JESÚS EN BETANIA
#Lázaro dice: Había comprendido que para un gran fin me dejabas morir, y que era un acto de bondad
#Y ¿para qué quieres recordar? Tienes ante tu vista el futuro. El pasado se quedó en la tumba
#Tú debes perdonarlos si quieres ser semejante a Mí
#María se queda con Jesús. "¿Y tú, María, serás una buena sierva de tu Señor?"
#"Mis nupcias. Tú amas las almas vírgenes, Señor..." "Amo a quienes me aman, María."
#Maestro, hay un niño que te busca
#Jesús y Lázaro caminan hacia Betfagé
¡Qué descansado es estarse así!, con el cariño de los amigos y junto al Maestro en los días soleados que huelen un poco a primavera al mirar los campos que abren sus surcos a un débil despunte de trigo, al mirar los huertos que rompen el verde uniforme del invierno con florecillas multicolores, al mirar las cercas que donde más les da el sol, sonríen con yemas que se abren, al mirar los almendros en cuyas copas comienzan a echar espuma las primerizas florecillas.
Jesús goza de todo ello y con Él los apóstoles
y sus tres amigos de Betania
Los apóstoles piensan que ahora será fácil
convertir a la gente
Jesús goza de todo ello y con Él los apóstoles y sus tres amigos de Betania. Tan lejos está la mala voluntad, el dolor, la tristeza, la enfermedad, la muerte, el odio, la envidia, todo lo que causa pena, tormento, preocupaciones en la tierra.
Los apóstoles se congratulan entre sí y lo dicen. Muestran su persuasión, ¡oh!, de que sin duda alguna, triunfará adelante sin obstáculos, que será reconocido como Mesías aun por los más obstinados. Hablan entusiasmados, rejuvenecidos, por la felicidad que sienten, forjando proyectos para el futuro, y sueñan... sueñan... a lo humano.
El más exaltado, por su carácter que lo empuja siempre a los extremos, es Judas de Keriot. Se congratula de que haya sabido esperar, y de haber sido sagaz en obrar. Se congratula de haber desafiado las amenazas del Sanedrín... Está tan exaltado que termina revelando lo que tenazmente había ocultado, sin preocuparse de la sorpresa de sus compañeros: "Querían comprarme, seducirme con sus lisonjas, y al ver que no daban resultado, con amenazas. ¡Si supierais! Pero yo les he devuelto la moneda. Fingí que los estimaba. Los adulé como ellos me adularon, y los traicioné como lo hicieron... Para esto me querían. Querían hacerme creer que probaban al Maestro con buena intención para poder proclamarlo solemnemente el Santo de Dios. ¡Pero los conozco! Los conozco. En todo lo que decían que hiciese me comportaba de modo que apareciese la santidad de Jesús cual sol meridiano en un cielo sin nubes... ¡Mi juego era peligroso! ¡Si lo hubieran comprendido! Pero estaba preparado a todo, aun a morir, con tal de ser útil a Dios en mi Maestro. Y de este modo me informaba de todo... ¡Eh!, algunas veces me tomasteis por loco, por malo, por intratable. ¡Si supierais todo! Sólo soy yo quien conoce las largas noches, los cuidados que tenía que tomar para que nadie cayese en la cuenta. Sospechabais de mí. Lo sé. Pero no os guardo rencor. Mi modo de obrar... sí... pudo dar sospechas. Pero el fin era bueno, y sólo eso era lo que me llenaba. Jesús no sabe nada de esto. Esto es, creo que hasta sospecha de mí, Pero procuraré guardar silencio sin pedirle alabanzas. También vosotros guardáis silencio. Un día, eran los primeros cuando estaba con Él -y también tú, Simón Zelote, y tú, Juan de Zebedeo, estabais conmigo- me reprehendió porque me gloriaba de tener sentido práctico. Desde entonces... no le he hecho notar esta cualidad, pero he seguido usándola, para bien suyo. Me he comportado como se comporta una madre con su hijo inexperto. Le quita todos los obstáculos del camino, le baja la rama que no tiene espinas y levanta la que puede herirle; o con acciones perspicaces lo invita a hacer lo que debe hacer, como también a evitar lo que le puede causar daño, y esto sin que el niño caiga en la cuenta. Y sucede que el mismo hijo cree poder caminar sin tropezarse, poder coger una flor para la mamá, poder hacer esto o aquello espontáneamente. De igual modo me he comportado con el Maestro, porque no basta en el mundo de los hombres y de Satanás la santidad. Es necesario también combatir con armas iguales, al menos como hombres... y algunas veces... no está mal introducir un poquitín de astucia diabólica. Esta es mi idea. Pero Él no quiere escucharla... Es demasiado bueno... ¡Bien! Comprendo todo. A todos y a todos vosotros os excuso de los malos pensamientos que habréis podido tener contra mí. Ahora lo sabéis. Ahora podemos amarnos como buenos compañeros. Y todo por amor a Él. Por su gloria" y señala a Jesús que muy allá pasea en una explanada bañada de sol, conversando con Lázaro, que lo escucha con una sonrisa de éxtasis en su faz.
Lázaro dice: Había comprendido que para un gran fin
me dejabas morir, y que era un acto de bondad
Los apóstoles van a la casa de Simón. Jesús regresa con su amigo. Digo que Lázaro dice: "Es así. Había comprendido que para un gran fin me dejabas morir, y que era un acto de bondad. Pensaba que era porque querías verme libre de las persecuciones que te hacen. Sabes que digo la verdad. Estaba yo contento de morir para no verlas. Me desesperan. Me turban. Mira, Maestro. He perdonado muchas cosas a los que son jefes de nuestro pueblo. Tuve que perdonar hasta los últimos días... Elquías... Pero la muerte y la resurrección han borrado lo que hubo antes. ¿Qué fin tiene recordar sus últimos actos con los que me causaron dolor? Todo he perdonado a María. Ella parece que no lo cree. No sé por qué, pero desde que resucité ha tomado una cierta actitud... no sabría explicarla. Hay una dulzura y sumisión, extrañas en ella... Ni siquiera en los primeros días que regresó, redimida por Ti, se comportaba de este modo... Tal vez Tú lo sabes, y puedes decirme el motivo... ¿Sabes si los que vinieron aquí le echaron en cara algo y con dureza? Siempre he intentado disminuir el recuerdo de su error cuando la veía absorta en el pensamiento del pasado, para aliviar su sufrimiento. No puede encontrar la calma. Parece como si... fuese superior a lo que podría ser humillación. A algunos les podrá parecer que no está muy bien arrepentida... Pero yo la comprendo... Lo sé. Lo hace todo por expiar. Creo que hace grandes penitencias, y de toda clase. No me admiraría que bajo sus vestidos trajese el cilicio y que atormentase su cuerpo con disciplinas... Pero nadie tendrá el amor que yo tengo en tender un velo sobre su pasado, y que quiera hacerla levantar. ¿Sabes acaso si alguien le dijo palabra duras, alguien que no quiere perdonar...? Ella que tiene tanta necesidad de perdón."
"No lo sé, Lázaro. María no me ha hablado de ello. Sólo me dijo que había sufrido mucho al oír ciertas insinuaciones de los fariseos de que Yo no soy el Mesías, porque no te curaba, no te resucitaba."
Recuerdo que mi madre en sus últimas horas
reveló cosas que habían pasado insospechadas
tanto a Marta como a mí
"¿Y de mí no te dijo nada? Sabes... me sentía mal... Recuerdo que mi madre en sus últimas horas reveló cosas que habían pasado insospechadas tanto a Marta como a mí. Fue como si el fondo de su alma y de su pasado flotasen a la superficie. Yo no hubiera querido... Mi corazón sufrió mucho por María... tanto que se esforzó en no haberle dado muestra alguna de su sufrimiento.... No me hubiera gustado haberla herido, ahora que es buena; cuando, por amor a Ti, por amor a ella, no le hice nada cuando era una vergüenza. ¿Qué te ha dicho, Maestro?"
"Me ha hablado de su dolor, porque no tuvo tiempo de mostrarte su cariño como hermana y condiscípula. Al perderte comprendió la pérdida del tesoro de afectos que un tiempo pisoteó... y ahora está feliz porque puede ofrecerte todo el amor que quiso brindarte, para decirte que para ella eres un hermano santo, un hermano bueno."
"¡Ah, lo había intuido! Esto me da gozo. Pero temía de haberla ofendida... Desde ayer pienso... pienso... me esfuerzo en recordar... pero no lo logro..."
Tienes ante tu vista el futuro.
El pasado se quedó en la tumba
"Y ¿para qué quieres recordar? Tienes ante tu vista el futuro. El pasado se quedó en la tumba. Más bien, ni siquiera se quedó allí. Se ha quemado junto con las vendas con que estuviste atado. Pero si quieres tranquilizarte, te diré las últimas palabras que dijiste, sobre todo a María. Dijiste que por causa de ella Yo había venido aquí y que vengo, porque María sabe amar más que todos. Es verdad. Le dijiste que ella te ha amado al renovarse por amor de Dios y tuyo. Le dijiste, y con toda razón, que toda una vida de placeres no te hubiera proporcionado la alegría que tienes ahora. La bendijiste, como un patriarca bendice sus seres más amados. También bendijiste a Marta a la que decías ser tu paz; y a María a quien llamabas tu alegría. ¿Está contento, ahora?"
"Sí, Maestro. Ahora estoy contento."
"Porque la paz da misericordia, perdona también a los jefes del pueblo que me persiguen; ya que dabas a entender; que puedes perdonar todo, menos el mal que me hacen."
"Es así, Maestro."
Tú debes perdonarlos si quieres ser semejante a Mí
Tú sabes lo que sucede al hombre después de la muerte...
No, Señor. No recuerdo nada de lo que me sucedió
"No. Lázaro. Yo los perdono. Tú debes perdonarlos si quieres ser semejante a Mí."
"¡Oh, semejante a Ti no puedo! ¡Soy un hombre cualquiera!"
"El hombre se quedó allá abajo. ¡El hombre! Tu corazón... Tú sabes lo que sucede al hombre después de la muerte..."
"No, Señor. No recuerdo nada de lo que me sucedió." Interrumpe con energía Lázaro.
Jesús sonríe y le responde: No me refería a tu saber personal, a tu experiencia propia. Me refería a lo que cualquier creyente sabe lo que el sucede cuando muere."
"¡Ah! el juicio particular. Sé. Creo. El alma se presenta ante Dios y la juzga."
Si hubieras sido un condenado no te habría podido llamar
a la vida porque al hacerlo anularía el juicio de mi Padre.
Para los condenados no hay cambio
"Es así. El juicio de Dios es justo e inmutable. Es de infinito valor. Si el alma juzgada es mortalmente culpable, es condenada eternamente. Si es levemente culpable se le envía al Purgatorio. Si es justa va a la paz del Limbo en espera de que abra Yo las puertas del cielo. Así pues, te envié a llamar después de que Dios te había juzgado. Si hubieras sido un condenado no te habría podido llamar a la vida porque al hacerlo anularía el juicio de mi Padre. Para los condenados no hay cambio. Son sentenciados para siempre. No estabas, pues, en el número de los condenados. Por lo tanto: o estabas en la categoría de los bienaventurados o en la de los que lo serán después de la purificación. Piensa bien, amigo mío. Si la voluntad sincera de arrepentimiento que puede tener el hombre cuando todavía está sobre la tierra, tiene un valor de purificación; si un rito simbólico bautismal, que el corazón acepta por contrición, tiene para nosotros los hebreos fuerza purificadora de las fealdades contraídas en el mundo y por la carne ¿qué valor no tendrá el arrepentimiento, más real y perfecto, mucho más perfecto, de un alma que se ve libre de las cadenas del cuerpo, que comprende lo que es Dios, que a la luz divina ve la gravedad de sus errores, ve la inmensa alegría de que ha estado alejada por horas, años, o siglos: la alegría de la paz que hay en el Limbo, que pronto será la alegría de la posesión final de Dios; qué será la purificación doble, triple del arrepentimiento perfecto, del amor perfecto, del baño en el ardor de las llamas que el amor de Dios y el de los espíritus encendieron en el que y por el que los espíritus se despojan de toda inmundicia y emergen bellos como serafines, con una corona que ni siquiera estos tienen: con la de su martirio terreno y ultraterreno contra los vicios y por el amor? ¿Qué será? Dilo, pues, amigo mío."
Has dicho la palabra exacta. El alma es como re-creada.
Se hace semejante a la de un niño. Es nueva.
El pasado no existe más
"No... sé... una perfección. Mejor... una re-creación."."
"Has dicho la palabra exacta. El alma es como re-creada. Se hace semejante a la de un niño. Es nueva. El pasado no existe más. Su pasado humano. Cuando cae la culpa original, el alma sin mancha o sombra de ella, es super-creada y digna del Paraíso. Yo llamé tu alma que había sido ya re-creada porque amaba el Bien, por la expiación de los sufrimientos y de la muerte, por tu perfecto arrepentimiento y tu perfecto amor, que se prolongaron aun después de la muerte. Tú tienes, pues, el alma completamente inocente, de un recién nacido. Si eres un niño recién nacido ¿por qué quieres poner sobre esta infancia espiritual los vestidos pesados del hombre adulto? Los infantes tienen alas y no cadenas para su espíritu alegre. Me imitan fácilmente porque todavía no tienen ninguna personalidad determinada. Se hacen como Yo soy, porque en su alma limpia de huellas se puede imprimir sin borrón alguno mi figura y mi doctrina. Tienen el alma libre de humanos recuerdos, resentimientos, prejuicios. No hay nada en ella. Y puedo Yo estar en ellas, perfecto, absoluto, como estoy en el cielo. Tú, que eres como un recién nacido, porque en tu vieja carne la fuerza motriz es nueva, sin pasado, limpia, sin rasgos de lo que fue: tú que has vuelto para servirme, solo para esto, debes ser como Yo soy, más que todos. Mírame. Mírame bien. Mírate en Mí cual en un espejo. Dos espejos que se miran para reflejar mutuamente la presencia de lo que aman. Dos adultos y un infante. Adulto por la edad, infante por la limpieza de corazón. Superas a los infantes porque conoces el bien y el mal, y porque supiste escoger el bien aún antes del bautismo en las llamas del amor. Pues bien, Yo te digo, a ti, que te has purificado: "Sé perfecto como lo es nuestro Padre celestial, y como lo soy Yo. Sé perfecto, esto es, sé semejante a Mí que te amé en tal forma que hice a un lado las leyes de la vida y de la muerte, del cielo y de la tierra para volver a tener en la tierra a un siervo de Dios, a un verdadero amigo mío, y en el cielo a un bienaventurado, a un gran bienaventurado". Lo digo a todos: "Sed perfectos". Los más de ellos no tienen el corazón que tenías, merecedor del milagro, merecedor de que se te hubiera tomado por instrumento de la glorificación de Dios en su Hijo. No tienen ellos la deuda de amor para con Dios... Puedo decirlo, puedo pedirlo de ti. Y como primera cosa te pido que no guarde rencor contra los que te ofendieron y me han ofendido. Perdona, perdona, Lázaro. Fuiste sumergido en las llamas del amor. Debes ser "amor", para que no tengas otra cosa más que el abrazo de Dios."
"Y si hago así ¿habré cumplido la misión para la que me resucitaste?"
"La habrás realizado."
No quiero preguntar ni saber más. Mi ideal es servirte
¡Sé bendito, Jesús, Señor y Maestro mío!
Y que también lo sea quien te envió
"Basta, Señor. No quiero preguntar ni saber más. Mi ideal es servirte. Si te he servido en lo poco que pude cuando enfermo o muerto, si logro servirte mucho ahora que estoy sano, mi sueño se habrá realizado y no pido más. ¡Sé bendito, Jesús, Señor y Maestro mío! Y que también lo sea quien te envió."
"Bendito sea siempre el Señor Dios Omnipotente."
Se dirigen a la casa, y de cuando en cuando se detienen a contemplar el despertar de los árboles. Jesús alza su brazo y corta, pues es alto, un puñado de florecillas de un almendro que el sol calienta enfrente de la pared que da al sur.
Sale María que los ha visto. Se acerca a oír lo que Jesús viene diciendo: "¿Ves, Lázaro? También a estas el Señor ha dicho: "Venid, flores". Y obedecieron para servirle."
"¡Qué misterio es el germinar de las flores! Parece imposible que de una rama dura, o de un hueso duro, puedan salir pétalos tan frágiles y estambres tan tiernos, para convertirse en fruta o en planta. ¿Me equivocaría al decir, Maestro que la linfa o el germen son como el alma en la planta o en la semilla?"
Nosotros los hebreos no hacemos ninguna figura en los
sepulcros como lo hacen los gentiles.
Si la hiciéramos, deberíamos siempre pintar, el grano
arrojado en el surco que despunta. Porque se debe a la
muerte que el alma se vea libre de la corteza,
y fructifique en los jardines de Dios
"No te equivocas porque es la parte vital. En ellas no es eterna. Fue creada para cada especie en el día en que fueron creadas las plantas y los cereales. En el hombre es eterna, semejante a su Creador, es creada cada vez que un hombres es concebido. Por el alma la materia vive. Por esto afirmo que sólo vive el hombre por el alma. No sólo acá, sino más allá. Vive por su alma. Nosotros los hebreos no hacemos ninguna figura en los sepulcros como lo hacen los gentiles. Si la hiciéramos, deberíamos siempre pintar, no la llama apagada, ni la clepsidra vacía u otra cosa semejante, sino más bien el grano arrojado en el surco que despunta. Porque se debe a la muerte que el alma se vea libre de la corteza, y fructifique en los jardines de Dios. La semilla. La chispa vital que Dios ha puesto en nuestro polvo, y que se convierte en espiga, si sabemos con nuestra voluntad y también con el dolor, hacer que sea fértil la tierra en que se deposita. La semilla. Símbolo de la vida que se perpetúa... Maximino te está llamando..."
"Voy a ver, Maestro. Habrán venido los mayordomos. Durante varios meses todos los negocios se pararon. Ahora se apresuran a darme cuentas..."
"Que apruebas de antemano porque eres un buen patrón."
"Y porque ellos son buenos siervos."
"El buen patrón forma buenos siervos."
"Entonces ciertamente seré un buen siervo, porque Tú eres mi Patrón perfecto" y se va sonriendo, ágil, tan diverso de lo que fue en años anteriores.
"¿Y tú, María, serás una buena sierva de tu Señor?"
María se queda con Jesús.
"¿Y tú, María, serás una buena sierva de tu Señor?"
"Tú lo puedes saber, Raboni. Yo... yo sé que fui una gran pecadora."
Jesús sonríe: "Mira a Lázaro. También él estuvo muy enfermo, y sin embargo está ahora completamente sano."
"Así es, Raboni. Tú lo curaste. Lo que haces, lo haces siempre completo. Nunca Lázaro había sido tan fuerte, ni había estado tan contento como desde que salió del sepulcro."
"Tú lo dices, María. Lo que hago es siempre completo. Por esto también tu redención es completa, porque la realicé."
"Es verdad, Salvador mío, Redentor, Rey, Dios. Es verdad. Y si quieres, también yo seré una buena sierva de mi Señor. Por mi parte lo quiero. No sé si Tú lo quieres."
"Lo quiero, María. Una buena sierva mía. Hoy más que ayer. Mañana más que hoy. Hasta que te diga: "Basta, María. Es la hora de que descanses"."
"Dicho está, Señor. Quiero que me llames en ese día como llamaste a mi hermano del sepulcro. ¡Oh, llámame fuera de la vida!"
"No, fuera de la vida, no. Te llamaré a la Vida, a la verdadera Vida. Te llamaré a que salgas fuera del sepulcro que es la carne y la tierra. Te llamaré a las nupcias de tu alma con el Señor."
Te llamaré a las nupcias de tu alma con el Señor.
"Mis nupcias. Tú amas las almas vírgenes, Señor..."
"Amo a quienes me aman, María."
"Amo a quienes me aman, María."
"Eres divinamente bueno, Raboni. Por esto me moría de dolor que te llamasen malo, porque no venías. Era algo así como si todo se me viniera encima. Cuánto me costaba decirme a mí misma: "¡No, no! No debes aceptar la evidencia. Esto que te parece evidencia es un sueño. La realidad es el poder, la bondad, la divinidad de tu Señor". ¡Ah, cuánto me hicieron sufrir la muerte de Lázaro y sus palabras! ¿Te ha dicho alguna cosa? ¿No se acuerda? Dime la verdad..."
"Nunca miento, María. Él teme de haber hablado y de haber revelado lo que había sido el dolor de su vida. Pero lo he tranquilizado, sin decir nada que no fuese la verdad."
"Gracias, Señor. Esas palabras suyas... me hicieron bien. Así como un médico que ataca el mal en su raíz y lo quema. Terminaron esas palabras por destruir la "vieja" María. Me consideraba todavía muy grande. Ahora... mido el fondo de mi abyección y sé que debo caminar mucho para salir de él. Lo haré, si me ayudas."
"¿Cómo, Señor mío?"
Aumentando tu amor incalculablemente.
Para ti es el único camino."
"Te ayudaré, María. Aun después de ido, te ayudaré."
"¿Cómo, Señor mío?"
"Aumentando tu amor incalculablemente. Para ti es el único camino."
"Muy dulce lo es por lo que tengo (que) expiar. Todos se salvan con el amor. Todos conquistan el cielo. Pero lo que es suficiente para los puros, para los justos, no lo es para las grandes pecadoras."
"No hay otro camino para ti, María. Cualquiera que sea la ruta que tomares, siempre será la del amor. Amor si haces bien en mi nombre. Amor si evangelizas. Amor si te separas de todos. Amor si te martirizas. Amor si te hacen mártir. No sabes sino amar, María. Es tu naturaleza. La llama no hace otra cosa más que arder. Bien se le arroje al suelo, quemando los petates, bien que suba como un abrazo de brillo alrededor de un tronco, de una casa, de un altar para levantarse al cielo. Cada uno tiene su propia naturaleza. La inteligencia de los maestros de espíritu consiste en saber aprovechar las inclinaciones del individuo encaminándolas por el sendero en que puedan crecer bien. Igual ley existe en los animales y plantas. Sería una cosa tonta pretender que un árbol frutal diese solo flores, o que produjese frutos diversos; o que un animal realizase cosas que no son de su especie. ¿Podrías exigir que esa abeja que no sabe más que hacer miel, fuese un pájaro que cantara entre las ramas? O bien ¿que este ramo de almendro, que lo corté de aquel árbol, produjese resinas aromáticas en lugar de estas florecillas? La abeja trabaja, el pajarillo canta, el almendro da frutos, la planta resinosa da aromas. Todos son para el oficio a que se les ha destinado. De igual modo las almas. Tu oficio es amar..."
"Entonces enciéndeme, Señor. Te lo pido como un favor."
"¿No te basta la fuerza de amor que tienes?"
"Es muy poca, Señor. Podría emplearla en amar a los hombres, pero no a Ti que eres infinito."
"Y por que lo soy, sería necesario un amor sin límites..."
"Así es, Señor mío. Esto es lo que quiero. Que pongas dentro de mí un amor sin límites."
"María, el Altísimo, que sabe lo que es el amor, dijo al hombre: "Me amarás con todas tus fuerzas". No quiere más, porque sabe que amar con todas las fuerzas es ya un martirio."
Dame un amor ilimitado para amarte como debe ser,
para amarte como a nadie he amado
Me pides algo semejante a una hoguera que quemara
sin acabarse
Dame esta amor sin límites, Señor
"Sí."
"No importa, Señor mío. Dame un amor ilimitado para amarte como debe ser, para amarte como a nadie he amado."
"Me pides algo semejante a una hoguera que quemara sin acabarse. Ella quema y se acaba poco a poco. Piénsalo."
"Hace mucho tiempo que lo pienso, Señor mío. Pero no me atrevía a pedírtelo. Ahora sé cuanto me ames. Ahora comprendo en qué forma me amas, y me atrevo a pedírtelo. Dame esta amor sin límites, Señor."
Jesús la mira. Se le ve delgada por las noches sin dormir y por el dolor. Viste sencillamente y peina sin adornos, como una niña, con la cara pálida que enrojece por el ansia de lo que quiere alcanzar, con los ojos suplicantes, que arden de amor. Más que mujer es un serafín. Es en verdad la contempladora que pide el martirio de la contemplación absoluta.
Jesús, después de haberla mirado, como para medir su voluntad, dice: "Sí."
"¡Ah, Señor mío, qué honra es morir por Ti!" cae de rodillas, besándole los pies.
"Levántate, María. Ten estas flores. Son las de tus nupcias espirituales. Sé dulce como lo es el almendro. Pura como su flor. Luminosa como el aceite que se extrae de él cuando se le enciende; perfumada como este aceite, que lleno de esencias, se le rocía en los banquetes o sobre las cabezas de reyes, perfumado con tus virtudes. Entonces habrás esparcido sobre tu Señor el bálsamo que El agradará infinitamente."
María toma las flores, pero no se levanta de la tierra, y anticipa su bálsamo de amor, con besar los pies de Jesús, que baña con sus lágrimas.
Maestro, hay un niño que te busca
Llega Lázaro: "Maestro, hay un niño que te busca. Fue a la casa de Simón a buscarte y encontró sólo a Juan que lo trajo aquí. No quiere hablar sino contigo."
"Bien. Tráemelo. Estaré bajo el emparrado de los jazmines."
María entra en casa con Lázaro. Jesús va al emparrado. Regresa Lázaro que trae de la mano al niño que vi en casa de José de Séforis. Jesús lo reconoce al punto y lo saluda. "¿Marcial, tú? La paz sea contigo. ¿A qué has venido?"
"Me han mandado a decirte una cosa..." y mira a Lázaro que comprende y que hace como irse.
"Quédate Lázaro. Este es Lázaro, mi amigo. Puedes hablar delante él, porque no tengo otro amigo más fiel."
Me manda José el Anciano, porque ahora vivo con él,
a decirte que vayas cuanto antes, a Betfagé,
cerca de la casa de Cleonte.
Tiene algo que que comunicarte
El niño se tranquiliza. Dice: "Me manda José el Anciano, porque ahora vivo con él, a decirte que vayas cuanto antes, cuanto antes, a Betfagé, cerca de la casa de Cleonte. Tiene algo que que comunicarte. Pero ve pronto. Dijo que fueras solo, porque tiene que decirte algo en secreto."
"Maestro, ¿qué pasa?" pregunta Lázaro espantado.
"No sé, Lázaro. No hay más que ir. Ven conmigo."
"Con mucho gusto, Señor. Podemos ir con el niño.
"No, Señor. Me voy solo. Me lo ordenó José. Me dijo: "Si lo haces tú solo y bien, te querré como un padre" y yo deseo que José me quiera como a un hijo. Me voy inmediatamente a la carrera. Tú puedes venir detrás. Salve, Señor. Salve, Lázaro."
"La paz sea contigo, Marcial."
El niño desaparece como una golondrina.
"Vamos, Lázaro. Tráeme el manto. Voy a adelantarme, porque ves, el niño no puede abrir el cancel y no quiere llamar a nadie."·
Jesús y Lázaro caminan hacia Betfagé
Jesús va ligero al cancel, Lázaro a la casa. Jesús recorre los cerrojos al niño que veloz escapa. Lázaro trae el manto de Jesús y a su lado camina a Betfagé.
"¿Qué se le ofrecerá a José para haber enviado con tanto secreto a un niño...?"
"Un niño no llama la atención de nadie" responde Jesús.
"Crees... que... sospechas que... Crees que estás en peligro, Señor."
"Estoy seguro."
"¡Cómo! ¿Ahora? Una prueba mayor no hubieras podido haber dado..."
"El odio crece bajo el aguijó de la realidad."
"¡Oh!, entonces soy yo la causa. Te he hecho daño... Un dolor mío sin igual" afirma Lázaro lleno de dolor.
"No por tu causa. No te aflijas sin motivo. Has sido el medio, ¿comprendes?, el medio para dar al mundo la prueba de mi naturaleza divina; pero la causa ha sido la necesidad. Si no hubieras sido tú, otro lo hubiera sido, porque debía demostrar al mundo que, como Dios que soy, puedo todo lo que quiero. Volver a la vida a un muerto que días antes estaba corrompido, no puede ser sino obra de Dios."
"¡Ah, quieres consolarme! Para mí la alegría, toda mi alegría... ha desaparecido... Sufro, ¡Señor!"
Jesús hace un gesto como para decir: "¡Bueno!" y ambos se callan.
Caminan ligeros. La distancia entre Betania y Betfagé es corta, y pronto llegan.
José está yendo y viniendo a la entrada del poblado. Está de espaldas cuando Jesús y Lázaro salen de un atajo oculto tras una cerca. Lázaro lo llama.
Ven, Maestro. Te estuve esperando aquí para salir pronto
a tu encuentro, pero vayamos al olivar
Maestro, debes irte de aquí e inmediatamente.
El Sanedrín ha decretado tu aprehensión
y el bando se leerá mañana en las sinagogas.
"¡Oh, la paz sea con vosotros! Ven, Maestro. Te estuve esperando aquí para salir pronto a tu encuentro, pero vayamos al olivar. No quiero que nos vean..."
Los llevan detrás de las casas que hay en un espeso olivar.
"Maestro, mandé al niño que es despabilado y obediente, y me quiere mucho, porque tengo que hablarte. No quería que alguien me viera. Atravesé el Cedrón para venir aquí... Maestro, debes irte de aquí e inmediatamente. El Sanedrín ha decretado tu aprehensión y el bando se leerá mañana en las sinagogas. Cualquiera que sepa dónde estás, tiene la obligación de avisarlo. No es necesario que te diga. Lázaro, que tu casa será la primera que estará bajo vigilancia. Salí a eso de sexta del Templo y al punto pensé. Mientras hablaban, hice mi plan. Fui a casa, tomé al niño. Salí a caballo por la puerta de Herodes, como si fuera a dejar la ciudad. Atravesé luego el Cedrón y lo seguí. Dejé mi cabalgadura en Getsemaní, mandé al niño que conoce el camino porque conmigo había ido a Betania. Vete lo más pronto posible, maestro. A un lugar seguro. ¿Conoces algún lugar? ¿Sabes a dónde ir?"
"No es suficiente si se aleja de acá? Digamos ¿de Judea?"
"No es suficiente, Lázaro. Están que se mueren de rabia. Tiene que irse a donde ellos no van..."
"Por todas partes van. No vas a querer que el Maestro abandone Palestina..." replica Lázaro intranquilo.
"Bueno. ¿Qué quieres que te diga? El Sanedrín lo quiere..."
"Por mi causa, ¿no es verdad? Dilo."
"Bu... Bueno... Por tu causa... esto es, porque todos se convierten a Él, y a ellos... no les gusta."
"¡Es un crimen! ¡Un sacrilegio!... Es..."
Jesús, pálido, pero tranquilo, levanta su mano para poner silencio: "Cállate, Lázaro. Cada uno tiene su oficio. Todo está escrito. Te lo agradezco, José. Te aseguro que me voy. Vete, vete, José. Que no vayan a notar tu ausencia... Que Dios te bendiga. Te haré saber por medio de Lázaro dónde estoy. Vete. Te bendigo a ti, a Nicodemo, a todos los de buen corazón." Lo besa y se separan. Jesús regresa con Lázaro. Atraviesan el olivar. Toman el camino a Betania. José se dirige a la ciudad.
"¿Qué vas a hacer, Maestro?" pregunta angustiado Lázaro.
"No lo sé. Dentro de pocos días llegan las discípulas con mi Madre. Tenía que esperarlas..."
"Por esto... les podría hablar en tu nombre, y las podría llevar. ¿Pero a dónde vas? No creo que a casa de Salomón... Ni a la de los discípulos que todos conocen. ¡Mañana!... Debes partir al punto."
Pero antes hace los planes con Lázaro para recibir
a su Madre y a las discípulas.
"Puedo encontrar lugar. Sólo quisiera esperar a mi Madre. Su angustia empezaría muy antes si no me encontrase..."
"¿Adónde irías, Maestro?"
"A Efraín."
"¿A Samaria?"
"A Samaría. Los samaritanos son menos samaritanos que otros muchos, y me aman. Efraín está en los confines..."
"¡Oh! y para mostrar su desprecio a los judíos, te honrará y defenderán. Pero... ¡espera! Tu Madre no puede venir sino por el camino de Samaría o el del Jordán. Yo y Maximino tomaremos uno u otro camino con los demás criados. Y uno u otro la encontraremos. No volveremos si no es con ellas. Bien sabes que nadie de la casa de Lázaro te puede traicionar. Entretanto ve a Efraín. Y pronto. ¡A, estaba escrito que no pudiera alegrarme de de estar contigo! Pero iré. Por los montes de Adomín. Estoy sano ahora. Puedo hacer lo que quiera. ¡Más bien! haré creer que por el camino de Samaría me dirijo a Tolemaide para embarcarme hacia Antioquia... Todos saben que allí tengo tierras... Las hermanas se quedarán en Betania... Tú... Sí... Voy a preparar ahora dos carros que os llevarán a Jericó. Mañana al amanecer seguiréis el camino a pie. ¡Oh, Maestro!, ¡Maestro mío! ¡Sálvate! ¡Sálvate!" Después de la excitación de los primero instantes, Lázaro cae en la tristeza y llora. Jesús suspira, pero no dice nada. ¿Qué puede decir?...
Han llegado a la casa de Simón. Se separan. Jesús entra en la casa. Los apóstoles sorprendidos ya de que el Maestro se había ido sin decir nada, lo rodean. Ordena: "Tomad vuestros vestidos. Preparad las alforjas. Partimos inmediatamente. Hacedlo aprisa y unios a Mí en casa de Lázaro."
"¿También los vestidos mojados? ¿No podemos tomarlos al regreso?" pregunta Tomás.
"No regresaremos. Tomad todo."
Los apóstoles se van hablándose con la mirada. Jesús va a tomar sus cosas que tiene en la casa de Lázaro y se despide de las consternadas hermanas...
Los carros están prontos. Carros grandes, cubiertos, de que tiran robustos caballos. Jesús se despide de Lázaro, de Maximino, de los siervos que han acudido.
Suben a los carros que está aguardando por una puerta de atrás. Los conductores levantan los látigos. Y empieza el viaje por el mismo camino que recorrió Jesús sólo hace unos cuantos días.
X. 73-83
A. M. D. G.