los familiares de los niños y los de 

siquén

 


 

#Jesús está solo en la islita orando  

 #Juan llama al Maestro que no ve   

#Maestro han venido los familiares. Los parientes de los niños, y con muchos de Siquén   

#"¿Te acuerdas de nuestros nombres?" Jesús responde: "Me acuerdo de vuestros nombres, de vuestras caras, de vuestras almas. ¿Trajisteis a los familiares de los niños? ¿Son ellos?"  

 #Jesús escucha a los familiares   

#Van a buscar a los niños   

#Son hijos de Dios. Son inocentes. La muerte anula el pasado, y la expiación alcanza el perdón, aun de Dios   

#¿Si Dios se apareciese aquí, podríais afirmar que tenéis tan poco de comer que no podáis dar nada a un huérfano que muere de hambre? El Pentateuco manda que se tenga compasión del huérfano..."  

 #Por amor. Por amor a todo. A Dios, a su Mesías, a vuestra hermana, a vuestro prójimo. Que esto sea vuestro obsequio y perdón que deis a vuestra sangre   

#Jesús presenta los niños a sus familiares y se los entrega además del pastorcillo   

#No quiero dinero. Quiero una promesa. Que améis a éstos que arrebaté a los ladrones

 


 

Jesús está solo en la islita orando

 

Jesús está solo en la islita. A la otra orilla están jugando los niños y hablan quedito porque no quieren turbar los pensamientos de Jesús. De vez en cuando el pequeño prorrumpe en un grito de alegría al descubrir alguna piedrecita de color, o una nueva flor. Los demás le dicen que no grite: "No hables. Jesús está orando...", y el murmullo continúa mientras que sus morenas manitas fabrican casitas, y conos, que en sus imaginaciones serán casas y montañas.

Arriba el sol brilla, haciendo que crezcan cada vez más las yemas de los árboles y que vayan abriéndose las flores de los prados. El álamo se estremece entre sus grises y verdes hojas y los pajarillos, allá arriba, se disputan la hembra con cánticos que pueden terminar en un himno de triunfo como en una elegía.

Jesús sigue orando. Sentando en la hierba, protegido por un montón de espadañas, sigue absorto en su oración. Algunas veces levanta sus ojos para ver los pajaritos que juegan entre la hierba, otras los baja y se recoge nuevamente en sus pensamientos.

 

Juan llama al Maestro que no ve

 

Pasos que se oyen entre los árboles de la ribera, Juan que llega a la islita, espantan los pájaros que huyen de entre las remas del álamo. Juan no descubre al punto a Jesús que está oculto entre las espadañas y un poco coartado pregunta: "¿Dónde estás, Maestro?"

Jesús se pone de pie, mientras que los tres niños gritan del otro lado: "Está allí, detrás de las hierbas grandes."

 

Maestro han venido los familiares. 

Los parientes de los niños, y con muchos de Siquén

 

Juan ha visto a Jesús: "Maestro han venido los familiares. Los parientes de los niños, y con muchos de Siquén. Fueron a casa de Malaquías y él los ha traído a aquí. Vine a buscarte."

"¿Dónde está Judas?"

"No lo sé, Maestro. Después de que viniste a aquí, salió y todavía no ha regresado. Estará en la población. ¿Quieres que lo busque?"

"No. No es necesario. Quédate aquí con los pequeñuelos. Voy a hablar con sus familiares."

"Como quieras, Maestro."

Jesús se va y Juan se pone con los niños a hacer un gran puente imaginario con largas hojas de caña...

Jesús entra en casa de María de Jacob, que está esperándolo en la puerta, y que le dice: "Subieron a la terraza. Los llevé arriba para que descansasen. Mira a Judas que viene corriendo del poblado. Lo esperaré y prepararé algo para los peregrinos que están muy cansados."

También Jesús espera a Judas en el pasillo semioscuro respecto de la luz de afuera. Al llegar, no ve inmediatamente a Jesús y altaneramente se dirige a la mujer: "¿Dónde están los de Siquén? ¿Se fueron ya? ¿Y el Maestro? ¿Nadie lo va a llamar? ¡Juan!..." Mira a Jesús y cambia de tono. "¡Maestro, corrí lo más que pude! Por causalidad... Estás ya en casa..."

"Juan estaba y me fue a buscar."

"También yo lo hubiera hecho... pero en la fuente me pidieron unas personas que les explicase algo..."

Jesús no añade más. Abre su boca sólo para dar la bienvenida a los que lo saludan, algunos de ellos sentados sobre la valla de la terraza, y algunos en la habitación, y al verlo se levantan para presentarle sus respetos.

 

"¿Te acuerdas de nuestros nombres?" 

Jesús responde: "Me acuerdo de vuestros nombres,

 de vuestras caras, de vuestras almas. 

¿Trajisteis a los familiares de los niños? 

¿Son ellos?"

 

Después de haber hecho un saludo general, saluda a algunos en particular, con la admiración de estos que dicen: "¿Te acuerdas de nuestros nombres?" Deben ser habitantes de Siquén.

Jesús responde: "Me acuerdo de vuestros nombres, de vuestras caras, de vuestras almas. ¿Trajisteis a los familiares de los niños? ¿Son ellos?"

"Sí. Vinieron a llevárselos y vinimos con ellos para darte las gracias por la piedad que mostraste para con ellos que son hijos de Samaría. ¡Eres el único en hacerlo!... Eres el Santo que sólo hace cosas santas. También nosotros nos acordamos de Ti. Y al saber que estabas aquí, vinimos, para verte y para decirte que te agradecemos que nos hayas elegido como refugio y que nos hayas amado en los hijos de nuestra raza. Escucha ahora a los familiares."

Judas sigue a Jesús que se dirige a los familiares de los pequeñuelos y les dice que hablen.

 

Jesús escucha a los familiares

 

"Tal vez no lo sepas, pero somos hermanos de la madre de los pequeños. Estábamos irritados contra ella, porque sin pensarlo bien, y contra nuestro parecer, se casó. Nuestro padre amaba mucho a la única hija, de tal modo que nuestras relaciones con él no fueron filiales, que digamos, y por varios años no nos hablábamos y estuvimos separados. Cuando supimos que la mano de Dios había caído sobre nuestra hermana y que tenía mucha aflicción en su casa, pues su unión impura no le alcanzó la bendición divina, nos llevamos a nuestro padre a nuestra casa para que si tenía que sufrir, sufriese sólo por la pobreza en que su hija vivía. Murió. Lo supimos. Hacía poco que habías pasado, y lo supimos... Nosotros, venciendo nuestro rencor, ofrecimos a su marido, por medio de éste y éste (dos de Siquén) de tomar a nuestro cargo a los niños. Son también de nuestra sangre. Respondió que prefería verlos muertos, antes que comieran de nuestro pan. No nos permitió ni éstos, ni el cuerpo de nuestra hermana para que la sepultáramos según nuestros ritos. Entonces juramos odiarle a él y a sus descendientes. El odio cayó sobre él, en tal forma que de libre se convirtió en esclavo, y murió como chacal en una cueva inmunda. No nos preocupamos de él, porque hacia tiempo que había muerto en nuestros corazones. Tuvimos sin embargo mucho miedo cuando hace unas ocho noches vimos llegar a nuestra casa los ladrones. Enterados de la razón de ello, no el dolor, sino la aversión nos picó como aguijón y nos dimos prisa en despacharlos ofreciéndoles buena recompensa para que se mostrasen amigos, y nos admiramos al saber que ya habían cobrado y que no querían otra cosa."

Judas improvisadamente rompe el silencio con una carcajada irónica: "¡Su conversión! ¡Total! ¡No cabe duda!"

Jesús lo mira severamente, los demás se quedan sorprendidos. El que había hablado, continúa: "¿Y qué podías pedir más de ellos? ¿No era ya bastante que hubieran llegado a nuestra casa a la cabeza del pastorcillo, desafiando los peligros sin haber tocado nada? El que vive mal, se porta siempre mal. Pues no quitaron gran cosa al difunto. Apenas lo suficiente para poder pasar diez días sin robar. Nos sorprendió su honradez, en tal forma, que les preguntamos que quién les había dicho que tuviesen piedad. Por ellos nos enteramos de que un rabí de Israel podría haber hecho lo que hiciste. Cuando se fueron, preguntamos al pastorcillo asustado y supimos bien las cosas. Nos enteramos primeramente que el marido de nuestra hermana había muerto, que los niños estaban en Efraín en casa de un hombre justo, que este hombre justo era rabí, que había hablado a los ladrones, e inmediatamente pensamos en Ti. Al llegar a Siquén al amanecer, hablamos con éstos, porque todavía no habíamos decidido recoger a los niños. Nos dijeron: "¿Pretendéis que sin motivo alguno el Rabí de Nazaret haya amado a los niños? No cabe duda que Él fue. Vamos a verlo, porque nos quiere mucho a los de Samaría". Y arreglado lo que teníamos que hacer, vinimos aquí. ¿Dónde están los niños?"

 

Van a buscar a los niños

 

Son hijos de Dios. Son inocentes. 

La muerte anula el pasado, y la expiación alcanza el perdón, 

aun de Dios

 

"Junto al arroyo. Judas, ve a llamarlos."

Judas va.

"Maestro, nos es duro el verlos. Nos recuerdan todas nuestras aflicciones, y todavía vacilamos en acogerlos o no. Son hijos del mayor enemigo que hemos tenido en esta tierra."

"Son hijos de Dios. Son inocentes. La muerte anula el pasado, y la expiación alcanza el perdón, aun de Dios. ¿Queréis ser más severos que Él? ¿Más crueles que los ladrones? ¿Más obstinados que ellos? Los ladrones querían matar al pastorcito y quedarse con los niños. Al pastorcillo porque les convenía, a los niños por piedad, por verlos indefensos. El Rabí les habló, y no sólo no hicieron mal al pastorcillo, sino que os lo llevaron a vuestra casa. Si logré que no se cometiese un crimen, ¿van a dejar de escucharme corazones rectos?

"Es que... Somos cuatro hermanos, y hay en casa ya treinta y siete niños."

"Y donde comen treinta y siete pajaritos, porque el Padre de los cielos hace que haya granos para ellos, ¿no comerán cuarenta? ¿Será que el poder del Padre no puede encontrar comida para tres más, mejor dicho, para cuatro hijos suyos? ¿Conoce límites la divina Providencia? ¿Va a tener miedo el Infinito de bendecir con mayor largueza vuestros campos, vuestros huertos, vuestros ganados, porque cuatro pobres niños más van a comer de vuestro pan, de vuestro aceite, beber de vuestro vino, y vestirse con la lana de vuestros rebaños?"

"Son tres, Maestro."

 

¿Si Dios se apareciese aquí, podríais afirmar que tenéis 

tan poco de comer que no podáis dar nada a un huérfano 

que muere de hambre? 

El Pentateuco manda 

que se tenga compasión del huérfano..."

 

"Son cuatro. También el pastorcito es huérfano. ¿Si Dios se apareciese aquí, podríais afirmar que tenéis tan poco de comer que no podáis dar nada a un huérfano que muere de hambre? El Pentateuco manda que se tenga compasión del huérfano..."

"Claro que no, Señor. Tienes razón. No vamos a ser inferiores a los ladrones. Al niño pastor daremos también de comer, de vestir y vivirá con nosotros. Y eso por amor a Ti."

 

Por amor. Por amor a todo. 

A Dios, a su Mesías, a vuestra hermana, a vuestro prójimo. 

Que esto sea vuestro obsequio y perdón que deis 

a vuestra sangre

 

"Por amor. Por amor a todo. A Dios, a su Mesías, a vuestra hermana, a vuestro prójimo. Que esto sea vuestro obsequio y perdón que deis a vuestra sangre. No un sepulcro frío en que descanse su cuerpo. Perdonad. Olvidad. Dad paz al espíritu que pecó. No sería en realidad perdonada la que fue vuestra hermana y que fue madre de los pequeños, si además de la expiación justa que ha debido pagar, supiese que sus hijos, que son inocentes, pagan los pecados de ella. La misericordia de Dios es infinita. Conceded paz al espíritu de la difunta.

"¡Lo haremos, lo haremos! No nos hubiéramos doblegado ante nadie, pero ante Ti, sí Maestro, que has pasado entre nosotros sembrando una semilla que no muere, que no morirá."

"¡Que así sea! Vede a los niños..." Jesús los ve venir a casa y los llama. 

Soltando las manos de los apóstoles corren gritando: "¡Jesús! ¡Jesús!" Entran, suben la escalera. Llegados a la terraza, se quedan espantados al ver tantos extraños que los miran.

 

Jesús presenta los niños a sus familiares y se los entrega

 además del pastorcillo

 

"Ven, Rubén, también tú, Eliseo, y tú, Isaac. Estos son los hermanos de vuestra mamá y vinieron a llevaros para que estéis con sus hijos. ¡Ved cuán bueno es el Señor! Como el palomo de María de Jacob que vimos el otro día que daba de comer al pichoncito que no era suyo, sino de su hermano muerto. Os acoge y os entrega a ellos para que cuiden de vosotros, y no seáis huérfanos. ¡Ea, salud a vuestros parientes!"

"El Señor sea con vosotros, señores!" dice tímidamente el mayor, mirando al suelo. Los otros dos lo imitan.

"Este se parece mucho a su madre, y también éste, pero ése (el mayor) es semejante a su padre" dice uno de los familiares.

"Amigo mío, no creo que vayas a dejar de amarlo, tan sólo porque haya semejanza en la cara" dice Jesús.

"¡Oh, no! Eso no. Lo miraba... y pensaba... No quisiera que tuviera el corazón de su padre."

"Es un niño tierno todavía. Sus palabras sencillas recuerdan el amor que tenía por encima de todo por su madre."

"Los tenía mejor cuidado de lo que imaginamos. Tienen buen vestido, y sandalias. Tal vez le fue bien al final..."

"Yo y mis hermanos tenemos vestidos nuevos porque Jesús nos los dio. No teníamos nada, ni sandalias, ni manto. Como el pastor" responde el mediano que es menos tímido que el primero.

"Te devolveremos todo, Maestro" dice un familiar y añade: "Joaquín de Siquén ha recibido ofertas de la ciudad. Añadiremos todavía dinero..."

 

No quiero dinero. Quiero una promesa. 

Que améis a éstos que arrebaté a los ladrones

 

"No quiero dinero. Quiero una promesa. Que améis a éstos que arrebaté a los ladrones. Las ofertas... Malaquías, úsalas para los pobres que conoces y da algo a María de Jacob porque está muy pobre."

"Como Tú digas. Si se portan bien, los amaremos."

"Nos portaremos bien, Señor. Sabemos que hay que serlo para volver a encontrar a nuestra madre y volver a subir el río, hasta el seno de Abraham y que no debemos romper el hilo de nuestra barca de las manos de Dios para que no nos arrastren las corrientes del demonio" promete Rubén como si recitase algo.

"¿Qué ha dicho ese?"

"Una parábola que me oyeron. La dije para consolar su corazón y que fuese una guía para su espíritu. Los niños se la aprendieron y la aplican en sus acciones. Tratadlos mientras hablo a los de Siquén..."

"Maestro, una palabra más. Lo que más nos extrañó con los ladrones fue que dijeron comunicásemos al Rabí, que se había llevado los niños, que los perdonase si tardaron mucho en llegar hasta nuestra casa, pero que tuviese en cuenta que no podían tomar cualquier camino, y que no podían caminar fácilmente con un niño por lugares difíciles."

"¿Lo oíste, Judas?" dice Jesús a Iscariote, que no replica.

Luego Jesús se dirige a los de Siquén que le arrancan la promesa de una visita aunque fuese breve, antes del calor estival. Cuentan a Jesús muchas cosas, y entre otras cómo los que El curó en el cuerpo y en el alma, se acuerdan de Él.

Judas y Juan se industrian porque los niños se familiaricen con sus parientes...

X. 125-129

A. M. D. G.