LO QUE SUCEDE EN SAMARIA
Y ENTRE LAS ROMANAS
#Llegan carruajes romanos para ver al Rabí
#Claudia se dirige a donde está Jesús y le habla
#¡Ah, esto es lo que quería! ¡Eres en verdad el Justo que he presentido!
#Jesús hace que renazca la lengua del esclavo
#"Habla y úsala para alabar al Dios verdadero".
#Te regalo a este que de nada me sirve ahora que habla; y esta bolsa de dinero
La plaza principal de Siquén. Las hojitas que empiezan a nacer en la doble fila de árboles que hay al lado de las paredes de las casas que la rodean como una galería, dan una nota de alegría primaveral. El sol juguetea con las hojas tiernas de los plátanos tejiendo un recamo de luces y sombras en el suelo. El estanque del centro de la plaza es una laja de plata bajo los rayos del sol.
Hay gente que discute. Algunos, forasteros en apariencia, porque todos se preguntan quiénes sean, entran en la plaza, observan y se acercan al primer grupo que ven. Saludan. Se les devuelve el saludo, y con sorpresa. pero cuando dicen: "Somos discípulos del Maestro de Nazaret" la desconfianza cae por el suelo y unos van a avisar a los otros, mientras los que se quedan preguntan: "¿Os mandó Él?"
"Sí. Una misión muy secreta. El Rabí está en gran peligro. Nadie lo ama más en Israel y Él, que es muy bueno, dice que por lo menos vosotros le seréis fieles."
"Es lo que queremos. ¿Qué debemos hacer? ¿Qué quiere de nosotros?"
¿No sabéis que se le acusa de satanismo e insurrección?
¿Comprendéis lo que significa esto?
Represalias de los romanos sobre todos
"¡Oh!, no quiere más que se ame, porque se fía, demasiado, en la protección de Dios. ¡Y con lo que se anda diciendo en Israel! ¿No sabéis que se le acusa de satanismo e insurrección? ¿Comprendéis lo que significa esto? Represalias de los romanos sobre todos. Nosotros que tanto sufrimos, se nos golpeará más. A los santos de nuestro Templo se les condenará. Cierto que los romanos... Aun por vuestro bien deberíais hacer motines, persuadirlo a defenderse, defenderlo, hacer que de ningún modo se le aprehenda y que cause daño alguno involuntariamente. Persuadidlo a que vaya al Garizin. Allí hasta que no se aplaque la ira del Sanedrín y las sospechas de los romanos. El Garizin tiene el derecho de asilo. Es inútil decírselo a Él. Si se lo decimos nosotros, nos dice que somos anatema, porque le aconsejamos a cometer una villanía. No es eso. Es que lo amamos. Lo hacemos por prudencia. No podemos hablar, pero vosotros, sí. Os ama. Prefirió vuestros lugares a otros. Tratad de acogerlo lo mejor que podáis, para que os convenzáis de que si os ama o no. Si rechazase vuestra ayuda, señal es de que no nos ama y por lo tanto sería mejor que se fuese a otra parte. Creednos, y lo decimos con el corazón desgarrado de dolor porque lo amamos: su presencia acarrea peligros a quien lo acoge. Vosotros sois mejores que otros y no pensáis en esto. A lo menos si habéis de sufrir las represalias romanas, hacedlo por amor. Os lo aconsejamos por el bien de todos."
"Decís bien. Haremos como nos habéis dicho. Iremos a verlo..."
"¡Oh, sed prudentes! ¡Que no se trasluzca que os lo hemos sugerido."
"¡No tengáis miedo! ¡No tengáis miedo! Sabremos darnos maña. Demostraremos que los despreciados samaritanos valen por cien, por mil judíos y galileos que defienden al Mesías. Venid. Entrad en nuestros hogares, vosotros los enviados del Señor. ¡Será como si Él entrase! ¡Hacia mucho tiempo que Samaría esperaba que los siervos de Dios la amasen!"
Se alejan llevando en medio, como en triunfo,
a los emisarios del Sanedrín,
de lo que estoy casi segura
Se alejan llevando en medio, como en triunfo, a los emisarios del Sanedrín, de lo que estoy casi segura. Dicen: "Vemos que nos ama porque en pocos días es el segundo grupo de discípulos que envía. Hicimos bien en haber tratado con cariño a los primeros. Y tenemos que ser buenos con Él por los pequeñuelos de nuestra conciudadana muerta. El nos conoce ya..."
Se alejan felices.
Llegan carruajes romanos para ver al Rabí
"Toda Efraín se desborda en las calles para ver un insólito cortejo de carruajes romanos que atraviesan por ella. Vienen muchos carruajes y literas, a sus lados esclavos, por delante y por detrás legionarios. La gente se deshace en comentarios. Llegado el cortejo cerca el camino que lleva a Betel y a Rama, se divide en dos partes. Se detienen un carro y una litera con su escolta de soldados. La cortina de la litera se separa un instante y una blanca mano femenina adornada con perlas hace señal al jefe de los esclavos de que se acerque. El hombre obedece sin hablar. Escucha. Se acerca a un grupo de mujeres curiosas, y pregunta: "¿Dónde está el Rabí de Nazaret?"
"En aquella casa. Pero a esta hora de costumbre está cerca del arroyo. Hay como una isla pequeña. Allá donde están aquellos sauces, donde está aquel álamo. Días enteros se los pasa orando allí."
El esclavo lo comunica. La litera se pone en movimiento. El carro se queda. Los soldados siguen la litera hasta la ribera del torrente y cierran el camino. Solo la litera sigue por el borde del cauce hasta la islita que con el tiempo se ha llenado de muchos matorrales, entre lo que con su copa plateada sobresale el álamo. Los portadores se suben los vestidos, la litera pasa el riachuelo, baja Claudia Prócula con una liberta, y hace señal a un esclavo negro que la siga. Los demás regresan a la ribera.
Claudia se dirige a donde está Jesús y le habla
Claudia entra en la islita con los otros dos y va derecha hacia el álamo. La hierba ahoga el ruido de los pasos. Llega donde está Jesús absorto, sentado a los pies del árbol. Lo llama. A sus dos seguidores les da orden con una mirada de que no la sigan.
Jesús levanta la cabeza y se pone de pie al ver a Claudia. La saluda sin inclinarse. No da muestras de sorpresa, ni de fastidio o disgusto, porque haya venido.
Claudia después del saludo, sin esperar dice a lo que ha venido: "Maestro, fueron a verme, mejor, fueron a ver a Poncio algunos... No me gusta hablar mucho. Pero porque te admiro te digo, como habría dicho a Sócrates si hubiera vivido en sus tiempos, o a cualquier otro hombre virtuoso a quien injustamente se le persigue: "No puedo hacer mucho, pero lo que puedo lo haré". Y mientras tanto escribiré a donde puedo para tenerte seguro y además... potente. Tantos que no lo merecen viven en tronos y en altos lugares..."
"Domina, no te he pedido ni honores, ni protección. Que el verdadero Dios te pague tu buen corazón. Da tus honores y tu protección a quien los desea como algo digno. Yo no los deseo.
¡Eres en verdad el Justo que he presentido!
"¡Ah, esto es lo que quería! ¡Eres en verdad el Justo que he presentido! Y los otros: ¡tus indignos calumniadores! Fueron a vernos y..."
"No es necesario que hables, domina. Lo sé."
"¿Sabes también que se dice que por tus pecados has perdido tu poder y que por eso vives aquí como desterrado?"
"También lo sé. Y sé que a esto le diste más crédito que a lo primero. Porque tu inteligencia pagana puede discernir la grandeza o bajeza a que puede llegar un hombre, pero no puedes todavía comprender la grandeza del espíritu. Estás... desilusionada de tus dioses que en tu religión siempre están peleando y que apenas si tienen poder alguno, sujeto a caprichos mutuos. Y crees que así es el Dios verdadero, pero no. Soy el mismo cuando me viste por primera vez curar un leproso, y sigo siendo el mismo, y lo seré cuando parezca que todo se ha acabado. ¿No es aquel tu esclavo mudo?"
"Si, Maestro."
"Dile que venga."
Jesús hace que renazca la lengua del esclavo
Claudia le grita y el hombre se acerca, se postra en el suelo entre Jesús y su patrona. Su corazón de esclavo no sabe a quien venerar más. Tiene miedo de que si venera más a Jesús que a ella, esta lo castigue. No obstante, mirando con ojos suplicantes a Claudia, vuelve a hacer lo que hizo en Cesarea: toma el pie desnudo de Jesús entre sus gruesas manos negras y poniendo su cara contra el suelo, se pone el pie sobre la cabeza.
"Escucha, domina. ¿Qué cosa es más fácil según tú, conquistar por sí mismo un reino, o hacer renacer una parte del cuerpo que no existe?"
"Un reino, Maestro. La fortuna ayuda a los audaces, pero ninguno, fuera de Ti, puede hacer que vuelva a la vida un muerto o que vea al ciego."
"¿Y por qué?"
"Porque... porque sólo Dios puede hacerlo."
"¿Entonces para ti soy Dios?"
"Sí... o por lo menos, Dios está contigo."
"¿Puede Dios estar con un perverso? Hablo del Dios verdadero, no de vuestros ídolos que son ficción que se crea el que ignora lo que es, y fantasmas que se crea para apagar la sed de su alma."
No..., diría yo. No, no lo diría. Nuestros mismos sacerdotes pierden su fuerza cuando tienen culpa."
"¿Qué poder?"
De leer en los signos del cielo y en las respuestas de las
víctimas, en el vuelo de las aves, en su canto. Sabes...
los augures, los arúspices
"De leer en los signos del cielo y en las respuestas de las víctimas, en el vuelo de las aves, en su canto. Sabes... los augures (En la antigua Roma, sacerdote que practicaba oficialmente la adivinación por el canto, el vuelo y la manera de comer de las aves, y por otros signos), los arúspices (En la antigua Roma, sacerdote que examinaba las entrañas de las víctimas, para hacer presagios)..."
"Lo sé, lo sé. ¿Y qué? Mira. Tú levanta la cabeza, abre la boca, de la que hombres crueles te privaron de un don de Dios, y que por voluntad del Dios verdadero, único, Creador de cuerpos perfectos, vuelve a tener lo que te arrancaron."
"Habla y úsala para alabar al Dios verdadero".
Mete su dedo blanco en la boca del mudo. La liberta, curiosa, se acerca. Claudia se inclina a ver. Jesús saca su dedo y dice: "Habla y úsala para alabar al Dios verdadero".
E inmediatamente ronco como el ruido de una trompeta, el hombre que hasta ahora había estado mudo, grita: "¡Jesús!" y cae en tierra llorando de alegría y lame realmente los pies desnudos de Jesús, como lo hiciera un perro agradecido.
"¿He perdido mi poder, domina? A quien insinúe esto, dale esta respuesta. Levántate. Sé bueno pensando en lo mucho que te he amado. Desde aquel día en Cesarea te he traído en mi corazón, y contigo a todos tus iguales. Se os considera mercancía, menos que a animales, cuando sois hombres, iguales a César por el nacimiento, y tal vez mejores por el corazón... Puedes irte, dómina. No hay más que hablar."
Te regalo a este que de nada me sirve ahora que habla;
y esta bolsa de dinero
"Sí. Hay algo más. Que yo había dudado... Que con dolor casi estaba a punto de creer lo que se decía de Ti. Y no yo sola. Fuera de Valeria que sigue constante en su modo de pensar, perdónanos a todas las demás. Hay también algo más. Te regalo a este que de nada me sirve ahora que habla; y esta bolsa de dinero."
"No"
"¡Entonces no me has perdonado!"
"Perdono aun a los de mi pueblo, que son dos veces culpables por no reconocer lo que soy, ¿y no iba a perdonaros a vosotros que carecéis de todo conocimiento divino? Bueno. Dije que no aceptaba ni el dinero, ni a este. Ahora acepto el dinero para que éste sea libre, para que vaya a su patria a decir que está en la tierra El que ama a todos los hombres, y que los ama cuanto más infelices los ve. Ten tu bolsa."
"No, Maestro. Es tuya. Este queda libre. Es mío. Te lo doy. Tú lo libertas. No hay necesidad de dinero."
Por burla lo llamaban Calixto
Sigue con el mismo nombre. Y que sea realidad al hacer
bellísimo tu espíritu.
Vete, sé feliz porque Dios te ha salvado
"Entonces...¿Cómo te llamas?" pregunta.
"Por burla lo llamaban Calixto (palabra griega que significa: "bellísimo"), pero cuando fue aprehendido..."
"No importa. Sigue con el mismo nombre. Y que sea realidad al hacer bellísimo tu espíritu. Vete, sé feliz porque Dios te ha salvado."
¡Irse! El negro no se cansa de besar y de repetir: "¡Jesús! ¡Jesús!" nuevamente se pone el pie de Jesús sobre su cabeza diciendo: "Tú, mi único Patrón."
"Yo, Yo soy tu verdadero Padre. Domina, procura que regrese a su patria. Emplea el dinero y lo demás que se le dé. Adiós, dómina. Y no des oído a las voces de las tinieblas. Sé justa. Trata de conocerme. Adiós, Calixto. Adiós, dómina."
Jesús de un solo brinco pasa el arroyo y se mete entre
matorrales, sauces y cañaveral
Claudia llama a los portadores, y pensativa sube
Jesús de un solo brinco pasa el arroyo, de la parte contraria donde está la litera, y se mete entre matorrales, sauces y cañaveral.
Claudia llama a los portadores, y pensativa sube. Pero si guarda silencio, la liberta y el esclavo hablan por diez y hasta los mismos legionarios pierden su disciplina férrea ante el prodigio de una lengua que ha renacido. Claudia está muy pensativa para ordenar silencio. Recostada en la litera, la cara apoyada sobre los codos, no habla. Está absorta. Ni siquiera cae en la cuenta que la liberta no está con ella, sino que se ha puesto a hablar con los portadores, y Calixto con los legionarios. ¡Es grande la emoción para guardar silencio!
Tornan hacia el cruce para Betel y Rama. La litera deja Efraín para reunirse con el resto del cortejo.
X. 157-161
A. M. D. G.