EL ANUNCIO A JESÚS

 


#Llega el criado de Lázaro a la casa donde está Jesús  

  #Pedro quiere saber a qué viene   

#"Maestro, un criado de Lázaro está aquí. Quiere hablarte." "Que entre" responde Jesús.   

#Mis patronas me mandan decirte que vayas inmediatamente  "Diles que estén tranquilas. No se trata de una enfermedad mortal, sino de la gloria de Dios para que su poder se manifieste en su Hijo."   

#El criado regresa a Betania   #Me sonrío contigo, Simón de Jonás. Siéntate junto a Mí     

#¿Qué te dijo el criado de Lázaro? ¿Que te buscan? ¿Que te quieren hacer mal?   

#Muchos sacrificios ¿verdad, Simón? ¿Cuáles? de no hablar, de soportar a Judas... de estar lejos de tu lago... Pero Dios te recompensará de todo   

#Jesús profetiza a Pedro que irá a Roma a evangelizar   

#"Iré. Roma es la cabeza del mundo. Conquistada Roma, el mundo lo está."

 


 

Casi ha ya oscurecido, cuando el criado, subiendo por la espesura del río, espolea su caballo, lleno de espuma en el hocico, bañado de sudor, en los ijares para que suba la última parte que le queda entre el río y el camino que lleva al poblado. Se ve que el pobre animal papita en sus flancos por la carrera y largo viaje. El negro manto está salpicado de sudor, y la espuma que le salía del hocico al traerlo mordido le ha dejado huellas blancas sobre el petral. Resopla arqueando su pescuezo y sacudiendo la cabeza.

 

Llega el criado de Lázaro a la casa donde está Jesús

Pedro quiere saber a qué viene

 

Están ya en la vereda. La casa está a unos cuantos pasos. El criado desmonta, amarra el caballo al cercado, llama.

Pedro asoma su cabeza y con voz un poco áspera pregunta: "¿Quién eres? El Maestro está cansado. Hace mucho tiempo que no sabe lo que es el descanso. Ya casi es noche. Volved mañana."

"No vengo a pedir algo. Estoy sano. Quiero entregarle tan sólo un recado."

Pedro se acerca: "¿De parte de quién, si se puede saber? Sin un reconocimiento seguro no puedo permitir que pase alguien, y sobre todo si apesta a lo de Jerusalén, como tú." Lentamente se ha venido acercando, atraído más por el hermosos jaez del caballo que por el jinete. Cuando lo ve claramente, el estupor se apodera de él: "¿Tú? ¿No eres acaso uno de los criados de Lázaro?"

El criado no sabe qué responder. Su patrona le había ordenado que hablase sólo con Jesús. Pero el apóstol parece estar decidido a no dejarlo pasar. El sabe que el nombre de Lázaro tiene una gran influencia entre los apóstoles. Dice: "Es verdad. Soy Jonás, siervo de Lázaro. Tengo que hablar con el Maestro."

"¿Está grave Lázaro? ¿Fue el que te envió?"

"Está grave. Pero no me hagas perder tiempo. Debo regresar lo más pronto posible." Y para que Pedro se apresure a dejarlo pasar, añade: "Estuvieron los sanedristas en Betania..."

"¡Los sanedristas! ¡Pasa, pasa!" Abre el cancel. "Deja el caballo. Le vamos a dar de beber y comer, si quieres."

"Traigo pastura, pero un poco de hierba no le hará mal. Dale agua después. Ahora le haría mal."

Entran al galerón donde están los lechos. Amarran el animal en un rincón para que no le de el aire. El criado lo cubre con la manta que traía amarrada a la silla, le da cebada y la hierba que Pedro le alcanza que no sé de dónde sacó. Salen nuevamente. Pedro lleva al criado a la cocina, le da una taza de leche caliente, en vez del agua que le había pedido, de un caldero que está al fuego. El criado bebe, se calienta al fuego. Pedro que se comporta heroicamente en no hacerle preguntas dice: "La leche es mejor que el agua que querías. Y como tenemos. ¿Hiciste el viaje en una sola etapa?"

"En una sola. Y así lo haré al regreso."

"¿Estás cansado? ¿Resiste el caballo?

"Así espero. Al regreso no galoparé como al venir."

"La noche se nos echa encima. Va a salir la luna... ¿Cómo harás para pasar el río?"

"Espero llegar antes de que la luna se haya ocultado... Si no es así me quedaré en el bosque hasta que amanezca. Pero llegaré antes."

"¿Y luego? El camino desde el río hasta Betania es largo. La luna se mete pronto. Está en sus primeros días decreciente."

"Tengo una buena lámpara. La encenderé y caminaré despacio. Por despacio que camine, siempre será un paso cercano a la casa."

"¿Quieres pan y queso? Tenemos. También tenemos pescado. Yo mismo lo pesqué, porque hoy me he quedado aquí con Tomás. El fue a traer pan de la casa de una mujer que nos ayuda."

"No. No te prives de nada. Comí en el camino. Tenía sed y también quería algo caliente. Me siento ahora mejor. ¿Quieres ir a avisar al Maestro? ¿Está en casa?"

"Sí. Si no estuviera, te lo habría dicho claro. Está descansando en la otra parte, porque mucha gente viene a verlo... Tengo miedo que se propague la noticia y vengan a turbarlo los fariseos. Toma un poco más de leche. Tienes que dejar que coma el caballo... y que descanse. Sus flancos batían como una vela mal cosida..."

"La leche la necesitáis. Sois muchos."

"Fuera del Maestro que habla tanto que siente entorpecido hasta su pecho y los más viejos, todos los demás comemos algo con que darnos trabajo a los dientes. Toma. Es de las ovejitas que nos dejó el viejo. Cuando estamos aquí la mujer nos la trae. Si quisiéramos más, los demás nos traerían. Nos quieren bien aquí y nos ayudan. Bueno... dime, ¿fueron muchos los sanedristas?"

"Casi todos y con ellos había saduceos, escribas, fariseos, judíos de la alta clase social, y uno que otro herodiano..."

"¿Qué fue a hacer esa gentuza a Betania? ¿Estaba José con ellos? ¿También Nicodemo?"

"No. Ellos habían ido antes. Lo mismo que Mannaén. Los que fueron, no eran de los que aman al Señor."

"¡Que si lo creo! Pocos son los del Sanedrín que lo amen. ¿Pero qué querían en una palabra?"

"Saludar a Lázaro. Lo dijeron al entrar..."

"¡Umh... qué amor tan extraño! ¡Siempre lo han evitado por muchas razones!... ¡Bien!... Creámosles... ¿Se han quedado mucho tiempo?"

"Así lo creo. Se fueron un poco irritados. Yo no soy criado de la casa y no sirvo a la mesa, pero los demás que estaban dentro para servir dicen que hablaron con las patronas y quisieron ver a Lázaro. Elquías fue a verlo y..."

"¡Un sinvergüenza!..." masculla Pedro entre dientes.

"¿Que dijiste?"

"¡Nada, nada! Continúa, ¿Y habló con Lázaro?"

"Así me parece, María lo acompañó. Pero luego, no sé por qué... María se enojó y dicen los criados, que estaban esperando en las otras habitaciones cercanas, que los arrojó como a perros..."

"¡Brava! ¡Era lo que se debía hacer! ¿Y te enviaron a que vinieses referir esto?"

"No me hagas perder más tiempo, Simón de Jonás."

"Tienes razón. Ven."

 

"Maestro, un criado de Lázaro está aquí. 

Quiere hablarte."

 "Que entre" responde Jesús.

 

Lo lleva a una puerta. Toca: "Maestro, un criado de Lázaro está aquí. Quiere hablarte."

"Que entre" responde Jesús.

Pedro abre, hace pasar al criado, cierra y se va con sacrificio, junto al fuego para mortificar su curiosidad.

Jesús, sentado al borde de su camastrón en el pequeño cuarto donde apenas hay lugar para el lecho y para quien vive allí, que no cabe duda que antes era una bodega como puede verse por los ganchos y estacas que hay en las paredes, mira sonriente al criado que de rodillas le saluda: "La paz sea contigo." Luego agrega: "¿Qué nuevas me traes? Levántate habla."

 

Mis patronas me mandan decirte que vayas 

inmediatamente  porque Lázaro está muy enfermo 

y el médico dice que va a morir. 

 

"Diles que estén tranquilas. 

No se trata de una enfermedad mortal, 

sino de la gloria de Dios para que su poder 

se manifieste en su Hijo."

 

"Mis patronas me mandan decirte que vayas inmediatamente porque Lázaro está muy enfermo y el médico dice que va a morir. Marta y María te lo suplican y me mandaron que te dijera: "Ven porque eres el único que puedes curarlo"."

"Diles que estén tranquilas. No se trata de una enfermedad mortal, sino de la gloria de Dios para que su poder se manifieste en su Hijo."

"Maestro está muy grave. La gangrena le va haciendo caer la carne a pedazos y n come ya. Casi he matado el caballo para llegar lo más ponto posible..."

"No importa. Las cosas son como digo."

"¿Pero vas a ir?"

"Iré. Diles que iré y que tengan fe. Que tengan fe. Una fe completa. ¿Entendiste? Vete."

El criado saluda y sale. Pedro le viene al encuentro: "Fuiste rápido en dar el recado. Me imaginaba que ibas a hablar mucho..." Lo mira, lo mira... Las ganas de saber le saltan por todos los poros. Pero se refrena...

"Me voy. ¿Quieres darme un poco de agua para mi caballo? Tengo que partir."

"Ven. ¡Agua!... Tenemos un río, además del pozo." Pedro toma una lámpara. Va delante de él y le da el agua.

Dan de beber al caballo. El siervo levanta la manta, mira las herraduras, la cincha, los frenos, los estribos. Dice: "Corrí mucho. Todo está bien. Hasta pronto, Simón Pedro, y ruega por nosotros."

 

El criado regresa a Betania

 

Saca el caballo, llevándolo de las riendas. Se apoya en el estribo para subir a la silla, Pedro lo detiene, poniéndole una mano en el brazo, y le dice: "Quisiera saber una sola cosa: ¿corre peligro de estar aquí? ¿Lo amenazan? ¿Quisieron que las hermanas les dijesen dónde estaba? Dilo en nombre de Dios."

"Nada de eso, Simón. Nada de eso. Fueron por Lázaro... Entre nosotros se corre el rumor de que se trataba de saber si estaba el Maestro, y que si Lázaro estaba leproso, porque Marta gritaba con todas sus fuerzas de que no lo era, y lloraba... Hasta pronto, Simón. La paz sea contigo."

"Y contigo y con tus patronas. Que Dios te acompañe en tu regreso..." Lo mira partir... desaparecer rápido por el camino principal, porque el criado ha escogido este que está iluminado por la luna, y no escoge el sendero oscuro que va a lo largo del río. Pedro se queda pensativo. Luego cierra el cancel y entra a casa.

Va donde Jesús que sigue sentado sobre el camastrón, las manos apoyadas sobre el borde y ensimismado. Al sentir que Pedro se acerca, y que lo mira interrogativamente, vuelve a sus cinco. Le sonríe.

 

Me SONRÍO contigo, Simón de Jonás. 

Siéntate junto a Mí

 

"¿Sonríes, Maestro?"

"Me sonrió contigo, Simón de Jonás. Siéntate junto a Mí. ¿Han regresado los demás?"

"No, Maestro. Ni siquiera Tomás. Habrá encontrado con quién hablar."

"Está bien."

"¿Que habla con alguien? ¿Que los demás se tarden? El habla hasta por los codos. Siempre está alegre. ¿Y los demás? Yo siempre estoy nervioso hasta que no regresan. Siempre tengo miedo."

"¿De qué cosa, Simón mío? Nada nos amenaza por ahora, créemelo. Cálmate e imita a Tomás que está siempre alegre. Tú, sin embargo, desde hace algún tiempo estás más triste."

 

¿Qué te dijo el criado de Lázaro? 

¿Que te buscan? 

¿Que te quieren hacer mal?

 

"Cualquiera que te ame no podrá menos de estarlo. Soy un viejo y reflexiono mejor que los jóvenes. Si es verdad que te aman, pero la juventud está con ellos y piensan menos... Pero si quieres que esté más alegre, me esforzaré en estarlo. Y para ello dame algo para que lo esté. Dime la verdad, Señor mío. Te lo pido de rodillas (y se arrodilla en verdad). ¿Qué te dijo el criado de Lázaro? ¿Que te buscan? ¿Que te quieren hacer mal? ¿Que..."

Jesús pone su mano sobre la cabeza de Pedro: "Nada de esto, Simón. Nada de esto. Vino a decirme que Lázaro está muy grave y no me habló más que de él?"

"¿De veras? ¿De veras?"

De veras, Simón. Le respondí que tuviesen fe."

"Los del Sanedrín estuvieron en Betania, ¿lo sabías?"

"Es cosa natural. La casa de Lázaro es famosa. Según nuestras costumbres hay que honrar a un poderoso que está por morir. No pierdas la calma, Simón."

"Pero crees de veras que no hayan tomado esto como excusa de..."

"De ver si estaba Yo allá. No me encontraron. Vamos, no estés tan asustado como si ya me hubieran aprehendido. Siéntate junto a Mí, pobre Simón, que no quieres persuadirte que no pasará nada sino hasta el momento destinado por Dios, y que entonces... ninguna cosa podrá defenderme del Malo..."

Pedro se le echa del cuello, le tape la boca, lo besa diciendo: "¡Cállate! ¡Cállate! ¡No me digas estas cosas! ¡No quiero oírlas!"

Jesús logra zafarse de él para murmurarle: "¡No las quieres oír! ¡En esto está el error! Pero te compadezco... Oye, Simón, ya que tú eres el único que estás aquí, sólo Yo y tú debemos saber lo que ha pasado. ¿Me comprendes?"

"Sí, Maestro. No diré nada a mis compañeros."

 

Muchos sacrificios ¿verdad, Simón? 

¿Cuáles? 

de no hablar, de soportar a Judas... de estar lejos de tu lago...

 Pero Dios te recompensará de todo

 

"Muchos sacrificios ¿verdad, Simón?"

"¿Sacrificios? ¿Cuáles? Aquí está uno bien. Tenemos lo necesario."

"Sacrificios de no preguntar, de no hablar, de soportar a Judas... de estar lejos de tu lago... Pero Dios te recompensará de todo."

"¡Oh, si a esto te refieres!... Por lo que toca al lago... tengo el río y hago que me baste. Por lo que toca a Judas... te tengo a Ti que me recompensas sin medida alguna... Por las otras cosas... ¡Inepcias! Me sirven para ser menos brusco y más semejante a Ti. ¡Qué feliz me siento de estar contigo! ¡Cerquita de Ti! Creo que el palacio de César no sería más hermoso que esta casa, si no pudiese estar así, tan cerca de Ti."

"¿Qué sabes tú del palacio de César? ¿Lo has visto alguna vez?"

 

Jesús profetiza a Pedro que irá a Roma a evangelizar

 

"No. Nunca lo veré. Ni me importa. Pero me lo imagino grande, hermoso, con muchas bellas cosas... y porquerías. Como toda Roma, según pienso. No estaría allí ni aunque me revistiesen de oro."

"¿Dónde? ¿En el palacio de César, o en Roma?"

"En todos esos lugares. ¡Anatema!"

"Y porque lo son hay que evangelizarlos."

"¿Y qué te propones hacer en Roma? ¡Es un lupanar! Nada hay que hacer allí, a no ser que vengas Tú. Entonces..."

 

"Iré. Roma es la cabeza del mundo. 

Conquistada Roma, el mundo lo está."

 

"Iré. Roma es la cabeza del mundo. Conquistada Roma, el mundo lo está."

"¿Vamos a ir a Roma? ¿Te proclamarás allí rey? ¡Misericordia y poder de Dios! ¡Sería un milagro!"

Pedro se ha puesto de pie con los brazos en alto ante Jesús que sonriente le responde: "Iré en mis apóstoles. Vosotros me la conquistaréis. Yo estaré con vosotros. Hay alguien allá afuera. Vamos a ver, Pedro."

X. 27-32

A. M. D. G.