LO QUE SUCEDE EN LA DECÁPOLIS Y JUDEA

 


 

#Juan impide que Judas coja el dinero que le ofrecen   

#Voy a anunciar al Señor que habéis venido y Él vendrá   

#Los primeros días de la lectura del bando se le buscó por toda la Transjordania, y por donde se pensaba que podían encontrarlo  

 #Aparece una figura alta y robusta en el camino de la ribera que lleva a la casa.   

#Es Mannaén  

 #Soy yo, Maestro. Soy Mannaén. Ven acá que debo hablarte. Te he estado esperando...  

 #¿cuál es el motivo por el que quieres verme con tanta precaución? Maestro, José y Nicodemo quieren hablarte y han pensado hacerlo burlando cualquier vigilancia 

  #¿Pero cómo Nique lo hizo saber a los otros?   

#esto confirma mis palabras de que las riquezas materiales son siempre un peso... Di a José que nadie sabrá de nuestro encuentro

 


 

La noticia de que Jesús está en Efraín la esparcieron sus mismos pobladores bien para gloriarse de ello, bien por otros motivos que ignoro, pero el caso es que muchos están viniendo a ver a Jesús: sobre todo enfermos, uno que otro que tiene cuitas, y alguno que tiene ganas de verlo. Esto lo deduzco porque oigo que Iscariote dice a un grupo que acaba de llegar de la Decápolis: "No está el Maestro. Estamos yo y Juan, y es lo mismo. Decid que queréis."

"No podéis enseñar lo que Él nos enseña" replica uno.

"Somos igual que Él. Recuérdalo siempre. Si quieres oír en persona al Maestro regresa antes del sábado y vete después que haya pasado. El Maestro ahora es un verdadero maestro. No habla ya en todos los caminos, ni bosques, o sobre peñascos como un vagabundo, y a cualquier hora como un esclavo. Aquí habla el sábado, como conviene a Él. ¡Y hace bien! ¡Lo que le sirvió el haberse acabado de fatiga y de amor!"

"Nosotros no tenemos la culpa de que los judíos..."

"¡Todos! ¡Todos! ¡Judíos o no judíos! Todos sois iguales y lo seréis. El es todo para vosotros, y vosotros nada para Él. El da, vosotros no, ni siquiera la limosna que se da al mendigo."

"Pero nosotros tenemos la oferta. Mírala, si no nos crees."

 

Juan impide que Judas coja el dinero que le ofrecen

 

Juan, que ha estado callado pero que visiblemente sufre, mira a Judas con ojos suplicantes de reproche, de consejo. Cuando Judas extiende su mano para recibir la oferta, Juan le pone su mano sobre su brazo y le dice: "No, Judas, esto no. Conoces las órdenes del Maestro" y volviéndose a los llegados: "Judas se ha explicado mal y vosotros mal lo comprendisteis. No es esto lo que quiso decir mi compañero; se trata de una oferta de fe sincera, de un amor fiel, que nosotros, yo, mis compañeros, todos vosotros debemos dar por lo mucho que el Maestro nos da. Cuando andábamos errantes por Palestina, Él aceptaba vuestras ofertas porque nos eran necesarias y porque encontrábamos en nuestro camino a muchos mendigos, o nos hablaban de miserias ocultas. Aquí ahora nada nos falta -sea alabada la Providencia- y no encontramos a menesterosos. Tomad vuestra oferta y dadla en nombre de Jesús a los que la necesiten. Esto es lo que quiere nuestro Señor y Maestro, y lo que ha dicho que hagan los que andan evangelizando por diversos poblados. Pero si hay algún enfermo, o alguien quiere hablar con el Maestro, decidlo, lo iré a buscar donde se aísla para orar, pues su espíritu anhela recogerse en el Señor."

Judas murmura algo entre dientes. Se sienta junto al horno encendido como para desinteresarse de lo que pasa.

"En realidad... no tenemos mucha necesidad, pero supimos que estaba aquí y atravesamos el río para venir a verlo. Si os hemos causado alguna molestia..."

 

Voy a anunciar al Señor que habéis venido y Él vendrá

 

"No, hermanos. No es ninguna molestia que lo busquéis, que lo améis aun con fatiga. Vuestra voluntad tendrá buena recompensa. Voy a anunciar al Señor que habéis venido y Él vendrá. Pero si no viniese, os traeré su bendición." Juan sale al huerto para ir en busca del Maestro.

"Deja que yo voy" ordena Judas con imperio y sale corriendo.

Juan lo mira irse, y no dice nada. Vuelve a entrar en la cocina donde se han amontonado los peregrinos; pero casi al momento les propone: "¿Vamos al encuentro del Maestro?"

"Pero si no quisiera..."

"¡Oh, no preocupéis de lo que pasó! Conocéis la razón por la que estamos aquí. Son los demás los que obligan al Maestro a que tome estas providencias de reserva, no es que Él lo quiera. Él siempre conserva el mismo amor por todos vosotros."

 

Los primeros días de la lectura del bando se le buscó por

 toda la Transjordania, y por donde se pensaba 

que podían encontrarlo

 

Lo sabemos. Los primeros días de la lectura del bando se le buscó por toda la Transjordania, y por donde se pensaba que podían encontrarlo. En Betabara, Betania, Pela, Ramot Galaad y más allá. Sabemos que lo mismo sucedió en la Judea y Galilea. Las casas de sus amigos han estado muy bien vigiladas porque... si muchos son sus amigos y discípulos, también son muchos los que no lo son, y creen servir al Altísimo persiguiéndolo. Luego las pesquisas cesaron y se esparció la voz de que estaba aquí."

"¿Quién os lo dijo?"

"Unos discípulos suyos."

"¿Mis compañeros? ¿Dónde?"

"No. Ninguno de ellos. Otros. Son nuevos, porque nunca los hemos visto con el Maestro, ni con los antiguos discípulos. Hasta nos sorprendimos de que nos hubiesen dicho dónde estaba escondido. Pero pensamos que lo habían hecho porque no eran conocidos como discípulos de parte de los judíos."

"No sé que os dirá el Maestro. Por mi parte os aseguro que de ahora en adelante no debéis creer sino a discípulos conocidos. Sed prudentes. Todos los de esta región saben lo que pasó al Bautista..."

"Piensas que..."

"Si una sola persona odió a Juan y fue aprehendido, ¿que no pasará a Jesús, que lo odian Palacio y Templo, fariseos, escribas, sacerdotes y herodianos? Sed pues prudentes para que no os remuerda la conciencia... Vedlo que viene. Vamos a su encuentro."

La noche no tiene luna, pero sí estrellas. Al no ver la posición de la luna y de su cara no podría decir la hora. Lo que veo sólo es que la noche es serena. Efraín está envuelto en los velos nocturnos. El arroyo no es más que ruido. Su espuma, su brillantez han desaparecido entre el verdor de las plantas que impiden la luz.

 

Aparece una figura alta y robusta en el camino

 de la ribera que lleva a la casa.

 

En algún lugar una ave nocturna se queja. Se calla, al oír el chasquido de ramas y el apartarse de cañas que avanza hacia la casa, siguiendo el arrollo y que viene de la parte montañosa. Aparece una figura alta y robusta en el camino de la ribera que lleva a la casa. Se detiene un poco como para orientarse. Toca la pared con las manos para cerciorarse. Encuentra la puerta. La toca y sigue adelante. Da vuelta, tocando siempre, la esquina de la casa hasta llegar a la salida del huerto. La tienta, la abre, empuja y entra. Toca las paredes que dan al huerto. Se queda dudoso en la puerta de la cocina. Luego continúa hasta la escalera exterior, la sube a tientas, se sienta en el último escalón ¡Una sombra oscura en medio de la oscuridad! Allá al oriente, el color del cielo nocturno: un velo plomizo que ve que lo es por las estrellas que lo traspasan, empieza a cambiarse por otro que el ojo percibe como gris de pizarra que parece neblina espesa y no anuncio del amanecer. Lentamente el milagro diario de la luz se repite.

 

Es Mannaén

 

La persona que estaba acuclillada en el suelo, cubierta bajo su manto oscuro, se mueve, levanta la cabeza, echa el manto hacia atrás. Es Mannaén. Trae un vestido común y corriente de color café y un manto de igual tela. Es una tela tosca, de trabajador o peregrino, sin fibias ni faja. Con un cordón torcido de lana se sostiene el vestido. Se pone de pie. Mira el cielo de donde viene avanzando la claridad y permite ver lo que hay alrededor. Una puerta en la planta baja se abre, chirriando. Mannaén se asoma sin hacer ruido para ver quien sale de casa. Es Jesús que cautelosamente cierra la puerta y se dirige a la escalerilla. Mannaén se retira un poco y tose para llamar la atención de Jesús, que levanta su cabeza, deteniéndose a mitad de la escalera.

 

Soy yo, Maestro. Soy Mannaén. Ven acá que debo hablarte.

Te he estado esperando...

 

"Soy yo, Maestro. Soy Mannaén. Ven acá que debo hablarte. Te he estado esperando..." dice en voz baja Mannaén y se inclina para saludarlo.

Jesús sube los últimos peldaños: "La paz sea contigo. ¿Cuándo viniste? ¿Cómo? ¿Por qué?" pregunta.

"Creo que apenas había cantado el gallo, cuando llegué aquí. Pero allá en los matorrales, estoy desde ayer por la noche."

"¡Toda la noche bajo el sereno!"

"No podía hacer menos. Debía hablarte a solas. Tenía que conocer el camino para venir, la casa y que nadie me viera. Por eso viene en el día y me oculté allá. Vi cuando la población se recogía. Vi cuando volvían entrar Judas y Juan. Casi Juan me tocó con su carga de leña que traía. No me vio por lo tupido de la maleza. Vi cómo una viejecilla entraba y salía, vi que empezaba a brillar el fuego en la cocina, y te vi que bajabas de acá cuando ya había anochecido. Vi cuando se cerraba la puerta. Entonces me acerqué a la luz de la nueva luna y estudié el camino. Entré en el huerto. La puerta de nada sirve. Oí vuestras voces. Pero debía hablarte a Ti solo. Regresé para volver a la tercera vigilia. Sé que de costumbre te levantas temprano para orar. Esperé. Alabado sea el Altísimo."

 

¿cuál es el motivo por el que quieres verme con tanta

 precaución?

 Maestro, José y Nicodemo quieren hablarte y han pensado

 hacerlo burlando cualquier vigilancia

 

"Pero ¿cuál es el motivo por el que quieres verme con tanta precaución?"

"Maestro, José y Nicodemo quieren hablarte y han pensado hacerlo burlando cualquier vigilancia. Lo han intentado otras veces, mas debe ser Belzebú que ayuda tanto a tus enemigos. Tuvieron que renunciar porque tanto su casa como la de Nique tienen vigilancia continua. Ella tenía que haber venido antes de mí. Es una mujer valiente, se puso en camino por Adoním, pero la siguieron y entonces se detuvo cerca del lugar llamado la Subida sangrienta, y para no descubrir la razón de su estadía y justificar los alimentos que traía en su cabalgadura, dijo: "Voy a ver a un hermano mío que está en una gruta que hay en los montes. Si queréis venir, vosotros que enseñáis lo de Dios, haréis una obra santa porqué está enfermo y tiene necesidad de Dios". Y así con esta audacia los persuadió a irse. Pero no se atrevió a venir a aquí y fue en verdad a ver a alguien que está en una gruta y que le confiaste."

 

¿Pero cómo Nique lo hizo saber a los otros?

 

"Es verdad. ¿Pero cómo Nique lo hizo saber a los otros?"

"Fue a Betania. Lázaro no está, pero sí las hermanas, y María no es una mujer que tiemble ante alguien. Se vistió como tal vez no lo hizo Judit cuando fue a verse con el soberano y fue al Templo públicamente con Sara y Noemí y luego a su palacio de Sión. De allí envió a Noemí a casa de José con el recado. Y mientras... astutamente los judíos iban y venían para presentarle sus homenajes, y cualquier podía verla, señora en su mansión, la viejecilla Noemí, con vestidos que no llamaban la atención, fue a Bezeta a la casa de José. Nos pusimos de acuerdo en que yo vendría, porque nadie sospecha de mí, nómada, que voy de un palacio de Herodes a otro, a decirte que la noche entre el viernes y el sábado José y Nicodemo, uno desde Arimatea y el otro desde Rama, vendrán antes del crepúsculo, se encontrarán en Gofena y allí te esperarán. Yo sé el lugar, el camino, y vendré en la noche para llevarte. Puedes fiarte de mí. Pero de mí solo, Maestro. José te ruega que nadie sepa de este encuentro nuestro. Por el bien de todos."

"También por el tuyo, Mannaén."

"Señor... yo soy. Pero no tengo bienes que cuidar ni intereses de familia como José."

 

esto confirma mis palabras de que las riquezas materiales

 son siempre un peso... 

Di a José que nadie sabrá de nuestro encuentro

 

"Y esto confirma mis palabras de que las riquezas materiales son siempre un peso... Di a José que nadie sabrá de nuestro encuentro."

"Entonces me voy, Maestro. Empieza a aclarar y tus discípulos podrían verme."

"Vete y que Dios sea contigo. Te voy a acompañar para enseñarte el lugar donde nos encontraremos la noche del sábado..."

Bajan sin hacer ruido y salen del huerto bajando pronto a la ribera del arroyo.

X. 134-137

A. M. D. G.