EL SAFORÍN SAMUEL,
EX DISCÍPULO DE JONATÁS BEN UZIEL
Y LUEGO DE JESÚS
# SE DICE QUE EN EFRAÍN SE HA REFUGIADO EL RABÍ DE NAZARET
#COMBATIR AL HOMBRE O LA IDEA QUE REPRESENTA Y LA DOCTRINA QUE SOSTIENE
# ES DOCTRINA SUYA PORQUE ENSEÑA EL AMOR, EL PERDÓN, LA JUSTICIA, LA BONDAD.
# PODRÍA LANZAR UN GRITO, Y TODA LA PALESTINA LO SEGUIRÍA...
#En verdad que mi pecado está ante mis ojos. ¡A dónde, a dónde huir! "¡A MI CORAZÓN, HIJO!
#Deja esos vestidos. Son un símbolo. El hombre que se despoja de su pasado y viste ropa nueva
#Pedro se alegra al ver a Jesús
Jesús está solo todavía en la caverna. Hay una hoguera que alumbra y calienta. Se siente un olor fuerte a resinas y de las ramas salen disparadas las chispas. Está en el fondo, en un hueco donde hay ramas secas. Medita. La llama sube y baja según el aire que llega de la selva, y que dentro de ella gime. No es un viento constante. Se calla, vuelve a zumbar, como las ondas del mar. Cuando fuerte silba, hasta allá van a dar ceniza y hojas secas por el espacio rocoso del que ha venido Jesús, y la llama se dobla hasta el suelo. Cuando el viento cesa, vuelve a levantarse, radiante, juguetona. Jesús no ve eso. Medita. Luego, al silbido del viento, se une el de la lluvia, que repiquetea, primero despacio, luego, tupida entre las ramas del bosque. Un aguacero cambia los senderos en arroyuelos. Ya no es el viento el que se oye, sino el estrépito del agua. La luz incierta del amanecer lluvioso y la del fuego, que no levanta llama, apenas si revelan la figura de Jesús en medio de la oscuridad. Apenas si se ve su vestido de color oscuro, como su rostro, que tiene inclinado sobre las rodillas.
Ruido de pasos. Sonido afanoso de palabras, como de quien está cansado, se oyen por la vereda. Y, luego, en la entrada, una sombra que chorrea agua por todas partes. El hombre, de barba suelta y negra, lanza un "¡oh!" de alivio; echa el capucho bañado en agua, sacude su manto, monologa: "¡Umh!" ¡Haces bien en sacudirte, Samuel! Parece como si estuvieses en el agujero de un batanero. ¿Las sandalias? Están hechas unas chalupas. Estoy mojado hasta los huesos. Me cae agua de los cabellos. Parezco un barril con miles de agujeros. ¡Se empieza bien! ¡Qué le pasará a Belzebú! ¡Bueno!, el lugar no está mal..." Se sienta sobre una piedra grande cerca del fuego que no lanza llamas y que él trata de reanimar. Se quita las sandalias, trata de secarse los pies sucios de lodo con una extremidad del manto. Lo que hace no es más que quitarse el lodo de los pies para ponerlo en el manto. Continúa monologando:" ¡Son unos malditos, él y todos! Hasta perdí la bolsa. Y suerte que no perdí la vida... "Es el camino más seguro", me dijeron. Sí. Pero ellos no caminan nunca por él. Si no hubiera visto esta llama. ¿Quién la habrá encendido? Algún desafortunado como yo. ¿Dónde estará? Allá se ve un agujero... Tal vez sea una cueva... No habrá ladrones, ¿eh? Pero que si soy un tonto. ¿Qué puede quitarme sino tengo ni un céntimo? No interesa. Este fuego vale más que un tesoro. Si tuviese unas cuantas ramas para reavivarlo, me quitaría los vestidos para secarlos. Pero qué, no tengo más que estos hasta que no regrese..."
"Si quieres ramas, amigo, aquí hay", dice Jesús sin moverse de su lugar.
El recién venido, que estaba de espaldas a Jesús, se sobrecoge al oír las palabras de Jesús y se pone de pie volviéndose. Está espantado. "¿Quién eres?", pregunta abriendo tamaños ojos para ver mejor.
"Un viajero como tú. Soy Yo quien prendió el fuego y me alegro que te haya servido de guía." Jesús se acerca con un manojo de ramas y las echa cerca del fuego, diciendo: "Reaviva la llama antes de que todo sea ceniza. No tengo yesca ni eslabón porque quien me los prestó ya se fue." Jesús habla con tono amigable, pero no se acerca tanto que el fuego pueda iluminarlo. Regresa a su rincón, estando más que nunca envuelto en su manto.
Entre tanto el recién venido se inclina a soplar con todas sus fuerzas y lo hace hasta que la llama se levanta. Echa ramas más gruesas. Jesús ha vuelto a su rincón, se sienta y contempla.
"Ahora tengo que quitarme la ropa para secármela. Prefiero estar desnudo que seguir bañado. Pero ni siquiera puedo esto. Se desplomó una pendiente y me vi en medio de tierra y agua. ¡Bueno, ahora estoy mejor! ¡Mira! Rompí el vestido. ¡Maldito viaje! ¡Si por lo menos hubiera traspasado el sábado! Pero ni eso. Hasta el crepúsculo me quedé allí... Y ahora, ¿cómo voy a arreglármelas? Para salvarme dejé escapar la bolsa y ahora estará en el valle, o trabada en algún matorral. ¡Quién lo sabe!..."
"Ten mi vestido. Está seco y caliente. Me basta el manto. Tómalo. Estoy sano. No tengas miedo."
"Y eres bueno. ¿Cómo podré agradecértelo?"
"Queriéndome como a un hermano."
"¡Queriéndote como a un hermano! Tú no sabes quién sea yo. Si fuese un malvado, ¿querrías que te amase?"
"Para hacerte bueno."
El hombre, que es joven, más o menos de la edad de Jesús, baja la cabeza meditabundo. Ha tomado el vestido que Jesús le pasó, pero no lo ve. Piensa. Instintivamente se lo pone, porque está todo desnudo, aun de paños menores.
Jesús, que ha bajado a su rincón, pregunta: "¿Cuándo comiste?"
"A la hora de sexta. Tenía que haber comido cuando hubiese llegado al poblado, al valle. Pero perdí el camino, la bolsa y el dinero."
"Ten. Me sobró un poco. Era lo que tenía que comer mañana. Pero tenlo. A Mí no me pesa el ayuno."
"Si debes caminar, tendrás necesidad de fuerzas..."
"¡Oh! no voy muy lejos. Sólo a Efraín."
"¿A Efraín? ¿Eres samaritano?"
"¿Te desagrada? No soy samaritano."
"Tienes razón... tu acento es galileo. ¿Quién eres? ¿Por qué no te descubres? ¿Lo haces porque eres criminal? No te denunciaré."
"Soy un viajero, te lo dije ya. Mi nombre te diría poco o mucho. Por otra parte, ¿qué importa el nombre? Cuando te doy un vestido porque tienes frío, pan para tu hambre y, sobre todo, mi compasión para tu alma, ¿tienes necesidad de saber mi nombre si te sientes bien? Si quieres darme un nombre, llámame "Piedad". Nada deshonroso. No tengo cosa que me obligue a estar oculto, y con todo me denunciarías, porque dentro de tu corazón hay algo que no está bien. Los pensamientos malos son raíz de acciones malas."
El hombre se estremece y va donde está Jesús, de quien sólo se ven los ojos, y aún estos, cubiertos bajo las pestañas.
"Come, come, amigo. No hay más que hacer."
El viajero regresa a la hoguera, come poco a poco, sin hablar. Está pensativo. Jesús es toda una interrogación envuelto en su manto. El viajero cobra fuerzas poco a poco. El calor de las llamas, el pan y la carne asada que Jesús le dio, lo ponen de buen humor. Se pone de pie, se estira, tiende su cordón, que le servía de cinturón, y sosteniéndolo de una alcayata enmohecida, extiende su vestido, el manto, el capucho. Sacude las sandalias, las pone junto al fuego que arde muy bien.
Jesús parece como si durmiera. El viajero se sienta y piensa. Luego se vuelve a mirar al Desconocido. Le pregunta: "¿Estás durmiendo?"
Jesús responde: "No. Pienso y oro."
"¿Por quién?"
"Por todos los infelices. ¡Y que son muchos!"
"¿Eres un penitente?"
"Lo soy. La tierra tiene mucha necesidad de penitencia, para que los débiles puedan tener fuerzas con que resistir a Satanás."
"Dijiste bien. Hablas como un rabí. Lo comprendo porque soy un saforín (escribas, doctores de la Ley antigua). Estoy con el rabí (título con que los judíos honran a los sabios de su ley) Jonatás ben Uziel. Soy su discípulo predilecto. Y ahora, si el Altísimo me ayuda, me amará mucho más. Todo Israel alabará mi nombre."
Jesús no replica.
Después de algunos minutos el viajero se levanta y va a acercarse cerca de Jesús. Pasándose la mano sobre los cabellos que están casi secos y alisándose la barba dice: "Oye. Dijiste que vas a Efraín. ¿Vas por casualidad o porque vives allí?"
"Vivo allí"
"Pero no eres samaritano. Me lo dijiste."
"Lo repito. No soy samaritano."
SE DICE QUE EN EFRAÍN SE HA REFUGIADO EL RABÍ DE NAZARET
"Y quién puede vivir allí si no ... Oye... se dice que en Efraín se ha refugiado el Rabí de Nazaret, el proscrito, el maldito. ¿Es verdad?"
"Así es. Jesús, el Mesías del Señor, está allí."
"No es el Mesías del Señor. ¡Es un mentiroso! ¡Blasfemo! ¡Demonio! Es la causa de nuestras desgracias. ¡Y pensar que no se levanta del pueblo algún vengador!", exclama con todas sus fuerzas, con todo su odio.
"¿Te ha hecho algún mal para que aún con la voz lo odies?"
"A mí, no. Una sola vez lo vi en la fiesta de los Tabernáculos (La fiesta de la Recolección en otoño, al fin de la estación de los frutos, llamada fiesta de las Tiendas o de los Tabernáculos, porque para ello se utilizaban chozas de ramaje como las que se preparaban en los huertos, en el momento de la recolección; evocaban el recuerdo de los campamentos de Israel en el desierto), y en un motín, de modo que apenas podría reconocerlo. Hace poco tiempo que estoy en el Templo, pero, desde antes, he sido discípulo del rabí Jonatás ben Uziel. No pude estar antes... por muchas razones, y sólo cuando el rabí estaba en su casa y yo a sus pies para beber la justicia y el saber... Pero...¿me preguntaste que si lo odio? Un reproche me pareció oír en tu voz. ¿Eres acaso un seguidor del Nazareno?"
"No soy. Pero cualquiera que sea justo condena el odio."
"El odio es justo cuando se odia a un enemigo de Dios o de la Patria. Y tal lo es el Rabí nazareno Cosa santa es combatirlo, odiarlo."
¿COMBATIR AL HOMBRE O LA IDEA QUE REPRESENTA
Y LA DOCTRINA QUE SOSTIENE?
"¿Combatir al hombre o la idea que representa y la doctrina que sostiene?"
"¡Da lo mismo! ¡Da lo mismo! No se puede combatir una cosa, si no se ataca la otra. En el hombre existe su doctrina y su idea. O se destruye todo o no se hace nada. Cuando se acepta una idea, se acepta también a quien la propaga. Lo sé por experiencia propia. Las ideas de mi maestro son mías. Sus deseos son ley para mí."
De veras que eres un buen discípulo. Pero conviene distinguir si el maestro es bueno, y sólo en este caso seguirlo. Porque no es lícito perder la propia alma por amor a un hombre."
"Jonatás ben Uziel es un buen hombre."
"No. No lo es."
"¿Qué dices? ¿A mí lo dices? Estamos solos. Puedo matarte porque has ofendido a mi maestro. Soy fuerte."
"No tengo miedo. No tengo miedo a la violencia. No tengo miedo, aun sabiendo que, si me haces mal, no me opondré."
"Comprendido. Eres un discípulo del Rabí, un apóstol. Así llama a sus discípulos más fieles. ¿Vas a juntarte con ellos? El que estuvo contigo antes era igual a Ti, y ahora estás en espera de otro semejante."
"Espero a alguien. Es verdad."
"¿Al Rabí?"
"No hay necesidad de que lo espere. No necesita de mis palabras para que lo cure. Ni tiene enferma ni el alma, ni el cuerpo. Estoy en espera de un alma envenenada, que delira. Quiero curarla."
"¡Eres un apóstol! Sabemos que los envía porque el tiene miedo de salir desde que el Sanedrín (Consejo supremo de los judíos) lo condenó. Por esto piensas como Él. Su doctrina es no reaccionar contra quien ofende."
ES DOCTRINA SUYA PORQUE ENSEÑA EL AMOR, EL PERDÓN,
LA JUSTICIA, LA BONDAD.
"Es doctrina suya porque enseña el amor, el perdón, la justicia, la bondad. Ama a los enemigos como si fuesen sus amigos, porque todo lo ve en Dios."
"Si lo encontrara, como espero, no me amaría. ¡Sería un necio! Pero no puedo hablar contigo, que eres su apóstol. Siento haber dicho lo anterior. Se lo comunicarás."
"No es necesario. Te aseguro que El te amará, más bien, te ama, no obstante que vayas a Efraín para ponerlo en aprieto y para entregarlo al Sanedrín que ha prometido una gran recompensa a quien lo haga."
"¿Eres un profeta o tienes el espíritu pitón? ¿Te comunicó su poder? ¿Eres también un maldito? Acepté tu vestido, el pan que me diste. Has sido un buen amigo. Escrito está: "No alzarás tu mano sobre quien te ha hecho bien". Tú has sido bueno conmigo, porque sabías que yo... yo no obraría de otro modo. Pero si te perdono a ti, porque me diste de comer, me hiciste que me calentase, me diste con qué cubrirme, sería injusto si te hiciere algún daño, no perdonaré a tu Rabí porque no lo conozco y no me ha hecho ni bien ni mal."
"¡Insensato! ¿No caes en la cuenta que estás delirando? ¿Cómo puede alguien, a quien no conoces, haberte hecho mal? ¿Cómo puedes respetar el sábado si no respetas el precepto de no matar?"
"Yo no mato."
"Físicamente no. No hay diferencia entre quien mata y quien pone a la víctima en manos del asesino. Respetas la palabra de un hombre que dice no hacer daño a alguien que ha hecho bien; pero no respetas la de Dios, y engañosamente, por un puño de dinero, por un poco de honor, de honor asqueroso por haber podido traicionar a un inocente, te prestaste a un crimen..."
"No lo hago por dinero y honor, sino para agradar a Yeové y salvar a la patria. Quiero hacer lo que hicieron Yael y Judit." Su fanatismo le brota de todas partes.
"Sisara y Holofernes fueron enemigos de nuestra patria, la habían invadido. Eran crueles. ¿Pero qué es el Rabí de Nazaret? ¿A qué país invade? ¿Qué usurpa? Es pobre y no quiere riquezas. Es humilde y no quiere honores. Es bueno con todos. Millares son los que han recibido beneficios de su mano. ¿Por qué lo odiáis? No te es lícito hacer daño a tu prójimo. Obedeces al Sanedrín, ¿pero será el Sanedrín quien te juzgará en la otra vida o Dios? ¿Y cómo te juzgará? No digo que cómo te juzgará porque mataste al Mesías, sino cómo te juzgará porque mataste a un inocente. Tú no crees que el Rabí de Nazaret sea el Mesías, y por esto no se te imputará tal crimen. Dios es justo y no toma por culpa lo que se hizo sin plena advertencia. No te juzgará, pues, por haber matado al Mesías, porque para ti, Jesús de Nazaret, no lo es. Pero te culpará de haber matado a un inocente, porque sabes que lo es. Te han envenenado el corazón, te han embriagado de odio, pero, no lo estás tanto, que no comprendas que Él es inocente. Sus obras hablan a su favor. Vuestro miedo os empuja a ver lo que no existe. No hay razón de que temáis de que os suplante. Os abre los brazos para deciros: "¡Hermanos!" No os envía contra ejércitos. No os maldice. Quiere tan sólo salvaros: a vosotros los grandes, a vosotros discípulos de los famosos, como quiere salvar al último de Israel. A vosotros, más que al último de Israel, más que al niño que ignora lo que es odio, lo que es el amor. Porque tenéis necesidad más que los ignorantes y que los niños, porque sabéis y sabiendo pecáis. ¿Puede tu conciencia, si la despojas de las ideas que te han inculcado, y la purificas del veneno que te hace delirar, decirte que Él es culpable? ¡Dilo! Sé sincero. ¿Lo has visto faltar a la ley, o aconsejar que se falte a ella? ¿Lo has visto pelear, desear las cosas, ser lujurioso, calumniar, ser de duro corazón? ¡Habla! ¿Lo has visto faltar al respeto al Sanedrín? Por obedecer al veredicto del Sanedrín es ahora un proscrito.
PODRÍA LANZAR UN GRITO, Y TODA LA PALESTINA LO SEGUIRÍA...
Podría lanzar un grito, y toda la Palestina lo seguiría y marcharía para contra unos cuantos que lo odian. Sin embargo, aconseja a sus discípulos la paz y el perdón. Podría -como devuelve la vida a los muertos, la vista a los ciegos, el movimiento a los paralíticos, el oído a los sordos, como liberta a los endemoniados, porque el cielo y el infierno están sujetos a su querer- podría fulminaros con la ira divina y librarse así de sus enemigos. Si embargo, ruega por vosotros, cura a vuestros familiares, cura a vuestros corazones, os da pan, vestido, fuego.
YO SOY JESÚS DE NAZARET, EL QUE BUSCAS PARA OBTENER LA
RECOMPENSA Y LOS HONORES DE LIBERTADOR DE ISRAEL
PROMETIDOS POR EL SANEDRÍN.... APREHÉNDEME...
Yo soy Jesús de Nazaret, el Mesías. Aquí estoy. Aprehéndeme. Como Maestro y como Hijo de Dios te declaro libre y absuelto de la obligación de no levantar o de haber levantado tu mano contra quien te ha hecho bien."
Jesús se pone de pie, quitándose el manto de la cabeza, extiende las manos como para ser apresado y atado. En esta actitud parece más delgado, pues, no tiene más que la túnica corta, el manto que le cae por la espalda. Sus ojos están clavados en la cara de su perseguidor. Las llamas parecen poner chispas de fuego en sus cabellos e iluminar sus pupilas en el círculo de zafiro de la iris. Su actitud infunde más respeto que si estuviese rodeado de ejército que lo defendiese.
El hombre está como fascinado... paralizado de estupor. Después de algunos instantes se atreve sólo a murmurar: "¡Tú! ¡Tú! ¡Tú!"
Jesús insiste: "Aprehéndeme. Quita aquella inútil cuerda en la que están secándose los vestidos y átame con ella. Te seguiré como el cordero al matador. No te odiaré porque me lleves a morir. Te lo repito. Es el fin el que justifica la acción y cambia su naturaleza. Para ti soy la ruina de Israel y crees salvarlo matándome. Para ti soy culpable de todos los crímenes y, por lo tanto, obedeces a la justicia acabando con un malhechor. No eres más culpable que el verdugo que cumple la orden recibida. ¿Quieres inmolarme aquí? Allí está el cuchillo con que partí el pan. Tómalo. Lo que empleé por amor a mi prójimo, puede cambiarse en el cuchillo del que me sacrifique. Mi carne no es más resistente que la del cordero asado que mi amigo me dio para calmar mi hambre y que Yo te he dado a ti, mi enemigo. ¿Temes las patrullas romanas? Ellas arrestan al que mata a un inocente, y no permiten que nosotros nos hagamos justicia, porque somos súbditos y ellos los dominadores. Por esto no te atreves a matarme, cargando mi cadáver para que lo muestres y ganes el dinero. Bueno: déjalo aquí y vas a avisar a tus jefes. Porque tú no eres un discípulo, sino un esclavo, porque has renunciado a la soberana libertad de pensamiento y voluntad que Dios mismo ha dado a los hombres. Y tú obedeces ciegamente, obedeces a tus jefes hasta el crimen. Pero no eres culpable. Estás "envenenado". Esperaba Yo tu alma envenenada. ¡Ea! La noche, el lugar son propicios para el crimen. Digo mal: para la redención de Israel. ¡Oh, pobre hombre! ¡Dices palabras proféticas sin saberlo! Mi muerte será realmente redención, y no sólo de Israel, sino de todos los hombres. Vine para ser inmolado. Ardo en deseos de ser el Salvador de todos. Tú, saforín del docto Jonatás ben Uziel, conoces a Isaías. Mira. El Hombre de dolores está delante de ti. Si no lo parezco tal, si no parezco el que vio David con los huesos descubiertos, si no soy como el leproso que vio Isaías, es porque no ves mi corazón. Soy todo una llaga. La falta de amor, el odio, la dureza, vuestra injusticia me han herido todo y despedazado. ¿No tenía acaso oculto mi rostro, mientras me ofendías por lo que realmente soy: el Verbo de Dios, el Mesías? Soy el hombre acostumbrado al sufrimiento. ¿No decís que soy un perseguido de Dios? ¿No me sacrifico acaso para sanaros con mi sacrificio? ¡Ea! ¡Pega! No tengo miedo, ni tampoco tú debes tenerlo. Porque soy el Inocente y no tengo miedo al juicio de Dios. Al extender mi cuello al cuchillo hago que se cumpla la voluntad de Dios, anticipando un poco mi hora en bien vuestro. También anticipé mi nacimiento por amor vuestro, para daros antes de tiempo la paz. Pero vosotros rechazáis esta ansia mía de amaros... ¡No tengas miedo! No invoco sobre ti el castigo de Caín, ni los rayos de Dios. Ruego por ti. Te amo. No más. ¿Porque soy muy alto, tu mano no me alcanza? Es verdad, el hombre no podría dar el golpe final a Dios, si Dios no se pusiese voluntariamente en sus manos. Pues bien: me arrodillo ante ti. El Hijo del hombre está a tus pies. Pega, pues."
Jesús se arrodilla, y tiende el cuchillo a su perseguidor que retrocede murmurando: "¡No! ¡No!"
"¡Ea!, un momento de valor... serás más célebre que Yael y Judit. Mira. Ruego por ti. Lo dice Isaías: "...y oró por los pecadores". ¿Por qué te alejas? Tal vez temes no ver cómo muere un Dios. Me acerco al fuego. El fuego no falta jamás en los sacrificios. Hace parte de ellos. Mira, ahora puedes verme bien." Se ha arrodillado cerca del fuego.
"¡No me mires! ¡No me mires! ¿A dónde huiré para no ver tu mirada?" grita el hombre.
"¿Qué no quieres ver?"
"A Ti... No quiero ver mi crimen. En verdad que mi pecado está ante mis ojos. ¡A dónde, a dónde huir!" El hombre está aterrorizado.
En verdad que mi pecado está ante mis ojos.
¡A dónde, a dónde huir!
"¡A MI CORAZÓN, HIJO!
¡A mi corazón, hijo! Entre mis brazos se acaban las pesadillas, los temores. Sólo hay paz. ¡Ven, ven! ¡Hazme feliz!" Jesús se ha puesto de pie y extiende sus brazos. El fuego está en medio de ambos. Jesús brilla al reflejo de las llamas.
El hombre cae de rodillas cubriéndose la cara y gritando: "Piedad de mí, ¡oh Dios! ¡Piedad de mí! ¡Borra mi pecado! ¡Quería matar a tu Mesías! ¡Piedad! ¡Ah, no puede haber piedad de un crimen semejante! ¡Estoy condenado!" Llora amargamente con la cara a tierra. Gime: "¡Piedad!" y grita:"¡Malditos!"...
Jesús da vuelta a la hoguera y va a donde el hombre. Se inclina, lo toca en la cabeza, dice: "No maldigas a los que te echaron a perder. Te hicieron el más grande favor: el que te hablase. Que te tuviese entre mis brazos."
Jesús lo toma de la espalda, lo levanta, se sienta en tierra y lo trae hacia Sí. El hombre cae de rodillas en llanto desgarrador. Jesús le acaricia su morena cabeza esperando que se calme.
El hombre levanta su cabeza y con la cara cambiada gime: "¡Tu perdón!"
Jesús se inclina y lo besa en la frente. El hombre recarga su cabeza sobre el hombro de Jesús entre sollozos. Quiere contar cómo lo habían sugestionado para cometer su crimen, pero Jesús se lo prohíbe diciendo:"¡Cállate, cállate! No ignoro nada. Cuando entraste te conocí por lo que eras y por lo que querías hacer. Habría podido alejarme y huir. Me quedé para salvarte. Lo estás ya. El pasado ha muerto. No lo recuerdes más."
"Pero, ¿te fías tan fácilmente de mí? ¿Si volviese al pecado?"
"No. No volverás al pecado. Lo sé. Estás curado."
"Lo estoy, pero ellos son astutos. No me devuelvas a ellos."
"¿A dónde quieres ir que no estén?"
"Contigo. A Efraín. Si ves mi corazón, verás que no es un lazo el que te tiendo, sino súplica de que me protejas."
"Lo sé. Ven. Pero te advierto que allí está Judas de Keriot, vendido al Sanedrín y traidor del Mesías."
"¡Divina misericordia! ¿También esto lo sabes?" Su estupor no tiene igual.
"Sé todo. El cree que no lo sé, pero conozco todo. Y sé también que estás en tal forma convertido, que no hablarás con Judas, ni con ningún otro sobre esto. Piensa bien, que si Judas es capaz de traicionar a su Maestro, ¿qué no te podrá hacer a ti?"
¡Oh, si es verdad que me has perdonado, no me arrojes!
No te arrojo. Vamos ahora allí a esperar que amanezca
y luego nos vamos a Efraín
El hombre piensa mucho, luego contesta: "¡No importa! Si no me despides, me quedo contigo. Por lo menos por algún tiempo, hasta la pascua, hasta que te reúnas con tus discípulos. Me uniré a ellos. ¡Oh, si es verdad que me has perdonado, no me arrojes!"
"No te arrojo. Vamos ahora allí a esperar que amanezca y luego nos vamos a Efraín. Diremos que la casualidad nos juntó y que tu viniste a estar con nosotros. Es la verdad."
"Sí, la es. Cuando haya amanecido mis vestidos estarán ya secos y te devolveré los tuyos."
Deja esos vestidos. Son un símbolo.
El hombre que se despoja de su pasado y viste ropa nueva
"No. Deja esos vestidos. Son un símbolo. El hombre que se despoja de su pasado y viste ropa nueva. La madre de Samuel, llena de júbilo cantó: "El Señor de la vida y de la muerte. Lleva al lugar de los muertos y de allí hace regresar". Tú has muerto y vuelto a nacer. Vienes del lugar de los muertos a la verdadera Vida. Deja esos vestidos que estuvieron al contacto de sepulcros llenos de asquerosidad. Vive ahora para gloria tuya: la de servir a Dios con justicia, y poseerlo por la eternidad."
Se sientan en el hueco donde se ha amontonado hojas. El silencio reina porque el hombre, cansado, duerme con la cabeza reclinada en el hombro de Jesús que sigue orando.
... Es una bella mañana de primavera cuando llegan por el sendero del arroyo -que poco a poco se va limpiando del aguacero y canta con voz más ronca con el agua que lo ha aumentado- ante la casa de María de Jacob.
Pedro se alegra al ver al Jesús
Pedro que está en la puerta da un grito y corre a su encuentro, echándose a abrazar a Jesús que viene bien envuelto en su manto: "Maestro bendito, ¡qué sábado tan triste me has hecho pasar! No me decidía a partir sin volverte a ver. Durante toda la semana habría estado afligido porque no me diste el "hasta pronto"."
Jesús lo besa sin quitarse el manto. Pedro sólo mira a su Maestro y no nota al extraño que ha venido con Él. Los otros también han acudido. Judas de Keriot grita: "¡Tú, Samuel!"."
"Yo. El Reino de Dios en Israel está abierto a todos. Entré ya en él" responde con voz clara.
Judas se ríe de una manera rara, pero no replica.
Todos miran al recién llegado. Pedro pregunta: "¿Quién es?"
Un nuevo discípulo. La casualidad hizo que nos
encontráramos, esto es: Dios lo quiso.
Y el Padre me ordenó que lo tomase conmigo,
y quiero que hagáis lo mismo
"Un nuevo discípulo. La casualidad hizo que nos encontráramos, esto es: Dios lo quiso. Y el Padre me ordenó que lo tomase conmigo, y quiero que hagáis lo mismo. Y como hay gran fiesta cuando alguien entra en el Reino de los cielos, deponed alforjas y mantos, los que ibais a partir, y estemos juntos hasta mañana. Déjame continuar Simón, porque di a este mis vestidos, y el aire de la mañana está frío."
"¡Ah, ya me parecía! ¡Te vas a enfermar Maestro!"
"Yo no quería, Él insistió" se excusa Samuel.
"Así es. Una avenida lo arrastró y se salvó porque quiso. Y para que nada de ese momento duro quedase como recuerdo, y viniese con nosotros sin nada sucio, le dije que dejase allí sus vestidos desgarrados y sucios, y le di los míos", aclara Jesús mirando a Judas de Keriot que vuelve a reírse de ese modo extraño como cuando Jesús dijo que habría fiesta cuando alguien entra en el Reino de los cielos. Entra ligero para vestirse.
Los demás se acercan al recién venido y le dan el saludo de paz.
X. 146-155
A. M. D. G.