LO QUE SUCEDE EN JUDEA Y SOBRE TODO
EN JERUSALÉN
#Mannaén lleva a Jesús al lugar determinado
#Se encuentran con José y Nicodemo
#Jesús les recuerda la falsa idea que tienen del Mesías
#Queríamos decirte que alguien denunció dónde te encuentras
#Y tú quisieras que eso no me pasase... No se trata de una figura, es una realidad
Mannaén lleva a Jesús al lugar determinado
"Es un sendero muy difícil que ha tomado Mannaén para llevar a Jesús al lugar donde lo esperan. Todo montañoso, estrecho, pedregoso, entre maleza y árboles. La luz de una clarísima luna, en su primera fase a veces logra abrirse paso por entre las ramas, a veces no, entonces Mannaén saca antorchas preparadas, que trae consigo, terciadas al hombro como si fueran armas. Va delante, Jesús detrás. Ambos avanzan en silencio. Dos o tres veces algún animal corriendo entre el bosque simula el sonido de pasos que hace detener a Mannaén. Pero fuera de esto ninguna otra cosa perturba el silencio del camino y de la noche.
"Maestro, allí está Gofena. Ahora doblamos por aquí. Contaré trescientos pasos y estaré en la gruta donde te esperan desde el crepúsculo. ¿Te ha sido largo el camino? Estoy seguro que hemos caminado por atajos para guardar la distancia legal."
Jesús hace un gesto como para decir: "No podía haberse hecho de otro modo."
Mannaén no habla, porque va contando los pasos. Se encuentran en un corredor rocoso y sin vegetación, semejante a una cueva de subida, entre murallas del monte que casi se tocan. Podría decirse que un cataclismo hizo aquella abertura, como si hubiera dado una cuchillada, y dividió el monte en un tercio de su cima. Arriba, más allá de las paredes perpendiculares, más allá del ruido que producen las plantas nacidas a la orilla, resplandecen las estrellas, pero la luna baja a este abismo. La luz de la antorcha despierta a las aves que se asoman por entre las grietas.
Se encuentran con José y Nicodemo
Mannaén dice: "¡Es aquí!" y lanza dentro de la hendidura rocosa un grito semejante al chillido del búho.
Del fondo por entre un corredor rocoso avanza una luz rojiza. Es José: "¿El Maestro?" pregunta al no ver a Jesús que está un poco detrás.
"Estoy aquí José. La paz sea contigo."
"Contigo también. Pasa. Hemos hecho buen fuego para ver si hay alguna serpiente o escorpión y para no tener frío. Me adelanto."
Se vuelve y por las ondulaciones del sendero los guía a un lugar donde hay una hoguera encendida. Cerca de ella, esta Nicodemo que le está echando ramas y junípero.
"También la paz sea contigo, Nicodemo. He venido. Hablad."
"Maestro, ¿ninguno se ha enterado de tu venida?"
"¿Y quién quieres, Nicodemo?"
"¿No están contigo tus discípulos?"
"Sólo Juan y Judas de Simón. Los otros evangelizan desde el crepúsculo del sábado hasta el del viernes. Yo salí de casa antes de sexta diciendo que no se me esperase antes del alba del día siguiente al sábado. Todos estás acostumbrados a ver que me ausento por muchas horas, para que pueda suscitar sospecha alguna. Estad tranquilos. Tenemos mucho tiempo para hablar, sin temer de que nos sorprendan. Aquí... es el lugar mejor."
"Sí, madriguera de serpientes y buitres... y de ladrones en la estación cuando estos montes están llenos de ganados. Ahora los ladrones prefieren otros lugares donde pueden bajar más rápidos sobre los rebaños y caravanas. Nos desagrada haberte obligado a venir hasta aquí. Pero es que de acá podemos partir por caminos diversos, sin que nadie nos vea. Porque donde se sospecha que alguien te quiere, allí está el ojo penetrante del Sanedrín."
"En esto no estoy de acuerdo contigo José. Creo que somos nosotros los que vemos sombras donde no las hay. Me parece que desde hace días todo se ha calmado..." objeta Nicodemo.
"Te engañas, amigo. Te lo aseguro. Hay calma porque no tienen necesidad de buscar al Maestro, pues saben dónde está. Por esto se vigila a El, y no a nosotros. Por esto le recomendé que no dijese a nadie que nos veríamos. Para que no hubiese alguien pronto... a hacer algo" replica José.
"No creo que los de Efraín..." dice Mannaén.
"Cierto que ni los de Efraín, ni ninguno otro de Samaría. Y sólo para llevarnos la contra."
"No, José. No es por esto. Es que no tienen en su corazón la sierpe maligna que hay en vosotros. No tienen miedo de que se les despoje de alguna prerrogativa. No tienen intereses sectarios, ni de casta. No tienen nada, fuera de un deseo instintivo de que se les perdone, que los ame Aquel a quien sus antepasados ofendieron, y que ellos continúan ofendiendo permaneciendo fuera de la religión perfecta. Son orgullosos, como también vosotros, y ambas partes no queréis dejar el rencor que os divide y tenderos la mano en nombre del único Padre. Aun cuando en ellos hubiese una gran voluntad, no así en vosotros, porque vosotros no sabéis perdonar. No queréis arrojar a los pies los prejuicios confesando: "El pasado ha muerto, porque ha nacido el Príncipe del siglo futuro que a todos acoge bajo su bandera" He venido y acojo. ¡Pero vosotros! para vosotros sigue siendo anatema aun lo que yo he juzgado digno de acoger."
"Eres severo con nosotros, Maestro."
Jesús les recuerda la falsa idea que tienen del Mesías
Pese a que me amáis mucho, vuestro amor todavía es
imperfecto, y lo alimenta un deseo que tampoco es santo,
vuestro modo de pensar israelita, vuestro viejo modo
de pensar
"Soy justo. ¿Podéis negar que en vuestros corazones, por ciertas acciones mías, no me critiquéis? ¿Podéis afirmar que aprobáis mi misericordia que es igual con judíos, galileos, samaritanos, gentiles, y hasta mayor con estos y con los grandes pecadores, porque de ella tienen más necesidad? ¿Podéis asegurarme que no hubierais preferido que me hubiese revestido de violenta majestad para manifestar mi origen sobrenatural, y sobre todo, tenedlo en cuenta, mi misión de Mesías según vuestro concepto que de El tenéis? Decid la verdad: fuera del gozo por la resurrección de nuestro amigo, ¿no habríais preferido que hubiera llegado majestuoso y cruel a Betania como nuestros antiguos cuando iban a encontrarse con los amorreos y basanitos, como Josué con los de Ai, y con los de Jericó, o mejor: haciendo caer por mandato mío las piedras y los muros enemigos, como lo hicieron las trompetas de Josué con las murallas de Jericó, o haciendo caer del cielo, sobre sus enemigos piedras como sucedió en la bajada de Beterón en los mismos tiempos de Josué, como en tiempos más recientes, llamando a jinetes que cubiertos de oro corriesen en sus cabalgaduras por el cielo, armados con lanzas, y se escuchase el choque de caballería de una y otra parte, el estrépito de escudos, de tropas que desenvainan la espada, y el silbido de los dardos que rompen el aire? Esto hubierais preferido. Pese a que me amáis mucho, vuestro amor todavía es imperfecto, y lo alimenta un deseo que tampoco es santo, vuestro modo de pensar israelita, vuestro viejo modo de pensar. El que existe en Gamaliel como en el último de Israel, el que existe en el sumo sacerdote, en el tetrarca, en el campesino, en el pastor, en el nómada, en el que vive en la Diáspora. El pensamiento de un Mesías conquistador. La pesadilla que sufre el que teme que el Mesías lo reduzca a nada. La esperanza de quien ama la patria con pasión humana. La esperanza de quien está oprimido por otras fuerzas, en otras tierras. No es vuestra culpa. El pensamiento que Dios había concebido acerca de Mí ha venido cubriéndose de escorias inútiles. Pocos son los que, con dolor suyo, saben devolver a su pureza inicial la idea mesiánica. Ahora bien, los tiempos en que se dará la señal a Gamaliel se acercan. El la espera y con él todo Israel ahora que se acercan los momentos de mi manifestación completa, en que vuestro amor y vuestro modo de pensar serán más imperfectos. Son los momentos en que está trabajando Satanás. Es su hora. Os lo digo. En estos momentos de tinieblas aun lo que actualmente ven, o un poco, cegarán completamente. Pocos, muy pocos, reconocerán en el Hombre abatido al Mesías. Pocos lo reconocerán por verdadero Mesías, porque será aplastado según lo vieron los profetas. Yo quisiera para bien de mis amigos, que mientras es de día pudiesen verme y conocerme para poder reconocerme y verme aun en el desfiguro y en las tinieblas de la hora del mundo... Decidme lo que teníais pensado. El tiempo corre y llegará el alba. Lo digo por vosotros, pues de mi parte no temo ningún encuentro."
Queríamos decirte que alguien denunció
dónde te encuentras
"Bueno. Queríamos decirte que alguien denunció dónde te encuentras y que este alguien no soy yo, tampoco Nicodemo, como tampoco Mannaén, ni Lázaro y sus hermanas, ni Nique. ¿Con quién otro hablaste del lugar que habías escogido de antemano?"
"Con ninguno, José".
"¿Estás seguro?"
"Cierto."
"¿Diste órdenes a tus discípulos de que no hablasen de ello?"
"Antes de partir no les indiqué el lugar. Llegados a Efraín los mandé a predicar y a hacer mis veces. Estoy seguro que me han obedecido."
"¿Estás tú sólo en Efraín?"
"No. Están conmigo Juan y Judas de Simón. Ya lo he dicho, Judas, aunque es un poco imprudente, no ha podido hacerme daño alguno, con su irreflexión, porque no se ha alejado de la ciudad, y en estos días pasan por acá pocos peregrinos."
"Entonces... es el mismo Belzebú que te denunció, porque el Sanedrín sabe que estás aquí."
"¡Bien! ¿Cómo reaccionó cuando lo supo?"
"De diversas manera, Maestro. Alguien dijo que esto era lógico. Como te han puesto en el bando en los lugares santos, no te quedaba otro lugar de refugio que Samaría. Otros por el contrario sostienen que esto confirma su idea de que eres un "samaritano de alma" más que de raza, y que esto es suficiente para condenarte. Todos, en suma, están alegres de haber podido hacerte callar y de poder atraer contra Ti las multitudes como amigo de los samaritanos. Dicen: "Hemos ganado la batalla. Lo demás será juego de niños". Te rogamos que hagas lo posible porque no sea verdad."
Dejad que el viento se aplaque.
Es viento que arrastra tierra.
Luego vendrá el viento del cielo y se abrirá el velo,
apareciendo la gloria de Dios
"No lo será. Dejad que hablen. Los que me aman no perderán la paz con las apariencias. Dejad que el viento se aplaque. Es viento que arrastra tierra. Luego vendrá el viento del cielo y se abrirá el velo, apareciendo la gloria de Dios. ¿Tenéis otra cosa que decirme?"
"Por lo que se refiere a Ti, no más. Cuídate. No salgas de donde estás. Te avisaremos si algo..."
"No. No es necesario. Quedaos donde estáis. Pronto vendrán las discípulas, y esto sí, decid a Elisa y a Nique, que si quieren, se les unan. Decidlo también a las dos hermanas. Como el lugar en que estoy es conocido, los que no tienen miedo al Sanedrín podrán venir para que mutuamente nos consolemos."
"No pueden venir las dos hermanas, hasta que Lázaro no regrese. Partió con mucha pompa y toda Jerusalén supo que se iba a sus posesiones lejanas, y no se sabe cuándo regresará. Su siervo regresó ya de Nazaret y dijo, también esto debemos decir, que tu Madre estará aquí con las demás, a fines de esta luna. Está bien, lo mismo que María de Alfeo. El siervo las vio. Pero se tardarán un poco porque Juana quiere venir con ellas, y no puede sino hasta fines de esta luna. Y luego, si nos lo permites, quisiéramos socorrerte... como amigos fieles, aunque... imperfectos como nos llamas."
"No. Los discípulos que andan evangelizando traen consigo la vigilia del sábado lo que necesitan para sí y para los que estamos en Efraín. No tenemos necesidad de más. El obrero vive de lo que le den. Esto es razonable. Lo demás sería superfluo. Dádselo a cualquier necesitado. Lo mismo ha dicho a los de Efraín y a mis apóstoles. Les exijo que a su regreso no traigan ni una migaja de provisión y que lo que se les da, lo den a otros, tomando para nosotros lo que basta para la comida frugal de una semana."
"¿Por qué, Maestro?"
Para enseñarles el desprendimiento de las riquezas
y la superioridad del espíritu sobre las preocupaciones
del mañana
"Para enseñarles el desprendimiento de las riquezas y la superioridad del espíritu sobre las preocupaciones del mañana. Por esto y por otras razones que me reservo. No insistáis más."
"Como quieras. Pero nos desagrada que no podamos servirte."
"Llegará la hora en que lo haréis... ¿No se ve ya el primer rayo del alba?" pregunta volteándose hacia el oriente, de lado, esto es, al lado contrario por donde había venido y señalando un tímido claror que se ve por una abertura lejana.
"Debemos separarnos. Regreso a Gofena donde dejé mi animal, y Nicodemo por su parte bajará a Berot, y de allí a Rama, terminando el sábado."
"¿Y tú, Mannaén?"
"¡Oh, yo iré sin temor alguno por los caminos que llevan a Jericó, donde está Herodes. Dejé el caballo en casa de gente pobre que por unos cuantos céntimos no les preocupa nada, ni siquiera que se trate de un samaritano como creen que lo soy. Por ahora me quedo contigo. En la bolsa tengo alimentos para los dos."
"Entonces, despidámonos. Nos volveremos a ver en pascua."
"No. ¡No querrás exponerte al peligro!" protestan José y Nicodemo. "No lo hagas, Maestro."
"En verdad que sois malos amigos que me aconsejáis el pecado y la cobardía. ¿Podréis amarme al pensar detenidamente en lo que quiero hacer? Decidlo. Sed sinceros.¿A dónde debo ir a adorar al Señor en la pascua de los Ácimos? ¿En el monte Garizin? ¿No deberé presentarme ante el Señor en el Templo de Jerusalén como debe hacerlo todo varón de Israel en las tres grandes fiestas anuales? ¿No recordáis que se me acusa de no respetar el sábado, no obstante -y Mannaén puede testimoniar- que también hoy para consecuentar a vuestro deseo, me quedé en un lugar que pudiese estar de acuerdo con vuestro deseo y la ley sabática?"
"Por esta razón también nosotros nos quedamos en Gofená... Haremos un sacrificio para expiar una trasgresión involuntaria por un motivo ineludible. Pero ¡Tú, Maestro!... Ellos te descubrirán inmediatamente."
"Aunque no me descubriesen, haría de modo que me viesen."
"Quieres tu ruina. Es como si te suicidases..."
No es como si quisiera suicidarme, sino que obedezco solo
a la voz de mi Padre que me dice:
"Ve. Es la hora"
Si estuviese aquí, entre nosotros, mi tutor José ¡oh!,
cómo os enseñaría a servir a Dios perfectamente,
a ser justos, buenos, rectos.
"No. Vuestra inteligencia está llena de tinieblas. No es como si quisiera suicidarme, sino que obedezco solo a la voz de mi Padre que me dice: "Ve. Es la hora". Siempre he tratado de conciliar la ley con la necesidad, aun aquel día que tuve que huir de Betania y venir a refugiarme acá a Efraín, porque todavía no había llegado la hora en que fuera yo preso. El Cordero salvador no puede ser inmolado sino en la pascua de los Ácimos. ¿Y si así he obrado para observar la ley, no queréis que lo haga para obedecer las órdenes de mi Padre? ¡Podéis iros! No os aflijáis. Vine para ser proclamado rey de todas las naciones. Porque esto quiere decir "Mesías", ¿no es verdad? Y también quiere decir "Redentor". Sólo que el verdadero significado de estas dos palabras no corresponde a lo que pensáis. Yo os bendigo y pido al cielo que junto con mi bendición descienda sobre vosotros un rayo de luz, porque os amo y me amáis, porque quisiera que vuestro modo de obrar estuviese bañado en luz. Porque no sois malos, sino que pertenecéis todavía al "Viejo Israel", y no tenéis la voluntad heroica de despojaros del pasado y haceros nuevos. Hasta pronto José. Sé justo. Bueno como el que fue mi tutor por muchos años y que fue capaz de renovarse completamente para servir al Señor su Dios. Si estuviese aquí, entre nosotros, ¡oh!, cómo os enseñaría a servir a Dios perfectamente, a ser justos, buenos, rectos. Es bueno que el ya esté en el seno de Abraham... Para que no viera la injusticia de Israel. ¡Un santo siervo de Dios!... El fue un nuevo Abraham, con el corazón traspasado, pero con todo su ser, jamás me hubiera aconsejado a la villanía, sino que me habría repetido las palabras que solía decirme cuando algo duro pesaba sobre nosotros: "Levantemos el corazón. Encontraremos la mirada de Dios y olvidaremos el dolor que los hombres nos infligen. Hagamos cualquier cosa por dura que sea, pensando que es Dios quien nos la presenta. De este modo santificaremos aun las cosas más pequeñas, y Dios nos amará". ¡Oh, así hubiera dicho para consolarme en medio de los más grandes dolores!... Nos habría consolado...¡Oh, Madre mía!..."
Renace en tu espíritu, Nicodemo, para poder amar la Luz que
soy Yo y para que Yo viva en ti como Rey y Salvador. Idos.
Que Dios esté con vosotros.
Jesús se desprende de José a quien había abrazado, y baja su cabeza, mudo, al contemplar su próximo martirio y el de su pobre Madre... Levanta la cabeza, abraza a Nicodemo: "La primera vez que viniste a Mí como discípulo secreto, te dije que para entrar en el Reino de Dios y para tener su Reino en vosotros es necesario que volváis a nacer del espíritu que améis la luz más de lo que el mundo la odia. Probablemente hoy es la última vez que nos encontramos en secreto, y te repito las mismas palabras. Renace en tu espíritu, Nicodemo, para poder amar la Luz que soy Yo y para que Yo viva en ti como Rey y Salvador. Idos. Que Dios esté con vosotros."
Los dos sanedristas toman el camino opuesto por el que vino Jesús. Cuando no se oye más el rumor de sus pasos, Mannaén, que estaba a la entrada de la gruta para despedirlos, regresa con cara muy expresiva: "Son ellos los que violarán la distancia sabática, y no tendrán paz hasta que no hayan pagado lo que creen deber al Eterno con el sacrificio de un animal. ¿No sería mejor para ellos sacrificar su tranquilidad, declarándose abiertamente "tuyos"? ¿No sería más agradable ante el Altísimo?"
"Lo sería, pero no los juzgues. Son masa que poco a poco fermentan. Cuando llegue el momento decisivo, muchos de los que creen ser mejores de ellos, caerán, y ellos se levantarán contra todo un mundo."
Quítame más bien la vida, antes que reniegue de Ti
No me renegarás. En ti ya hay elementos diversos
que no tienen ellos y que te ayudarán a ser fiel
"¿Lo dices más bien por mí, Señor? Quítame más bien la vida, antes que reniegue de Ti."
"No me renegarás. En ti ya hay elementos diversos que no tienen ellos y que te ayudarán a ser fiel."
"Es verdad. Soy... herodiano. Esto es, lo fui, porque así como me he separado del Consejo, así me he separado del partido desde que he comprobado que, como los demás, es vil e injusto contra Ti. ¡Ser herodiano!... Ante las otras castas es un poco menos que ser pagano. No digo que seamos santos. Por un motivo impuro cometimos una impureza. Hablo como si fuera yo el herodiano antes de conocerte y de declararme partidario tuyo. Somos dos veces impuros, según el mundo piensa, porque nos hemos aliado con los romanos y porque lo hicimos para sacar ventaja. Pero dime, Maestro, Tú que no tienes miedo de perder un amigo por decir la verdad: ¿Quién es más impuro, nosotros los que nos hemos aliado con Roma para ... conseguir siquiera triunfos efímeros personales, o los fariseos, los jefes de los sacerdotes, los escribas, los saduceos que se han aliado con Satanás para destruirte? Apenas comprendía que el partido de los herodianos se aliaba contra Ti, lo dejé. No lo digo porque me alabes, sino por lo que tengo dentro. Y esos, me refiero a los fariseos y sacerdotes, a los escribas y saduceos, creen que van a sacar alguna utilidad porque se han aliado con los herodianos. ¡Desgraciados! No saben que los herodianos lo hacen para obtener más méritos, y por lo tanto mayor protección de parte de los romanos, y luego... terminado el móvil que los une, se echarán sobre ellos. De una y otra parte el juego es el mismo, basado en el engaño. Esto me ha repugnado tanto que me he independizado. Tú... Tú les infundes mucho miedo. A todos. Y también sirves de pretexto para los intereses de los diversos partidos. ¿Motivo religioso? ¿El desdén por el "blasfemo", como te llaman? Mentira. El único móvil no es la defensa de la religión, ni el celo sagrado por el Altísimo, sino sus intereses que jamás se sacian. Me causan asco como algo inmundo. Quisiera... sí quisiera que los que son una minoría fueran más audaces. ¡Ah, me desagrada llevar una vida doble! Quisiera seguirte sólo a Ti. Pero te sirvo más así que si te siguiera. Me pesa... Tú dices que pronto será... ¿Cómo?... ¿Serás inmolado de veras como el Cordero? ¿No es un lenguaje figurado? La vida de Israel está tejida con símbolos y figuras..."
Y tú quisieras que eso no me pasase...
No se trata de una figura, es una realidad
"Y tú quisieras que eso no me pasase... No se trata de una figura, es una realidad."
"¿No lo es? ¿Estás seguro? Yo podría... Muchos podríamos volver a hacer lo que nuestros antepasados hicieron alguna vez, esto es, ungirte cual Mesías y defenderte. Bastaría una palabra tuya, y miles, y miles se levantarían para defender al verdadero Pontífice, que es sano y sabio. No hablo de un rey terrenal, porque comprendo que tu reino es espiritual. Pero ya que humanamente hablando nunca seremos fuertes ni libres, al menos que sea tu santidad la que nos gobierna y cure al Israel corrompido. Sabes muy bien que nadie quiere al actual sacerdocio y a quien lo apoya. ¿Aceptas, Señor? Dime y lo haré."
La verdadera autoridad que me ungirá como Pontífice
y Mesías es la del que me ha enviado.
Ningún otro, que no sea Dios, puede ungir a Dios
como a Rey de reyes, y Señor de los señores para siempre
"Mucho has progresado en tu modo de pensar, pero todavía estás distante como de la tierra al sol. Seré Sacerdote y para siempre, Pontífice inmortal en un organismo al que daré vida hasta el fin de los siglos. Pero no seré ungido con aceite de alegría, ni proclamado, como tampoco defendido con la violencia de algunos que me sean fieles y que empujen a la patria a un cisma mayor, y la conviertan en esclava cómo jamás fue. ¿Crees tú que el hombre pueda ungir al Mesías? Te digo en verdad que no. La verdadera autoridad que me ungirá como Pontífice y Mesías es la del que me ha enviado. Ningún otro, que no sea Dios, puede ungir a Dios como a Rey de reyes, y Señor de los señores para siempre."
"¡Entonces no se puede hacer nada! ¡Me entristece!"
"Si, puedes hacer algo. Amarme. Amar no al hombre que se llama Jesús sino lo que es Jesús. Amarme con todo tu ser, así como Yo os amo, para que estés conmigo más allá de lo temporal. Mira qué bella aurora. La luz suave de las estrellas no nos llegaba hasta aquí. Pero la triunfante del sol, sí. Así sucederá a los corazones que lleguen amarme rectamente. Ven acá afuera, al silencio del monte, en que no se oye ninguna voz que busque su interés. Mira allá esas aves que extienden sus alas en busca de presa. ¿Las vemos nosotros? No. Pero ellas sí. Porque el ojo del águila es más potente que el nuestro, y desde la altura en que está descubre mayores extensiones. De igual modo Yo. Puedo ver lo que no veis, y desde lo alto en que está mi espíritu, sé escoger mis presas. No para desgarrarlas, como hacen los buitres y las águilas, sino para llevarlas conmigo. ¡Seremos muy felices en el Reino de mi Padre, nosotros que nos amamos!..."
Jesús sale afuera de la cueva. A su lado, Mannaén. Y sonríe a algo que ve, que contempla...
X. 138-145
A. M. D. G.