EN LEBONA.

LOS MAL ACONSEJADOS.

ALGO MÁS SOBRE EL VALOR DE UN CONSEJO

 


 

#En medio de esta confusión viene Jesús caminando. A su alrededor los apóstoles, detrás las discípulas   

#un oficial romano da órdenes a sus soldados que dispersen a esos que ya estaban a punto de sumirse en una de tantas disputas regionales y religiosas   

#Jesús cura a un niño   

#Quieren impedir que Jesús hable y Jesús les contesta sabiamente   

#"La parábola de los mal aconsejados."   

#"¿Por qué el mismo consejo realizó efectos diversos? ¿No respondéis? Os lo diré como lo dije a los de Silo

 


 

Están para entrar en Lebona, ciudad que no me parece muy importante ni bella. Rebosa de gente, porque pasan las caravanas que bajan para la pascua a Jerusalén viniendo de Galilea, Iturea, Gaulanítide, Traconítides, Auranítide y Decápolis. Diría yo que Lebona se encuentra en un cruce de caravanas, mejor dicho, que es el lugar donde se encuentran las que vienen de esos lugares, además de las del Mediterráneo a los montes que están al este de Palestina, y del norte de la misma para reunirse en este gran camino que lleva a Jerusalén. Tal vez se deba que la gente lo prefiera porque está muy bien custodiado por los romanos y por lo tanto la gente se siente más segura de los ladrones, Eso creo yo. Puede ser que se le prefiera porque tiene recuerdos históricos o sagrados. No lo sé.

Las caravanas -dada la posición del sol, diría que a eso de las ocho- se ponen en camino en medio de griterío, rebuznos, cencerros, ruedas. Mujeres que llaman a sus niños, hombre que gritan a sus animales, vendedores que ofrecen sus mercancías, que hacen contratos con los samaritanos y los otros - a excepción de los hebreos- los de la Decápolis y de otras regiones que son menos intransigentes en su actitud. Pero si se encuentran con quien siente hervir su sangre hebrea, oirán duras injurias, es como si se les acercase el demonio en persona, tales son los gritos de anatema que lanzan... provocando reacciones ofertas de parte de los samaritanos ofendidos. Y llegarían fácilmente a las manos si no estuviesen alertas las guardias romanas.

 

En medio de esta confusión viene Jesús caminando. 

A su alrededor los apóstoles, detrás las discípulas

 

En medio de esta confusión viene Jesús caminando. A su alrededor los apóstoles, detrás las discípulas, y detrás la hilera de los de Efraín, a quienes se agregaron los de Silo.

Un susurro precede al Maestro. Parte de los que lo ven a los que no. Muchos suspenden su marcha, para ver lo que pasa.

Se preguntan: "¿Cómo? ¿Se aleja siempre más de la Judea? ¿Predica ahora en Samaría?"

Una voz timbrada galilea: "Los santos lo echaron afuera, y Él se vuelve a los que no lo son para santificarlos, para afrenta de los judíos."

Otro responde a esto con veneno: "Ha encontrado su nido, y quien escuche su palabra diabólica."

Otra voz: "¡Callaos, asesinos del Justo! Esto que hacéis en perseguirlo os marcará en los siglos por venir con un nombre horrible. Sois unos corrompidos tres veces más que nosotros los de la Decápolis."

La voz tajante de un viejo: "Tanto justo que huye del Templo con ocasión de la Fiesta de las Fiestas. ¡Je, je, je!"

Uno de Efraín, rojo de ira: "No es verdad. Mientes, animal. Va a su Pascua."

Un escriba barbudo con desprecio: "Por el camino del Garizin."

"No. Del Moria. Vino a bendecidnos porque sabe amar, y luego va a vosotros, malditos, que lo odiáis."

"¡Cállate, samaritano!"

"¡Cállate tú, demonio!"

 

un oficial romano da órdenes a sus soldados que dispersen 

a esos que ya estaban a punto de sumirse en una de tantas

 disputas regionales y religiosas

 

"A quien arma motines le tocará la galera. Así lo ha ordenado Poncio Pilatos. Acordaos de ello, y daos prisa" grita un oficial romano dando órdenes a sus soldados que dispersen a esos que ya estaban a punto de sumirse en una de tantas disputas regionales y religiosas, que tan fácilmente surgían en la Palestina de los tiempos de Jesús.

La gente se dispersa, pero nadie avanza. Los asnos vuelven a sus pesebres, o bien se les lleva por donde se desvió Jesús. Mujeres y niños bajan de la silla, siguen a sus maridos y padres, o bien se quedan donde están porque se les grita que no vayan "a oír hablar al demonio." Pero los amigos, enemigos, o sencillamente curiosos, corren al lugar a donde ha ido Jesús. Y al correr se echan miradas furibundas, o amistosas.

Jesús se ha detenido en un plaza, junta a la fuente rodeada de árboles. Se ha recargado contra la pared húmeda de la fuente, que cubre una especie de portal abierto por un solo lado. Tal vez se trata más que de una fuente, de un pozo. Se parece el de En Rogel.

 

Jesús cura a un niño

 

Está hablando con  una mujer que le presenta su pequeñín  que tiene en los brazos. Veo que Jesús dice que sí, que pone su mano sobre la cabeza del pequeñín y grita: "Malaquías, Malaquías, ¿dónde estás? Está curado nuestro niño" La mujer lanza en alto sus hosannas, a los que se unen los de la multitud, en medio de los cuales un hombre viene a postrarse ante el Señor.

La gente comenta, las mujeres, casi todas madres, se congratulan con la mujer que recibió el favor. Los que están más lejos alargan su cuello y preguntan: "¿Qué ha pasado?", al oír los "hosannas".

"Un niño jorobado, tan jorobado que apenas se podía ponerse en pie. Media de veras, os lo asegura, medía no más que esto. Parecía un niño de tres años, cuando ya tiene siete.. ¡Miradlo ahora! Tiene el tamaño de todos los de su edad, está derecho como una palmera. Vedlo como sube por la pared de la fuente para que lo vean y para ver. ¡Qué feliz es!"

Un galileo se vuelve a un cierto personaje, que estoy casi segura que es rabí, de largos flecos, lo apostrofa: "¿Tienes algo que decir? ¿También esto es obra del demonio? Si en realidad el demonio hace que los hombres sean felices -y alabado sea el Señor- ¡habrá que decir que su mejor siervo es él!"

"¡Blasfemo, cállate!"

"No blasfemo, rabí. Comento lo que veo. ¿Por qué vuestra santidad nos echa encima solo desgracias sobre las espaldas, y nos lanza maldiciones en los labios, como pensamientos de hacernos desconfiar del Altísimo, mientras que las obras del Rabí de Nazaret nos dan paz, seguridad de que Dios es bueno?"

El rabí no responde, da media vuelta y se va a hablar con sus amigos. Uno de ellos se separa, se abre paso donde está Jesús al que, sin saludarlo, lo interpela de este modo: "¿Qué te propones hacer?"

 

Quieren impedir que Jesús hable 

y Jesús les contesta sabiamente

 

"Hablar a los que me piden que les hable" responde Jesús, mirándolo a los ojos, sin desprecio sin miedo.

"No te es lícito. El Sanedrín no lo quiere."

"El Altísimo lo quiere, de quien el Sanedrín debería ser siervo."

"Estás condenado, lo sabes. Cállate, o..."

"Mi nombre es Palabra, y la Palabra habla."

"La oyen los samaritanos. Si fuese verdad que eres lo que dices ser, no hablarías a los samaritanos."

"He hablado a ellos, como a los galileos, judíos, porque ante mis ojos no hay ninguna diferencia."

"Trata de hablar en Judea, si te atreves..."

"Sí que hablaré. Esperadme. ¿No eres tú Eleazar ben Parta? ¿Sí, verdad? Antes de que yo vea a Gamaliel, tú lo verás, y dile en mi nombre que también a él daré la respuesta que hace veintiún años espera. ¿Entendiste? Acuérdate bien. Después de tantos años también le daré la respuestas. Hasta pronto."

"¿En dónde? ¿En dónde quieres hablar, y responder al gran Gamaliel? Él ha salido ya de Gamala de Judea para entrar en Jerusalén. Pero si todavía estuviese allá, no podrías hablarle."

"¿Qué en dónde? Donde se reúnen los escribas y rabinos de Israel."

"¿En el Templo? ¿Tú, en el Templo? ¿Te atreves...? ¿No sabes?...

"¿Que me odiáis? Lo sé. Básteme con que mi Padre no me odie. Dentro de poco el Templo se estremecerá con mi palabra." Y sin preocuparse de su interlocutor abre sus brazos para imponer silencio a la gente que está dividida en dos bandos.

 

"La parábola de los mal aconsejados."

 

Jesús habla. 

En Silo hablé de los malos consejeros Ahora os propongo

 la siguiente parábola. La llamaremos: 

"La parábola de los mal aconsejados."

 

Todo se calma. Jesús empieza a hablar. "En Silo hablé de los malos consejeros y de lo que puede realmente hacerse de bien o mal con un consejo. Ahora a vosotros, habitantes de Lebona o no, os propongo la siguiente parábola. La llamaremos: "La parábola de los mal aconsejados."

Escuchad. Una vez existió una familia numerosísima que parecía una tribu. Los hijos se habían casado, y los hijos de éstos al hacer lo mis se habían reunido al mismo núcleo, de modo que le padre se encontraba al frente de un pequeño reino. Como sucede siempre en las familias, entre los hijos y los hijos de éstos siempre hay temperamentos diversos. Alguien es bueno y justo, otro ambicioso e injusto. Alguien se contenta con su posición, otro no, es envidioso, y le parece que la parte que le tocó es menor que la de su hermano o pariente. Había, pues, junto al peor, el mejor. Y es natural que el padre del que era el mejor lo amase más tiernamente que a todo el resto de la familia. Y como siempre sucede, el malo, y los que se parecían a él, odiaban al bueno, porque era más amado, sin pensar que ellos también lo habrían sido si hubieran sido buenos. El hijo bueno era el de confianzas del padre a quien le revelaba todo lo que tenía que transmitir a los otros que eran buenos. Sucedió, pues, que con los años, la familia numerosa se dividió en tres partes. La de los buenos y la de los malvados. En medio de ambos estaba la de los inciertos, los cuales se sentían atraídos hacia el hijo bueno, pero temían al hijo malo y a los de su partido. No sabía qué hacer. Dudaba. Balanceaba entre ambas partes. El viejo padre al ver la incertidumbre, dijo a su hijo amado: "Hasta ahora has hablado a los que te aman y a los que no. A los primeros has hablado porque te piden que les hables para que me amen con mayor rectitud, a los segundos para que vuelvan al camino de la justicia. Pero ves que éstos en lugar de volver en sí, tratan de corromper con sus malas palabras a los inciertos. Ve pues a éstos y diles lo que soy, lo que eres, lo que deben hacer para estar conmigo y contigo."

El hijo, siempre obediente, fue a hacer lo que le había ordenado su padre y cada día conquistaba un nuevo corazón. El padre vio, pues, claramente quienes eran sus verdaderos hijos rebeldes, y los miraba con severidad, pero sin echárselos en cara, porque era, y quería que se acercasen a él con la paciencia, amor y ejemplo de los buenos.

Los malvados al verse solos dijeron: "De este modo se descubre que nosotros somos los rebeldes. Antes nos confundíamos entre los que no eran ni buenos ni malos. Ved ahora que todos van detrás del hijo amado. Hay que hacer algo. destruir su obra. Vamos. Finjamos que nos hemos arrepentido, vayamos con los que apenas se han convertido, con los más sencillos de los mejores. Esparzamos la voz de que el hijo amado finge servir al padre, pero que en realidad no hace más que conquistar seguidores para rebelarse contra él; o aun más, digamos que el padre tiene intenciones de eliminar la hijo y a sus seguidores, porque por todas partes logran triunfos y ofuscan su gloria de padre y rey, y que para defender a su hijo amado y traicionado, es necesario  que se quede entre nosotros, lejos de la casa paterna donde lo espera la traición."

Astutamente fueron a insinuar estas ideas y a esparcirlas de modo que muchos cayeron en la trampa. sobre todo los que hacía poco se habían convertido, a quienes los malos aconsejaban de este modo: "¿No veis cuánto os ha amado? Prefirió venir con vosotros que estarse con su padre, y mucho menos con los hermanos buenos. Tanto ha hecho que ante la faz del mundo os ha levantado de vuestra humillación en que no sabíais lo que queríais y en la que todos se burlaban de todos vosotros. Por este amor, tenéis la obligación de defenderlo, aun más de tenerlo con vosotros; y si las palabras no bastaren, con la fuerza. O bien, proclamadlo vuestro jefe y rey y marchad contra el padre inicuo y contra sus hijos, perversos". Agregaban, al ver titubear a alguien: "Él lo desea. Ha querido que fuésemos con él a honrar al padre, y nos ha alcanzado bendiciones y perdón". A otros decían: "¡No creáis" No os ha dicho él toda la verdad, como tampoco el padre os ha mostrado toda la verdad. Se comportó así porque sabe que su padre está para entregarlo y ha querido probar vuestros corazones para saber dónde puede encontrar protección y refugio. Pero tal vez... ¡es muy bueno! tal vez se arrepienta luego de haber dudado del padre y quiera regresar a él. No se lo permitáis". Muchos prometieron: "No se lo permitiremos" y se llenaban de ardor para detener al hijo amado, sin caer en la cuenta que mientras los malos consejeros decían: "Os ayudaremos a salvar al hijo bueno", sus ojos estaban llenos de mentira, de crueldad, y no reparaban en que ellos se fregaban las manos diciendo en voz baja: "Caen en la trampa. ¡Triunfaremos!" cada vez que alguien aceptaba sus palabras mentirosas. Se fueron los malos consejeros a esparcir en otros lugares la voz que pronto verían la traición del hijo amado, que había salido de las tierras del padre para crear un reino, contrario al del padre, reuniendo consigo a los que odiaban al padre o que no lo querían. Los que se encontraban bajo el influjo de los malos consejeros no perdían el tiempo en hacer planes cómo podrían inducir al hijo amado a rebelarse, lo que habría llenado de escándalo al mundo.

Sólo los más perspicaces, los que habían aceptado la palabra del hijo bueno, porque en ellos había prendido su palabra, como terreno propicio, después de haber reflexionado replicaron: "No. Esto no va bien. Esto es algo que va contra el padre, contra el hijo y también contra nosotros. Sabemos cuán rectos sean el uno y el otro. Conocemos su proceder recto aun cuando no lo hubiéramos imitado. No podemos aceptar que los consejos de los que se han rebelado abiertamente contra el padre y el hijo sean más justos de los que nos ha dado el hijo bendito." Y no los siguieron, sino que cariñosos y llenos de dolor dejaron que el hijo se fuera a donde tenía que ir, limitándose a acompañarlo con señales de amor hasta los límites de su región y a prometerle: "Te vas. Nosotros nos quedamos. Pero tus palabras quedan con nosotros, y de hoy en adelante haremos lo que tu padre quiere. Vete tranquilo. Nos arrebataste de la posición en que nos encontraste. Ahora, puestos en el buen sendero, lo seguiremos hasta que lleguemos a la casa paterna para que el padre nos bendiga."

Pero algunos siguieron el consejo de los malos e hicieron mal al tratar de que el hijo cometiera una acción injusta, y al burlarse de él como de un necio, porque no pensaba más que en cumplir con su deber.

 

¿Por qué el mismo consejo realizó efectos diversos? 

¿No respondéis? 

Os lo diré como lo dije a los de Silo

 

Os pregunto ahora: "¿Por qué el mismo consejo realizó efectos diversos? ¿No respondéis? Os lo diré como lo dije a los de Silo. Porque los consejos valen o no, según las personas que los aceptan. Inútilmente alguien puede ser aconsejado a hacer el mal, si no quiere aceptarlo. Y no será castigado por haber sentido las instigaciones de los malos. No será castigado porque Dios es justo y no castiga las faltas no cometidas. Será castigado sólo si después de haber escuchado al malo, pone en práctica lo que éste le aconsejaba, sin haber empleado su inteligencia. No podrá acusarse diciendo. "Creí que era bueno". Bueno es lo que agrada a Dios ¿Puede acaso Dios aprobar y gustar que se le desobedezca? ¿Puede Dios bendecir alguna cosa que va contra su ley, esto es, contra su Palabra? En verdad os aseguro que no. Os afirmo que es necesario tener valor para morir antes que traspasar la ley divina. En Siquén os hablaré otra vez más para que seáis justos tanto en querer como en no querer practicar los consejos que se os dieren. Podéis iros."

La gente se va comentando.

"¿Oíste? El sabe lo que nos dijeron. Nos ha llamado al camino de la justicia" dice un samaritano.

"Entendí. ¿Y viste cómo se turbaron los judíos y escribas que estaban presentes.?"

"Claro. Ni siquiera esperaron el fin. Se marcharon."

"¡Víboras! sin embargo... El dice lo que quiere hacer. No está bien. Podría acarrear algunas dificultades. Los de Ebal y Garizín están entusiastas."

"Yo... por mi parte no me hice ilusiones. El Rabí es el Rabí. Y dicho está. ¿Puede pecar el Rabí si no sube al Templo de Jerusalén?"

"Encontrará la muerte. ¡Lo verás!... ¡Todo se habrá acabado!"

"¡Para quien? ¿Para Él? ¿Para nosotros o... para los judíos?"

"Para Él, si muere."

"Eres un loco. Yo soy de Efraín. Lo conozco bien. Durante dos lunas viví con Él, aún más. Siempre hablaba con nosotros. Será una pena... pero no un dolor, ni para Él, ni para nosotros. No puede morir, terminar, el Santo de los santos. Ni para nosotros puede terminar todo así Yo... seré un ignorante, pero presiento que su Reino vendrá cuando los judíos lo habrán creído destruido... Los derrotados serán ellos..."

"¿Crees que los discípulos venguen al Maestro? ¿Qué habrá rebelión, destrucción? ¿ Y los romanos?..."

"No hay necesidad de que los discípulos o cualesquiera lo venguen. Él mismo Altísimo lo vengará. Durante muchos siglos, y por cosa de menor cuantía, nos ha castigado. ¿Quieres que no castigue a ésos por que atormentan a su Enviado?"

"¡Ah, verlos vencidos!"

"Tienes un corazón que al Maestro no agradaría. El ruega por sus enemigos..."

"Mañana le sigo... Quiero oír lo que dirá en Siquén."

"También yo."

 "Y también yo..."

Muchos de Lebona piensan lo mismo, y fraternizando con los de Efraín y Silo se van a hacer los preparativos del día siguiente.

X. 221-227

A. M. D. G.