Juan
#¿No te gustaría estar más conmigo, en la pobreza de mi vida?.
#así termina el tercer año de mi vida pública
#nada es superfluo en esta obra
Están ya en tierras cercanas al Mar Muerto, y fuera del camino por el que pudieren atravesar las caravanas, dirigiéndose hacia el noreste. Haciendo a un lado lo áspero del terreno lleno de piedras salientes, de fragmentos de sal, que se ve entre las hierbas y las espinas, la marcha es buena y sobre todo tranquila, porque no se ve ni un alma viviente hasta donde el ojo alcanza. La temperatura es tibia, el suelo seco.
Vienen hablando entre sí. Tal vez, en los días pasados, encontraron pastores con quienes se quedaban porque hablan de ello. Hablan también de un niño curado. Hablan con suavidad, con cariño, cual dos amigos. Cuando no se dice nada, se ve en sus ojos el afecto mutuo que sienten entre sí. Se sientan para descansar y tomar un poco de alimento. Emprenden el camino, siempre con ese aspecto de paz, con ese rostro de paz que me la da a mi corazón cuando lo veo.
"Allá es Gálgala" dice Jesús señalando un grupo de casas que blanquean sobre un montículo hacia el noreste. "Estamos cerca del río.
"¿Entraremos en Gálgala para pasar la noche?"
No, Juan. He evitado a propósito todas las ciudades,
y también evitaré ésta. Si encontramos a algún pastor,
nos quedamos con él
"No, Juan. He evitado a propósito todas las ciudades, y también evitaré ésta. Si encontramos a algún pastor, nos quedamos con él. Si vemos cerca del camino caravanas que van a pasar allí la noche, les pediremos que nos acojan bajo sus tiendas. Los nómadas del desierto son siempre hospitalarios. Y en este tiempo es fácil encontrarlo. Si nadie nos hospedare, dormiremos bajo las estrellas los dos juntos, bajo nuestros mantos y nos velarán los ángeles."
"¡Oh, sí! ¡Siempre será mejor que aquella noche triste, la última que pasé en Belén!"
"Pero, ¿por qué no fuiste pronto a verme?"
"Porque me sentía culpable. Y también porque me decía: Jesús es tan bueno que no me regañará, más bien me consolará, como lo hiciste. ¿Y qué hubiera pasado con la penitencia que quería hacer?"
"La habríamos hecho juntos, Juan. También yo estuve sin alimentos, ni fuego, pese a haber encontrado alimentos y leña."
"Tienes razón. Pero estar contigo no es ninguna penitencia. Cuando estoy contigo no sufro más. Te miro. Te escucho. Y soy feliz."
"Lo sé. Y también que en ningún otro mi pensamiento se imprime como en mi Juan. Sé también que sabes comprender y callar cuando hay que callar. Tú, sí, me comprendes, porque me amas. Juan, escúchame. Dentro de un poco de tiempo..."
"¿Qué cosa, Señor?" pregunta inmediatamente, interrumpiéndole, asiéndole del brazo, deteniéndole para mirarle en el rostro, con ojo de escudriñador espanto y con la cara pálida.
Quien me quiera amar y seguirme tiene lo necesario
para hacerlo,... Algunos se convencerán con los hechos.
La mayoría se quedará sorda aún ante ellos.
"Dentro de poco tiempo se cumplen tres años que empecé a evangelizar. He dicho a las multitudes todo lo que tenía que haberles dicho. Quien me quiera amar y seguirme tiene lo necesario para hacerlo, y con toda seguridad. Los demás... Algunos se convencerán con los hechos. La mayoría se quedará sorda aún ante ellos. A éstos tengo algunas cosas que decir, y se las diré, porque también hay que observar la justicia, además de la misericordia. Hasta ahora la misericordia se ha callado muchas veces y en muchas cosas. Pero antes de callarse para siempre, hablará el Maestro con severidad de juez. Pero no tenía intenciones de hablarte de esto. Quería decirte que dentro de poco, después de haber dicho a las ovejas cuanto tenía que decirles para hacerlas mías, me recogeré mucho en la oración y me prepararé. Cuando no ore, dedicaré mi tiempo a vosotros. Así como hice al principio, así haré al final. Vendrán las discípulas. Vendrá mi Madre. Nos prepararemos todos para la pascua. Juan, te pido desde ahora que te dediques mucho a las discípulas, y sobre todo a mi Madre..."
Juan, te pido desde ahora que te dediques mucho a las
discípulas, y sobre todo a mi Madre...
" Señor mío, ¿qué cosa puedo dar a tu Madre que Ella
no posea... Tu amor. Hazte cuenta de que eres se segundo hijo.
Ella te ama y tú la amas.
"Señor mío, ¿qué cosa puedo dar a tu Madre que Ella no posea en sobreabundancia, y tanta que puede repartirnos a todos nosotros?"
"Tu amor. Hazte cuenta de que eres se segundo hijo. Ella te ama y tú la amas. Tenéis un solo amor que os une: el amor que me tenéis. Yo, su Hijo de carne y corazón, estaré siempre más... ausente, abstraído en mis ... ocupaciones. Ella sufrirá porque sabe... sabe lo que va a pasar. Tú debes consolarla también por Mí, hácete tan amigo que pueda llorar sobre tu corazón y sentir consuelo. Conoces bien a mi Madre. Has estado en su casa. Pero una cosa es hacerlo como discípulo que ama reverentemente a la Madre de su Maestro, y otra hacerlo como hijo. Quiero que tú lo hagas como un hijo, para que sufra un poco menos cuando ya no me tendrá."
"Señor, ¿vas a morir? Hablas como uno que está por fallecer. Me causas aflicción..."
Sí, voy a morir. Lo diré también a los otros, pero más tarde.
A ti te lo digo ahora. Recuérdalo, Juan.
"Muchas veces os he dicho que debo morir. Es como si se hubiera hablado a niños o a tardos de inteligencia. Sí, voy a morir. Lo diré también a los otros, pero más tarde. A ti te lo digo ahora. Recuérdalo, Juan."
"Me esfuerzo en recordar tus palabras, siempre... Pero éstas me duelen, me afligen muchísimo..."
"¿Quieres decir que haces todos tus esfuerzos por olvidarlas? ¡Pobre muchacho! No eres tú el que olvidas, no eres tú el que recuerdas. Tú y tu voluntad. Es tu mismo ser humano que no puede recordar esto que es muy grande para soportarlo, inmensamente grande, y que todavía no sabe cuán monstruoso será eso que te atonta como si fuera un peso que te cayera sobre la cabeza. y sin embargo es así. Dentro de poco iré a la muerte. Mi Madre se quedará sola. Moriré con una gotica de dulzura en mi océano de dolor si te viere como "hijo" para mi Madre..."
"¡Oh, Señor mío, si soy capaz... si no me sucede como en Belén, sí que lo haré! Velaré con un corazón de hijo. ¿Pero qué le podré dar, para consolarla, si te pierde a Ti? ¿Qué daré si yo también lo habré perdido todo, si el dolor me habrá atontado? ¿Cómo haré yo, que no he podido velar y padecer, en la calma, por una noche, y por un poco de tiempo? ¿Cómo haré?"
"No te excites. Ruega mucho en este tiempo. Te tendré mucho conmigo y con mi Madre. Juan, tú eres nuestra paz. Y entonces también lo serás. No tengas miedo, Juan. Tu amor hará todo."
"¡Oh sí, Señor, tenme mucho contigo! Tú sabes que no me gusta mucho aparecer ante los demás, hacer milagros, yo quiero, yo sólo sé amar..."
Jesús lo vuelve a besar en la frente, cerca de las sienes, como en la gruta...
A su vista se descubre el camino que va al río, y alguno que otro peregrino que espolea su cabalgadura o aprieta el paso para llegar a algún paradero, antes de que anochezca. Todos vienen envueltos en sus mantos porque, oculto el sol, el aire es frío y nadie nota a los dos viajeros que ligeros caminan en dirección al río.
Mannaén viene a caballo y se encuentra con Jesús y Juan
Un jinete casi a galope los alcanza, los pasa, se detiene después de algunos metros porque le estorba una recua de asnos, cerca de un puentecillo a horcajadas sobre un arroyo, que se da ínfulas de arrastrar mucha agua hacia el Jordán o al Mar Muerto. Mientras espera su turno para pasar, el jinete se vuelve y hace un gesto de sorpresa. Baja de su silla y teniendo al caballo por la riendas, vuelve pasos atrás hacia Jesús y Juan que no lo han visto.
"¡Maestro! ¿Cómo aquí? Y solo con Juan" pregunta el jinete echándose hacia atrás las extremidades de su capucho que llevaba a la cara, para que le sirviesen también como de máscara para defenderse del viento y del polvo. La cara morena y varonil es la de Mannaén.
"La paz sea contigo, Mannaén. Quiero pasar el río. Pero creo que no lo podré hacer, sino hasta cuando haya anochecido. ¿Y tú a dónde vas?"
si te parece levantaré la tienda bajo los árboles del río.
Traigo todo en la silla."Mejor así. Pero tú has de preferir
ir al albergue."
Te prefiero a Ti, mi Señor. Creo que es una gracia haberte
encontrado.
"A Maqueronte. A la sucia cueva. ¿No tienes donde dormir? Ven conmigo. Yo iba a galope para llegar a un albergue que hay en el camino de las caravanas. O si te parece levantaré la tienda bajo los árboles del río. Traigo todo en la silla."
"Mejor así. Pero tú has de preferir ir al albergue."
"Te prefiero a Ti, mi Señor. Creo que es una gracia haberte encontrado. Vamos, pues. Conozco las riberas como si fueran los corredores de mi casa. A los pies del collado de Gálgala hay un bosque, donde no soplan los vientos, hay mucha hierba para hacer fogatas. Estaremos bien."
Ligeros caminan dirigiéndose hacia la parte oriental, dejando el camino que va al vado o hacia Jericó. Llegan pronto a los límites de un bosque tupido que baja de las faldas del monte y que se extiende hacia las riberas.
"Voy a aquella casa. Me conocen. Pediré leche y paja para nosotros" dice Mannaén, yendo con su caballo. Pronto regresa seguido de dos hombres con sendos manojos de paja sobre las espaldas y una cubeta de cobre llena de leche.
Entran en el bosque sin hablar. Mannaén dice que echen la paja en tierra y que se vayan. De las bolsas de la silla saca yesca y eslabón y hace fuego con la mucha leña que hay. El fuego alegra y calienta. Juan trae piedras, las pone cerca del fuego, pone la cubeta para que se caliente la leche. Mannaén, desensilla el caballo, extiende la manta de lana suave de camello, la fija con estacas, teniendo como respaldo el grueso tronco de un viejo árbol. Tiende sobre la hierba una piel de oveja, que traía en la silla, pone ésta también y dice: "Maestro, ven. Un refugio de un jinete en el desierto. Pero protege del rocío y de la humedad del suelo. A nosotros nos bastará la paja. Te aseguro, Maestro, que los tapetes preciosos y baldaquinos, los sillones del palacio, me parece que no tienen nada de bello en comparación de este trono tuyo, de esta tienda y de esta paja. Los suculentos platillos que muchas veces he probado, no tendrán jamás el sabor del pan y leche que juntos tomaremos aquí. ¡Me siento feliz, Maestro!"
"También Yo, Mannaén, y lo mismo Juan. La providencia nos ha unido esta noche para que mutuamente nos alegremos."
"Esta noche y mañana, Maestro, y también pasado mañana, hasta no dejarte seguro, entre tus apóstoles. Me imagino que te vas a reunir con ellos..."
"Sí. Me esperan en la casa de Salomón."
Pasé por Jerusalén y supe... Por Betania, y comprendo
por qué no te detuviste ahí.
Haces bien en irte a otras partes.
Jerusalén es un cuerpo lleno de veneno
Mannaén lo mira. Luego dice: "Pasé por Jerusalén y supe... Por Betania, y comprendo por qué no te detuviste ahí. Haces bien en irte a otras partes. Jerusalén es un cuerpo lleno de veneno y de podredumbre. Más que la que destruye a Lázaro..."
"¿Lo viste?"
"Sí. Afligido por los dolores de su cuerpo y por las penas de su corazón que sufre por Ti. Lázaro muy afligido se está muriendo... También yo quisiera morir antes que ver el pecado de nuestros compatriotas."
"¿Había excitación en la ciudad?" pregunta Juan que alimenta el fuego.
"Mucha. Está dividida en dos bandos. Y cosa extraña, los romanos han usado de clemencia con algunos presos en la sedición acaecida días anteriores. Se dice en voz baja que se hace para que no aumente la excitación. Se dice también que pronto vendrá a Jerusalén el Procónsul. Antes de lo acostumbrado. No sé si será un bien, lo que sí sé es que con seguridad lo imitará Herodes. Y esto será para mí un bien porque así podré estarte cerca. Con un buen caballo -y los caballerizos de Antipas tienen veloces caballos árabe- es cosa de poco tiempo ir de la ciudad al río, si es que allí te quedas..."
"Sí, allí me quedaré, por lo menos por ahora..."
Juan saca la leche caliente en la que cada uno moja su pan, después que Jesús ofreció y bendijo los alimentos. Mannaén ofrece dátiles flavos como la miel
"¿Pero dónde tenías tantas cosas?" pregunta Juan sorprendido.
y luego pregunta: "Maestro, ¿es lícito amar los animales
que nos sirven y que muchas veces son más fieles
que el hombre?"
"La silla de un jinete es un pequeño mercado, Juan. Hay de todo para él y para el animal" responde Mannaén con una sonrisa amigable de su cara morena. Piensa por un momento y luego pregunta: "Maestro, ¿es lícito amar los animales que nos sirven y que muchas veces son más fieles que el hombre?"
"¿Por qué esta pregunta?"
"Porque hace poco se burlaron de mí algunos y me reprocharon cuando me vieron cubrir con la manta, que nos sirve ahora de tienda, a mi caballo sudado por la carrera."
"¿No te dijeron algo más?"
Mannaén cohibido mira a Jesús... No responde.
"Habla con sinceridad. No es murmurar ni ofenderme, si me cuentas lo que te dijeron para lanzar un nuevo puñado de lodo contra Mí."
"Maestro, Tú sabes todo. En realidad lo sabes y es inútil querer ocultarte nuestros pensamientos o los de los otros. Sí. Me dijeron: "Se ve que eres discípulo de ese samaritano. Eres un pagano como Él, que viola hasta el sábado, para contraer la inmundicia tocando animales inmundos"."
"¡Ah, sin duda fue Ismael!" exclama Juan.
"Así es. Él y otro con él. Les repliqué: "Comprendería que me llamaseis inmundo porque vivo en la corte de Antipas. No porque cuido de un animal al que Dios creó". Me respondieron, porque también había en el grupo algunos herodianos, lo que es fácil ver desde hace poco tiempo y es sorprendente, porque no podían verse. Me respondieron: "Nosotros no juzgamos las acciones de Antipas sino las tuyas. También Juan el Bautista estuvo en Maqueronte, tenía trato con el rey y siempre permaneció justo. Tú, por el contrario, eres un idólatra..." Comenzó a apiñarse gente y me controlé para no incitarla. Hace tiempo que algunos de tus falsos seguidores la incitan a que se oponga contra quien te hospeda, y otros que se imponen diciendo que son tus discípulos y que los has enviado..."
"¡Es demasiado! Maestro, ¿a dónde llegaremos?" pregunta inquieto Juan.
"No más allá de donde podrán llegar. Fuera de ese límite Yo caminaré solo y resplandecerá mi luz y nadie podrá dudar más que Yo soy el Hijo de Dios. Acercaos y escuchad. Antes echad más leña."
Los dos felices, se echan sobre la gruesa piel de oveja extendida a los pies de Jesús, que está sentado en la silla escarlata, bajo la tienda, que tiene como fondo el grueso tronco de árbol. Mannaén, estirado, con los codos apoyados sobre el suelo, la cabeza apoyada sobre las palmas, sus ojos en los de Jesús. Juan se sienta sobre sus calcañales y apoya la cabeza contra el pecho de Jesús, poniéndole su brazo por la cintura, en su posición habitual.
Cuando el Creador terminó de crear todo y lo entregó al
rey, que es el hombre, creado a su imagen y semejanza,
mostró al hombre todos los animales creados y quiso
que les pusiese nombre para distinguirlos entre sí.
"Cuando el Creador terminó de crear todo y lo entregó al rey, que es el hombre, creado a su imagen y semejanza, mostró al hombre todos los animales creados y quiso que les pusiese nombre para distinguirlos entre sí. Se lee en el Génesis "que el nombre que Adán puso a los animales era apropiado, y el real". Se lee también que Dios, al criar al hombre y a la mujer, dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza para que domine los peces del mar, las aves del cielo, las bestias, y toda la tierra, y los reptiles que se arrastran sobre ella".
Creó a la mujer, compañera de Adán, también a su imagen
y semejanza, y no siendo razonable que la tentación,
que estaba en acecho, tentase y corrompiese más suciamente
a la pareja les dijo: "Creced y multiplicaos.
Creó a la mujer, compañera de Adán, también a su imagen y semejanza, y no siendo razonable que la tentación, que estaba en acecho, tentase y corrompiese más suciamente a la pareja les dijo: "Creced y multiplicaos. Llenad la tierra y sujetadla. Dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todos los animales que se mueven en la tierra", y añadió: "Ved que os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre el haz de la tierra, y cuántos árboles producen fruto de simiente, para que todo os sirva de alimento y a todos los animales de la tierra, a las aves del cielo y a cuanto se mueve sobre la tierra y vive".
Los animales y las plantas y todo cuanto el Creador hizo en beneficio del hombre, son don de un amor y patrimonio que el Padre dio a guardar a sus hijos para que lo usen en beneficio propio y en agradecimiento a Él, Dador de todas las cosas. Por esto se les ama y se les trata bien.
¿Qué diríais de un hijo al que su padre diese vestidos, mueblario, dinero, campos, casas, diciéndole: "Te lo doy para ti y para tus sucesores para que tengáis con qué ser felices. Usad todo este con amor y en recuerdo de mi amor que os lo da" y que luego dejase él y sus descendientes que todo se arruinase o que lapidasen lo recibido? Diríais que no habrían honrado a su padre, no lo habrían amado, como tampoco amado las cosas que les dio? De igual modo el hombre debe tener cuidado de cuanto Dios con un cuidado providencial le ha puesto a su disposición.
Cuidado no quiere decir: idolatría, ni afecto desordenado por los animales, plantas o cualquier otra cosa. Cuidado quiere decir: sentido de piedad, de reconocimiento por las cosas inferiores que nos sirven y que tiene su vida, esto es, su sensibilidad.
El alma viviente de las criaturas inferiores a las que habla
el Génesis, no es el alma que tiene el hombre.
Es la vida, sencillamente la vida, esto es,
el ser sensible a las cosas actuales,
tanto materiales como afectivas
El alma viviente de las criaturas inferiores a las que habla el Génesis, no es el alma que tiene el hombre. Es la vida, sencillamente la vida, esto es, el ser sensible a las cosas actuales, tanto materiales como afectivas. Cuando muere un animal es insensible, porque con la muerte ha terminado para él realmente todo. No tiene ningún futuro. Pero mientras vive, sufre el hambre, el frío, el cansancio; puede herirse, padecer, gozar, amar, odiar, enfermarse y morir. El hombre en recuerdo de Dios que le ha dado tales medios para que su destierro en la tierra le sea menos penoso, debe ser humano para con sus siervos inferiores que son los animales. En el libro de Moisés, ¿no acaso está prescrito que se tenga compasión hacia los animales, las aves, etc.?"
Os digo en verdad que es necesario saber ver justamente
las obras del Creador. Si se miran así se ve que son "buenas".
Y lo que es bueno se le ama.
Os digo en verdad que es necesario saber ver justamente las obras del Creador. Si se miran así se ve que son "buenas". Y lo que es bueno se le ama. Se ve que son cosas dadas con el fin bueno y por un impulso de amor, y como tales podemos y debemos amarlas, viendo más allá de su ser finito, al Ser infinito que las creó para nosotros. Se ve que son útiles, y como tales hay que amarlas. Ninguna cosa, recordadlo, ha sido creada en el universo sin un determinado fin. Dios no derrama su potencia en cosas inútiles. Esta hierbecilla es tan útil como el tronco que sirve de fondo a nuestra tienda. La gota de rocío, la pequeña perla de la escarcha, son tan útiles como el inmenso mar. El mosquito es tan útil como el elefante, y el gusano que está en el fondo del foso, como la ballena. No hay cosa inútil en lo creado. Dios hizo todo con buen fin, por amor al hombre. Este debe usar de todo con fin recto y por amor a Él, que le dio todo cuanto hay sobre la tierra, para que sea súbdito.
Dijiste, Mannaén, que el animal frecuentemente es más útil que los hombres. Yo afirmo que los animales, las plantas, los minerales, los elementos sobrepujan al hombre en obedecer, siguiendo pasivamente las leyes de la creación, o activamente, el instinto que el Creador les dio, o sujetándose a ser domesticados para el fin por el cual fueron creados. El hombre, que debería ser la perla en la creación, frecuentemente es su porquería. Debería ser la nota más afinada y cercana a los coros celestiales al alabar a Dios, y muy frecuentemente es la nota desafinada que maldice o blasfema, se rebela o dedica sus alabanzas a las criaturas más bien que al Creador. De ahí viene la idolatría, de ahí la ofensa, de ahí la asquerosidad. Y todo ello es pecado.
Tranquilízate, pues, Mannaén. No es pecado que hayas tenido compasión de tu caballo sudado que te sirvió. Pecado son las lágrimas que se hace derramar a los propios semejantes y los amores desenfrenados que son ofensa ante Dios, digno de que el hombre lo ame a Él sólo."
"¿Peco por estar con Antipas?"
"¿Por qué fin estás? ¿Para gozar?"
"No, Maestro. Para velar por Ti. Lo sabes: por este motivo iba yo ahora. Se que han enviado mensajeros a Herodes para incitarlos contra Ti."
¿No te gustaría estar más conmigo,
en la pobreza de mi vida.?
"Entonces no es pecado. ¿No te gustaría estar más conmigo, en la pobreza de mi vida.?"
"¿Y me lo preguntas? Desde el principio te lo dije. Esta noche, bajo esta tienda, los pobres alimentos que hemos tomado no tiene comparación para mí. ¡Oh, si no fuera porque hay que escuchar los silbidos de las sierpes cerca de su madriguera, estaría contigo! He comprendido en qué consiste tu misión. Hubo un día en que (me) equivoqué. Pero me sirvió para comprender, y no me apartaré más de la justicia."
Lo estás viendo. Nada es inútil. Aun el error, para quien tiende al bien, es un medio. El error cae como caparazón de crisálida, y sale la hermosa mariposa, que no huele, no se arrastra, sino que vuela en busca de los cálices de las flores y de los rayos de luz. También las almas buenas son así. Pueden dejarse envolver en miserias y apestosos petates por un momento, pero luego se libran de ello y vuelan de flor en flor, de virtud en virtud, hacia la luz, hacia la perfección. Alabemos al Señor por sus obras que son una continua misericordia, que se mueven, aunque el hombre no caiga en la cuenta, en su corazón y a su alrededor."
Jesús ora, poniéndose de rodillas porque la tienda, que es baja y estrecha, no lo permite. Después de haber echado más leña al fuego y dado de comer al caballo, se preparan a descansar, prometiendo que vigilarán por turno el fuego y el animal, sobre el que Mannaén ha echado una especie de gruesa manta para que no sufra el frío de la noche.
Jesús y Mannaén se acuestan sobre la paja y se envuelven en sus mantos para dormir. Juan, por temor de que se deje vencer del sueño, camina fuera de la tienda, echando leña en el fuego y mirando al caballo que a su vez lo mira con esos inteligentes ojos negros y rítmicamente golpea con la pezuña, sacudiendo la cabeza, haciendo sonar las sonajas de plata de los arneses y aplastando aromáticas flores selváticas, nacidas al pie del árbol al que está atado. Y como Juan le presenta hierbas más sabrosas, que han nacido un poco más lejos, relincha de gusto y busca frotar sus ternillas húmedas y semigrises en el cuello del apóstol. Desde más allá, en el silencio profundo de la noche, llega el ruido tranquilo del río.
FIN DEL TERCER AÑO DE LA
VIDA PÚBLICA DE JESÚS
Dice Jesús:
así termina el tercer año de mi vida pública
"Y así termina el tercer año de mi vida pública. Sigue ahora el período preparatorio a la Pasión, en el que aparentemente todo aparece limitarse a pocos hechos y a pocas personas, como una paulatina desaparición de mi persona y de mi misión. En realidad, el que parecía vencido y expulsado, era el héroe que se preparaba para la apoteosis y a su alrededor se apiñaban no las personas, sino las pasiones llevadas al extremo.
nada es superfluo en esta obra
Todo lo que ha precedido, y que tal vez en algunos episodios pueda parecer sin objeto a lectores de mala voluntad o superficiales, aquí se ilumina bajo su luz pálida o resplandeciente. Y sobre todo los personajes más importantes. Las cosas que muchos no creen ser dignas de que se les conozca, porque en ellas ven el modo para llegar a ser verdaderos maestros del espíritu. Como dije a a Mannaén y a Juan, nada de lo que Dios hizo es inútil, ni siquiera el débil tallo de la hierba. De igual modo nada es superfluo en esta obra. Ni las figuras espléndidas, ni las débiles y las oscuras. Para los maestros del espíritu son más útiles las figuras débiles y oscuras que las bien delineadas y heroicas
sirve para dar una visión completa de
ese conjunto político, religioso, social,
colectivo, espiritual, egoístico
hasta el crimen o altruístico hasta el sacrificio
en que Yo fui el Maestro y el Redentor.
Como desde la cima de un monte, se puede contemplar toda su configuración, la razón de sus bosques, arroyos, praderas, pendientes, para subir de la llanura a la cresta, y se ve toda la hermosura del panorama y con mayor fuerza llega el convencimiento de que todas las obras de Dios son útiles y maravillosas y que una sirve y perfecciona la otra y que todas forman la belleza de lo creado; así también, siempre para quien es de espíritu recto, todas las diversas figuras, episodios, lecciones, de estos tres años de vida evangélica, contemplado como de lo alto de la cima del monte de mi obra de Maestro, sirven para dar una visión completa de ese conjunto político, religioso, social, colectivo, espiritual, egoístico hasta el crimen o altruístico hasta el sacrificio en que Yo fui el Maestro y el Redentor. La grandiosidad del drama no se percibe en una sola escena, sino en todas las que lo forman. La figura del protagonista emerge de las luces diversas con que lo iluminan las partes secundarias.
Llegados a la cima no hay que hacer otra cosa
que contemplar todo y a todos.
Conocer el mundo hebreo. Conocer lo que Yo era
Llegados a la cima, y la cima era el Sacrificio por el que me encarné descubiertos todos los pliegues de los corazones y todos los ardides de las sectas, no hay que hacer otra cosa que como el viajero que ha llegado a ella: mirar, contemplar todo y a todos. Conocer el mundo hebreo. Conocer lo que Yo era: el hombre superior a los sentidos, al egoísmo, al rencor. El hombre que tuvo que ser tentado por todo un mundo, para que se vengase, para que aspirase al poder, a las alegrías honestas del matrimonio y del hogar. El Hombre que debió soportar todo viviendo en contacto con el mundo y sufrir por la distancia entre la imperfección y pecado del mundo y mi Perfección infinita. El Hombre que a todos los gritos, seducciones, reacciones del mundo, de Satanás y del "yo" supo responder: "No", y permanecer puro, manso, fiel, misericordioso, humilde, obediente hasta la muerte de Cruz.
¿Comprenderá todo esto la sociedad de hoy en día a la que doy esto para que me conozca, para hacerla fuerte con lo los asaltos cada vez más vigorosos de Satanás y del mundo.
como lo fueron el Viernes Santo,
según como hubiesen juzgado,
aceptado y seguido al Maestro,
que con un nuevo intento de infinita misericordia,
se ha hecho conocer una vez más.
También hoy como hace veinte siglos la contradicción la suscitarán aquellos a los cuales me revelo. Soy signo de contradicción una vez mas. Pero no tengo yo la culpa, aunque respeto lo que en ellos suscito. Los buenos, los de buena voluntad, tendrán reacciones buenas de pastores y de humildes. Los otros reaccionarán de una manera perversa como los escribas, fariseos, saduceos y sacerdotes de aquel tiempo. Cada uno da lo que posee. El bueno que llega a ponerse en contacto con los malos desencadena una ebullición mayor de perversidad en ellos. Los hombres serán juzgados, como lo fueron el Viernes Santo, según como hubiesen juzgado, aceptado y seguido al Maestro, que con un nuevo intento de infinita misericordia, se ha hecho conocer una vez más.
Aquellos cuyos ojos se abrieren y me reconocieren, dirán: "Es Él. ¿Es la razón por la cual nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba y nos explicaba las Escrituras?"
Mi paz sea con éstos y contigo, fiel y amado pequeño Juan."
IX. 731-741
A. M. D. G.