LA VIRGEN Y LAS DISCÍPULAS LLEGAN
A EFRAÍN
#Esperan la llegada de las discípulas
#Sí que te lo prometemos, si es lo que quieres. ¡No llores, mujer! Te lo prometemos
#Todos saben que Jesús está en Efraín
#Anuncian la llegada de María y las discípulas
#Juan, Simón de Jonás, tú, Lázaro y Simón Zelote, venid conmigo, ordena Jesús
#El pensamiento del hombre es siempre incierto pero incertísimo cuando éste se llama Poncio Pilatos
#Jesús habla a las gentes que han venido a Efraín y les invita a regresar a sus casas
#Por esto te trato y trataré como al más perfecto amigo
#"Es verdad. Síntica me ha amado desde el primer encuentro."
Esperan la llegada de las discípulas
En la casa de María de Santiago todos se han levantado pese a que apenas acaba de salir el sol. Como están los apóstoles, que siempre están en misión, me imagino que debe ser sábado. Se entregan a preparar hornos y a calentar agua. Ayudan a María a amasar la harina para hacer pan. La anciana, como una niña, está muy inquieta y cada vez que puede pregunta ya a este ya a aquel: "¿Será de veras hoy? ¿Están preparados los otros lugares? Estáis seguros que no son más de siete?"
Responde Pedro que está desollando un cordero para cocerlo: "Debían de haber llegado antes del sábado, pero tal vez las mujeres no estaban prontas y por eso se retardaron. Hoy llegarán. ¡Me siento feliz! El Maestro tal vez ha salido a su encuentro..."
"Salió con Juan y Samuel hacia el camino que lleva al centro de Samaría" responde Bartolomé que sale con un cubo lleno de agua hirviente.
"Entonces sí que llegan. Él conoce todas las cosas" asegura Andrés.
"¿Por qué te ríes así? Dímelo. ¿Dijo mi hermano algo chistoso?" pregunta Pedro que vio la risilla de Judas, que está de ocioso en un rincón.
"No me río de tu hermano. Sois todos felices y también yo puedo serlo y reír sin motivo alguno."
Pedro lo mira con expresión clara, pero vuelve a lo que estaba haciendo.
"¡Miren! Me encontré una mata de flores. No era de almendro como hubiera querido, pero Ella se contentará con ésta" dice Tadeo que entra, bañado en rocío como si hubiera estado en el bosque y con un ramo de flores. Un milagro de rocío que parece embellecer la cocina.
"¡Qué bellas! ¿Dónde las encontraste?"
"En el huerto de Noemí, porque allí no le cae el sol por la posición que tiene. Subí allá."
"Y pareces tú un árbol que gotea. Traes mojados los cabellos y el vestido."
"La vereda estaba mojadísima. El rocío es abundante en estos meses." Tadeo se va con sus flores y luego llama a su hermano para que le ayude a arreglar las flores.
"Yo voy. Sé de eso. Oye, mujer, ¿no tienes por ahí un jarrón de cuello alargado y de color a ser posible rojo?" pregunta Tomás.
"Lo tengo y los que quieras... Los que usaba en los días de fiesta... para las bodas de mis hijos o por otro motivo. Si me esperas un momento a que meta este pan en el horno, te abro el lugar donde están... Bueno, no serán muchos, después de tantas desgracias. Guardé algunos para acordarme... y para sufrir porque si me traen alegría, también me traen lágrimas."
"¡Entonces era mejor que nada te lo pidiese! No quisiera que suceda como a Nobe. Tantos preparativos para nada..." habla Iscariote.
"¿Si te digo que un grupo de discípulos nos lo dijo? ¿Crees que estamos soñando? Hablaron con Lázaro. Los envió adelante. Vinieron a decir que antes del sábado habría llegado la Madre de Jesús en el carro de Lázaro, y éste con las discípulas..."
"Pero no vinieron..."
"Vosotros que habéis visto a ese hombre, decidme: ¿no causa miedo?" pregunta la viejecita secándose las manos en el mandil, después de haber dado las hogazas a Santiago de Zebedeo y a Andrés, que las llevan al fuego.
"¿Miedo? ¿Por qué?"
"¡Bueno! ¡Un hombre que regresa de los muertos!"
"No te intranquilices. Es como nosotros" responde Santiago de Alfeo para tranquilizarla.
"Procura más bien de no hablar con las otras mujeres, para que no tengamos aquí dentro a todo Efraín" dice imperiosamente Iscariote.
"No he dicho nada que pudiera comprometer desde que estáis aquí, ni a los de la población ni a los peregrinos. He preferido hacerme pasar por una tonta que dar molestia al Maestro o causarle algún mal. Hoy también sabré callar. Ven, Tomás..." y se va a enseñarle todo lo que tiene.
"La mujer está espantada con solo pensar en encontrarse con un resucitado" dice Iscariote, que ríe irónicamente.
"No ha sido la única. Me dijeron los discípulos que en Nazaret, como en Caná y Tiberíades, todos estaban asustados. Uno que regresa después de cuatro días de haber estado en el sepulcro no se le encuentra fácilmente como las margaritas en primavera. Todos nosotros estábamos pálidos cuando salió del sepulcro. Pero más que a estar hablando tonterías, ¿no sería mejor trabajar? Todos trabajamos y siempre hay algo que hacer... Hoy que se puede hacer, ve al mercado y compra lo necesario. Lo que teníamos no es suficiente ahora que vienen ellas, y nosotros no tuvimos tiempos de ir a la ciudad para las compras. El crepúsculo nos hubiera detenido donde nos encontrábamos."
Judas llama a Mateo que entra en la cocina bien arreglado, y salen juntos. Entra Zelote también arreglado: "¡Ese Tomás, de veras que es un artista! Con una insignificancia ha adornado la habitación como si fuesen a celebrarse unas bodas. Id a ver."
Todos, menos Pedro que sigue ocupado con lo suyo, van a ver. Pedro dice: "No veo el momento que estén aquí. Tal vez venga también Marziam. Dentro de un mes es la pascua. Habrá ya partido de Cafarnaum o Betsaida."
"Estoy contento de que venga María y consuele a Jesús. Lo hace mejor que todos. Tiene necesidad" dice Zelote.
"Sí. ¿Pero has notado que también Juan está triste? Le pregunté la causa. ¡Inútil! dentro de su dulzura es más fuerte que todos nosotros, y si no quiere revelar nada, no lo dirá. Estoy seguro que sabe algo. Parece la sombra del Maestro. Siempre lo sigue, lo vigila. Y cuando no cae en la cuenta de que se le observa -porque entonces te contesta con su sonrisa que amansaría a una tigresa- tiene una cara triste, muy triste. Haz las pruebas tú. Te aprecia mucho. Sabe que eres más prudente que yo..."
"¡Eso no! Tú eres un ejemplo de prudencia. Nadie reconoce en ti al viejo Simón. En realidad que eres la piedra robusta y compacta que sostiene a todos nosotros."
"¡Déjate de eso! ¡Ni lo mientes! Soy un cualquiera. Estando cerca de Él... poco a poco se hace uno semejante a Él. Un poco... pero siempre algo diverso de lo que se era antes. Todos hemos cambiado, aunque... Judas siempre es el mismo. Aquí como en Aguas Hermosas..."
"¡Quiera Dios que no sea siempre el mismo!"
"¿Qué cosa?"
"Nada, Simón de Jonás. Si el Maestro me oyese me diría: "No juzgar". Pero esto no es juzgar. Es: temer. Tengo miedo que Judas sea peor que en Aguas Hermosas."
"Cierto que lo es y que hoy como entonces no ha cambiado. Es pero porque no ha cambiado nada, ni se ha hecho más justo, antes bien es el mismo. Tiene el pecado de ser espiritualmente perezoso, cosa que entonces no era. los primeros meses... era un desequilibrado, pero lleno de buena voluntad... Oye, ¿por qué el Maestro habrá decidido de que Samuel vaya con nosotros y que se reúnan todos los discípulos, que hay por el rumbo de Jericó, para la nueva luna de nisán? Antes había dicho que Samuel se quedaría aquí... más antes nos había prohibido de decir dónde Él estaba. Tengo sospechas..."
"No hay razón. Las cosas son claras y lógicas. Todavía no sabe quién fue el que propagó la noticia de que el Maestro está aquí. Peregrinos y discípulos vienen de Cades, Engaddi, Joppe y Bozra. Es inútil conservar el incógnito. La pascua se acerca y sabemos que el Maestro quiere tener consigo a los discípulos para cuando regrese a Jerusalén. El Sanedrín dice que es un derrotado y que ha perdido todos sus discípulos. El responde entrando en la ciudad a su cabeza..."
"Tengo miedo, Simón, mucho miedo... Supiste ¿eh? que todos, hasta los herodianos, se han unido contra Él..."
"Sí. ¡Que Dios nos ayude!..."
"Por qué envía a Samuel con nosotros?"
"Tal vez será para prepararlo para su misión. No veo razón de que te intranquilices... ¡Tocan a la puerta! ¡Deben ser las discípulas!..."
Pedro se quita el delantal manchado de sangre y a la carrera sigue a Zelote a la puerta. Los demás que hay dentro de casa se asoman por todas las salidas y todos gritan: "¡Helas aquí, helas aquí!"
Al abrir la puerta quedan desilusionados al ver sólo a Elisa y a Nique en tal forma que preguntan: "¿Pero qué ha pasado?"
"¡Nada, nada! Es que... pensábamos que María y las discípulas galileas..." responde Pedro.
"¡Ah! y os llevasteis un chasco. Nosotros sin embargo somos felices de veros y de saber que está por llegar María" dice Elisa.
"Chasco, no... solo un poco desilusionados. ¡Eso es todo! ¡Entrad! La paz sea con las buenas hermanas!" dice Tadeo en nombre de todos.
"Y también con vosotros. ¿No está el Maestro?"
"Fue con Juan al encuentro de María. Viene por el camino de Siquén en el carro de Lázaro" responde Zelote.
Entran en casa. Andrés toma el asno de Elisa, pues Nique ha venido a pie. Hablan de lo que sucede en Jerusalén. Preguntan por amigos y discípulos... por Analía, por María y Marta, por el viejo Juan de Nobe, por José, Nicodemo y por otros muchos. La ausencia de Judas Iscariote hace que se hable con paz y franqueza.
Elisa, mujer entrada en años, experimentada, que estuvo en Nobe con Judas y que lo conoce muy bien y que "no lo ama sino por amor de Dios" como claramente lo confiesa, pregunta si está en casa, que no se va con los otros movido por algún capricho, y sólo después de que se informa que ha ido fuera para hacer compras, dice lo que sabe: esto es, "que en Jerusalén parece que todo está en calma, aun más, que los discípulos más conocidos no son interrogados, que se dice en voz baja que se deba a que Pilatos se encaró con los del Sanedrín, recordándoles que él solo es quien imparte justicia en Palestina, y que así quiso acabar toda duda..."
"Pero también se dice" hace notar Nique "-y es Mannaén que lo dice y otros también, mejor dicho, Valeria- que Pilatos está muy cansado de todas esas sublevaciones que agitan la nación, que le pueden dar fastidio, y fastidiado también por la insistencia con que los judíos le insinúan que Jesús quiere proclamarse rey. Se dice que si no fuese por los informes que los centuriones dan, y sobre todo por la presión que hace sobre él su mujer, terminaría por castigar a Jesús, hasta con el destierro, con tal de no tener ninguna molestia."
"¡Y que si es capaz de hacerlo! ¡Demasiado! Es el castigo más suave que emplean los romanos, después de la flagelación. ¡Bueno! Jesús solo quién sabe dónde, y nosotros dispersos acá y allá..." dice Zelote.
"¡Si, dispersos! Lo has dicho. Pero a mí no me separarán. Lo seguiré..." asegura Pedro.
"¡Simón! ¿Puedes creer que te lo permitirían? Te amarran como a un galeote, te llevan a donde les pega la gana, si no es que a las galeras, o te echan a alguna mazmorra suya, y no podrás seguir a tu Maestro" le dice Bartolomé. Pedro se desgreña desconsolado, sin saber qué hacer.
"Se lo diremos a Lázaro. Irá a Pilatos, y como a los gentiles les gusta ver seres extraordinarios, lo recibirá..." advierte Zelote.
"Tal vez antes de partir ya lo hizo y Pilatos no tendrá ganas de verlo" contesta Pedro abatido.
"Entonces, irá como hijo de Teófilo. O bien acompañará a su hermana María a la casa de sus amigas. Lo eran antes... cuando María era pecadora..."
"¿Sabéis que Valeria, después que se divorció de su marido, se hizo prosélita? Y lo ha tomado en serio. Lleva una vida recta que sirve de ejemplo a todos. Ha dado libertad a sus esclavos y les habla del Dios verdadero. Había rentado una casa en Sión, pero ahora que Claudia regresó, ha vuelto con ella..."
"¡Entonces!..."
"No. Me dijo: "Cuando llegue Juana, me iré con ella. Quiero persuadir ahora a Claudia"... Parece como que ésta no logra dar el paso para creer en Jesús. Para ella es un sabio, no más... Parece que antes de venir a la ciudad hubiera dado oídos a las voces que corren, y que escéptica hubiese dicho: "Es un hombre como nuestros filósofos, y no el mejor de ellos; porque su palabra no corresponde a su vida", y que haya vuelto a lo que antes había abandonado" habla Nique.
"Era de esperarse. ¡Almas paganas! ¡Umh! Una será buena... ¡pero las demás!... ¡Pestilencia... suciedad!" grita Bartolomé.
"¿Y José?" pregunta Tadeo.
"¿Quién? ¿El de Séforis? ¡Tiene miedo! ¡Ah, estuvo en su casa vuestro hermano José! Tan pronto como llegó se fue. Pasó por Betania a decir a las hermanas que impidiesen a toda costa al Maestro de ir a la ciudad y de pernoctar en ella. Me encontraba yo allí y por eso escuché. También supe que José de Séforis ha tenido varias dificultades y ahora tiene miedo. Vuestro hermano le encargó que lo pusiese al corriente de lo que se trama en el Templo, porque él puede informarse por medio de un pariente que es marido no sé si de su hermana, o de la hija de la hermana de su mujer, y que tiene oficio en el Templo" dice Elisa.
"Mucho miedo, ¿no? Ahora que vamos a Jerusalén, diré a mi hermano que vaya a ver a Anás. Podría yo ir, porque conozco a esa zorra, pero Juan sabe hacerlo. Anás lo quiere desde que escuchaba las palabras de ese viejo lobo, al que se le tenía, como a un cordero. Le diré a Juan que vaya. No le importa que lo maltraten. No dice nada. Si me dijese a mi algo contra al Maestro, o que me dijese algo porque lo sigo, me le echaría al pescuezo, lo apretaría como se exprime la red, y le haría echar afuera su negra alma que tiene dentro, y eso aunque tuviese a todos los soldados y sacerdotes del Templo."
"¡Oh, si oyese al Maestro hablar así!" dice escandalizado Andrés.
"Por eso no digo nada cuando está."
"Tienes razón. No eres el único en tener esos deseos. También yo tengo algunos" dice Pedro.
"Lo mismo yo, pero no por Anás" dice Tadeo.
"Oh, tratándose de esto... tendría varios. Tengo una cuenta larga... Las tres carroñas de Cafarnaum -no me refiero a Simón el fariseo porque parece aparentemente bueno- los dos lobos de Esdrelón, y el viejo costal de huesos, ese Cananías... y luego una mantaza, os lo digo, una matanza en Jerusalén, y el primero en morir sería Elquías. No puedo tener la paciencia de esas sierpes que siempre están a la espera" Pedro está furioso.
Tadeo con su calma glacial más fuerte que la ira de Pedro: "Y yo te ayudaría. Tal vez... empezaría por matar las serpientes que tenemos cerca."
"¿A quiénes? ¿A Samuel?"
"¡No, no! No tan sólo tenemos cerca a Samuel. Hay otros que tienen una cara diversa de la que llevan en el corazón. No los pierdo de vista. Nunca. Quiero estar seguro antes de obrar, y ¡cuando lo esté! La sangre de David quema como quema la de Galilea. Por ambas líneas, de padre y madre, se han fundido en mí."
"Si se te ofreciere algo, me lo avisas. Te ayudaré..." dice Pedro.
"No. A los parientes toca vengar la sangre. Me toca a mí."
"¡Hijos, hijos, no habléis así! El Maestro no enseña estas cosas. Parecéis tigrillos furiosos en lugar de mansos corderillos. Olvidaos del espíritu de venganza. ¡Hace tiempo que pasaron los días de David! Jesús ha anulado la ley del talión. Deja los diez mandamientos como son, pero abroga las duras leyes mosaicas. De Moisés quedan los mandamientos de piedad, bondad, justicia que nuestro Jesús ha resumido y perfeccionado con su más gran mandamiento: "Amar a Dios con todo vuestro ser, amar al prójimo como a vosotros mismos, perdonar a quien nos ofende, amar a quien nos odia. No me hagáis caso. Una sencilla mujer, como yo me he atrevido a enseñar a mis hermanos, mayores que yo. Pero he sido y soy una madre, y una madre tiene el derecho de hablar. Creédmelo, hijos míos, si invocáis a Satanás en vosotros al odiar a vuestros enemigos, al desear vengaros, entrará en vosotros y os corromperá. Satanás no es un fuerza. Creédmelo. Dios lo es. Satanás es debilidad, peso, vapor. No seríais capaces de mover un dedo, no digo ya contra vuestros enemigos, pero ni siquiera para acariciar a nuestro afligido Jesús, si el odio y la venganza os meten en cadena. ¡Ea, hijos míos!, aun los que tenéis más años que yo, que he vuelto a encontrar la alegría de ser madre, amándoos a todos como a hijos. No queráis afligir con perder de nuevo y para siempre a mis hijos amados, porque si morís con el odio, o con el crimen en el corazón, habréis muerto para siempre y no podremos reunirnos allá arriba, alegres, alrededor de nuestro amor común que es Jesús. Prometédmelo y al punto. Os suplica una pobre mujer, una pobre madre, de que no abrigaréis más estos pensamientos. ¡Oh, hasta vuestras caras se cambian! ¡Qué cara tan buena teníais! ¿Qué está pasando ahora? Escuchadme. María os diría las mismas palabras con mayor fuerza porque Ella es María. Pero es mejor que Ella no sepa todo el dolor... ¡Pobre Madre! ¿Pero qué pasa? ¿Debo creer acaso que surge la hora de las tinieblas, la hora que se tragará a todos, la hora en que Satanás será rey de todos, menos del Santo, y revolcará también a los santos, aún a vosotros, haciéndoos viles, perjuros, crueles como lo es? ¡Hasta ahora siempre he esperado! Siempre he dicho: "Los hombres no ganarán al Mesías". ¡Pero ahora! Ahora temo y tiemblo por vez primera. Veo que en este sereno cielo de Adar se ensancha, invade la espesa oscuridad que se llama Lucifer y veo que a todos os llena en su negrura, y os da venenos que os intoxican. ¡Tengo miedo!" Elisa, que poco antes sollozaba sin nerviosismo, da rienda suelta a su llanto, reclinando su cabeza sobre la mesa.
Los apóstoles se miran entre sí. Luego, apenados, tratan de consolarla. Ella no quiere consuelos, lo asegura: "Sólo vale una cosa: vuestra promesa. ¡Por vuestro bien! Para que Jesús no tenga entre sus dolores el mayor: el de veros condenados, a vosotros que sois a los que ama sobre todos."
Sí que te lo prometemos, si es lo que quieres.
¡No llores, mujer! Te lo prometemos
"Sí que te lo prometemos, si es lo que quieres. ¡No llores, mujer! Te lo prometemos. Escucha. No levantaremos ni siquiera un dedo contra alguien. No abriremos nuestros ojos ni siquiera para ver. ¡No llores, no llores! Perdonaremos a quien nos ofenda. Amaremos a quien nos odie. ¡No llores!"
Elisa levanta su cara arrugada resplandeciente en lágrimas y dice: "Acordaos que me lo habéis prometido ¡Repetidlo!"
"Te lo prometemos, mujer."
"Queridos hijos míos, ahora sí que me dais un gran placer. Veo que sois buenos. Ahora que mi aflicción se ha acabado y que os habéis limpiado de ese amargo fermento, preparémonos para recibir a María. ¿Qué falta que hacer?" termina secándose los ojos.
"Ya lo hicimos; más bien María de Jacob nos ha ayudado. Es una samaritana, pero muy buena. Ahora la conocerás. Está en el horno del pan. Es sola. Sus hijos murieron o se olvidaron de ella al acabarse las riquezas, y sin embargo no guarda rencor..."
"¡Ah, lo veis! ¿Veis que hay alguien que sabe perdonar aun entre los paganos, entre los samaritanos? Debe ser terrible, no lo olvidéis, perdonar a un hijo... ¡Mejor muerto que pecador! ¿Estáis seguros que Judas no está?"
"Si no se ha convertido en pájaro, no puede estar. Fuera de una sola puerta y de las ventanas, todas las puertas están cerradas."
"Buenos... María de Simón estuvo en Jerusalén con su pariente. Fue a ofrecer sacrificios en el Templo y luego fue a vernos. Parece una mártir. ¡Qué afligida está! Me preguntó, nos preguntó a todas si sabíamos algo de su hijo, que se estaba con el Maestro. Si siempre había estado."
"¿Qué le pasa a esa mujer?" pregunta sorprendido Andrés.
"Que tiene un hijo, ¿te parece poco?" pregunta Tadeo.
"La conforté. Quiso que fuéramos al Templo con ella. Fuimos todas a orar... Luego se fue, siempre con su aflicción. Yo le dije: "Si te quedas con nosotras dentro de poco iremos a donde está el Maestro. Allí está tu hijo". Sabía que Jesús está aquí. Se sabe hasta los confines de Palestina. Respondió: "¡No, no! El Maestro me dijo que estuviese en Jerusalén para la primavera. Yo obedezco. Quise, antes de que viniera, subir al Templo. Tengo tanta necesidad de Dios". Y dijo algo extraño: "No tengo ninguna culpa. Pero el infierno está dentro mí, y yo dentro él por lo afligida que me veo"... Le hicimos muchas preguntas, pero no quiso añadir más, acerca de sus aflicciones, ni de los motivos por lo que Jesús le prohibió ir a Jerusalén. Nos recomendó que no dijésemos nada ni a Jesús, ni a Judas."
"¡Pobre mujer! Así pues ¿no vendrá a la pascua?" pregunta conmovido Tomás.
"No vendrá."
Todos saben que Jesús está en Efraín
"Si Jesús se lo prohibió es porque tiene sus motivos... ¿oísteis? Todos saben que Jesús está aquí" dice Pedro.
"Y quien lo andaba diciendo incitaba a levantarse "contra los tiranos" usando su nombre. Otros decían que está aquí, porque no tiene ya la máscara..."
Siempre las mismas razones. Habrán gastado todo el oro del Templo para enviar a esos, sus criados... por todas partes" hace notar Andrés.
Golpes en la puerta.
"¡Ya vinieron!" dicen y corren a abrir.
Es Judas con las compras. Mateo lo sigue. Judas saluda a Elisa y a Nique. Les pregunta: "¿Vinisteis solas?"
"Solas. María aún no ha llegado."
"Ella no viene del lado del sur. Me refería a Anastásica."·
"No vino. Se quedó en Betsur."
"¿Por qué? También ella es discípula. ¿No sabes que de aquí nos iremos a Jerusalén para la pascua? Debía de haber venido. Si las discípulas y lo fieles no son perfectos, ¿quién va a serlo? ¿Quién va a hacer el cortejo al Maestro, para destruir esos cuentos de que todos los abandonan?"
"Si se trata de eso, una pobre mujer como es ella no va a ocupar el lugar de muchos. Las rosas están bien entre las espinas y en los huertos cerrados. Soy para ella como una madre y así lo quiero."
"¿Entonces no vendrá para la pascua?"
"No."
"¡Y van dos!" interviene Pedro.
"¿Qué sugieres? ¿Cuáles dos?" pregunta Judas siempre sospechoso.
"¡Nada, nada! Cálculos míos. Uno puede contar muchas cosas. Hasta las moscas, por ejemplo, que están sobre mi cordero desollado."
Entra María de Jacob a la que siguen Samuel y Juan con los panes sacados del horno. Elisa y Nique saludan a María. Elisa dice unas palabras apropiadas del momento: "Somos hermanas tuyas en el dolor. Yo estoy sola, Perdí a mi esposo e hijos. Y también ésta. Por esto nos amaremos, porque el que ha llorado sabe comprender."
Pedro pregunta a Juan: "¿Por qué aquí? ¿El Maestro?"
Anuncian la llegada de María y las discípulas
"En el carruaje, con su Madre."
"¿Y por qué no lo dijiste?"
"No me diste tiempo. Están todas. Veréis qué delgada está María de Nazaret. Parece haber envejecido. Cuenta Lázaro que se angustió mucho cuando le dijo que Jesús se había refugiado acá."
"¿Por qué se lo dijo ese bobo? Antes de morir era inteligente. Tal vez en el sepulcro se le deshizo el cerebro y todavía no se le ha compuesto. ¡No en vano se muere!...dice irónico y despectivo Judas de Keriot.
"Nada de eso. Ten cuidado en hablar. Lázaro de Betania lo dijo a María cuando estaban ya en camino, y cuando Ella se sorprendió de la dirección que tomaba" responde Samuel.
"Así es. Cuando pasó por Nazaret dijo sólo: "Te llevaré dentro de un mes a donde está tu Hijo". Y cuando estaban para partir, ni siquiera le dijo: "Vamos a Efraín"..." agrega Juan.
"Todos saben que Jesús está aquí. ¿Era ella la única en ignorarlo?" pregunta desvergonzadamente Judas, interrumpiendo a su compañero.
"María lo había oído y lo sabía. Pero como un río de mentiras corre por la Palestina. Ella no daba oídos a ninguna noticia. Se moría en el silencio orando. Pero una vez que se pusieron de viaje, Lázaro tomó el camino que va a lo largo del río, con el objeto de desorientar a los nazarenos, y a todos los de Caná, Séforis, Belén de Galilea..."
"¡Ah! ¿Esta también Noemí, Mirta y Áurea?" pregunta Tomás.
"No. No les permitió Jesús. La orden la llevó Isaac cuando fue a Galilea."
"Entonces... tampoco estas mujeres estarán con nosotros como el año pasado."
"No estarán."
"¡Y van tres!"
"Ni siquiera nuestras hijas. El Maestro mismo se lo dijo antes de dejar Galilea. Hasta lo repitió. Mi hija Mariana me dijo que Jesús se lo había ordenado desde la pascua pasada."
"¡Perfectamente bien! ¿están por lo menos Juana? ¿Salomé? ¿María de Alfeo?"
"Sí, y Susana."
"Y sin duda Marziam... ¿Pero qué ruido es ese?"
¡Los carruajes, los carruajes! Todos los nazarenos
que no han perdido el valor y siguieron a Lázaro...
los de Caná...
"¡Los carruajes, los carruajes! Todos los nazarenos que no han perdido el valor y siguieron a Lázaro... los de Caná..." responde Juan corriendo con los demás.
Al abrir la puerta se ve un espectáculo increíble. Además de María que viene sentada junto a su Hijo, de las discípulas, de Lázaro, de Juana que viene en su carruaje con María, Matías, Ester y otros criados y el fiel Jonatás, se ve una multitud de gente: caras conocidas, caras desconocidas: de Nazaret, Caná, Tiberíades, Naim, Endor. Hay samaritanos de todos los poblados por donde pasaron y de otros vecinos. Se precipitan sobre los carruajes impidiendo el paso.
"¿Pero qué quieren esos? ¿A qué vinieron? ¿Cómo se enteraron?"
"Los de Nazaret estaban alertas. Cuando llegó Lázaro por la tarde para emprender el camino nuevamente por la mañana, corrieron por la noche a las ciudades vecinas, también hicieron lo mismo los de Caná porque Lázaro había pasado a tomar a Susana y a verse con Juana. Lo siguieron y se le adelantaron en varios lugares, para verlo y para ver a Jesús. También los de Samaría lo supieron y se unieron al grupo. Velos allí..." dice Juan.
"Dime, tú que tenías miedo de que al Maestro le faltase cortejo, ¿te parece insuficiente éste?" pregunta Felipe a Iscariote.
"Vinieron por Lázaro..."
"Una vez que lo vieron, podían haberse ido, pero no se van, allí están. Señal es que también vinieron por Jesús."
"Como quieras y no discutamos. Tratemos de abrirles paso para que entren. ¡Ea, muchachos! Para hacer un poco de ejercicio. Hace mucho tiempo que no abrimos paso al Maestro a codazos" y Pedro es el primero a hacerlo en medio de una multitud que grita hosannas, gente curiosa, devota, habladora, según los casos. Los apóstoles y otros discípulos, esparcidos entre la gente, le ayudan, y logran abrir espacio para que las mujeres, Jesús y Lázaro, puedan entrar en la casa. Cierra la puerta, manda a otros que pongan las trancas y que cierren la parte posterior del huerto. "¡Oh, Finalmente! ¡La paz sea contigo, María bendita! Finalmente te vuelvo a ver. Ahora todo es bello porque estás con nosotros" la saluda Pedro inclinándose ante María, una María del rostro triste, pálido, cansado, con un rostro de Dolorosa.
"Así es. Todo me es menos penoso estando con Él."
"Te lo había asegurado que no te decía sino la verdad" dice Lázaro.
"Tienes razón... Pero me pareció que el sol se me oscurecía y que no tenía más paz cuando supe que mi Hijo estaba aquí... He comprendido... ¡Oh!..." corren lágrimas por sus mejillas pálidas.
¡No llores, Madre mía! ¡No llores! Estaba entre esta buena
gente, junto a otra María que es una madre...
"¡No llores, Madre mía! ¡No llores! Estaba entre esta buena gente, junto a otra María que es una madre..." Jesús la lleva a una habitación que da al huerto tranquilo. Todos los siguen.
Lázaro se excusa: "Tuve que decírselo, porque Ella conoce el camino, y no entendía por qué había tomado otro diverso. Creía que estaba en Betania... En Siquén un hombre gritó: "También nosotros vamos a Efraín, donde está el Maestro". No me fue posible dar alguna excusa... Esperaba librarme de la gente, saliendo de noche, tomando caminos no frecuentados. ¡Pero qué va! Estaban de guardia en cada lugar, y mientras un grupo seguía, el otro iba a avisar alrededor."
María de Jacob trae leche, miel, mantequilla, pan fresco, y ofrece primero a María. A Lázaro lo mira de abajo a arriba, mitad curiosa, mitad espantada. Su manto tiembla ligeramente cuando al dar leche a Lázaro éste le toca ligeramente la mano, y no puede menos de lanzar un "¡oh!" cuando ve que come del pan como todos los demás.
Lázaro, como todos los hombres de buen linaje, afable, señorilmente le dice con la sonrisa en los labios: "Como tú, ni más ni menos, y me gusta tu pan y la leche que me has dado. Me gustará también dormir bajo tu techo, porque me siento cansado, como siento también el hambre." Se vuelve a todos: "Muchos me tocan con algún pretexto para cerciorarse si tengo carne y huesos, si tengo calor en el cuerpo y si respiro. Es una molestia pasajera. Terminada mi misión me encerraré en Betania. Cerca de Ti, Maestro, te crearía molestias. He brillado, he dado testimonio de tu poder hasta en Siria. Ahora me eclipso. Sólo Tú debes brillar en el cielo del milagro, en el cielo de Dios y ante los hombres."
"Has sido muy buena con mi Hijo. Me ha contado todo.
Permíteme que te bese para darte las gracias. No tengo con
que recompensarte sino es con mi amor.
María dice a la viejecita: "Has sido muy buena con mi Hijo. Me ha contado todo. Permíteme que te bese para darte las gracias. No tengo con que recompensarte sino es con mi amor. También yo soy pobre... y hasta yo puedo decir que no tengo más hijo porque Él es de Dios y de su misión... Y así sea, porque siempre es santo y justo lo que Dios quiere."
María muestra esa dulzura inefable, aunque siente despedazarse... Todo los apóstoles la miran con tal compasión que se olvidan del ruido de afuera y de hacer preguntas.
Jesús dice: "Voy a subir a la terraza a despedir y bendecir a la gente." Entonces Pedro se sacude y pregunta: "¿Dónde está Marziam? He visto a todos los discípulos, menos a él."
"No vino Marziam" responde Salomé, la madre de Santiago y Juan.
"¿No vino? ¿Por qué? ¿Está enfermo?"
"Está bien. También tu mujer. Pero no vino Marziam. Porfiria no lo dejó venir."
"¡Mujer tonta! Dentro de un mes es la pascua y él debe venir. Podía haberlo dejado venir con vosotras y así darnos a él y a mí alegría. Pero es más lenta que una oveja para comprender las cosas y ..."
Juan, Simón de Jonás, tú, Lázaro y Simón Zelote,
venid conmigo, ordena Jesús
"Juan, Simón de Jonás, tú, Lázaro y Simón Zelote, venid conmigo. Vosotros esperad aquí hasta que haya despedido a la gente y llame a los discípulos" ordena Jesús y sale con ellos, cerrando la puerta.
Atraviesa el corredor, la cocina, sale al huerto seguido de Pedro que refunfuña. Antes de empezar a subir por la esclarea, se vuelve, pone una manos sobre la espalda de Pedro que levanta una cara de descontento. "Escúchame, Simón Pedro, y deja de acusar a Porfiria. Ella es inocente. Obedece mis órdenes. Antes de los Tabernáculos le ordené que no dejase venir a Marziam a Judea..."
"¡Pero la pascua, Señor!"
"Soy el Señor, lo has dicho. Y como tal puedo ordenar cualquier cosa, porque lo que deseo es siempre recto. Por esto no te turbes con escrúpulos. Recuerda que en los Números está escrito: "Si alguno de vuestra nación está inmundo por algún muerto o en largo viaje, celebre la pascua del Señor el catorce del siguiente mes, en la tarde"."
"Pero Marziam no está inmundo, al menos espero que Porfiria no se quiera morir entonces; y no está de viaje..." replica Pedro.
"No importa. Así lo quiero. Hay cosas por las que el hombre contrae mas impureza que por el contacto de un muerto. Marziam... No quiero que se contamine. Déjame a hacer, Pedro. Yo sé. Procura obedecer como tu mujer y el mismo Marziam. Celebraremos con él la segunda pascua, el catorce del siguiente mes. Y entonces seremos felices. Te lo prometo."
Pedro mueve la cabeza como para decir: "Resignémonos."
Zelote hace notar: "Es mejor que no sigas contando los que no irán a la ciudad para la pascua."
"No tengo más ganas de contar. Todo esto me da algo... es como hielo... ¿Puedo decirlo a los otros?"
"No. Por eso os llamé aparte."
"Entonces... tengo algo que pedir algo a Lázaro."
"Di. Si puedo lo haré" contesta.
"No importa. Me basta que vayas a ver a Pilatos -la idea es de tu amigo Simón- y que entre palabra y palabra le saque lo que piensa hacer por Jesús o contra Jesús... Sabes... con maña... Porque se andan contando tantas cosas..."
"Lo haré tan pronto llegue a Jerusalén. Pasaré por Betel y Rama, en vez de por Jericó para ir a Betania. Me quedaré en mi palacio de Sión e iré a ver a Pilatos. Puedes estar tranquilo. Haré lo mejor que pueda."
Y perderás tu tiempo inútilmente, amigo mío.
Porque Pilatos no es más que una caña que se dobla al
vendaval, tratando de evitarlo
"Y perderás tu tiempo inútilmente, amigo mío. Porque Pilatos -tú lo sabes como hombre, Yo como Dios- no es más que una caña que se dobla al vendaval, tratando de evitarlo. Jamás es insincero, porque está convencido siempre de querer hacer lo que en ese momento dice y hace. Pero después, al oír el aullido del huracán que viene de la otra parte, se olvida -¡oh! no es que falte a sus promesas y voluntad- olvida, esto sólo, todo lo que antes quería. Lo olvida porque el aullido de una voluntad más fuerte que la suya le quita la memoria, le manda muy lejos todos sus pensamientos, que otro ventarrón le había metido y le introduce otros nuevos. Y después de todos esos miles de aullidos, se agrega el de su mujer que lo amenaza con separarse de él si no hace lo que ella quiere, y así el pierde toda fuerza, toda protección ante el "divino" César, como dicen, aunque están convencidos que el César es un ser más abyecto que ellos... Por otra parte saben reconocer la "idea" en el hombre, más bien esta anula al hombre que la representa. La "idea" no puede llamarse inmunda: cada ciudadano ama, es justo que ame a su patria, que quiera su triunfo... César es la patria... y entonces... que también un miserable... uno grande por aquello que representa... Pero no quiero hablar de César, sino de Pilatos. Decía que sobre todos esos gritos, está el de su mujer, y sobre el de ella el de su yo. De un yo pequeño, de un yo ambicioso, orgulloso. Esta pequeñez, ambición, orgullo quieren reinar para dominar sobre espaldas encorvadas. El odio está por debajo, cosa que no ve el pequeño César, llamado Pilatos, nuestro pequeño César... El sólo ve las espaldas encorvadas que fingen respeto y que tiemblan ante él. Y a causa de esta voz tempestuosa del yo está dispuesto a todo. Repito a todo, con tal de seguir siendo Poncio Pilatos, el procónsul (entre los romanos, gobernador de una provincia), el siervo de César, el dominador de una de las tantas provincias del imperio. Y por todo esto si ahora es mi defensor, mañana será mi juez, e inexorable. El pensamiento del hombre es siempre incierto pero incertísimo cuando éste se llama Poncio Pilatos. Pero tú, Lázaro, da contento a Pedro... Si esto lo consuela..."
"Consolar, no, pero... darme más tranquilidad, sí..."
"Entonces contenta a nuestro buen Pedro y ve a ver a Pilatos."
Has pintado al procónsul como ningún historiador
o filósofo lo hubiera logrado hacer.
¡Un perfecto retrato!
Podría igualmente pintar a cada hombre
con su verdadera cara con su carácter
"Iré, Maestro. Has pintado al procónsul como ningún historiador o filósofo lo hubiera logrado hacer. ¡Un perfecto retrato!"
"Podría igualmente pintar a cada hombre con su verdadera cara con su carácter. Pero vamos con aquellos que hacen mucho ruido."
Jesús habla a las gentes que han venido a Efraín
y les invita a regresar a sus casas
Sube las escalinatas y se presenta. Levanta los brazos y dice en voz alta. "Hombres de Galilea y de Samaría, discípulos y seguidores. Vuestro amor, vuestro deseo de honrarme, de honrar a mi Madre y a mi amigo escoltando el carruaje, me revela vuestro corazón. No puedo menos de bendeciros por ello. Ahora regresad a vuestras casas, a vuestros negocios. Vosotros de Galilea id y decid a los que se quedaron que Jesús de Nazaret los bendice. Hombres de Galilea, nos veremos en la pascua en Jerusalén, donde entraré al día siguiente del sábado antes de ella. Hombres de Galilea, idos también y tratad de no limitar vuestro amor por Mí con seguirme sólo por los senderos de la tierra, sino por los del espíritu. Idos y que la luz brille en vosotros. Discípulos míos, quedaos en Efraín para recibir mis instrucciones. Idos. Obedeced."
"Tiene razón. Lo disturbamos. ¡Quiera estar con su Madre!" gritan discípulos y nazarenos.
"Nos vamos, pero queremos una promesa tuya, de que vaya a Siquén antes de ir a la pascua. ¡A Siquén! ¡A Siquén!"
"Iré. Lo prometo."
"¡No vayas, no vayas! ¡Quédate con nosotros! ¡Con nosotros! ¡Te defenderemos! ¡Te haremos Rey y Pontífice! ¡Ellos te odian! ¡Nosotros te amamos! ¡Abajo los judíos! ¡Viva Jesús!"
Quitaos del corazón el pensamiento que Yo pueda,
por cobardía no cumplir con mi deber de israelita,
adorando al Dios verdadero en el único Templo,
en que puede ser adorado,
y de Mesías haciéndome coronar en otra parte que no sea
Jerusalén, donde seré ungido cual Rey universal según la
palabra y la verdad que vieron los grandes profetas
"¡Silencio! ¡No hagáis tumulto! Mi Madre está afligida por esta gritería que me puede hacer más daño que si me maldijesen. Todavía no es mí hora. Idos. Pasaré por Siquén. Quitaos del corazón el pensamiento que Yo pueda, por cobardía y por rebelarme sacrílegamente contra la voluntad de mi Padre, no cumplir con mi deber de israelita, adorando al Dios verdadero en el único Templo, en que puede ser adorado, y de Mesías haciéndome coronar en otra parte que no sea Jerusalén, donde seré ungido cual Rey universal según la palabra y la verdad que vieron los grandes profetas."
"¡Abajo! ¡No hay otro profeta después de Moisés! ¡Eres un loco!"
"Y también vosotros. ¿Sois acaso libres? No. ¿Cómo se llama Siquén? ¿Qué nuevo nombre tiene ahora? Y lo mismo dígase de otras muchas ciudades de Samaría, Judea, Galilea, porque la fuerza de Roma nos nivela a todos por igual. ¿Se llama Siquén? No, Neápolis. Así como Betscam se llama Scitópolis, y así muchas otras ciudades que, por capricho de los romanos o por adulación de los vasallos, son llamadas de manera diversa. ¿Y sólo vosotros querréis ser más que una ciudad, más que nuestros dominadores, más que Dios? No. Nada pueda cambiar lo que está destinado como salvación de todos. Sigo el camino derecho. Seguidme, si queréis entrar conmigo en mi Reino eterno."
"¡Nos has traicionado! Te refugiaste con nosotros,
haciéndonos creer que nos amabas para despreciarnos
después! ¡Mucho más se nos despreciará por tu culpa!"
Hace como para irse, pero los samaritanos hacen tal tumulto que los galileos reaccionan, y los que estaban dentro salen al huerto y suben por la escalera a la terraza. El primer rostro pálido y triste que se ve es el de María, que se pone detrás de Jesús, lo abraza, lo aprieta como si quisiera defenderlo de las injurias que de abajo llegan: "¡Nos has traicionado! Te refugiaste con nosotros, haciéndonos creer que nos amabas para despreciarnos después! ¡Mucho más se nos despreciará por tu culpa!"
Cercan a Jesús también las discípulas, los apóstoles, hasta María de Jacob. Los gritos de abajo explican el origen del tumulto, origen lejano pero seguro: "¿Por qué nos enviaste entonces a tus discípulos a decirnos que eres un perseguido?"
"No he enviado a nadie... Que los de Siquén salgan al frente. ¿Qué dije un día en la montaña?"
"Dijo que no podía adorar sino en el Templo, hasta que haya una nueva era para todos. Maestro, nosotros no somos culpables, créenoslo. Estos han sido engañados por falsos emisarios."
"Lo sé. Idos, pues. De todos modos Yo iré a Siquén. No tengo miedo de nadie. Idos para no haceros daño a vosotros mismos y a los de vuestra sangre. ¿No veis que por allá bajan resplandeciendo al sol las corazas de los legionarios? Os siguieron desde lejos, al ver tanto cortejo, y se quedaron en el bosque en acecho. Vuestros gritos los atraen ahora. Idos por bien vuestro."
De hecho, allá lejos, en el camino principal que sube hacia los montes, donde Jesús encontró al hombre que moría de hambre, se ve brillar algo que se mueve, que avanza. La gente se dispersa lentamente. Se quedan los de Efraín, los galileos, los discípulos.
"Idos también vosotros de Efraín, a vuestras casas. Idos, vosotros de Galilea. Obedeced a quien os ama."
También éstos se van. Se quedan sólo los discípulos a quienes Jesús ordena que entren en casa y en el huerto. Pedro baja a abrir con otros.
Judas de Keriot no baja. ¡Se ríe! Se ríe diciendo: "¡Ahora verás como los "buenos samaritanos" te odiarán! Para construir el Reino dispersas las piedras, y las piedras dispersas de un edificio se convierten en armas que golpean. ¡Los has despreciado! No lo olvidarán."
"Que me odien. No voy a dejar de cumplir con mi deber por miedo a ellos. Ven, Madre. Vamos a decirles a los discípulos lo que tienen que hacer antes de que se vayan." Baja entra María y Lázaro. Entran en casa donde están ya los discípulos a quienes da órdenes de ir por todas partes a avisar a todos sus compañeros de que se reúnan en Jericó para la neomenia (primer día de la Luna) de nisán, de que lo esperen hasta su llegada, y a los ciudadanos de los lugares por donde pasaren que Él saldrá de Efraín y que lo busquen en Jerusalén para la pascua.
Esteban saluda a Samuel: "La alegría de verte en la luz
templa mi afán de ver que cada cosa se convierte en piedra
para el Maestro
Y Hermas le dice: "Has dejado un hombre por un Dios.
Y Dios está ahora verdaderamente contigo."
Los divide en grupo de tres en tres. Confía a Isaac, Hermas y Esteban, el nuevo discípulo Samuel, al que Esteban saluda de este modo: "La alegría de verte en la luz templa mi afán de ver que cada cosa se convierte en piedra para el Maestro." Hermas, a su vez: "Has dejado un hombre por un Dios. Y Dios está ahora verdaderamente contigo." Isaac con palabras humildes y secas: "La paz sea contigo, hermano."
Ofrecido el pan y la leche que los efrainitas en buena hora han traído, parten también los discípulos y finalmente hay tranquilidad... Pero mientras se prepara el cordero, Jesús tiene todavía algo que hacer. Se acerca a Lázaro y le dice: "Ven conmigo al arroyo."
Lázaro obedece con su acostumbrada prontitud.
Se separan unos doscientos metros de la casa. Lázaro espera a que Jesús hable. "Quería decirte esto. Mi Madre está muy abatida. Lo ves. Mándame tus hermanas. Mis intenciones son de ir a Siquén con todos los apóstoles y discípulas. Pero antes las enviaré a Betania, mientras me detengo en Jericó por algunos días. Puedo todavía sin preocupación de tener acá en Samaría a las mujeres, pero no otra parte..."
"¡Maestro, temes en verdad!... Oh, si es así, ¿por qué me resucitaste?"
"Para tener un amigo."
"Si es por esto, heme aquí. Cualquier dolor no es nada, si puedo consolarte con mi amistad."
Por esto te trato y trataré como al más perfecto amigo
"Lo sé. Por esto te trato y trataré como al más perfecto amigo."
"¿Debo de veras ir a ver a Pilatos?"
"Si te parece. Por Pedro. No por Mí."
"Maestro te comunicaré la entrevista... ¿Cuándo dejas estos lugares?"
"Dentro de ocho días. Apenas si hay tiempo para ir a donde quiero y estar contigo antes de la pascua. Templarme en Betania, oasis de paz, antes de sumergirme en el tumulto de Jerusalén."
"¿Sabías, Maestro, que el Sanedrín está dispuesto a levantar tales acusaciones que te obliguen a huir para siempre? Esto me lo dijo Juan el sanedrista, que encontré por causalidad en Tolemaida, feliz por el hijo que le va a nacer. Me dijo: "Sufro que esto haya decidido el Sanedrín, porque hubiera querido que el Maestro estuviese presente a la circuncisión de mi hijo, que espero sea varón. Nacerá en los primeros días de Tamuz. ¿Pero todavía estará entre nosotros el Maestro? Yo quisiera... Yo quisiera que bendijese a Emmanuel, nombre que te dice lo que pienso, cuando entre en el mundo. Mi hijo será feliz de no haber luchado para creer, así como nosotros luchamos. Crecerá en el tiempo mesiánico y le será fácil aceptar la idea". Juan ha llegado a creer que Tú eres el Prometido."
"Y éste entre muchos, me paga con lo que otros no hacen. Lázaro, despidámonos aquí, en paz. Gracias por todo, amigo. Eres un buen amigo. Con diez iguales a ti, sería dulce vivir en medio de tanto odio..."
Quiero decirte algo de Síntica.
La vi. Es activa y prudente, como puede serlo una griega que
ha sabido ser seguidora tuya. Sufre por estar lejos,
pero dice que se encuentra feliz por prepararte el camino.
Espera verte antes de morir
"Tienes ahora a tu Madre, Señor mío. Vale por diez y cien Lázaros. Recuerda que cualquier cosa que pudiere hacerte falta, tan pronto pueda, te la procuraré. Ordena que soy tu siervo en todo. No soy sabio, ni santo, como otros que te aman, pero otro más fiel que yo, si excluyes a Juan, no lo encontrarás. No creo que sea yo soberbio al afirmar esto. Quiero decirte algo de Síntica. La vi. Es activa y prudente, como puede serlo una griega que ha sabido ser seguidora tuya. Sufre por estar lejos, pero dice que se encuentra feliz por prepararte el camino. Espera verte antes de morir."
"Ciertamente me verá. No desilusiono jamás a los justos."
"Tiene una escuela pequeña, a donde van las niñas de los lugares. Por la noche tiene consigo a una niña mestiza de raza, y que no tiene religión. Le habla de Ti. Le pregunté: "¿Por qué no te haces prosélita? Te serviría de mucho". Me respondió: "Porque no quiero dedicarme a los de Israel, sino a altares vacíos que esperan un Dios. Los preparo para que reciban a mi Señor. Cuando su Reino se haya fundado, iré a mi patria, y bajo el cielo de la Hélade acabaré mi vida a preparar los corazones a los maestros. Este es mi sueño. Pero si muriere antes, por enfermedad o persecución, feliz veré la muerte porque será señal de que habré cumplido con mi trabajo y que Él llama a su sierva que lo ha amado desde el primer encuentro"."
"Es verdad. Síntica me ha amado desde el primer encuentro."
"Es verdad. Síntica me ha amado desde el primer encuentro."
"No quería nada decirle de tus penas, pero Antioquia es como una inmensa concha donde resuenan las voces del vasto imperio y por lo tanto se oye también lo que sucede acá. Síntica no ignora tus aflicciones, y por estar lejos, sufre más. Quería darme dinero, que no acepté, diciéndole que lo emplease para las niñas. Acepté un capucho que tejió con viso de dos tamaños. Lo tiene tu Madre. Síntica quiso describir, con hilo, tu historia, la suya y de Juan de Endor. ¿Y sabes cómo? Tejiendo alrededor del cuadro una bordadura en que se ve un cordero que defiende una manada de hienas dos palomas, de las cuales, una tiene las alas destrozadas y la otra la cadena rota que la tenía ligada... Y la descripción continúa alternando hasta que la paloma de las alas destrozadas levanta el vuelo hacia lo alto, y la de la cadena rota se queda a los pies del cordero. Parece una de esas historias que los escultores griegos graban en mármol, en los festones de los templos y en los obeliscos dedicados a sus muerto, o que los pintores dibujan en vasos. Quería enviártelo por mis criados. Lo tomé yo."
"Lo llevaré porque viene de una buena discípula. Vamos a casa. ¿Cuándo piensas partir?"
"Mañana al amanecer, para que descansen los caballos. Luego no me detendré sino hasta Jerusalén e iré a ver a Pilatos. Si logro hablarle, te enviaré el mensaje por medio de María."
Vuelve a entrar en casa, hablando de menudencias.
X. 178-194
A. M. D. G.